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CAPÍTULO II

EVOLUCIÓN Y FUNDAMENTOS DEL


DERECHO A LA INFORMACIÓN

§ 1. DEL DERECHO A LA LIBERTAD DE


EXPRESIÓN AL DERECHO A LA INFORMACIÓN

Como sostiene Sahab4 «La forma en que quedó


formulada la libertad de pensamiento y de expresión en
los primeros textos testigos de la doctrina liberal, es
consecuencia de sus propios y fundamentales postulados,
a saber: a) naturaleza libre del hombre; b) ley natural
anterior al Estado (fuente de los derechos naturales); c)
dentro de su mundo de libertad, y en asociación natural,
el hombre es titular del poder político, al que divide en
tres funciones diferentes (legislativa, ejecutiva y judicial);
d) gobierno de la ley (en reemplazo del gobierno de los
hombres); e) todo ello fijado en una Constitución escrita
que es la superley5.»
Dentro de los derechos humanos fundamentales,
las constituciones liberales reconocieron tanto la libertad
de pensamiento como la libertad de expresión. Si bien no
se formularon distingos funcionales respecto de ambos,
siempre quedó reservada la libertad de pensamiento al
fuero íntimo del sujeto de derechos. Pero una vez que se
hace conocer por cualquier medio o signo que haga
entendible lo que se comunica, ese pensamiento se
transforma en expresión que interactúa con otros sujetos.

4 SAHAB, Ricardo (1985): Ensayos constitucionales y políticos.

Córdoba: UNC, p. 439.


5 Ídem

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Entre los primeros antecedentes occidentales,
encontramos las leyes constitucionales inglesas, la Magna
Charta libertatum, la Petition of Rigths de 1627, el Habeas
Corpus de 1679 y el Bill of Rigths de 1689. Si bien no
fueron sistematizadas en un cuerpo constitucional único,
conformaban el marco de protección de los derechos. La
última declaración asegura «Que las libertades de
expresión, discusión y actuación en el Parlamento no
pueden ser juzgadas ni investigadas por otro Tribunal
que el Parlamento». Es decir, si bien circunscripto a ser
una garantía constitucional de los parlamentarios, se
consagra como un derecho.
No podemos dejar de mencionar a John Milton,
que contemporáneo a estos documentos publicó el ensayo
Areopagítica6 dirigido al Parlamento inglés, que dictó una
orden por la cual se dispuso «que ningún libro, panfleto o
periódico puede ser impreso en lo sucesivo salvo que fuese
primero aprobado y permitido por quienes, o al menos
uno de quienes, serán designados a tal fin.» A ello replica
Milton «quien mata a un hombre mata a una criatura
racional, imagen de Dios, pero quien destruye un buen
libro mata la razón misma (…), Deberíamos ser
cautelosos por lo tanto en qué persecución suscitamos
contra las actuales tareas de los hombres públicos y en
cómo desperdiciamos esas vidas humanas maduras
preservadas y almacenadas en libros, pues vemos que
puede cometerse de esta forma una especie de homicidio, a
veces un martirio, o si ello se extendiera a todo lo
impreso, una especie de masacre, en la cual la ejecución no
termina con el asesinato de una vida elemental sino que

6 MILTON, J. (1982): Poemas y Ensayos Políticos. Buenos

Aires: Centro Editor de América Latina, p. 89-143.

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derriba esa quintaesencia etérea, el aliento mismo de la
razón; asesina una inmortalidad más que una vida (…)».
Como derecho fundamental de la persona, la
libertad de expresión fue consagrada a partir de la
Revolución Francesa de 1789 a través de la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En este
documento de gran valor histórico, destacamos dos
artículos que garantizan la libertad individual de opinión
y la libertad de comunicar pensamientos y opiniones.
Estos artículos establecen:

Art. 10: Nadie debe ser incomodado por sus opiniones,


inclusive religiosas, siempre y cuando su manifestación no
perturbe el orden público establecido por la Ley.

Art. 11: La libre comunicación de pensamientos y opiniones es


uno de los derechos más valiosos del Hombre; por
consiguiente, cualquier Ciudadano puede hablar, escribir e
imprimir libremente, siempre y cuando responda del abuso de
esta libertad en los casos determinados por la Ley.

La Constitución francesa de 1793 expresamente


dispone en el art. 7 «El derecho de manifestar el
pensamiento y las opiniones, ya por medio de la prensa,
ya de cualquier otra manera, el derecho de reunirse
pacíficamente y el libre ejercicio de los cultos, no pueden
ser prohibidos (…)». Y refuerza la protección, cuando en
el apartado de las Garantías de los Derechos, en el art.
122 prescribe: «La constitución garantiza a todos los
franceses igualdad, libertad, seguridad, propiedad, deuda
pública, libre ejercicio de cultos, instrucción común,
negocios públicos, libertad indefinida de la prensa,
derecho de petición, derecho de reunión en sociedades
populares, y el goce de todos los derechos del hombre».

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En el caso de Estados Unidos de Norteamérica, la
Constitución de 1776 no contempló como derechos
individuales a la libertad de expresión y a la libertad de
prensa. La que sí lo protegía fue la primera declaración
que se dictó en ese país, la Declaración de Virginia del 12
de junio de 1776, que en su Sección XII expresa: «Que la
libertad de la prensa es uno de los grandes baluartes de la
libertad y jamás puede ser restringida sino por un
gobierno despótico.» A ella, le siguió la Declaración de
Massachusetts, que en su art. 16 reza: «La libertad de
prensa es esencial para garantizar la libertad en un
Estado y, por consiguiente, no deberá restringirse en
éste.» Posteriormente, en 1791, se ratificaron las diez
enmiendas que se introdujeron a la Constitución
norteamericana, entre ellas, la Primera impone que «El
Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al
establecimiento de la religión (…); ni limitando la libertad
de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea
pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno una
compensación de agravios.»
Esta concepción liberal del derecho a la libertad de
pensamiento y expresión, como lo veremos más adelante,
también tuvo su influencia en nuestro país. En la
Constitución de 1853 se consagró en el artículo 14 la
libertad de expresión y prensa sin censura previa, y en
1860 se completó con el artículo 32 que tiene una gran
influencia de la Primera Enmienda norteamericana,
estableciendo una limitación a la facultad reglamentaria
del Congreso en materia de libertad de imprenta,
afianzando la facultad concurrente con las provincias en la
regulación de los medios impresos.
A este proceso liberal le sucedió el
constitucionalismo social y las constituciones que

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conformaron el Estado Social de Derecho a partir de la
segunda década del siglo XX. Aquí comienzan a mitigarse
los efectos de neto alcance liberal del constitucionalismo
clásico y adquieren carácter prestacional los derechos,
entre ellos, el derecho a la información. En virtud de ello,
muchos autores ubican en la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre y la Declaración Universal de
Derechos Humanos la consagración internacional del
derecho a la información y el surgimiento de la disciplina
jurídica: el Derecho de la Información.

