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5.

LA GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

El conocido como "Desastre" de 1898 fue uno de los momentos determinantes de la


Historia contemporánea de nuestro país porque supondrá un punto de inflexión para el
sistema de la Restauración creado por Cánovas del Castillo desde 1874. Esto es así ya
que la pérdida de las últimas colonias en el Pacífico y el Caribe que aún le quedaban a
España, y sobre todo, la forma en que ocurrió, fueron el aviso definitivo que hizo
resquebrajar las bases del sistema y planteó la necesidad de tomar medidas orientadas
a la regeneración de la vida política y social del país.

El imperio colonial de ultramar

Al otrora imperio español, formado en época de la Casa de Austria, tras el reinado de


Fernando VII, tan sólo le quedaban Cuba y Puerto Rico en el Caribe más las islas
Filipinas y otros archipiélagos en el Pacífico. De todas ellas, por su importancia
estratégica, comercial y por considerarse casi otra provincia más del país, destacaba
Cuba. En la misma, desde casi la misma proclamación de la revolución de la "Gloriosa"
(1868), había estallado una guerra independentista contra el gobierno español, liderada
por la rica burguesía criolla tabaquera y azucarera.

Tras casi diez años de conflicto, la paz llegó en 1878, cuando Cánovas del Castillo
encargó al general Martínez Campos ("el pacificador") pactar una tregua con los líderes
cubanos en nombre de Alfonso XII. Con la Paz de Zanjón se puso fin a la llamada
"Guerra Larga"; la paz llegaba a cambio de la promesa española de otorgar la
autonomía a Cuba y permitirle representación parlamentaria en Madrid.

El problema cubano

Sin embargo, en los 17 años que tuvieron los gobiernos españoles a continuación no se
cumplieron las reclamaciones de los autonomistas isleños. Además, la falta de un
verdadero proceso descentralizador que dotase a la isla de órganos representativos, y
la política fuertemente proteccionista con que se estrangulaba la economía cubana
(entorpeciendo su comercio con los cercanos EE UU) favoreció el surgimiento de
nuevas revueltas que condujeron a la independencia.

El periodo más idóneo para hacer concesiones a las reivindicaciones cubanas fue el
gobierno de los liberales de Sagasta cuando el partido autonomista cubano estaba de
acuerdo con un programa de reformas que quitase fuerza a los independentistas. Pero
la única medida que se aprobó fue la abolición definitiva de la esclavitud y que los
cubanos tuvieran representación en las Cortes; las restantes propuestas fueron
rechazadas.

Las tensiones aumentaron a causa de la oposición cubana a los fuertes aranceles


proteccionistas que España imponía para dificultar el comercio con EE.UU., lo que
provocó un gran malestar. El presidente norteamericano Mc Kinley amenazó con cerrar
las puertas del mercado estadounidense a los principales productos cubanos (azúcar y
tabaco) si el gobierno español no modificaba la política arancelaria de la isla. En 1894,
EE UU adquiría el 88.1 % de las exportaciones cubanas, pero sólo se beneficiaba del
37% de ellas.
El estallido de la guerra

En 1892 José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, protagonista de la revuelta


independentista iniciada en 1895 con el “grito de Baire” bajo el lema "Viva Cuba libre", y
así comienza una nueva guerra (la "Guerra Chiquita"), primero en la parte oriental de la
isla (tradicionalmente la más independentista), y Antonio Maceo y Máximo Gómez la
extienden a la occidental.

El presidente español, Cánovas del Castillo, intentó solucionar la situación enviando un


ejército dirigido por el general Martínez Campos, quien podría combinar la represión
militar con flexibilidad, necesaria para llegar a acuerdos, como había hecho
anteriormente en Zanjón. Pero la falta de éxitos militares decidió el relevo de Martínez
Campos por el general Valeriano Weyler, partidario de métodos más duros para acabar
con la rebelión, dividiendo la isla en compartimentos estancos o "trochas" y llegando a
concentrar a los campesinos en aldeas cerradas y aisladas de los rebeldes, pero la falta
de alimentos y medicinas provocó una alta mortalidad, lo que fue convenientemente
utilizado por la prensa "amarillista" estadounidense para desprestigiar la imagen
internacional de España, catalogando a Weyler de "carnicero". Es el momento en que el
presidente de EEUU realiza una oferta de compra a la regente María Cristina de Cuba
por 300 millones de dólares, que es rechazada.

En 1897, tras la muerte de Cánovas del Castillo se decidió volver a probar la estrategia
de la conciliación; se retiró a Weyler, se concedió la autonomía, el sufragio universal, la
igualdad de derechos entre españoles y cubanos, y la autonomía arancelaria. Pero las
reformas llegaron tarde; los independentistas que contaban con el apoyo de los EE.UU.
se negaron a acabar con la guerra.

La insurrección filipina

Mientras tanto, coincidiendo con el levantamiento cubano se produjo también el de


Filipinas (por motivos sociales y por rechazo al papel desempeñado por los misioneros
españoles) aunque el levantamiento fue duramente reprimido por el general Polavieja y
su principal dirigente (José Rizal) fue ejecutado.

