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La inclusión educativa parte de la premisa de que cada individuo presenta capacidades, necesidades,
características y condiciones distintas, donde el sistema educativo es el responsable de proporcionar
respuestas oportunas y atingentes que permitan a los y las estudiantes el acceso al aprendizaje y la
participación reduciendo todo tipo de exclusión y prácticas de segregación.
Para llegar a este punto, es necesario entender la diferencia con el sistema integracionista educativo
que primó y que sigue siendo una práctica dentro de los establecimientos educativos. En este punto
es necesario consignar, que la integración responde al reconocimiento de Necesidades Educativas
Especiales, que deben ser abordadas desde un enfoque clínico fuera del contexto de aula común,
para ser trabajado por ciertos especialistas competentes cuyo objetivo es tratar de “normalizar” a
estos estudiantes a fin de incorporarlos al su contexto natural de aula, es decir, son apartados para
la implementación de estrategias que den respuesta a su necesidad de manera individual o en
grupos cuyas características entre alumnos se establecen como “ semejantes”, para posteriormente
ser “ integrados” a su grupo de pares.
Hablar de inclusión puede sonar a veces lejano toda vez que el medio próximo y contextual de un
niños, niña o adolescente sea la principal barrera que dificulte, limite o impida el acceso a la
educación como derecho sin distinción alguna como plantea la Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
Las barreras con las cuales pueden verse enfrentados los y las estudiantes que presentan o no una
Necesidad Educativa especial pueden ser múltiples, algunas subyacen desde el propio entorno
familiar ya sea por deprivación social, cultural, por falta de herramientas de apoyo, por presencia,
entre otras. Sin embargo, si hablamos de inclusión educativa, las más significativas son las que se
generan y practican dentro del mismo sistema educativo. Es así como pueden observarse barreras
de tipo metodológicas por parte de los docentes que por lo general contemplan una sola forma de
enseñanza; barreras actitudinales de los mismos, al mantener expectativas bajas de ciertos
estudiantes o comprender las necesidades educativas especiales como responsabilidad de los
programas de integración escolar, barreras físicas o arquitectónicas que presentan los propios
establecimientos educativos impidiendo el acceso a espacios a ciertos estudiantes que presentan
algún tipo de discapacidad , entre otras.
Para lo anterior, es necesario que las Instituciones Educativas tengan la capacidad de detectarlas y
abordarlas a fin de incorporar dentro de sus Proyectos Educativos y Planes de Mejoramiento,
prácticas concretas y oportunas que involucren a toda la comunidad educativa en un compromiso
con y para la inclusión, basado en el respeto por la diversidad de las personas.
Herramientas claves para avanzar hacia la inclusión educativa
Existen diversos tratados Internacionales y Nacionales a través del tiempo que han abordado el
tema de la inclusión a fin de avanzar hacia un trabajo respetuoso de las diferencias de cada persona,
en especial de los niños, niñas y jóvenes de nuestro país. Es así como desde el Ministerio de
Educación se han establecido propuestas a través de normativas que pretenden generar cambios
en las prácticas internas de las Instituciones Educativas.
Actualmente se encuentran en vigencia el decreto ley 170/09 y 87/2015, cuyo énfasis se encuentra
en la diversificación de la enseñanza a través del Diseño Universal de Aprendizaje, a través de
criterios que buscan promover prácticas inclusivas constituyendo un primer paso para responder a
las diferencias individuales presentes en las y los estudiantes.
Para poner en práctica este Diseño debe existir primero la convicción de que cada estudiante
presenta características, ritmos, estilos y condiciones diferentes para aprender y desde allí generar
espacios de aprendizajes con estrategias y métodos diversos que contemplen estas
individualidades.
Como guía para lo anterior el Diseño presenta tres Principios que deben ser comprendidos:
El primer principio se refiere a la forma en que se entrega la información y los contenidos a los
estudiantes, considerando siempre que la diversidad en que cada uno percibe y comprende la
información.
El segundo principio alude a la manera en que el agente educativo contempla las habilidades y
estrategias de cada estudiante para demostrar lo aprendido.
Finalmente, el tercer principio dice relación con la capacidad de los y las estudiantes a involucrarse
y motivarse con la situación de aprendizaje, nuevamente tomando en cuenta sus preferencias,
intereses y habilidades.