§ 2. LA INFORMACIÓN COMO DERECHO


HUMANO FUNDAMENTAL

Desde las primeras constituciones liberales se


aseguraron los derechos a la libertad de expresión y
prensa como derechos ejercitables de manera individual y,
frente a ellos, el Estado debía abstenerse de
obstaculizarlo. En cambio, a partir de la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre y la
Declaración Universal de Derechos humanos, queda
consagrado como un derecho humano fundamental el
derecho a la información.
Pero los derechos que se caracterizan como
fundamentales, siguiendo a Ferrajoli7, son «los que están
adscritos universalmente a todos en cuanto personas, o en
cuanto ciudadanos o personas con capacidad de obrar, y

7 FERRAJOLI, Luigi, “Sobre los derechos fundamentales” en


Cuestiones Constitucionales Revista Mexicana de Derecho
Constitucional, 2006. Consulta: 25/09/2018. Disponible en:
https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/cuestiones-
constitucionales/article/view/5772/7600

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que son por tanto indisponibles e inalienables». Podemos
definir a los derechos fundamentales como las facultades
que tiene un sujeto de derechos (persona humana y
jurídica), emergentes de la dignidad humana y
generalmente reconocidos por normas del bloque de
constitucionalidad (CN más los tratados y convenciones
de derechos humanos con jerarquía constitucional, art. 75
inc. 22), de exigir a otro u otros una determinada
conducta que le es debida en justicia.
Entre sus caracteres, que comparte con el resto de
los derechos humanos, podemos apuntar que es un
derecho universal (resultan titulares todas las personas);
irrenunciable (la persona más allá de su autonomía no
puede dimitir), imprescriptible (no necesita de su ejercicio
para la subsistencia del derecho, se mantiene con la
persona), inalienable (no puede ser cedido o transferido a
otro).
Este derecho incluye tanto el derecho a informar
como el derecho a ser informado. Este último constituye
una nueva dimensión que tiene en cuenta a la opinión
pública, la sociedad y que impone deberes al Estado, a las
fuentes de información y a los medios de comunicación. El
Estado es sujeto activo de la Información (ej.: ley de
acceso a la información pública) y en cuanto sujeto
receptor de la información, él mismo es informado porque
necesita conocer determinados hechos (ej.: declaraciones
juradas de funcionarios, impositivas, etc.).
Más allá de todo ello, el derecho a la información no
es un derecho absoluto sino relativo, es decir que puede ser
reglamentado. Esta reglamentación debe cumplir ciertos
requisitos tanto internos como a nivel internacional para
ser considerada legal y razonable. La Comisión
Interamericana y la Corte Interamericana de Derecho

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Humanos, establecen que deben cumplirse cuatro
requisitos: a) que sea definida en forma precisa y clara a
través de una ley en sentido formal y material; b) que
persiga objetivos autorizados por la Convención; c) que
sea necesaria en una sociedad democrática para el logro
de los fines imperiosos que persigue; d) estrictamente
proporcionada a la finalidad perseguida; e) idónea para
lograr tales fines8.
En nuestro país, dicha reglamentación debe
cumplir con las exigencias de los artículos 28 y 99 inc. 2
de la CN, y debe ser: a) justificada: tiene como fin el bien
común y el interés público; b) adecuada: la restricción que
se impone al derecho debe ser un medio adecuado para
lograr la finalidad que lo justifica. Debe haber una
relación de medio a fin con el propósito de bien común
que se busca alcanzar. Los medios utilizados para lograr
ese fin, sin ser los más idóneos, tienen que lograr el
propósito señalado; y c) proporcional: la restricción al
derecho es proporcional cuando el gravamen que ocasiona
guarda proporción con el bien común que procura lograr
o el mal que se pretende evitar con ella.
Podemos sostener, actualizando las primeras
conclusiones de Sahab9:
a) Que la persona y la sociedad tienen derecho a la
información, al hecho de trascendencia pública;
b) Que el Estado, en sus tres órdenes de gobierno y
sus organismos, tiene el deber activo y pasivo de
facilitar la información por cualquier soporte, sin

8 Relatoría Especial para la libertad de expresión: Una


agenda hemisférica para la defensa de la libertad de expresión, OEA,
2009, p. 8-9
9 Ibid. p. 444

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perjuicio de la difusión que haga a través de los
medios oficiales de difusión de los actos de
gobierno.
c) Que cuando la información se difunde por otros
medios no estatales y oficiales, el periodista o
comunicador es un profesional que obra como
intermediario entre el Estado y la sociedad. Por
ello, tiene el derecho a obtener la información
pública sin demostrar o acreditar ningún derecho
subjetivo o interés legítimo.
d) Que el derecho a estar informado implica una
pretensión a que ésta sea veraz, completa, objetiva,
auténtica y oportuna. Estos caracteres de la
información se los puede exigir a los sujetos
pasivos de la información pública (ej.: ley de acceso
a la información pública 27.275) pero no a los
periodistas, porque para ellos, es un deber
deontológico y no legal.

§ 3. LA INFORMACIÓN EN EL ORDEN
INTERNACIONAL:
CARACTERES UNIVERSALES

La libertad de expresión e información, reconocida


universalmente como un derecho humano fundamental,
está asegurada normativamente en los Tratados y
Declaraciones Internacionales con jerarquía
constitucional (art. 75 inc. 22 CN). Así, la consagran y
garantizan el art. 4 de la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre; art. 19 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos; arts. 13 y 14 de la
Convención Americana de Derechos Humanos; arts. 14 y

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19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos; arts. 12, 13 y 17 de la Convención de los
Derechos del Niño, y art. 21 de la Convención sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidad. Sin
mencionar otros tratados internacionales que también la
reconocen y protegen pero que no tienen jerarquía
constitucional en la Argentina, como la Ley 26.305 que
aprueba la Convención sobre la protección y la promoción
de la diversidad de las expresiones culturales.
Los documentos internacionales que transcribimos
son aquellos que no se encuentran disponibles en soporte
digital y que consideramos importantes como
antecedentes de protección del derecho a la información.

Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Libertad


de Información (1948)
1º. Todo individuo tiene derecho a la libertad de
pensamiento y a la libertad de expresión sin que pueda haber
sobre ello injerencia gubernamental. Este derecho comprende
la libertad de opinión, la libertad de investigar, de recibir y de
comunicar informaciones e ideas sin consideración de fronteras
en forma oral, escrita, impresa e ilustrada o por procedimientos
visuales o auditivos legalmente admitidos.
2º. El derecho a la libertad de expresión trae aparejado
deberes y responsabilidades, puede en consecuencia, ser
sometido a sanciones, condiciones, o restricciones claramente
definidas por la ley, pero solamente en lo que concierne a:
a) las cuestiones que exigen el secreto en interés de la
seguridad nacional;
b) las expresiones de opinión que inciten a cambiar por la
violencia el sistema de gobierno;
c) las expresiones de opinión incitando directamente a
cometer actos criminales;
d) las expresiones obscenas;
e) las expresiones de opinión que comprometan el curso
regular de la justicia;

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f) la violación de los derechos existentes en materia de
propiedad literaria o artística;
g) las expresiones de opinión que atenten contra la
reputación de otras personas físicas o morales o las
perjudiquen de otra manera sin ventajas para la
comunidad;
h) la difusión sistemática de noticias falsas o
deformadas con conocimiento de causa que perjudiquen
las relaciones amistosas entre pueblos o Estados.
Todo Estado puede instituir, según modalidades razonables un
derecho de respuesta, o un procedimiento análogo de
rectificación.
3º. Serán tomadas medidas con vistas a desenvolver la
libertad de información suprimiendo los obstáculos de orden
político, económico, técnico y otros de naturaleza tal que
pueden trabar la libre circulación de las informaciones.
4º. Nada del presente artículo debe ser interpretado
como atentado contra el derecho de un Estado de controlar la
entrada de personas en su territorio o la duración de la entrada
que en ellos tenga lugar.

Convención sobre la Libertad de Información


adoptada en 1948 por la Comisión de los Derechos
del Hombre de Naciones Unidas
El libre cambio de informaciones exactas objetivas y completas
de opiniones tanto en el plano nacional como en al
internacional, es esencial a la democracia, a la causa de la paz y
al progreso de los ámbitos políticos, social, cultural y
económico.

Artículo 2: El ejercicio de la libertad de expresión y de prensa


comporta deberes y responsabilidades. No puede sin embargo,
someterse más que a las únicas restricciones necesarias que
sean claramente definidas por la ley y aplicadas conforme a la
misma en lo que concierne: a la seguridad nacional y el orden
público; a la propagación sistemática de falsas noticias
perjudiciales para las relaciones amistosas entre las naciones, y
a las incitaciones a la guerra o al odio nacional, racial o
religioso; a los ataques contra los fundamentos de las
religiones; a la incitación a la violencia o al crimen; a la salud y

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a la moralidad públicas; a los derechos, el honor y la reputación
del prójimo, y a la equitativa administración de Justicia.

§ 4. LA INFORMACIÓN EN EL ORDEN JURÍDICO


ARGENTINO

El derecho ha tenido vital importancia en nuestro


país desde los albores del proceso de mayo. Se puede decir
que lo que ha acontecido en él ha ido de la mano con la
suerte de las libertades públicas.
Y, en su conjunto, arriesgamos decir que nuestra
historia no ofrece particularidades propias sino las
comunes de todos los países que en su tarea organizativa
comulgaron con los principios del constitucionalismo y de
la democracia. Por ello, tanto las libertades públicas en
general cuanto la particular que involucró este derecho,
tuvieron los mismos vaivenes que se pueden advertir en la
historia de otros países que fueron modelos o inspiradores
del régimen argentino, que quedó finalmente configurado
en la Constitución Nacional de 1853.
La situación actual es la de un orden normativo
que, tanto por lo que dispone la Constitucional Nacional y
Provincial y lo establecen las disposiciones
internacionales admitidas en el país, se caracteriza por la
amplia libertad del derecho en estudio.

§ 5. ANTECEDENTES DEL DERECHO


A LA INFORMACIÓN

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En Argentina, siguiendo a Borgarello10, los
documentos más remotos señalan que tan natural como el
pensamiento humano es el derecho de expresar las ideas.
De allí que ya se hacía la distinción entre libertad de
pensamiento y libertad de expresión, aun cuando ningún
documento haya formulado la libertad de pensamiento
con la claridad y grandeza del artículo 19 de la CN de
1853.
Los primeros antecedentes constitucionales
patrios receptan la libertad de expresión como uno de los
derechos básicos para la preservación del nuevo orden
revolucionario.
Mariano Moreno expresaba en la Gaceta de
Buenos Aires, el 7 de junio de 1810: « ¿Por qué se han de
ocultar a las Provincias sus medidas relativas a solidar su
unión, bajo nuevo sistema? ¿Por qué se les ha de tener
ignorantes de las noticias prósperas o adversas que
manifiesten el sucesivo estado de la Península? (...) Para el
logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a
la luz un nuevo periódico semanal, con el título de la
Gaceta de Buenos Aires».
El primer instrumento sobre libertad de expresión
fue el Reglamento del 22 abril de 1811. Allí se
aseguraba la libertad de expresión, sin censura previa,
salvo para los escritos, libros o artículos de contenido
religioso que debían ser previamente revisados y
autorizados por la autoridad eclesiástica, cuya decisión era
apelable. Esta censura se entendía porque en aquella
época no había libertad religiosa ni libertad de cultos, las
que se logran recién con la sanción de la CN de 1853.
Entonces no se podía opinar o expresarse libremente

10 Borgarello, Cipolla, Koci, Op. Cit, p. 40-45.

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sobre los dogmas o sus interpretaciones. Además, el
Reglamento establecía el principio de responsabilidad por
las consecuencias de las publicaciones y si en ellas no se
identificaba al autor, el responsable era el editor 11.
Este documento, durante el Primer Triunvirato,
fue reemplazado por el Estatuto de la Libertad de
Prensa del 26 octubre de 1811, cuyos contenidos
generales eran similares a los del anterior Reglamento.
Este Estatuto se fue reproduciendo o fue objeto de
remisión por varios otros posteriores, de modo que puede
considerárselo vigente hasta la CN de 1853.
Los proyectos constitucionales de la Asamblea de
1813 también receptan la libertad de imprenta.
Mencionamos, entre otros:
 El proyecto de Constitución para las Provincias
Unidas del Río de la Plata del Sud de la Sociedad
Patriótica, cuyo capítulo 25 ‘De la libertad de

11 Art. 1º. Todos los cuerpos y personas particulares de


cualquier condición y estado que sean, tienen la libertad de escribir,
de imprimir y de publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencia,
revisión y aprobación alguna, anteriores a la publicación, bajo las
restricciones y responsabilidades que se expresarán en el presente
Decreto.
Art. 2º. Por tanto quedan abolidos todos los actuales juzgados de
imprenta y la censura de las obras políticas precedentemente a su
impresión.
Art. 3º. Los autores e impresores serán responsables respectivamente
del abuso de esa libertad.
Art. 6º. Todos los escritos sobre materia de religión, quedan sujetos a
la previa censura de los ordinarios eclesiásticos, según lo establecido
en el Concilio de Trento.
Art. 13º. Para asegurar la libertad de la imprenta y contener al mismo
tiempo su abuso, se nombrará una Junta Suprema de Censura, que
deberá residir cerca del Gobierno, compuesta de cinco individuos y a
propuesta de ellos, otra semejante en cada capital de Provincia
compuesta de tres.

