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Antonio Gramsci I
Sobre el autor: Antonio Gramsci es, quizás, el filósofo italiano más importante
y conocido, desde Maquiavelo. Estudio filología y lingüística en la
Universidad de Turín, pero por sus actividades políticas no logró acabar sus
estudios. Fue fundador del partido comunista italiano, también fue delegado
italiano en la III Internacional. Se convirtió rápidamente en un pensador
influyente en la política italiana, a partir de su participación en el movimiento
obrero y sus colaboraciones en los periódicos socialistas Il Grido del
Popolo y Avanti. También fundó la revista, L’Ordine Nuovo, en la que se
manifiesta la orientación comunista (leninista).
De esta manera, la propuesta más importante de Gramsci tiene que ver con la
filosofía de la praxis. Esto se refiere a la completitud que existe en el
marxismo como filosofía, completitud compuesta por: 1.- el materialismo
dialéctico, el fundamento filosófico político; 2.- el materialismo histórico, o el
marco teórico analítico de la sociedad, la economía y las relaciones de poder.
La idea de la filosofía de la praxis parte del postulado materialista sobre que la
historia de la humanidad es la historia de la acción del hombre, a través del
trabajo, el antagonismo entre clases, como motores de la historia. De esto
resulta que la historia es sinónima de praxis, y no así del simple decurso de
leyes universales. Los cambios en la historia deben ser producidos.
La hegemonía, dice Gramsci, más que con la pura represión, se construye con
la influencia social y cultural. La organización de la cultura, o de un orden
cultural dominante. Pero este orden cultural dominante siempre es contestado,
por aquellas partes antagónicas: las clases subalternas, desde su propia
experiencia social y cultural, y sus prácticas de resistencia (contrahegemonía).
Por lo tanto, la hegemonía no es un estadio fijo, sino un proceso continuo,
marcado por la confrontación (Cf. Roseberry).
A Gramsci le preocupaba la posibilidad de una transformación radical de la
sociedad italiana, en un contexto de reciente unificación del país (1850), con
un capitalismo industrial incipiente en el norte, y una economía
predominantemente agrícola y latifundista en el sur de Italia. Además de las
diferencias culturales, de tradiciones y folklores de las distintas regiones del
país. En este sentido, Gramsci, era consciente del carácter esteril de una
propuesta de consciencia de clase general, guiada simplemente por intereses
universales (ibíd.).
Lo primero que salta a la vista en este capítulo, es la relación que existe entre
las nociones de filosofía e ideología. En la medida en que, como ya señalé,
para Gramsci el materialismo histórico sienta las bases para una nueva
filosofía, los discursos filosóficos de interpretación del mundo y de la
experiencia humana existentes contienen una carga ideológica que es
necesario desentrañar. De esta manera, Gramsci señala distintas esferas que él
considera filosóficas, donde opera la ideología:
- El lenguaje
- El sentido común
- La religión popular o folklore
- La filosofía, entendida como actividad académica erudita, y la ciencia.
Entonces, considerando que todas estas esferas son filosóficas, Gramsci lanza
la provocación: ¿es preferible “pensar” sin tener consciencia crítica, participar
de una concepción del mundo impuesta por el grupo social del cual se es
parte? ¿O es preferible elaborar una concepción crítica propia, ser guía de sí
mismos? Provocación que resuena, claramente, con Kant.
Por otra parte, también señala una distinción fundamental, para comprender
“la fenomenología” en su obra: “La filosofía es un orden intelectual, lo que no
pueden ser ni la religión ni el sentido común”. La religión y el sentido común
son esferas ideológicas limitadas, en el sentido que no puede constituirse en
un orden intelectual. Corresponde con aproximaciones prosaicas y
provincianas a la realidad. Aunque no son lo mismo, la religión es parte del
sentido común. Entonces, “La filosofía es la crítica y la superación de la
religión y del sentido común y, en ese sentido, coincide con el "buen sentido"
que se contrapone al sentido común”.
Pero no basta con hacer una historia, no erudita sino militante, de las diversas
corrientes de pensamiento filosófico, sino también de dar cuenta de la manera
en cómo estas filosofías descienden en el sentido común, o se expresan en el
lenguaje común de la gente. Por ejemplo, a partir de analizar los modos de
decir populares, o usos populares del concepto de filosofía. Para dar cuenta de
la relación que existe, en la práctica, entre la “filosofía científica” y la
“filosofía vulgar”. No se puede desmerecer la segunda, porque es la prueba
manifiesta de cómo desciende la primera, en el lenguaje popular de las
personas.
La primera dificultad tiene que ver con que, en primera instancia, no se puede
esperar una respuesta racional (contraposición de argumentos de manera
coherente), en las masas populares. El sentido común es esencialmente
conservador, incluso aunque la argumentación que se haga sobre la nueva
concepción del mundo sea más consistente. Mientras no estén sentadas las
condiciones para una crisis intelectual, las filosofías existentes (la religión, por
ejemplo) es vivida como fe. Sobre todo cuando se trata de una concepción
compartida corporativamente, o por el grupo al que se pertenece.
