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Título: La libertad de expresión como libertad preferida. Jurisprudencia de la Corte Suprema (1983-2019)
Autor: Santiago, Alfonso
Publicado en: SJA 13/11/2019, 13/11/2019, 3 -
Cita: TR LALEY AR/DOC/3521/2019

Sumario: I. Presentación.— II. La libertad de expresión en la jurisprudencia de la Corte Suprema de la


Nación (1983-2019).— III. Algunas conclusiones.
(*)
I. Presentación
La libertad de expresión reconocida en los arts. 14 y 32 de la CN y en el ar t. 13 de la CADH ha sido
protegida con especial énfasis por la jurisprudencia de la Corte Suprema argentina y de la Corte IDH, por
considerar que ella no solo es una exigencia de la dignidad de la persona humana, sino por el rol fundamental
que cumple para la vida democrática de un país.
La libertad de expresión, además de ser un derecho esencial de la persona, representa un valor estratégico
para el adecuado funcionamiento de un sistema democrático, al permitir la libre expresión de las personas, el
fomento de las relaciones interpersonales, el libre debate de ideas, la conformación de la opinión pública y de
las corrientes sociales y, desde allí, posibilitar los pronunciamientos fundados del cuerpo electoral.
Ya en 1822, señalaba James Madison que "un gobierno popular sin información pública, o sin los medios
para obtenerla, no es otra cosa que el prólogo de una farsa o una tragedia; o, tal vez, de ambas". Por su parte, el
juez Hugo Black de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en su voto en el célebre caso "The New York
Times vs. United States", sostenía que "la prensa está para servir a los gobernados, no a los gobiernos, se la
protege para que pueda desnudar los secretos del gobierno e informar al pueblo. Solo una prensa libre y sin
restricciones puede exponer las imposturas del gobierno" (1).
También la Corte Suprema argentina ha dicho a este respecto:
"La Constitución Nacional consagra el derecho de prensa como un derecho de carácter estratégico, en
conexión con la radicación de la soberanía en el pueblo. Este Alto Tribunal [...] debe tutelar ese derecho esencial
para la vida democrática" (2).
En el mismo sentido, la Corte IDH, entre otros desarrollos, ha sostenido:
"Respecto al contenido de la libertad de pensamiento y de expresión, la Corte ha señalado que quienes están
bajo la protección de la Convención tienen el derecho de buscar, recibir y difundir ideas e informaciones de toda
índole, así como también el de recibir y conocer las informaciones e ideas difundidas por los demás. Es por ello
que la libertad de expresión tiene una dimensión individual y una dimensión social; esta requiere, por un lado,
que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento y representa, por
tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro lado, un derecho colectivo a recibir
cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno (...). Dada la importancia de la libertad de
expresión en una sociedad democrática y la elevada responsabilidad que ello entraña para quienes ejercen
profesionalmente labores de comunicación social, el Estado no solo debe minimizar las restricciones a la
circulación de la información sino también equilibrar, en la mayor medida de lo posible, la participación de las
distintas informaciones en el debate público, impulsando el pluralismo informativo. En consecuencia, la equidad
debe regir el flujo informativo. En estos términos puede explicarse la protección de los derechos humanos de
quien enfrenta el poder de los medios y el intento por asegurar condiciones estructurales que permitan la
expresión equitativa de las ideas" (3).
Podemos apreciar en estas afirmaciones de estos autores y tribunales que la libertad de expresión es una
libertad "preferida" que exige una protección muy particular, por la importancia "estratégica" que tiene en una
sociedad democrática.

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El régimen específico de la libertad de expresión no ha sido desarrollado principalmente a nivel legislativo


(4), sino fundamentalmente jurisprudencial, con una delicada ponderación de los bienes en juego y una
necesaria armonización de los derechos comprometidos en cada caso concreto. Por ello, el estudio de la
jurisprudencia de ambos tribunales resulta particularmente relevante en materia de libertad de expresión.
El objetivo del trabajo es repasar los principales casos, temas y cuestiones que han tenido que resolver
ambos tribunales en las últimas décadas, desde el retorno a la democracia en 1983. Comenzaremos por los
principales casos de la Corte Suprema argentina para luego pasar a los de la Corte IDH.
Algunas de las cuestiones que surgirán del análisis jurisprudencial que realizaremos son las siguientes: ¿en
qué se justifica un régimen especial de responsabilidad pública periodística? ¿hay responsabilidad si se publicar
noticias falsas? ¿en qué supuestos? ¿hay diferencias en el tratamiento jurídico entre noticias, opiniones e
insultos? ¿hay diferencias en la protección del honor de las figuras públicas y privadas? ¿es ello legítimo? ¿citar
una fuente anónima exonera de responsabilidad? ¿cómo se armoniza la libertad de expresión con el derecho al
honor, con la intimidad, con la protección de los menores y de los sentimientos religiosos? ¿el derecho a
publicar sin censura previa es un derecho absoluto o admite algunas excepciones? ¿es igual la responsabilidad
de un periodista cuando escribe un artículo o cuando escribe un libro? ¿hay medios indirectos de afectación de
la libertad de expresión? ¿los controles de precio o la distribución de la publicidad oficial pueden ser algunos de
ellos? ¿se extiende a los blogs y a los medios virtuales el mismo régimen de los medios tradicionales? ¿qué
ocurre con la responsabilidad de los buscadores? La jurisprudencia de la Corte Suprema argentina ha respondido
a través de sus Fallos, entre otros, a todos estos interrogantes.
II. La libertad de expresión en la jurisprudencia de la Corte Suprema de la Nación (1983-2019)
Según el criterio seguido en nuestra obra sobre historia de la Corte Suprema argentina, es posible distinguir
doce etapas distintas desde su instalación en 1863 hasta nuestros días (5). Desde el retorno a la democracia
pueden mencionarse tres etapas diferentes:
— 10a etapa (1983-90): Fallos: 306 a 313.
— 11a etapa (1990-2003): Fallos: 313 a 326.
— 12a etapa (2004, hasta nuestros días): Fallos: 326.
Guiados por este esquema iremos analizando los principales Fallos, sobre libertad de expresión de cada uno
de estos tres últimos períodos (6).
II.1. Libertad de expresión en la Corte de Alfonsín (1983-1990)
Esta etapa se inicia con el retorno a la vida democrática en 1983 y la renovación completa de la integración
de nuestro máximo tribunal. Por eso el tratamiento de la libertad de expresión en la jurisprudencia de estos años
iniciales de la restauración democrática.
En el marco de la jurisprudencia de este período, corresponde mencionar los siguientes casos y cuestiones
resueltas por nuestro más alto tribunal en lo relativo a la libertad de expresión:
a) Caso "Balbín", sobre libertad de expresión y derecho a la intimidad;
b) Casos "Campillay" y "Costa", sobre responsabilidad de los medios de comunicación por noticias
inexactas o agraviantes;
c) Casos "Sánchez Abelenda" y "Ekmekdjian", sobre derecho de réplica;
d) Caso "La Prensa": libertad de expresión y control de precios.
Analizaremos brevemente cada uno de ellos.
II.1.a. Caso "Ponzetti de Balbín c. Editorial Atlántida" (7) y el derecho de intimidad
La revista Gente y la actualidad publicó una fotografía de Ricardo Balbín agonizante en la habitación de una
clínica, lo que afectó la intimidad del destacado líder radical y de su familia. Tras su fallecimiento, sus
 

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familiares promovieron una acción de daño moral contra la editorial y sus propietarios. En fallo unánime,
aunque expresado en tres votos diferentes, el tribunal hace lugar a la demanda tutelando el derecho de intimidad,
aunque se tratara en este caso de una figura pública. Afirma en este sentido el voto de los jueces Belluscio y
Caballero:
"La protección del ámbito de intimidad de las personas tutelados por la legislación común no afecta la
libertad de expresión garantizada por la Constitución ni cede ante la preeminencia de esta, máxime cuando el ar
t. 1071 bis del Cód. Civil es consecuencia de otro derecho inscripto en la propia Constitución, también
fundamental para la existencia de una sociedad libre, el derecho de la privacidad, consagrado en el ar t. 19 de la
Carta Magna, así como también en el ar t. 11, inc. 2º y, del ya mencionado Pacto de San José de Costa Rica,
según los cuales nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su
familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación, y toda persona
tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques" (8).
El tribunal realiza una ponderación de los bienes y derechos en juego y considera que el ejercicio de la
libertad de expresión debe ser respetuosa de los ámbitos de intimidad y privacidad, aún de las figuras públicas.
II.1.b. Los casos "Campillay" (9) y "Costa": responsabilidad de los medios de comunicación por noticias
inexactas y agraviantes. Libertad de expresión y derecho al honor
La Corte Suprema de este período comienza a elaborar una doctrina jurisprudencial sobre la responsabilidad
civil de los medios periodísticos a propósito de la difusión de noticias inexactas y agraviantes, que luego será
retomada y completada en las etapas posteriores.
El primer leading case en esta materia lo constituye el ya célebre caso "Campillay".
Julio César Campillay fue erróneamente involucrado en la comisión de graves conductas delictivas por un
comunicado oficial de la Policía Federal. Dicho comunicado fue transcripto literalmente por varios medios
periodísticos, pero sin citar esa fuente. Con posterioridad el actor fue sobreseído de modo definitivo en sede
penal e inició demanda de daño moral a los diarios que habían publicado la noticia.
La Corte Suprema en fallo dividido tres contra dos hace lugar a la demanda. La mayoría (10) entendió que
debía prevalecer el derecho a la buena reputación, en tanto que la minoría (11) hizo prevalecer en este caso la
libertad de expresión (12).
El voto mayoritario señala:
"Las noticias en cuestión aparecen plagadas de subjetividades e inexactitudes respecto del actor, quien es
calificado como integrante de una asociación delictiva dedicada al robo y al tráfico de estupefacientes, que
gastaba su botín en casinos, hipódromos y en diversiones con mujeres. Tal proceder de los diarios demandados,
implicó un ejercicio imprudente de su derecho de informar, toda vez que un enfoque adecuado a la seriedad que
debe privar en la misión de difundir noticias que puedan rozar la reputación de las personas —admitida aún la
imposibilidad práctica de verificar su exactitu d— imponía propalar la información atribuyendo directamente su
contenido a la fuente pertinente, utilizando un tiempo de verbo potencial o dejando en reserva la identidad de los
implicados en el hecho ilícito, como bien lo señaló el a quo (...) el hecho de que tales publicaciones se hayan
limitado a transcribir prácticamente el comunicado policial respectivo —al margen de la responsabilidad de
dicha autoridad, extraña al marco del proces o— no excusa la atribuible a los editores involucrados, toda vez
que estos hicieron 'suyas' las afirmaciones contenidas en aquel, dándolas por inexcusablemente ciertas" (13).
Por su parte, el voto de minoría sostiene:
"La reproducción que los demandados efectuaron limitando un comunicado policial, constituyó el ejercicio
del derecho de crónica propio de los medios de prensa, circunstancia que exime de ilicitud a la información,
máxime cuando la fuente de la noticia —autoridad policial con competencia funcional en la investigación y
prevención de delitos y falta s— obliga en la práctica profesional periodística a considerar como objetivamente
confiable la veracidad del contenido de esa noticia sobre la que se ejerció el derecho de crónica. En efecto, debe
 

