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DESARROLLO EN EL

RECIÉN NACIDO
Desde el momento mismo de la concepción el niño se rige por un “calendario
madurativo”. Pasará por una serie de etapas determinadas biológicamente. Supone una
parte cerrada del código genético relacionada con nuestra maduración. Ello supone que
todos los niños más o menos a la misma edad pasarán por los mismos procesos. Este
calendario madurativo coloca a todos los niños en la misma casilla de salida más o
menos a la misma edad, pero no determina cuál será la trayectoria de cada niño. La
trayectoria depende de las relaciones concretas que establezca primero con sus padres
y con el entorno, la interacción del niño con su medio y la estimulación que se le
ofrezca.
Los bebés desde muy pronto tienen la capacidad
de hacer representaciones, que se irán
formando luego poco a poco, por ejemplo
representarse mentalmente un objeto que ha
desaparecido y el cual se esperaba. Con tan solo
3 meses y medio, según las últimas
investigaciones ya manifiestas la conservación
del objeto.

Su memoria ya está en uso desde los primeros


días de vida.
Hay que recordar que el componente básico del aprendizaje del bebé es una relación
afectuosa, segura y protectora de con los padres y las madres. Los bebés aprenden
mejor cuando se sienten cuidados y saben que sus padres y madres están ahí para
cuidarlos. Posiblemente, la actividad más importante que se puede realizar para ayudar
a los hijos a aprender, y para conseguir que el mundo le resulta atractivo sea hablarle,
conocerle, jugar juntos.
El niño inicia su relación con el mundo a través
de los sentidos. La percepción del bebé no es
algo exclusivo de los procesos madurativos,
depende de sus experiencias de aprendizaje. La
educación sensorial desde las primeras etapas
es algo fundamental. El niño ve, pero nosotros
hemos de enseñarle a mirar, el niño oye, pero
hemos de enseñarle a escuchar.
El bebé en su interacción con los demás empieza a forjar su YO. Desde los 4 meses el
bebé comienza a saber el efecto que produce en sus cuidadores si emite llanto o
sonrisa. Antes de su primer año ya empiezan a reconocer su imagen en el espejo. De los
18 meses a los 24 con el inicio del lenguaje ya podemos observar con el desarrollo del
lenguaje las expresiones “yo” frente a “tu”. En esta etapa sienten que han sido
competentes o incompetentes expresándolo con sonrisa en el primer caso o enfado en
el segundo.
El apego y la sensación de seguridad que proporciona es una base imprescindible para el
futuro desarrollo de las relaciones que el niño (y después como adulto) tendrá con los
demás. La forma de relacionarse con los demás, primero con amigos y después
formando una pareja están muy influenciadas por el tipo de apego que el niño tenga con
sus cuidadores en las primeras etapas de su vida.
Cuando el niño no ha establecido un vínculo
seguro con sus cuidadores, cuando no ha
conseguido formarse una autoestima basada
en un amor incondicional por parte de los
progenitores, puede presentar a la edad adulta
un trastorno de la personalidad.

Los trastornos de la personalidad tiene en


común una base insegura y una relación con
los demás condicionada por dicha inseguridad.
John Bowlby, gran exponente y fundador de la teoría del apego, existe una necesidad
humana universal para formar vínculos afectivos estrechos. Bowlby se interesó en el
tema a partir de la observación de las diferentes perturbaciones emocionales en niños
separados de sus familias. Sus investigaciones lo llevaron a sostener que la necesidad de
entablar vínculos estables con los cuidadores o personas significativas es una necesidad
primaria en la especie humana.
El comportamiento de apego se define como toda conducta por la cual un individuo
mantiene o busca proximidad con otra persona considerada como más fuerte. Se
caracteriza también por la tendencia a utilizar al cuidador principal como una base
segura, desde la cual explorar los entornos desconocidos, y hacia la cual retornar como
refugio en momentos de alarma.
La amenaza de pérdida despierta ansiedad, y la pérdida ocasiona pena, tristeza, rabia e
ira. El mantenimiento de estos vínculos de apego es considerado como una fuente de
seguridad que permite tolerar esos sentimientos. El apego es claramente observable en
la preocupación intensa que los niños pequeños muestran, con respecto a la
localización exacta de las figuras parentales, cuando se encuentran en entornos poco
familiares.
El punto central de la teoría está dado en la postulación de una relación causal entre las
experiencias de un individuo con las figuras significativas (los padres generalmente), y
su posterior capacidad para establecer vínculos afectivos. Nociones como ansiedad de
separación y disposición básica del ser humano ante la amenaza de pérdida, tienen
especial relevancia.
Sus observaciones de situaciones de separación
prolongada, le permitieron clasificar la reacción de los
niños en sucesivas etapas:

1) etapa inicial de protesta, caracterizada por una


preocupación marcada acerca de la ubicación de la
figura de apego, que se expresaba en llamadas
esperanzadas y llanto.
2) Al cabo de unos días, los niños que continuaban separados atravesaban una fase de
desesperación; aparentemente todavía preocupados por el progenitor perdido;
mostraban llanto débil y paulatinamente más desesperanza.

3) Etapa de desapego: con el transcurrir del tiempo los niños se volvían apáticos y
retiraban todo interés aparente por el entorno. Comenzaban, igualmente, a fijarse en el
entorno inmediato, incluyendo las enfermeras y los otros niños. Los niños que llegaban
a este estado, ignoraban y evitaban activamente la figura de apego primaria al llegar el
momento de un eventual reencuentro, y algunos parecían no poder recordarla.

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