Pero, la historia también demuestra que: “Cada vez que la continuidad de las
relaciones entre iglesia y fieles ha sido interrumpida violentamente, por
razones políticas, como sucedió durante la Revolución francesa, las pérdidas
sufridas por la iglesia fueron incalculables”. De aquí se deducen dos
condiciones, dice Gramsci, para que una nueva concepción del mundo, o un
nuevo movimiento cultural, sustituya al sentido común y las viejas
concepciones:
En el pasaje que toca leer para hoy, Gramsci continúa con un razonamiento
hegeliano, en el primer apunte que señala, sobre la ciencia no como un
proceso judicial, sino como una relación crítica entre adversarios, donde cada
uno acepta como válida para la discusión, la postura del otro (Cf. Hegel,
Historia de la filosofía). Además, en este punto, hace una breve precisión
sobre el concepto ideología, cuando dice: “significa haberse liberado de la
presión de las ideologías (en el sentido peyorativo, de ciego fanatismo
ideológico)”
Si bien todos somos filósofos, dice Gramsci, en el sentido que ya sea desde la
filosofía científica, o desde el sentido común, practicamos o confrontamos una
determinada concepción del mundo (de la que somos parte, por nuestra
experiencia social). No toda forma de pensamiento debería ser denominada
filosofía (haciendo referencia al uso popular del término). La filosofía es el
resultado del oficio del filósofo, en tanto, labor calificada. Pero la diferencia
de la filosofía, con relación a otras ramas calificadas, es que es una ciencia
común, que llevan a cabo todos, desde su posición.
En este sentido, dice Gramsci, aquello que los pragmáticos señalan como los
"obstáculos" y las "causas de error", para señalar la inexistencia de una verdad
compartida, o concepción del mundo dominante, en realidad se deben explicar
a partir de la diferenciación social e histórica de las sociedades entre estratos.
Demuestra la preeminencia del análisis materialista histórico, por encima de
las reflexiones ocasionales de los pragmáticos. Demostrando que, en el fondo,
como diría Zizek, en la filosofía analítica suceden cosas sobre todo aburridas.
Estas relaciones no son “sui generis”, sino que se dan de manera orgánica
(otros hombres) y a través de la técnica y el trabajo (naturaleza). Además, no
se trata de relaciones mecánicas, sino que son activas. El individuo no sólo es
sujeto, sino también agente social (Weber, Boas). Es decir, no se es
simplemente parte de una cultura, sino que se es parte activa. Se participa
activamente en una cultura, reproduciendo sus prácticas, sus creencias, sus
valores, es decir, su concepción del mundo.
Estamos, nuevamente, ante un argumento de contenido hegeliano: “Si la
individualidad misma es el conjunto de estas relaciones, crearse una
personalidad significa adquirir conciencia de esas relaciones, y
modificar la personalidad significa modificar el conjunto de estas
relaciones”. Describe una relación dialéctica entre lo subjetivo
(individuo) y lo objetivo (relaciones que hacen posible al individuo).
Ej. Todos los hombres son hijos de dios, ergo todos los hombres tienen la
misma naturaleza.
Gramsci señala en este punto que no existe una “cosa en sí”, que no seamos
capaces de conocer nunca. Sino que aquello que conocemos, es decir, los
fenómenos que observamos, o que forma parte de nuestra experiencia
sensible, son también un hecho hegemónico. Es decir, están determinados por
el discurso hegemónico (ciencia, filosofía y sentido común), que es correlato
de la estructura (materialismo histórico y dialectico). Por lo tanto, nuestro
conocimiento y comprensión de la realidad se va ampliando progresivamente
(progreso y devenir), en la medida en que “los instrumentos "físicos" e
intelectuales de los hombres sean más perfectos, o sea cuando hayan
cambiado, en sentido progresista, las condiciones sociales y técnicas de la
humanidad”.
Esto no quiere decir que, por criticar el sentido común, no se deba criticar las
filosofías “tradicionales”. Por ello, precisamente, la importancia de la filosofía
de la praxis, la idea del filósofo en constante contacto con el sentido común de
los hombres simples: “el punto de partida debe ser siempre el sentido común,
que espontáneamente es la filosofía de las multitudes a las que se trata de
tornar ideológicamente homogéneas”. Pero la cuestión que complica el
proceso hegemónico es la diversidad o abigarramiento del sentido común. No
basta con señalar que cada hombre es un filósofo, como hace Croce, pues:
El sentido común es un agregado caótico de concepciones dispares y en él se puede
hallar lo que se quiera.
En esta parte, la reflexión de Gramsci tiene que ver con la labor intelectual. La
misma, señala el autor, es estéril si únicamente se avoca a la descripción
mecánica y nominalista. Lo único que le da sentido histórico a la investigación
sobre lo social, es el compromiso político. En este sentido, la filosofía de la
praxis abarca distintos campos, particulares, cuya comprensión crítica, sirve
para pensar la transformación política:
Se preguntará si la filosofía de la praxis no es específicamente una teoría de la
historia; a ello se contestará que sí, pero que por lo mismo no pueden separarse de la
historia, la política y la economía, ni tampoco en sus fases especializadas de ciencia
y arte de la política, y de la ciencia y política económica.