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Aspectos del desarrollo en la infancia

Buena parte de este desarrollo gira en torno de las relaciones con los cuidadores.

DESARROLLO DE LA CONFIANZA Los bebés humanos dependen de otros para recibir comida,
protección y sustento durante un periodo mucho más largo que cualquier otro mamífero. De
acuerdo con Erikson, este periodo extenso hace que la primera etapa del desarrollo psicosocial se
centre en la conformación de un sentido de confianza. El argumento de Erikson (1950) establece
que, en cada etapa de la vida, nos enfrentamos a un desafío y a un riesgo complementario. Como
bebés, nuestro primer desafío implica desarrollar un sentido de confianza básica frente a la
desconfianza básica. Si tenemos éxito, desarrollamos un sentido de la fiabilidad respecto de las
personas y de los objetos del mundo que nos rodea, el cual nos permite sentirnos seguros y
amados. Sin embargo, el riesgo es que, en su lugar, desarrollemos un sentido de desconfianza y
sintamos que, en momentos de necesidad, no podemos contar con quienes nos rodean.

Esta etapa comienza en la infancia y continúa más o menos hasta los 18 meses. Idealmente, los
bebés desarrollan un equilibrio entre la confianza (que les permite entablar relaciones estrechas) y
la desconfianza (que les permite protegerse). Si predomina la confianza, como debería ser, los
niños desarrollan la virtud de la esperanza: la creencia de que pueden satisfacer sus necesidades y
cumplir sus deseos (Erikson, 1982). Si predomina la desconfianza, los niños verán al mundo como
un lugar poco amistoso e impredecible y les resultará difícil establecer relaciones de calidad.

El elemento crucial para el desarrollo de la confianza es un cuidador delicado, sensible y


constante. Erikson consideraba que el momento de la alimentación era el escenario para
establecer la mezcla correcta de confianza y desconfianza.

DESARROLLO DEL APEGO

El apego es un vínculo emocional recíproco y duradero entre el infante y su cuidador, cada uno de
los cuales contribuye a enriquecer la calidad de la relación. De acuerdo con la teoría etológica, los
infantes y los padres tienen una predisposición biológica a apegarse entre sí, relación que fomenta
la supervivencia del bebé.

Estudio de los patrones de apego El estudio del apego está en deuda con el etólogo John Bowlby
(1951), pionero en las investigaciones sobre la formación de vínculos afectivos entre animales. A
partir de su conocimiento respecto del trabajo original de Harlow con monos Rhesus, Bowlby se
convenció de la importancia del vínculo entre la madre y el bebé, y advirtió que no es bueno
separarlos sin procurar un buen cuidado sustituto. Mary Ainsworth, quien fuera alumna de Bowlby
al inicio de la década de 1950, continuó con el estudio del apego en bebés africanos en Uganda
por medio de la observación naturalista en sus hogares (Ainsworth, 1967). Más tarde, Ainsworth
creó la situación extraña, una técnica de laboratorio que ahora es clásica, que fue diseñada para
evaluar los patrones de apego entre un infante y un adulto. Por lo general, el adulto es la madre
(aunque también han participado otros adultos) y el bebé tiene entre 10 y 24 meses de edad.

La situación extraña consiste en una secuencia de episodios y su implementación insume menos


de media hora. Durante ese tiempo, la madre deja dos veces al bebé en una habitación
desconocida, la primera vez con un extraño. La segunda vez deja al niño solo y el extraño regresa
antes de que lo haga la madre. Luego la madre alienta al bebé a explorar y jugar de nuevo y le
brinda consuelo si el niño parece necesitarlo.

Cuando Ainsworth y sus colaboradores observaron a niños de un año de edad en la situación


extraña y en el hogar, encontraron tres patrones principales de apego: el apego seguro, el apego
evasivo y apego ambivalente o resistente.

Los bebés con un apego seguro son flexibles y resilientes ante situaciones de estrés. A veces lloran
cuando el cuidador se va, pero son capaces de obtener el consuelo que necesitan una vez que el
cuidador regresa, los bebés con un apego evasivo no se muestran afectados cuando el cuidador
sale o regresa. Por lo general, continúan jugando en la habitación y suelen interactuar con el
desconocido y los bebés con apego ambivalente (resistente) muestran ansiedad incluso antes de
que el cuidador se vaya, en ocasiones acercándose al él en busca de consuelo cuando el
desconocido los mira o se acerca a ellos para interactuar.

Otra investigación (Main y Solomon, 1986) identificó un cuarto patrón: el apego desorganizado-
desorientado, estos muestran conductas contradictorias, repetitivas o mal dirigidas (como buscar
la cercanía con el extraño en lugar de con la madre, o mostrar una conducta de miedo ante la
entrada del cuidador). Parecen confusos y temerosos, es más frecuente en bebés cuyas madres
son insensibles, invasivas o abusivas; que son miedosas o atemorizantes, lo que deja al niño sin
nadie que alivie el miedo que provoca la madre; o que han sufrido pérdidas o tienen sentimientos
no resueltos acerca del apego que experimentaron en su niñez hacia sus propios padres.

