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Derecho Civil Introductorio

Dr. Carlos Céspedes M.

DERECHO CIVIL INTRODUCTORIO


Estos apuntes son una recopilación de las materias enseñadas en el Tratado de
Derecho Civil. Parte preliminar y general de ALESSANDRI, SOMARRIVA Y VODANONIC
(sexta edición, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1998), debidamente
actualizadas y complementadas. Para tales efectos, principalmente, se ha acudido
a las siguientes obras: Curso de Derecho Civil. Parte general, HERNÁN CORRAL
TALCIANI, Thomson Reuters, Santiago, 2018; Código Civil comentado, JAVIER
BARRIENTOS GRANDÓN, Thomson Reuters, Santiago, 2014; Código Civil chileno,
CARMEN DOMÍNGUEZ et al, Legis Chile S.A., Santiago, 2011; Las reglas del Código
Civil de Chile sobre interpretación de las leyes, ALEJANDRO GUZMÁN BRITO,
segunda edición revisada, Abeledo Perrot–Legal Publishing, Santiago, 2011;
Explicaciones de Derecho Civil. Parte general y acto jurídico, GONZALO RUZ
LÁRTIGA, tomo I, Thomson Reuters, Santiago, 2011.

UNIDAD I
INTRODUCCIÓN AL DERECHO CIVIL

SECCIÓN PRIMERA:
EL DERECHO CIVIL. EL CÓDIGO CIVIL: SU HISTORIA

Definiciones

Al Derecho Civil, sintéticamente, se le define como “el derecho privado común y


general”; descriptivamente, se le define como “el conjunto de principios y
preceptos jurídicos sobre la personalidad y las relaciones patrimoniales y de
familia”.

Contenido

El contenido de esta rama del derecho lo forman las reglas sobre las instituciones
fundamentales del Derecho Privado: la personalidad, la familia y el patrimonio.

1. Las reglas de la personalidad miran a la persona en sí misma y no en sus


relaciones (patrimoniales o familiares) con los demás; disciplinan la existencia,
individualización y capacidad de las personas naturales y jurídicas (art. 55 y
545).

2. Las normas sobre la familia rigen la organización de ésta y, dentro de ella,


definen el estado de cada uno de sus miembros.

3. Las reglas sobre el patrimonio (conjunto de derechos y obligaciones valuables


en dinero) gobiernan los derechos siguientes:
a) Los derechos reales y los derechos sobre bienes inmateriales. Algunos
autores los llaman a ambos derechos de exclusión, ya que ellos excluyen

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del goce de las cosas corporales o incorporales a toda otra persona que no
sea el titular.
b) Los derechos de obligación, en virtud de los cuales el acreedor puede exigir
al deudor una prestación en interés de la primera, que puede ser de dar,
hacer o no hacer.
c) Los derechos de sucesión por causa de muerte, que regulan la transmisión
de los bienes o patrimonio de una persona por consecuencia de la muerte
de éste.

Debe señalarse que en las obras del Derecho Civil se incluyen otras materias que
propiamente no corresponden a sus dominios, tales como la teoría de la ley, pero
que se justifican por razones tradicionales.

Ubicación del Derecho Civil dentro de las ramas del Derecho

Clásicamente, el Derecho objetivo se divide en dos ramas: derecho público y


derecho privado. Pues bien, el Derecho Civil constituye el derecho privado general
y común.

Es general, ya que rige las relaciones jurídicas ordinarias y más generales del ser
humano en cuanto tal, con prescindencia de cualquier otra circunstancia
(nacionalidad, profesión). Y es común, en primer lugar, porque todas las
relaciones jurídicas privadas de los hombres que no están disciplinadas por otra
rama especial o autónoma del derecho son regidas por el Derecho Civil; y es
común, en segundo lugar, porque sus principios y normas generales suplen las
lagunas o vacíos de las demás ramas del Derecho Privado cuando ellas no
aparecen inspiradas por principios singulares que contradigan a las del derecho
común.

Sobre el particular, el profesor GONZALO FIGUEROA YAÑEZ destaca que “fija los
derechos y la capacidad de los individuos, rige la familia, establece el estatuto
jurídico de los bienes aisladamente considerados, de manera especial el de la
propiedad, lo mismo que el del patrimonio, cuya suerte fija no solamente en vida
de su titular, sino también a su fallecimiento; reglamenta las convenciones; es con
mucho la más extensa de las ramas del Derecho; su soberanía se ejerce no
únicamente en el campo de las relaciones de orden privado, sino también y
frecuentemente en el de las relaciones que emanan del Derecho Público...”

Con respecto al Derecho Civil, las otras ramas del Derecho Privado constituyen
normas especiales, debido a que en su ámbito derogan o modifican las normas
civilistas, lo que pone de manifiesto el art. 4 CC. Pero, cuando el derecho especial
carece de regulación propia sobre una materia o situación, mantiene su imperio
general el Derecho Civil. Así, por ejemplo, el art. 2 del Código de Comercio
dispone que “en los casos que no estén especialmente resueltos por este Código,
se aplicarán las disposiciones del Código Civil”.

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Importancia del Derecho Civil

La importancia del Derecho Civil deriva principalmente de la generalidad de su


aplicación: sus normas suplen a los derechos especiales cuando éstos carecen de
normas apropiadas para resolver una materia propia de su competencia. En virtud
de este carácter supletorio, se erige el Derecho Civil como el representante de la
unidad del Derecho Privado, adquiriendo cohesión a través de éste.

También tiene importancia por la técnica de sus principios, afinada durante siglos;
ella informa o sirve de pauta a la de los derechos especiales.

El Código Civil Chileno

Código es toda ordenación sistemática de normas legales relativas a una


determinada rama del Derecho o a una parte orgánica de ella. El Derecho Civil
chileno está contenido, en gran parte, en nuestro Código Civil, el cual comenzó a
regir el 1º de enero de 1857.

Antes de su promulgación, se aplicaron el Chile las leyes españolas (Novísima


Recopilación, Nueva Recopilación, Leyes de Estilo, Leyes de Toro, Fuero Real,
Fuero Juzgo, las Siete Partidas) y ciertas leyes especiales dictadas para América
y Chile. Luego de nuestra independencia, a esta legislación se le agregaron
algunas leyes patrias, como las de habilitación de edad (1814); matrimonio de no
católicos (1844); prelación de créditos (1845); sociedades anónimas (1854); etc.

La idea de codificar nació conjuntamente con la emancipación, pero por diversas


razones no se lograba la dictación de un código. Hasta que llegó Andrés Bello,
quien trabajó en forma silenciosa y privada en un proyecto de código, al punto que
en 1835 tenía realizado cerca de un tercio de éste (sucesión por causa de
muerte).

Etapas que atravesó la génesis del Código Civil

En 1840, el Congreso Nacional creó una “Comisión de Legislación del Congreso


Nacional”, destinada a la codificación de las leyes civiles. La Comisión trabajó con
mucho celo y comenzó desde el 21 de mayo de 1841 a publicar el resultado de
sus afanes en “El Araucano”, dedicándose primeramente a las leyes sucesorias.
Útiles fueron las observaciones que efectuó el distinguido jurisconsulto y profesor
don Manuel María Güemes. La publicación se efectuaba con el fin de que
precisamente se hicieran observaciones.

El 29 de octubre de 1841, una ley estableció la “Junta Revisora”, cuya misión


consistía en examinar los títulos que la Comisión presentar al Congreso y
proponer las enmiendas, adiciones o supresiones pertinentes.

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Dado que la Junta en la práctica funcionaba raras veces, a iniciativa de Andrés


Bello se dictó la ley de 17 de julio de 1845, que refundió la Comisión y la Junta en
un solo cuerpo. Merced a lo anterior, en noviembre de 1846 esta nueva comisión
publicó un cuaderno del “Libro de la sucesión por causa de muerte”; en agosto de
1847 el “Libro de los contratos y obligaciones convencionales. A fines de 1849
esta nueva comisión dejó de funcionar.

Bello, no obstante, siguió trabajando solo y en silencio, logrando presentar


concluido el Proyecto en 1852. En cumplimiento de la ley de 14 de septiembre de
1852, el Gobierno nombró la denominada “Comisión Revisora del Proyecto”,
compuesta entre otros por Ramón Luis Irarrázabal (Pdte. Interino de la C.
Suprema), Diego Arriarán, Manuel Antonio Tocornal y el propio Bello. Más tarde se
integró don José Gabriel Ocampo, jurisconsulto argentino que redactó nuestro
Código de Comercio.

El mismo decreto que nombró la última Comisión dispuso que el trabajo de Bello
se publicara, a fin de que se distribuyera entre los Ministros de Corte, Jueces
Letrados y miembros de la Facultad de Leyes. Este es el denominado “Proyecto
de 1853”, por haberse publicado tal año.

Las observaciones que le efectuó la “Comisión Revisora de Proyecto”, se


consignaron al margen del ejemplar del “Proyecto de 1853”. El ejemplar con las
innovaciones es el llamado “Proyecto Inédito”, denominado así porque se mantuvo
sin imprimir hasta 1890, cuando se incorporó en las “Obras Completas” de Bello.

Concluido el primer examen del Proyecto, fue sometido a otro. Luego, por
intermedio del Gobierno, se presentó a la deliberación del Congreso a fines de
1855. Este es el denominado “Proyecto Definitivo”, presentado como tal el 22 de
noviembre de 1855, con mensaje redactado por el propio Bello.

Después de una breve deliberación, el Congreso lo aprobó, no artículo por


artículo, sino en globo. La ley aprobatoria fue promulgada el 14 de diciembre de
1855, ordenándose que comenzara a regir el 01 de enero de 1857.

En conclusión, los diversos proyectos de Código Civil son:

1. Proyecto de 1841 a 1845, publicado en el diario “El Araucano”, que


comprende: a) Título preliminar; b) De la sucesión por causa de muerte; c) De
los contratos y obligaciones convencionales
2. Proyecto de 1846 a 1847, que comprende: a) De la sucesión por causa de
muerte; b) De los contratos y obligaciones convencionales
3. Proyecto de 1853.
4. Proyecto Inédito.
5. Proyecto Definitivo o Aprobado.

Debe señalarse que en el año 1933 se publicó un “Proyecto no completo de


Código Civil para Chile escrito por el señor Mariano Egaña”, pretendiéndose que

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tuvo una marcada influencia en los proyectos de Bello. Aunque el punto no está
resuelto, la mayoría de los investigadores piensa que ese proyecto es de Bello y
no de Egaña.

El agradecimiento de Chile a Bello

Por ley especial, el Congreso concedió un voto de gracia a Bello, acordándosele


también la entrega de $ 20.000 por una sola vez, permitiéndosele jubilarse como
oficial mayor del Ministerio de Relaciones con sueldo íntegro. Además, se le
otorgó la nacionalidad chilena.

Fuentes, plan y estructura del Código Civil

Nuestro Código tuvo como fuentes de inspiración:


a) el Derecho Romano
b) el Código Civil Francés
c) ciertas leyes españolas derivadas de las Siete Partidas, la Novísima
Recopilación y el Fuero Real
d) Códigos de Luisiana, Sardo, de Austria, de Prusia, de las Dos Sicilias, del
Cantón de Vaud, Holandés y Bávaro, cuyo examen se vio facilitado por la
consulta de una obra denominada “Concordancias entre el Código Civil
Francés y los Códigos Extranjeros”, debidamente traducida, de Saint Joseph.

También se inspiró en las obras del alemán SAVIGNY, los comentaristas franceses
DELVINCOURT, ROGRON, MOURLON, los españoles TAPIA, MOLINA, MATIENZO,
GUTIÉRREZ Y GARCÍA GOYENA, este último, especialmente, con su obra
“Concordancias y Comentarios al Código Civil Español (proyecto)”. Respecto del
libro de las obligaciones y los contratos, el autor más seguido fue POTHIER,
considerado el padre espiritual del código napoleónico.

El plan de nuestro Código guarda analogía con el Código Civil Francés o


Napoleónico. Pero, a diferencia de este último, que se divide en título preliminar y
tres libros, el código de Bello se divide en título preliminar y cuatro libros. El plan
de este último es más científico que el francés, que ha recibido críticas en cuanto
a que su libro tercero contiene muchas materias heterogéneas.

La estructura del Código sigue una costumbre antigua del derecho romano. Tiene
un título preliminar y cuatro libros, seguidos por un título final. Cada libro se divide
en títulos y muchos de éstos en párrafos. Por último, se divide en artículos, desde
el 1 al 2524, más el artículo final:

1. El Título Preliminar trata todo lo relativo a la ley y a las definiciones de uso


frecuente, las cuales se han colocado allí por ser el Código más general y
porque fue el primero que se dictó entre nosotros.
2. El Libro I habla “De las Personas”.
3. El Libro II “De los bienes y de su dominio, posesión, uso y goce”.

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4. El Libro III “De la sucesión por causa de muerte y de las donaciones entre
vivos”.
5. El Libro IV “De las obligaciones en general y de los contratos”.
6. El Título Final, de sólo un artículo, relativo a la observancia del Código.

Cualidades del Código Civil

1. A semejanza del Código Napoleónico, consagró la más absoluta igualdad entre


todos los chilenos ante la ley, reconoció la inviolabilidad de la propiedad y
facilitó la libre circulación de ella.

2. Fue el primero en establecer el principio de igualdad entre nacionales y


extranjeros, respecto de la adquisición y goce de los derechos civiles. También
fue el primero en legislar de una manera precisa y completa sobre las personas
jurídicas (art. 57)

3. Consagró principios de Derecho Internacional Privado que mucho después


incorporaron otros países (por ejemplo, arts. 14 a 18).

4. Da un fundamento sólido a la propiedad inmueble, al establecer la institución


del Registro Conservatorio de Bienes Raíces.

5. En cuanto a la sucesión, nuestro Código es liberal y equitativo. Restringe la


libertad de testar cuando hay ciertos parientes llamados legitimarios (arts. 1181
y 1182).

6. Se destaca su lenguaje por la elegancia y sobriedad de su estilo, la pureza de


las expresiones y la claridad y precisión de sus normas (vid., arts. 594, 649)

7. Nuestro Código, en su conjunto, es superior al de Napoleón, porque todos los


vacíos que éste tenía fueron considerados por Bello al forjar su obra.

Defectos del Código Civil

1. En su inicio, el Código no reglamentaba ciertas materias, como la adopción,


que leyes especiales regularon con posterioridad.

2. Se encontraba atrasado en varias materias, como, por ejemplo, la investigación


de la paternidad y la capacidad de la mujer casada en sociedad conyugal.
Fundamentalmente estaba atrasado en materia de Derecho de Familia.

3. Incurre en errores científicos, como la presunción de derecho de la concepción


del art. 76, respecto del cual la ciencia ha admitido una variabilidad de tal
plazo.

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4. Otro yerro es que confunde la “enfermedad mental” con la “demencia” (arts.


456, 457, 1447), haciéndolos sinónimos, siendo que existe entre ellos una
relación de género a especie.

Elogios e influencia de nuestro Código Civil

Publicado nuestro Código, numerosos ejemplares se remitieron a diversas


corporaciones científicas y a notables jurisconsultos de Europa y América. El
aplauso fue la respuesta.

Así, en la obra “Traité de Droit Comparé” de ARMINJON, NOLDE Y WOLFF, se dice


que luce una “técnica perfecta: es claro, lógico y coherente en todas sus
disposiciones. Andrés Bello puede ser considerado a justo título como uno de los
grandes legisladores de la humanidad”.

Tal fue el influjo de nuestro Código, que el Ecuador lo adoptó en forma íntegra; el
Código de Uruguay lo siguió en parte considerable, lo mismo que Nicaragua. Y el
Código Civil argentino de 1869 también, a tal punto que don Dalmacio Vélez
Sarfield, su redactor, dice que se ha servido del Código Civil Chileno, “que tanto
aventaja a los Códigos europeos”.

Características del Código Civil de Bello

1. El clacisismo jurídico y la omnipotencia de la ley. Bello siguió a los escritores


clásicos y tenía afición al Derecho Romano y al Viejo Derecho Español, cuya
influencia está de sobra acreditada en sus escritos. Los siguió en todo aquello
que conservaba aplicación, y de preferencia aprehendió su espíritu. Lo
anterior, no significó que despreciara las ideas modernas: incursiona por los
Derechos francés, inglés, y aún por el alemán, en todo cuanto pudiere servir al
nuevo Código, ya que también lo apasionaba lo que era nuevo en su tiempo.

Dentro del sistema de la Constitución de 1833, la ley era omnipotente y, por


ello, nuestro Código Civil le rinde culto. Tan así que luego de definir a la ley en
su art. 1, en su art. 2 le quita valor a la costumbre, dándole sólo valor cuando la
ley se remita a ella. Y no termina en eso, sino que señala en su art. 3 que sólo
el legislador puede explicar o interpretar la ley de un modo generalmente
obligatorio, reduciendo la interpretación del juez al caso concreto.

Más aún, miró con desconfianza a los jueces, a tal punto que si se observan
sus disposiciones se apreciará que quiere que el juez aplique la ley y que no se
salga de ella bajo ningún pretexto, incluso entregándole reglas para la
interpretación de la misma (arts. 19 a 24).

Asimismo, señaló que esta era obligatoria (art. 6); que nadie puede alegar
ignorancia de ella (art. 8); que se aplica tanto a los chilenos como los
extranjeros (art. 14); y que es indefinida, salvo que se derogue (art. 52).

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2. La igualdad ante la ley. Junto con hacer obligatoria la ley para todos los
habitantes de la República, incluso los extranjeros (art. 14), prescribió que la
ley no reconoce diferencias entre el chileno y el extranjero en cuanto a la
adquisición y goce de los derechos civiles que regla este Código. Este principio
fue un destacado avance en su época y mereció los mayores elogios.

3. La constitución cristiana de la familia y su protección. No vaciló en admitir el


matrimonio monógamo e indisoluble como fundamento de la sociedad (art.
102), manteniendo el régimen que estaba reconocido en la vieja legislación
española.

Prueba de lo anterior son las siguientes instituciones:


a) Sólo del matrimonio válidamente celebrado emanaba la filiación legítima.
b) El sistema de sociedad conyugal establecido permitía una fuerte autoridad
marital y la formación de un patrimonio común familiar.
c) La plenitud de derechos como tales tenían los hijos legítimos,
concediéndoles derechos escasos a los naturales y casi nulos a los
simplemente ilegítimos, etc.

4. El derecho de propiedad. Marcada fue la protección de esta en el Código de


Bello, que seguía la doctrina clásica del derecho de propiedad, la cual era
explicada por Portalis con la siguiente frase: “al ciudadano pertenece la
propiedad, al soberano el imperio”. Ni los particulares, ni las instituciones ni el
soberano mismo podían atentar contra ella.

Esta fue la doctrina que se plasmó en el Código Napoleónico y que luego se


traspasó al Código de Bello, ya que había que favorecer al máximo la iniciativa
individual y la formación de sociedades para hacer crecer las industrias. Esta
característica le da un sello individualista al Código Civil. Prueba palmaria de la
protección a la propiedad lo fue el sistema registral del Conservador de Bienes
Raíces.

5. La libertad de contratar. Uno de los principios fundamentales del derecho


contractual moderno es el de la autonomía de la voluntad, que consiste en la
libertad de que gozan los particulares para celebrar los contratos que les
plazcan y determinar su contenido, efectos y duración. De ahí que las leyes
relativas a los contratos sean, por lo general, supletorias de la voluntad de las
partes.

Esta autonomía no es absoluta, sino que tiene sus limitaciones. Desde luego,
los contratantes no pueden alterar, modificar ni variar las cosas que son de la
esencia del contrato, ya que en ese caso el contrato no produciría efectos
civiles o degeneraría en otro distinto (art. 1444).

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SECCIÓN SEGUNDA:
PRINCIPIOS DEL DERECHO CIVIL CHILENO

I.- La omnipotencia de la ley

Este principio es consecuencia de la recepción de Bello de las ideas vigentes en


su época, que daban preeminencia a la ley por sobre los postulados de la llamada
escuela historicista. Ello implica que la ley desplaza a un lugar secundario a la
costumbre entre las fuentes formales del Derecho.

El derecho escrito cobra absoluta preeminencia por sobre el derecho


consuetudinario, lo que no ocurre en la esfera del derecho anglosajón, donde el
derecho consuetudinario y el precedente siguen jugando un rol protagónico en
nuestros días.

Tal principio se refleja en diversas disposiciones del CC, por ejemplo, arts. 2, 3, 8,
10, 14, 19 a 24, 52.

II.- La igualdad ante la ley

Este principio es una consecuencia de los postulados vigentes a la época en que


se redacta el CC, consagrados a propósito de la Revolución Francesa, donde se
destaca el principio de la igualdad: todas las personas nacen iguales, “en dignidad
y derechos”, como señala nuestra Constitución.

Se manifiesta el principio en los artículos 33, 55, 57, 75, 982, 997, 2497.

III.- El matrimonio como base principal de la familia

La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Así lo señala nuestra


Constitución Política.

El matrimonio se concibe como monogámico, heterosexual y, teóricamente,


indisoluble (art. 102). El carácter indisoluble del matrimonio ha desaparecido con
la promulgación de la Ley 19.947 (Ley de Matrimonio Civil), que consagró al
divorcio entre las causales de disolución del matrimonio.

No obstante, debe destacarse que se ha sostenido que nuestra Constitución


Política no sólo protege a la familia construida en base al matrimonio, sino también
a aquellas que se forman en ausencia de tal institución. Se fundan en lo dispuesto
en el art. 1 de la Ley 19.947, que señala que “el matrimonio es la base principal de
la familia”, que conduciría a señalar que existen familias que no tiene su origen
necesariamente en el matrimonio.