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tenerse en cuenta que los demandados en la publicación obraron eliminando los calificativos criminológicos
tales como '... depravado...' del carácter del sujeto, lo que revela intención de no herirlo en su estructura
personal; y se refirieron solamente al acto en sí, descartando partes del informe en las que se efectuaban
apreciaciones sobre otras conductas de los detenidos y sus fines delictuosos, como ser, por ejemplo, en un caso,
que '... también se dedicaban a efectuar salideras de Bancos, Financieras, etc., asaltos a comerciantes y a
distintos particulares...'; y, en el otro, que '... no obstante lo apremiante de las circunstancias los sujetos no se
amedrentaron y por el contrario intentaron confundir a los investigadores teniendo in mente las contestaciones
necesarias'... En estas condiciones, el obrar de los demandados no parece motivado por finalidades injuriosas o
calumniosas, sino que constituye el ejercicio regular de un derecho conforme a la previsión del ar t. 1071 del
Cód. Civil, porque lo regular no es otra cosa que remisión a pautas sociales o culturales vinculadas al ejercicio
de una actividad" (14).
Vemos así, dos posturas opuestas en el modo de armonizar el ejercicio de la libertad de expresión con el
derecho al honor de las personas mencionadas en las crónicas periodísticas.
Un caso similar, esta vez resuelto cuatro votos a uno (15), fue "Costa c. Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires" (16) en donde también se hizo lugar a una demanda de daño moral contra los medios
periodísticos por publicación de noticias agraviantes al honor.
Héctor R. Costa, un empleado de la Municipalidad, fue filmado ocasionalmente por canales de televisión en
oportunidad de conversar con un vendedor ambulante, el cual después fue entrevistado por estos. De esta
entrevista periodística surgieron sospechas acerca de la comisión por parte de Costa del delito de cohecho. El
agente público fue sumariado y declarado cesante. Asimismo, algunos medios gráficos como el diario La Razón
y la revista Gente y la actualidad, publicaron notas atribuyendo a Costa la comisión del delito. No obstante, este
fue sobreseído en la causa penal en la cual había formulado su autodenuncia. Promovió entonces una acción de
daño moral contra la Municipalidad y los medios, la que dio oportunidad a la Corte de intervenir en el recurso
extraordinario promovido por aquellos contra la sentencia de condena.
Invocando la doctrina de la Corte Suprema de los Estados Unidos sobre la llamada "real malicia" (actual
malice) (17) —según la cual una persona pública solo puede reclamar una indemnización contra un medio
informativo si este ha obrado a sabiendas con error o bien con total despreocupación por la verdad objetiv a— la
Corte confirmó la condena.
Entre sus considerandos el voto mayoritario sostuvo que:
"En la especie examinada las publicaciones periodísticas en cuestión, apreciadas aun con el criterio más
amplio en virtud hacer alusión a la conducta de un "empleado público" exceden límites impuestos por la buena
fe y traducen un propósito evidentemente malicioso al atribuir al actor —con absoluto menosprecio la realidad
de los hecho s— la comisión lisa y llana de un delito doloso, circunstancia que —cabe reitera r— no surgía de la
filmación efectuada ni mucho menos del sumario administrativo conocidos por las empresas recurrentes, puesto
que si bien el afectado resultó cesanteado, tal resolución no tuvo por causa la realización del hecho ilícito que
falsamente se le imputa, sino sus antecedentes personales y lo equívoco de la situación planteada. Por otra parte,
no parece ocioso añadir el lenguaje denigratorio que acompañó las noticias aparecidas, v.gr.: "Con las manos en
la masa", "Por primera vez se filmó una coima", todo lo cual importó, en el marco antedicho y a luz de la índole
y características del sujeto afectado, según la disposición efectuada en el precedente considerando, una conducta
pasible de la responsabilidad que le atribuyó el a quo en la sentencia impugnada" (18).
Vemos que, en estos dos casos, más allá que los Fallos, de la Corte condenan a los medios demandados, se
sientan las bases de las doctrinas jurisprudenciales que en el futuro les otorgarán una amplia tutela para realizar
su importante tarea y misión.
II.1.c. Casos "Sánchez Abelenda c. Ediciones La Urraca SA" (19) y "Ekmekdjian c. Neustadt " (20): la
improcedencia del derecho de réplica por falta de reglamentación legislativa

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En estos dos casos, la Corte Suprema de esta etapa va a rechazar la pretensión de los actores de ejercer el
derecho de réplica reconocido expresamente en el ar t. 13 de la CADH, por entender que para su ejercicio era
necesaria la reglamentación legislativa.
En el primero de ellos, el presbítero Raúl Sánchez Abelenda demandó a una publicación denominada El
Periodista de Buenos Aires, para que rectificara una noticia en la cual se lo involucraba con los hechos
sediciosos que dieron lugar al dictado del estado de sitio a fines de noviembre de 1985 . Manifestaba no haber
tenido participación alguna en ellos. Condenados en primera y segunda instancia, los demandados interpusieron
recurso extraordinario que, rechazado, motivó una queja ante la Corte. A su turno, esta revocó los
pronunciamientos anteriores. Influyó en su decisión (21) la negativa a reconocer el derecho de réplica como
derecho operativo —no obstante estar previsto en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (22)—,
ya que aún no había sido reglamentado por medio de una ley interna, criterio que ya había esgrimido en el caso
"Costa" (23). Tampoco fue admitida su inclusión implícita en el ar t. 33 de la Constitución:
"Reconocer un derecho a réplica en favor del actor, basado en el ar t. 33 de la CN, significaría limitar
sensiblemente los derechos expresamente reconocidos a la demandada por la Ley Fundamental, dejando, así, en
manos de los jueces la facultad de definir por sí mismos los alcances de un supuesto derecho de amplios y
definidos contornos, sin que ninguna ley autorice expresamente dicha intervención" (24).
Con igual criterio fue resuelto el segundo caso, promovido por el constitucionalista Miguel Ángel
Ekmekdjian a raíz de unas expresiones de Arturo Frondizi vertidas en un programa de televisión (25).
II.1.d. El caso "La Prensa" (26) y los medios indirectos de afectación de la libertad de expresión
El diario La Prensa fue multado por no observar las disposiciones de precios máximos dictadas por el
gobierno con base en lo establecido en la Ley de Abastecimiento. El diario entendió que la imposibilidad de
aumentar el precio de venta le imponía una fuerte restricción económica que amenazaba su subsistencia y
lesionaba de ese modo la libertad de expresión reconocida constitucionalmente.
Señala Bianchi:
"Este caso fue ocasión un interesante debate interno en el Tribunal suscitado entre los defensores de la
libertad de expresión y quienes —en minorí a— veían al diario como una empresa comercial común y corriente,
destinataria de la Ley de Abastecimiento en igualdad de condiciones con las restantes de su especie. La mayoría,
integrada por los jueces Caballero, Belluscio y Fayt, produjo tres votos separados —lo que pone en evidencia la
intensidad del debate aún entre quienes estaban de acuerdo con una misma solució n— que en esencia pueden
resumirse con las palabras del voto del Presidente del Tribunal, '... es parte de esa libertad de imprenta que se
ejerce a través de la publicación del producto, el fijar el precio, y resulta obvio que si se faculta al poder
administrador a regular este, o se somete a las empresas a la previa autorización, para aumentar los precios de
sus ediciones, pueden alterarse garantías constitucionales, pues el ar t. 32 de la Ley Fundamental refuerza, en
este sentido, la protección del derecho de propiedad consagrado en el ar t. 17 de la CN' (27). Me parece
importante remarcar —como dato adiciona l— que la mayoría podrían haber hecho hincapié en la situación
concursal de La Prensa y con ese solo fundamento revocar la multa impuesta (28). Sin embargo, prefirió ir
directamente al punto constitucional del caso y resolverlo sin argumentar sobre la singularidad de la situación de
la recurrente. La minoría en cambio, cuyo voto suscriben los jueces Petracchi y Bacqué, no hace distinción
alguna entre la prensa y cualquier otra empresa comercial. '... las disposiciones legales dictadas en ejercicio del
poder de policía económico social, vinculadas con el aspecto empresarial de la prensa, no se encuentran vedadas
por el ar t. 32 primera parte, de la Constitución Nacional, por el hecho de que hayan sido expedidas por el
Congreso Federal... En la medida en que el periodismo adopta características análogas a las de las empresas
comerciales para alcanzar la capacidad económica requerida por su modalidad actual, lo específicamente
periodístico queda indisolublemente vinculado con una categoría de intereses de distinta especie, que no pueden
dejar de ser regulados. Sin pretender, para dichos intereses, condiciones de excepción fundadas en el mero
hecho que no altera la naturaleza del vínculo aludido de aquellos, la cual, en definitiva, es la que justifica la
 

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regulación. El hecho de que la empresa tenga por fin la publicación de ideas por medio de la prensa no sustrae
su política económica particular del deber de ajustarse a la política económica nacional que fije el órgano
encargado por la Constitución de ese cometido (doctrina de Fallos: 217:145)' (29). Parecería que, en opinión de
los autores de esta disidencia, cuando la libertad de expresión está canalizada por un medio empresario, se
iguala con la venta de carne, botones o sombreros" (30).
II.2. La libertad de expresión en jurisprudencia de la Corte de la 11ª etapa (1990-2003)
Durante este período, que se inicia con la ampliación de la Corte a nueve integrantes durante la presidencia
de Carlos Menem, fueron muy numerosos los Fallos, de la Corte Suprema en relación con la libertad de
expresión, aún más que en la etapa anterior (31). Para su reseña ordenada, los hemos agrupado en cinco
subtemas fundamentales: derecho de réplica; censura previa; responsabilidad civil y penal de los medios de
comunicación; y criterios de asignación de la publicidad oficial.
II.2.a. Libertad de expresión y derecho de réplica
Los Fallos, dictados en estos años por el Tribunal en esta materia hicieron operativo el derecho de réplica,
respuesta o rectificación consagrado en el ar t. 14 de la CADH (32), que hasta entonces dormía el sueño de los
justos a la espera de la reglamentación legislativa (33). Tres son los Fallos, principales sobre esta cuestión: los
dictados en los casos "Ekmekdjian", "Petric" y "Rozenblum".
Sin lugar a dudas, el leading case en la materia es el fallo "Ekmekdjian c. Sofovich" (34) del año 1992, en el
que la Corte Suprema, como hemos ya visto, aborda simultáneamente varios temas de interés constitucional: la
superioridad normativa de los tratados sobre las leyes, la protección de los sentimientos religiosos y la
legitimación para la defensa de derechos colectivos. En lo que hace al derecho de réplica, el Tribunal considera
en este caso que corresponde que el actor, asumiendo la representación de los fieles cristianos por haber sido
quien primero interpuso la acción judicial, ejerza su derecho de réplica ante los agravios a los sentimientos
religiosos de los fieles cristianos por parte de un escritor invitado al programa del demandado.
En Fallos, posteriores, el Tribunal ratificó la doctrina del caso "Ekmekdjian c. Sofovich" (35) y realizó una
serie de precisiones sobre los requisitos de admisibilidad del derecho de réplica. Así en el caso "Petric" (36), se
señaló que procede solo frente a informaciones inexactas y perjudiciales a un sujeto determinado y concreto
(37), y no frente a meras opiniones o ideas vertidas en los medios de comunicación. También, se determina que
cuando el ar t. 14.1 de la CADH hace referencia a los "medios de difusión legalmente reglamentados", no limita
el derecho de réplica únicamente a los medios de comunicación estatales (38).
Por último, en el caso "Rozenblum" (39), aunque el voto de la mayoría deniega el recurso de queja
interpuesto por la demandada, los votos en disidencia de los Dres. Moliné O'Connor, López y Boggiano
contienen un aporte interesante cuando sostienen que no es necesario requerir al agraviado que pruebe la
falsedad de la información manifestada (40), pues no debe confundirse la acción civil de daños y perjuicios con
el derecho de réplica, que no solo se dirige a la reparación, sino también a enriquecer el debate social.
II.2.b. Libertad de expresión y censura previa
También le correspondió a la Corte Suprema en esta etapa resolver dos casos sobre el carácter absoluto o
relativo que tiene la prohibición constitucional de establecer censura previa en las publicaciones periodísticas.
Ellos fueron los casos "Servini de Cubría" y "S., V.".
II.2.b.1. Caso "Servini de Cubría" (41)
En el caso "Servini de Cubría", se revoca un fallo de la Cámara Civil que prohibía la emisión de
determinados contenidos en un programa televisivo, por entender que dicha prohibición afectaba la prohibición
de censura previa consagrada en la Constitución Nacional y en los tratados internacionales.
Ante el conocimiento de que en un próximo programa humorístico se continuaría haciendo referencias
agraviantes a su persona, una jueza federal interpuso acción de amparo y solicitó el secuestro del tape del
programa, para que se excluyeran las partes ofensivas a su persona. La Cámara acogió su pedido y resolvió, sin
 

