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Análisis de las materias contenidas y reglamentadas en el Código

El Código Civil está dividido en cuatro libros, más un título preliminar, dentro del cual se
incorporó el Título III de la Constitución Nacional, referente a los derechos individuales y
garantías sociales. Los libros contienen 107 títulos y arrojan un total de 2684 artículos.
El título preliminar viene a constituir parte general del Código, contiene los principios y las
normas fundamentales del derecho colombiano, encaminadas a indicar pautas seguras para
su recto entendimiento. Para la época en que fue ideado, es evidente que constituye un
mérito del legislador, puesto que la doctrina que contiene no se había expuesto hasta
entonces, y carecía de antecedentes. Entre las disposiciones de este Título figuran las que
definen la ley (art. 4°), la que establece el criterio sobre sanción legal (Art. 6°), la que
indica los efectos de la ley, tanto en el espacio como en el tiempo, es decir, las formas de su
aplicación (arts. 11 a 24), los preceptos sobre hermenéutica legal en materia civil (arts. 25 a
32), la definición de varias palabras de uso frecuente en la ley (arts. 33 a 70) y la
derogación de las leyes.
El libro I del Código se destinó a las personas y al derecho de familia. Respecto a lo
primero, establece una norma básica, que es la propia definición de la persona en términos
generosos y amplios al decir que lo es todo el que pertenezca a la especie humana (art. 74),
con lo cual armoniza con los textos constitucionales que imponen la igualdad ante la ley, la
proscripción de la esclavitud y la exclusión de toda suerte de privilegios, lo mismo que la
paridad legal de colombianos y extranjeros ante el derecho. Ese mismo libro I comienza por
dividir las personas en naturales y jurídicas, únicos sujetos o destinatarios de derechos que
la ley colombiana reconoce, reglamenta lo relativo al domicilio, al principio y fin de las
personas, a la presunción de muerte por desaparecimiento.
El libro II se ocupa en el estudio de los bienes, y la idea cardinal es el respeto a la
propiedad privada, idea que seguramente se cimentó en la creencia de que tal derecho,
ejercido en forma libre, contribuye al bien común. Dejadas de lado las trabas y limitaciones
que en la época colonial habían estancado el derecho de propiedad, se admitió por el
redactor del Código, en forma amplia, la doctrina liberal de la propiedad, considerando que
de ese modo se aseguraba el progreso social. De ahí que se cortaran de raíz instituciones
como las de los mayorazgos, los fideicomisos y usufructos sucesivos, y si permite la de los
censos, es con la condición de que ellos sean redimibles, a tal punto que su existencia no
atente contra la libre circulación de los bienes. En el libro II también se estudia la posesión,
en lo cual el señor Bello quiso hacer suma claridad, abandonando por inútiles las sutiles
diferencias y clasificaciones existentes en el antiguo derecho romano, y dejando sólo la
básica que diferencia la posesión regular de la irregular. A esta institución se le asigna el
importante papel de ser la base indispensable del modo de adquirir llamado prescripción
adquisitiva o ocupación. Tanto a la propiedad como a la posesión les señala también los
medios procesales mediante los cuales pueden defenderse: la reivindicación y las acciones
posesorias.
El libro III se refiere por entero a la sucesión por causa de muerte, enumerada entre los
modos de adquirir el dominio; se reconoce, además, la herencia como verdadero derecho
real, y se reglamenta de manera cuidadosa. En este libro se clasifica la sucesión en testada,
intestada y mixta, según haya habido manifestación previa de la autonomía privada, no la
haya habido o se haya reglamentado el destino del patrimonio del causante sólo en parte. El
autor del Código no pudo hacer prevalecer, como hubiera sido su deseo, el sistema de la
absoluta libertad de testar que tanto admiraba de la legislación anglosajona, sino que
impuso el español de las asignaciones, quitándole mucho de su complejidad. En esta
materia, la ley civil colombiana establece la noción de órdenes de sucesión, o sea, grupos
de personas ligadas con el causante por vínculos de consanguinidad, y que entran a
sucederlo cuando éste no ha elaborado testamento. El primero de esos órdenes es el de los
descendientes legítimos y el último, el Estado.
Libro IV de las obligaciones en general y de los contratos.
Citando el artículo 1494 en el que dice que las obligaciones nacen, ya del concurso real de
las voluntades de dos o más personas, como en los contratos o convenciones; ya de un
hecho voluntario de la persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia o
legado y en todos los cuasicontratos, ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria
o daño a otra persona, como en los delitos; ya por disposición de la ley, como entre los
padres y los hijos de familia.

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