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Viendo la evolución del Derecho Civil chileno, el profesor MAURICIO TAPIA afirma
que ahora no cabe hablar de un Derecho de Familia sino que de un Derecho de
“Familias”: “el Derecho Civil en materia de familia dejó de trazar normativamente
un modelo de vida y pasó simplemente a preocuparse de remediar los conflictos
(patrimoniales y personales) que surgen cuando se frustran los proyectos
familiares”.

La coexistencia de varias formas de familia se aprecia en Chile con el


reconocimiento del Acuerdo de Unión Civil (Ley 20.830), que institucionaliza en
nuestro país a las denominadas “uniones de hecho”. Asimismo, en la experiencia
comparada, se materializa también con la admisión del matrimonio entre personas
del mismo sexo.

IV.- Respeto a la propiedad privada y el principio de la libre circulación de la


riqueza

El respeto a la propiedad privada es una consecuencia del individualismo


imperante en el S. XIX y la admisión del derecho de dominio como uno de los
derechos más importantes de los hombres.

Implica reconocer la existencia de una propiedad exclusiva y excluyente, libre de


gravámenes, en contraposición al régimen feudal, en el cual sobre un mismo
predio existían distintos titulares (unos como dueños o señores y otros que
efectivamente tenían la tenencia de la tierra y pagaban un censo o renta a los
primeros). De igual forma, en el Derecho Indiano existían instituciones en virtud de
las cuáles se impedía la subdivisión del dominio, especialmente inmueble, como
ocurría con los mayorazgos. Las normas del Código Civil concluyen con tal estado
de cosas.

La libre circulación de la riqueza busca dar dinamismo a la transferencia de los


bienes, ya que se considera que el traslado del dominio de los mismos genera
más riqueza. Así, este principio busca eliminar todos aquellos obstáculos que
impiden aquello.

La protección y preeminencia del derecho de propiedad y la libre circulación de los


bienes se evidencia en los siguientes artículos: 582, 745, 769, 1126, 1317, 1964,
2031, 2415.

Debe destacarse que en nuestro Código Civil se evidencia una mayor protección
hacia los bienes inmuebles. Los motivos que explican lo anterior dicen relación a
factores más bien históricos, considerando que la base de la fortuna de las
personas, tradicionalmente, ha sido la propiedad inmobiliaria. Hoy ello no es tan
así, si se piensa en la valiosa información que puede tener un chip, en el valor de
un paquete accionario o en los altos costos en que se puede adquirir un cuadro de
un pintor famoso.

Esta mayor protección se observa en las siguientes disposiciones:

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1. La compraventa de bienes inmuebles es un contrato solemne, que debe


efectuarse por escritura pública, mientras que la compraventa de bienes
muebles es un contrato consensual (arts. 1443 y 1801).

2. La tradición de los inmuebles se efectúa por la inscripción del título en el


Registro respectivo del Conservador de Bienes Raíces competente (art. 686).
La tradición de los bienes muebles se realiza por la entrega material o
simbólica de las cosas mediante uno de los medios señalados en la ley (art.
684).

3. En materia de prescripción adquisitiva ordinaria, pues para los muebles se


requiere un plazo de 2 años, mientras que para los inmuebles el plazo es de 5
años (art. 2508)

4. En materia de sucesión por causa de muerte, los herederos no pueden


disponer de los inmuebles mientras no se les haya otorgado la posesión
efectiva de los bienes dejados por el causante y se hayan practicado las
inscripciones que contempla el art. 688.

5. En lo que respecta a las cauciones reales, se establecen dos instituciones


diferentes, la prenda y la hipoteca, según la garantía sea un bien mueble o
inmueble (arts. 2384 y 2407).

V.- La autonomía de la voluntad

La autonomía de la voluntad puede definirse diciendo que "es la libre facultad de


los particulares para celebrar el contrato que les plazca y determinar su contenido,
efectos y duración". Así, los particulares son libres de celebrar los contratos que
más convengan a sus intereses, sean o no previstos y reglamentados
especialmente por la ley. Ellos tienen la más amplia libertad para pactar del modo
que sea más útil y conveniente a sus fines, para atribuirles a los contratos que
celebren efectos distintos de los que la ley les atribuye y, aún, para modificar su
estructura jurídica.

En virtud de la autonomía de la voluntad, las partes pueden: 1) transformar en


solemne un contrato consensual (arts. 1802 y 1921); 2) modificar un contrato
suprimiendo cosas de la naturaleza del mismo; 3) alterar su contenido, objeto,
efecto, alcance, los derechos y obligaciones que engendra, su duración, etc.

Por esto, las leyes que rigen los contratos son supletorias de la voluntad de los
contratantes, aplicándose únicamente en el silencio de éstos. La misión de los
jueces sobre el particular es establecer la voluntad de las partes, mas no crearla ni
sustituirla.

Sin embargo, este principio tiene limitaciones:

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1. No pueden los particulares alterar o modificar las cosas de la esencia de los


contratos, pues si lo hacen éste no produce efecto alguno o degenera en otro
diferente (art. 1444). Así, las partes están impedidas de pactar una
compraventa sin precio o un arrendamiento sin renta. La voluntad es
insuficiente para crear un contrato donde según la ley no puede existir.

2. Las limitaciones impuestas por las leyes fundadas en el orden público o la


defensa de las buenas costumbres. Las partes nada pueden estipular contra
las prohibiciones legales, el orden público o las buenas costumbres. Es nulo
absolutamente el contrato que adolezca de ilicitud de objeto o causa (art.
1682).

La autonomía de la voluntad, tal como la consagra el Código Civil y la casi


totalidad de la legislación mundial, no es sino la aplicación de las ideas de la
Revolución Francesa aplicadas a los contratos. Se dice que si los derechos son
meras facultades que la ley reconoce a los individuos para la satisfacción de sus
propias necesidades, es lógico que los individuos puedan ejecutar aquellos actos
que les plazcan o conduzcan a la satisfacción de sus necesidades, siempre que se
mantengan las limitaciones fundadas en el orden público y las buenas costumbres.

La consecuencia es que la voluntad de los contratantes debe ser limitada en los


casos extremos. La intervención del legislador en materia contractual debe
reducirse al mínimo, porque siendo el contrato resultante del acuerdo de
voluntades de dos personas en pie de igualdad jurídica, no puede –al menos
hipotéticamente– ser fuente de injusticias.

Manifestaciones del principio de la autonomía privada encontramos en los


artículos 12, 1437, 1444, 1445, 1450, 1545, 1560.

VI.- La intangibilidad de los contratos

El principal efecto que produce el contrato es el de establecer una reglamentación


entre las partes que lo han celebrado. A partir de este momento, las partes
deberán ajustar su comportamiento a lo pactado, que tiene fuerza de ley entre
ellos: este es el denominado efecto obligatorio del contrato (art. 1545). Esta fuerza
obligatoria nace de contrato mismo, sin necesidad de añadir ninguna solemnidad
adicional.

El contrato, una vez nacido, crea un conjunto de derechos y obligaciones entre las
partes. Este es el contenido esencial del contrato y que constituye una ley para las
partes. Este contenido solo puede ser suprimido o modificado por un nuevo
convenio entre las partes, no pudiendo ninguna de ellas alterar unilateralmente su
contenido. En consecuencia, la validez y el cumplimiento de los contratos no
pueden dejarse al arbitrio de uno solo de los contratantes. Este es el principio de
la irrevocabilidad o inalterabilidad del contrato (intangibilidad).

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De manera que, celebrado un contrato, se genera este efecto obligatorio y las


partes no pueden alterar lo pactado unilateralmente, salvo: 1) que las partes
acuerden dejarlo sin efecto (mutuo acuerdo); 2) que la ley autorice expresamente
dejarlo sin efecto por determinadas causas. El principio de la fuerza obligatoria de
los contratos se expresa en el aforismo pacta sunt servanda.

Pero este efecto obligatorio va mucha más allá, por cuanto el contrato legalmente
celebrado no puede tampoco ser modificado por el juez, y las estipulaciones del
contrato se imponen también a él, quien debe respetarlo. Así las cosas, los jueces
no pueden desconocer los efectos legales del contrato cuya existencia han
constatado. Del mismo modo, no es lícito a los tribunales, con el pretexto de
interpretarlo, desnaturalizar las estipulaciones del contrato, desconocer lo pactado
por los contratantes y hacerle producir efectos no queridos por las partes.

Finalmente, se ha afirmado por la doctrina mayoritaria que también el legislador


está inhibido de alterar lo que las partes acordaron, porque respecto de los
derechos que el contrato genera para las partes, su titular tiene un derecho de
propiedad, protegido por la garantía constitucional del artículo 19 N°24.

Sin embargo, no todos aceptan que exista derecho de propiedad sobre los
derechos personales o créditos. Así, el profesor LÓPEZ SANTAMARÍA sostiene que
no existe propiedad sobre los derechos personales.

VII.- La protección de la buena fe

La buena fe es un principio general de Derecho que evoca la idea de rectitud, de


corrección, de lealtad.

La fe es convicción o creencia. Puede revestirse con los adjetivos “buena” o


“mala”. La buena fe es la convicción de actuar lícitamente. Por lo tanto, el principio
consiste en que el Derecho protege a las actuaciones de buena fe y repudia las de
mala fe.

Nuestro Código no lo contempla expresamente y con alcance general. Sin


embargo, ha sido recogido en numerosas y diversas materias: ejecución e
interpretación de los contratos (1546), matrimonio putativo (51 y 52 LMC),
posesión (702, 706 y 707), efectos de la acción de indignidad contra terceros
(976), efectos de la resolución respecto de terceros (1490), acción pauliana
(2468), rescisión del decreto de posesión definitiva (94), pago al poseedor del
crédito (1576), pago de lo no debido (2301, 2302 y 2303), efectos de la nulidad
entre las partes (1687), procedencia de la acción reivindicatoria (897 y 900),
prestaciones mutuas (904 y ss.), indemnizaciones en acciones posesorias (927),
efectos de un mandato extinguido (2173), acción de petición de herencia (1267 y
1268), enajenaciones de muebles sociales o de un cónyuge efectuadas por
cualquiera de ellos (1739), etc. Por lo tanto, no obstante la ausencia de norma
expresa, este principio tiene consagración en nuestro Derecho.

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Derecho Civil Introductorio
Dr. Carlos Céspedes M.

Se ha aceptado con generalidad la conclusión de que, salvo norma en contrario, lo


que se presume es la buena fe. Se obtiene de la interpretación del artículo 707,
que se le ha dado una aplicación general por parte de la jurisprudencia.

En el ámbito del Derecho Civil –aunque no todos estén de acuerdo–, la buena fe


asume dos direcciones: la buena fe subjetiva y la buena fe objetiva. La buena fe
subjetiva es la creencia, nacida de un error excusable, de que la conducta que
realiza o ha realizado una persona no es contraria a Derecho. Este concepto es
una noción justificativa del error. Por ejemplo, el error común. La buena fe objetiva
es aquella resultante de las reglas mínimas exigibles de honestidad y lealtad a la
que las partes deben objetivamente ajustarse en el desarrollo de sus relaciones
jurídicas. Esta buena fe es a la que se refiere el art. 1546 de nuestro Código.

No todos están de acuerdo con esta distinción. Se señala que la buena fe es una
sola (en Chile, GUZMÁN BRITO y PEÑAILILLO; en España, YZQUIERDO TOLSADA) y que
lo que se denomina buena fe objetiva no es otra cosa que un método para evaluar
la fe del sujeto.

Finalmente, en diversas normas se sanciona la mala fe, por ejemplo: arts. 94 Nº 6,


897, 968 N°5.

VIII.- La reparación del enriquecimiento sin causa

Se entiende por enriquecimiento sin causa la utilidad que obtiene una persona sin
que una causa legal lo justifique. De ahí que la ley arbitre los medios para
subsanar esta situación, cuando ella se materializa.

Se ha sostenido que en Chile, como principio, el enriquecimiento sin causa está


acogido. Es considerado en diversas instituciones: 1) accesión (arts. 658, 663,
668, 669); 2) prestaciones mutuas (arts. 905 al 915); 3) lesión enorme en la
compraventa (arts. 1889, 1890, 1893); 4) acción de reembolso del comunero
contra la comunidad (art. 2307); 5) acción de restitución del pago de lo no debido
(arts. 2295, 2297, 2299); 6) derecho de indemnización contra los responsables
civiles por hechos de terceros (art. 2325).

Nuestro Código, al igual que sus contemporáneos, no lo reconoce en términos


generales. No obstante, en los códigos que entraron en vigencia en el S.XX se ha
consagrado expresamente con aplicación general (BGB alemán, suizo, italiano,
portugués, boliviano, peruano, entre otros).

IX.- La responsabilidad

Es otro principio general que no sólo abarca el Derecho Privado, sino que es
común a todo el ordenamiento jurídico.

La ley, como precepto emanado del Estado, lleva aparejada una sanción por su
infracción. La más general de las sanciones es la responsabilidad, la que puede

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Derecho Civil Introductorio
Dr. Carlos Céspedes M.

implicar una pena (cuando se ha cometido un delito) o el resarcir los perjuicios,


como sucede con la responsabilidad civil.

ORLANDO TAPIA SUÁREZ ha señalado que la responsabilidad civil es “aquella en


virtud de la cual una persona se obliga a reparar el daño causado a otra, ya sea
por el incumplimiento, por el cumplimiento imperfecto o por el retardo en el
cumplimiento de una obligación, ya sea por la ejecución de un hecho ilícito".

En materia civil, se distinguen dos campos fundamentales de responsabilidad:

1. La responsabilidad contractual, que es en la que incurren aquellas personas


que no han cumplido oportunamente las obligaciones derivadas de un
contrato.

Debe destacarse que puede existir responsabilidad también en la fase


precontractual (por ejemplo, la responsabilidad que la ley eventualmente
impone al oferente, aunque se retracte oportunamente) como, asimismo, en la
fase postcontractual (por ejemplo, tratándose de la obligación de saneamiento
de la evicción).

2. La responsabilidad extracontractual, que es aquella en la que incurren


aquellas personas que, por culpa o dolo, han cometido un hecho ilícito que
causa daños a tercero. Esta es una materia de mucha aplicación en el mundo
contemporáneo.

X.- Protección del interés superior del niño

El art. 222 inc. 1° señala que "la preocupación fundamental de los padres es el
interés superior del hijo para lo cual procurarán su mayor realización espiritual y
material posible, y lo guiarán en el ejercicio de los derechos esenciales que
emanan de la naturaleza humana de modo conforme a la evolución de sus
facultades".

Ahora bien, el interés superior del niño y el interés superior del hijo no constituyen
nociones equivalentes: el primero es una condición biológica de carácter temporal
(estado de niñez) y el segundo es una relación respecto de alguien (padre, madre
o ambos). A esta última condición se refiere el artículo 33.

Debemos agregar que dentro del concepto de hijo debe considerarse al adoptado,
pues conforme al artículo 1 inc. 2º de la Ley 19.620, “la adopción confiere al
adoptado el estado civil de hijo respecto del o los adoptantes en los casos y con
los requisitos que la presente ley establece”.

El interés superior del niño, niña o adolescente es un principio que se impone al


Estado y a sus órganos, a tal punto que la Ley 19.968, que creó los Tribunales de
Familia, en su art. 16, lo caracteriza como un principio rector “que el juez de familia
debe tener siempre como consideración principal en la resolución del asunto

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Derecho Civil Introductorio
Dr. Carlos Céspedes M.

sometido a su conocimiento”. Para los efectos de dicha ley, “se considera niño o
niña a todo ser humano que no ha cumplido los catorce años y, adolescente,
desde los catorce años hasta que cumpla los dieciocho años de edad”.

Esta consideración como principio rector es plenamente coincidente con el artículo


1° de la Constitución y las bases institucionales, desde que si el niño es persona,
el Estado está a su servicio a fin de promover el bien común (inc. 4º). Este deber
está especificado por su status temporal de niño y no en relación a persona
determinada.

SECCIÓN TERCERA:
LA CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL DERECHO CIVIL CHILENO

Tal como lo ha destacado el profesor RAMÓN DOMÍNGUEZ ÁGUILA en su ahora


clásico artículo denominado “Aspectos de la constitucionalización del Derecho
Civil chileno”, debe reconocerse hoy en día el valor de los principios
constitucionales por sobre los del Código Civil, que han de servir de guía para
interpretar las normas.

Este fenómeno se ha producido por la incorporación en nuestro ordenamiento del


recurso de protección y por el principio de legalidad constitucional.

De este modo, la interpretación desde la Constitución se ha ido introduciendo con


destacado vigor en nuestra realidad judicial, fundamentalmente a través de las
sentencias de nuestros tribunales superiores de justicia conociendo de recursos
de protección. Manifestaciones de ello encontramos en el desarrollo de los
derechos de la personalidad, como el honor o la intimidad, o la reparación del
daño moral derivado del contrato.

SECCIÓN CUARTA:
LAS FUENTES DEL DERECHO

CORRAL señala que se da el nombre de fuentes del Derecho “a las realidades de


las cuales el Derecho emana y a aquellas que lo expresan o contienen”.

Según BARROS BOURIE, el concepto de fuente del derecho se refiere al origen de


sus normas y pretende responder dos interrogantes: 1) ¿por qué nacen las
normas de derecho?; y, 2) ¿en qué forma nacen esas normas?

La primera interrogante se refiere a los antecedentes que explican el surgimiento


de la norma y reciben el nombre de fuentes materiales. Dice relación con los
elementos que explican el nacimiento y determinan el contenido de las normas
jurídicas, tales como factores históricos, políticos, jurídicos, antropológicos,
económicos, etc. Así, por ejemplo, el derecho comparado podría ser una fuente
material del derecho patrio.

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Derecho Civil Introductorio
Dr. Carlos Céspedes M.

La segunda interrogante se refiere al origen inmediato de las normas, que


determina la forma como éstas se expresan, y reciben la denominación de fuentes
formales. Ellas son las formas de expresión de las normas jurídicas. Aquí
encontramos a la ley, la costumbre, los principios generales de derecho, la
jurisprudencia y la doctrina; pero cada cual con el respectivo campo de acción que
le da cada ordenamiento.

Como enseña el mismo BARROS BOURIE, si bien el Código Civil no hace una
referencia directa a los principios generales de derecho, no obstante, están
reconocidos de manera subsidiaria en las reglas de interpretación de la ley,
precisamente en el art. 24, al referirse al “espíritu general de la legislación y a la
equidad natural”.

En esta misma materia, CORRAL distingue entre fuentes formales legisladas y no


legisladas. Las primeras estarían compuestas por la ley en sus diversas facetas
(incluyendo a la Constitución y Tratados Internacionales aprobados y ratificados
por Chile), los Decretos Supremos y demás normas de la potestad reglamentaria
del Poder Ejecutivo. Las no legisladas son la costumbre, la jurisprudencia, la
doctrina, los principios generales de derecho y la equidad.

UNIDAD II
TEORÍA DE LA LEY

Por teoría de la Ley entenderemos a la concepción metódica y sistemáticamente


organizada de la ley.

SECCIÓN PRIMERA:
CONCEPTOS GENERALES

Concepto

Según el art. 1º, "la ley es una declaración de la voluntad soberana que, manifestada
en la forma prescrita por la constitución, manda, prohíbe o permite". Este concepto
no sólo es aplicable al CC, cuerpo legal que lo contiene, sino que él alcanza toda
clase de leyes, sean civiles, tributarias, penales, etc.

Críticas al concepto

Esta definición corresponde a la que da el Digesto y que ha sido objeto de más de


una crítica:

a) Desde un punto formal se dice que la redacción no es la más adecuada, porque


da la impresión que "manda, prohíbe o permite" por estar manifestada en la
forma prescrita por la Constitución, y no por el hecho de ser una declaración de la
voluntad soberana.

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Derecho Civil Introductorio
Dr. Carlos Céspedes M.

b) Desde otra perspectiva, se señala que la definición en comento indica que la ley
manda, prohíbe o permite, pero no se refiere al contenido de la ley, de manera
que toda manifestación de la voluntad soberana en la forma prescrita por la
Constitución tendrá el carácter de ley, a tal punto que revestirán de tal carácter
meros actos administrativos, como, por ejemplo las leyes de pensión de gracia,
ley de carácter expropiatorio, etc.

Pese a tales críticas, no podemos desconocer los aportes del concepto vertido en el
art.1º: 1) es importante la vinculación que hace de la ley con la Constitución; y, 2)
hace la clasificación tradicional de la ley, imperativa, permisiva y prohibitiva.

Requisitos de la ley

Distinguimos dos clases de requisitos: externos e internos.

1. Requisitos externos: a) declaración de la voluntad soberana; y, b) esa


declaración se manifiesta en la forma prescrita por la constitución. La ley para
ser tal debe emanar del Congreso Nacional, ya que allí se representa la voluntad
de la nación.

No es ley un decreto ley, no obstante ser norma obligatoria, pues formalmente


no hay aprobación del Congreso ni responde a la tramitación propia de la ley, en
relación con los arts.6 y 7.

2. Requisitos internos: dicen relación con el contenido de la ley, pudiendo ser la ley
prohibitiva, permisiva o imperativa.

Características de la ley

1. Es obligatoria

2. Es de carácter general

3. Su inobservancia está sujeta a sanciones que establece la propia ley. En materia


civil las sanciones pueden ser de variada índole: nulidad, resolución,
indemnización de perjuicios, inoponibilidad, o la privación de algún medio
probatorio (1709).

4. Es cierta. La certeza de la ley deriva principalmente del hecho de ser escrita.


Implica que no es necesario probar la ley (iura novi curia), pues es cierta, es
escrita y, según veremos, promulgada y publicada. A este respecto el art.8 señala
que nadie podrá alegar ignorancia de la ley una vez que ésta haya entrado en
vigencia.

