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Por qué sigo enseñando el caso

Marbury (y por qué deberían hacerlo


ustedes): una respuesta al profesor
Levinson, por Eric J. Segall
POR
LP • PASIÓN POR EL DERECHO
-
1 JULIO, 2019

INTRODUCCIÓN

En un reciente ensayo publicado en la revista especializada Wake Forest Law


Review[3], el profesor Sandy Levinson señalaba que el venerable caso Marbury
vs. Madison[4] no debería enseñarse como parte de los cursos básicos de
Derecho constitucional requeridos en la mayoría de las facultades de Derecho.
Incluso indicó que no usa «nada del tiempo de la clase para tratar esa
sentencia»[5]. Dado que el caso Marbury ocupa un lugar central en los libros de
Derecho constitucional[6], tanto en el salón de clases como en los juzgados, esa
posición es controversial, tal vez incluso «herética». El profesor Levinson es un
investigador jurídico reconocido a nivel nacional que ha publicado numerosos
artículos y libros (incluyendo un libro de casos de Derecho constitucional muy
usado y respetado)[7]. Soy un gran admirador suyo y estoy de acuerdo con
mucho de lo que ha escrito durante su larga carrera. Sin embargo, con respecto a
la enseñanza del caso Marbury, creo que está equivocado[8]. La sentencia de
John Marshall es un clásico que debería ser tratado por los tribunales y los
académicos como una base importante para el Derecho constitucional moderno.
No solo se debería enseñar el caso Marbury a los alumnos de Derecho, sino que
además tendría que ser el primer caso constitucional que se les presente.

Lea también: Excelente recreación del caso Marbury vs. Madison en español

La parte I de este artículo ofrece una breve introducción a los temas tratados en el
caso Marbury y algunas de las razones por las que los alumnos deberían leer y
analizar la sentencia. La parte II se centra en responder a los argumentos
específicos del profesor Levinson en contra del uso del caso Marbury en clases
así como a su evaluación de que se sobreestima la importancia de ese caso. Por
último, la parte III detalla por qué es más importante que nunca enseñar el caso
Marbury e incluye algunas observaciones sobre cómo ese caso encaja con la
crítica del Realismo jurídico al Derecho constitucional.

Lea también: Siete fallos históricos de la Corte Suprema de EE UU que todo


abogado debe conocer

1. MARBURY

Los antecedentes, los hechos, los razonamientos y las posiciones en el caso


Marbury han sido ampliamente tratados y criticados en la literatura jurídica, así
que no los vamos a resumir aquí[9]. El propósito de esta sección es establecer, en
primer lugar, un argumento a favor de la enseñanza del caso Marbury y
establecer las bases para responder a los argumentos específicos del profesor
Levinson.

Lea también: Técnicas para memorizar las ideas básicas del alegato

En el caso Marbury, el juez supremo Marshall preguntó y se propuso responder


algunas de las cuestiones más fundamentales sobre nuestra forma de gobierno y
nuestra Constitución. Trató, entre otros temas, si la Corte Suprema de los Estados
Unidos tenía la autoridad de ordenarle al Poder Ejecutivo que se ciñera a las
normas, si la Corte podía hacer efectiva una noma que era inconsistente con la
Constitución y cuál era la relación entre el Estado de derecho y nuestra
democracia constitucional[10].

Lea también: Cómo estudiar derecho sin hastiarse

El profesor Levinson argumenta que era innecesario considerar algunos o todos


esos temas en la sentencia del caso Marbury y que la forma en que Marshall los
manejó estaba muy lejos de ser persuasiva[11]. Incluso si aceptáramos esos
argumentos como ciertos, podemos seguir afirmando que el caso Marbury fue el
primero en el que la corte trató ampliamente esos difíciles problemas, y analizar
eso es excelente para estimular el debate en clase. Por ejemplo, los siguientes
párrafos que se citan con frecuencia se quedan en la mente de mis alumnos:
«La esencia misma de la libertad civil consiste en el derecho de cada individuo a
exigir que la ley lo proteja cuando sufre un perjuicio. Uno de los principales
deberes del gobierno es brindar esa protección.

