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Torres, José M: (1888), Primeros elementos de educación, Buenos Aires,

Imprenta de Biedma. (Selección)

Parte Segunda
Sección IV: Condiciones de la buena enseñanza primaria
1. Ser correctamente metódica
Cada nueva generación necesita aprender más que su inmediata anterior, y adoptar,
por consiguiente, procedimientos más expeditivos para instruirse. Todo curso de
estudios puede abrazar mayor número de conocimientos, cuando la adquisición de
cada serie de ideas demanda menos tiempo. Si queremos abreviar la duración de todo
grado de la enseñanza, adoptemos el verdadero método de enseñar. Cuando la
instrucción no se basa en principios filosóficos, sino en la tradición rutinaria, está
sujeta al capricho del empirismo, que hace de ella una masa confusa de
procedimientos heterogéneos. Esta confusión desaparece por la adopción del método
que está en armonía con los modos de la actividad mental, con la naturaleza de las
materias de enseñanza y con las exigencias de la sociedad moderna.
En la enseñanza, nada debe abandonarse al acaso, porque la inexperiencia de
los maestros empíricos, así como la de los niños, acrecen las dificultades inherentes á
toda especie de estudio. Si el método estuviese difundido, los casos de perversión
intelectual serían rarísimos.
Gracias á la adopción de los procedimientos modernos, la agricultura, la
industria y el comercio progresan rápidamente entre nosotros. El arte de enseñar no
debe permanecer en ninguna de nuestras escuelas, sujeto á las inconveniencias de
una rutina absurda. Tiempo es ya de que apliquemos á la inteligencia, como hemos
aplicado á la materia, nuevos impulsos, nuevas direcciones, nuevos procedimientos de
cultura.
2. Tomar por guía la naturaleza del niño
El modo que todo niño pequeño emplea para aprender á hablar—sin tener el designio
de aprender, ni sus padres el propósito deliberado de enseñarle—presenta al maestro
el mejor modelo que imitar en la enseñanza primaria. Desde el momento en que se
ponen en actividad las facultades perceptivas del niño, éste, incitado por la curiosidad,
observa objetos, oye lo que se dice de ellos y recibe diversas intuiciones; entonces,
ayudado por la simpatía, adquiere ideas y las asocia á las palabras cuyo carácter
representativo se manifiesta, mediante repeticiones, á la inteligencia naciente.
Cuando el niño repite las frases que ha oído, habla por imitación; cuando las
modifica, habla por analogía. En el primer caso, ejercita su memoria; en el segundo, su
juicio. La analogía le ofrece medios de multiplicar sus expresiones, en proporción á la
suma de ideas que él ha adquirido.
La simpatía, la curiosidad y la percepción bastan á un niño pequeño, para
adquirir ideas elementales; la imitación y la analogía, para aprender á hablar; mas no
es posible adoptar siempre este procedimiento de la naturaleza. La simpatía y la
percepción se ejercitan más particularmente en la infancia, y rara vez pueden servir
para las adquisiciones que requieren el ejercicio de la concepción y el de la ima-
ginación; pero la curiosidad, la imitación y la analogía funcionan eficazmente en todos
los períodos de la vida.
Aunque no es posible adoptar estrictamente en la enseñanza el procedimiento
de la naturaleza, el método no ha de perder nunca de vista estos dos grandes
principios: el ejemplo y la práctica. Adoptándolos instintivamente, el infante observa
para imitar en seguida, y comprende su lengua materna, antes de poder hablarla; pasa