5. En general, las leyes civiles de Derecho Privado, aun cuando puedan significar
una limitación a la libertad individual, son supletorias de la voluntad de las partes,
es decir, las partes pueden prescindir, modificar, alterar el precepto de carácter

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Derecho Civil Introductorio
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privado en ejercicio del principio de la autonomía de la voluntad. Este principio nos


lleva a que se diga que en el Derecho Privado se puede hacer todo aquello que
no esta expresamente prohibido por la ley.

6. Las partes pueden renunciar a los derechos que estas normas señalan a su
favor. En todo caso, esta renuncia, sólo podrá tener lugar, según el art.12,
respecto de derechos que miran el interés individual del renunciante y siempre
que su renuncia no esté prohibida por la ley.

El CC exige la concurrencia de dos requisitos: a) que el derecho sólo mire el


interés individual del renunciante; b) que no esté prohibida su renuncia.

Esto porque existen normas de orden público, en cuya virtud aquellas se tornan
inderogables, inmodificables, irrenunciables, ya que el interés general va a
prevalecer por sobre el interés personal del renunciante. La norma de orden
público es aquella que en sustancia mira al funcionamiento del Estado. En
general, en su contenido, pretende cierta organización que se estima como
necesaria para toda la comunidad, se considera indispensable para el
mantenimiento de toda la sociedad. Así ocurre con las normas de Derecho
Privado que regulan las relaciones de familia y que, por tal razón, son
irrenunciables. En este caso el interés individual cede paso al interés general.

La irrenunciabilidad puede deberse a dos condiciones: a) casos en que la norma


no mira al interés individual del renunciante sino al interés general, como las
normas que regulan la propiedad inmueble; b) casos en que la renuncia está
prohibida, por ejemplo, arts. 153, 334, 1469, etc.

La renuncia puede revestir dos formas: a) ser expresa, que es aquella que se
realiza por medios formales y explícitos; b) ser tácita, que es aquella que se
deduce de ciertos hechos que inequívocamente no dejan lugar a dudas que el
titular esta renunciando a un derecho. En relación con la renuncia tácita, debe
tenerse presente que la renuncia en ningún caso se presume. Esto se aclara a
propósito de la prescripción en el art. 2494.

Toda renuncia de un derecho debe interpretarse restrictivamente, a tal punto que,


en caso de duda, la interpretación de una renuncia debe ser con carácter
restrictivo y no extensivo.

Finalmente, la renuncia puede ser especial y general: a) es general, si se refiere a


todos los derechos que se tengan sobre un determinado asunto; b) es especial, si
comprende derechos determinados, sean uno o más. Por ejemplo, a propósito de
la compraventa, el comprador tiene derecho al saneamiento de evicción y al
saneamiento de los vicios redhibitorios. La renuncia de uno de estos derechos
no implica la renuncia de ambos, y en caso de duda se debe hacer una
interpretación restrictiva. Esta teoría se aplica a propósito de la transacción en
el art. 2462.

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Clasificación de las leyes

Tradicionalmente se enseña la clasificación de las leyes en conformidad al art. 1 en


imperativas, permisivas y prohibitivas. Sin embargo, previo a ello es importante
distinguir entre reglas potestativas y normas, como enseña BARROS BOURIE.

Las reglas potestativas definen los requisitos para la realización de actos creadores
de derecho: atribuyen competencias tanto para crear normas nuevas como para
suprimir o sustituir otras o para producir efectos modificatorios o extintivos en
relaciones jurídicas vigentes. En el Derecho Privado ellas se manifiestan en el
principio de la autonomía de la voluntad, por el cual los sujetos tienen una
competencia general para realizar actos jurídicos sin más límites o restricciones
que los establecidos a propósito de sus requisitos de existencia y validez (ver art.
1545).

Son normas aquellas que se expresan en una proposición propiamente normativa,


es decir, aquellas que mandan, prohíben o permiten una cierta conducta.

Se distinguen varios criterios para clasificarlas:

1. Según el objeto de su regulación, distinguimos: a) leyes indisponibles, que son


aquellas que se imponen a la voluntad de los particulares, ya que persiguen hacer
prevalecer valores de bien público de contenido irrenunciable; b) leyes
declarativas o supletorias, que se aplican cuando las personas no han
manifestado su voluntad, pero que pueden ser excluidas por el pacto de las
partes; c) leyes dispositivas, que tienen por objeto resolver un conflicto de
intereses entre dos personas que no han contratado entre sí.

2. Según el ámbito de su aplicación, encontramos: a) leyes comunes, que son


aquellas que tienen vocación de aplicarse de manera general en todas las
situaciones que se presenten; b) leyes excepcionales o de aplicación restrictiva,
que son aquellas que están previstas para regir en una situación particular que se
estima extraordinaria (por ejemplo, las que regulan sanciones, incapacidades o
inhabilidades).

3. Según su contenido y quorum de aprobación constitucional (art. 66


Constitución), encontramos: a) leyes interpretativas de la Constitución, que
requieren para su aprobación, modificación o derogación los 3/5 de los diputados
y senadores en ejercicio; b) leyes orgánico-constitucionales, que disciplinan de
manera sistemática una determinada materia o funcionamiento de una institución
y requieren para su aprobación, modificación o derogación los 4/7 de los
diputados y senadores en ejercicio; c) leyes de quorum calificado, que regulan
asuntos relevantes para nuestra Constitución y exigen para su establecimiento,
modificación o derogación la mayoría absoluta de los diputados y senadores en
ejercicio; d) leyes ordinarias, que recaen sobre materias no reglamentadas por las
otras clases de leyes anteriores y exigen para su aprobación la mayoría absoluta
de los diputados y senadores presentes.

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4. Según su incorporación en algún Código, distinguimos leyes codificadas y


leyes no codificadas. Esta clasificación arranca del art. 63 N°3 de la Constitución,
que específicamente establece como materia de ley a “las que son objeto de
codificación, sea civil, comercial, procesal, penal u otra”. Por regla general, los
Códigos deben ser aprobados como ley ordinaria, salvo el Código Orgánico de
Tribunales, que requiere quorum de ley orgánica constitucional (art. 77 y
Disposición Transitoria 4ª Constitución).

5. Según su modo de obligatoriedad y sanción, distinguimos leyes imperativas,


permisivas y prohibitivas, que estudiaremos con mayor detención.

Leyes imperativas, permisivas y prohibitivas

Por la propia definición de la ley del art. 1º, desprendemos la clasificación de las
leyes en imperativas, permisivas y prohibitivas. Esta clasificación es importante para
determinar cual será la sanción para aquel que infrinja uno u otro tipo de ley, ya que
ella variará de acuerdo al tipo de norma.

1. Leyes imperativas

Son aquellas que ordenan la concurrencia de ciertos requisitos para la realización o


ejecución del acto. En definitiva, la norma imperativa exige la concurrencia de ciertos
requisitos para la validez del acto en consideración a tres tipos de finalidades
distintas:

a) A la especie o naturaleza del acto que se ejecuta o celebra, caso en el cual se


dice que se trata de exigencias que miran al interés general.

b) A la calidad o estado de las partes que ejecutan o celebran el acto, caso en el


cual no está comprometido el interés general sino solo el interés particular.

c) A la protección de terceros, referente a ciertos actos que ejecutan las partes, pero
que pueden afectar a terceros.

La importancia de distinguir estos tres tipos de finalidades se encuentra en la


circunstancia de que la sanción será distinta en cada caso, como ya lo veremos.

Sanción a la infracción de la norma imperativa (arts.1681 y 1682)

Si el acto se realiza sin cumplir con los requisitos exigidos por la ley, debemos
distinguir en razón de la finalidad perseguida por el legislador al estatuir tales
exigencias:

a) Si el requisito se refiere a la especie o naturaleza del acto que se realiza, la


sanción es la nulidad absoluta. Como aquí se persigue el interés general, la

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Derecho Civil Introductorio
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nulidad del acto puede ser invocada por el solo interés de la ley o de la moral, e
incluso ser declarada de oficio por el tribunal.

b) Si el requisito se refiere a la calidad o estado de las partes que lo ejecutan o


celebran, la sanción será la nulidad relativa. Aquí los requisitos exigidos lo son
como medida de protección o beneficio para determinadas personas.

c) Si el requisito se ha exigido para proteger a terceros, la omisión no alcanza a la


nulidad sino sólo a la inoponibilidad, es decir, el acto no se puede hacer valer
frente a los terceros que se pretende proteger con la norma. El tercero puede
desconocer el acto, aún cuando éste es plenamente válido entre las partes.

2. Leyes prohibitivas

Son aquellas que impiden la realización del acto bajo todo respecto y circunstancia.
En este caso el acto prohibido no se puede ejecutar en ninguna forma, pues si el
acto pudiera realizarse de algún modo o bajo ciertas circunstancias, la norma seria
en realidad imperativa.

A veces resulta difícil distinguir si se trata o no de un precepto prohibitivo. Hay


ocasiones en que bajo un texto aparentemente prohibitivo existe una norma
imperativa. El punto será examinar si hay alguna forma de realizar el acto. Por
ejemplo, el art.1004 es prohibitivo, como también el 402 inc. 1º; pero el inc. 2º es
imperativo.

Sanción para la transgresión de la norma prohibitiva

La sanción es la nulidad absoluta, de acuerdo a los arts. 10, 1466 y 1682. El art. 10
señala que “los actos que prohíbe la ley son nulos y de ningún valor”, lo que se
complementa con el art.1466 que establece que hay objeto ilícito “generalmente en
todo contrato prohibido por las leyes”. La expresión "contrato" debe entenderse como
sinónimo de "acto”, de suerte que tales actos adolecen del vicio de objeto ilícito, el
que, según el art.1682, acarrea la nulidad absoluta.

Alcances sobre los preceptos prohibitivos

a) La primera cuestión dice relación con la parte final del art. 10, que expresa
"...salvo cuando se designe expresamente otro efecto que el de nulidad para el
caso de contravención”. Podrá haber casos especiales de normas prohibitivas
que la ley no sanciona con la nulidad absoluta, sino que con otro tipo de sanción.
Ello, porque la ley entiende que de aplicar la nulidad absoluta en tales casos, los
efectos que pudieran suscitarse serían más graves y perjudiciales para las
partes. Por ejemplo, arts. 745 (fideicomisos sucesivos), 769 (usufructos
sucesivos), 114 (matrimonio del menor sin autorización).

b) El art. 11 señala: "cuando la ley declara nulo algún acto, con el fin expreso o
tácito de evitar un fraude, o de prever algún objeto de conveniencia publica o

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Derecho Civil Introductorio
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privada, no se dejara de aplicar la ley, aunque se pruebe que el acto que ella
anula no ha sido fraudulento o contrario al fin de la ley."

Por su ubicación, se ha entendido que la norma se refiere a aquellos casos de


nulidad absoluta provenientes de actos prohibidos por la ley. Lo que sucede es
que si a las partes se les permitiera probar que celebraron un acto que la ley
anulaba, que no les provoco perjuicio, que no fue fraudulento o contrario al fin de
la ley, la existencia de los preceptos prohibitivos seria ley muerta. En la nulidad
absoluta siempre está comprometido el interés general, la moral o el fin de la ley.

Este art. 11 tiene clara aplicación respecto de las normas prohibitivas, pero no
así tratándose de las imperativas, ya que ella no distingue entre nulidad absoluta
y relativa.

3. Leyes permisivas

Son aquellas que facultan a una persona para obrar de manera determinada o
simplemente no obrar, quedando al arbitrio del titular el ejercer o no la norma.

La norma permisiva no trae aparejada una sanción, pero, una vez que el titular
ejerce esa facultad, el ejercicio de ese derecho que nace al haberse ejercitado la
norma permisiva traerá como consecuencia el derecho de exigir su cumplimiento y el
respeto de los demás, o de quien contrató con aquel que realiza el acto.

Algunos sostienen que la norma permisiva no es ley debido a que no lleva aparejada
una sanción. Lo que sucede es que si bien en los otros tipos de leyes la obligación
nace de la ley misma, en las permisivas la obligación no esta señalada de inmediato,
sino que una vez ejercida la facultad aparece la obligación de la contraparte o del
resto de las personas. De lo anterior se desprende que aunque la norma permisiva
no lleva en sí la sanción, ella se encuentra en el ejercicio de la facultad contenida en
la norma y en el evento que tal derecho sea desconocido. Es inadmisible el no
considerar ley a este tipo de normas. Ella es una ley, aun cuando en principio no
tenga una sanción y sólo tengamos la facultad de obrar o no de determinada
manera.

Normas de valor equivalente a la ley

1. Los decretos

Decreto es todo mandato escrito y revestido de las formalidades prescritas por el


ordenamiento jurídico, dictado unilateralmente por la autoridad administrativa en el
ejercicio de sus atribuciones. Cuando es emitido por el Presidente de la República,
recibe el nombre específico de Decreto Supremo.

Es el medio a través del cual se ejerce la potestad reglamentaria (poder de que


están dotados las autoridades administrativas para dictar normas jurídicas).

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Paralelo entre ley y decreto

a) Ambos emanan de órganos públicos, son obligatorios para autoridades y


ciudadanos y deben subordinarse a la Constitución.

b) Las materias de ley aparecen taxativamente señaladas en la Constitución (art.


60); los decretos no.

c) La ley emana del poder legislativo; el decreto del poder ejecutivo o la autoridad
administrativa.

d) La ley es superior jerárquicamente frente al decreto.

e) Su proceso de gestación es distinto. Los trámites de los decretos son de


resorte del Derecho Administrativo: firma del Ministro o del Presidente,
anotación, toma de razón, refrendación, registro, comunicación y publicación.

2. Los Decretos Leyes

Son decretos dictados por el Poder Ejecutivo sobre materias propias de ley
cuando, por una ruptura del orden constitucional, ha asumido de hecho las
potestades legislativas. No están regulados en nuestra Constitución, pues son
propios de períodos de crisis políticas.

Son decretos por la forma en que se dictan y leyes por su contenido.

Durante tres períodos de nuestra historia se han dictado: a) años 1924-1925, 816
D.L.; b) año 1932, 669 D.L.; c) año 1973 hasta que la Junta de Gobierno dictó
leyes en conformidad a la Constitución, 3660 D.L.

3. Decretos con fuerza de ley

Son decretos dictados por el Poder Ejecutivo sobre una materia propia de ley,
previa delegación expresa de facultades del Poder Legislativo. La delegación debe
hacerse por ley y cumplir las restricciones del art. 64 de la Constitución: no puede
extenderse más allá de un año y sólo recae respecto de ciertas materias de ley.

4. El contrato-ley

Es una figura mixta que se genera por la conjunción entre una ley y un contrato
entre el Estado, que aprueba la ley, y un particular que necesita especiales
garantías de seguridad de su estatuto jurídico contractual.

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Derecho Civil Introductorio
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5. Los tratados internacionales aprobados y ratificados por Chile

Tradicionalmente se ha sostenido que los tratados internacionales aprobados y


ratificados por nuestro país tienen igual valor que una ley, ya que su aprobación se
somete a los trámites de una ley (art. 54 N°1 Constitución).

No obstante, respecto de los tratados internacionales que se encuentren vigentes


y que establezcan derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana, se
ha discutido si estos tienen un valor superior legal, al amparo del art. 5 inc. 2° de la
Constitución. Existen tres tesis: a) según algunos, tienen el mismo valor que la
Constitución; b) otros sostienen que tienen el valor de una ley; c) una posición
ecléctica afirma que tienen un valor superior a la ley pero inferior a la Constitución.

El profesor CORRAL enseña que la subordinación de los tratados internacionales a


la Constitución ha quedado reafirmado con la reforma constitucional de 2005 (Ley
20.050), al mantener su control de constitucionalidad por parte del TC (art. 93 N°3
Constitución) y agregar su control preventivo cuando verse sobre materias propias
de ley orgánica constitucional (art. 93 N°1 Constitución).

La Ley y las sentencias judiciales

En términos muy generales, sentencia es el acto del órgano jurisdiccional que


resuelve el conflicto de intereses sometido al conocimiento de dicho órgano.

Semejanzas entre ley y sentencia judicial

1. Ambas emanan de un poder público


2. Tanto unas y otras son obligatorias y deben respetarse
3. Su cumplimiento se puede exigir por la fuerza pública

Diferencias entre ley y sentencia judicial

1. La ley emana del Poder Legislativo; la sentencia del Poder Judicial.

2. La ley es un medio para servir los intereses generales; la sentencia, intereses


particulares.

3. La ley obliga a todas las personas, es general y universal en cuanto a sus


efectos; la sentencia tiene efectos relativos, sólo obliga a los litigantes del pleito
(art. 3 inciso 2º). No obstante, reconoce 3 excepciones: a) art. 315; b) art.
1246; c) art. 2513.

4. La ley nace por acto espontáneo de los legisladores; la sentencia, por el


requerimiento de las partes.

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Derecho Civil Introductorio
Dr. Carlos Céspedes M.

5. La dictación de una ley no puede ser exigida; en cambio, el juez, reclamada su


intervención en forma legal y en negocios de su competencia, no puede
excusarse de ejercer su autoridad ni aun por falta de ley que resuelva la
contienda sometida a su decisión (art. 10 COT).

6. La ley, por regla general, regla situaciones del porvenir; la sentencia, por regla
general, resuelve hechos ya pasados.

7. El legislador puede dejar sin efecto una ley cuando y como quiera; el juez no
puede modificar su sentencia una vez dictada (salvo rec. rectificación,
aclaración o enmienda, art. 182 y 184 CPC), ni en ningún caso cuando esta ha
quedado firme y ejecutoriada, pues ha adquirido la autoridad de cosa juzgada.

La Ley y la costumbre

La costumbre es la repetición constante y uniforme de una determinada conducta


por parte de la generalidad de los miembros de un grupo social, con la convicción
de que corresponde a un imperativo jurídico.

Distinguimos en elemento objetivo, consistente en la generalidad, constancia y


uniformidad de una conducta, que constituye un uso social; y un elemento
subjetivo, que es la convicción de cumplir un imperativo jurídico, que se denomina
opinio iuris.

Cuando concurre también la opinio iuris, estamos en presencia de la costumbre. Si


falta, sólo tenemos un uso social.

Clasificación de la costumbre

1. Según el territorio en que impera, distinguimos la costumbre nacional (rige en


todo el territorio del Estado) y la costumbre local (en un determinado lugar).

2. Según el país en que se practique, distinguimos la costumbre nacional o


extranjera.

3. Según las personas a las que afecta, puede ser general (si afecta a la
generalidad de las personas) o especial (si afecta a una categoría particular de
personas).

4. Según su relación con la ley, distinguimos:


a) Costumbre contra la ley (contra legem), que es aquella que introduce una
norma destructora de la ley antigua, ya sea proclamando su inobservancia,
ya sea imponiendo una conducta diferente de la establecida en la ley. En
ambos casos conduce al desuso de la norma legislativa.
b) Costumbre fuera de la ley (praeter legem), que es la que rige un asunto
sobre el cual no hay ley.

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c) Costumbre según la ley (secundum legem), que son aquellos usos


coincidentes con los cuales se aplica e interpreta la ley.

Valor y fuerza obligatoria de la costumbre en nuestro Derecho Civil

Conforme al art. 2, “la costumbre no constituye derecho sino en los casos que la
ley se remite a ella”. Es decir, la costumbre en materia civil no tiene fuerza de ley,
salvo que la propia ley le dé este carácter remitiéndose a ella. Con ello, sólo se
reconoce la costumbre “según la ley”. Por ejemplo, arts. 1546, 1986, 1940, 2117.

La ley hace remisiones específicas y generales a la costumbre. Buena parte de las


remisiones específicas están dadas para el contrato de arrendamiento (1938,
1940, 1944, 1951).

Por su parte, las remisiones generales cumplen las siguientes funciones: a)


determinar el contenido de las obligaciones (por ejemplo, art. 1546): b) determinar
el estándar de cuidado debido en las relaciones privadas (por ejemplo, determinar
el concepto de buen padre de familia o de hombre diligente implica conocer que es
lo tenido por socialmente correcto, lo que implica a su vez conocer las prácticas
sociales tenidas por obligatorias, o sea, la costumbre); c) define los límites de la
autonomía de la voluntad (por ejemplo, arts. 1461 inc. final y 1467).

Valor y fuerza obligatoria de la costumbre en nuestro Derecho Comercial

Tratándose de materia comercial, se acepta además la costumbre “fuera de la ley”


en el art. 4 del Código de Comercio: “las costumbres mercantiles suplen el silencio
de la ley, cuando los hechos que las constituyen son uniformes, públicos,
generalmente ejecutados en la República o en una determinada localidad, y
reiterados por un largo espacio de tiempo, que se apreciará prudencialmente por
los juzgados de comercio”.

Incluso, conforme al art. 6 del mismo código, “las costumbres mercantiles servirán
de regla para determinar el sentido de las palabras o frases técnicas del comercio
y para interpretar los actos o convenciones mercantiles”.

Prueba de la costumbre

Dado que ninguna autoridad pública puede atestiguar oficialmente su existencia,


ésta debe probarse. En materia civil, cualquier medio probatorio idóneo es
aceptable. En materia comercial, es más restrictivo.

Diferencias entre la costumbre civil y la costumbre mercantil

1. La costumbre civil entra a regir sólo cuando la ley se remite a ella; la costumbre
mercantil entra a regir en el silencio de la ley.

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2. El Código Civil no determina los requisitos que debe reunir la costumbre para
que sea fuente de derecho; sí el Código de Comercio, en su art. 4º.