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imprenta’, proclama el derecho del hombre de
«publicar sus ideas libremente y sin censura
previa», pero con responsabilidades ulteriores por
los abusos.
 El proyecto de Constitución de las Provincias
Unidas del Río de la Plata del 27 de enero,
posiblemente redactado por una Comisión interna
de la Asamblea en sus sesiones preparatorias,
establece en la ‘Declaración de los derechos y de
los deberes del hombre en sociedad’ que «Todo
ciudadano tiene derecho de publicar libremente
sus ideas, siendo sólo responsable del abuso de su
libertad conforme a la Ley».
 El proyecto de Constitución de carácter federal
para las Provincias Unidas de la América del Sud,
en su art. 45 proclama que «El Congreso no (...)
pondrá límites a la libertad de la prensa».
Posteriormente, el Estatuto Provisional para la
Dirección y Administración del Estado, dado por la
Junta de Observación, el 5 de mayo de 1815, en su
Sección VII ‘Seguridad individual y libertad de imprenta’,
Capítulo II “De la libertad de la imprenta”, restablece el
decreto de la libertad de imprenta expedido el 26 de
octubre de 1811, agregándose al final del capítulo la
libertad de colocar imprentas públicas en cualquier ciudad
o villa con el solo previo aviso del impresor y el lugar
donde exista la misma, al Gobernador de la provincia o
Teniente Gobernador. También dispone la creación de
dos periódicos, uno El Censor, pagado por el Cabildo con
el objeto de reflexionar sobre «los procedimientos y
operaciones injustas de los funcionarios públicos y abuso
del País», y otro La Gaceta «noticiando al pueblo, los

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sucesos interesantes, y satisfaciendo a las censuras,
discursos o reflexiones del Censor».
El 22 de noviembre de 1816 el Congreso de
Tucumán aprueba el Estatuto Provisional que en su
Sección 7ª ‘Seguridad individual y libertad de imprenta,
Capítulo 2º ‘De la libertad de imprenta’ establece la
vigencia del decreto de la libertad de imprenta expedido
el 26 de octubre de 1811 y declara la libertad de poner
imprentas públicas en cualquier ciudad o villa del Estado
con «solo la calidad de previo aviso al Gobernador de la
Provincia, Teniente Gobernador y Cabildos respectivos, y
que los impresos lleven el nombre del impresor, lugar
donde exista la imprenta», encomendando a los
intendentes de policía que «en los periódicos y papeles
públicos se hable con la mayor moderación».
Este Estatuto Provisional es del mismo tenor que
el Reglamento Provisorio para las Provincias Unidas
de Sudamérica, también dado por el mismo Congreso
Constituyente que el 22 de abril de 1819 dicta la
Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica
proclamando en su art. XI la libertad de publicar las ideas
por la prensa por ser «un derecho tan apreciable al
hombre, como esencial para la conservación de la libertad
civil en un Estado». Aunque no establece la prohibición
de censura previa, rige la misma en materia política por
cuanto dispone en el mismo artículo que «se observarán a
este respecto las reglas que el Congreso tiene aprobadas
provisoriamente, hasta que la Legislatura las varíe o
modifique», es decir que siguen en vigencia en materia de
imprenta el Reglamento Provisorio de 1817 y el Decreto
del 26 de octubre de 1811.
En 1824 se reúne un nuevo Congreso
Constituyente en Buenos Aires y el 24 de diciembre de

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1826 dicta una Constitución de contenido unitario que
en el artículo 161 dispone, al igual que en la de 1819, que
«La libertad de publicar sus ideas por la prensa, que es un
derecho tan apreciable al hombre, como esencial para la
conservación de la libertad civil» y agrega que «será
plenamente garantida por las leyes». Como se observa, no
dispone la prohibición de censura previa.
Sin embargo, hubo etapas muy sinuosas donde se
afectó seriamente la libertad de prensa. Muchas veces la
vulneración no se hacía en forma directa sino de manera
indirecta. Quizás el período de mayores dificultades para
el ejercicio de esta libertad -como el de otras libertades
públicas- ocurrió entre 1824 y la caída de Rosas. Durante
su gobierno, las trabas para el establecimiento de
imprentas fueron realmente insuperables, por lo que
prácticamente no creció el número de publicaciones,
situación que le permitió afianzarse cada vez más en el
poder.
Luego de la caída de Juan Manuel de Rosas, tras la
batalla de Caseros el 3 de febrero de 1853, la organización
nacional sería un hecho. El Protocolo de Palermo y el
Acuerdo de San Nicolás constituirán el puente que
llevaría a la organización del Congreso General
Constituyente en Santa Fe y a la Constitución de 1853,
que en materia de prensa se vio plasmado en el artículo
14.
También se debe señalar el art. 69 (72 en la
reforma de 1860) referido a la formación y sanción de las
leyes, que dispone que «Se publicarán inmediatamente
por la prensa» las objeciones del Poder Ejecutivo y los
nombres y fundamento de los sufragantes; y el art. 82 (85
en la reforma de 1860) en materia de elección del
Presidente y Vicepresidente de la Nación, la que «Debe

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quedar concluida en una sola sesión del Congreso,
publicándose enseguida el resultado de ésta y las actas
electorales por la prensa», disposición derogada en la
reforma constitucional de 1994.
Con el Acuerdo de San José de Flores, el 10 de
noviembre de 1859, se produce la incorporación de la
provincia de Buenos Aires a la Nación, dándole la
posibilidad de revisión constitucional. En 1860, con
motivo de la incorporación de Buenos Aires al resto de la
Confederación se produce la primera reforma
constitucional. Entre otras cosas, se introduce la nueva
redacción de los artículos 32 y 33.
La exposición de motivos de este artículo fue dada
por Vélez Sarsfield, quien expone un brillante alegato
sobre la libertad de prensa, cuyos abusos, afirma, deben
corresponder a la jurisdicción provincial: «La reforma
dice aún más; que el Congreso no puede restringir la
libertad. La libertad de imprenta. Señores: puede
considerarse como una ampliación del sistema
representativo o como su explicación de los derechos que
quedan al pueblo, después que ha elegido sus
representantes al Cuerpo Legislativo. Cuando un pueblo
elige sus representantes no se esclaviza a ellos, no pierde
el derecho de pensar o de hablar sobre sus actos; esto
sería hacerlos irresponsables. Él puede conservar y
conviene que conserve, el derecho de examen y de crítica
para hacer efectiva las medidas de sus representantes y de
todos los que administran sus intereses. Dejemos pues,
pensar y hablar al pueblo y no se le esclavice en sus
medios de hacerlo.»
En la reforma constitucional de 1949, cuando se
modifica el artículo 72 en materia de formación y sanción
de las leyes, se reitera lo establecido en la Constitución de

