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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TIERRA DEL FUEGO, ANTÁRTIDA

E ISLAS DEL ATLÁNTICO SUR

INSTITUTO DE DESARROLLO ECONÓMICO E INNOVACIÓN

CARRERA DE CONTADOR PÚBLICO

CÁTEDRA DE CONTABILIDAD IV

TEMA:

“EL AUDITOR FRENTE A LA CORRUPCIÓN Y EL FRAUDE”

Esta Nota de Cátedra reemplaza a toda otra anterior

Última revisión: 07/09/2015

¨Lo único necesario para que triunfe el mal, es que los hombres
buenos no hagan nada.”

Edmund Burke (Político y escritor inglés: 1729/1797-Siglo XVIII)

1. Preliminar

Este breve ensayo –sobre un tema de insoslayable actualidad- tiene


por objeto completar algunos aspectos conceptuales y prácticos
atinentes a la responsabilidad penal del contador público; aunque
enfatizando ahora su posición frente al servicio (o encargo) de
auditoría de estados contables.

1
En efecto, cuando abordamos aquél tema en nuestra cátedra,
trajimos necesariamente a colación la muy dura y más bien reciente
legislación represiva -por primera vez específica para la profesión de
Contador Público- que el Código Penal Nacional casi no contemplaba;
debiendo recurrir los jueces, en su caso, a aplicar analogías respecto
de delitos que no eran específicos de nuestra profesión.

Sin perjuicio de las disposiciones del Código Penal Nacional que


naturalmente siguen vigentes, repasemos los siguientes principales
institutos incorporados a nuestra legislación de fondo, a saber:

• La ley penal tributaria y previsional 24.769 (del 15/01/1997)


derogatoria de la ley 23.771 de semejantes contenidos;

• La ley 25.246 (del 13/04/2000) sobre encubrimiento y lavado de


activos de origen delictivo;

• El decreto del P.E.N. 169 del 14/02/2001 reglamentario de varios


aspectos de la ley 25.246;

• La ley 25.784 (del 19/01/2004) sustituyendo del art. 15 de la ley


24.769 (tipificando un concepto inédito en el campo de nuestra
profesión: la asociación ilícita);

• La resolución 3/2004, de la UIF (Unidad de Información


Financiera) vinculada con la ley 25.246 y dto. 169.;

• Nuevo Régimen Legal de Lavado de Activos – Ley 26.683 (B.O.


21/06/2011).

2. Corrupción. Concepto. Ejemplos. Consecuencias.

La corrupción es un fenómeno histórico, no es de ahora; si bien en


estas épocas y por diversos factores: morales, culturales, políticos y
económicos, es mayor que en otras pretéritas. Pero este fenómeno ha
cobrado más fuerza en los países emergentes y en vías de desarrollo
que en los países desarrollados. Seguramente esto se explica por

2
poseer éstos instituciones más fuertes y respetadas, que actúan como
anticuerpos disuasivos y/o defensivos de este pertinaz flagelo.

Debe reconocerse que aún no pueden exhibirse importantes logros


para erradicarla. El peligro es que cunda el desánimo y se acepte
resignadamente convivir con esta verdadera toxina social,
terminándose por aceptarla y naturalizarla resignadamente y así –he
aquí lo más preocupante-: instaurándose su impunidad.

El término corrupción tiene varias acepciones y en general se lo asocia


con lo público (*), si bien la actividad privada también suele estar
alcanzada. Esta voz transmite la idea de: alterar; desvirtuar; viciar;
pervertir; sobornar. El cohecho (vulgo coima) es un ejemplo
inconfundible y representativo de corrupción; esto es, obtener una
decisión o determinación en algún aspecto clave de la humana
actividad: la adjudicación de una licitación o contrato, o el signo de un
voto entre los paradigmas clásicos, torciendo así voluntades mediante
dádivas, privilegios u otra manera ilícita o espuria de proceder. El
dinero, sin embargo, es su principal “combustible”. (**)
______

(*) También –aunque en leguaje jurídico- se trata del delito de “concusión”; o sea
la exacción arbitraria y por lo tanto ilegal, cometida por un funcionario público en
provecho propio.

(**) En un elocuente y poético aforismo lo consagró el escritor español Don


Francisco de Quevedo (1580–1645). Así decía: “Pues quita y da el decoro y
quebranta cualquier fuero; poderoso caballero es don dinero”.

El ex fiscal nacional Dr. Moreno Ocampo (y ex miembro del Tribunal


Penal Internacional), caracteriza y cuantifica sobre la base de una
investigación casuística realizada y compilada por él, diversas clases o
formas de corrupción:

• 26% .....: Coima, estafa, delito, robo;


• 23% .....: No hacer lo correcto, actuar con deshonestidad, cometer
ilícitos;
• 14% .....: Abusar del poder; realizar negociados;
• 09% .....: Actuar en beneficio propio, sin importar el daño
causado a otros.