3. El Código Civil no determina los medios por los cuales debe probarse la
costumbre, de modo que pueden emplearse todos los medios que la ley
establece.

El Código de Comercio, en cambio, señala taxativamente los medios de prueba


de la costumbre en su art. 5: “no constando a los juzgados de comercio que
conocen de una cuestión entre partes la autenticidad de la costumbre que se
invoque, sólo podrá ser probada por alguno de estos medios: 1º Por un
testimonio fehaciente de dos sentencias que, aseverando la existencia de la
costumbre, hayan sido pronunciadas conforme a ella; 2º Por tres escrituras
públicas anteriores a los hechos que motivan el juicio en que debe obrar la
prueba”.

SECCIÓN SEGUNDA:
VIGENCIA Y APLICACIÓN DE LA LEY EN EL TIEMPO

Implica estudiar las siguientes materias: promulgación de la ley; publicación de la


ley, presunción de conocimiento de la ley y derogación de la Ley.

Por regla general, la ley produce sus efectos durante el tiempo que está en vigor,
esto es, durante dos acontecimientos bien definidos: desde su entrada en vigencia y
hasta su derogación. Toda actividad humana desarrollada en el espacio que media
entre la entrada en vigencia de la ley y su derogación va a quedar bajo el imperio o
dominio de ésta.

Promulgación de la ley (art. 6)

La promulgación “es un acto por el cual el poder ejecutivo atestigua ante el cuerpo
social la existencia de la ley, mediante un decreto promulgatorio, y obliga a su
ejecución”. Ella le da a la ley existencia cierta, auténtica, incontestable y la reviste de
la fuerza coercitiva de que antes carecía. No existe ni en la Constitución ni en el
resto de la legislación una fórmula de promulgación de las leyes, de modo que es el
uso el que ha consagrado una formula de decreto promulgatorio.

La promulgación por sí sola no es suficiente, se requiere también de su publicación


mediante la inserción del texto en el Diario Oficial. Ambas instituciones constituyen
las condiciones para que la ley sea obligatoria. Mientras la promulgación tiene por
objeto atestiguar la existencia de la ley y ordenar su ejecución, la publicación tiene
por objeto dar a conocer el texto legal.

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Publicación de la ley (art. 7)

La publicación es el medio que se emplea para hacer llegar la ley a conocimiento de


los individuos. Responde a una razón lógica, cual es que no puede exigirse el
cumplimiento de una ley si no se proporciona el medio de conocerla.

La publicación de las leyes debe hacerse mediante su inserción en el Diario Oficial.

En casos especiales puede también usarse otra forma de publicación. En efecto, el


CC agrega "sin embargo, en cualquiera ley podrán establecerse reglas diferentes
sobre su publicación y sobre la fecha o fechas en que habrá de entrar en vigencia."
De acuerdo a esto la ley podría publicarse por bandos, carteles, o mediante su
inserción en algún otro tipo de publicación.

La importancia de la publicación radica, por un lado, en que desde la fecha de ella la


ley se entenderá conocida por todos y será obligatoria; y, por otro lado, la fecha de la
publicación en el Diario Oficial lo será también de la ley respectiva.

La entrada en vigencia de la ley se determina por la fecha de su publicación, sin


perjuicio de la excepción consagrada en el propio art. 7, en virtud de la cual una ley
puede disponer por si sola que no entrará a regir a contar de la fecha de su
publicación, sino un tiempo después, o bien que en una o mas provincias o regiones
del país entre a regir en una fecha, y en otras en una distinta.

Presunción de conocimiento de la ley (art. 8)

El art. 8 contiene una presunción de derecho de conocimiento de la ley: no se puede


alegar la ignorancia de la ley ni se admite prueba en contrario.

La presunción parte de un hecho conocido del cual se infiere otro, que se


desconoce. En este caso el hecho conocido es la publicación de la ley, hecho del
que se infiere otro desconocido, el que todas las personas tengan conocimiento de la
ley.

Una manifestación del art. 8 la encontramos en el art. 706 inc. final.

Es discutible que en realidad sea una presunción, sosteniéndose por algunos


autores, entre ellos el profesor RAMOS PAZOS, que, más que una presunción, se trata
de una ficción necesaria creada por el legislador, que justifica su existencia en virtud
del principio de la seguridad jurídica, ya que si admitiéramos que las personas
pudieran alegar ignorancia de la ley se produciría la anarquía.

Por otra parte, el profesor CORRAL afirma que la verdadera fundamentación del art. 8
no está ni en una presunción ni en una ficción legal, sino que en la fuerza obligatoria
de la ley. Lo que se busca evitar únicamente es que se pretenda eludir la ejecución
de la ley a pretexto de su ignorancia.

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Casos en que se podría alegar ignorancia de la ley

Se trata de casos que acostumbra a indicar la doctrina en que se puede alegar


ignorancia de la ley, pero no para excusarse de su cumplimiento, sino para otros
efectos, a saber:

a) Obligaciones naturales (art. 1470). Conforme a la citada disposición, no puede


pedirse la restitución en virtud de estas obligaciones si el pago se ha hecho
“voluntariamente” por el que tenía la libre disposición de sus bienes. Algunos han
sostenido, a contrariu sensu, que una persona podría exigir la devolución de lo
que hubiera pagado por una obligación natural, probando que ignoraba la ley que
no la constreñía a cumplir su compromiso.

Debe señalarse, no obstante, que hay una mayoría doctrinaria que sobre este
punto señala que quien paga una obligación natural paga verdaderamente una
deuda, aunque no sea perseguible judicialmente.

b) Nulidad absoluta. Conforme al art. 1683, puede alegarse la nulidad absoluta por
todo el que tenga interés en ello, excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado
el contrato sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba. Así, si una
persona no tuvo conocimiento de la ley en virtud de la cual el acto es considerado
nulo, le es permitido invocar la nulidad absoluta de dicho acto. Lo anterior, porque
nuestra jurisprudencia ha fallado que no basta el conocimiento presunto de la ley
del art. 8, sino que se requiere un conocimiento real y efectivo del vicio (RDJ,
Tomo 31, Secc. 1ª, pág. 337).

c) Pago por error de derecho. Según el art. 2297, “se podrá repetir (reclamar la
devolución) aun lo que se ha pagado por error de derecho, cuando el pago no
tenía por fundamento ni aun una obligación puramente natural”. Si una persona
paga una suma de dinero creyéndose obligada por la ley y luego descubre que la
ley no lo obligaba, y no hay obligación natural, puede exigir la devolución de la
suma pagada.

d) Dación de lo que no se debe. Según el art. 2299, “del que lo que no debe no se
presume que lo dona, a menos de probarse que tuvo perfecto conocimiento de lo
que hacía tanto en el hecho como en el derecho”. Aquí, la persona que dio algo
puede obtener su devolución probando que ella creía que la ley la obligaba a
darla, ya que no se presume su donación.

Un caso especial: el matrimonio putativo

Se ha sostenido que hay un solo caso en nuestra legislación en que podría


sostenerse la ignorancia de la ley para excusarse de su cumplimiento: es el
denominado “matrimonio putativo”, que es aquel matrimonio declarado nulo,
celebrado ante el Oficial del Registro Civil, y contraído de buena fe y con justa causa
de error por ambos o uno de los cónyuges. Este produce los mismos efectos civiles

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que el válido respecto del cónyuge en quien concurre la buena fe y la justa causa de
error (art. 51 y 52 Ley de Matrimonio Civil).

Algunos han sostenido que este error al que se refiere la ley no sería un error de
derecho, sino que sólo uno de hecho. Pero otros intérpretes llegan a la conclusión de
que el error a que se alude es tanto el de hecho como el de derecho. Por ejemplo, un
contrayente podría afirmar que ignoraba la ley que señalaba los impedimentos para
contraer matrimonio, existiendo, en ese caso, un error de derecho que excusaría el
cumplimiento de la ley.

Derogación de la ley (arts. 52 y 53)

La derogación de la ley es la privación de la fuerza obligatoria de una disposición


legal, sea que se reemplace o no por otro texto legal. También se le ha definido
como la cesación de la eficacia de una ley en virtud de la disposición o disposiciones
de otra ley.

La ley no puede ser derogada sino en virtud de otra ley de igual o superior jerarquía.
De esta manera, sólo al legislador le compete la función de derogación, no pudiendo
hacerlo las partes. Ni aun el desuso o el cese de las necesidades que motivaron la
dictación de la ley pueden producir la derogación de ésta.

Excepcionalmente, una ley podría perder su eficacia, sin que mediara otra ley, en
casos muy particulares, como dice la doctrina, "por causas intrínsecas". Tal sería
el caso de las leyes transitorias o las de expropiación una vez cumplidas.

Clases de derogación

1. En cuanto su forma (art. 52). Puede ser: a) expresa. Cuando el legislador en


términos formales y explícitos suprime la fuerza obligatoria de la ley (por ejemplo,
art. final CC); b) tácita, cuando la nueva ley contiene disposiciones que no
pueden conciliarse con las de la ley anterior. En este caso, se entiende que hay
derogación porque el legislador postula una nueva formula legal que,
precisamente por ser nueva, contradice a la ley precedente en términos
absolutos. Por ello debe concluirse que su intención es la de hacer desaparecer
la regla contenida en la norma antigua.

El art. 53 señala que el efecto de la derogación tácita es que deja vigente en las
leyes anteriores todo lo que no pugna con las disposiciones de la nueva ley,
aunque versen sobre la misma materia.

La disposición que en una nueva ley señala "derógense las disposiciones de tal
o cual norma que están en contradicción con las del presente texto" está de
sobra, pues sin ella igual se habría producido la derogación de tales normas. A
este tipo de derogación se la llama derogación tácita de formulación expresa.

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2. En cuanto a su extensión. Puede ser: a) total, en virtud de la cual queda sin


efecto todo un texto o cuerpo legal, toda una ley; b) parcial, cuando sólo se
derogan uno o más preceptos de un determinado cuerpo legal o de una ley.

3. Derogación Orgánica. Ésta ha sido aceptada en algunos casos por la


legislación chilena. Exige que la nueva ley reglamente o discipline toda una
materia de que se ocupaba una ley anterior, aun cuando entre las
disposiciones antiguas y las nuevas no exista incompatibilidad.

Algunos autores señalan que esta sería una forma de derogación tácita y total.
Su existencia se explica en que el legislador ha partido de un nuevo supuesto
para regular la materia de que se trata.

Derogación por inconstitucionalidad

Conforme al art. 94 inc. 3° parte II de la Constitución, “… el precepto declarado


inconstitucional en conformidad a lo dispuesto en los numerales 2, 4 ó 7 del artículo
93, se entenderá derogado desde la publicación en el Diario Oficial de la sentencia
que acoja el reclamo, la que no producirá efecto retroactivo”.

Destacamos en esta parte a la situación del N°7 antes referido, que se refiere a la
inconstitucionalidad declarada por el TC de un precepto legal declarado inaplicable
en conformidad al N°6 del art. 93 de la Constitución.

Según el profesor CORRAL, es discutible sostener que estamos en presencia de una


derogación, pues no ha intervenido el Poder Legislativo dictando una ley para tales
efectos. Más bien parece ser un cese de vigencia de la ley por causa de
inconstitucionalidad, que se asimila a la derogación para evitar que sus efectos
operen en forma retroactiva.

Causas intrínsecas que producen la cesación de eficacia de la ley

1. El transcurso del tiempo fijado para la vigencia de la ley


2. La consecución del fin que se propuso alcanzar
3. La desaparición de una institución jurídica o la imposibilidad de un hecho que era
el presupuesto necesario de la ley

Problemas en relación con la derogación de la ley

a) Problema de la derogación de la ley derogatoria. Este problema, que supone la


existencia de una derogación expresa, consiste en determinar si por tal
derogación de una ley derogatoria revive o no la ley primitiva.

La doctrina mayoritaria estima que no, salvo que expresamente y en términos


formales la última ley, que llamamos nueva, así lo estableciera. Si así ocurre, la
nueva ley recibe el nombre de ley restauradora.

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No podría concluirse que la ley derogada revive, mediante una labor


interpretativa por la cual se diga que el espíritu de la ley era revivir la ley
derogada. La razón de fondo aquí es que toda ley es una manifestación escrita,
formal, por tanto si nada dice la nueva ley la primitiva no revive. Tal principio
recibe aplicación en materia de derogación del testamento (art.1001).

b) Problema de la falta de uso práctico de una norma. En el proyecto del año ´53,
inspirado en la ley inglesa, se estableció que el desuso de una norma por más de
20 años producía su derogación. Tal idea no prosperó, no existiendo este tipo de
derogación hay en día. Es decir, el desuso de una ley carece de fuerza para
destruirla, ya que aun cuando la colectividad entera no la ocupe, dicha costumbre
no tiene fuerza obligatoria (art. 2).

c) La derogación en relación a la ley general y la ley especial. Es indudable que si


con posterioridad a una ley general se promulga una ley especial, ésta
prevalece sobre aquellas en todo lo que sean incompatibles. Esto resulta de la
mera aplicación de los principios generales de la derogación tácita.

Pero ¿qué pasa si a una ley especial le sucede una de carácter general? La
mayor parte de los tratadistas señalan que la ley general posterior no deroga la
ley especial anterior. Sin embargo, la minoría doctrinaria estima que esta es
una cuestión de interpretación, que se resuelve por el examen de la intención
legislativa, ya que es posible que la ley general posterior traduzca con
evidencia la determinación de someter a su imperio los casos que eran de
objeto especial.

d) Derogación por una norma jerárquicamente superior. La interrogante es la


siguiente: si se dicta una norma constitucional, las leyes anteriores que son
contrarias a ellas ¿deben considerarse derogadas? Esta pregunta tiene un
importante alcance práctico, ya que la derogación de la ley puede ser calificada
por los tribunales ordinarios, mientras que la inconstitucionalidad de la ley es
reservada al Tribunal Constitucional.

El profesor CORRAL estima que esta clase de conflicto no puede solucionarse por
el criterio cronológico que utiliza el mecanismo de la derogación, no obstante lo
cual se deben arbitrar las medidas para expulsar del ordenamiento las normas
inferiores que resultan ser contrarias a normas superiores.

Causas que no producen la derogación de la ley

1. El cambio de autoridades políticas o administrativas


2. El desaparecimiento del Estado, mientras el legislador del nuevo Estado no las
derogue expresamente.
3. La cesación de los motivos de hecho que determinaron la dictación de la ley.
4. La costumbre contra legem.

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SECCIÓN TERCERA:
LA INTERPRETACIÓN DE LA LEY

Interpretar la ley consiste en determinar el alcance o sentido de la norma jurídica


frente a situaciones jurídicas concretas en que dicha ley deba aplicarse. En la
interpretación, por ende, está incluida la aplicación de la ley.

Toda norma jurídica tiene un carácter general y abstracto que debe adaptarse a las
situaciones concretas. La norma jurídica no resuelve el caso particular, es abstracta,
y es por ello que debemos aplicarla al caso concreto.

Cuando queremos aplicar una norma será necesario interpretarla, aun cuando su
sentido sea claro, ya que debemos buscar siempre su verdadero sentido y alcance.
De lo contrario, deberíamos concluir que sólo cabe la interpretación respecto de
leyes dudosas, y las que aparecen claras no requerirían de esta labor. Ello no es así,
pues siempre debe buscarse el verdadero sentido y alcance de la ley. Todas las
normas jurídicas requieren de interpretación, no sólo las obscuras.

En base a lo dicho, podemos afirmar que no existe oposición entre aplicación e


interpretación de la ley, pese a que el art. 5 parece contraponerlas.

Cuándo se debe interpretar

1. En aquellos casos en que no se entiende su sentido, ya que él es dudoso o


contradictorio, siendo éste el caso más frecuente.
2. En aquellos casos en que la ley es ambigua, esto es, da dos o más soluciones.
3. Cuando la ley fuere insuficiente o no diere solución al caso planteado,
guardando silencio respecto al punto.
4. En general, como lo hemos venido diciendo, en todo momento, ya que siempre
deberá determinarse el verdadero sentido y alcance de la norma.

Sistemas de interpretación

El proceso, labor o arte de interpretación de la ley se denomina hermenéutica legal.


Para la realización de esta labor pueden darse las siguientes alternativas:

1. Sistema reglado. El proceso de interpretación es regulado por la ley, en el


sentido que ha sido el legislador el que ha entregado las normas al intérprete
para la realización de tal labor.

Se critica este sistema, pues constriñe la interpretación de la norma, pues no se


da libertad en la labor que se desarrolla. Sin embargo, este sistema evita la
subjetividad en la interpretación.

En Chile, éste es el sistema que se sigue. Encontramos las normas de los


arts.19 al 24 del CC; también en los arts. 25 y ss., que contienen definiciones

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legales. Aun más, en materias como el testamento y los contratos encontramos


más normas de interpretación (arts.1056 y 1560 y ss.).

2. Sistema no reglado. No se le dan al intérprete pautas a seguir en el desarrollo de


su cometido (como en Francia). Si bien este sistema da mas libertad al
intérprete, no es menos cierto que ello puede imprimir excesivo subjetivismo en
la labor de interpretación, lo que puede conllevar cierta inseguridad en las
personas, así como en la sociedad en general.

Debemos indicar que los tratadistas observan que siendo las normas de
hermenéutica legal meros principios filosóficos, son ellas más propias de un libro de
doctrina que de un cuerpo de legislación positiva.

Clasificación de la interpretación

1.- Según la fuente de cual emana o de quién hace la interpretación. a)


Interpretación doctrinal o privada, que es aquella que hacen los autores,
tratadistas y jurisconsultos; b) Interpretación de autoridad o pública. Esta última
puede ser, a su vez: b1) interpretación legal o auténtica, la que hace el propio
legislador cuando explica el sentido o alcance de una norma por medio de otra ley
(arts. 3 inc. 1º y 9 inc. 2º); b2) interpretación judicial, aquella que hace el juez en la
sentencia, cuando interpreta la ley para aplicarla a los hechos del juicio (art. 3 inc.
2º); b3) interpretación administrativa, que es aquella realizada por determinados
órganos de la Administración Pública en el ejercicio de sus funciones, como la
Contraloría General de la República.

2.- Según la obligatoriedad de la interpretación. a) General. Que se aplica a


todos los casos, como ocurre con la interpretación legal (art. 3 inc. 1º); b) Relativa.
Que sólo se aplica al caso concreto, como en la interpretación judicial, ya que el
efecto de la interpretación sólo alcanza a las partes del juicio (art. 3 inc. 2º).

En cuanto a la obligatoriedad de la interpretación doctrinal, en realidad no la tiene. La


fuerza de este tipo de interpretación reside en el grado de convicción que puedan
revestir los argumentos que señale el respectivo tratadista o jurisconsulto.

3.- Según la extensión del resultado a que se llega por medio de la


interpretación. a) Interpretación declarativa. Es aquella que se limita a comprobar
que la letra de la ley corresponde al pensamiento del legislador. Por ejemplo, el art.
74 inc. 1º. La inteligencia de la ley quedará fijada simplemente con explicar los
conceptos que denotan las palabras “separada completamente de su madre”; b)
Interpretación restrictiva. Es aquella en que se concluye que el pensamiento del
legislador es más estrecho que el que significan sus palabras. Por ejemplo, la Ley de
Bolonia que condenaba a muerte todo el que derramaba sangre en la plaza pública.
Un día, a un individuo le dio una hemiplejía en la plaza, por lo que fue sangrado allí
mismo por un barbero: ¿habrá incurrido en la pena este último? No; c)
Interpretación extensiva. Es aquella en que se establece que el pensamiento del
legislador es más amplio que lo que dicen las palabras en que lo ha expresado. Por

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ejemplo, art. 2205, que se ha entendido que es aplicable no sólo al contrato de


mutuo, sino a todo contrato que implique crédito de dinero a favor de otro. Este
último tipo de interpretación es aceptada en la doctrina en general, salvo cuando se
trata de normas y reglas que se refieran a las incapacidades, solemnidades y
prohibiciones.

4.- Según su objeto. a) Interpretación propiamente tal. Es la que busca


desentrañar el sentido y alcance de una o más normas del ordenamiento jurídico; b)
Interpretación integrativa o integración. Cuando se intenta buscar una solución
para un caso que no ha sido contemplado por ninguna norma (vacío legal). Si bien
algunos estiman que es más bien una creación jurídica, se puede sostener que
existe interpretación, pero del ordenamiento jurídico, para obtener el criterio
normativo que deberá aplicarse a un caso no regulado.

5.- Según el método utilizado. a) Interpretación literalista o exegética. La que


asume que el factor decisivo para conocer el sentido y alcance de la norma es el
significado gramatical de las palabras que la componen; b) Interpretación finalista.
La que busca esclarecer el sentido o alcance de la norma recurriendo a su finalidad
o espíritu; c) Interpretación sociológica. La que busca esclarecer el sentido o
alcance de la norma dando primacía a la realidad social a la que debe aplicarse.

Teorías sobre la interpretación de la ley

Nos estamos refiriendo a las distintas concepciones o escuelas que doctrinalmente


se conocen y que nos tratan de explicar el cómo debe desarrollarse la labor de
interpretación, es decir, cómo debe realizar la interpretación el juez al aplicar la ley al
caso concreto. Dentro de estas diversas concepciones o escuelas, distinguimos
entre otras:

1. Escuela del método lógico tradicional. Este método pretende buscar la voluntad
de la ley al momento de ser redactada y promulgada. Concentra la búsqueda de
la intención del legislador en los textos legales, en sus palabras, antecedentes y
motivos. Para ello recurre a la explicación gramática de la ley, a los trabajos
preparatorios de la misma, a la conjetura (juicio probable sobre la verdadera
intención del legislador) y a otros procedimientos lógicos basados en el raciocinio
(analogía, a contrario, etc.). Este es el que utiliza nuestro Código.

