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LA DIRt:CCJÓS DE l,A Cl'RA , ..\ omr.,:cc1óN OF. LA CURA GOi


Y. HAY QUE TOMAR EL DESEO A LA LETRA
Cuéntese el número de remi tencias que se ejercen aquí para
1:'
1. n sueño, después de todo, no es más que u n sueño, se oye
J!evar el deseo a una potenci a geométricamente creciente. Un solo
indice no bastaría para caracterizar su grado. Pues habi"ia que
decir hoy [22]. ¿ o 'es nada el que Freud haya reconocido en distinguir dos dimension·es en esas remi_tenc_ (as: un dese o de de­
él al deseo? seo dicho de otra manera un deseo s1gmf1cado por un deseo
El deseo, no las tendencias. Pues hay que leer la T rawn. d eu ­ (el' deseo en la histéric a de tener un deseo insa�isfecho es�á s i�­
tung para saber lo que quiere decir lo que Freud lla m a allí deseo. _
nificado por su deseo de caviar: el deseo de caviar es su s1g�1f '. ­
Hay que detenerse en esos vocablos ele Wunsch, y de Wt.'sh
came), se inscribe en el registro diferente de un deseo sust1t�1-
que 1� traduce en inglés, para distinguirlos del deseo, cuando do a un deseo (en el sue ño, el des-eo de_ s almón ahu�ado propio
ese ruido de petardo m ojado con qu·e estallan no evoca nada
ele Ja amiga se sustituye al deseo ele caviar de la pactente, lo cual
menos que la concupiscencia. Son votos. constituye la sustitución de un signi(icante por un signific,1nte) . 10
Est? s votos pu eden ser piadosos, nostálgicos, contrari a ntes,
bromi stas. Un;.i dama pnede sofiar u n sueño al que no anima
má s deseo q u e el ele proporcionar a Freud, que le ha expuesto
2. Lo que encontramos aquí no tiene nada de _microscópico,
la teoría de qu e el sueño es un deseo, la prueba de que no hay
como tampoco se necesitaban instrumentos especial es para re­
na�a de eso. El punto que de b-e retenerse es que e se deseo se conocer que la hoja tiene los rasgos de estr uctur� de l_a planta
articul a en un discurso bien astuto. Pero no es menos impor­ de la que ha sido cortada._ Incluso q�ien no h�b1es-e visto nun­
t? nte per cibir las consecuencias del hecho de que Freud se sa­ ca una planta sino despopda de hOJaS, se <lana cuenta en e­
ttsfag a con reconocer en él el deseo del suerío y la confirmación gu:da ele que un:1 hoj a es má s verosímilmente parte de la planta
de su ley, Pª:ª lo que quiere decir el deseo en su pensa m iento. que un pedazo de piel.
Pn es �l extiende mns allá su excentricidad, puesto que un sueiio . _ . .
El deseo del sueño ele la h1sténca, pero también cualquier
d-e castigo puede en su opinión significar el deseo ele lo que nadería en su lugar en este texto de Fre1:1d, resume lo q�e todo
el castigo reprime. el ¡¡ bro explica en cuanto a los mecamsmo s llamados incons­
o nos detengamos en las etiquetas de los cajones, aunque _
cientes, condensación, deslizamiento, etc ... , atestiguando su es­
muchos las confundan con el fruto de la ciencia. Leamos los tructura común: o sea la relación del deseo con esa ma rca del
text�s ; sigam os el pensam iento de Freud en esas desviaciones que lengua je que especifica al inconsci'ente freudiano y descentra
nos 1mp? n e y de las que no debemos olvidar que, deplorándo­ nuestra concepción del su jeto.
la s él mismo por comparación con un ideal del discurso cientí­ Pienso ciue mis alumnos apre�íar:�? el acces? que doy aquí
_
fico, afirma que se vio obligado a ellas por su obj e to.11 " la onosición fundamental del s1gmhcante al s1gmftcado, en la
e ve entonces que ese objeto es idéntico a esas desviaciones rn·tl les demuestro que empiezan los poderes de l lenguaj e , �o
p uesto que en la prime ra vuelta de su obra desemboca co� <n dejarles, en cuanto a concebir su ejercicio, mucha made3a
referenci� al sue ño ele una histérica sobre el hecho de q �e en que devanar.