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de las ideas á los signos, y aprende así á expresarlas. El método ha de seguir esta
marcha, tomando por guía la naturaleza.
3. Subdividir los asuntos de estudio
La clasificación es una ley del método, porque hay que inquirir el orden en que se han
de estudiar los asuntos de cada ramo de conocimientos, antes de pensar en el modo
de adquirirlos. El espíritu no puede ocuparse en muchas cosas distintas y nuevas á la
vez; por consiguiente, el método subdivide el estudio de cada materia en partes que
forman una serie gradual y progresiva.
La subdivisión de las materias y la graduación de los estudios reconcentran la
actividad mental en una sola cosa á la vez, y son tan poderosas en la enseñanza
como en los asuntos de la vida. El método, conformándose con estos dos principios,
determina el orden en que deben sucederse las diversas operaciones que concurren al
fin propuesto, de suerte que cada una sea preparación de la subsiguiente, y que todas
vengan á realizar gradualmente el buen éxito. Así, en toda enseñanza, el método evita
la acumulación de dificultades, á fin de no desalentar al niño.
4. Abrazar el análisis y la síntesis
La posesión completa de cualquier conocimiento consiste en poder servirse de él,
aplicándolo; depende del ejemplo, más que del precepto; de la práctica, más que de la
teoría; pero ninguno de estos hechos queda desatendido por el método, que los em-
plea alternativamente. El ejemplo y la práctica suministran materiales que
descomponer y elementos que estudiar; los preceptos y la teoría ayudan á reproducir
combinaciones y á generalizar hechos.
El procedimiento analítico pone la inteligencia en contacto inmediato con los
objetos de estudio; le presenta ejemplos y modelos que descomponer é imitar. Por el
contrario, el procedimiento sintético rechaza el ejemplo y la imitación, dirige la
inteligencia desde los principios y las reglas, y la conduce al objeto, por una vía
indirecta. El análisis, conformándose con las leyes de la generación de las ideas y con
la marcha de la naturaleza, hace pasar la inteligencia, de lo conocido á lo
desconocido, de lo simple á lo complejo, de lo concreto á lo abstracto, de lo particular
á lo general, y la interesa, la ejercita, la desarrolla. No hace tanto la síntesis; pues
presenta leyes hechas, se apoya en abstracciones y ofrece poco interés á la
inteligencia del niño. Estos obstáculos provienen de que el procedimiento sintético se
basa en principios que son de aplicación dificilísima para el niño que no conoce los
hechos particulares que les han dado origen.
Pero si bien es cierto que el análisis es más eficaz que la síntesis—sobre todo,
en la enseñanza elemental—conviene no desentenderse de este procedimiento que es
necesario para concluir la obra comenzada por aquel. Ambos se apoyan mútuamente.
El método, en todos sus procedimientos, se conforma con la marcha del espíritu
humano, que, siguiendo el impulso de la naturaleza, asciende de los hechos á los
principios, para descender luego de los principios á sus consecuencias; es decir, hay
que comenzar por el análisis y terminar por la síntesis.
5. Conducir al niño a instruirse independientemente
Llevar paso á paso al niño á no necesitar auxilio del maestro, es otra de las
condiciones esenciales de la buena enseñanza primaría. No hay preocupación más
errónea que la de creer que nada se aprende bien sin maestro. La instrucción que
cada persona se da á sí misma es la que más se eleva sobre el nivel de la vulgar. El
saber de los grandes hombres siempre es, en su mayor parte, obra de ellos.
El método, dando al niño el sentimiento de sus progresos, le mueve á hacer
esfuerzos, á poner en acción todas sus facultades intelectuales; no le dispensa del
trabajo, sino que le dirige y le secunda; no impone la instrucción ciegamente á la

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memoria, sino que indica los medios de adquirir conocimientos y de descubrir
verdades; en una palabra, el método pone al niño en estado de instruirse á sí mismo.
Corresponde al maestro, no solo excitar en sus discípulos el deseo de
progresar, sino también indicarles los medios, porque no adelantarán, si no hacen los
esfuerzos correspondientes. Craso error es creer que los maestros pueden imponer,
de grado ó por fuerza, la instrucción á sus discípulos. Los maestros más sabios, con
los procedimientos mejor concebidos, no pueden imprimir nada importante en espíritus
pasivos é inertes; y si una inteligencia indolente llega á retener una serie de ideas,
elaborada por otra inteligencia, semejante adquisición es infinitamente inferior á la que
resulta de la investigación de un solo hecho, ó del análisis de una sola combinación,
efectuado por una inteligencia con sus propios recursos.
El método no consiente que los discípulos reciban del maestro lo que pueden
aprender solos; y, mediante la observancia de esta regla, los progresos serán siempre
proporcionados en cada niño, á su inteligencia, á su aplicación y á su tiempo dispo-
nible.

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