[…]

Se ha calificado enfáticamente al gobierno de los Estados Unidos como un


gobierno de leyes y no de hombres. Ciertamente dejaría de merecer ese apelativo
tan elevado si las leyes no facilitan el acceso a interponer recursos por la
violación de un derecho reconocido por esas leyes»[12].

Si bien las afirmaciones de Marshall en ese párrafo pueden ser exageradas, por lo
general, el Estado de derecho exige que puedan aplicarse recursos por
violaciones de los derechos reconocidos por la ley. Más aún, cuando los alumnos
estudien la doctrina de la cuestión política[13] y los aspectos prudenciales de las
doctrinas en uso, y aprendan que algunas veces la corte niega los recursos
jurídicos a individuos que son víctimas de perjuicios, esa parte del caso Marbury
puede usarse para evaluar esas decisiones[14].

En cuanto al control judicial de los actos legislativos, Marshall expresó lo


siguiente en un lenguaje que hoy en día tiene tanto sentido como en ese entonces:

«Las facultades del Poder Legislativo están definidas y son limitadas, y para que
no haya confusión ni olvidos respecto a esos límites es que se escribe la
Constitución. ¿Hasta qué punto están limitadas esas facultades y para qué se deja
constancia escrita de esos límites si estos, en cualquier momento, pueden ser
obviados por aquellos a los que limitaban? La distinción entre un gobierno con
poderes limitados e ilimitados queda abolida si esos límites no son válidos para
las personas a las que se les imponen y si los actos prohibidos y los actos
permitidos tienen igual grado de obligatoriedad. Que la Constitución controle
todos los actos legislativos que rechaza o que el Poder Legislativo pueda alterar
la Constitución mediante un acto cualquiera es una proposición demasiado
simple para ser desafiada»[15].

Luego de discutir sobre este párrafo en clase, les pregunto a los alumnos cuál es
la pregunta que Marshall ha dejado sin contestar. Casi siempre obtengo la
respuesta que busco: «¿Quién decide?». Luego pasamos a una de las
afirmaciones más famosas hechas por Marshall de que «enfáticamente, es
competencia y obligación del Ministerio de Justicia decir qué es la ley. Aquellos
que aplican las leyes a un caso particular necesariamente tienen que exponer e
interpretar esas leyes. Si dos leyes entran en conflicto, las cortes tienen que
decidir cómo funciona cada una[16]. Como Daniel Farber señaló en el mismo
simposio en el que apareció el ensayo del profesor Levinson, la lógica de ese
párrafo refuerza con gran vigor el control judicial que ejercen las que controlan
las acciones del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo o respecto a la falta de
responsabilidad de los jueces. A veces termina promoviendo un debate sobre
cómo es que los jueces deberían realizar sus tareas interpretativas. Estas
cuestiones son una buena manera de comenzar la discusión sobre las relaciones
apropiadas entre los tres poderes del gobierno federal y el poder de la corte para
hacer que el gobierno actúe responsablemente dentro de lo establecido por la
ley[17].

Lea también: Excelente recreación del caso Marbury vs. Madison en español

2. LOS ARGUMENTOS DEL PROFESOR LEVINSON

El profesor Levinson dividió su ensayo en cuatro argumentos que apoyaban su


posición de que el caso Marbury no debía ser enseñado y de que no es un caso
particularmente importante fuera del contexto histórico específico en el que
surgió. Voy a citar cada uno de los encabezados y refutar sus argumentos.

a) «Comprender la importancia del caso Marbury requiere un conocimiento


histórico de tal profundidad que casi ninguno de nuestros estudiante posee y
que no tenemos tiempo de enseñar»[18].