é! s·e satisface por desplazamiento, precisamente aquí por alu­ Recordaré el a utomatismo de las leyes por las que se articul an
s ión al deseo de otra, u n deseo de la víspera, el cual e sostenido
en la cadena si gn ificante:
en su posición eminente por u n deseo que es ciertamente de
de él la paciente en la p:\gina 152 de los G. W., Il·lll [Il. •, r, p. 3301:
otro orden, pu esto que Freud lo ordena como el deseo de ten·er ·'Quiero dar una comida, pero no dispongo sino d� un poco de salmón alm:
un deseo insatisfe cho [7J.1B mado. Pienso en salir para comp:rar lo necesario, pero recuerdo que es
domingo y que las tiendas estáu cerradas. Inteuco luego telefonear a algu­
17 Cf. la Carca 118 (ll-IX-1899) a Fliess en: Aus d en Anfiingen, edic. Jma­
nos proveedores, y re ulLa qne el teléfon� n� funciona. De_ este modo, teugo
go1 Londres [Los orígenes del psicoandlisis: Il. N., rn, p. 845; carta no reco­ qne rennnciar al deseo de dar una comida [A., IV, p. 165].
• En lo cual Freud rooriva la identificación histérica, precisando que el
1
gida en la edición de Amorrortu]. .
,a He aqu{ ese sueúo la) como queda consignado seg·ún el relato que hace
salmón ahumado de�empeña para la amiga el roisroo papel que el caviar
desempeña para la paciente.
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602 LA DIRECCIÓN 0.f.: LA CUllA LA onu:cccóN DE LA CURA

aJ la sustitución de un término a otro para producir el efec. 3. Volvamos ahora al libro llamado: La interp
retación de los
md.eut ung), mántica más bien, mejor aún signi­
to de metáfora. sueños (Trau
b] la combinación de un término con otro para producir el ficancia.
mas
efecto de metonimia [17]. Freud no prereude en absoluto agotar en él los proble
Apli q uémoslas aquí, y se ve aparecer que, en la medida en psicológicos del sueño. Léase el libro y se compr obará qu � esos
investi gacion es siguen siendo
que en el sueño d-e nuestra paciente el salmón ahumado, objeto problemas poco explotados (las
sueño, so.
del dese o de su amiga, es todo lo que tiene que ofrecer Freud, raras, si no pobres, sobre el espacio y el ti'empo en el
sueño en colore s o atonal , ¿y lo oloroso,
al establecer que el salmón ahumado está aquí sustituyendo al ca­ bre su textura sensorial,
grano t{ictil lleg,1n a él, si lo ver tiginos o, lo tú:•
viar, al q u e considera por otra parte como el significante del de­ lo sápido y el _
la doctn­
seo de la paciente, nos propone el sueño como metáfora de·l deseo. gido y lo pesado están?) , Freud no los toca. Decir que
co groser o
¿ P e�o qué es la metáfo�a sino u n efecto de sentido positivo, na freucliana es una psicología es un equívo
1_.erte por
es decir cierto paso del Sujeto al sentido del deseo? Freud está lejos de alimentar este equívoco. Nos ad� ,
le interes a su elabor acwn. ¿Qué
Como el deseo del suj'e to se presenta aquí como lo que im­ el contrario que en el sueño sólo
mente lo q u e traduc im ? s por su estruc­
p li ca su discurso (consciente), a saber como preconsciente -lo qui'ere _decir eso? Exacta
Freud, pues.
cual es evidente p u esto que su marido está dispuesto a satisfa­ tura de·· lenguaje. ¿Cómo podría haberlo advertido
to que esa estruct ura uo foe articul ada por � erdin an d de Saus­
cer su deseo, pero la paciente, que le ha persuadido de la exis­ _
s térmrn os, no es
te ncia de ese deseo, insiste en que no lo haga, sino en que haga surc sino más tarde? Si ésta recubre sus propio
Freu la ay a anticip ado.
de él lo que habría que ser Freud para articular como el des·eo por ello sino más impresionanre el que � � _ _
En un fluJO sigm[1 cante cu yo
de t�ner un deseo insatisfecho-, queda el hecho de que hay ¿Pero dónde la ha <lescubierto? _
el sujeto no sabe ni siquier a dónde fm­
q ue 1r más allá para saber lo qu:e semejante deseo quiere decir misterio consiste en que
en el inconsciente. g-ír que es su organizador.
