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IES Nº1 UNIVERSIDAD LABORAL 2ºBACH- Lengua Castellana y Literatura II

TEMA 4. La poesía desde el Modernismo a las vanguardias, autores y obras


representativos.
1. Introducción
El género lírico en el siglo XX se encuentra en un estado de agotamiento y de rechazo
hacia los postulados de realismo y naturalismo, que aportaron muy poco a la poesía. La renovación
llega por parte de Hispanoamérica con un movimiento, el Modernismo, que supone para la lírica
española una revolución tanto métrica como formal de la misma importancia que la del
Renacimiento. Por otra parte, la agitación política y social a comienzos del siglo XX tuvo su reflejo
artístico en el movimiento de la vanguardia, que supuso un ataque al racionalismo y a la
idiosincrasia burguesa.
2. Modernismo y 98
El Modernismo literario es un movimiento que surge, a finales del siglo XIX y que se
prolonga hasta el año 1914. En él converge una amalgama de tendencias culturales diversas,
tanto literarias como artísticas. El Modernismo hispánico es una síntesis del parnasianismo y
el simbolismo, dos escuelas poéticas surgidas en Francia en la segunda mitad del siglo XIX,
aunque también está presente la huella de autores españoles como Gustavo Adolfo Bécquer y
Rosalía de Castro.
Modernismo y generación del 98, al compartir la misma generación cronológica,
plantean el problema de la relación entre ambos. A pesar de que sus orígenes son comunes y
comparten el mismo rechazo a la literatura anterior, el 98 es un movimiento que reacciona política
y socialmente, mientras que el modernismo es más cosmopolita y responde buscando la belleza.
Rubén Darío (1867-1916) es el principal autor de este movimiento y el introductor de esta
literatura en España a través de visita a España en 1898 y presenta tres etapas: en Azul… (1888)
muestra la exterioridad sensible, en Prosas profanas (1896) aparece la intimidad atormentada y
en Cantos de vida y esperanza (1905) añade a todo lo anterior una honda angustia vital y una
crítica al neocolonialismo y a la política imperialista de Estados Unidos.
En España, a pesar de que en 1900 el Modernismo ya se había extendido, muy pronto los
autores que lo cultivaron (Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado) optaron por buscar un nuevo
camino en el que se buscaba una mayor profundidad mediante la aplicación de las técnicas
modernistas a una poesía melancólica influida por el intimismo becqueriano.
Manuel Machado (1874-1947) mezcló elementos modernistas y románticos con otros
populares y andaluces en su libro Alma (1902). Sin embargo, los escritores de la generación del
98 presentan un lenguaje sencillo y sobrio. Creen que la poesía debe expresar una visión
diferente y más profunda de la realidad antes de producir placer estético. Destacan los versos
fuertes y ritmos abruptos de El Cristo de Velázquez (1920) de Miguel de Unamuno (1864-1936)
y Claves líricas (1930) de Ramón María del Valle-Inclán, obra que recoge toda su producción
poética de influencia modernista, pero que evoluciona hasta el esperpento. Antonio Machado
(1875-1939) evoluciona desde un modernismo intimista hasta posturas más afines al 98, aunque
hay elementos que perviven en su obra. Es un poeta dominado por la melancolía. El modernismo
simbolista se aprecia en Soledades. Galerías. Otros poemas (1907), donde predominan las
emociones íntimas y el dolor de los recuerdos. Es una corrección de una primera edición de 1903
(Soledades) en la que suprime los rasgos más modernistas, aunque sigue habiendo elementos
de esta corriente, como el verso alejandrino o el estilo descriptivo y musical. Posteriormente
escribe Campos de Castilla (1912 y 1917), donde se observa un mayor interés por los temas
noventayochistas, como la preocupación social por el pueblo castellano y en el que el yo poético
contempla el pailsaje como expresión de una realidad nacional e histórica. Su última etapa se
caracteriza por una depuración formal de la palabra sencilla y verdadera, sobre todo en Nuevas
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canciones (1924) y Poesías de la guerra (1936-1939), libro en el que se incluye el poema