El profesor Levinson señala que la importancia del caso Marbury es sobre todo
histórica y que «surge en medio del notable drama de cuatro años cuando
Thomas Jefferson fue elegido y desplazó así a las potencias federalistas para
quienes el hecho de dirigir la nación era simplemente una prerrogativa suya»[19].
Este drama incluyó, entre muchos otros eventos, la elección presidencial de 1801
que llegó a un punto muerto, los detalles sobre cómo la Cámara de
Representantes terminó eligiendo a Jefferson, las batallas políticas entre los
federalistas y los antifederalistas, la cancelación legislativa del periodo de 1802
de la Corte Suprema y la compra de Luisiana[20].
El profesor Levinson argumenta también que no se puede llegar a comprender el
caso Marbury sin una discusión detallada del caso Stuart vs. Laird[21], que
ratifica la abolición de la Ley de Tribunales de cortes[22]. Esto también
promueve debates en clase respecto a la sabiduría de los jueces vitalicios
Circuito, que fue promulgada demasiado rápido y que añadía a varios jueces a la
magistratura federal al final del periodo presidencial de John Adams[23]. El
profesor Levinson indica que, si no entienden estos eventos históricos, los
estudiantes no pueden apreciar el caso Marbury y analizar la sentencia en el
contexto correcto. Dado que no hay mucho tiempo para enseñarles todos esos
aspectos históricos a los alumnos, el caso Marbury no debería enseñarse por
ningún motivo.

Los argumentos del profesor Levinson parecen poder aplicarse a la mayoría de


casos en los cursos básicos de Derecho constitucional y, sin embargo, nosotros
—y también el profesor Levinson—, seguimos enseñando esos casos. Por
ejemplo, una verdadera apreciación del caso Youngstown Sheet & Tube Co. vs.
Sawyer[24] requeriría una amplia base sobre los acontecimientos de la Guerra de
Corea, la política después de la Segunda Guerra Mundial y las relaciones del
presidente Truman con el Congreso y los sindicatos, entre otros. Muy pocos
profesores de Derecho tienen el tiempo y probablemente también los
conocimientos para presentar esos sucesos históricos; sin embargo, el caso sobre
la confiscación de fábricas de acero está incluido prácticamente en todos los
libros de casos sobre Derecho constitucional y la mayoría de los profesores lo
enseñan. De manera similar, los primeros casos sobre la Primera Enmienda,
como Schenck vs. Estados Unidos[25] y Debs vs. Estados Unidos[26], se
entienden mejor con una buena base sobre los movimientos radicales
estadounidenses de esa época y la política de la Primera Guerra Mundial, pero es
simplemente imposible cubrir en las clases todo ese contexto histórico de manera
detallada; sin embargo, se siguen enseñando ambos casos hoy en día.

No queda muy claro por qué el caso Marbury requiere más atención histórica que
estos casos.

El segundo problema con el argumento del profesor Levinson sobre la historia es


que no es muy difícil dar un contexto apropiado al caso Marbury en un tiempo
razonable durante las clases. Esta es la historia resumida tal y como yo la
presento al comenzar mi clase (entramos en más detalles a medida que
discutimos sobre la sentencia):

La elección presidencial de 1801 terminó siendo entre tres hombres: el


federalista John Adams, el antifederalista ihomas Jefferson y Aaron Burr. Los
federalistas creían en un gobierno nacional poderoso (de acuerdo a los
estándares de la época), mientras que los antifederalistas creían más en la
autonomía del Estado. Adams fue claramente derrotado, pero se llegó a un punto
muerto en el Colegio Electoral entre Jefferson y Burr, por lo que el destino de la
presidencia pasó a manos de la Cámara de Representantes, la cual terminó
eligiendo a Jefferson como el próximo presidente. El 27 de febrero de 1801,
menos de una semana antes de la juramentación de Jefferson como presidente, el
irreverente Congreso federalista autorizó el nombramíento de cuarenta y dos
jueces nuevos para el Distrito de Columbia. Estos eran jueces municipales, no
federales. El Congreso también aprobó una ley que creaba dieciséis puestos
nuevos de jueces federales. El 2 de marzo de 1801, el penúltimo día de su
gobierno, el presidente Adams nombró a los jueces que, en su mayoría, eran, por
supuesto, federalistas. El Senado federalista los ratificó al día siguiente. La
persona responsable de sellar y enviar los nombramientos fue el Secretario de
Estado John Marshall, quien también era el presidente de la Corte Suprema de
los Estados Unidos y un federalista acérrimo. Muchos de los nombramientos
para los puestos de jueces fueron entregados y se concretaron, pero algunos no.
Uno de los nombramientos que no llegó a ser enviado fue el de William
Marbury, quien tendría que haber sido juez de paz en el Distrito de Columbia.
Cuando Jefferson juramentó como presidente, le ordenó a su Secretario de
Estado no enviar los nombramientos que aún no habían sido despachados a los
jueces federalistas, incluyendo a Marbury. Marbury terminó interponiendo una
demanda a la Corte Suprema argumentando que, como el Congreso ya había
autorizado su puesto como juez y que el Presidente lo había nombrado, tenía el
derecho a convertirse en juez, por lo que James Madison (el Secretario de
Estado de ese entonces) tenía que ordenarle a la corte que le envíe su
nombramiento. Esta demanda molestó tanto a Jefferson que les ordenó a sus
abogados no decir nada en el juicio oral. Algunos creían que esto haría que
Marshall pensara que, si daba una sentencia en contra de Jefferson, el
presidente podría negarse a obedecer la orden de la corte, lo que conduciría a
una crisis constitucional. Más aún, si bien Jefferson y Marshall eran de Virginia,
no se llevaban bien y se criticaban abiertamente. También hay que tener en
cuenta que, después de asumir la presidencia, Jefferson convenció al nuevo
Congreso antifederalista de abolir el nuevo periodo de la Corte Suprema, que
debía correr de junio a diciembre de ese año, y el Congreso derogó la ley que
había sido promulgada por el anterior Congreso para crear nuevos puestos de
jueces federales. Además, el Congreso antifederalista había empezado a
censurar a algunos jueces federalistas. En este contexto de políticas partidarias
despreciables tan mordaces como las de hoy en día, el caso llegó a la corte en
1803.

