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Hacía frío y llovía cuando dejamos la noche para entrar en el Half Nelson.

Se oía la trompeta
atacando los primeros acordes del So What mientras empezamos a bajar por las escaleras y ya me
estaba preguntando si había hecho bien al traerla aquí.
Sin duda iba a causar sensación. Carlos Parker solo conocía mi relación con el Jameson con
SevenUp y este cambio de compañía le iba a sorprender enormemente. De todas formas, se tendrá
que acostumbrar, como yo, a su presencia. Al menos hasta que resolvamos el caso.
Se trata de un sucio asunto en el que se mezcla un poco de todo. Pero, ¿no está mezclado
todo en esta vida? Quizás sí, aunque no tanto ni a tan alto nivel. La mierda, de tan arriba desde
donde va a caer, salpicará a mucha distancia.
Carmela descubrió el pastel investigando a unos camellos de poca monta al sur. Un día, uno
de ellos se salió de su ruta habitual y, en una escapada, apareció en uno de los palacetes que miran
al Sardinero. Uno de esos sitios con mucho señorío, donde llamas a la puerta y te imaginas que va a
abrir un mayordomo vestido de librea, donde veraneaba la realeza a comienzos del siglo pasado.
¿Qué hacía un jaque como ese en semejante lugar? Carmela dejó a un compañero vigilando el
palacete durante las siguientes veinticuatro horas. De allí salió un curioso grupo: un miembro del
partido del gobierno, otro de la oposición, un futbolista de élite, un banquero y un famoso cocinero
vasco que se hizo rico vendiendo bizcochos hechos con una receta supuestamente familiar. Bonita
reunión de canallas.
El negocio picaba alto y se asustó. Buscó consejo y ayuda, pero no la oficial. No quiso
informar a los jefes porque estos dependen mucho de los políticos. Quizás se equivocó. Quizás
tendría que haber dado parte y seguir el curso normal en estos casos. Hubiese sido lo mejor, lo más
fácil y lo más cómodo para todos. Lo digo por experiencia. He recibido muchos palos por mi poca
mano izquierda (la que guarda los sobres); por decir las cosas como son; por actuar siempre
conforme a unos principios que casi nadie entiende, y eso, me ha creado no pocos enemigos. Así
que hoy, en su lugar, habría dado media vuelta, habría detenido al camello de marras y aquí paz y
después gloria.
Sin embargo, con los años de Carmela me habría metido hasta las cejas en ese berenjenal.
Vamos, lo que ha hecho ella. La diferencia está en que en vez de ir a derecho, como hubiese hecho
yo, se ha buscado la vida para seguir tirando del hilo sin que nadie se entere.
El asunto huele que apesta y yo debería irme lejos, salir pitando a Nueva York y perderme
en algún garito de la calle 54, disfrutar del jazz como solo se disfruta allí y ponerme tibio a
Jameson. Pero qué le vamos a hacer, les tengo demasiado aprecio a Carlos y a su Half Nelson y ya
no tengo edad para iniciar nuevos hábitos.
Además ella tiene una historia detrás que, para ser tan joven, ¿o no tan joven?, se las trae.
Padre, del cuerpo, asesinado en un ajuste de cuentas; ingreso en la policía de una manera un tanto
peculiar; amistades poco recomendables; una carrera meteórica y una capacidad para aprovecharse,
o más bien, obtener lo que quiere del prójimo admirable.
Ya estamos sentados en mi mesa, nos han servido la bebida y he pedido algo para picar y los
oídos se llenan con la voz rota de Billie Holiday mientras empezamos a planificar nuestros
próximos pasos.

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