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La poesía desde el Modernismo a las vanguardias, autores y obras

representativos.
Introducción
En las postrimerías del siglo XIX se produce entre los intelectuales una reacción contra los valores
del positivismo y el realismo, es decir, un alejamiento de las posturas defensoras de la ciencia de los últimos
años y una vuelta a los valores del Romanticismo: la intuición, el irracionalismo, el individualismo, el
subjetivismo y el espiritualismo.
En el terreno artístico, esta filosofía se tradujo en una serie de movimientos europeos que influirán
de manera decisiva en la literatura española del siglo XX, y más concretamente en la renovación poética de
principios de este siglo entre los que destacan el parnasianismo y el simbolismo.

Desde el Modernismo a las vanguardias. Autores y obras representativos.


El Modernismo surge del rechazo de los jóvenes escritores a la sociedad que les tocó vivir. Como los
románticos, los modernistas huyen de la realidad, crean ambientes refinados y lujosos o se refugian en
mundos lejanos, exóticos o fantásticos: Oriente, Japón, el Renacimiento, la antigua Grecia, la América
precolombina, la Edad Media, reinos inexistentes… El cosmopolitismo es una faceta más de esta necesidad
de evasión. Este modernismo esteticista recogerá las influencias del parnasianismo en su anhelo de
perfección formal y de belleza. Los autores iniciaron una profunda renovación formal que podemos resumir
en tres rasgos principales:
a) Renovación del léxico: cultismos, arcaísmos y neologismos, palabras que evocan sensaciones o que
hacen referencia al mundo del arte, la cultura y la música.
b) Abundancia de figuras retóricas: aliteraciones, sinestesias, metáforas, símbolos…
c) Experimentación métrica (recuperación de versos olvidados como el alejandrino, a combinaciones
estróficas nuevas, imitación de esquemas rítmicos de la poesía latina).
En un segundo momento los modernistas se enfrentan, con un tono melancólico y triste a la soledad, el
paso del tiempo o la muerte, expresan su intimidad con un lenguaje menos retórico y se refugian en
ambientes románticos de paisajes otoñales o jardines abandonados. Es el llamado modernismo intimista.
Por otra parte, la generación del 98 toma su nombre del año en que España perdió sus últimas
colonias, Cuba y Filipinas. Los autores dirigen su mirada hacia la patria para criticar lo que no funciona: el
caciquismo, la corrupción, la monarquía, la excesiva influencia del clero, la incultura y la pereza de las clases
dirigentes, el conformismo, la moral burguesa, etc. No pretenden proponer soluciones, sino que se tome
conciencia del atraso del país. En este sentido buscarán la esencia de lo español. Para ello se interesan por
la literatura antigua, por las tradiciones, por la vida cotidiana al margen de la historia (lo que Unamuno llamó
“intrahistoria”) o por el paisaje castellano, símbolo por excelencia de lo español. Junto al tema de España
en sus obras aparecen las preocupaciones existenciales e inquietudes espirituales influenciados por
filósofos contemporáneos, como Nietzsche, Schopenhauer y Bergson.
Los escritores del 98 emplean un lenguaje natural y sencillo, alejado del retoricismo. Su poesía se convertirá
en expresión de vivencias subjetivas y de las corrientes de pensamiento finisecular. El subjetivismo suele
teñir las descripciones paisajísticas de sus poemas. El símbolo es el recurso adecuado para la expresión de
su mundo interior.
Podemos afirmar, por tanto, que modernismo y noventayochismo son dos actitudes de un mismo
movimiento de renovación poética de principios del siglo XX.
Principales autores y obras
Bajo la influencia del nicaragüense Rubén Darío (Azul; Prosas profanas; Cantos de vida y esperanza)
se renovó el lenguaje poético, se ampliaron los recursos métricos y se exploraron nuevos temas y actitudes.
Dos son las figuras que, siguiendo en un principio la estela modernista de Rubén Darío, alcanzarán después
una personalidad propia y se convertirán en la cima de la poesía de este periodo: Antonio Machado y Juan
Ramón Jiménez.
Antonio Machado (1875-1939) nació en Sevilla, pero vivió en Soria, Baeza y finalmente, exiliado,
en Francia. Su primer poemario, Soledades, ampliado después con el título de Soledades, galerías, otros
poemas contiene una poesía intimista que a través de símbolos (la fuente, el agua, el camino, la tarde, la
colmena…) explora estados de ánimo como la melancolía, la soledad, la nostalgia o la presencia de la muerte.
Con Campos de Castilla se ocupará también del paisaje castellano adoptando una actitud crítica que hace
de Antonio Machado el poeta más importante de la generación del 98. Su último libro, Nuevas canciones,
adopta un tono más filosófico y sentencioso.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) seguidor de la poesía de Rubén Darío en sus dos primeros libros
(Ninfeas y Almas de violeta) evoluciona después hacia una poesía más intimista y neorromántica. De esta
etapa son: Arias tristes; Jardines lejanos; Platero y yo, en prosa poética). A partir de Diario de un poeta recién
casado (1917) inaugura una nueva andadura poética, que él califica de “desnuda”. Se trata de una poesía
intelectual que intenta describir la verdadera realidad del mundo y no los sentimientos que éste suscita. En
palabras del poeta: “Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas”. A este periodo pertenecen libros
como Poesía o Belleza, ambos de los años veinte. Tras la Guerra Civil se exilia y comienza una última etapa
creadora recogida en Lírica de una Atlántida de carácter más espiritual y panteísta.
Las vanguardias
La conmoción provocada por la Primera Guerra Mundial afectó a todos los órdenes de la vida incluida la
concepción tradicional de la obra artística. En el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales los
movimientos de vanguardia o “ismos” se suceden en Europa: el futurismo (Marietti), el cubismo
(Apollinaire), el dadaísmo (Tristan Tzara) y el surrealismo ( André Breton). Este último, influido por la teoría
del subconsciente de Sigmund Freud, será el que mayor repercusión tenga en los poetas del 27. En España,
la vanguardia dará lugar a dos efímeros “ismos”: el ultraísmo (reivindicación de todos los nuevos
atrevimientos estéticos europeos) y, el creacionismo (pretende “crear” una nueva realidad a través de
asociaciones inesperadas y metáforas sorprendentes). Los vanguardistas cantan el mundo moderno: el
cosmopolitismo, la técnica, el cine, el deporte…

La generación de 1914 (novecentismo) influyó decididamente en la concepción de la obra artística


como producto meramente estético, alejado de cualquier componente sentimental, se trata de un arte
deshumanizado. Juan Ramón Jiménez influirá sobre todo en la llamada poesía pura. Ramón Gómez de la
Serna, creador de las greguerías, abre el camino para la renovación de la metáfora que tanta importancia
tendría después.

En conclusión, el Modernismo supone el intento de reivindicar la belleza y la elegancia


por sí mismas y el deseo de trascender la cruda realidad cotidiana para alcanzar un reino de fantasía. El
grupo del 98 aborda dos temas que siguen manteniendo su absoluta vigencia: el de la esencia de España
y el del sentido de la vida. Las vanguardias culminan el grito de rebeldía que comenzó con el
Romanticismo y se lanzan a la búsqueda de un arte que rompa con el realismo, con la lógica,
con el sentimentalismo y con toda norma. La generación del 14 concentra el esfuerzo de un
conjunto de escritores comprometidos con la búsqueda de un arte nuevo que rescate a España de
su aislamiento y la incorpore a los movimientos de vanguardia que se desarrollan en el
resto de Europa.

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