2. Escuela del método positivo teleológico. Según este método, las normas jurídicas
tienen un fin práctico. Éste es el que debe indagar el intérprete y no la voluntad o
intención del legislador, que pudieren no coincidir con aquel fin.

3. Escuela de la evolución histórica. Dictada la ley, ésta adquiere independencia de


la voluntad del legislador y, por tanto, como ella no expresó mas que la voluntad
legislativa del momento en que se dictó, para aplicar la ley en el futuro habrá que
adaptarla a las necesidades sociales de ese momento. A este método también se
le denomina "de la voluntad de la ley".

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Se asevera que la interpretación se debe ir adaptando a la evolución de la


sociedad. Con este método, la ley no sería más que la expresión de un estado
social de un momento determinado, que es aquel en que se dictó.

4. Escuela de la libre interpretación científica. Representa una conciliación de los


sistemas 1 y 3 anteriores. En efecto, conserva del sistema tradicional el apego a
la ley, de manera que si la cuestión está solucionada en la ley, debemos aplicar
la norma establecida. Pero si el acto no encuentra solución en el texto legal, el
juez determina el sentido del precepto recurriendo a los elementos que le
entregan las ciencias, sea la historia, la economía, política, sicología, etc. El juez
será libre de investigar, pues no estará sujeta a ninguna autoridad en la
búsqueda de la norma. Él desarrolla una labor no sujeta a pautas y en forma
científica.

INTERPRETACIÓN JUDICIAL

Es aquella que emana de las sentencias de los tribunales de justicia. Su fuerza


obligatoria es muy limitada, ya que por regla general sólo alcanza a los litigantes (art.
3 inc. 2º).

El Código Civil, en los arts. 19 a 24, señala a los jueces las normas con arreglo a las
cuales debe descubrir el sentido y alcance de la ley, los cuales comúnmente se
llaman “Elementos de Interpretación de la Ley”. Pese a que preferimos hablar de
reglas de interpretación de la ley, las trataremos a la usanza tradicional, aunque
recientemente se han editado obras que prefieren no utilizar tal expresión.

Elementos de interpretación de la ley

Los arts.19 al 24 del CC nos señalan las reglas de interpretación a los cuales debe
recurrir el juez. De allí que nuestro sistema se clasifique como reglado, ya que es la
ley la que señala las reglas y pautas que deberán usarse cuando se intérprete la ley,
por medio de la labor de hermenéutica legal.

Los elementos son el gramatical, histórico, lógico y sistemático.

El profesor GUZMÁN BRITO nos enseña que debe descartarse la influencia de Savigny
en esta materia, pese a que el gran jurista alemán señala a esos cuatro elementos
en su concepción de interpretación de la ley. Indica que el Código Civil chileno no
conoce “elementos de interpretación” ni algún orden entre éstos, ya que concibe al
acto interpretativo como unitario y lo único que descompone es su objeto: la ley, que
mira como un complejo de tenor literal, sentido, espíritu e intención, cuya adecuada
congruencia toca al intérprete descubrir.

En sentido similar se plantea CORRAL, al sostener que no hay forma de comprender


adecuadamente un precepto legal sólo recurriendo al análisis gramatical de la
norma, sino que debe conocerse su finalidad, contexto, la intención del legislador,
etc.

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1. Elemento gramatical (arts.19 inc.1º, 20 y 21)

Si interpretar implica determinar el sentido o alcance de un precepto, este elemento


implica que habrá que buscarlo en las palabras de que se haya valido el legislador.
Las palabras son el medio a través del cual al legislador se comunica con nosotros y,
por ende, es en el lenguaje donde encontraremos las respuestas.

a) El sentido de la ley (art. 19 inc. 1°). La primera operación que se debe realizar es
el determinar el sentido de la ley, a través de las palabras que se hayan
empleado. Si el sentido es claro, no sería necesario recurrir a los otros elementos
para determinar el alcance, pues éste aparecería determinado por el significado
de las palabras, o sea, su tenor literal.

Puede ocurrir que los términos utilizados por el legislador fuesen claros, y que, no
obstante ello, el sentido de la disposición sea obscuro. Lo importante aquí es que
cuando el sentido de la ley es claro no se desatenderá su tenor literal, lo que no
es lo mismo que decir que las palabras sean claras.

Debe consignarse, como lo advierten GUZMÁN BRITO y BARRIENTOS GRANDÓN, que


el “sentido de la ley” y “tenor literal” constituyen nociones diversas, de cuya
relación pueden surgir tres supuestos: que el sentido de la ley y el tenor literal
sean coincidentes; que el sentido de la ley sea más amplio que su tenor literal; y
que el sentido de la ley sea más restringido que su tenor literal. Pues bien, de los
arts. 19 inc. 1° y 23 (en especial de aquella parte que indica que la extensión de
la ley se determina por su “genuino sentido”) se desprenden los criterios sobre los
cuales se deben resolver estos supuestos, fundados en un mismo principio: el
“sentido de la ley” es el que determina la “extensión” que debe darse al “tenor de
la ley”.

b) El sentido natural y obvio (art. 20). Esta norma nos dice que las palabras de la ley
se entenderán en su sentido natural y obvio, y éste, según nuestra jurisprudencia,
es aquel que determina al diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua.

Pero, y así lo entiende la norma, éste puede no ser el significado legal correcto,
sino aquel que determine el uso general de las mismas palabras, que
corresponde al significado que se le atribuye al término en el medio social.

En todo caso, y como lo indica la parte final de la norma, si el legislador ha


definido expresamente las palabras para ciertas materias, se les dará en estas tal
significado legal. Prevalece entonces la definición que hubiere dado el legislador,
frente al sentido natural y obvio que pudiese tener la expresión verbal en
cuestión. En los arts. 25 y ss. encontramos definiciones legales de palabras de
uso frecuente.

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Derecho Civil Introductorio
Dr. Carlos Céspedes M.

c) Las palabras técnicas (art. 21). De esta norma se aprecia que para dar el
verdadero sentido a la palabra no basta con estar al sentido que le den los que
profesen la respectiva ciencia o arte, sino que habrá que analizar si se ha tomado
o no en un sentido diverso por el legislador, para lo cual habrá que considerar la
época de dictación de la norma. Por ejemplo, la palabra demencia es una palabra
técnica que se refiere a cierto tipo específico de enfermedad mental. Pero se ha
entendido que el legislador no la toma en este sentido especial, sino que para
referirse a todas las enfermedades que privan de razón a la persona.

2. Elemento lógico (arts.19 inc. 2º y 22 inc. 1º)

Este elemento busca el sentido, alcance o inteligencia de la norma recurriendo a su


intención o espíritu, claramente manifestada en ella misma (art. 19 inc. 2°) En efecto,
una ley puede estar mal redactada, contener modismos desusados, pero si su
intención o espíritu es claro, sea en ese artículo, sea en otro de la misma ley, debe
imponerse el espíritu de la ley.

El profesor CORRAL enseña que la ratio o espíritu de la ley es la finalidad que ella
pretende obtener por medio de su aplicación a casos concretos.

Profundizando, GUZMÁN BRITO señala que los enunciados “intención” y “espíritu” no


son sinónimos. La intención es la voluntad o ánimo del legislador. En cambio, el
espíritu es la razón que explica la ley o que movió al legislador a dictarla. Esta
distinción se basa en que existen ciertas leyes que son el resultado del ejercicio de
una opción legislativa, ante varias alternativas todas equitativas y racionales (por
ejemplo, las que establecen plazos o solemnidades). Aquí el espíritu o razón de la
ley es igualmente válido para todas las alternativas posibles, por lo que no puede
hablarse de una razón inmediata o invariable. Por lo tanto, aquí, la intención
(voluntad) debe prevalecer ciertamente al espíritu (razón).

Lo que se persigue es buscar la voluntad y razón que ha determinado la existencia


de la ley; pero no cualquiera, sino una suficientemente conocida, que es aquella
deducida de motivos manifiestos. Pues bien, esa manifestación no emana de
cualquier parte tampoco, sino que sólo de la misma ley o de la historia fidedigna de
su establecimiento.

Para ello se sirve, además, del contexto de la ley (art. 22). El contexto de la ley es el
enlazamiento de sus diversas partes; natural es presumir que éstas no sean
contradictorias, pues forman parte de un mismo todo. Así, si en un artículo una
disposición puede ser tomada en dos sentidos y en otro precepto se parte de la base
de uno de esos sentidos, la duda sobre el espíritu del legislador desaparece,
aplicando la presente regla de interpretación.

3. Elemento histórico (art.19 inc. 2º)

Este elemento nos invita a buscar la historia del establecimiento de la ley, tanto en
los proyectos e iniciativas de ley como en las opiniones de esa época. El autor RUZ

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Derecho Civil Introductorio
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LÁRTIGA enseña que se persiguen dos objetos a través de este elemento: a) indagar
el Estado de Derecho existente al momento de la dictación de la ley; y, b) conocer
los antecedentes históricos de esa ley.

Cabe consignar que el recurso a la historia fidedigna de su establecimiento lo es sólo


para determinar la intención o espíritu de la ley y no para buscar directamente la
voluntad del legislador.

GUZMÁN BRITO pone énfasis que el adjetivo “fidedigna” es una forma que tiene el
Código Civil de insistir en la certidumbre de la constancia o manifestación del espíritu
o de la intención. La historia del establecimiento de la ley debe ser digna de fe.

Esta historia fidedigna la encontramos en el mensaje de la ley, el debate ocurrido en


las salas o en las cámaras y las mociones parlamentarias, entre otras.

4. Elemento sistemático (arts. 22 inc. 2º y 24)

Aquí se parte del supuesto de que toda norma forma parte de un sistema legal,
sistema dentro del cual debe existir armonía. La totalidad del ordenamiento de un
país debe ser un cuadro armónico y lógico de textos legales. Por ello se dice que “los
pasajes obscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes,
particularmente si versan sobre un mismo asunto”.

Este elemento se parece al lógico, en el sentido que busca el sentido y contenido de


la norma en su contexto, pero aquí la labor de armonización y concordancia de la ley
es más amplia aun, ya que se extiende a todo el ordenamiento jurídico.

El fundamento de este elemento está en que las normas que forman parte de un
ordenamiento jurídico determinado, en cierto momento histórico, obedecen a una
idea de unidad jurídica, y es en esa unidad donde deberá encontrarse el recto
sentido de la norma que nos aparece como obscura y ambigua.

Este elemento se sirve, además, del espíritu general de la legislación (art. 24).
Estaría constituido por una serie de principios que la informan y le dan su
estructura básica.

Otras reglas de interpretación de la ley

a) El espíritu general de la legislación (art. 24). Está constituido por una serie de
principios que informan al sistema informan y le dan su estructura básica.
Serían tales el facilitar la circulación de los bienes, proteger los derechos de los
incapaces, la publicidad de los actos jurídicos, la autonomía de la voluntad, etc.

Estos grandes principios sirven para ilustrar los pasajes oscuros de la norma,
ya que, enfrentado a desentrañar su genuino sentido, deberá preferirse aquel
que se ajuste a estos principios.

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Derecho Civil Introductorio
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Nuestro CC supone que así como cada ley tiene su ratio o espíritu, el
ordenamiento jurídico también posee una ratio o espíritu general, que será
necesario tomar en cuenta para aclarar la ratio o finalidad particular de cada
ley.

GUZMÁN BRITO señala que el espíritu general de la legislación significa la razón


de ser o finalidad objetiva de una cierta generalidad de la legislación; y que no
puede confundirse con los “principios generales del Derecho”, que son
principios objetivos y no razones o finalidades adoptadas.

Conforme al tenor del art. 24, sólo tendría aplicación subsidiaria, pues lo sería
“en los casos a que no pudieren aplicarse las reglas de interpretación
precedentes”.

b) La equidad natural (art. 24). Esta regla de interpretación también es de


aplicación subsidiaria, como la recién tratada.

Como explica GUZMÁN BRITO, el concepto de “equidad natural” se opone al de


“equidad civil”, que sería aquella que confiere su entidad a cada singular regla
de derecho positivo vigente en Chile. Según este mismo jurista, el concepto de
“equidad natural” que entendía Bello era aquel equivalente a la aequitas
constituta (equidad constituida) y que se identificaba con el Corpus Iuris Civilis,
que es “el depósito más seguro de la equidad”. BARROS BOURIE indica que se
asocia a la práctica romana de argumentar sobre la base de lo justo, lo debido
en cada caso, en el marco de una analogía iuris que atiende a las valoraciones
del derecho en su conjunto.

El profesor GUZMÁN BRITO señala que este concepto, además, debe nutrirse de
las enseñanzas de la Ciencia Jurídica desde la codificación hasta el presente,
como también de la legislación extranjera.

Sin embargo, como explica BARRIENTOS GRANDÓN, nuestra jurisprudencia no la


ha entendido así, sino que la ha hecho sinónima de aequitas rudis, es decir, de
una equidad que aún no se ha constituido en Derecho y a la que suele
otorgársele un carácter corrector de rigor de la ley. Y así se ha resuelto que la
equidad, en su sentido natural y obvio, significa “justicia natural por oposición a
la letra de la ley positiva”.

En consecuencia, si una ley puede tomarse en dos sentidos y conforme a las


reglas anteriores (arts. 19 a 23) no se puede determinar el genuino, el juez se
inclinará por la que parezca más conforme a la equidad natural.

Además, la equidad rige los casos que constituyen lagunas de la ley, es decir,
aquellas situaciones o hechos de la vida real no previstos ni en la letra ni el
espíritu de la ley. De acuerdo al Código de Procedimiento Civil, en defecto de las
leyes, las sentencias deben enunciar los principios de equidad con arreglo a los
cuales se pronuncie el fallo (170 Nº5 CPC).

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Derecho Civil Introductorio
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Eso sí, frente a este último, hacemos la prevención que el art. 24 sólo hace
referencia a pasajes oscuros o contradictorios, de lo que se podría concluir que la
equidad natural podrá recibir aplicación sólo en estos casos, y no cuando
estemos frente a un vacío legal.

c) La extensión de la ley (art. 23 segunda parte). Conforme a esta regla, “la


extensión que deba darse a toda ley se determina por su genuino sentido y
según las reglas de interpretación precedentes”.

GUZMÁN BRITO destaca tres ideas importantes: 1) toda ley tiene una extensión; 2)
la extensión dice relación con ampliar o restringir el alcance de la ley; y, 3) la
extensión de la ley viene dada “por su genuino sentido” y “según las reglas de
interpretación precedentes”. Así, lo que hace el art. 23 es reafirmar la idea del
“genuino sentido legal” como determinador de la extensión de la ley, al que ya se
había ocupado en el art. 19 inc. 2°, al referirse a los “superiores reguladores del
sentido”, que son la intención y el espíritu, siempre que consten claramente.

d) Lo favorable u odioso de una disposición (art. 23 primera parte). “Lo favorable u


odioso de una disposición no se tomará en cuenta para ampliar o restringir su
interpretación”. Esta norma tiene un fundamento histórico, ya que en tiempos
pasados lo que resultaba odioso o desfavorable restringía el alcance del
precepto, mientras que si el resultado era favorable se aceptaba su sentido o
alcance, lo que condujo a abusos e injusticias.

GUZMÁN BRITO enseña que esta regla no es más que una consecuencia lógica de
la regla de la extensión de la ley: “lo favorable u odioso de una disposición no
puede tomarse en cuenta para ampliar o restringir su interpretación; pero no sólo
eso queda excluido, sino cualquier otro criterio extrínseco, diferente al sentido,
como, por ejemplo, que tal materia es de “derecho estricto”.

e) La especialidad de la ley (art. 4). Implica aceptar que las disposiciones


contenidas en códigos especiales se van a aplicar con preferencia a las del
Código Civil. BARRIENTOS GRANDÓN indica que no obstante que el texto del art. 4
parece aplicar el principio sólo en lo relativo a los códigos especiales, la
jurisprudencia la ha aplicado también en los supuestos de contradicciones
contenidas tanto en una misma ley como en distintas leyes.

Conforme a este principio, existiendo un conflicto entre una ley general y


especial, prevalece y se aplica la ley especial (por ejemplo, art. 1801).

Se acostumbra a decir que el art. 13 constituye una manifestación del principio de


la especialidad. Así lo ha entendido la jurisprudencia, aunque pareciere limitarlo
sólo a los conflictos entre disposiciones de una misma ley, ya que la controversia
entre leyes distintas se puede solucionar con el criterio de la temporalidad (la ley
posterior deroga a la anterior).

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Sin embargo, GUZMÁN BRITO señala que el art. 13 se refiere a la siguiente


situación: no existe un conflicto entre dos leyes que resuelven
contradictoriamente un mismo caso, sino que se trata de dos leyes que,
comparadas en abstracto, nada de contradictorio ofrecen; pero que al coincidir en
un único caso, se hacen aparentemente incompatibles. En este caso, se debe
aplicar la ley más peculiar y más próxima al caso.

Orden de aplicación de las reglas de interpretación

Esta materia no ha sido regulada por la ley.

GUZMÁN BRITO concibe al acto interpretativo como unitario y lo único que


descompone es su objeto: la ley, que mira como un complejo de tenor literal, sentido,
espíritu e intención, cuya adecuada congruencia toca al intérprete descubrir. En el
mismo sentido se pronuncia CORRAL.

RODRÍGUEZ GREZ, por su parte, establece un orden en la aplicación de los elementos


y reglas de la interpretación judicial:

1. Elemento gramatical. En esta fase, se descompone el contenido literal de la


norma, distinguiendo las palabras de uso corriente, de significado legal y aquellas
que el legislador utiliza en su sentido científico o técnico (primera subfase de
interpretación formal)

2. Otros elementos. Si aplicado el elemento gramatical se concluye que todavía la


norma es oscura, contradictoria o ambigua, debe recurrirse indistintamente al
elemento histórico, lógico o sistemático, dando a la norma el sentido que extraiga
al usar cualquiera de ellos (segunda subfase de interpretación formal).

3. Otras reglas. Si aún no se logra indicar el sentido de la norma con los elementos
indicados, deberá interpretarse aplicando el espíritu general de la legislación y la
equidad natural (tercera subfase de interpretación formal, denominada también
subfase de conclusión o clausura)

Como aproximación general, se acostumbra a enseñar que no hay un orden


determinado, pero pareciera en todo caso que el elemento sistemático se aplicaría
en defecto de los otros elementos, mientras que el elemento gramatical sería el
primero en aplicarse. En todo caso, en general, se usa más de un elemento de
interpretación.

No obstante, debe destacarse que hubo recursos de casación que declararon


infringidos los artículos 19 a 24 del Código Civil, lo que nos indicaría que todas las
reglas se aplican conjuntamente.

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Derecho Civil Introductorio
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INTERPRETACIÓN LEGAL O AUTÉNTICA

Es aquella que realiza el propio legislador en virtud de una ley que se denomina ley
interpretativa. Ley interpretativa es aquella que tiene por objeto aclarar el sentido
oscuro o ambiguo de un precepto. La finalidad de esta ley es aclarar la inteligencia o
alcance de dicho precepto, no hacer una nueva declaración de ella.

A diferencia de la interpretación judicial, el legislador no está sometido a ninguna


normativa especial al realizar esta labor de hermenéutica, como tampoco se le
señala una oportunidad para hacerlo. En este sentido, la interpretación judicial se
produce a instancia de las partes y frente a un problema que se ha puesto en manos
del juez para su resolución (art. 10 COT). El juez no puede interpretar en abstracto,
sino que para el caso concreto.

Fuerza obligatoria de la interpretación auténtica

La interpretación auténtica, al estar contenida en la ley, tiene una obligatoriedad


general. Al respecto, el propio art. 3º inc.1º señala que “sólo toca al legislador
explicar o interpretar la ley de un modo generalmente obligatorio”.

En cambio, el alcance de la interpretación judicial queda circunscrito a la causa en


que se pronunciare, como lo señala el inc. 2º de la misma norma, al decir que las
sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de las causas en que
actualmente se pronunciaren. La sentencia tiene un efecto relativo, ya que ella sólo
afecta a las partes que intervienen en el asunto. Este tipo de interpretación, incluso,
no obliga al propio juez o a otros jueces.

Problema de retroactividad de la ley interpretativa (arts. 3º y 9º inc. 2º)

Una ley tiene efecto retroactivo, hablando en términos muy generales, cuando
somete hechos pasados a su imperio.

Puede suceder que dos personas celebren un contrato entendiendo la ley en un


sentido dado y que la ley interpretativa declare que la ley tiene otro sentido:
¿afectará a las partes el pronunciamiento de la última ley? Sí, porque ésta se
considera incorporada a la ley interpretada y sus preceptos son obligatorios a contar
de la fecha de esta última.

Por lo anterior, algunos dicen que jurídicamente no hay retroactividad, sino sólo una
aparente o de hecho. Otros sostienen que es pura ficción la pretensión de borrar el
lapso que separa a la ley interpretada de la interpretativa y reputar el sentido de la
primera conforme al que le fijó la segunda a partir de la fecha de aquella.

En conformidad al inc. 2º del art. 9, la ley interpretativa, por una ficción, se entiende
incorporada en la ley interpretada, de manera que los actos acontecidos antes de la
vigencia de ella quedan igualmente bajo su imperio. Pero esta regla tiene

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limitaciones, en las cuales no tiene aplicación: a) en el caso de la sentencia


ejecutoriada, en atención al principio de la cosa juzgada; b) en caso de estar en
presencia de una transacción, por los arts.2460 y 2446.