lo
Ahora bien, el s u eño no es el inconsciente, nos dice Freud Hacer que s·e vuelva a encoutrar en él como deseante, es
porqu e es como
sino su camino real. Lo cual nos confirma que es por efecto d� inverso de hacerlo reconocerse allí como s u jeto,
la me táfora como procede. Es este efecto el que el sueño descubre. en derivación de la rndena significante como corre el arroyo
te para
¿Para quién? Volveremos sobre esto dentro de un momento. del des·eo y el sujeto debe aprovechar una vía de tiran
Veamos por ahora que el deseo, si está si gn ificado como insatis­ ;isir en ella su propio feed-bac k.
viza.
fe�o, l� e stá por el si ificante: caviar, en la medida ·en que El deseo no hace más que sujetar lo que el análisis subjeti
_ _ g_n
el s1gniftcante lo simboliza como inaccesible, pero que, desde el
momento en que se desliza como deseo en el caviar, el deseo del
caviar es su metonimia: hecha nece saria por la carencia de ser 4. Y esto nos vuelve a traer a la pregunta que dejamos más
donde se mantiene . arriba: ¿a quién descubre el sueño su sentido antes de que �en.
La metoni ia es, co mo yo les enseño, ese efecto hecho posi­ ga el analiHa? Este sentido preexiste a su lectura como a la cien­
?'1 _
ble por la �ircunstancia de que no hay ninguna si gn ificación cia de su desciframiento.
q ue �o remita a otra significación, y donde se produce su más Una y otra demuestran que el sueíío está hecho para el :e•
_ conocimiento ... pero nuestra voz d·esfallece antes de concluir:
comun d e nominador, a saber la poquedad de sentido (común­
mente confundida con lo insignificante) , la poquedad de sentido, del deseo. Porque el deseo, si Freud dice la verd�d del inco�1s­
ciente y si el análisis es necesario, no se capta smo en la m­
�igo, que se manifiesta e� el fundamento del deseo, y le con­
fiere el acento de perversión que es tentador denunciar en la terpre tación.
histeria presente. Pero volvamos atrás; la elaboracióu del sueño está alimentada
Lo verdadero de esta apariencia es que el deseo es la meto­ por el deseo, ¿por qué nuestra voz desfallece para concluir con
nimta de la carencia de ser. el reconocimiento, como si se apagase la segunda palabra, que
era primera hace un momento, y reabsorbía a la otra en su
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604 LA 01.RCCCIÓN OE LA CURA LA orRF.CCIÓN o& l./\ CUF.A
a su
poco que sea_ a su �écnica o
luz? Porgue, en fin, no es durmiendo como alguien se hace re­ lisis mismo, ni acercarse por o s o q ue hem os
del pequen uen
con ocer. Y el sueño, nos dice Fre ud, sin que parezca haber en cloctrinc1. Veremos los rec u rsos .
propó_sito .
ello la menor contradicción, sirve ante todo al deseo de dormir. pescado más arriba, para nuestro
Es repliegue narcisista de la libido y retiro de las c argas de la Pues ese de seo de nue st r a -esp irit ual histénca (es Freud q uien

deseo despi ert�, su deseo de �
realidad. la califica así) , me refiero a s u nte no q ie ­
a y que preosame
u
�or lo d:más, la experiencia muestra que si mi su eíio llega a viar, es un deseo d·e mujer colmad p
su marido es ducho. p ara one r
unirse a m, d e manda (no a la realidad. como se dice impropia­ re serlo. Pues el carnicero de n­
e tod o el mundo necesita, los p�
mente, que puede preservar mi dormir), o a lo qu·e se muestra del derecho satisfacciones qu a p con � _ar
est
pelos en la leng� ara
aguí como su eq u ival ente, la demanda del otro, me despierto. tos sobre las i'es, y no tiene osc ro des ig nio,
sa be Dios con que u
a un pi n tor que le c]a coba, a reb ana d a de tras ero
aranjas! Un
sobre su jeta interesante: "¡N hac e falt a, y s1
_
espera q ue
usted le
5. Un suefío despu�s de todo no es más ql1e u n su·eño. Los que
_ de hembra, eso es lo que a donde estoy pen -
se la reg al , pu ede pasárse la por
desdenan ahora su instrumento para el an{tlisis han encontrado, sea yo quien e

como hemo� visto, �a!llinos más seguros y más directo s para sa n do.'' er
que una mu1er no debería ten
traer al pacient e haoa los buenos principios, y h a cia .los deseos He aquí un hombre sobre el to d be v lar c o mo
que por lo tan e e
normales , los qu·e satisfacen verdaderas nec esid ade s. ¿Cu áles? quejas, un carácter genital, y e­
Ja suy a, cua ndo se acuesta con el_!�, no nec
Pues las necesidades de todo el mundo, amigo mio. Si es eso lo es debido para que o n s d1s1 mu l a q ue
d·emás, Fre ? �u �
que le asusta, confíe en su psicoanalista, y suba a la torre Eiffel site tocarse después. Por lo e 1� mota sin ces� -
r.