No queda muy claro por qué los estudiantes necesitarían un contexto más
detallado que el que he indicado para poder apreciar la importancia histórica del
caso Marbury. Es obvio que mientras más contexto tengan, es mejor, pero eso
mismo en cierto para cualquier otro caso constitucional. El profesor Levinson sí
sugiere que el caso Marbury es importante sobre todo por estar en medio de
eventos históricos y no tanto por sus «ostentosas y citables máximas [ … ] que
terminan siendo negadas no solo por el caso mismo, sino también por gran parte
de la historia constitucional posterior»[27]. Si una cita es «ostentosa o fascinante
es una cuestión subjetiva, pero no se puede negar que los comentarios hechos por
Marshall sobre el Estado de derecho, el control judicial y la autoridad del Poder
Judicial por encima del Ejecutivo han superado la prueba del tiempo. En los
cursos de Derecho constitucional, los alumnos van a aprender que la corte evitó
que el presidente confisque fábricas de acero durante lo que él consideraba una
emergencia nacionar, rechazó numerosas leyes federales que buscaban que el
gobierno sea más eficiente[28] y a veces frustró y otras veces apoyó los intentos
del Congreso y del Ejecutivo para lidiar con los problemas económicos de la
nación[29]. Aunque todo esto bien podría haber pasado con o sin Marbury, la
opinión de John Marshall establece los razonamientos básicos para un Poder
Judicial fuerte y les ofrece a los estudiantes una excelente base para analizar el
control judicial moderno que ejercen las cortes. No hay razón para perder esa
base solo debido al amplio contexto histórico en el que se desarrolló ese caso.

b) «Si se van a gastar horas de clase enseñándoles a los alumnos sobre


historia de los Estados Unidos, que sea sobre algo realmente importante[30]

El profesor Levinson inicia esta parte de su ensayo con lo que él considera una
idea compartida por todos respecto al caso Marbury. Él dice: «Creo que todos
estamos de acuerdo en que el tema jurídico esencial en el caso Marbury —es
decir, la habilidad del Congreso para ampliar la jurisdicción original de la Corte
Suprema— no es de gran importancia…»[31]. También dice que es «raro» que la
mayoría de libros de casos empiecen con un caso sobre un tema «verdaderamente
trivial»». Más aún, el hecho de si Marbury recibía o no su nombramiento —
según el profesor Levinson— no le interesaba mucho ni al mismo Marbury
(nunca intentó reabrir el caso) y definitivamente tampoco les va a interesar a los
alumnos de Derecho de primer año, pues «muchos estudiantes buscan llevar el
curso de Derecho constitucional creyendo que incluye temas verdaderamente
importantes». Enseñarles el caso Marbury apenas empiezan podría alejar a
algunos de esos estudiantes[32].