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1853/60: «Las votaciones de ambas cámaras serán en uno
y en otro caso nominales, por sí o por no; y tanto los
nombres y fundamentos de los sufragantes, cuanto las
objeciones del Poder Ejecutivo, se publicarán
inmediatamente por la prensa». También se mantiene el
artículo 85 en materia de elección de Presidente y
Vicepresidente, disponiéndose la publicación por la prensa
del resultado y las actas electorales.
El Estatuto Fundamental del 24 de agosto de
1972 deroga el artículo 85, en función de la modificación
del sistema electoral. Esta reforma constitucional no fue
ratificada y por lo tanto no quedó incorporada al texto de
la Constitución de 1853 con las reformas anteriores.
En cuanto a la última reforma constitucional del
año 1994, se mantienen los artículos 14, 32 y 72, este
último como artículo 85, y se deroga el art. 82. Además,
incorpora el concepto más amplio de información a través de
nuevos artículos que se introducen en la Primera Parte de
la Constitución, en el Capítulo 2º denominado ‘Nuevos
derechos y garantías’ (36 a 43), y en la Segunda Parte
donde se incluyen artículos que se vinculan con el derecho
a la información.

§ 6. LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN
Y LA LEGISLACIÓN DE FONDO

Las constituciones contienen un preámbulo que


determina el contenido de las creencias políticas y
constitucionales de una sociedad determinada. La nuestra
tiene uno de los más bellos que se hayan escrito, tanto por
su valor intrínseco en cuanto logra, en pocas palabras,
una síntesis perfecta de un proyecto de organización de la
convivencia en paz, en libertad y con justicia, cuanto por

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su valor literario. Un constitucionalista extranjero dijo
que ese Preámbulo debiera preceder la Carta de las
Naciones Unidas. En él se habla de asegurar los beneficios
de la libertad, expresión generosa que abarca
indudablemente el derecho de expresión.
Cuando en el Preámbulo se fija como uno de los
grandes fines el de asegurar los beneficios de la libertad, no
hay duda que se está refiriendo a esa noción de libertad
que hemos considerado antes: una libertad basada en la
dignidad de la persona humana y por tanto, responsable.
Y como el texto constitucional abre las puertas a todos
los hombres del mundo que quieran habitar el suelo
argentino, el beneficio de la libertad es para todos los
habitantes y no sólo para el ciudadano. Estamos, pues, en
el grupo de los llamados derechos civiles. De este modo, el
ingreso al régimen construido en 1853 ya anuncia el
contenido de sus disposiciones.
En su texto originario encontramos el mencionado
art. 14 que asegura a todos los habitantes el derecho de
expresar las ideas libremente por la prensa, sin censura
previa, conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio;
el art. 28 referido al poder de policía que pone límites a la
facultad reglamentaria del Estado; el art. 19 que ampara
la libertad de pensamiento, y el art. 75, incs. 13 y 19 que
establecen que la legislación sobre telecomunicaciones,
radiodifusión o servicios de comunicación audiovisual y
todos los medios que se sirven del espacio ultraterrestre
son de competencia del gobierno nacional (federal) y no
de las provincias. Este conjunto normativo es supremo en
orden al derecho que estudiamos.
Analicemos ahora cómo deben entenderse y cómo
se han interpretado tales disposiciones.

49
En cuanto al artículo 14, pese a consignar el
sustantivo «prensa», comprende a todos los medios a
través de los cuales se puede dar a conocer el
pensamiento, la idea, la opinión. Si tenemos en cuenta la
época de la sanción de la CN (1853), se comprenderá que
el término hacía referencia al único medio de publicación
de las ideas u opiniones: los medios impresos. Esto queda
corroborado en el art. 32 cuando utiliza el equivalente de
«imprenta». Entonces, en orden a la interpretación y
alcance de esta norma, debe dejarse en claro que, gracias
al método de interpretación dinámica de la norma, ella
comprende y da hospitalidad a todos los medios a través de los
cuales se pueden expresar las ideas, pensamientos, o informar
en general.
Entiéndase por método dinámico el que consiste
en insuflar contemporaneidad a la norma, el modo que la
redactaríamos si la tuviéramos que elaborar hoy. Para ello
es necesario tener en cuenta cuál es la finalidad de la
norma. Si tal fin es el de publicar las ideas, el dar a
conocer la información, no hay duda que no se violenta tal
fin si sólo incorporamos nuevos medios para hacerlo. A
igual conclusión han arribado nuestros tribunales,
incluida la Corte Suprema de Justicia de la Nación
El artículo 32, merece un párrafo aparte. Este
artículo, introducido en la reforma de 1860, que tomó
como antecedente la primera enmienda de la Constitución
norteamericana, limita la potestad del Congreso de la
Nación en dos sentidos: al disponer primero que «no
dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta» y
luego que «no se establezcan sobre ella la jurisdicción
federal».
Se comprende perfectamente el sentido de esta
norma como garantía que la provincia de Buenos Aires

50
quiso dar a sus medios impresos al incorporarse a la
Confederación, en un contexto en el que la difusión de
éstos tenía un alcance territorialmente limitado, de
manera preponderante a lo local, por la lentitud y
dificultades de las comunicaciones y el transporte.
Desde la perspectiva del modelo jurídico
multidimensional, los cambios habidos en la dimensión
social del fenómeno jurídico que nos ocupa hacen
necesaria una relectura del art. 32 que deje de lado su
interpretación literal, que excluía por completo la
aplicación de las leyes del Congreso Nacional y la
jurisdicción de los tribunales federales en materia de
prensa, incluso cuando se trataba de delitos cometidos por
medio de la prensa. Se entendía que sólo las provincias
podían dictar leyes que repriman los delitos de imprenta.
Este fue el criterio predominante en la jurisprudencia de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación hasta 1932
(caso Manuel G Argerich)12.
Pero los criterios del Máximo Tribunal fueron
haciéndose cargo de la transformación de la sociedad y
adaptándose a ella. En 1932 comenzó reconociendo, como
excepción, que debía aplicarse el Código Penal de la
Nación y debían intervenir los tribunales federales cuando
se tratare de delitos «que pueden afectar la existencia
misma de la Nación y de los poderes conferidos a ésta»
aunque hayan sido cometidos por medio de la prensa (se
trataba del delito de incitación a la rebelión contra el
gobierno federal)13.