para ver qué bonito es París. Lástima q ue haya algunos que y pre nda da ele él, y qu
el 'a está mu sat1s ech a sus uni cas �er ­
ser � en
saltan por sobre la balaustrada desde el primer piso, y precisa­ Pe r o ésrn es la cosa, no quiere es ar bten
otras gra tuitas, y p ara t
mente de aquell os cuyas nece sidades todas han sid o red u ciclas daderas necesidad·es. Quiere s a la p re g u nta�
sfacerlas._ Por e o
a su j u sta
_ med_ida. Reacción terapéutica negativa, diremos. segura de que lo son, no sati ra?, p con te � tarse .
carnice ued e
¡Graa as a Dt os ! El rechazo n o llega tan lejos e n tocio el mun­ ;qué es l o que desea ]a espiritual e l caviar, e s
resp u sta es de sesper a da, porq ue
do. Simplem·ente, el síntoma vuelve a brotar como mala hierba �aviar. Pe ro -esa e
e.
compulsión de repetición. ella también la que no lo quier
Pero esto por supuesto no es más que un error de distribu­
ción de cartas: no se cura uno po rque reme mora uno. Rememora e te call.ejón
ter io. Lejos de q ue �
uno porque se cura. Desde que se encontró esta fórmula la re­ 7. No es esto todo sobr e su mis
·en él la sca p � na hacia_ el
at
sin salida la encierre, encuentra
e
producción de l os síntomas no es ya cuestión sino únic;mente st éricas, carnice -
las espirit u a les hi
la reproducción de los analistas; la de los pacientes está resuelta. campo de los deseos de todas
.
ras o no, que hay en el mundo . .
0nes al sesg o de
lo qu Fre d cap t a en una de -e�as v1s1
Eso es e u
r , demo�1�ndo d e � aso esas abs­
6. Un sueño pues no es más que un sue ño. Pu·ed e i ncluso leerse las que él sorprend e lo verdade �
itus pos1_uv_os �abncan gustosos
de la pluma de un psicoanalista metido a la enseñanza que e s tracciones con l as que l o s e spír de.
s: aquí la 1m1ta:1ón car� a Tar
u_na produc�ión del Yo. Est o pruebc1 q ue no se corren grnndes la explicación d e todas las cosa lar el 1 es nc1a l q � e da
particu e e �
nesgas querrendo despertar del sueño a los hombres. Lo vemos Hay que poner en juego en lo aoente se 1den ­
prose�uirse en plena luz, y en aquellos que no se complélcen icac ión de la hi s térica. Si nuestra p
allí la ide ntif
é ta es inimitab�e en e�e cl e�e o
en sonar. �ifica con su amiga, es porque � con[unda, s1 no -es Él q uien
Dios
Pero incluso para éstos, si son psicoanalistas, debe leerse a insatis(echo por e e salmón que
Freu cl so bre -el sue ño, porque no es posible de otra manera ni lo ahuma.
nde a la d e manda de su . ami-
compr�nder lo �ue él �11tiende por el deseo del neurótic o , por Así el sueño de la paci ente re spo
casa. Y no se sabe q ué demo-
repr:m,do, por mconscrente, por la interpreLación, por el ami- ga que es la de venir a cenar a s u
606 LA OlllECCIÓN DE LA CURA 607
LA DIRECCIÓN DE LA CURA
nios la empuja a ello, apar te de q ue se cena bien allí, que el levantamiento ?-e ese v�lo �e iguale con el que se realiza.
sino e l
hecl: o del q u e :1 uestrn carnicera no pi erde el hilo : y
es que s u ba al final de los anuguos misterios.
man do habla siempre de e lla ve ntajosamente. Ahora bien, S'er el falo, aunque fuese un falo un poco flaco . ¿No es ésta
flaca
co�o es, no está muy hecha que digamos para gustar
le, a él a la identificación última con el significante del deseo ?
q uien no le gustan sino las redondeces. No parece tan obvio para una m uj er, y hay entre nosot_ros
¿No tendría él también un deseo q ue se le ha quedado quieues prefieren no tener que habérsela� m _á� con ·ese logogrifo.