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antes ver la proyección del tape impugnado y yendo más allá de lo solicitado en la demanda, prohibir toda
referencia a la actora durante el programa televisivo. Ante esta decisión el demandado interpuso recurso
extraordinario. La Corte, aun cuando no se trataba de una sentencia definitiva, abrió el recurso extraordinario
por las características de la medida dictada y la importancia del derecho afectado. El fallo, que tiene un voto
mayoritario conjunto de los Dres. Nazareno, Cavagna Martínez y Moliné O'Connor, varios votos concurrentes
particulares (Dres. Levene, Boggiano, Fayt y Belluscio) y dos disidencias parciales (Dres. Barra y Petracchi),
revocó la medida de no innovar dispuesta por la Cámara.
La decisión mayoritaria de la Corte entiende que la sentencia de la Cámara es arbitraria. El modo en que ella
resolvió la medida de no innovar no es compatible con la garantía constitucional del debido proceso. Al no ver
el tape, desconocía los hechos sobre los que debía resolver. Esto es particularmente grave en materia de libertad
de expresión, ya que toda forma de censura previa padece una fuerte presunción de inconstitucionalidad, debido
a la intensa protección de la libertad de expresión consagrada en la Constitución Nacional y en los tratados
internacionales.
Los votos particulares contienen numerosos desarrollos sobre el alcance de la libertad de expresión, su
importancia en una sociedad democrática y el carácter restrictivo o absoluto de la prohibición de censura previa.
Acuden para ello al análisis de la Constitución Nacional (ar ts. 14 y 32) y del Pacto de San José de Costa Rica
(ar t. 13) y a los antecedentes jurisprudenciales argentinos y norteamericanos.
El voto conjunto de los Dres. Nazareno, Moliné O'Connor y Cavagna Martínez señala que la prohibición de
censura previa es más atenuada con respecto a la radio y a la televisión que en relación con la prensa escrita,
debido al intenso poder de penetración de los primeros. Como todo derecho constitucional, la prohibición de
censura previa no tiene un carácter absoluto, y los jueces, partiendo de la presunción de su inconstitucionalidad,
pueden admitirla excepcionalmente por las circunstancias del caso que deban resolver.
En su voto particular, también el Dr. Fayt precisa que el derecho de publicar las ideas sin censura previa se
refiere a los medios escritos y no se extiende de modo absoluto a todos los medios de comunicación, como la
televisión.
Por su parte, el Dr. Boggiano, luego de fundar el carácter estrictísimo de la censura previa, aun cuando sea
decretada por los jueces, sostiene que estos últimos pueden establecerla cuando a través de una expresión se
puedan producir graves daños cuya reparación posterior no sea posible o suficiente: "[L ]a interdicción de la
censura previa, en la Constitución Nacional, no llega al extremo de convertir al juez en mero espectador de un
daño inexorable" (42). Pasa luego analizar el ar t. 13 del Pacto de San José de Costa Rica y señala que este no
admite la censura previa en caso de lesión al honor de las personas. Para la tutela de este último bien jurídico, el
citado artículo contempla el ejercicio del derecho de réplica. Dado que estas reglas provienen de un tratado
internacional, deben predominar sobre cualquier otra disposición de derecho nacional, por aplicación de la
doctrina del caso "Ekmekdjian", que arriba desarrollamos.
En su voto, el Dr. Belluscio sostiene que la prohibición de censura previa alcanza a todos los medios de
comunicación y que los jueces tampoco pueden establecerla. Esta garantía tiene, según su criterio, un carácter
absoluto.
La disidencia parcial del Dr. Barra sostiene que la interdicción de la censura previa tiene distinto alcance, de
acuerdo con el medio que se emplee para emitir la información: es máxima en los medios escritos y menor en la
comunicación radial o televisiva. No es un derecho absoluto y admite limitadísimas excepciones. En la decisión
concreta del caso, revoca la sentencia de la Cámara, limitando el alcance de la medida precautoria: no estará
prohibida toda referencia a la demandante, sino solo aquellas que tengan un carácter lesivo a su honor.
II.2.b.2. "S., V." (43)
En este segundo caso, la Corte Suprema confirmó la sentencia de la Cámara que, en protección de la
intimidad de un menor, prohibía a los medios dar a conocer su identidad al dar noticias de un juicio de filiación
 

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en trámite. El Tribunal relativizó la prohibición constitucional de la censura previa para dar la debida tutela al
derecho de intimidad del menor afectado. El interés superior del niño y el hecho de que la prohibición de
publicación surgiera de una sentencia judicial que intenta armonizar los derechos constitucionales en juego son
dos argumentos que contribuyen a fundar la decisión adoptada.
II.2.c. Libertad de expresión y responsabilidad civil
El tema de la responsabilidad civil de los medios de comunicación por difusión de noticias inexactas y
agraviantes estuvo muy presente en las sentencias de la Corte Suprema de Justicia de la Nación entre los años
1990 y 2003, a través de las cuales se fue conformando un régimen específico en la materia, de clara base
jurisprudencial.
La Corte Suprema en la etapa anterior, a partir del caso "Campillay", había establecido unas pautas que
exoneraban la responsabilidad civil de los medios por difusión de noticias inexactas o agraviantes si se
acreditaba en la causa alguno de estos tres supuestos: la mención de la fuente de la cual procedía la información;
el empleo de un modo verbal potencial; o el mantener el anonimato de los protagonistas de las noticias. En este
período, el Tribunal fue poco a poco introduciendo en nuestro medio el estándar de la real malicia, elaborado
por la Corte Suprema norteamericana (44), para limitar la responsabilidad civil de los medios de comunicación
cuando ellos informan sobre figuras públicas o temas de marcado interés público. De acuerdo con esta doctrina,
los medios únicamente responden civilmente cuando informan sobre funcionarios públicos, figuras públicas o
particulares involucrados en cuestiones de interés público, si publican noticias falsas con conocimiento de la
falsedad o imprudente y notoria despreocupación acerca de su veracidad. Ya en el caso "Vago" (45), el voto de
los Dres. Fayt y Barra hace referencia a la doctrina de la real malicia, pero será sobre todo a partir del caso
"Morales Solá" de 1996 que el Tribunal incorporará aún varios elementos de esa doctrina a su acervo
jurisprudencial.
De ese modo, fue surgiendo gradualmente, aunque no de un modo totalmente uniforme y coherente, un
doble estándar jurisprudencial para juzgar la responsabilidad de los medios de comunicación: en el caso de
figuras públicas o temas de marcado interés público, se acude a los elementos provenientes de la doctrina de la
real malicia. En los demás casos, se aplica el régimen general de la responsabilidad civil, con los criterios
adicionales que surgen de la doctrina del caso "Campillay" (46). De este modo, el Tribunal buscó armonizar las
exigencias de la libertad de expresión con el derecho a la intimidad y al honor, especialmente en relación con las
figuras públicas.
Entre los muchos Fallos, dictados en materia de responsabilidad civil de los medios periodísticos, podemos
mencionar los siguientes: "Pérez Arriaga" (47); "Gutheim" (48); "Granada" (49); "Triacca" (50); "Espinosa"
(51); "Gesualdi" (52); "Ramos" (53); "Rudaz Bissón" (54); "Cancela" (55); "Díaz" (56); "Bruno" (57);
"Spacarstel" (58); "Barreiro" (59); "R., S. J." (60); "P., C. A." (61) y "Guerineau" (62).
II.2.d. Libertad de expresión y responsabilidad penal
Entre los años 1989 y 2003, la Corte Suprema de Justicia Nacional intervino en numerosas causas en las que
se discutió la armonización entre la libertad de prensa y distintos bienes jurídic o-penales. Prácticamente en
todas ellas se conformaron dentro del Tribunal distintas posturas —muchas veces contrapuestas entre ella s—
que obligan a un análisis atento y minucioso de los distintos Fallos. En su mayoría, dichas sentencias se
refirieron a la presunta lesión al honor de personas físicas que fueron objeto de opiniones, noticias, menciones,
críticas o juicios de valor emitidos por periodistas y comunicadores sociales en medios masivos de prensa y
comunicación. En total, la Corte revocó nueve veces condenas por delitos cometidos por medio de la prensa
(63), dos veces confirmó una absolución (64) y una vez revocó una desestimación de excepción de falta de
acción (65). A su vez, en ocho ocasiones —aunque en seis de ellas fue por ausencia de cuestión federal
habilitante de la instancia extraordinari a— confirmó condenas por delitos contra el honor (66), una vez revocó
el archivo de la causa (67) y una vez revocó una absolución por las mismas figuras (68).
De modo general, se pueden identificar dentro de este período dos corrientes de opinión distintas entre los
 

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miembros del Tribunal. La primera tiende a inclinarse en caso de conflicto por la protección de la libertad de
expresión. Como principales referentes de ella se pueden mencionar a los ministros Fayt, Petracchi y Bosser t.
En segundo lugar, se puede reconocer una tesis más restrictiva de dicha garantía y, en cambio, más protectora de
los derechos de los particulares afectados por la prensa. Se enrolan en ella los Dres. Nazareno, Moliné O'Connor
y López.
Si se toman en cuenta todos los Fallos, correspondientes a este período, se puede observar que el Tribunal
desarrolla distintos temas de importancia. En primer lugar, la gran mayoría de las veces se resalta —
independientemente de la conclusión a que lleguen los magistrados que suscriben los voto s— el trascendente
papel que juega la libertad de expresión en un Estado democrático. En el caso "Abad", por ej., los jueces
Cavagna Martínez, Barra y Fayt —en disidenci a— aclaran que "la Constitución Nacional consagra el derecho
de prensa como un derecho de carácter estratégico, en conexión con la radicación de la soberanía en el pueblo.
Este Alto Tribunal [...] debe tutelar ese derecho esencial para la vida democrática" (69).
En segundo lugar, se puede verificar que la Corte Suprema, tanto en los votos de mayoría como en las
disidencias, utilizó distintos caminos para resolver los casos en que intervino. Esto es justamente lo que
complica la elaboración de una doctrina uniforme de la Corte Suprema para la resolución de este tipo de
conflictos de intereses.
De manera unánime —especialmente en los votos que se inscriben en la corriente más tuitiva de la libertad
de expresió n— se establece que el interés público del objeto de la noticia obliga a proteger de una manera
agravada a la libertad de expresión. Como consecuencia de ello, el derecho al honor e intimidad de los
funcionarios públicos, las personas públicas, o los particulares que intervienen en situaciones de interés público,
es más reducido que el del resto de los particulares (70). Esto no significa que su honor no tenga protección
legal. La Corte Suprema aclaró este punto en los casos "Menem, Eduardo" (71) y "Alsogaray" (72) —entre otro
s—, en los que condenó a periodistas por injurias inferidas contra funcionarios públicos (73).
Otro tema que fue tratado de manera uniforme en la jurisprudencia de la Corte Suprema es la
responsabilidad del director de un medio de prensa por las calumnias o injurias contenidas en artículos del
medio. En el caso "Editor Responsable y/o Director del Diario La Nación" (74) se estableció que "es requisito
ineludible de la responsabilidad penal la positiva comprobación de que la acción ilícita pueda ser atribuida al
procesado tanto objetiva como subjetivamente" (75) y que atribuirle participación "en razón de haber
reconocido que es el director del diario, limitándose a ese reconocimiento toda su explicación acerca de la
publicación impugnada, supone invertir la carga de la prueba" (76). En "Caric Petrovic" (77) —referido
específicamente a las injurias inferidas en cartas solicitada s— se agregó que para lograr una condena se debe
acreditar "que la conducta del editor estuvo dirigida a injuriar o, por lo menos, a facilitar la injuria contra una
persona determinada, lo que no puede extraerse de una conducta que se limita a publicar las manifestaciones
suscriptas por un tercero" (78).
En el caso de la responsabilidad penal, parecería que la materialidad de la injuria o de la calumnia, y su
autoría, quedan acreditadas de manera plena por la simple firma o rúbrica del autor del artículo periodístico.
Probablemente esta es la causa por la cual —en la determinación de la responsabilidad por los delitos cometidos
por medio de la prensa en cuestiones de interés públic o— en general parece que la Corte encara el tema a partir
de la elaboración y aplicación de distintas teorías justificativas o exculpatorias. La gran cantidad de posturas
vertidas en los numerosos votos concurrentes y disidentes y —a vece s— la falta de claridad en la
compatibilización de las teorías utilizadas hace que elaborar una doctrina uniforme de la Corte en este tema sea
una tarea compleja, cuando no imposible.
En algunos casos, principalmente en los que se reproducen expresiones realizadas por otros medios de
comunicación, la Corte Suprema aplicó —de manera progresiv a— la denominada doctrina "Campillay" (79),
elaborada inicialmente para el ámbito de la responsabilidad civil. En un primer momento, ella fue invocada en
las disidencias del fallo "Tavares", en donde se sostuvo que si al reproducir un testimonio judicial, solo se utiliza
 