Lea también: Siete fallos históricos de la Corte Suprema de EE UU que todo


abogado debe conocer

Cuando yo enseño el caso Marbury, queda claro que el verdadero «tema» del
caso tiene muy poco que ver con la jurisdicción original de la Corte Suprema o
con el hecho de si Marbury vaya a recibir su nombramiento o no. Por el
contrario, las cuestiones que surgen debido al caso Marbury son si la Corte
Suprema tiene el poder de ordenarle al presidente que realice un deber estipulado
por la ley y si la corte debe hacer efectiva una ley promulgada por el Congreso
que es inconsistente con la Constitución». John Marshall trató ampliamente
ambos temas y sus comentarios —frecuentemente citados— respecto a la
necesidad de un Estado de derecho y de un gobierno que respete las leyes son
fundamentalmente importantes. Mis alumnos tienen pocas dificultades para
apreciar la importancia de esos asuntos, a pesar del resultado del caso en sí
quizás ni les interese. Como escribe la profesora Weinberg, «hay pocas dudas de
que el caso Marbury fuese creado en primer lugar —y sobre todo— para
establecer un control judicial sobre el gobierno —sobre los funcionarios del
Poder Ejecutivo»[33].

El profesor Levinson también sugiere que no vale la pena enseñar el caso


Marbury porque «promueve en los estudiantes un optimismo injustificado de que
el sistema constitucional estadounidense — incluyendo las sentencias
judiciales— tiene un final feliz y que nunca sirve como mecanismo para
legitimar el mal»[34]. Si bien el caso Marbury hace que surjan algunos
cuestionamientos morales, otros casos antiguos sobre esclavitud como Prigg vs.
Pennsylvania[35] y Dred Scott vs. Sanford[36], les dan a los estudiantes una
mejor perspectiva respecto a la Corte Suprema y su capacidad para «racionalizar
el mal»[37]. El profesor Levinson concluye que no hay nada que justifique la
cantidad de tiempo que se necesitaría para enseñar el caso Marbury, pues el caso
«no enseña nada sobre la capacidad de las leyes para potenciar el bien o el
mal”[38].

[Continúa…]

[1] Título original en inglés: Why I still teach Marbury (and so should you): A
response to Professor Levinson, 6 U. PA. J. CONST. L. 573 2003-2004.
Traducción hecha por Manuel Chuquillanqui Gonzales, abogado por la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y corregida por Carmen Luisa
Franco Hip, Licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad
Ricardo Palma, CTP 0579.

[2] Profesor de Derecho de la escuela de Derecho Georgia State University


College of Law. Quisiera agradecer a Neil Kinkopf, Sandy Levinson, Suzanna
Sherry, Louise Weinberg y Patrick Weisman por sus útiles comentarios sobre
este ensayo.

[3] Sandford, Levinson, Why I Do Not Teach Marbury (Except to Eastern


Europeans) and Why You Shouldn’t Either, 38 WAKE FOREST L. REV 553
(2003).

[4] 5 U.S. (1 Cranch) 137 (1803).

[5] Levinson, supra 3, en 554.

[6] ídem; ver, por ejemplo, de Kathleen M. Sullivan & Gerald Gunther,
Constitutional Law 3-13 (14.° Ed. 2001) (cuando hablan del caso Marbury al
comienzo de un libro de casos); casos citados infra notas 68-69 y texto
acompañante (citando y discutiendo casos que se apoyan en el caso Marbury).

[7] Paul Brest, Sanford Levinson, J.M. Balkin & Akhil Reed Amar, Processes of
Constitutional Decisionmaking (4.° Ed. 2000); ver también Legal Scholarship
Symposium: The Scholarship of Sanford Levinson, 38 TULSA L. REV. 553
(2003)

[8] El profesor Levinson admite en su artículo que quería «convencer» a otros


profesores de dejar de enseñar el caso Marbury. Levinson, supra 3, en 554.
Espero poder demostrar que ahora, más que nunca, es importante enseñar el caso
Marbury.

[9] Para una colección de artículos buenos y recientes, ver Judicial Review:
Blessing or Curse? Or both? A Symposium in Commemoration of the
Bicentennial of Marbury v. Madison, 38 Wake FOREST L. REV. 313 (2003).