12 CSJN, 12/4/1864, Fallos, 1:130


13 CSJN, 23/2/1932, Caso Diario La Provincia, Fallos,
167:121

51
Luego, en 1970, en el caso “Ramos c/Batalla”14 la
Corte cambia sustancialmente su postura y dice que «el
art. 32 de la Constitución Nacional debe interpretarse de
manera que no se desnaturalice el principio de la
uniformidad de la legislación penal en lo que atañe a
delitos cometidos por medio de la prensa. Si el delito es
común por su naturaleza, su represión corresponde al
Congreso de la Nación con total prescindencia del medio
empleado para cometerlo, y sin perjuicio de que el
juzgamiento del hecho corresponda a los tribunales
nacionales o provinciales».
Según este criterio jurisprudencial, que se
mantiene desde entonces, los excesos que se cometen a
través de los medios de comunicación, cuando son de
índole criminal, quedan reguladas por el Código Penal,
por cuya aplicación serán sancionados aunque hayan sido
cometidos utilizando los medios impresos, hechos tales
como las calumnias e injurias, la incitación a la violencia,
la instigación a cometer delitos, la apología del crimen,
etc.; la competencia para entender en esos casos será de
los jueces provinciales o federales, según las reglas
ordinarias que distribuyen las competencias
jurisdiccionales (arts. 121, 116, 117 y cc. CN). Como la
potestad de legislar en materia penal ha sido delegada al
Congreso Nacional por el art. 75, inc. 12 CN, las
provincias no pueden dictar leyes que establezcan los
denominados delitos de imprenta.
Idénticas razones llevan a concluir que los
responsabilidades ulteriores en materia civil, derivadas de
hechos cometidos a través de la prensa, darán lugar a
resarcimiento conforme las normas del Código Civil y

14 CSJN, Fallos, 278:62

52
Comercial y sus leyes complementarias, que también
forma parte del principio de unidad legislativa que se
pretendió a través del inciso 12 del art. 75 de la CN, y
serán juzgados por los jueces provinciales o federales,
según las reglas ordinarias de reparto de competencias
jurisdiccionales.
Debemos señalar que el art. 32 CN se refiere a la
libertad de imprenta, es decir, sólo a los medios impresos y no
comprende a los medios de comunicación audiovisuales15.
Ello se deduce no sólo de la expresión utilizada en el
texto sino también del hecho que estos últimos, como
consecuencia de su naturaleza esencialmente
interjurisdiccional y de los tratados internacionales
celebrados por Argentina en materia de
telecomunicaciones –ley 23.478, por medio de la cual
nuestro país adhiere al Convenio Internacional de
Telecomunicaciones de Nairobi- generan competencia
federal expresamente delegada en el inciso 19 del art. 75
CN, que ordena al Congreso dictar leyes que protejan la
«pluralidad cultural (…) el patrimonio artístico, y los
espacios culturales y audiovisuales»16 «en la medida en
que esa actividad constituye comercio interprovincial»
según el inc. 13 del mismo artículo.
La interpretación del art. 32 CN ha generado
fuertes polémicas a lo largo de la historia. Las posturas
sobre el tema no son pacíficas. Por un lado, se sostiene
que la libertad de expresión y prensa, que incluye todos

15 BIDART CAMPOS, G. (2008): Compendio de derecho

constitucional. Buenos Aires: Ediar, p. 89.


16 Ley 25.750 de Preservación de Bienes y Patrimonios

Culturales, sancionada el 18 de junio de 2003 y promulgada de hecho


el 4 de julio del mismo año. Considera al espectro radioeléctrico y a
los medios de comunicación como intereses estratégicos de la Nación,
y la política del Estado nacional preservará especialmente (art. 1).

53
los medios de difusión del pensamiento, se encuentra
suficientemente resguardada con el art. 14 CN y en los
tratados internacionales con jerarquía constitucional por
lo que, cuando se le prohíbe al Congreso dictar leyes que
restrinjan la libertad de imprenta sólo reitera la regla del
art. 28 CN, según la cual los derechos no pueden ser
alterados por las leyes reglamentarias17, de manera que el
Congreso de la Nación podría dictar una ley sobre
imprenta (prensa escrita) siempre que ello no violente las
garantías constitucionales –restricciones del derecho de
prensa-18. Pero, por otro lado, no deja de generar dudas
que sea válida una legislación del Congreso que regule los
medios impresos en materias que excedan los poderes
expresamente delegados (ej.: legislación de fondo),
máxime si con ella se pretende ampliar el ámbito de la
jurisdicción de los tribunales federales sobre la prensa
que, de estar a lo que dispone la norma, debiera ser de
interpretación restrictiva.
No caben dudas que las provincias pueden
reglamentar el derecho de prensa impresa en el ámbito de
sus poderes conservados y concurrentes, con las
limitaciones de los arts. 14 y 28 CN. En Córdoba, se
reglamentó a través de la ley Nº 3.375, modificada por ley
Nº 3.402 del 22 de mayo de 1928 y, en la actualidad, se
encuentra vigente la ley Nº 10.149 (B.O. 27/06/2013).
También, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

17 ROMERO, César (1976): Derecho Constitucional. Tomo 2.

Córdoba: Zavalía, p. 60.


18 En igual sentido, Carlos Fayt (2001): La Corte Suprema y

sus 198 sentencias sobre comunicación y periodismo. Estrategias de


la Prensa ante el Riego de Extinción, Buenos Aires: La Ley, p. 146-
147 en RODRÍGUEZ VILLAFAÑE (2012): Secreto profesional
periodístico, libertad de expresión y periodistas. Córdoba: UNC, p. 390-
391.

54
reglamentó este derecho, con fundamento en el art. 129
de la CN, a través de la ley Nº 4.565 del 19/06/2013.
Rodríguez Villafañe sostiene que «en base a los
argumentos desarrollados por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (…) y la reforma de la Constitución
Nacional de 1994, en gran medida las discusiones en el
tema han quedado saldadas constitucionalmente, a favor
de la Nación. En la reforma se amplió las razones que
justificaron la facultad legislativa nacional, en materia de
medios de difusión audiovisuales.»19
Ahora nos avocaremos al análisis de los artículos
incorporados por la reforma de 1994 relativos al derecho
a la información tanto en la primera como en la segunda
parte de la Constitución Nacional:

Artículo 38 referido a la consagración constitucional de


los partidos políticos, donde se garantiza su organización
y funcionamiento democráticos y el acceso a la información
pública y la difusión de sus ideas. Es el único artículo de la
CN que reconoce el derecho fundamental de acceso a la
información pública. Además, este artículo impone a los
partidos políticos dar publicidad y rendir cuentas del
origen y destino de los fondos que reciben.

Artículo 41 sobre medioambiente: «Las autoridades


proveerán a la protección de este derecho, a la utilización
racional de los recursos naturales, a la preservación del
patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica,
y a la información y educación ambientales».

19 Ídem

55
Artículo 42, primer párrafo: en materia de los derechos
de los consumidores y usuarios de bienes y servicios,
asegura que debe brindárseles «una información adecuada y
veraz». Ésta debe ser además oportuna, siempre que por
adecuada entendamos que quiere comprender también la
noción de objetiva o precisa.