Para que una ley tenga este carácter no es necesario que se diga expresamente. En
todo caso, si una ley es calificada por el legislador de interpretativa, pero de hecho
no lo es, no se entenderá incorporada en la ley interpretada, produciendo sus efectos
sólo hacia el futuro.

AFORISMOS LEGALES Y JURÍDICOS

Estos aforismos se han formado en la práctica del foro, y los emplea tanto la doctrina
como la jurisprudencia. Se les cita, generalmente, con fórmulas latinas que les dieron
los antiguos juristas. No son reglas obligatorias ni tienen un carácter absoluto, pero
su uso conviene, en cierto modo, a las reglas de interpretación que da la ley.
Particularmente podríamos decir que tienen cabida en el elemento lógico.

A continuación, citamos a los principales:

1. Argumento de analogía o “a pari”. Se expresa en el adagio que dice que "donde


existe la misma razón debe existir la misma disposición".

La analogía puede ser utilizada tanto para interpretar como para integrar la
norma jurídica.

Como medio de interpretación consiste que, frente a un texto legal, si hay


vacilación entre dos o más posibilidades, se debe elegir aquella que sea similar o
equivalente a otra que da el legislador para una situación parecida. Es decir, el
alcance jurídico de una norma lo determinamos por el sentido de otras
disposiciones que regulan una situación jurídica semejante.

Como medio de integración, consiste en aplicar la ley prevista para una


determinada hipótesis a otro supuesto no previsto, pero semejante. Se requiere:
a) dos casos semejantes; b) un caso previsto por el legislador y otro que no lo ha
sido; c) que exista la misma razón de justicia en ambos.

Se distinguen dos tipos de analogía. Por una parte, la analogía legal (analogia
legis), que busca la solución aplicable en otra disposición legal o en un complejo
de disposiciones legales. Y, por otra, la analogía jurídica o de derecho (analogia
iuris), que busca la solución en todo el conjunto de la legislación vigente, o sea,
del sistema legal todo. En otras palabras, no es más que el espíritu general de la
legislación o los principios generales del ordenamiento jurídico vigente, los que
están implícitos como supuestos lógicos del derecho positivo.

La analogía tiene límites. Hay materias en las que no opera, como en el Derecho
Penal, ni para restringir las garantías constitucionales. Tampoco se aplica a las

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incapacidades, solemnidades, prohibiciones, debido a que tales situaciones son


de derecho estricto, no admitiendo la interpretación analógica. Así, por ejemplo,
no hay más incapacidades que las que señala la ley, de modo que por similar
que sea la condición de un individuo en relación a una incapacidad señalada en
la ley, no se le puede hacer extensiva por la vía de la analogía.

2. Argumento de contradicción o “a contrario sensu”. Se expresa en las siguientes


frases “incluida una cosa se entienden excluidas las demás”, o, “quien dice de
uno niega de los otros”. Debe utilizarse con cautela, pues el silencio del
legislador nada prueba.

3. Argumento “a fortiori”. Consiste en extender la aplicación de la ley a un caso no


previsto por ella, cuando existan poderosas razones para aplicarla. Se sintetiza
en dos fórmulas: a) “el que puede lo más, puede lo menos” (argumentum a
maiori ad minus); y, b) “al que le está prohibido lo menos, con mayor razón le
está prohibido lo más” (argumentum a minori ad maius).

Puede suceder, en todo caso, que a quien le esté prohibido lo menos no le esté
prohibido lo más. Por ejemplo, el art. 2143 en materia de mandato, donde la
facultad de hipotecar no comprende la de vender, y viceversa.

4. Argumento de no distinción. Se expresa en el adagio "donde la ley no distingue


no le es lícito al interprete distinguir". Por ejemplo, según el art. 1796 es nulo el
contrato de compraventa entre cónyuges no separados judicialmente. No le
corresponde, por ende, al juez investigar si están separados de bienes o alguna
otra circunstancia.

5. Argumento del absurdo (per absurdus). Debe rechazarse toda interpretación que
conduzca a una interpretación absurda, ya que, de lo contrario, sería negar el
sentido de la propia ley.

SECCIÓN CUARTA:
EFECTOS DE LA LEY

Los efectos de la ley pueden estudiarse en base a diversos factores:

1. En cuanto a la sanción, que ya lo estudiamos al analizar la clasificación de las


leyes en imperativas, prohibitivas y permisivas.

2. En cuanto al tiempo

3. En cuanto al territorio

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SUBSECCIÓN 1
EFECTOS DE LA LEY EN EL TIEMPO

Generalidades

La esfera normal de aplicación de las normas jurídicas la determina, por una parte, el
territorio en donde ha de aplicarse, y, por otra parte, el tiempo que media entre el día
en que empieza a regir y aquél en que cesa su fuerza obligatoria.

En cuanto a la eficacia en el tiempo de la ley, puede ocurrir que una relación jurídica
constituida bajo el amparo de una norma se le aplique retroactivamente los
preceptos de otra ley posterior. Se producen, así, colisiones de leyes entre una
antigua y una nueva. Para evitar ello, el legislador ha establecido reglas especiales
para resolverlos. La circunstancia anterior se le conoce en doctrina por algunos
como “colisión de las leyes en el tiempo”, por otros como “retroactividad o
irretroactividad de la ley” y por otros como “efectos de la ley en el tiempo”.

Distinción de tres períodos

Respecto de la vigencia y obligatoriedad de la ley, pueden distinguirse tres períodos:

1. El que media entre su entrada en vigor y su derogación


2. El anterior a su entrada en vigor
3. El posterior a su derogación

Situación normal

Normalmente, la ley se hace obligatoria desde su publicación en el Diario Oficial


hasta su derogación. Indudablemente regirá todas las situaciones jurídicas que se
realizan en este período.

Decimos normalmente, porque:

a) sabemos que la ley puede establecer una fecha distinta para su entrada en
vigencia, pese a estar ya publicada. Esta situación se denomina vacancia legal,
que es el período que media entre su publicación y su entrada en vigor, época en
la cual no produce sus efectos.

b) existen algunos supuestos en que una ley se aplica pese a estar derogada, que
estudiaremos más adelante. Esta situación se denomina ultra-actividad o
supervivencia de la ley.

Principio básico de la aplicación de la ley en el tiempo

El problema se presenta con respecto a las situaciones jurídicas que han nacido al
amparo de la ley antigua, pero que vienen a producir sus efectos bajo el amparo de
una ley nueva. En estos casos, ¿qué ley aplicamos: la antigua o la nueva?

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Aquí, el art. 9 inc. 1º nos da una solución universalmente aceptada: “la ley puede
sólo disponer para lo futuro, y no tendrá jamás efecto retroactivo”.

Este principio se justifica tomando como base la seguridad jurídica y la estabilidad de


los derechos, puesto que ellos aconsejan que la ley no se remonte a una época
anterior a la de su vigencia.

Según COLIN Y CAPITANT, esta norma encierra dos reglas: a) la ley dispone para el
porvenir. Rige todas las situaciones jurídicas que se produzcan en adelante; y, b) la
ley nada dispone sobre las situaciones jurídicas pasadas. Esta última regla
constituye el principio de la irretroactividad de la ley.

Concepto de retroactividad

Se le ha definido como “la prolongación de la aplicación de la ley a una fecha


anterior a la de su entrada en vigor”. Según se ha sostenido por algunos, es una
ficción de preexistencia de la ley.

Debe indicarse que como la regla general es la irretroactividad de la ley, la


retroactividad presenta dos características: 1) debe ser expresa; 2) es de derecho
estricto, por lo que debe interpretarse en forma restrictiva.

Efecto retroactivo de la ley y efecto inmediato

Cuando la nueva ley alcanza con sus efectos al tiempo anterior a su entrada en
vigor, ingresando en el dominio de la norma antigua, se dice que la ley tiene efecto
retroactivo, puesto que la ley vuelve sobre el pasado.

El efecto inmediato debe considerarse la regla general: la nueva ley rige solamente
desde el día en que entra en vigor. La ley nueva no permite la subsistencia de la ley
antigua.

¿Quién está obligado por el principio de la retroactividad?

1. ¿Estará obligado el juez? Claramente, pues el art. 9, como toda ley, es obligatoria
para él.

2. ¿Estará obligado el legislador? No, porque la irretroactividad está consagrado en


una ley, cual es el Código Civil, y el legislador está sujeto a la Constitución
Política.

Limitaciones al legislador

No obstante lo dicho, que es sólo aplicable a materia civil, dentro de la Constitución


Política de la República el legislador encuentra límites a su posibilidad de dictar leyes
con efecto retroactivo, no pudiendo hacerlo respecto de las siguientes materias:

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a) Derecho de propiedad. Nadie puede ser privado de su propiedad, conforme al


artículo 19 Nº24 de la Constitución, sin perjuicio de la función social de la misma.
O sea, el legislador no puede dictar leyes retroactivas que priven a las personas
del derecho de dominio que ostentan.

b) Responsabilidad penal. Conforme al art.19 Nº3 de la Constitución, “ningún delito


se castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada con
anterioridad a su perpetración, a menos que una nueva ley favorezca al
afectado”.

c) Situaciones jurídicas amparadas por la cosa juzgada. Ninguna ley puede alterar
los efectos de sentencias firmes y ejecutoriadas (art. 76 inc. 1° Constitución).

Disposiciones transitorias

Debemos indicar que, normalmente, para evitar los conflictos entre la ley antigua y la
ley nueva, el legislador dicta las denominadas disposiciones transitorias, a objeto de
determinar los efectos precisos que la ley nueva debe producir en las situaciones
jurídicas originadas con anterioridad a su entrada en vigencia.

Teorías sobre la determinación del efecto retroactivo

Cuando no existen las disposiciones transitorias en la nueva ley, es el juez el


llamado a precisar los límites de la nueva norma con respecto a los hechos pasados.
Y ha de hacerlo, según el artículo 9, de tal modo que no le dé efecto retroactivo.
¿Qué criterios o principios le servirán de guía para lograr este objetivo?

Hay varias teorías, respecto de las cuales nos vamos a referir a:

a) Teoría clásica de los derechos adquiridos y de las meras expectativas


b) Teoría Moderna de PAUL ROUBIER o de las situaciones jurídicas

1. Teoría clásica de los derechos adquiridos y de las meras expectativas

Su origen se encuentra en la teoría de BLONDEAU, expuesta en su obra denominada


“Ensayo sobre el llamado efecto retroactivo de las leyes”. A esta teoría le dio una
sólida construcción orgánica el autor LASALLE, en su libro “Sistema de los derechos
adquiridos”. Su último brillante defensor y elaborador es el italiano GABBA, con su
obra “Teoría de la retroactividad de la ley”. Hasta principios del Siglo XX contaba con
la adhesión casi unánime de la doctrina y la jurisprudencia.

Esta teoría postula que una ley es retroactiva cuando lesiona intereses que para sus
titulares constituían derechos adquiridos bajo la ley anterior, pero no es retroactiva la
ley cuando sólo lesiona meras facultades legales o simples expectativas.

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Esto nos lleva a conocer que se entiende por derechos adquiridos, facultades legales
y simples expectativas:

a) Derecho adquirido. Aunque se señala que el concepto no es claro, podría


entenderse como aquél que se ha incorporado definitivamente al patrimonio de
un sujeto por un hecho o un acto de un hombre. En definitiva, para PLANIOL es
un derecho definitivo del cual su titular no puede ser privado.

La jurisprudencia ha repetido en diversos casos un concepto del italiano GABBA,


quien señala que “son aquellos que son consecuencias de un hecho apto para
producirlo en virtud de una ley vigente al tiempo en que se realiza ese hecho, y
que han entrado inmediatamente a formar parte del patrimonio de la persona,
aunque la ocasión de hacerlos valer se ha presentado bajo el amparo de una
nueva ley”.

b) Facultad legal no ejercitada. Son los supuestos para la adquisición de un


derecho y la posibilidad de tenerlos y ejercerlos, como la capacidad de obrar, la
facultad de testar, etc.

c) Mera expectativa. Es la esperanza en la adquisición de un derecho fundada en


la ley vigente, y no convertida en derecho por faltar uno o más de los requisitos
exigidos por la ley. Por ejemplo, la expectativa a la sucesión del patrimonio de
una persona aún viva.

Aplicando esta teoría, en la solución de la controversia el juez no debe aplicar la ley


nueva a un derecho adquirido bajo la ley antigua; pero sí puede hacerlo si el juicio
versa sobre un hecho que bajo la ley antigua sólo constituía una mera facultad legal
o una mera expectativa. Esto último, porque las facultades legales y las meras
expectativas no han entrado definitivamente al patrimonio de la persona.

De esto se deriva una consecuencia importante: dado que al patrimonio no entran


sino los derechos privados, las normas de derecho público se sustraen al principio
de la irretroactividad, que no pueden dar lugar a derechos adquiridos.

Críticas a la doctrina clásica

a) Resulta a veces muy difícil de distinguir, de un modo indubitable, si una


determinada situación es un derecho adquirido, una mera expectativa o una
facultad legal no ejercida, dificultando la decisión de si la nueva ley es o no
retroactiva.

Además, los propios defensores de esta teoría no se pusieron de acuerdo en


una seria de materias sobre si constituían derechos, facultades o meras
expectativas. Por ejemplo, si la nueva ley eleva de 18 a 30 años la mayoría de
edad, ¿volverán a ser menores los que eran mayores por haber ya cumplido los
18? Unos dicen que sí, porque el concepto de mayoría de edad es sólo una
capacidad y entra, por tanto, en la categoría de facultad legal (deja a salvo eso sí

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los actos realizados con terceros en el tiempo intermedio, que constituirían


derechos adquiridos). Otros sostienen que la mayoría de edad es un derecho
adquirido, por cuanto es un estado personal que una vez adquirido se convierte
en intangible.

b) No está claro el exacto significado y alcance de la noción de derecho adquirido,


sobre todo si se comprende o no dentro de ese concepto la existencia misma del
derecho y sus consecuencias o manifestaciones; o si sólo se comprende lo
primero, mientras que sus consecuencias constituirían facultades legales no
ejercitadas o meras expectativas, siendo afectadas por la nueva ley sin ser ésta
retroactiva.

c) Dado que tiene un carácter eminentemente patrimonial y subjetivo del concepto


de derecho adquirido, no resuelve el problema de la retroactividad con respecto
a los derechos que no forman parte del patrimonio, como, por ejemplo, los
derechos de familia.

2. Teoría Moderna de PAUL ROUBIER o de las situaciones jurídicas

Posteriormente a la teoría clásica de los derechos adquiridos y de las meras


expectativas, surge la teoría de las situaciones jurídicas, elaborada por PAUL
ROUBIER en 1920 en su obra “Los conflictos de las leyes en el tiempo”.

El sistema de ROUBIER descansa sobre la distinción entre efecto retroactivo, que es


la aplicación de la ley en el pasado, y efecto inmediato, que es su aplicación en el
presente.

Efectos de la ley según Roubier

Distinguimos entre:

a) Efecto inmediato de la ley. Significa que la ley debe regular todas las situaciones
que se produzcan desde que ella entra en vigencia, las que ya habían nacido y
que se encuentran pendientes (en curso) y las que van a nacer durante su
vigencia. Este sería el efecto normal de la ley, esto es, su efecto inmediato y
hacia el futuro.

b) Efecto retroactivo de la ley. Tiene lugar cuando la ley que entra a regir afecta a
situaciones que ya se habían producido, sometiéndolas a su imperio. Este efecto
se refiere a las situaciones ya producidas, no a las pendientes o en curso.

c) Efecto diferido de la ley, ultra-activo o de supervivencia. Implica que la ley va a


producir efectos después de su derogación, es decir, no obstante ser derogada o
modificada va a continuar produciendo sus efectos sobre aquellos actos jurídicos
celebrados bajo su imperio.

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El sistema de ROUBIER descansa sobre la distinción entre efecto retroactivo, que es


la aplicación de la ley en el pasado, y efecto inmediato, que es su aplicación en el
presente. El problema consiste en determinar la acción de la ley frente a las
situaciones jurídicas.

Concepto de situación jurídica

Se define como “la posición que ocupa un individuo frente a una norma de derecho o
a una institución jurídica determinada”.

Es un concepto más amplio que derecho adquirido, porque no tiene un carácter


forzosamente subjetivo; y es superior al de relación jurídica, pues esta última supone
una relación directa entre dos personas, lo que no ocurre necesariamente con la
situación jurídica (por ejemplo, la situación de cónyuge, de hijo, de adoptado, de
tutor, de acreedor, de usufructuario, etc.).

Estados en que se puede encontrar la situación jurídica

Para ROUBIER la situación jurídica se puede encontrar en tres estados al momento de


producir sus efectos: constituida, extinguida y en curso.

La solución para determinar la retroactividad o la irretroactividad de una ley estaría


en distinguir entre:

a) Situación jurídica constituida y extinguida. Aquí no hay problema, ya que a ellas


no les afecta la nueva ley. Si la nueva ley dispusiera expresamente que estas
situaciones quedan bajo su imperio, tal ley tendría carácter retroactivo.

b) Situaciones jurídicas en curso. Ellas van a quedar sometidas a la nueva ley


producto del efecto inmediato de la misma. Si la nueva ley ordena que las
nuevas situaciones sigan bajo el imperio de la antigua ley, se estaría derogando
el efecto inmediato y aplicando el efecto diferido o ultra-activo de la ley.

ROUBIER y los contratos

Para ROUBIER esta es una materia de excepción importantísima. En materia de


contratos, la nueva ley queda privada de su efecto inmediato respecto de las
situaciones en curso al momento de dictarse esta nueva ley. Ello quiere decir que el
contrato, que es sorprendido por el cambio de legislación con sus efectos en plena
producción, va a seguir bajo el imperio de la ley antigua. Esto no es más que
reconocer el efecto diferido en materia de contratos.

Esas normas contractuales deben permanecer al abrigo de todo cambio de ley, pues
si se permitiera que la nueva ley pueda aplicarse de inmediato al contrato,
equivaldría a reemplazar el acuerdo de voluntades que se hizo en función y sobre la
base de las normas vigentes al momento del contrato, por otras normas diferentes

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contenidas en la nueva ley (respecto de las cuales no ha concurrido la voluntad de


los contratantes).

Esta excepción es sólo aplicable a aquellos actos o contratos cuyo contenido queda
entregado a la voluntad de las partes.

Respecto de las normas que inciden en los contratos, pero que en realidad
constituyen un estatuto jurídico propio y completo, en que la voluntad es sólo
necesaria para desencadenar el efecto jurídico, pero que sus cláusulas no admiten
ser discutidas por las partes, en que estas no las pueden modificar, ellas no admiten
disenso con la nueva ley, y en cuanto a estas normas la nueva ley tendrá efecto
inmediato.

La irretroactividad en las leyes de Derecho Privado

La regla general la contiene el art. 9 inc. 1º del Código Civil: “la ley puede sólo
disponer para lo futuro, y no tendrá jamás efecto retroactivo”.

Lo normal será que cuando una ley tenga efecto retroactivo, las disposiciones
transitorias de la misma regulen las consecuencias de aquellas situaciones jurídicas
que nacieron al amparo de la antigua ley pero que sus efectos continúan o han
comenzado desarrollándose bajo el vigor de la nueva.

Para el evento que ello no ocurriere o las disposiciones transitorias fueren


insuficientes, y se produjeren conflictos por la aplicación de leyes dictadas en
diversas épocas, la solución la entrega la denominada Ley sobre el Efecto
Retroactivo de las Leyes.

LEY SOBRE EL EFECTO RETROACTIVO DE LAS LEYES

Esta ley está inspirada en la teoría de los derechos adquiridos y de las meras
expectativas, como aparece claramente de manifiesto en el art. 7º, aun cuando
algunos autores sostienen que en algunas materias no se ha seguido esta teoría.

Ámbito de aplicación (art. 1)

Tiene por objetivo solucionar los conflictos que resultaren de la aplicación de leyes
dictadas en diversas épocas.

Se aplicarán sus preceptos cuando el propio legislador no hubiere solucionado el


cambio de una ley a otra mediante una formula legislativa expresa como, por
ejemplo, las disposiciones transitorias, o que ellas fueren insuficientes y no
contemplan todas las situaciones.

Esta LER no regula la retroactividad en materia de Derecho Público, porque en tales


asuntos no hay derechos adquiridos, siendo el efecto inmediato el normal. Tampoco

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hay referencias a materia penal, donde por regla general no hay efectos retroactivos,
a menos que se aplique el principio pro-reo (art. 18 Código Penal).

Materias que trata

1. Reglas sobre el estado civil (arts. 2, 3, 4, 5 y 6)

Conforme al art. 304, “el estado civil es la calidad de un individuo, en cuanto lo


habilita para ejercer ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones civiles”.

Sin embargo, la doctrina piensa que esta es una definición de capacidad y, por ello,
se le define como “la calidad permanente que ocupa un individuo en la sociedad, en
orden a sus relaciones de familia”.

Tratándose de las personas jurídicas no se aplican estos artículos, sino que el art.
10, que se refiere a la existencia y derechos de estas personas.

Para estudiar el problema de la retroactividad con respecto a las leyes que rigen el
estado civil, es preciso distinguir: a) entre el estado civil adquirido y el que aún no lo
ha sido; b) entre el estado civil mismo y las consecuencias que de él derivan.

Estado civil adquirido

Conforme al artículo 3 inc. 1º LER, “el estado civil adquirido conforme a la ley vigente
a la fecha de su constitución, subsistirá aunque ésta pierda después su fuerza...”.

Esta solución no se explica por la Teoría Clásica, porque el estado civil no es un


derecho patrimonial. Pero sí por la Teoría Moderna, por cuanto el estado civil
adquirido sería una situación jurídica constituida.