[10] Ver infra notas 52-56 y texto acompañante.

[11] Marbury, 5 U.S. (1 Cranch), en 163.

[12] Nota del traductor: La doctrina de la cuestión política está ligada al concepto
de justiciabilidad, pues trata de responder a la pregunta de si el sistema de
tribunales es el lugar adecuado para tratar un caso específico. Se plantea esto
porque los tribunales solo tienen la autoridad para sentenciar sobre cuestiones
jurídicas mas no políticas. Las cuestiones jurídicas son consideradas justiciables
mientras que las políticas no.

[13] Ver, por ejemplo, Nixon vs. Estados Unidos, 506 U.S. 224 (1993) (se
rechaza un caso de un juez federal

[14] Ver, por ejemplo, Nixon vs. Estados Unidos, 506 U.S. 224 (1993) (se
rechaza un caso de un juez federal

[15] Marbury, 5 U.S. (1 Granch), en 176-77.

[16] ídem en 177.

[17] Ver de Daniel A. Farber, Judicial Review and Its Alternatives: An American
«Tale, 38 WAKE FOREST L. REV. 415-21 (2003).
[18] Debo indicar que soy hostil al control judicial en general y al caso Marbury
en particular. Ver, de Eric J. Segall, 5 U.S. (1 Cranch) 137, 175, 16 CONST.
COMMENT. 569(1999). Sin embargo, creo que la importancia del caso Marbury
requiere que sea enseñado.

[19] Levinson, supra 3, en 554.

[20] Ídem.

[21] Ver ídem en 544-55

[22] U.S. (1 Cranch) 299 (1803).

[23] Levinson, supra 3, N.° 557.

[24] 343 U.S. 579 (1952) («Steel Seizure») (se evitó que el presidente Truman
confiscara fábricas de acero durante la Guerra de Corea).

[25] 49 U.S. 47 (ratifica una condena por distribuir folletos antibélicos).

[26] 49 U.S. 211 (2019) (ratifica una condena por distribuir folletos antibélicos).

[27] Ver Steel Seizure, 343 U.S. 579 (1952).

[28] Ver, por ejemplo, Clinton vs. New York 524 U.S. 417 (1998); Bowsher vs.
Synar, 478 U.S. 714 (1986), INS vs. Chadha, 462 U.S. 919 (1983).

[29] Ver, por ejemplo, NLBR vs. Iones & Laughlin Steel Corp., 301 U.S. 1
(1937); A.L.A. Schechter Poultry Corp. vs. Estados Unidos, 295 (1935); Estados
Unidos vs. E.C. Knight Co., 156 U.S. 1 (1985).

[30] Levinson, supra 3, en 559.

[31] ídem

[32] ídem
[33] Ver de Farber, supra 17, en 415-16.

[34] outies Weinberg, Our Marbury, 89 VA. L. REV. 1235, 1404 (2003). En este
nuevo y brillante artículo, la profesora Weinberg señala que las críticas
tradicionales al caso Marbury están erradas. Por ejemplo, con respecto a la
sección 13 de la Ley del Poder Judicial, ella cree que Marshall simplemente la
estaba aceptando como verdadera para poder enfrentar los argumentos del
abogado de Marbury de que la sección 13 otorgaba a la Corte la jurisdicción
original y, luego, Marshall indicó que, aun así, la ley sería inconsistente con el
Artículo III. En otras palabras, Marshall no creía realmente que la sección 13
fuese aplicable al caso, pero estaba dispuesto a asumirlo así para que sea
consistente con las normas jurisdiccionales de la época. Por esta y muchas otras
interesantes observaciones originales sobre el caso Marbury, los investigadores y
profesores de Derecho constitucional tienen que leer el artículo de la profesora
Weinberg.

[35] Levinson, supra 3, en 561.

[36] Prigg vs. Pennsylvania, 41 U.S. (16 Pet.) 539 (1842) (se elimina un
reglamento penal de Pennsylvania que prohibía el transporte o venta de
esclavos).

[37] U.S. (19 How.) 393 (1857) (invalida el Compromiso de Missouri).

[38] Levinson, supra 4, en 562.

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