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expresiones necesarias para cumplir con ese fin, se indica la fuente y no se distorsiona la realidad se trata de "un
modo de ejercicio de las funciones esenciales de la prensa" (80). Luego aparece también mencionada
colateralmente en algún considerando del caso "Ramos" (81). Pero será en el caso "Menem" (82) donde se
determinará de manera clara el alcance de dicha doctrina en materia penal. Allí se estableció:
"Quien reproduce la noticia expresada por otro con indicación de la fuente, transcripción sustancial y fiel de
ella, o utilizando un tiempo de verbo potencial, no puede ser responsabilizado por la inexactitud o falsedad de lo
que publica, bastándole [...] acreditar la veracidad del hecho de las declaraciones del tercero, pero no la
veracidad del contenido de ellas" (83).
A su vez, estableció los casos en que —aun cumpliendo con estas indicacione s— el periodista es
igualmente responsable. Esto sucede cuando la reproducción de lo publicado "va acompañada de apostillas
colocadas por el propio medio que repite la noticia" o cuando el que se dispone a reproducir la información
cuenta con "indicios racionales de que lo que va a difundir es falso" y no exterioriza la sospecha de inexactitud o
se abstiene de difundirlo (84).
Junto a la doctrina "Campillay", el Tribunal, especialmente a partir del año 1996, comenzó a acudir en sus
sentencias a la doctrina de la real malicia, originada en el célebre caso de la Corte Suprema de los Estados
Unidos "New York Times vs. Sullivan". La aplicación de esta doctrina en el ámbito penal es una cuestión de
complicada dilucidación. En cada fallo sobre este tema hay siempre muchas posturas distintas, concurrentes y
disidentes. Hay votos mayoritarios conjuntos que aplican esta doctrina foránea, pero que solo son suscriptos por
dos o tres jueces. También es aplicada en numerosas disidencias (generalmente suscriptas por los jueces Fayt,
Petracchi, Bossert y Boggiano), especialmente en las que corresponden a los Fallos, en los que se confirman las
condenas por ausencia de cuestión federal.
Aunque la Corte varias veces (85) señala que la recepción de la doctrina de la real malicia se produjo ya en
el caso "Costa" (86) o en el caso "Vago" (87), esto puede sostenerse solo con relación a la responsabilidad civil.
Tanto es así, que en la jurisprudencia norteamericana se tuvo que esperar hasta el caso "Garrison vs. Louisiana"
para establecer la aplicación de la real malicia al ámbito de la responsabilidad penal.
Parte de la doctrina local afirma que es a partir de "Morales Solá" que se establece la aplicación de la
doctrina en cuestión de manera mayoritaria (88). Esto a pesar de que, en la mayoría de ese caso —suscripta por
los ministros Moliné O'Connor, Nazareno y Lópe z—, y en el voto concurrente de Belluscio, se explica dicha
doctrina jurídica, pero el caso se resuelve por otra regla. Sí se aplica en los votos concurrentes de los Dres.
Boggiano y Vázquez y en las disidencias parciales de los Dres. Fayt, Petracchi y Bosser t. De considerarse que
con esos cinco votos es suficiente, se podría decir que "Morales Solá" determina el inicio de la aplicación de la
real malicia a la órbita penal.
También se podría tomar como inicio de la aplicación al caso "Rajneri" en el cual se suscriben a la real
malicia el voto mayoritario (de los Dres. Boggiano y Fayt), y los votos concurrentes de los Dres. Petracchi y
Bosser t. Vale la pena recordar que en aquel fallo solo intervinieron siete Ministros.
Este tema es complejo y hay sectores de la doctrina que aún hoy niegan la incorporación de la real malicia al
derecho argentino (89). En cambio, la Dra. Gelli considera que la discusión queda zanjada a partir del fallo
"Guerinau" (90) del año 2004 (91). Igualmente, hay que recordar que este fallo ni siquiera es de responsabilidad
penal, sino que se trataba de una demanda civil por daños.
Una de las discusiones más arduas en torno al contenido de la real malicia es definir el alcance del término
temeraria despreocupación. En principio, y siempre de acuerdo con el principio de legalidad vigente en el orden
jurídico penal (ar t. 19 de la CN), dicho término no puede más que equipararse —como máxim o— con el
concepto de dolo eventual (92). Y esto es así porque el tipo subjetivo de los delitos de calumnias e injurias es
doloso y aquellas calificaciones jurídicas no pueden atribuirse a título de culpa o imprudencia. Así se lo
interpreta esporádicamente en algunos votos de distintos Fallos (93).

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A pesar de ello, en varias ocasiones la Corte Suprema da a entender que temeraria despreocupación equivale,
según las circunstancias del caso, a una imprudencia o culpa grave. Lo contradictorio es que esta tendencia se
puede reconocer en votos en los que se intenta proteger de manera agravada a la libertad de prensa en
detrimento del interés de los supuestos agraviados en su honor. Y esto es contradictorio ya que al incluir a la
culpa dentro del tipo subjetivo de las injurias se está ampliando el ámbito de protección penal por delitos contra
el honor, perjudicando así los intereses de los medios de prensa. En definitiva, se está flexibilizando el tipo
penal por medio de analogía, en contradicción con el principio constitucional de legalidad y de reserva. Esto
sucede en muchos casos, pero se puede ver con claridad en el voto mayoritario del fallo "Rajneri" (94) donde se
habla de "imprudente y notoria despreocupación".
Parecería que la mejor manera de resolver un caso de injurias o calumnias es mediante la plena aplicación de
los principios del derecho penal, omitiendo el análisis de la "real malicia" o reduciéndolo a la constatación del
dolo directo —o eventua l— del periodista. Así lo hace la Corte en numerosas ocasiones. En el caso "Gorvein"
establece que lo que se debe privar es "la existencia del propósito primario de injuriar al funcionario" y que no
resulta "procedente recurrir al estándar [...] de la real malicia [...], puesto que la tipificación legal de los delitos
contra el honor en el Código Penal argentino ofrece suficientes garantías a los imputados de los mencionados
delitos" (95).
Por último, resta analizar la doctrina de la Corte acerca de las demás expresiones protegidas que no implican
informaciones de las que se pueda alegar su falsedad o veracidad. Estas son los juicios de valor u opiniones
sobre la gestión pública y las críticas sobre materias de interés público a los cuales no se les aplica la doctrina de
la real malicia (96). Con referencia a las críticas se estableció:
"Aun cuando se encuentren formuladas en tono agresivo, con vehemencia excesiva, con dureza o
causticidad, apelando a expresiones irritantes, ásperas u hostiles, y siempre que se mantengan dentro de los
límites de la buena fe aunque puedan originar desprestigio y menoscabo para el funcionario de cuyo desempeño
se trate, no deben ser sancionadas penalmente [...], excepto que resulte de los propios términos de la
publicación, o se pruebe de otro modo, la existencia del propósito primario de lesionar el honor o causar daño,
como ocurre cuando se utilizan contra la persona epítetos groseros o denigrantes, o se invade el ámbito de la
vida privada del ofendido (97).
II.2.e. Libertad de expresión y publicidad oficial
En el caso "Emisiones Platenses" (98), la Corte abordó el delicado tema de la igual distribución de la
publicidad oficial entre los distintos medios de comunicación. Las autoridades del diario El Día de La Plata
plantearon judicialmente que su medio era discriminado por el intendente de esa ciudad en el reparto de los
avisos oficiales, en comparación con otros medios locales. La Corte Suprema, en fallo dividido cinco a tres,
rechazó la pretensión del medio de prensa, invocando que la Constitución solo reconoce un derecho a que no
haya restricciones abusivas a la libertad de prensa, pero ello no abarca el que los medios reciban fondos públicos
por publicidad oficial.
II.3. La libertad de expresión en la jurisprudencia 12a etapa: desde 2004 hasta nuestros días
Este período se inicia en el año 2004 con motivo de la renovación parcial de la integración de nuestro
máximo tribunal con motivo de los juicios políticos que se iniciaron a cinco de sus integrantes nombrados por el
Presidente Menem, lo que implicó la llegada de nuevos jueces a nuestro máximo tribunal.
Durante esta etapa consideramos que los principales casos y temas que ha abordado la Corte Suprema son
los siguientes:
a) Casos "Patitó, Brugo", "Di Salvo", "Locles", "Dahlgren", "Reyes Balboa", "Quantin", "Kemelmajer",
"Canicoba Corral": responsabilidad civil y doctrina de la real malicia;
b) Caso "Jorge E. Martínez Vergara": el tratamiento de la fuente anónima;
c) Caso "Sciammaro": la prohibición de difusión de noticias relacionadas con menores.
 

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d) Casos "Editorial Río Negro SA c. Provincia del Neuquén" y "Editorial Perfil": distribución de la
publicidad oficial
e) Caso "Rodríguez y Gimbutas": responsabilidad de los buscadores de internet.
II.3.a. Casos "Patitó", "Brugo", "Di Salvo", "Locles", "Dahlgren", "Reyes Balboa", "Alsogaray", "Quantin",
"Kemelmajer", "Canicoba Corral": Responsabilidad civil y precisiones sobre la doctrina de la real malicia
Durante esta etapa esta etapa hubo numerosos casos en materia de responsabilidad civil de los medios
periodísticos. Tal vez el que más destaca es el caso "Patitó c. Diario La Nación" (99), porque allí la Corte
Suprema distinguirá entre noticias falsas, opiniones e insultos, profundizando los criterios ya expuestos en el
caso "Rajneri" de la etapa anterior y comenzando a establecer el régimen correspondiente a cada uno de esos
supuestos.
El caso "Patitó" se inicia por una demanda de daños y perjuicios promovida por los integrantes del Cuerpo
Médico Forense dependiente de la Corte Suprema contra el diario La Nación y uno de sus periodistas con
motivo de una serie de artículos y de una editorial allí publicados, en los cuales se ponía en tela de juicio el
comportamiento de dicho Cuerpo y se describían irregularidades que habrían cometido sus integrantes.
La Corte en decisión unánime rechaza la demanda por aplicación de la doctrina de la real malicia pues "los
actores no han aportado elementos que permitan concluir que el diario conocía la invocada falsedad de los
hechos afirmados en el editorial o que obró con notoria despreocupación acerca de su verdad o falsedad" (100).
Su aplicación y desarrollo aparece en el consid. 8º cuyos párrafos principales dicen:
"Tratándose de informaciones referidas a funcionarios públicos, figuras públicas o particulares que hubieran
intervenido en cuestiones de esa índole, cuando la noticia tuviera expresiones falsas o inexactas, los que se
consideran afectados deben demostrar que quien emitió la expresión o imputación conocía la falsedad de la
noticia y obró con conocimiento de que eran falsas o con notoria despreocupación por su veracidad... Estos
principios son consistentes con el diseño de un estado de derecho constitucionalmente reglado. La investigación
periodística sobre los asuntos públicos desempeña un rol importante en la transparencia que exige un sistema
republicano. El excesivo rigor y la intolerancia del error llevarían a la autocensura lo que privaría a la
ciudadanía de información imprescindible para tomar decisiones sobre sus representantes. Estas afirmaciones
forman parte del acervo común de los jueces de importantes tribunales que han adoptado una línea de
interpretación amplia, admitiendo incluso el error sobre los hechos... el principio de real malicia, a diferencia del
test de veracidad, no opera en función de la verdad o falsedad objetiva de las expresiones, pues entra en acción
cuando ya está aceptado que se trata de manifestaciones cuya verdad no ha podido ser acreditada, son erróneas o
incluso falsas. Lo que es materia de discusión y prueba, si de real malicia se trata, es el conocimiento que el
periodista o medio periodístico tuvo (o debió tener) de esa falsedad o posible falsedad. Esta es la primera e
importante diferencia. La segunda y no menos importante particularidad radica en que el específico contenido
del factor subjetivo al que alude el concepto de real malicia conocimiento de la falsedad o indiferencia
negligente sobre la posible falsedad no cabe darlo por cierto mediante una presunción, sino que debe ser materia
de prueba por parte de quien entable la demanda contra el periodista o medio periodístico... en el marco del
debate público sobre temas de interés general, y en especial sobre el gobierno, toda expresión que admita ser
clasificada como una opinión, por sí sola, no da lugar a responsabilidad civil o penal a favor de las personas que
ocupan cargos en el Estado; no se daña la reputación de estas mediante opiniones o evaluaciones, sino
exclusivamente a través de la difusión maliciosa de información falsa".
De este meduloso considerando, parecería que a la hora de juzgar la responsabilidad civil de los medios de
comunicación cuando tratan sobre personas públicas o cuestiones de interés público, hay que distinguir tres
supuestos distintos:
a) Difusión maliciosa o temeraria de información falsa sobre personas o asuntos de interés público: para
obtener la responsabilidad civil el demandante tiene que acreditar la "real malicia" del informante, es decir, el
 