Estado civil no adquirido al entrar en vigencia la nueva ley

Conforme al art. 2 LER, debe aplicarse la nueva ley: “las leyes que establecieren
para la adquisición de un estado civil condiciones diferentes de las que exigía una
ley anterior, prevalecerán sobre ésta desde la fecha en que comiencen a regir”.

Según la Teoría Clásica, la adquisición del estado civil sería una mera expectativa,
por lo que la aplicación de la nueva ley no lo sería con efecto retroactivo. Según la
Teoría Moderna, debe aplicarse la nueva ley porque la situación jurídica no se ha
constituido.

Consecuencias que derivan del estado civil

Por consecuencias del estado civil entenderemos los derechos y obligaciones que
éste trae aparejados.

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Conforme al artículo 3 inc. 1º parte 2º LER, las consecuencias del estado civil se
subordinan de inmediato a la ley nueva: “...pero los derechos y obligaciones anexos
a él, se subordinarán a la ley posterior, sea que ésta constituya nuevos derechos y
obligaciones, sea que modifique o derogue los antiguos”.

Aplicación de los principios anteriores

Ellos se encuentran en los arts. 3 inc. 2º, 4, 5 y 6 LER.

Debe hacerse una prevención. Con la entrada en vigencia de la Ley Nº19.585, que
tuvo como objetivo fundamental “sustituir el régimen de filiación del Código Civil y su
reemplazo por otro que estableciera un trato igualitario para todos los hijos” y que se
consagró expresamente en el artículo 33 CC, se consagró en Chile un solo estado
civil derivado de la filiación, sea matrimonial o no matrimonial: el estado civil de hijo.
Ya no existen hijos legítimos, naturales o simplemente ilegítimos.

Aplicación de las reglas del estado civil de las personas naturales a las
personas jurídicas (art. 10)

Conforme al artículo 10 LER, “la existencia y los derechos de las personas jurídicas
se sujetarán a las mismas reglas que respecto del estado civil de las personas
naturales prescribe el artículo 3 de la presente ley”.

En conclusión: a) la existencia de las personas jurídicas se rige por la ley vigente a la


fecha de su constitución; b) los derechos y obligaciones emanados de las personas
jurídicas se rigen por la ley nueva.

2. Reglas relativas a la capacidad de las personas (arts. 7 y 8 LER)

La capacidad es la aptitud legal de una persona para adquirir derechos y para


ejercerlos por sí sola (ver art. 1445 inc. 2º)

Se comprenden dos tipos de capacidad: a) capacidad de goce, que es la aptitud


legal de una persona para adquirir derechos, llamada también capacidad
adquisitiva; y, b) capacidad de ejercicio, que es la aptitud legal de una persona
para ejercer derechos por sí sola, sin el ministerio o la autorización de otra.

Conforme a la LER debemos distinguir:

a) Capacidad de goce. Queda ella sometida a la nueva ley, por mandato del art. 7
inc. 1° LER: “las meras expectativas no forman derecho”. La LER la considera
como una facultad legal no ejercitada, y, por tanto, quedará sujeta a la nueva ley,
sin ser esta retroactiva y ello aunque la capacidad es un atributo de la
personalidad. La nueva ley que priva de la capacidad de goce no es retroactiva.

b) Capacidad de ejercicio. El art. 8 LER se refiere precisamente a esta capacidad,


al hablar del "derecho de administrar sus bienes". La ley la considera un derecho

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adquirido, de manera que quien adquirió la capacidad de administrar sus bienes


no la pierde con la nueva ley, pero el ejercicio y continuación se sujeta a ésta. Si
una ley fija la mayoría de edad a los 30 años, el que lo adquirió a los 18 no la
pierde, pero su ejercicio y efectos se arreglan a la nueva ley.

Los autores han sostenido que en materia de capacidad de ejercicio la ley


chilena se separó de la doctrina clásica que considera a esta capacidad como
una facultad legal no ejercitada.

3. Reglas relativas a las guardas (art. 9)

Las guardas están definidas en el art. 338. Las guardas son las tutelas o curatelas, y
el pupilo es el que está sujeto a guarda. Distinguimos las siguientes reglas:

a) Guardador válidamente nombrado por una ley antigua. Sigue ejerciendo el cargo
en conformidad a la nueva ley, aunque según esta hubiere sido incapaz de
asumirlo. Así, la guarda se asimila a un derecho adquirido (art. 9 inc. 1º).

Debemos decir que el cargo de guardador más que un derecho es una carga
para quien lo desempeña. El legislador considera a la guarda como un
verdadero estado civil adquirido.

b) Ejercicio de la guarda. Queda sujeta a la ley nueva, como también las


remuneraciones e incapacidades o excusas sobrevinientes (art. 9 inc. 1º).

c) Pena establecida por descuidada y torcida administración. Se sujetará a aquella


de las dos legislaciones que fuere menos rigurosa al respecto; pero las faltas
cometidas bajo el imperio de la nueva ley se castigarán conforme a ésta (art. 9
inc. 2º).

4. Reglas relativas al privilegio de la restitución “in integrum” (art. 11)

Antes de la dictación del Código Civil, la restitución in integrum consistía en un


privilegio de ciertas personas (menores, incapaces, personas jurídicas) que estaban
facultadas por ley, atendiendo razones de equidad, para pedir la anulación de un
acto o contrato legítimamente celebrado, pero que les había reportado un daño o
menoscabo en sus bienes, y para lograr, consecuentemente, ser reintegradas a la
misma situación patrimonial que tenían con anterioridad al acto lesivo.

Esta institución fue suprimida por el Código Civil. No obstante, se consagró una
norma sobre ella en el artículo 11 LER: este privilegio no podrá ser invocado ni
transmitido bajo el imperio de una ley posterior que lo haya abolido.

5. Reglas relativas a los derechos reales (arts. 12, 15, 16 y 17)

Los derechos reales están definidos en el art. 577.

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Principios generales (art. 12)

a) Adquisición del dominio y demás derechos reales. Prevalece la ley antigua, pues
habría un derecho adquirido.

b) Goces y cargas que se pueden imponer al titular. Prevalece la ley nueva, pues
se trataría de facultades legales no ejercitadas.

c) Extinción. La nueva ley puede señalar nuevas causales de extinción (aunque


creemos que no puede llanamente eliminar el derecho).

El art. 12 ha sido objeto de innumerables críticas. Este artículo consagra el principio


del derecho adquirido con respecto al derecho real y, por tanto, es irretroactivo. Pero
en cuanto al goce y cargas del derecho, se les asimila a facultades legales no
ejercitadas, lo que podría transformar a la ley en retroactiva. En efecto, a través de
ello se podrían modificar las facultades de los derechos reales, a tal punto que se
podría, en la práctica, privar al derecho de ellas, pudiendo encontrarnos ante un
derecho sin facultades, sin contenido, que no serviría para nada.

Ello hace aseverar a los autores que la irretroactividad del art.12 no es mas que
aparente, porque si bien ampara al derecho real en si mismo al considerarlo un
derecho adquirido, los goces y cargas se ven afectados por la nueva ley, lo que
podría llegar a afectar la esencia del derecho.

Situación del derecho real de dominio

El dominio está definido en el art. 582.

Debemos recordar que el dominio es un derecho consagrado en el artículo 19 Nº24


de la Constitución, y a su respecto no se puede dictar ninguna ley con efecto
retroactivo, ya que toda ley que imponga la extinción del dominio y no consista en
una expropiación, envuelve una privación ilegítima de la propiedad.

Situación del derecho real de usufructo

El usufructo está definido en el art. 764.

El artículo 15 LER se refiere a los usufructos sucesivos: “siempre que una nueva ley
prohíba la constitución de varios usufructos sucesivos, y expirado el primero antes
de que ella empiece a regir, hubiese empezado a disfrutar la cosa alguno de los
usufructuarios subsiguientes, continuará éste disfrutándolo bajo el imperio de la
nueva ley por todo el tiempo que le autorizare su título; pero caducará el derecho de
los usfructuarios posteriores si los hubiere”.

Lo anterior tiene un fundamento histórico: antes de la promulgación del Código Civil,


la legislación española permitía la constitución de dos o más usufructos sucesivos, lo
que prohibió el art. 769.

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Usufructo sucesivo es el concedido a varias personas una después de otra.


Usufructo alternativo es el concedido a varias personas sucesivamente, pero de
modo que al terminar el tiempo del último de los llamados, vuelve nuevamente a
gozar de la cosa el primero, luego el segundo, etc. Es un usufructo sucesivo y
circular.

Por ende, el art. 15 de la LER vino a regular una situación histórica. Así, el hecho
indesmentible es que los usufructuarios posteriores al de la persona que disfruta la
cosa a la época de la dictación de la ley nueva, caducan, aplicando a su respecto la
norma del artículo 769.

Situación de los derechos reales de uso y habitación y fideicomisos

Se aplica la misma norma relativa al usufructo (art. 15 LER): “la misma regla se
aplicará a los derechos de uso o habitación sucesivos, y a los fideicomisos...” (ver
art. 745).

El derecho real de uso y habitación está definido en el art. 811. La propiedad


fiduciaria o fideicomiso está definida en el art. 733.

Situación del derecho real de servidumbre

La servidumbre está definida en el art. 822. Dos disposiciones le dedica la LER: arts.
16 y 17.

Conforme al art. 16, “las servidumbres naturales y voluntarias constituidas


válidamente bajo el imperio de una antigua ley, se sujetarán en su ejercicio y
conservación a las reglas que estableciere otra nueva”. Esta disposición se refiere
sólo a las servidumbres naturales y voluntarias, no a las legales. Todas ellas se
encuentran definidas en el art. 831.

Por otra parte, el art. 17 señala que “cualquiera tendrá el derecho de aprovecharse
de las servidumbres naturales que autorizare a imponer una nueva ley; pero para
hacerlo tendrá que abonar al dueño del predio sirviente los perjuicios que la
constitución de la servidumbre le irrogare, renunciando éste por su parte las
utilidades que de la reciprocidad pudieran resultarle; a las cuales podrá recobrar su
derecho siempre que restituya la indemnización antedicha”.

Esta norma presenta un error manifiesto: habla de servidumbres naturales, pero se


refiere a las servidumbres legales, pues estas últimas son las que impone la ley, lo
que queda en evidencia en la expresión “que autoriza a imponer una nueva ley”.

Así entendido, el dueño del predio gravado no tiene derecho adquirido alguno para
oponerse a la servidumbre que le imponga la nueva ley: el derecho real existe sólo
respecto del predio dominante.

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6. Reglas relativas a los derechos deferidos bajo condición (art. 14)

El artículo 14 de la LER señala que “los derechos deferidos bajo una condición que,
atendidas las disposiciones de una ley posterior, debe reputarse fallida si no se
realiza dentro de cierto plazo, subsistirán bajo el imperio de ésta y por el tiempo que
señalare la ley precedente; a menos que este tiempo excediese del plazo señalado
por la ley posterior contado desde la fecha en que ésta empiece a regir; pues en tal
caso si dentro de él no se cumpliere la condición, se mirará como fallida”.

La condición es un elemento accidental del negocio jurídico, que puede dejar en


suspenso la adquisición de un derecho o extinguirlo si está cumplida. El art.14 se
pone en el caso de que la nueva ley señale un nuevo plazo en el cual deba
considerase fallida la condición. En tal caso la condición debe considerarse fallida en
el plazo más breve que falte por cumplir. Por ejemplo, art.739.

La razón de ello es que al existir derechos sujetos a condición resolutiva, estos son
inestables, y la estabilidad es necesaria en pro del principio de la seguridad y certeza
jurídica, lo que se logra haciendo fallar la condición en el plazo más breve.

7. Reglas relativas a la posesión (art. 13)

La posesión está definida en el artículo 700. La posesión es un hecho, no existe un


derecho de posesión sino sólo la tenencia de la cosa. Otra cosa es que al poseedor
se le confieran ciertos derechos, entre los que se incluyen las acciones posesorias.

El art. 13 LER dispone que “la posesión constituida bajo una ley anterior no se
retiene, pierde o recupera bajo el imperio de una ley posterior, sino por los medios o
con los requisitos señalados en ésta”.

Sobre el real alcance de esta norma existen dos posiciones doctrinarias:

a) Para algunos, siguiendo la razón del art. 12, las reglas serían las siguientes:
- Posesión constituida. Es un derecho adquirido, y, por lo tanto, la nueva ley no
lo afectaría.
- Efectos. Están sujetos a la nueva ley, pues se trataría de facultades legales
no ejercitadas (derechos y obligaciones).

b) La otra posición entiende que debe aplicarse la ley nueva, tanto respecto de los
efectos como de los requisitos para ser poseedor. El fundamento de esto está en
que la posesión es un hecho que tiene cada poseedor, no pudiendo calificarse
como un derecho adquirido. Sólo tendrá el carácter de poseedor aquel que
cumpla con los requisitos que impone la nueva ley (sería tan solo una mera
expectativa).

Debemos hacer presente que en esta situación la irretroactividad de las leyes


posesorias es sólo una ilusión. Ello, porque si la nueva ley establece mayores
exigencias para conservar o retener la posesión, el que ya la había adquirido, para

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no perderla, debería ajustarse al mandato de la nueva ley, lo que confirmaría que las
leyes sobre posesión son retroactivas.

8. Reglas relativas a derechos sucesorios (arts. 18, 19, 20 y 21)

Principio general

Las sucesiones se rigen por la ley vigente al tiempo de su apertura, esto es, por la
ley que impera en el momento de la muerte del causante. Asimismo, la sucesión se
rige por la ley del domicilio en que se abre, es decir, la del domicilio que tenía el
difunto al morir (art. 955).

Para estudiar este tema debemos distinguir si se trata de sucesión testamentaria o


sucesión intestada.

Sucesión testamentaria

Para producir sus efectos el testamento, requiere de la muerte del testador. Ahora,
durante el lapso que media entre el otorgamiento del testamento y la muerte de su
autor, pueden presentarse muchas circunstancias y, entre ellas, que hayan variado
las reglas legales bajo las cuales se otorgó el testamento.

Para estudiar con la debida claridad el problema de la retroactividad en materia de


sucesión testamentaria, es preciso distinguir en todo testamento: a) requisitos
externos, que son las solemnidades que la ley exige para la validez del testamento y
para su prueba; b) requisitos internos, que dicen relación con la capacidad para
testar y la voluntad exenta de vicio del testador; y, c) disposiciones testamentarias, o
sea, las manifestaciones de voluntad en que el testador instituye herencias o
legados.

a) Requisitos externos o solemnidades del testamento

El art. 999 nos define al testamento. Este es siempre solemne, pudiendo ser
solemne o menos solemne o privilegiado (art. 1008).

Con respecto a estos requisitos, el art. 18 LER nos indica que las solemnidades
externas del testamento se rigen por la ley coetánea a su otorgamiento. Esta regla
obedece al antiguo aforismo o adagio "tempus regit actum".

Incluso en el Mensaje con que fue presentada la LER, se dice textual: “pero las
solemnidades externas del testamento, más ligada a la prueba de su existencia que
a lo substancial del derecho transmitido por él, parece natural que deban
subordinarse a la ley que regía al tiempo de su otorgamiento”.

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b) Requisitos internos del testamento

El art. 18 de la LER guarda silencio sobre este punto. Nuestros comentaristas dan
soluciones contradictorias:

- JOSÉ CLEMENTE FABRES afirma que la capacidad y libre voluntad del testador se
rige por la ley vigente al momento del fallecimiento del causante, porque antes
de ese día el testamento no es más que un mero proyecto, que sólo adquiere
eficacia al morir el causante. Así, si el legislador cree que no está perfecta la
voluntad sino con el nuevo requisito, es natural que lo exija para todos aquellos
que mueren después de entrar en vigor la nueva ley. Esta solución la
corroboraría el mismo art. 18 al referirse a las disposiciones testamentarias, las
cuales están subordinadas a la ley vigente a la época en que fallezca el testador;
y estas disposiciones no son más que el efecto de la capacidad y de la libre
voluntad del testador.

- LUIS CLARO SOLAR indica que los requisitos internos del testamento afectan a la
validez del testamento tanto en el día de su confección como en el día de la
muerte del testador. Hasta esta última fecha el testamento era un simple
proyecto, pero también es indispensable que ese proyecto haya sido
regularmente formado al día de su confección. Luego, la capacidad y libre
voluntad del testador debe sujetarse tanto a la ley vigente a la muerte del
causante como a la ley vigente al otorgamiento del testamento.

- ARTURO ALESSANDRI RODRÍGUEZ sostiene que dentro de nuestra legislación lo


más aceptable es sostener que la capacidad y libre voluntad del testador quedan
sujetas a la ley vigente a la época del otorgamiento del testamento y no a la del
fallecimiento.

Para sostener esto, señala que el art.18 supone dos situaciones: las
solemnidades y las disposiciones. Las solemnidades no son más que las formas
a través de las cuales se manifiesta la voluntad, y el art. 18 sujeta a éstas a la ley
coetánea al otorgamiento, de manera que parece lógico que las normas relativas
a la capacidad y libre voluntad del testador también se sujetan a la ley vigente al
tiempo del otorgamiento del testamento, aunque la ley posterior pueda implicar
la incapacidad del testador.

Aún más, ALESSANDRI señala que este principio estaría consagrado en el art.
1006 CC, el cual establece que la capacidad del testador, es decir, uno de los
requisitos internos del testamento, se rige por la ley vigente al tiempo de
otorgarse el acto.

A la misma solución llega don ALFREDO BARROS ERRÁZURIZ, aplicando los


principios generales del derecho. Sostiene, conforme a ellos, que la voluntad y la
capacidad en un acto jurídico se rige por la ley vigente al tiempo de celebrarse.

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c) Disposiciones testamentarias

El art. 18 señala que las disposiciones testamentarias estarán subordinadas a la ley


vigente a la época en que fallezca el testador. Lo anterior, porque el derecho del
heredero o legatario nace con la muerte del testador, y es a ese momento en que
debe ser capaz de recoger su asignación. Si la nueva ley establece la incapacidad
del heredero o legatario y ha sido dictada esta ley con anterioridad a la muerte del
testador, esta ley afecta al heredero o legatario, ya que no tiene efecto retroactivo
porque sólo destruyó una mera expectativa.

Consecuencia de lo anterior es lo prescrito en el art. 19 de la LER: “si el testamento


contuviere disposiciones que según la ley bajo la cual se otorgó no debían llevarse a
efecto, lo tendrán sin embargo, siempre que ellas no se hallen en oposición con la
ley vigente al tiempo de morir el testador”. Por ejemplo, si hoy el testador deja todos
sus bienes a un extraño, no respetando las denominadas asignaciones forzosas (art.
1167), y antes de su fallecimiento se dicta otra ley que las suprime, sus disposiciones
tendrán pleno efecto.

Sucesión intestada

La LER no señala normas a las cuales debe sujetarse la sucesión en este caso, pero
nadie duda que la sucesión intestada se rige por las normas vigentes al tiempo de la
delación de la asignación.

Esta solución está en el Mensaje de la LER, que señala que “siendo constante que
los derechos hereditarios no se transfieren sino a la muerte de su autor, el Proyecto
establece que en cada sucesión, testamentaria o abintestato, el derecho de los
llamados a ella sea definido por la ley vigente a la época de su delación o
transmisión”.

Así, quien era incapaz de suceder según la ley antigua, podrá recibir la asignación si
a la apertura de la sucesión lo considera capaz una nueva ley. Por el contrario, si era
capaz de suceder bajo la ley antigua, no podrá hacerlo si la ley vigente al tiempo de
la apertura lo considera incapaz.

Situación del derecho de representación en la sucesión intestada (art. 20)

El art. 984 señala que “se sucede abintestato, ya por derecho personal ya por
derecho de representación. La representación es una ficción legal en que se supone
que una persona tiene el lugar y por consiguiente el grado de parentesco y los
derechos hereditarios que tendría su padre o madre, si este o esta no quisiese o no
pudiese suceder. Se puede representar a un padre o madre que, si hubiese querido
o podido suceder, habría sucedido por derecho de representación”.

La representación se produce sólo en la descendencia del difunto y en la


descendencia de sus hermanos (art. 986). Ejemplo, fallece Pedro y tiene un hijo vivo

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y otro muerto. Todos los descendientes del hijo muerto heredarán en lugar del
ascendiente común.

Según el art. 20 inc. 1º, en las sucesiones intestadas el derecho de representación


de los llamados a ella se regirá por la ley bajo la cual se hubiese verificado su
apertura. Para saber si hay derechos de representación se estará a la ley nueva
porque los herederos tienen facultades legales no ejercitadas.

Caso del inc. 2º del art. 20 de la LER

El art. 20 inc. 2º LER se refiere a aquella sucesión testamentaria en que se designa a


una persona "x" que en caso de faltar será sustituida por aquellos que le sucederían
por derecho de representación. Ejemplo, instituyo como heredero a Pedro, pero si él
llegare a faltar, su asignación le corresponderá a las personas que tienen derecho a
representarle.

El cambio de legislación en este caso no afectará a la disposición testamentaria,


de suerte que ella se continuará rigiendo por la ley vigente al momento que se
otorgó el testamento. De esta manera, tendrán derecho a suceder aquellos que
eran representantes en la época que se otorgó el testamento, y no los que
tuvieren derecho de representación a la época en que se abre la sucesión.

Cabe advertir que aquí las personas suceden no por derecho de representación,
sino en virtud del expreso llamamiento del testador, pues el derecho de
representación no tiene lugar en la sucesión testada. Lo que ocurre es que el
testador manifiesta su voluntad remitiéndose al derecho de representación que la
ley consagra para las disposiciones intestadas. Más parece una sustitución (art.
1156 y ss.)