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Respecto de las consecuencias sociales y morales nefastas que
provoca la corrupción, pueden mencionarse las siguientes –en nómina
no taxativa- como las más relevantes.

♦ Se deslegitima el sistema político; echando por tierra -entre


otras- su función ejemplarizadora;

♦ Se asignan mal los fondos de por sí escasos;

♦ Se distorsiona la función de los incentivos económicos;

♦ Se destruyen los comportamientos serios y profesionales;

♦ Se desalienta y segrega a los honestos;

♦ Se estimula la evasión fiscal.

♦ ............................................

___________________

3. Fraude. Concepto. Clases. Ejemplos.

El fraude (*) es un ardid o engaño -deliberadamente planeado y


ejecutado y por consiguiente delito- con el fin de que su autor(s) se
beneficie(n) con el perjuicio de la(s) contraparte(s). Cabe añadir que
además del autor material o intelectual principal, pueden existir
coautores, instigadores, así como partícipes necesarios y secundarios.

La doctrina de auditoría distingue claramente dos tipos de fraude (que


podría llamarse en general “fraude administrativo”): el fraude
corporativo y el fraude laboral.

Fraude corporativo

Es el que ejecuta una firma o sociedad o entidad, a través de su


directorio y/o gerencias, distorsionando la información contenida en
los estados contables de publicación que emite; perjudicando de este
modo a terceros que, a la sazón, interactúen o tengan alguna relación
permanente o transitoria con ella, a saber: Estado, proveedores,
acreedores por diversas causas, inversores actuales o potenciales,

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accionistas, socios o asociados, y en general lo que se conoce como
“comunidad de negocios”.

La técnica contable que instrumenta lo dicho, se conoce como


“disimulos contables” que, entre otros, y sin ánimo exhaustivo, puede
tratarse de ocultar ingresos o beneficios, aumentar gastos o tratarlos
como activos cuando están ya “consumidos”, no previsionar cuentas
por cobrar y/o créditos de dudoso recupero, ocultar compromisos
(pasivos por cuentas a pagar), omitir el tratamiento de una situación
contingente altamente probable y cuantificable, o bien presentarla
mediante nota a los estados contables y no exponerla en el pasivo con
impacto en resultados del ejercicio o período, subvaluar bienes de
cambio para aumentar el impacto en el costo de la mercadería
vendida; presentar ventas en consignación como si fuesen ventas en
firme, etcétera.

A propósito y para cerrar este capítulo, deberíamos tener siempre


presente la sabiduría del ya derogado Código de Comercio que
estableció, imperativamente y ya a fines del silo XIX en su artículo
51:

______

(*) Voz latina fraus, fraudis: engaño, inexactitud consciente, abuso de


confianza, que produce o prepara un daño generalmente material.

“Todos los balances deberán expresar con veracidad y exactitud (**)


compatible con su finalidad, la situación financiera a su fecha. Las
constancias contables deberán complementarse con la documentación
respectiva.”

(**) Acaso empleando lenguaje más actual podríamos decir…”expresar con


razonable integridad”…

Fraude laboral

Es el perpetrado hacia el interior de las organizaciones; y sus


ejecutores pueden ser tanto encumbrados directivos como empleados
de categorías inferiores; y su operatoria puede ir desde la más
sofisticada hasta la más vulgar; y desde manipular información clave
(resultados de gestión) hasta malversar activos de la empresa: dinero
principalmente y/o bienes materiales.

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Los motivos que impulsan estas actitudes pueden ser de diversa
naturaleza: mejorar los resultados de la gestión y lograr así los altos
directivos beneficios (gratificaciones, bonus); cumplir con exigencias
de la dirección superior; o sufrir apremios financieros personales.

En el caso de malversación de activos o defraudación en perjuicio de


la empresa, sin duda un control interno débil o abuso de la confianza
dispensada hacia la persona en cuestión, suelen ser los factores
desencadenantes (o de oportunidad) de que el hecho delictivo sea
concretado.

Vayan algunos ejemplos típicos: un tesorero o cajero retener y no


depositar cobranzas en el banco; depositar cheques en su cuenta
destinados a proveedores; dar de baja una cuenta a cobrar y no
ingresar la cobranza cuando ella se recibe; sustraer materiales y/o
herramientas del almacén de servicios o bien hacerlo formalmente
pero con un vale de consumo ficticio; cobrar horas extras nunca
trabajadas o sueldos personas que no han asistido a sus tareas;
fraguar compras que nunca han existido o bien existiendo, se ha
elevado artificiosamente su importe; o manteniendo el precio se ha
desvirtuado su calidad, etcétera.

4. La auditoría y el fraude en las empresas

El problema del fraude en las empresas -como accionar doloso de


parte de sus empleados o funcionarios- si bien ha existido desde los
albores de las organizaciones y cualquiera fuese la dimensión o
características del ente involucrado, debe admitirse que se ha
agravado en los últimos tiempos, incluso se ha propagado a
escenarios y a personas en los que no se pensaba que podía suceder.