Cómo se establece el apego Al año de vida, el bebé ya ha establecido un estilo característico de


apego. Según Bowlby, los estilos de apego son el resultado de interacciones repetidas con un
cuidador. Por ejemplo, si cada vez que el bebé llora la madre acude rápida y sensiblemente a dar
consuelo, con el tiempo el bebé espera esa respuesta. Por el contrario, si la madre es
incon sistente en su respuesta al llanto, el bebé desarrolla un conjunto de expectativas muy
diferentes respecto de las probables respuestas de la madre al llanto.

Métodos alternativos para el estudio del apego: Aunque buena parte de la investigación sobre el
apego se ha basado en la situación extraña, algunos investigadores han cuestionado su validez.

Para abordar estos problemas, otros investigadores han ideado métodos para estudiar a los niños
en escenarios naturales. El conjunto Q de apego (CQA), de Waters y Deane (1985), pide a las
madres o a otros observadores instalados en el hogar que clasifiquen un conjunto de pala bras o
frases descriptivas (“llora mucho”, “tiende a aferrarse”) en categorías que van de más o menos
características del niño, y que comparen luego esas descripciones con otras de expertos del
prototipo de niño seguro.

Estudios neurobiológicos pueden ofrecer otra manera de estudiar el apego. Las resonancias
magnéticas funcionales practicadas a madres japonesas mostraron que ciertas áreas del cerebro
de la madre se activaban ante la sonrisa o el llanto de su bebé, pero no cuando veían a otros niños
que mostraban esas conductas, lo que indica que el apego puede tener una base neurológica.

El papel del temperamento En un estudio con niños de seis a 12 meses y sus familias, tanto la
sensibilidad de la madre como el temperamento de su bebé influyeron en los patrones de apego.
El temperamento de un bebé no solo puede tener un impacto directo en el apego sino también
uno indirecto a través de su efecto sobre los padres. En una serie de estudios realizados en los
Países Bajos, bebés de 15 días de edad clasificados como irritables fueron mucho más propensos
que los infantes no irritables a mostrar un apego inseguro al año de edad. Sin embargo, los bebés
irritables cuyas madres recibieron visitas en el hogar para enseñarles a tranquilizar a sus bebés
tuvieron tanta probabilidad como los infantes no irritables de ser calificados como niños con
apego seguro. Por lo tanto, la irritabilidad de un infante puede prevenir el desarrollo de un apego
seguro, pero el riesgo se reduce si la madre posee las habilidades para lidiar con el temperamento
del niño.

Ansiedad ante los desconocidos y ansiedad ante la separación La ansiedad ante la separación tal
vez no se deba tanto a la separación en sí como a la cali dad del cuidado sustituto. Cuando los
cuidadores sustitutos son cálidos, sensibles y juegan con los bebés de nueve meses antes de que
lloren, los pequeños lloran menos que cuando están con cuidadores menos sensibles. El trabajo
pionero de René Spitz con niños internados en instituciones subraya el valor de la continuidad y la
coherencia del cuidado, de modo que los niños puedan establecer vínculos emocionales
tempranos con sus cuidadores.

Efectos a largo plazo del apego

Entre más seguro sea el apego de un niño con un adulto cariñoso más probable será que
desarrolle buenas relaciones con otros. Si en su infancia los niños tuvieron una base segura y
pudieron contar con la sensibilidad de los padres o cuidadores, suelen contar con la confianza
suficiente para tener una participación activa en su mundo. Por ejemplo, en un estudio realizado
con 70 niños de 15 meses, aquellos que tenían un apego seguro hacia sus madres mostraron
menos estrés al adaptarse a la guardería que los niños con un apego inseguro.

Entre los tres y cinco años de edad, por lo general, los niños con apego seguro son más curiosos,
competentes, empáticos, resilientes y seguros, se llevan mejor con otros niños y forman amistades
más estrechas que los que en la infancia se apegaron de manera insegura.

En la niñez media y la adolescencia, los niños con apego seguro (por lo menos en las culturas
occidentales, donde se ha realizado la mayor parte de los estudios) suelen formar las amistades
más estrechas y estables.

COMUNICACIÓN EMOCIONAL CON LOS CUIDADORES: REGULACIÓN MUTUA

Los infantes son seres que se comunican y tienen una fuerte motivación para interactuar con
otros. Se conoce como regulación mutua a la capacidad del bebé y del cuidador para respon der
de manera apropiada y sensible a los estados mentales y emocionales del otro. Los infantes
participan de manera activa en la regulación mutua mediante el envío de señales conductuales,
como las sonrisas de Max, que influyen en el comportamiento de los cuidadores hacia ellos, los
procesos de regulación mutua contribuyen a que aprendan a interpretar la conducta de otros y a
responder de manera apropiada.

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