Artículo 43, tercer párrafo in fine: en referencia al


hábeas data, es decir, el acceso a información personal
expresa, por un lado que «Toda persona podrá interponer
esta acción para tomar conocimiento de los datos a ella
referidos y de su finalidad, que consten en registros o
bancos de datos públicos, o privados destinados a proveer
informes, y en caso de falsedad o discriminación, para
exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o
actualización de aquéllos». Y por el otro que «No podrá
afectarse el secreto de las fuentes de información periodística».
Si bien esta protección del secreto de la fuente no fue
reglamentado por ley, constituye una garantía para el
periodista.

Artículo 68: «Ninguno de los miembros del Congreso


puede ser acusado, interrogado judicialmente, ni
molestado por sus opiniones o discursos que emita
desempeñando su mandato de legislador».

Artículo 75, inciso 13: conocido como cláusula


económica o comercial, dispone que es facultad del
Congreso de la Nación «reglar el comercio con las
naciones extranjeras, y de las provincias entre sí» y la
regulación de todo tipo de tráfico o intercambio,
comunicación, tránsito de personas y de mercaderías, cosas,
productos, ideas, imágenes, etc. La información –y por
56
ende la actividad informativa- es considerada una
actividad comercial. Así fue interpretado por la CSJN y
ello justificó que la legislación en esta materia sea
indiscutiblemente federal. Este criterio cambió con el fallo
Grupo Clarín c/Estado Nacional.

Artículo 75, inciso 19, último párrafo: «Dictar leyes


que protejan la identidad y pluralidad cultural, la libre
creación y circulación de las obras de autor; el patrimonio
artístico y los espacios culturales y audiovisuales».

Artículo 75, inciso 22: referido a los tratados


internacionales con jerarquía constitucional.
«Corresponde al Congreso: Aprobar o desechar tratados
concluidos con las demás naciones y con las
organizaciones internacionales y los concordatos con la
Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía
superior a las leyes.
La Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre; la Declaración Universal de
Derechos Humanos; la Convención Americana sobre
Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo
Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la
Sanción del Delito de Genocidio; la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial; la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la
Convención sobre los Derechos del Niño; en las
condiciones de su vigencia, tienen jerarquía

57
constitucional, no derogan artículo alguno de la primera
parte de esta Constitución y deben entenderse
complementarios de los derechos y garantías por ella
reconocidos. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por
el Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos
terceras partes de la totalidad de los miembros de cada
Cámara.
Los demás tratados y convenciones sobre derechos
humanos, luego de ser aprobados por el Congreso,
requerirán del voto de las dos terceras partes de la
totalidad de los miembros de cada Cámara para gozar de
la jerarquía constitucional.»

Artículo 75, inciso 24: refiere a los «tratados de


integración que deleguen competencias y jurisdicción a
organizaciones supraestatales en condiciones de
reciprocidad e igualdad, y que respeten el orden
democrático y los derechos humanos». Estos tratados y
las normas dictadas en consecuencia por dichos órganos,
tienen jerarquía superior a las leyes.

Artículo 83: establece que «Desechado en el todo o en


parte un proyecto por el Poder Ejecutivo, vuelve con sus
objeciones a la Cámara de su origen: ésta lo discute de
nuevo, y si lo confirma por mayoría de dos tercios de
votos, pasa otra vez a la Cámara de revisión. Si ambas
Cámaras lo sancionan por igual mayoría, el proyecto es
ley y pasa al Poder Ejecutivo para su promulgación. Las
votaciones de ambas Cámaras serán en este caso
nominales, por si o por no; y tanto los nombres y
fundamentos de los sufragantes, como las objeciones del
Poder Ejecutivo, se publicarán inmediatamente por la prensa.

58
Si las Cámaras difieren sobre las objeciones, el proyecto
no podrá repetirse en las sesiones de aquel año».

Artículo 99, inciso 3: entre las atribuciones del Poder


Ejecutivo establece la de «Participar de la formación de
las leyes con arreglo a la Constitución, las promulga y
hace publicar».

Artículo 101: «El jefe de gabinete de ministros debe


concurrir al Congreso al menos una vez por mes,
alternativamente a cada una de sus Cámaras, para
informar de la marcha del gobierno (…).»

Sin embargo, deberá tenerse en cuenta que, para


algunos medios, como por ejemplo la radio y la TV, la
cuestión puede suscitar diferentes soluciones, aunque las
leyes específicas en la materia (N° 26.522 y 27.078) han
establecido claramente que la competencia es federal.
Existen otras normas legales inferiores que
reconocen los derechos del público a una información
responsable y sin censura. Entre ellas es importante
destacar:
 Ley 23.052 que modifica el régimen de
calificación cinematográfica y excluye toda
posibilidad de censura.
 Ley 23.727 que reconoce la libertad de recepción
de señales satelitales.
 Ley 26.032 que establece: «La búsqueda,
recepción y difusión de información e ideas de toda
índole, a través del servicio de Internet, se
considera comprendido dentro de la garantía
constitucional que ampara la libertad de
expresión».

59
§ 7. CONSTITUCIÓN DE LA
PROVINCIA DE CÓRDOBA

En cuanto a la Constitución provincial, el artículo


51 expresa, respecto al ‘Derecho a la información, libertad
de expresión, pluralidad’, que:

El ejercicio de los derechos a la información y a la


libertad de expresión no está sujeto a censura previa sino solo a
responsabilidades ulteriores expresamente establecidas por ley
y destinadas exclusivamente a garantizar el respeto de los
derechos, la reputación de las personas y la protección de la
seguridad, la moral y el orden público.
Los medios de comunicación social deben asegurar los
principios de pluralismo y de respeto a las culturas, las
creencias, las corrientes de pensamiento y opinión. Se prohíbe
el monopolio y oligopolio público o privado y cualquier otra
forma similar sobre los medios de comunicación en el ámbito
provincial. La ley garantiza el libre acceso a las fuentes
públicas de información y el secreto profesional periodístico.
La Legislatura no dicta leyes que restrinjan la libertad
de prensa.
Cuando se acuse una publicación en que se censura en
términos decorosos la conducta de un individuo como
magistrado o personalidad pública imputándosele faltas o
delitos cuya averiguación y castigo interese a la sociedad, debe
admitirse pruebas sobre los hechos denunciados y, de resultar
ciertos, el acusado queda exento de pena.
La información y la comunicación constituyen un bien
social.

Este artículo puede resumirse de la siguiente manera:


1. la libertad de expresión sin censura previa;
2. el pluralismo, la prohibición de monopolios, y el
libre acceso a las fuentes;
3. el secreto profesional periodístico;
60
4. impide a la Legislatura dictar leyes restrictivas de
la libertad de prensa;
5. eleva a la información y la comunicación a la
jerarquía de «bien social». Este apartado se
encuentra en consonancia con el art. 1 de la
Constitución provincial que organiza a la
provincia como un Estado Social de Derecho.

