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DECÁLOGO DE LA FORMACIÓN DOCENTE.

1. Es un evaluador. Documenta el aprendizaje de sus estudiantes a través de evidencias que


genera y recolecta (notas, esquemas, fotografías, video, borradores, entregas finales, etc.),
para compartirlas a lo largo de todo proceso con los alumnos y otros profesores,
analizarlas, aprender y tomar decisiones sobre los siguientes pasos.

2. Es un agente de cambio. Cuando se da cuenta que el estudiante no está aprendiendo, en


lugar de buscar culpables, analiza la situación para encontrar nuevas estrategias y
alternativas. Un profesor trabaja para transformar vidas.

3. Se centra en el aprendizaje, en lugar de en la enseñanza. El objetivo de enseñar es que


los estudiantes aprendan; todo lo demás es secundario o incidental. Con este propósito en
mente, el docente puede detectar fallas en la comunicación que hacen que los estudiantes
en realidad aprendan cosas distintas a las que pensaba que estaba enseñando.

4. Ve la evaluación como retroalimentación a su enseñanza. Evalúa para saber si el


estudiante aprendió, lo que también le indica si su enseñanza ha sido efectiva. Es cierto
que yo no puedo aprender por otra persona porque el proceso requiere de intencionalidad;
sin embargo, comprobar en la evaluación que el estudiante no comprendió el contenido,
tendría que ser un foco rojo que indique que algo no está funcionando y tiene que cambiar.

5. Busca el diálogo, no el monólogo. Trabaja por lograr la comunicación bidireccional. En un


salón de clases, el alumno necesita tener la oportunidad de alzar su voz y ser escuchado.
Cuando se establece un diálogo con el estudiante y entre los estudiantes, el profesor
también puede ver el impacto de su enseñanza.

6. Disfruta de los retos. Plantea retos a los alumnos, tomando en cuenta sus potencialidades,
con lo cual reconoce su capacidad y les muestra que tiene altas expectativas de ellos.

7. Desarrolla relaciones positivas. Cuando existen relaciones positivas entre el maestro y el


estudiante, y entre los mismos discentes, se crea un espacio seguro para aprender a
prueba y error, y apoyarse los unos a los otros en el proceso.

8. Cultiva un lenguaje común para el aprendizaje. Busca que todos los actores del proceso —
estudiantes, profesores, directores, coordinadores, padres de familia— estén alineados a
través de un lenguaje común; es decir, que todos comprendan y tengan la misma visión
sobre lo que significa enseñar y aprender, la evaluación, etc.

9. Ve el aprendizaje como un trabajo arduo. El aprendizaje no sucede ni mágicamente, ni a la


primera, ni es cierto que unos tengan la capacidad para aprender y otros no. Aprender es
un trabajo que requiere de esfuerzo, reflexión y tiempo, y reconocerlo es importante.

10. Colabora con otros. Está convencido de que trabajando con otros profesores puede
acrecentar el impacto que tiene en sus estudiantes. Para ello, las escuelas tendrían que
explícitamente destinar tiempos para que los docentes se reúnan a discutir estrategias,
compartir evidencias de aprendizaje y dialogar sobre lo que significan, planear proyectos
en común y observar mutuamente sus clases, en lugar de asumir que los profesores
pueden utilizar el tiempo del receso o las tardes para lograr estos propósitos.

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