En este contexto se producirá la intervención de los EEUU, interesados en la zona por


factores comerciales, estratégicos e imperialistas y presionados por su propia opinión
pública. Tanto en España como en EE.UU. se era consciente de que la guerra
independentista cubana desembocaría en un enfrentamiento directo entre ambos
países.
En febrero de 1898 se produjo la explosión del Maine, acorazado norteamericano
fondeado en el puerto de la Habana que se encontraba allí con permiso para repatriar a
ciudadanos norteamericanos. Estados Unidos culpó a España, y aunque el gobierno de
Sagasta propuso una investigación, el incidente fue la excusa perfecta anhelada por los
norteamericanos para declarar la guerra a España.

La prensa y buena parte de la opinión pública se mostró a favor del conflicto como
ocasión de demostrar la grandeza española contra EE.UU., una menospreciada nación
joven; tan sólo el Partido Socialista Obrero Español se manifestó en contra de la guerra.
La guerra tuvo como escenario el mar Caribe y el Pacífico y fue mayormente naval.
Los norteamericanos con navíos acorazados y superioridad en armamento, destruyeron
fácilmente la escuadra española en dos ocasiones, en Cavite, Filipinas (mayo) y en
Santiago de Cuba (julio), así como en los Altos del Caney y las Lomas de San Juan, en
tierras cubanas, lo que posibilitó una rápida y fácil victoria estadounidense. Caso aparte
lo supuso el regimiento español de Baler (Filipinas) que logró resistir el asedio de los
tagalos hasta mucho después de concluir la guerra.

La paz de París

Por lo que respecta a Puerto Rico, quedó al margen de las maniobras militares y los
EEUU procedieron a ocuparla prácticamente sin resistencia.

A finales de 1898 se firmó la Paz de París por la que España perdió sus últimas
posesiones ultramarinas en América y el Pacífico; Cuba se convirtió en país
independiente aunque tutelado por EE.UU. que recibió Puerto Rico, Filipinas y la isla de
Guam en las Marianas. Poco después se vendieron a Alemania los archipiélagos de las
Carolinas y las Marianas.

Las repercusiones políticas y económicas inmediatas fueron menores de lo que se


esperaban; de hecho continuó el mismo gobierno y el sistema de la Restauración
sobrevivió al desastre. Tampoco hubo una gran crisis económica a pesar de la pérdida
de los mercados coloniales y de la deuda causada por la guerra, ya que la repatriación
del capital español en Cuba se invirtió en la industria, apareciendo así las grandes
entidades financieras de la época.

Las consecuencias de la crisis de 1898

La crisis del 98 fue sobre todo una crisis moral e ideológica, que causó un enorme
impacto entre la población, lo que favoreció la aparición de movimientos que criticaron
el sistema de la Restauración, proclamando la necesidad de una regeneración y
modernización de la política española.

Podemos mencionar otras consecuencias:


1)- el cambio definitivo del estatus internacional de España, que pasó de supuesta
potencia mundial, con territorios en varios continentes, a potencia regional.
2)- el auge de los nacionalismos, que suponía una vía alternativa a la identidad
española tras la pérdida de su imperio (vasco y catalán)
3)- el renacimiento del militarismo, lo que trajo consigo el retorno de la intervención del
ejército en la política española.
4)- aparición de movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron el
sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y
modernización de la política española. Joaquín Costa o el general Polavieja simbolizan
estos deseos de regeneración de la política y sociedad españolas.
5)- el impacto que produjo este acontecimiento sumió a los españoles en una honda
crisis de conciencia que afectó a todo el tejido social de la nación, y que tuvo su mejor
expresión en un importante reacción cultural que centró sus esfuerzos en la necesidad
de recuperar el pulso perdido y modernizar el país. Se trata de la llamada Generación
del 98, un grupo de intelectuales que criticó el atraso español y planteó una reflexión en
torno al “problema de España”, su definición como nación, la búsqueda de sus señas de
identidad nacional, las causas de su atraso con relación a Europa y su papel en la
Historia; entre sus miembros destacaron Machado, Unamuno, Azorín, Pío Baroja, Valle
Inclán, etc.
Por último, debemos mencionar las consecuencias para Cuba, la cual estaba devastada
y arruinada por la guerra, y que además con el conflicto no consiguió su objetivo, ya que
a pesar de que formalmente fue un país independiente, se convirtió en un protectorado
estadounidense, siendo ocupada militarmente entre 1899 y 1902, bajo el pretexto de
proporcionar las condiciones necesarias para su andadura política en solitario, y a partir
de ahí se autorizaba a los norteamericanos a intervenir en la isla cuando se estimase
necesario. La isla en definitiva con la guerra había conseguido su independencia de
España para empezar a depender de Estados Unidos.

Como conclusión, la derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la clase política española


en un estado de desencanto, que significó la destrucción del mito de imperio español en
un momento en que las potencias europeas estaban formando grandes imperios
coloniales en África y Asia, quedando España relegada a un papel muy secundario en la
política internacional. Por el Tratado de París, España perdía los últimos jalones de su
imperio ultramarino. Además, el sistema de la Restauración quedaba en entredicho y
España entraba en un nuevo siglo rodeada de una gran incertidumbre sobre su futuro.

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