§ 8. LA CENSURA: NOCIÓN
FORMAS CLÁSICAS Y CONTEMPORÁNEAS

La censura debe ser considerada como el mayor


elemento negativo de la libertad de información. Donde
hay censura no hay libertad no sólo de información sino,
en general, no hay libertades. No debe confundirse la
censura con los controles de la información que veremos
más adelante. Es claro que, llevada a su máxima
expresión, un control puede acabar en censura.
La censura está expresamente prohibida en
nuestro texto constitucional. Adviértase que el artículo 14
dice «sin censura previa». Esto excluye la posibilidad de
cualquier control preventivo que implique silenciar. Sólo
puede reclamarse responsabilidades ulteriores.
A la previsión del art. 14 CN, debemos agregar el
art. 13.2 de la C.A.D.H. que prohíbe también de manera
absoluta la previa censura y sujeta el ejercicio del derecho
de libertad de expresión, información y prensa a
responsabilidades ulteriores.
Antiguamente, se sostuvo que la censura consiste
en un dictamen o un juicio que hace un tribunal u órgano
estatal, antes de darse a conocer públicamente la obra o el
escrito, autorizando o no su publicación. Esta es la noción

61
clásica de censura previa, pero la prohibición debe
entenderse extensiva a cualquier control preventivo de la
publicación que implique silenciar, demorar o entorpecer
la libre expresión del pensamiento o imponer un
determinado contenido a difundir. Es decir, abarca todo
entorpecimiento que de algún modo impida, obstruya,
obstaculice, demore o imponga la publicación, circulación,
distribución de opiniones, ideas, juicios, críticas o
informaciones.
La restricción vedada por la Constitución se puede
ejecutar como una censura directa aunque no esté regulada
formalmente como un requisito previo a la publicación,
por ejemplo si se dispone el secuestro de una edición
impresa20, el cierre de un medio de comunicación, la
caducidad anticipada de licencias de servicios de
comunicación audiovisual, o se requieren fianzas
irrazonables y autorización administrativa previa a fin de
crear un medio de comunicación.
Sin embargo, la censura no se agota en la
modalidad tradicional. En la actualidad, ante la
complejidad del Estado y el avance tecnológico, se han
diversificado los métodos de censura indirecta (inc. 3, art.
13 C.A.D.H.). Una de las formas más evidentes y de las
que hay múltiples ejemplos en nuestro país -de hoy y de
ayer-, está dado por la pauta publicitaria oficial. El Estado
debe publicar sus actos de gobierno (piénsese en una
licitación pública, en un llamado a concurso, en una
convocatoria a audiencia pública, etc.) y también puede

20 En la causa “Dercoem c/Nación argentina” (Fallos,

304:1020) la Corte se pronunció a favor de la libertad de prensa y


dejó sin efecto la medida adoptada por el Poder Ejecutivo que había
prohibido la distribución, circulación y venta y ordenó el secuestro de
los ejemplares del periódico. En similar sentido “Mallo, Daniel
s/amparo”, Fallos, 282:392.

62
hacer publicidad oficial. Para ello no sólo se vale del
Boletín Oficial o las Páginas Web oficiales sino también
de los medios de comunicación.
Cuando un medio de prensa se presenta como
opositor o crítico hacia las acciones de gobierno, es
habitual que se le retire abruptamente la publicidad
oficial21 y esto, por lo general, llega a configurar una
forma de censura. Lo mismo sucede con un insumo básico
para la prensa impresa, el papel para periódicos, que fue
declarado de interés público, pero cuya reciente reforma
ha alterado ese contenido. Remitimos a la lectura del
punto 1 del Capítulo VII donde analizamos las
modificaciones introducidas en la ley 26.736 que lo
regula.
No hay una tabla o catálogo de formas
contemporáneas de censura, sino que hay que agudizar la
observación y tener presente los antecedentes para saber
si una medida determinada, configura o no censura. Ahora
bien, la censura indirecta también puede ser aplicada por
particulares y, en estos casos, el Estado estaría omitiendo
su deber de garantía considerando la previsibilidad de un
riesgo real o inmediato, siempre y cuando la vía o medio
restrinja efectivamente, aunque sea de forma indirecta, la
comunicación de ideas y opiniones22.
La prohibición de censura previa no puede ceder ni
siquiera para tutelar otros derechos, ni aún con orden
judicial. Así lo entendió la Corte Suprema de Justicia de la
Nación cuando resolvió que violaba la prohibición de
censura previa una medida cautelar ordenada por un

21 CSJN, “Editorial Río Negro c/Provincia de Neuquén


s/Amparo”, Fallos, 330:3908.
22 Corte IDH, “Caso Perozo y otros”, Sentencia 28/01/09,

Serie “C” Nº 195.

63
tribunal inferior, en una acción de amparo promovida por
la jueza federal Servini de Cubría contra Canal 13 y
Mauricio Borenztein (Tato Bores), por la que se
suspendió preventivamente la emisión televisiva de toda
imagen o concepto referido a la jueza accionante. Dijo el
Alto Tribunal que «la garantía constitucional que ampara
la libertad de expresarse por la prensa sin censura previa
cubre a las manifestaciones vertidas a través de la radio y
de la televisión, en tanto éstas constituyen medios aptos
para la difusión de las ideas (…). Asimismo, la aludida
garantía también tutela las manifestaciones de esa índole
vertidas en programas de corte humorístico (…). Es por
ello que, dado que los medios de comunicación
constituyen el ámbito natural para la realización de los
actos amparados por la libertad de expresión y que a ese
contenido dedican primordialmente su actividad, toda
censura previa que sobre ella se ejerza padece una fuerte
presunción de inconstitucionalidad (…)»23
Por su parte, el art. 13.4 C.A.D.H. dispone que
«Los espectáculos públicos pueden ser sometidos por la
Ley a censura previa con el exclusivo objeto de regular el
acceso a ellos para protección moral de la infancia y la
adolescencia, sin perjuicio de lo establecido en el inciso
2». En ese tipo de casos se trata de un control preventivo
que se hace sobre los espectáculos públicos «únicamente
con el fin de regular el acceso a ellos para la protección
moral de la infancia y la adolescencia. En todos los demás
casos, cualquier medida preventiva implica el menoscabo
a la libertad de pensamiento y expresión» 24. Es decir, no

23 CSJN, 08/09/1992, Fallos, 315:1943.


24 Corte IDH, “Caso Olmedo Bustos y otros c/Chile”,
Sentencia 05/02/2001, Serie “C”. Ver también SAGÜÉS, Néstor

64
se suprime, cuestiona o se ejerce ninguna injerencia sobre
el contenido del espectáculo, sólo se regula el acceso al
mismo para proteger la moralidad de la infancia y
prevenir a los mayores sobre el contenido al que estarán
expuestos los menores y adolecen.

(2008): Censura judicial y derecho de réplica. Buenos Aires: Astrea, p.


26-27.

65

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