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conocimiento de la falsedad de lo que se afirma o el total desinterés en su averiguación;


b) Expresión de opiniones y críticas sobre figuras o asuntos de interés público, aunque sean fuertes y
agraviantes, no dan lugar a responsabilidad civil;
c) Expresiones ofensivas que llegan a ser insultos y trascienden la crítica dura y áspera: dan lugar a
responsabilidad.
Estos mismos principios han sido ratificados en "Brugo c. Lanata" (101), en "Di Salvo c. Diario La Mañana"
(102), en "Locles c. Arte Gráfico Editorial" (103) y en "Dahlgren c. Editorial Chaco SA", en la que se
demandaba al diario por la publicación de una carta de lectores con fuertes cuestionamientos a quien estaba
nominado para integrar el Tribunal de Cuentas de la Provincia (104). En este último caso, al ratificar lo
establecido en "Costa c. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires" (105), la Corte expresa que "la libertad
de expresión no comprende tan solo la tutela de las afirmaciones 'verdaderas', sino que se extiende a aquellas
que, aun no correspondiéndose con la realidad, han sido emitidas de una forma tal que no merece un juicio de
reproche de suficiente entidad" (106).
También se ha aplicado la doctrina de la real malicia en "Melo c. Majul" (107), un caso en el cual los
familiares de Leopoldo Jorge Melo reclamaron daños y perjuicios contra el periodista Luis Majul por haber
afirmado en su libro "Los Nuevos Ricos de la Argentina" que aquel se había suicidado, cuando en realidad Melo
murió a raíz de una enfermedad. La Corte revoca la sentencia de la Cámara Civil por no haber hecho mérito de
que la doctrina de la real malicia se aplica no solo a las publicaciones periodísticas, sino también a los libros. A
juicio de la Corte:
"Los camaristas debieron tener en cuenta las directrices antes aludidas al examinar si Melo fue o no una
figura pública y, en caso afirmativo, si se configuró un factor de imputación que cumpla con la exigencia de que
el demandado haya actuado con conocimiento de la falsedad o grosero descuido... la lectura del fallo
impugnado, demuestra que la alzada cerró toda posibilidad de estudiar estos extremos que resultan sustanciales
para el adecuado tratamiento de la cuestión constitucional planteada, pues se limitó a afirmar de un modo
dogmático que la doctrina de la 'real malicia' se aplicaba a la prensa escrita, oral, televisiva, etc. pero no a los
libros... porque en estos el autor cuenta con tiempo y elementos suficientes para meditar y revisar lo que
escribe... tal interpretación no condice con la amplitud de la teoría receptada por este Tribunal, que al aludir a
'real malicia' se refiere a datos no veraces propalados por la prensa escrita, oral o televisa, sin establecer
salvedad alguna (ver Fallos 'Wolston vs. Reader's Digest Association' [443 U.S. 157] y 'Morales Solá', Fallos
319:2741, donde la declaración ofensiva fue efectuada en libros) [por ello] cabe concluir, que el a quo ha
soslayado el examen constitucional que el caso exigía y que fue invocado por el autor del libro durante todo el
pleito con el objeto de demostrar que la afirmación errónea publicada merecía inmunidad de conformidad con
los términos de la doctrina de la real malicia" (108).
Otras dos causas vinculadas con publicaciones periodísticas que afectaron a fiscales en lo penal dieron pie a
sendos Fallos, en los cuales el Tribunal hizo valer la libertad de expresión por sobre los derechos invocados por
los funcionarios del Ministerio Público.
Manuel de Reyes Balboa fue fiscal en el caso del conscripto Ornar Carrasco, muerto a raíz de una golpiza
que les dieron otros soldados a instancias —o al menos con conocimient o— de algunos oficiales y suboficiales
del regimiento en el cual prestaba el servicio militar. Durante las instancias de uno de los procesos a que dio
lugar este homicidio, un medio periodístico publicó una fotografía de una manifestación popular que mostraba a
De Reyes Balboa ingresando al tribunal y un cartel sostenido por uno de los manifestantes que decía "De Reyes
Balboa se vendió a los militares". La fotografía, en realidad, pertenecía a una protesta producida en otro de los
procesos. Esta publicación originó una demanda de daños y perjuicios promovida por "De Reyes Balboa c.
Editorial Río Negro SA". Como resultado de la misma, la demandada fue condenada por el Superior Tribunal de
Justicia de Neuquén a pagar la suma de $45.000, con más sus intereses y a publicar un extracto del fallo.
Asimismo, se le prohibió, en lo sucesivo, la utilización de la citada fotografía. Apelada ante la Corte, esta
 

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decisión fue revocada (109).


Sostiene la Corte Suprema en su sentencia:
"En el presente caso se encuentran en juego, por un lado, el derecho a la libertad de expresión, información y
prensa sobre el cual la recurrente ha fundado su postura y, por el otro, el derecho a la intimidad y a la propia
imagen que el actor ha invocado como vulnerados por la publicación efectuada [...] habida cuenta de que tanto
el artículo periodístico como la fotografía publicados solo divulgan datos sobre la actuación pública del actor en
oportunidad en que se encontraba ejerciendo su rol de funcionario público, actividad que le confería prestigio o
notoriedad, no puede entenderse que mediante la publicación efectuada —que además se encontraba justificada
por el interés general que suscitaba el caso judicial al que se hacía referenci a— la editorial demandada se
hubiese inmiscuido en la esfera privada de aquel, protegida de toda intromisión por el citado ar t. 19 de la CN
[...] en cuanto al derecho a la propia imagen [...] no puede considerarse violatoria del derecho a la propia
imagen, la publicación de una fotografía del actor que reproduce la imagen de un funcionario público en el
ejercicio de su cargo, en el marco de un caso de indudable relevancia e interés público y que fue captada con
motivo de un acto masivo público, en un lugar público. Dichas características hacían que el retrato fuese de libre
publicación en los términos del ar t. 31, tercer párrafo, de la ley 11.723, sin que obste a ello el hecho de que la
fotografía hubiese sido tomada en un contexto temporal diferente al de la época de su divulgación, pues había
sido obtenida en el contexto de expresiones públicas ligadas al proceso al que se hacía alusión en el artículo
(homicidio y encubrimiento del soldado conscripto Omar Carrasco) en los que el actor había ejercido su función
de fiscal [...] en consecuencia, la decisión apelada que responsabilizó al medio de comunicación demandado
constituye una restricción indebida a la libertad de expresión que desalienta el debate público de los temas de
interés general, por lo que debe ser revocada".
El segundo caso fue promovido por Norberto Julio Quantín, exfiscal ante la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, quien reclamó daños y perjuicios contra
diversas personas, por la difusión periodística de unas conversaciones telefónicas que a su juicio habían
lesionado sus derechos. Sostuvo, además, que había sido acusado —sin fundament o— de nazi y antisemita,
dentro de una campaña orquestada en su contra. En primera y segunda el actor instancia obtuvo una
indemnización, pero la Corte la revocó [123]. A juicio del Tribunal:
"Las opiniones [...] sobre la ideología política de fiscal Quantin [...] merecen el [...] amparo constitucional.
Han sido expresiones muy generales, que no imputan ningún hecho ilícito concreto [...] y que, por lo tanto, no
deben someterse al test de veracidad, por cuanto se limitan a adjudicarle determinada ideología. Deben haber
sido muy dolorosas para el actor —lo que esta Corte comprend e— pero cabe recordar [...] que la libertad
periodística comprende el posible recurso a una cierta dosis de exageración, hasta de provocación [...]. En la
arena del debate sobre temas de alto interés público, no solo se protege la emisión de expresiones inofensivas
[...] sino también la de aquellas que chocan, irritan o inquietan a los funcionarios públicos o a un sector
cualquiera de la población [...] es mejor para la vida democrática tolerar ese exceso que caer en el contrario que
consistiría en convertir a los jueces en especialistas en ciencia política que —biblioteca en man o— deberían
pronunciarse sobre la exactitud de las calificaciones políticas que los participantes en el debate social se
enrostran mutuamente" [124].
En sentido contrario, en el caso "Canicoba Corral" la Corte Suprema, en fallo dividido cuatro votos a tres,
condenó a Sergio Acevedo, exdiputado nacional y gobernador de Santa Cruz, a indemnizar a un juez penal por
haber expresado que era un "ser detestable". En este caso entendió el tribunal que esa expresión no era una
opinión, sino un insulto:
"Corresponde confirmar la sentencia que condenó al demandado al pago de un resarcimiento como daño
moral si la individualización y calificación del juez demandante como un ser "detestable", teniendo en cuenta las
distintas acepciones que tiene dicha locución en el Diccionario Hispánico Universal y en el de la Real Academia
Española constituye una expresión insultante —aun en relación con un juez respecto del cual se atenúa la defens
 

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a— que excede los límites del derecho de crítica y a la libertad de expresión por parte del demandado,
ofendiendo la dignidad y decoro del magistrado, máxime cuando la alta carga peyorativa que conlleva dicha
expresión no pudo pasar desapercibida para un funcionario público que, además de gobernador de una
provincia, fue presidente de la comisión de juicio político de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación,
lo cual lo conducía a obrar con mayor prudencia y pleno conocimiento de las cosas (ar t. 902 del Cód. Civil)".
II.3.b. La cita de las fuentes como eximente de responsabilidad periodística: El caso de las fuentes anónimas
Hemos visto que a partir del caso "Campillay c. La Razón" (110) de la décima etapa, la Corte ha eximido de
responsabilidad por calumnias e injurias al periodista que reproduce una noticia (i) dando cuenta de la fuente,
(ii) utilizando un tiempo de verbo potencial, o bien (iii) dejando en reserva la identidad de los imputados en el
hecho ilícito. Asimismo, la cita de la fuente como eximente de responsabilidad, ha sido incorporada a la reforma
del ar t. 113 del Cód. Penal introducida en noviembre de 2009 por medio de la ley 26.551 (111). Este criterio ha
sido ratificado en "Alsogaray c. Editorial La Página SA" (112), en donde se exime de responsabilidad al
periódico Página 12 por una información errónea atribuida a una fuente en forma sincera (113).
En el caso "Jorge E. Martínez Vergara" (114), resuelto antes de la reforma del Código Penal, la Corte tuvo
oportunidad de ratificar este criterio con motivo de la cita de una fuente anónima. Martínez Vergara, un
periodista de Radio Libertad de La Rioja, leyó durante una audición una nota firmada anónimamente por alguien
que se hacía llamar "Un viejo loco", en la cual se criticaba al interventor del canal estatal de televisión de La
Rioja, imputándole ser un "ñoqui" y estar involucrado en maniobras deshonestas ("curritos" en el lenguaje de la
nota). El interventor querelló a Martínez Vergara y en los tribunales locales obtuvo una condena a tres meses de
prisión en suspenso y una condena por daño moral de veinte mil pesos. La Corte revocó el fallo sosteniendo que
no se había aplicado la doctrina sentada en "Campillay".
Dijo el Tribunal:
"Esta Corte ha establecido que cuando un órgano periodístico difunde una información que podría tener
entidad difamatoria para un tercero, no ha de responder por ella en los supuestos en que omita revelar la
identidad de los presuntamente implicados, o utilice un tiempo de verbo potencial o, por fin, propale la
información atribuyendo directamente su contenido a la fuente pertinente... en cuanto concierne a esta última
modalidad de indicar la fuente, este Tribunal ha elaborado mediante distintos precedentes un estándar de
protección a los medios de difusión que ha alcanzado, incluso, al supuesto de la fuente anónima. En este sentido
ha señalado que uno de los objetivos que subyace a la exigencia de citar la fuente, contenida en la jurisprudencia
de la Corte, consiste en que el informador, al precisar aquella, deja en claro el origen de las noticias y permite a
los lectores atribuirlas no al medio a través del cual las han recibido, sino a la causa específica que las ha
generado (Fallos: 316:2416); y ha precisado que la exigencia de que la información debe atribuirse a una fuente
identificable no sufre una real excepción por la circunstancia de que se haya admitido bajo el amparo de esta
doctrina a la reproducción de una manifestación anónima, desde que la aclaración de tal carácter permite a los
lectores formarse un juicio certero acerca del grado de credibilidad que merecían las imputaciones publicadas
por el medio (Fallos 319:2965)... con esta comprensión, del examen del fallo apelado se desprende que el
tribunal a quo ha efectuado una exégesis inadecuada de la doctrina constitucional elaborada por esta Corte en el
precedente 'Acuña' de Fallos: 319:2965, incurriendo en un grave defecto de fundamentación que lo ha llevado a
la insostenible conclusión de que no era aplicable en el sub lite la doctrina fijada en el caso 'Campillay'. Ello es
así puesto que, contrariamente a lo que predica el a quo, en el consid. 9º del fallo citado, esta Corte señaló que el
órgano periodístico satisfacía la exigencia de indicar la fuente de la información como presupuesto de la
exoneración de la responsabilidad aun cuando la reproducción se hubiese referido a una manifestación
anónima... con arreglo a este estándar de protección cabe afirmar que en la especie se ha dado cumplimiento con
la exigencia de indicar sinceramente la fuente a los fines de liberar de responsabilidad al periodista, ya que en el
sub lite no se han realizado cuestionamientos en punto a la veracidad del carácter anónimo de la misiva
reproducida ni tampoco en torno a una posible complicidad del querellado con el injuriante" (115).
 