Situación de la partición y adjudicación (art. 21)

En la adjudicación y partición de una herencia o legado se observarán las reglas que


regían al tiempo de su delación.

La delación de una asignación es el actual llamamiento de la ley para aceptarla o


repudiarla (art. 956).

9. Reglas relativas a los contratos (arts. 22 y 23)

En todo contrato distinguimos: a) requisitos internos o condiciones de fondo,


enumerados en el art. 1445; b) solemnidades, que son las formalidades prescritas
por la ley en atención a la naturaleza de ciertos actos y contratos; c) efectos, que son
los derechos y obligaciones que de él nacen.

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Ley que rige los requisitos internos y los efectos de los contratos

Conforme al art. 22 inc. 1º, “en todo contrato se entenderán incorporadas las leyes
vigentes al tiempo de su celebración”.

Un contrato crea derechos adquiridos desde el momento mismo de su celebración,


por lo que es del todo lógico que la ley nueva no pueda atacar las condiciones de
fondo exigidas por la ley al momento de su celebración.

Con respecto a los efectos, ellos dependen exclusivamente de la voluntad de las


partes, ya que la ley la suple o la interpreta. Ahora bien, cuando las partes no han
determinado expresamente sus efectos, se considera que han querido referirse a los
efectos previstos por la ley vigente al momento de su celebración. Hacerlos regir por
la nueva ley sería obligarlos a reglarse por una convención no pactada y, al mismo
tiempo, despojarlos por su derecho adquirido.

Aplicación de la regla precedente a toda clase de “actos”

Al discutirse el proyecto de la LER, en la Cámara de Diputados se aprobó una


indicación tendiente a redactar el art. 22 inc. 1º en los siguientes términos: “la validez
de un acto o contrato y los derechos u obligaciones que de ello resulten, se regirán
por las leyes vigentes al tiempo en que hubieren tenido lugar”.

No obstante la indicación, en la transcripción que hizo el Presidente de la Cámara no


se incluyó esta modificación, aprobándose en definitiva con el texto primitivo.

La razón de la indicación omitida era que los efectos de la LER no deben limitarse
sólo a los contratos, sino que a todos los demás actos legales capaces de constituir
derechos y obligaciones de tanta fuerza como los contratos.

En síntesis, debemos hacer extensiva esta disposición a todos los demás actos que
no sean contratos, en virtud del espíritu del legislador y del aforismo que dice “donde
existe la misma razón, existe la misma disposición”.

Ley que rige la forma de los actos o contratos

Los requisitos externos o de forma de todo acto o contrato han de apreciarse según
la ley vigente a la fecha de su otorgamiento, en virtud del principio “tempus regit
actum”.

Ello, porque no puede pedirse a las personas que celebren tales actos o contratos
sino en la forma prevista por la ley vigente a la época de su celebración, siendo esta
situación un derecho adquirido que debe ser respetado por haber ejercitado una
facultad legal. Por el contrario, si el acto era nulo según la ley vigente al tiempo de su
otorgamiento y la nueva ley elimina tal causa de nulidad, el acto seguirá siendo nulo.

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Este principio, si bien no se encuentra consagrado expresamente en la LER, queda


de manifiesto su aplicación por las normas dadas en los artículos 18 y 23. El primero,
que prescribe que “las solemnidades externas del testamento se regirán por la ley
coetánea a su otorgamiento”; y el segundo, que dispone que “los actos o contratos
válidamente celebrados bajo el imperio de una ley podrán probarse bao el imperio de
otra, por los medios que aquella establecía para su justificación”.

Excepciones consagradas en el art. 22 LER

O sea, no se aplica la ley vigente a la época del otorgamiento del acto o contrato
a los siguientes casos:

a) Las leyes concernientes al modo de reclamar en juicio los derechos que


resultaren de ellos; y,

b) Las que señalan penas para el caso de infracción de lo estipulado en ellos; pues
ésta será castigada con arreglo a la ley bajo la cual se hubiere cometido.

La primera excepción la analizaremos al comentar las reglas de procedimiento.

Con respecto a la segunda excepción, debemos indicar que sólo se refieren a las
penas que por la infracción del contrato impongan las leyes, no las que impongan
voluntariamente las partes, ya que ésta última constituye un derecho adquirido en
orden a aplicar la pena estipulada. Por ejemplo, por la ley vigente a la época de
celebración del contrato se castigaba su infracción con indemnización de perjuicios,
comprendiendo esta el daño emergente y el lucro cesante; si la nueva ley establece
que la indemnización de perjuicios sólo comprenderá el daño emergente, las
infracciones cometidas bajo el imperio de la nueva ley sólo indemnizarán el daño
emergente.

Prueba de los actos o contratos (art. 23)

BAUDRY-LACANTINÉRIE Y BARDE definen la prueba como “la demostración, con la


ayuda de los medios autorizados por la ley, de la exactitud de un hecho, que sirve de
fundamento a un derecho que se pretende”.

Lo que se prueba son los hechos, a través de los medios que la ley establece.

Los diversos medios de prueba están sometidos a leyes sustantivas y adjetivas:

a) Aspecto sustantivo. Dice relación con la procedencia o admisibilidad de los


medios de prueba. En Chile, en el sistema procesal civil, es la ley la que señala
cuales son los medios de prueba que pueden hacer valer las partes, y lo hace
taxativamente en los arts.1698 CC y 341 CPC. Además, frente a determinados
asuntos la ley va señalando la admisibilidad o inadmisibilidad de los medios de
prueba que la ley establece. Por ejemplo, art. 1708 y 1709.

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b) Aspecto objetivo. Dice relación con la forma de rendir la prueba, es decir, las
reglas procesales o de procedimiento que regulan la rendición de prueba.

Tratándose del aspecto sustantivo, ésta se rige por la ley vigente a la época de la
celebración del acto o contrato que se trata de probar: “los actos o contratos
válidamente celebrados bajo el imperio de una ley podrán probarse bajo el imperio
de otra, por los medios que aquélla establecía para su justificación” (art. 23 parte 1ª).

La parte adjetiva queda sometida a la ley bajo la cual se rindiere la prueba: “pero la
forma en que debe rendirse la prueba está subordinada a la ley vigente al tiempo en
que se rindiere” (art. 23 parte 2ª).

¿Se pueden valer las partes de un medio de prueba que la ley anterior no
reconocía?

Se advierte que el art. 23 utiliza la expresión "podrán probarse" y no “deberán


probarse”, de lo cual se desprende que es admisible valerse de un medio de prueba
que la antigua ley no reconocía o prohibía.

Se ha sostenido que ello sería sólo posible en al medida que al hacer uso de un
medio de prueba establecido por la nueva ley no se esté recurriendo a uno que
prohibía la ley anterior.

10. Reglas relativas al procedimiento judicial (art. 24)

Al referirnos a los contratos, adelantamos que las leyes concernientes al modo de


reclamar en juicio los derechos que resultaren de ellos se regían por la ley vigente a
la época en que ésta iba a rendirse.

Corrobora lo anterior el art. 24 LER: “las leyes concernientes a la substanciación y


ritualidad de los juicios prevalecen desde el momento en que deben empezar a
regir...”. Por eso se dice que rigen IN ACTUM.

El Mensaje de la LER expresaba que “las leyes de esta naturaleza jamás confieren
derechos susceptibles de ser adquiridos; por consiguiente, nada hay que pueda
oponerse a su inmediato cumplimiento”.

Según la Teoría Moderna, se justificaría esta solución en atención a que el proceso


mismo constituye una situación actual y pendiente.

Excepciones en materia de reglas procesales

No obstante lo anterior, se aplica la ley vigente a la fecha de iniciación de los


respectivos trámites, o sea, la ley antigua, a los siguientes casos que contempla el
artículo 24 parte 2ª:

a) a los términos o plazos que hubiesen empezado a correr, y,

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b) las actuaciones y diligencias ya iniciadas

Estos actos se sujetarán a la ley vigente al tiempo de su iniciación.

11. Reglas relativas a la prescripción (arts. 25 y 26)

La prescripción se encuentra definida en el art. 2492. La prescripción puede ser de


dos tipos: adquisitiva o extintiva.

En ambas debe transcurrir un lapso de tiempo, habiendo inactividad por parte del
dueño o acreedor, según el caso. Sin embargo, la prescripción adquisitiva, al ser un
modo de adquirir el dominio, implica posesión; mientras que la extintiva no
comprende tal elemento, siendo sólo una forma de extinguir acciones y derechos.

¿Cuándo se genera el conflicto de legislación?

El conflicto se genera cuando una parte del tiempo de la prescripción ha corrido


durante la vigencia de una ley y otra nueva viene a modificar las condiciones
necesarias para adquirir un derecho o extinguir una acción por la prescripción.

La LER nos da dos reglas en esta materia:

a) Art. 25: “la prescripción iniciada bajo el imperio de una ley, y que no se hubiere
completado aún al tiempo de promulgarse otra que se la modifique, podrá ser
regida por la primera o la segunda a voluntad del prescribiente; pero eligiéndose
la última, la prescripción no empezará a contarse sino desde la fecha en que
aquélla hubiese empezado a regir”.

De manera que al prescribiente se le otorga un derecho de opción, pero si opta


por la nueva ley su fecha de iniciación es desde cuando ésta entre en vigor. El
legislador se apartó aquí de la Teoría Clásica, pues mientras la prescripción no
esté terminada no hay derecho adquirido. Siguió la opinión de SAVIGNY, que
permite el derecho de opción.

b) Art. 26: “lo que una ley posterior declara absolutamente imprescriptible no podrá
ganarse por tiempo bajo el imperio de ella, aunque el prescribiente hubiese
principiado a poseerla conforme a una ley anterior que autorizaba la
prescripción”.

Sólo se refiere a la prescripción adquisitiva, al utilizar la expresión "poseerla",


que indica posesión, elemento que sólo está presente en este tipo de
prescripción. Según la LER el prescribiente sólo tendría una mera expectativa,
de manera que una nueva ley la afecta.

Entre nosotros, dos leyes han reducido el plazo de prescripción. La ley 6162 de
1938 redujo el plazo de prescripción extraordinaria de 30 a 15 años, y la ley
16952 de 1968 lo volvió a reducir a 10 años. Sin embargo, ambas leyes dijeron

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que los nuevos plazos se aplicarían a las prescripciones que estuvieren en


curso, derogando tácitamente al art. 25 de la LER. Además se estableció que los
plazos se contarán desde el inicio de la posesión y no desde que empiezan a
regir estas leyes. Ello se hizo siguiendo aquel principio que postula el estabilizar
los derechos lo más rápido posible.

Estas leyes también se preocuparon de resguardar a los titulares afectados,


quienes en algunos casos tuvieron muy poco tiempo para accionar contra los
prescribientes, otorgándoles un plazo de un año para que pudieren demandar a
quienes estaban prescribiendo. En los casos en que ya había demanda no se
podían aplicar los plazos de la nueva ley, sino que se regirían por la antigua.

LA RETROACTIVIDAD EN LAS LEYES DE DERECHO PÚBLICO

Leyes políticas y administrativas

Como señalamos, en esta materia no hay derechos adquiridos, las leyes rigen in
actum, de modo que sólo nos encontramos con facultades legales que si fueron
ejercidas no pueden verse afectadas, y si no se han ejercido serán modificadas
(derecho a sufragio, por ejemplo).

Siguiendo la teoría de ROUBIER también debería aplicarse la ley nueva, por cuanto el
derecho público es un derecho institucional por excelencia y la unidad en el régimen
de las instituciones es imprescindible; no podrían funcionar paralelamente la
legislación antigua y la ley nueva.

Leyes relativas a la organización judicial y competencia de los tribunales

Esta clase de leyes pertenecen a la parte del derecho procesal que cae dentro del
derecho público, por lo tanto, rige la misma regla anterior: in actum.

Si nos encontramos con un juicio pendiente ante un tribunal y se produce un cambio


legislativo, según el cual esa causa debe pasar al conocimiento de otro tribunal, se
presenta el problema de determinar en definitiva cual será el tribunal competente:

1. Algunos opinan que no se puede cambiar de tribunal. Su fundamento se


encuentra en el principio de la "radicación", contenido en el art. 109 del COT.
Además, el art. 24 de la LER se refiere a materias procesales, haciendo expresa
mención a aquellas diligencias que se hubieren comenzado, las que se rigen por
la ley antigua.

2. Otra postura sostiene que aquí no juega la regla de la fijeza o radicación, pues el
hecho de dictarse una nueva ley implica la cesación de la competencia que
otorgaba la antigua ley. Así, sigue la regla general del art. 24 de la LER y siendo
norma de procedimiento se aplica la ley nueva.

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Leyes penales

La irretroactividad de las leyes penales es una de las conquistas de la Revolución


Francesa. Está consagrada en el art. 19 Nº3 de la Constitución. Consagra como
excepción al principio pro reo.

APLICACIÓN DE LA LEY A HECHOS POSTERIORES A SU DEROGACIÓN

Cuando comenzamos el estudio de los efectos de la ley en el tiempo, el último


período que se distinguía era el posterior a la derogación de la ley.

El principio general es que la derogación de la ley antigua es instantánea, de


manera que ella no puede aplicarse con posterioridad. Este principio es absoluto
tratándose de las leyes de derecho público.

Y también constituye la regla general tratándose de las leyes de derecho privado,


con la excepción que vimos: los contratos, al cual conforme al art. 22 le da a la ley
un efecto diferido.

SUBSECCIÓN 2
EFECTOS DE LA LEY EN CUANTO AL TERRITORIO

Generalidades

Del hecho de que todo Estado sea soberano e independiente y pueda atribuirse en
forma exclusiva y excluyente dentro de su territorio la potestad legislativa y
jurisdiccional, deriva lógicamente en que cada Estado sólo puede dictar leyes y
hacerlas cumplir dentro de las fronteras del país.

No obstante, una aplicación extrema de esa soberanía sería un obstáculo a las


relaciones internacionales, más aún dada la globalización existente en nuestros
días. Estos factores determinan en muchos casos el respeto de las leyes
extranjeras y su aplicación en nuestro país.

El conflicto se presenta cuando una misma situación jurídica pretende ser regida
por la legislación de dos o más países: ¿Cuál ley aplicamos? De ello se ocupa el
Derecho Internacional Privado. Nuestro Código Civil dio algunas normas sobre ello
que estudiaremos más adelante.

Territorialidad y extraterritorialidad de la ley

Todos los problemas que originan el conflicto de leyes en el territorio gira en torno
a dos principios contrapuestos: el principio territorial y el extraterritorial o personal.

Según el principio territorial, las leyes se dictan para el territorio y tienen su límite
dentro del mismo. Según el principio personal, por el contrario, las leyes se dictan
para las personas y acompañan a éste fuera del territorio.

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Derecho Civil Introductorio
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Regla general: el principio territorial rige en nuestro derecho

Y así lo dice el art. 14: “La ley es obligatoria para todos los habitantes de la
República, inclusos los extranjeros”. Una aplicación de esta norma apreciamos en
el art. 997.

Si bien es cierto que se impone la ley chilena al extranjero, no es menos cierto que
también se les otorga una franquicia, al equipararlo con el chileno en cuanto a la
adquisición y goce de los derechos civiles que regla este Código (art. 57). No
obstante, tiene algunas excepciones, como el artículo 1012 N°10.

Sobre el artículo 14 existen dos interpretaciones:

a) Según la doctrina tradicional, significa que todos los individuos que habitan en
el territorio nacional, sean chilenos o extranjeros, quedan sometidos a las
leyes chilenas desde el punto de vista de su persona, bienes y actos.

b) Según otra doctrina, el significado del artículo 14 es más restringido: sólo el


estatuto personal (estado y capacidad) de los habitantes del territorio de la
República se rigen por la ley chilena. Esto se vería confirmado por la
existencia de una disposición particular relativa al estatuto real o de los bienes
(art. 16), además de la posibilidad de deducir una regla semejante para el
estatuto mixto o de los actos (art. 17 y 18).

Excepciones al artículo 14

No son más que las que reconoce el Derecho Internacional y que son relativas a
los soberanos extranjeros, agentes diplomáticos y buques de guerra. Ellos se
rigen por la ley de su Estado.

Regla excepcional: la extraterritorialidad de la ley chilena

Para estudiarla debemos distinguir entre leyes personales, leyes reales y leyes
relativas a los actos.

1. Leyes personales (estatuto personal)

El principio general lo entrega el art. 15: “A las leyes patrias que reglan las
obligaciones y derechos civiles, permanecerán sujetos los chilenos, no
obstante su residencia o domicilio en país extranjero: 1º: en lo relativo al
estado de las personas y a su capacidad para ejecutar ciertos actos, que
hayan de tener efecto en Chile; 2º: En las obligaciones y derechos que nacen
de las relaciones de familia; pero sólo respecto de sus cónyuges y parientes
chilenos”.

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Por lo tanto, tratándose del estatuto personal de los chilenos,


excepcionalmente se aplica la ley chilena extraterritorialmente.

2. Leyes reales (estatuto real)

Son aquellas que se refieren directamente a los bienes, y sólo de un modo


accidental o accesorio a las personas.

La regla la da el art. 16: “los bienes situados en Chile están sujetos a las leyes
chilenas, aunque sus dueños sean extranjeros y no residan en Chile”. A
contrariu sensu, los bienes situados en el extranjero no están sujetos a las leyes
chilenas, aunque sus dueños sean chilenos y residan en territorio nacional.

Esta disposición tiene dos excepciones:

a) Art. 955, que señala que la sucesión se regla por la ley del domicilio en que
se abre. Constituye una excepción, porque según el art. 16 inc. 1º la manera
de adquirir los bienes situados en Chile se rige por la ley chilena, pero si el
causante fallece en el extranjero, se regirá por la ley del país en que falleció,
aun cuando tenga todos sus bienes en Chile.

b) Art. 16 inc. 2º, referida a las estipulaciones contenidas en los contratos


otorgados válidamente en país extraño. O sea, tales disposiciones tienen
pleno valor y eficacia en Chile. A menos que sus efectos (derechos y
obligaciones que de él nacen) hayan de cumplirse en Chile, porque deberá
arreglarse a la ley chilena.

3. Leyes relativas a los actos y contratos (estatuto mixto)

En esta materia reciben aplicación los principios expuestos tanto de las leyes
personales como de las leyes reales. Por tal razón, el conjunto de las leyes
relativas a los actos y contratos se le llama estatuto mixto.

Debemos distinguir la ley que rige a la forma de los actos de aquella que
gobierna los requisitos internos de la misma:

a) Ley que rige la forma o requisitos externos de los actos

Se rige por la ley del lugar en que han sido otorgados, o sea, tiene plena
aplicación el principio “locus regit actum”. Así lo consagra el art. 17: “la forma
de los instrumentos públicos se determina por la ley del país en que hayan
sido otorgados. Su autenticidad se probará según las reglas del Código de
Enjuiciamiento. La forma se refiere a las solemnidades externas, y la
autenticidad al hecho de haber sido realmente otorgados y autorizados por
las personas y de la manera que en los tales instrumentos se expresa”.

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El instrumento público está definido en el art. 1699. Por lo tanto, tratándose


de un instrumento público deben darse los siguientes requisitos:

- que haya sido otorgado con las formalidades prescritas por la ley del país
de otorgamiento;
- que se pruebe su autenticidad conforme a las normas dadas por el
Código de Procedimiento Civil (art. 345 C.P.C.)

Pareciere que sólo a los instrumentos públicos se les aplicara el principio


“locus regit actum”, pero si leemos el art. 16 inc. 2º nos percatamos que
también se aplica a los demás actos jurídicos, puesto que tal norma le
reconoce valor a los actos o contratos celebrados en país extranjero.

Consecuencias de este principio observamos en el art. 1027. Estas dos


disposiciones (17 inc. 1º y 1027), demuestran que nuestro legislador siguió
ampliamente el principio “locus regit actum”.

¿Se aplica el principio locus regit actum también a los instrumentos


privados, ya que el legislador no los consideró expresamente?

El profesor SOMARRIVA piensa que sí, ya que el antecedente de nuestro art.


17 es el art. 10 del Código de Lousiana, y dicho precepto se refiere tanto al
público como al privado. Nuestra Corte Suprema también lo ha consagrado
así.

Excepción a la regla “locus regit actum”

El art. 1027, que sólo reconoce validez a los testamentos otorgados en país
extranjero cuando fueren escritos; no se reconoce validez en Chile a un
testamento verbal otorgado en otro país, cualquiera que sea el valor que las
leyes de dicho país le atribuyan.

Casos en que las escrituras privadas no valen como prueba en Chile

Art. 18: “cuando las leyes chilenas exigieren instrumento público para
pruebas que han de rendirse y producir efectos en Chile, no valdrán las
escrituras privadas, cualquiera que sea la fuerza de éstas en el país en que
hubieren sido otorgadas”.

Esta regla guarda absoluta concordancia con lo prescrito en el art. 1701.

b) Ley que rige los requisitos internos del acto y sus efectos

Los requisitos internos o de fondo se refieren a la capacidad,


consentimiento, objeto y causa.

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Por regla general, al igual que los externos, los requisitos internos se rigen
por la ley del país en que el acto se celebra.

Pero, para ser más rigurosos, debemos distinguir si se trata de leyes


personales o reales y si van o no a producir efecto en Chile:

- si no va a producir efecto en Chile, no hay problema, ya que la legislación


chilena no tiene porqué inmiscuirse en dicha situación.

- Si va a producir efectos en Chile, debemos distinguir, en cuanto a estado


y capacidad, entre el chileno y el extranjero: el chileno debe sujetarse a
nuestra ley; el extranjero, a la ley del país en que se otorgó.

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