motivado por la muerte de Federico García Lorca, «El crimen fue en Granada».
El hilo conductor de la trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez (1881-1958) su es la
búsqueda de la belleza, lo esencial o lo absoluto a través de la poesía, concebida ésta como
un medio para combatir el paso del tiempo y dar sentido a la existencia. El mismo autor dividió su
obra en tres etapas fundamentales: sensitiva (desde sus orígenes poéticos hasta 1916-1917, en
la que se ubica su poesía modernista, compuesta entre los años 1915 y 1916), intelectual
(comienza con Diario de un poeta recién casado) y suficiente o verdadera (empieza con La
estación total en 1936). En su evolución se distinguen tres grandes etapas: poesía posromántica
y simbolista, con influencia de Bécquer, Rubén Darío, a la que pertenecen obras como Rimas
(1902), Arias tristes (1903) o Baladas de primavera (1907); poesía pura o desnuda con Diario
de un poeta recién casado (1916) y Eternidades (1917), en la que lleva a cabo un proceso de
depuración de la forma hacia la máxima sencillez o desnudez, a la vez que desarrolla una
búsqueda de lo absoluto, lo ideal o esencial, más allá de las apariencias (la poesía como vía de
conocimiento de la esencia intemporal de la realidad); c) etapa final, momento en el que se centra
en la figura del poeta como dios-creador que aporta plenitud y belleza al mundo en obras como La
estación total (1936, aunque publicada en 1946) y Animal de fondo (1949).

3. Las vanguardias
Los movimientos de vanguardia, también denominados ismos, surgen en los primeros
años del siglo XX y significan una ruptura absoluta con la lógica y el sentimentalismo. Se
caracterizan por la búsqueda de la originalidad y la creatividad mediante la experimentación, así
como proponían, en manifiestos, su nueva concepción de arte.
El futurismo, caracterizado por la modernidad y la velocidad y fundado por Filippo
Tomasso Marinetti, rechaza radicalmente el pasado y muestra atracción por las máquinas, el
cine, el deporte o la energía eléctrica. En sus técnicas destacan la ruptura de la sintaxis y la
ausencia de signos de puntuación. EL dadaísmo, de Tristán Tzara, recibe su nombre del
balbuceo infantil «da-da», pretende destruir la cultura, la expresión, el arte, y busca lo absurdo y
lo infantil. El cubismo, cuyo principal representante es Guillaume Apollinaire, además de usar el
«collage», crea los caligramas y pretende plasmar la realidad desde puntos de vista simultáneos.
El surrealismo, fundado por André Breton, es el movimiento que más obras produjo. Muestra
interés por el subconsciente, los sueños y los mecanismos mentales no sometidos a la razón. Su
base intelectual es el psicoanálisis y utiliza como técnica la escritura automática mediante el
alcohol o el sueño. El expresionismo recurre a métodos que reflejen el horro de la guerra, el
miedo y la destrucción global.
En España también se desarrollaron movimientos de vanguardia. El ultraísmo, un
movimiento efímero que recogió elementos futuristas y cubistas cuyo principal promotor fue
Guillermo de la Torre con sus «poemas visuales», forja una nueva poética buscando
interpretaciones originales a situaciones y objetos cotidianos y renunciando al sentimiento. Cultiva
temas relacionados con las máquinas y con el deporte. El creacionismo pretende crear el mundo
con palabras del poeta. Su creador fue Vicente Huidobro (Altazor), que realizó textos en los que
exhibió una gran capacidad para la invención de nuevas imágenes. A este movimiento
contribuyeron también Juan de Larrea y Gerardo Diego. El surrealismo en España fue difundido
por Juan Larrea y tiene sus peculiaridades, puesto que los poetas que lo cultivaron tuvieron
intención creadora. Ramón Gómez de la Serna fue quien trajo a España el gusto por las
vanguardias europeas. Su visión fragmentaria de la realidad se refleja a través de sus
«greguerías», breves composiciones con imágenes que funden el lirismo con el humor y lo
absurdo y que diferenció de los aforismos mediante la siguiente fórmula: humorismo + metáfora
= greguería.
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Si bien el Modernismo reivindicó la belleza y el deseo de trascender la cruda realidad


cotidiana para alcanzar un reino de fantasía, la generación del 98 abordó dos temas que siguen
vigentes, la esencia de España y el sentido de la vida. Las vanguardias, por otro lado, culminan
el grito de rebeldía que comenzó con el Romanticismo y se lanzan a la búsqueda de un arte que
rompa con el realismo.

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