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II.3.c. La difusión periodística de los nombres de menores vinculados a causas judiciales: La inaplicabilidad
de la doctrina "Campillay".
Este problema fue analizado en "Sciammaro c. Diario El Sol" (116). En particular fue abordada la
constitucionalidad del dec.- ley 10.067/1983 de la Provincia de Buenos Aires que expresamente prohíbe tal
difusión. En primer lugar, la Corte entiende que dicha norma es constitucional y se remite en sus fundamentos a
lo expresado por la Procuración General (117). Establecida esta cuestión y con ella la obligatoriedad de la
norma, dice que esta no puede soslayarse acudiéndose a la doctrina del caso "Campillay" (118), según la cual los
diarios no incurren en responsabilidad por dar a conocer los nombres de las personas vinculadas a causas
penales, si utilizan el potencial (119).
II.3.d. La publicidad oficial
Otro típico conflicto que suscita la libertad de expresión es el de la distribución de la publicidad oficial, que
puede ser utilizado como un medio indirecto para afectar la libertad de expresión. Hemos visto que la cuestión
ya se había planteado al final de la undécima etapa en el caso "Editorial Platense", pero en esa oportunidad la
Corte rehuyó entrar a analizar el fondo de la cuestión. Por el contrario, ahora la Corte en el caso "Editorial Río
Negro SA c. Provincia del Neuquén" (120) abordará esta delicada temática. Alberto Bianchi sintetiza con
brillantez los criterios fijadas por la Corte Suprema en esta materia en los siguientes términos (121):
1) el gobierno debe evitar las acciones que, directa o indirectamente, estén orientadas a limitar el ejercicio de
la libertad de prensa (122);
2) los actos indirectos son, en particular, aquellos que se valen de medios económicos para limitar la
expresión de las ideas (123);
3) la distribución de publicidad estatal puede ser utilizada como medio de obstruir el ejercicio de la libertad
de expresión (124);
4) no existe un derecho subjetivo por parte de los medios a obtener publicidad oficial (125), ni tampoco a
obtener una determinada cantidad de ella (126), pero el Estado no puede asignar los recursos por publicidad de
manera arbitraria, con base en criterios irrazonables (127);
5) existe un derecho contra la asignación arbitraria o la violación indirecta de la libertad de prensa por
medios económicos (128);
6) no resulta necesario la asfixia económica o quiebre del diario (129);
7) la afectación económica debe examinarse no solo en relación con la pérdida por no recibir publicidad
oficial, sino también por la disminución en la venta de diarios, en tanto muchos lectores se verán obligados a
informarse por otros medios acerca de la gestión pública (130);
8) cuando el Estado otorga publicidad oficial, debe cumplir con dos criterios constitucionales: 1) no puede
manipular la publicidad, dándola y retirándola a algunos medios con base en criterios discriminatorios; 2) no
puede utilizar la publicidad como un modo indirecto de afectar la libertad de expresión (131);
9) el Estado tiene a su disposición muchos criterios distributivos, pero sin perjuicio de cual utilice, debe
mantener siempre una pauta mínima general para evitar desnaturalizaciones (132);
10) es deber de los tribunales proteger los medios para que exista un debate plural sobre los asuntos
públicos, lo que constituye un presupuesto esencial para el gobierno democrático (133).
En concordancia con este principio, la Corte hizo lugar a una medida cautelar solicitada por una emisora de
radio local (134) que había sufrido una merma considerable de publicidad oficial por parte de la provincia en la
cual desarrolla sus actividades, luego difundir una encuesta desfavorable al Gobernador que lo daba como
integrante de un gobierno de facto. La Corte ordenó —cautelarment e— que la publicidad fuera restablecida al
nivel que tenía el año anterior a la difusión de la mencionada encuesta (135).
Más recientemente, con la sentencia dictada en el caso "Editorial Perfil SA" (136), la Corte Suprema ha
 

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ratificado esta senda jurisprudencial sobre distribución de la publicidad. Si bien este caso no innova en la
jurisprudencia ya existente, es muy saludable —constitucionalmente habland o— que la Corte haya repetido
estos principios en el comienzo de un año electoral en el cual se disputaron, entre otros cargos, la Presidencia de
la Nación.
II.3.e. Casos "Rodríguez" y "Gimbutas": Responsabilidad de los buscadores de internet
Primero en el caso "Rodríguez" y luego en el caso "Gimbutas", la Corte Suprema de Justicia abordó la
compleja cuestión de la responsabilidad civil de los buscadores de internet por la difusión de noticias o
imágenes que puedan lesionar derechos de las personas afectadas.
En ambos precedentes, nuestro máximo tribunal sostuvo que la actividad de los buscadores de internet se
encuentra amparada por la libertad de expresión, destacando que los buscadores son meros intermediarios que se
limitan a mostrar contenidos ajenos (exhibidos en otras páginas web) y que su responsabilidad surge —en
supuestos excepcionale s— cuando no actuaran diligentemente a partir del efectivo conocimiento de la ilicitud
de dichos contenidos. Solo responden civilmente por el contenido que les es ajeno cuando toman efectivo
conocimiento de la ilicitud de ese contenido y ese conocimiento no es seguido de un actuar diligente: "Solo
habrá responsabilidad cuando los motores de búsqueda tomen efectivo conocimiento de que las vinculaciones a
contenidos de terceros lesionan derechos personalísimos de un sujeto y no adopten medidas que, dentro de las
posibilidades que ofrece el sistema, eliminen o bloqueen los enlaces pertinentes".
En particular, la Corte consideró que el servicio de búsqueda por imágenes constituye una herramienta
automatizada para acceder a imágenes contenidas en páginas de terceros, con el fin de informar al usuario el
sitio web en el que se encuentra la imagen original. De ese modo, entendió que cumplen una función de enlace
que no difiere de la que realiza el buscador de textos. Agregó que los buscadores no "captan", "reproducen" ni
"ponen en el comercio" imágenes en el sentido empleado por los ar ts. 31 de la ley 11.723 y 53 del Cód. Civ. y
Com., sino que simplemente facilitan al público usuario de internet, el acceso a las imágenes "captadas",
"reproducidas" o "puestas en el comercio" por otros.
En su ampliación de fundamentos, el doctor Rosenkrantz añadió que quien consiente mediante una
manifestación de voluntad positiva que su imagen personal sea alojada en alguna página de internet y conoce
que internet funciona con buscadores, consiente también que los buscadores faciliten al público usuario el
acceso a dicha imagen. Por lo tanto, y en virtud del modo en que el Código Civil y Comercial regula los efectos
del consentimiento, descartó que los buscadores sean responsables aun cuando —por hipótesi s— se pudiese
considerar que de alguna forma captan, reproducen o ponen en el comercio la imagen personal de quien se
siente agraviado (137).
Los Dres. Lorenzetti y Maqueda, mediante sus disidencias parciales en ambos casos, consideran que la mera
actividad de los buscadores al indexar los contenidos publicados por terceros se encuentra dentro del ejercicio
del derecho a la libertad de expresión y la difusión de información. Estiman que su comportamiento resulta
antijurídico cuando toma conocimiento efectivo de que está causando un perjuicio individualizado y no actúa
con diligencia para suprimir o inutilizar el enlace correspondiente, haciendo cesar la situación lesiva. Con
respecto al servicio de buscador de imágenes sostienen que por reproducirlas o utilizarlas resultaba
estrictamente aplicable el ar t. 31 de la ley 11.723, que sin distinguir sobre el medio que se emplea, establece la
exigencia del consentimiento del titular del derecho personalísimo para la publicación de su imagen, salvo casos
de interés general. Con relación a la imagen, consideran que la Constitución protege un ámbito donde cada
individuo es soberano para tomar decisiones libres sobre el estilo de vida que desea y que esa frontera no puede
ser atravesada. La protección de la imagen excede el campo del derecho de propiedad, y es parte del derecho a
la identidad, que resulta desfigurada cuando es insertada en un contexto diferente. Arrojar falsa luz sobre alguien
es destruir una buena parte de su vida. Por último, luego de remarcar que la inviolabilidad de la persona humana
se vería amenazada ante el funcionamiento de motores de búsqueda que prescindan de los principios
constitucionales y de los parámetros de las normas que protegen la imagen, destacan que el Código Civil y
 

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Comercial de la Nación refuerza esa interpretación en tanto establece que la captación o reproducción de la
imagen, como dos estadios diferenciados, no está permitida si no media consentimiento del titular.
III. Algunas conclusiones
Hemos visto como a través de casi cuatro décadas la Corte Suprema ha ido elaborando progresivamente un
régimen jurisprudencial, definiendo muchas de las cuestiones controvertidas relacionadas con la libertad de
expresión.
Podemos observar que nuestro máximo tribunal ha tutelado ampliamente la libertad de expresión, fundado
tanto en su carácter de derecho humano fundamental con protección constitucional y convencional, como por la
trascendente función que le corresponde para el desarrollo de la vida democrática.
Ha habido recepción en el orden nacional de las normas internacionales (operatividad del derecho de réplica)
y de los criterios jurisprudenciales de la Corte IDH, particularmente a través de la modificación legislativa de la
tipificación de los delitos de calumnias e injurias para adaptarla a los estándares convencionales. Sin embargo,
no se trata de un derecho absoluto. La jurisprudencia le ha establecido límites razonables. Ella no puede invadir
los ámbitos de intimidad personal, ni afectar a los menores, ni ofender gratuitamente los sentimientos religiosos,
ni protege los insultos como tampoco la malicia o temeridad extrema a la hora de informar.
Consideramos que en nuestro país contamos con un adecuado régimen jurídico de la libertad de expresión y
ello es mérito en buena medida de nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación.
(A)  Este artículo recoge la exposición realizada en el Programa sobre Prensa y Justicia, organizado por la Corte
Suprema de la Provincia de Santa Fe, el día 21/08/2019.
(1)  Agradezco a Manuel García Mansilla estas dos citas.
(2)  Caso "Abad", Fallos: 315:632 (1992), consid. 4º del voto de los Dres. Cavagna Martínez, Fayt y Barra. De
manera similar en "Tavares", Fallos: 315:1699 (1992), consid. 12 del voto del Dr. Barra; "Rodríguez", Fallos:
318:1114 (1995), Consids. 5º y 12 del voto de los Dres. Boggiano y Fayt; "Morales Solá", Fallos: 319:2741
(1996), consid. 7º voto del Dr. Vázquez; "Rajneri", Fallos: 320:1272 (1997), consid. 6º del voto de la mayoría;
"Gorvein", Fallos: 321:2558 (1998), Consids. 5º voto del Dr. Belluscio y 7º del voto del Dr. Boggiano;
"Cavallo", Fallos: 321:2617 (1998), voto de la mayoría; "Menem, Eduardo", Fallos: 321:2848 (1998), consid. 8º
del voto de la mayoría; entre otros.
(3)  "Caso Kimel vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas", sentencia de 02/05/2008. Serie C No. 177.
(4)  El nuevo Código Civil y Comercial, a la hora de regular las responsabilidades especiales, no trató la
responsabilidad civil de los medios periodísticos. Tan solo incorporó el ar t. 1771 sobre la acusación calumniosa.
Por otra parte, el Código Penal modificó en el año 2009 la tipificación de los delitos de calumnias e injurias para
adoptarlos a los estándares que surgen de la jurisprudencia nacional e interamericana, particularmente luego de
la condena del Estado argentino en el caso "Kimel". Esa es la redacción actual de los ar ts. 109 y ss.: "Ar t. 109.-
La calumnia o falsa imputación a una persona física determinada de la comisión de un delito concreto y
circunstanciado que dé lugar a la acción pública, será reprimida con multa de pesos tres mil ($3000) a pesos
treinta mil ($30.000). En ningún caso configurarán delito de calumnia las expresiones referidas a asuntos de
interés público o las que no sean asertivas". "Ar t. 110.- El que intencionalmente deshonrare o desacreditare a
una persona física determinada será reprimido con multa de pesos mil quinientos ($1500) a pesos veinte mil
($20.000). En ningún caso configurarán delito de injurias las expresiones referidas a asuntos de interés público o
las que no sean asertivas. Tampoco configurarán delito de injurias los calificativos lesivos del honor cuando
guardasen relación con un asunto de interés público". "Ar t. 111.- El acusado de injuria, en los casos en los que
las expresiones de ningún modo estén vinculadas con asuntos de interés público, no podrá probar la verdad de la
imputación salvo en los casos siguientes: 1) Si el hecho atribuido a la persona ofendida, hubiere dado lugar a un
proceso penal. 2) Si el querellante pidiera la prueba de la imputación dirigida contra él. En estos casos, si se
probare la verdad de las imputaciones, el acusado quedará exento de pena". "Ar t. 113.- El que publicare o
reprodujere, por cualquier medio, injurias o calumnias inferidas por otro, será reprimido como autor de las
 