atrave­
sado, cuand o todo en él está satisfecho? Es el mismo
resorte que , ¿Tendremos que del etrear el papel d�l s1gmf1cant� para qu-e se
en el su·eño, va a hacer del d eseo de su amiga el fracaso nos v uelva a venir encima e l complejo de castración, y esa en­
de su
deman da.
vidia del pen'e del que Di os nos libre, � u ando Freud, l!egad,o
P ues por muy precisamente simbolizada que esté la d mand a esa encrucijada, no sabía para dónde tirar, pues no veia mas
e c1
por el accesorio del recién nacido teléfono, es en vano. La all;'i sino el desierto d el análisis?
lla.
mada de la paciente no frene éxito; bue no se ría ver a Sí, pero los llevaba hasta allí, y era uu lugar menos apestado
la otra
engordar para que su marido la paladee. q ue la neurosis de transfereucia, que l_o reduce a usted a echar al
P_ero ¿cómo r uede sér amada otra (-:acaso no basta para paciente, rogándole que salga despaoto para que se lleve a sus
_ que la
paaente lo p iense con que su marido la considere?) moscas.
por un
hombre q u -e no podría satisfacerse con ella (él, el homb
re de la
rebana da d e trasero)? Ahí está puesta en s u p unto la
cuestión,
que es m uy ge neralmente la de la id entificación histér 9. Articulamos sin embargo lo que estructura al deseo.
ica.
El deseo 'es lo que se manifiesta en el i�tervalo que cav� la
demanda más acá de ella misma, en la medida en que el SUJeto,
8. Es en esta cuestión en la gu-e se co nvierte el sujeto aquí mis­ al articular la cadena significante, trae a la luz la carencia de ser
mo. En lo c ual la mujer se identifica con el hombre, y la reba­ con el llamado a recibir el complemento del Otro, si el Otro,
nada de salmón ah umado viene a tomar el lugar del deseo de l lugar de la palabra es también e l lugar de esa carencitl.
Otro. Lo que de este modo al Otro le es d ado colmar, y que es pro­
_
Como este d·eseo no alcanza para nada (¿cómo recibir a toda piamente lo que no ti'en e, p uesto q u e a él también le falta el
esa ge? t e coz:i esa única :ebanad a de salmón?) , no tengo más ser, es lo que se llama el amor, pero es también el odio y la
re?1 ed10 al f�na! de los fma1es (y del sueño) gue renunciar a ignorancia.
m1 deseo de invitar a cenar (o se a a mi búsqueda del deseo de Es también, pasiones del ser, lo que evoca toda demanda mas
Otro que es el secreto del mío). Todo ha fallado, y usted dice allá de la necesidad q u·e se articula en ella, y es sin duda aquello
qu e el sue ñ o es la realización de un deseo. ¿Cómo arregla usred de que e l sujeto queda privado, tanto más propiamente c u anto
eso, profesor? m;ís saLisfecha queda la necesidad articulada en la demanda.
Así interpel ados: hace un b u�n rato que los psicoanalistas ya ás aún, la satisfacción de la necesi d ad no aparece allí sino
no contestan, habiendo renunciado ellos mismos a int'errogarse como el engaño coutra e l que se estrella la demanda de amor,
sobre los des eos de sus pacientes: los reducen a s us demandas enviando al s ujeto al s ue ño donde habita el limbo del s-er, de­
lo cu al simpli fica la tarea para convertirlos en l o s suyos propios'. jándo le en él hablar. Pues el ser _del lengu�je es el no ser de
¿No es ésa acaso la vía de lo razonable, que -es la que han los obj e tos, y que -el deseo haya sido descubierto por Freu d en
a doptado ? su lugar en el sue ño, desde siempre escándalo de tod os los es­
_
Pero su�ede q:1� el deseo no se escamotea tan fácilmente, por fuerzos del pensamiento por situarse en la reahdad, basta para
ser demasiado v1s1ble, plantado en ph:�na mitad del esceuari o ins t ruirnos.
sobre la mesa d e los ágapes como aq u í, bajo el aspecto d e un Ser· o no s·er, dormir, soñar acaso, los sueños aparentemente
salmón, lindo pescado afortunadamente, y q ue basta con pre­ más simples del niñ o ("simple" corno la situación analíti c� sin
sentar, como se hace en los restaurantes, bajo una tela fina, para . _
dud a), muestran simplemente objetos milagrosos o proh1b1dos.

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