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injurias o calumnias de que se trate, siempre que su contenido no fuera atribuido en forma sustancialmente fiel a
la fuente pertinente. En ningún caso configurarán delito de calumnia las expresiones referidas a asuntos de
interés público o las que no sean asertivas.
(5)  Cfr. SANTIAGO, Alfonso (dir.), "Historia de la Corte Suprema argentina", Ed. Marcial Pons, Buenos Aires,
2015, t. III.
(6)  Para este desarrollo seguiremos la selección de Fallos, sobre libertad de expresión que se contienen en
"Historia de la Corte Suprema argentina", ob. cit., t. III, obra colectiva que tuve el honor de dirigir. Agradezco
especialmente al Dr. Alberto Bianchi, autor de dos los capítulos de la mencionada obra, el material que me ha
facilitado para identificar y analizar los casos sobre libertad de expresión que él analiza en la citada obra
colectiva. En mi exposición seguiré en buena medida la selección de casos y temas que él propone.
(7)  Fallos: 306:1892 (1984).
(8)  Fallos: 306, en p. 1912.
(9)  Fallos: 308:789 (1986).
(10)  Votaron en ella Augusto C. Belluscio, Enrique C. Petracchi y Jorge Bacqué.
(11)  Votaron en ella Carlos S. Fayt y José S. Caballero.
(12)  Entre los comentarios suscitados por este fallo véase: BARRANCOS Y VEDIA, Fernando N., "Acerca del
caso 'Campillay'", LA LEY 1986-D, p. 978; CÁRDENAS, Emilio J., "Reflexiones comparadas sobre algunos
aspectos de la libertad de prensa. (A propósito de 'Campillay, J. C. c. La Razón y Diario Popular')", LA LEY
1986-C, p. 984.
(13)  Fallos: 308, en p. 800.
(14)  Fallos: 308, en ps. 804-803.
(15)  La mayoría contó en este caso con la adhesión de José S. Caballero, salvo por aspectos de detalle
relacionados con la publicación de la sentencia de condena. En disidencia votó Carlos S. Fayt.
(16)  Fallos: 310-508 (1987).
(17)  Originada en el caso "New York Times vs. Sullivan", 376 U.S. 254 (1964).
(18)  Fallos: 310, en p. 529.
(19)  Fallos: 311:2553 (1988).
(20)  Fallos: 311:2497 (1988).
(21)  Véase Fallos: 311, en p. 2562.
(22)  Recordemos que esta Convención había sido aprobada por la República Argentina por medio de la ley
23.054.
(23)  Véase Fallos: 310, en p. 529, en particular el consid. 16.
(24)  Fallos: 311 en ps. 2563-2564.
(25)  Estos Fallos: suscitaron en su momento diversos comentarios de doctrina, entre ellos: ALBORNOZ,
Liliana, "El derecho a réplica, rectificación o respuesta y la jerarquización del hombre", LA LEY 1989-A, p.
964; Alice, Beatriz L., "Reflexiones en torno a un caso en que se pretendió ejercer el derecho de réplica", LA
LEY, 1989-C, p. 17; Bustamante Alsina, Jorge, "El derecho de rectificación o respuesta como derecho individual
de jerarquía constitucional no es directamente operativo", LA LEY, 1986-E, p. 211; Ekmekdjian, Miguel Ángel,
"Los casos 'Birt' y 'Sánchez Abelenda', a propósito de la integración humanitaria latinoamericana", LA LEY
1990-B, p. 1024.
(26)  Fallos: 310-1715 (1987).
(27)  Fallos: 310, en p. 1729.
(28)  Véase el dictamen del Procurador General donde se menciona este argumento esgrimido por el diario.
Fallos: 307, en ps. 1723 y 1725.
(29)  Fallos: 310, en ps. 1741 y 1742.
(30)  BIANCHI, Alberto, "La Corte de Alfonsín", en SANTIAGO, Alfonso (dir.), Historia de la Corte Suprema
argentina, Ed. Marcial Pons, Buenos Aires, 2014, t. III, p. 1251.
(31)  Sobre este tema se puede consultar el libro de FAYT, Carlos, "La Corte Suprema y sus 198 sentencias
 

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sobre libertad de expresión", Ed. La Ley, Buenos Aires, 2001. También pueden verse los seis trabajos publicados
en el cap. III sobre libertad de expresión del libro "Seminario sobre jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación", Ed. Educa, Buenos Aires, 1999.
(32)  Corresponde recordar que en el fallo "Sánchez Abelenda" (Fallos: 311:2553, 1988; LA LEY, 1989- B-551)
la Corte de la etapa anterior consideró que el derecho de réplica, ante la falta de reglamentación legislativa, solo
tenía un carácter programático.
(33)  Sin embargo, es de rigor destacar que en el ámbito del derecho común se lo ha legislado parcialmente tanto
en materia civil —ar t. 1071 bis, Cód. Civ.—, como el penal —ar t. 114, Cód. Penal—, aunque limitado a la
publicación de las sentencias condenatorias. No obstante lo anterior, y a pesar de los tres Fallos: de la Corte
Suprema que ahora repasaremos, el Congreso no ha sancionado la ley que reglamente de modo completo este
derecho expresamente reconocido en un tratado internacional. La presión que en contra de la sanción de esa ley
ejercen los medios de comunicación es una posible explicación de esta clara omisión legislativa.
(34)  Caso "Ekmekdjian, Miguel Ángel c. Sofovich, Gerardo y otros", Fallos: 315:1492 (1992).
(35)  Cfr. caso "Horacio Conesa Mones Ruiz c. Diario Pregón s/ recurso de inconstitucionalidad y casación",
Fallos: 319:459 (1996), donde se confirma por mayoría de siete votos lo ya resuelto en el caso "Ekmekdjian c.
Sofovich".
(36)  Caso "Petric, Domagoj A. c. Diario Página 12", Fallos: 321:885 (1998), que —en lo principal— trató sobre
una demanda por rectificación contra el diario Página 12, que le atribuyó el desarrollo de actividades de
reclutamiento de mercenarios para su envío a combatir con las fuerzas armadas croatas en la guerra de Bosni a-
Herzegovina.
(37)  Adelantado ya por la disidencia de Petracchi y Moliné O'Connor in re "Ekmekdjian" (consids. 19 a 24).
(38)  Cfr. Fallos: 321:885, consid. 6º de la mayoría (integrada por los Dres. Petracchi, Bossert y López).
(39)  Caso "Rozenblum, Horacio B. c. Vigil, Constancio C. y otros", Fallos: 321:2314 (1998).
(40)  Es justamente lo contrario a lo sostenido en "Petric". Cfr. consids. 15 del voto de los Dres. Moliné
O'Connor y López, y 13 y 14 del de Boggiano in re "Rozenblum". Al respecto, el voto del Dr. Vázquez —
consid. 13— trae a colación la denominada exceptio veritatis y determina que el medio periodístico puede
probar la verdad de la declaración a los efectos del rechazo de la demanda, mas si no lo logra, se debe hacer
lugar a la demanda con "la sola aserción del actor de que la noticia es inexacta para él.
(41)  Caso "Servini de Cubría, María R.", Fallos: 315:1943 (1992); JA 1992-I V-10; ED 149-24.
(42)  Fallos: 315:1943, consid. 10 del voto del Dr. Boggiano.
(43)  Caso "S., V. c. M., D. A.", Fallos: 324:975 (2001).
(44)  Luego de la emisión del paradigmático fallo "New York Times vs. Sullivan" (376 U.S. 254) de la Corte
Suprema de Justicia de los Estados Unidos en el año 1964, donde se dio génesis al sistema de responsabilidad
específico de la real malicia —solo se lo hacía aplicable a los funcionarios públicos—, en "Rosemblatt vs. Baer"
(379 U.S. 75) de 1966, se aplicó la doctrina también a las figuras públicas. Este avance también fue registrado a
lo largo de los Fallos: de nuestra Corte Suprema, siendo ejemplo de ello el fallo citado en la nota anterior.
(45)  Caso "Vago, Jorge A. c. Ediciones de La Urraca SA y otros", Fallos: 314:1517 (1991). El caso se enmarcó
en una demanda de daños y perjuicios en la cual el actor, director del semanario Prensa Confidencial, puso en
tela de juicio que él pudiera ser considerado una figura pública. De hecho, el demandante no discutió la
relevancia de que se utilizara el estándar de responsabilidad atenuada —que implica la real malicia— para las
figuras públicas, mas se limitó a discutir que él fuera tal.
(46)  Entre la amplia bibliografía escrita sobre este tema, puede verse una síntesis de las distintas doctrinas
elaboradas por el Tribunal en AA.VV., "La Corte y los derechos humanos", Ed. ADC, Buenos Aires, ps. 85 y ss.;
FAYT, Carlos, ob. cit., ps. 209 y ss.; y BADENI, Gregorio: "Las doctrinas 'Campillay' y de la 'Real Malicia' en
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia", LA LEY, 2000- C-1244, 1262.
(47)  Caso "Pérez Arriaga, Antonio c. Diario La Prensa SA", Fallos: 316:1632 (1993).
(48)  Caso "Gutheim, Federico c. Alemann, Juan", Fallos: 316:703 (1993).
(49)  Caso "Granada, Jorge H. c. Diarios y Noticias SA", Fallos: 316:2394 (1993).
 

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(50)  Caso "Triacca, Alberto J. c. Diario La Razón y otros", Fallos: 316:2416 (1993).
(51)  Caso "Espinosa, Pedro F. c. Herrera de Noble, Ernestina y otros", Fallos: 317:1448 (1994).
(52)  Caso "Gesualdi, Dora M. c. Cooperativa Periodistas Independientes Ltda. y otros", Fallos: 319:3085
(1996); LA LEY, 1997- B-753.
(53)  Caso "Ramos, Juan José c. LR3 Radio Belgrano y otros", Fallos: 319:3428 (1996).
(54)  Caso "Rudaz Bissón, Juan Carlos c. Editorial Chaco SA", Fallos: 321:667 (1998).
(55)  Caso "Cancela, Omar J. c. Artear SAI y otros", Fallos: 321:2637 (1998).
(56)  Caso "Díaz, Daniel D. c. Editorial La Razón y otros", Fallos: 321:3170 (1998).
(57)  Caso "Bruno, Arnaldo L. c. Sociedad Anónima La Nación", Fallos: 324:2419.
(58)  Caso "Spacarstel, Néstor A. c. El Día SAICF", Fallos: 325:50 (2002).
(59)  Caso "Barreiro, Hipólito C. c. Fernández, Mario A. y otro", Fallos: 326:4123 (2003).
(60)  Caso "R., S. J. c. Arte Gráfico Editorial Argentino SA y otra", Fallos: 326:4165 (2003), disidencia del Dr.
Vázquez.
(61)  Caso "P., C. A. y otro c. Herrera de Noble, Ernestina y otro", Fallos: 326:4285 (2003), votos de la mayoría
y de los Dres. Belluscio y López.
(62)  Caso "Guerineau, Horacio L. c. La Gaceta SA", Fallos: 327:943 (2004).
(63)  Casos "Abad", Fallos: 315:632 (1992); "Diario La Nación", Fallos: 316:1141 (1993); "Ramos", Fallos:
316:2548 (1993); "Monfardini", Fallos: 316:3149 (1993); "Morales Solá", Fallos: 319:2741 (1996); "Acuña",
Fallos: 319:2959 (1996); "Rajneri", Fallos: 320:1272 (1997); "Gorvein", Fallos: 321:2558 (1998); y "Caric
Petrovic", Fallos: 325:1227 (2002).
(64)  Casos "Gilardi", Fallos: 314:637 (1991) y "Caruso", 325:1486 (2002).
(65)  Caso "Cavallo, Domingo F.", Fallos: 321:2617 (1998).
(66)  Casos "Itzigsohn de Márquez", Fallos: 313:740 (1990); "Abad", Fallos:, 315:632 (1992); "Tavares", Fallos:
315:1699 (1992); "Suárez", Fallos: 318:823 (1995); "Rodríguez", Fallos: 318:1114 (1995); "Paixao", Fallos:
319:2487 (1996); "De Gainza", Fallos: 320:985 (1997); y "Menem", Fallos: 321:2848 (1998).
(67)  Caso "Acuña, Carlos M. R.", Fallos: 319:2959 (1996).
(68)  Caso "Alsogaray, María Julia", Fallos: 321:3404 (1988).
(69)  Caso "Abad", Fallos: 315:632 (1992), consid. 4º del voto de los Dres. Cavagna Martínez, Fayt y Barra. De
manera similar en: "Tavares", Fallos: 315:1699 (1992), consid. 12 del voto del Dr. Barra; "Rodríguez", Fallos:
318:1114 (1995), consids. 5º y 12 del voto de los Dres. Boggiano y Fayt; "Morales Solá", Fallos: 319:2741
(1996), consid. 7º voto del Dr. Vázquez; "Rajneri", Fallos: 320:1272 (1997), consid. 6º del voto de la mayoría;
"Gorvein", Fallos: 321:2558 (1998), consids. 5º voto del Dr. Belluscio y 7º del voto del Dr. Boggiano;
"Cavallo", Fallos: 321:2617 (1998), voto de la mayoría; "Menem, Eduardo", Fallos: 321:2848 (1998), consid. 8º
del voto de la mayoría; entre otros.
(70)  Cfr. casos "Abad", Fallos: 315:632, consids. 6º de la mayoría y 5º del voto de los Dres. Cavagna Martínez,
Fayt y Barra (1992); "Rodríguez", Fallos: 318:1114, consid. 6º, voto de los Dres. Fayt y Boggiano (1995);
"Morales Solá", Fallos: 319:2741, consid. 8º del voto del Dr. Belluscio, 14 y 21 del voto del Dr. Vázquez
(1996); "Rajneri", Fallos: 320:1272 (1997), consids. 9º y 11 voto de la mayoría; "Gorvein", Fallos: 321:2558
(1998), consids. 9º y 11 voto de la mayoría; entre otros. Ver también: GELLI, María Angélica, "Constitución de
la Nación Argentina comentada y concordada", Ed. La Ley, Buenos Aires, 2006, 3ª ed., p. 112; y Corte Suprema
de los Estados Unidos de América, "Gertz vs. Robert Welch, Inc.".
(71)  Caso "Menem, Eduardo s/ querella por calumnias e injurias", Fallos: 321:2848 (1998).
(72)  Caso "Alsogaray, María Julia", Fallos: 321:3404 (1998).
(73)  Criticando estas decisiones del Tribunal, adoptadas por una mayoría integrada por los jueces más cercanos
al oficialismo, señala el diario La Nación: "En materia de libertad de prensa, en varios Fallos la mayoría de la
Corte se pronunció en favor de funcionarios menemistas en causas en las que notoriamente la razón asistía a los
periodistas demandados. Así ocurrió en demandas promovidas por María Julia Alsogaray, Eduardo Menem,
Carlos Corach y el propio Carlos Menem contra conocidos profesionales de prensa", editorial "La Corte
 

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Suprema y la 'mayoría automática'", diario del 22/03/2003.


(74)  Caso "Editor Responsable y/o Director del Diario La Nación", Fallos: 316:1141 (1993).
(75)  Ibidem, consid. 7º del voto de mayoría.
(76)  Ibidem, consid. 9º de la mayoría y 5º y 6º del voto del Dr. Fay t. Ver también "Abad", consid. 10 de la
mayoría; "Ramos, Julio A. s/ ar ts. 109 y 110 del CP", Fallos: 316:2548 (1993), consid. 8º de la mayoría.
(77)  Caso "Caric Petrovic, Pedro y otros c. Báez, Juan C. y Fernández, Miguel Á.", Fallos: 325:1227 (2002).
(78)  Fallos: 325:1227 (2002), ap. V del dictamen del Procurador General, compartido por la mayoría del
Tribunal.
(79)  Cfr. "Campillay c. La Razón, Crónica y Diario Popular", Fallos: 308:789 (1986).
(80)  Caso "Tavares, Flavio A.", Fallos: 315:1699 (1992), consids. 8º del voto del Dr. Barra y 10 del voto del Dr.
Fayt.
(81)  Caso "Ramos, Julio A.", Fallos: 316:2548 (1993), consid. 6º de la mayoría.
(82)  Caso "Menem, Eduardo", Fallos: 321:2848 (1998).
(83)  Ibidem, consid. 15 de la mayoría.
(84)  Fallos: 321:2848, consid. 16 de la mayoría; ver también consids. 15 y ss. del voto concurrente del Dr.
Boggiano y 8º y ss. del voto disidente de los Dres. Fayt, Petracchi y Bossert.
(85)  Se refiere al caso "Vago" en "Tavares" Fallos: 315:1699, consid. 11 del voto del Dr. Fayt (1992);
"Rodríguez", Fallos: 318:1114, consid. 8º del voto de los Dres. Fayt y Boggiano (1995); "Rajneri", Fallos:
320:1272, consid. 9º del voto de mayoría de los Dres. Boggiano y Fayt (1997). Ver también: Sagüés, Néstor P.,
"Elementos de Derecho Constitucional", Ed. Astrea, Buenos Aires, 2001, 3ª ed. t. II, p. 458. Se refiere al caso
"Costa" en "Tavares", consid. 8º del Dr. Petracchi; "Morales Solá", Fallos: 319:2741, consids. 16 del voto del
Dr. Vázquez y 7º del voto del Dr. Bossert (1996); "Gorvein", Fallos: 321:2558, consid. 8º del voto de los Dres.
Petracchi y Bossert (1998).
(86)  Caso "Costa, Héctor R. c. MCBA y otros", Fallos: 310:508 (1987).
(87)  Caso "Vago, Jorge A. c. Ediciones de La Urraca SA y otros", Fallos: 314:1517 (1991).
(88)  Cfr. BIDART CAMPOS, Germán J., "Tratado elemental de derecho constitucional argentino", Ed. Ediar,
Buenos Aires, 2001, t. I-B, p. 115.
(89)  BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, "Nuestro derecho común interno frente a la doctrina jurisprudencial
norteamericana de la 'actual malice' (a propósito de los casos 'Morales Solá' y 'Gesualdi')", LA LEY, 1997- A-
836.
(90)  Caso "Guerinau, Horacio L. c. La Gaceta SA", Fallos: 327:943 (2004); LA LEY, 2004- D-346.
(91)  Cfr. GELLI, María Angélica, "Constitución de la Nación Argentina comentada y concordada", Ed. La Ley,
Buenos Aires, 2006, 3ª ed., p. 117.
(92)  Se puede definir el dolo eventual cuando el sujeto cuenta seriamente con la posibilidad de la realización
del tipo, pero a pesar de ello sigue actuando para alcanzar el fin perseguido, y se resigna así a la eventual
realización de un delito, se conforma con ella, cfr. ROXIN, C., "Derecho Penal, Parte General", Ed. Civitas,
Madrid, 1997, t. I, ps. 425-427.
(93)  Cfr. "Abad", Fallos: 315:362 (1992); consid. 7º del voto de los Dres. Cavagna Martínez, Barra y Fayt;
"Suárez", Fallos: 318:823 (1995), consid. 7º del voto de los Dres. Fayt, Petracchi y Boggiano; y "Gorvein",
Fallos: 321:2558 (1998), consid. 10 del voto del Dr. Belluscio, en el cual hasta excluye la aplicación del dolo
eventual y se restringe al dolo directo.
(94)  Caso "Rajneri", Fallos: 320:1272 (1997). Ver también "Rodríguez", Fallos: 318:1114, consids. 9º y 11 del
voto de los Dres. Fayt y Boggiano (1995); "Morales Solá", Fallos: 319:2741, consids. 7º del voto del Dr.
Boggiano, 17 del voto del Dr. Vázquez y 5º del voto del Dr. Fayt (1996); "Gorvein", Fallos: 321:2558, consid.
13 del voto del Dr. Boggiano; "Menem", consid. 12 del voto del Dr. Boggiano (1998); entre otros.
(95)  Cfr. "Gorvein", Fallos: 321:2558, consids. 12 y 14 de la mayoría y 10 del voto del Dr. Belluscio (1998).
Ver también "Paixao", Fallos: 319:2487, consid. 7º y ss. del voto de los Dres. Fayt y Boggiano (1996); "Ramos",
Fallos: 316:2548, consid. 8º de la mayoría (1993); "Editor Responsable", Fallos: 316:1141, consid. 6º y ss. voto
 

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de la mayoría (1993); entre otros.


(96)  Cfr. "Gorvein", consid. 9º del voto de los Dres. Petracchi y Bossert.
(97)  Cfr. "Rajneri", Fallos: 320:1272, consid. 7º del voto del Dr. Belluscio (1997). Ver también "Gorvein",
consids. 9º, 10 y 13 del voto de los Dres. Petracchi y Bossert; "Itzigsohn de Márquez", Fallos: 313:740, consid.
7º y ss. del voto del Dr. Fayt (1990); entre otros.
(98)  Caso "Emisiones Platenses SA", Fallos: 320:1191 (1997).
(99)  Fallos: 331:1530 (2008).
(100)  Consid. 10.
(101)  Fallos: 332:2559 (2009).
(102)  D. 281. XLIII, 19/05/2010.
(103)  L. 858. XLII; 10/08/2010.
(104)  D. 828. XL, 09/11/2010.
(105)  Fallos: 310:508 (1987).
(106)  Consid. 6º.
(107)  M. 1126. XLI, 13/12/2011.
(108)  Consids. 15, 16 y 17.
(109)  "De Reyes Balboa c. Editorial Río Negro SA", D. 285. XLIII, 30 de octubre de 2012.
(110)  Fallos: 308:789 (1986).
(111)  BO 27/11/2009. El actual ar t. 113 del Cód. Penal dice: "El que publicare o reprodujere, por cualquier
medio, injurias o calumnias inferidas por otro, será reprimido como autor de las injurias o calumnias de que se
trate, siempre que su contenido no fuera atribuido en forma sustancialmente fiel a la fuente pertinente. En
ningún caso configurarán delito de calumnia las expresiones referidas a asuntos de interés público o las que no
sean asertivas". Agrego el destacado.
(112)  A. 711. XLV, 13/12/2011.
(113)  El dictamen de la Procuración General —de fecha 11/05/2011— al cual la Corte se remite dice: "el medio
periodístico se exime de responsabilidad cuando atribuye sinceramente la noticia a una fuente, dado que aquella
dejaría de serle propia, pues cuando se adopta esta modalidad se transparenta el origen de las informaciones y se
permite a los lectores relacionarlas no con el medio por el cual las han recibido, sino con la específica causa que
las ha generado. Los afectados por la información resultan beneficiados, de este modo, en la medida en que sus
eventuales reclamos —si ellos se creyeran con derecho— podrán ser dirigidos contra aquellos de quienes las
noticias realmente emanaron y no contra los que solo fueron sus canales de difusión (Fallos: 316:2394 y 2416;
327:3560). En orden al cumplimiento de esta pauta, y con arreglo a la finalidad señalada, se ha destacado que la
información debe atribuirse a una fuente identificable (Fallos: 319:2965)".
(114)  Fallos: 331:162 (2008).
(115)  Consids. 9º a 13.
(116)  S. 1858. XL, 28/08/2007.
(117)  Sobre este punto la Procuración había dicho la Convención sobre los Derechos del Niño y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos "confieren especial tutela a los derechos de la infancia. La necesidad de
una 'protección especial' enunciada en el preámbulo de la primera, así como la atención primordial al interés
superior del niño dispuesta en su ar t. 3º, proporcionan un parámetro objetivo que permite resolver los conflictos
en los que están involucrados menores, debiendo tenerse en consideración aquella solución que les resulte de
mayor beneficio. Ello indica que existe una acentuada presunción a favor del niño, que 'por su falta de madurez
física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal'... En tales
condiciones, el ar t. 18, del dec.- ley 10.067, cuando dispone evitar la publicidad del hecho en cuanto concierna
a la persona del menor que resulte vinculado a una situación susceptible de determinar la intervención de los
Juzgados, y prohíbe la difusión de detalles relativos a la identidad y participación de aquel, no hace sino
proteger preventivamente al menor del padecimiento de eventuales daños, por tratarse de personas que están en
plena formación, que carecen de discernimiento para disponer de los aspectos íntimos de su personalidad y que
 

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merecen la tutela preventiva mayor que los adultos por parte de la ley". Ver punto IV del dictamen.
(118)  "Campillay c. La Razón", Fallos: 308-789 (1986).
(119)  "Cabe destacar que los lineamientos de la doctrina derivada del caso 'Campillay' no son de aplicación
cuando media como el sub examen una prohibición legal de difusión respecto de la noticia propalada por el
medio. En efecto, si la finalidad tuitiva del legislador fue evitar la publicidad de ciertos hechos, en cuanto
concierna a la persona del menor, mal podría soslayarse esta prohibición apelando al uso de un tiempo potencial
de verbo o citando expresamente la fuente de que emana la información, aun cuando esta provenga de los
magistrados que entendieron en la causa judicial que involucra al menor de edad. En tales supuestos, solo
omitiendo la identificación del menor, es decir, cumpliendo con la prescripción legal se cumpliría con la
protección de su esfera de intimidad frente a injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada". Consid. 5º.
(120)  E. 1. XXXIX, 05/09/2007.
(121)  Cfr. BIANCHI, Alberto, ob. cit., p. 1801.
(122)  Consid. 4º.
(123)  Ibidem.
(124)  Ibidem.
(125)  Ibidem.
(126)  Consid. 11.
(127)  Consid. 4º.
(128)  Consid. 11.
(129)  Consid. 9º.
(130)  Ibidem.
(131)  Consid. 11.
(132)  Ibidem.
(133)  Consid. 10.
(134)  "Radiodifusora Pampeana SA, titular de la licencia LU 33 Emisora Pampeana".
(135)  "Radiodifusora Pampeana SA c. Provincia de La Pampa", Fallos: 331:2893 (2008).
(136)  "Editorial Perfil SA c. Estado Nacional", E. 80. XLV y E. 84. XLV, 02/03/2011.
(137)  Cfr. https://www.cij.gov.ar/not a-27571-L a-Cort e-Suprem a-reafirm a-s u-doctrin a-e n-materi a-d e-
responsabilida d-d e-lo s-buscadore s-d e-internet.html.

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