Por consiguiente, en los tiempos que corren, y sin caer en un


exacerbado escepticismo que haga ver en todo lugar o procedimiento
conductas éticamente reprochables o acciones ilegales, los auditores
-máxime en su primera intervención cuando aún no conocen ni a su
potencial cliente el ambiente de control que éste ha implantado-,
deben desenvolverse con sumo cuidado y prudencia, debiendo primar
necesariamente en ellos una “actitud escéptica”, “de alerta”.

Haciendo un poco de no muy lejana historia…

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Durante el siglo XX fue evolucionando la doctrina respecto de la
responsabilidad del auditor respecto de la detección de fraudes. En
efecto, hasta los años 20 se consideraba que el principal objetivo del
auditor era la detección de fraudes cometidos por funcionarios y/o
empleados infieles en perjuicio de la organización. Luego y hasta los
años 60, el objetivo principal no era tanto detectar fraudes, sino
examinar y evaluar la confiabilidad de los estados contables
publicados.

Con posterioridad, entre los años 60 y 80, se advierte un cierto


retorno ante reclamos públicos, para incluir en los trabajos de
auditoría procedimientos tendientes a detectar la comisión de fraudes
centrados en la distorsión de la información contenida en los estados
contables (“fraude corporativo”).

Actualmente dicha actitud, después de los tristemente célebres casos


ENRON, WORDCOM, GLOBAL CROSSING, TYCO (USA); ROYAL AHOLD
(Holanda); PARMALAT (Italia) y YUKOS (la petrolera Rusa) que
detonaron entre 2000/2001, ha tomado mucha más fuerza. En los
Estados Unidos quedó evidenciada aquélla mediante la sanción de la
muy severa SARBANES-OXLEY ACT sancionada en junio de 2002.

Ahora bien, los estudios de auditoría (y la profesión de auditor) no han


salido indemnes de todos estos escándalos frente a la opinión pública
y las autoridades. En efecto, ARTHUR ANDERSEN INC., consultora y
auditora de ENRON, tuvo que liquidarse desapareciendo de la oferta
profesional en dichos campos. De paso: este afamado estudio era
consultor y auditor a la vez de ENRON y otras empresas. No parecen
en principio tareas muy compatibles bajo un mismo techo.

Así lo entendió el legislador estadounidense, ya que la susodicha SOX


ACT eliminó tal posibilidad, además de otras medidas que terminaron
con una inaceptable compatibilidad de que una misma firma de
contadores ejerciera respecto de un cliente: la consultoría, la asesoría,
el llevado de la contabilidad y, además, ejerciera la auditoría.

Entonces, las preguntas que se hacía (y se hace) el público (inversor o


no), respecto de los auditores y aún respecto de los entes de control
(en el caso de los Estados Unidos: la Securities and Exchange
Comission -SEC-) son: ¿No advirtieron lo que estaba ocurriendo? ¿No
supieron, no quisieron, no pudieron? ¿Existió un muy fuerte conflicto

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de intereses económicos y/o políticos? ¿Y qué decir del más reciente
caso de Bernard Madoff…?

Lo cierto (e irreversible) es que lo sucedido provocó millonarias


pérdidas por desvalorización casi total de las acciones de aquellas
firmas (de centenas o decenas de dólar se precipitaron a valer
centavos de la misma moneda). Por lo demás, téngase en cuenta -lo
que aún agrava más las responsabilidades por el descontrol- que las
sociedades mencionadas eran públicas, es decir, cotizaban sus títulos
en las bolsas o mercados. En ellas el público en general –confiando-
ahorraba.

Además, como si fuera poco lo antedicho, desde el punto de vista


social se perdieron muchísimos empleos. En suma, una calamidad
donde los responsables (o los principales al menos) purgaron y purgan
aún con cárcel sus conductas tanto dolosas como culposas.

5. La Norma Internacional de auditoria 240

Aspectos destacables de la NIA:

El objetivo de esta NIA es establecer las normas y brindar pautas


sobre la responsabilidad del auditor de considerar el fraude en una
auditoría de estados financieros y extenderse sobre cómo deben
aplicarse las normas y pautas que expone la NIA 315, “Comprensión
de la entidad y de su entorno y análisis de riesgos de distorsiones
significativas” y la NIA 330, “Procedimientos del auditor en respuesta
a los riesgos analizados” en relación con los riesgos de distorsiones
significativas debidas al fraude. Las normas y pautas de la presente
NIA tienen el propósito de ser integradas al proceso general de
auditoría.

La presente norma distingue el fraude del error y describe los dos


tipos de fraude que resultan relevantes para el auditor, es decir, las
afirmaciones distorsionadas que son el resultado de la apropiación
indebida de activos (la mencionada malversación de ellos) y las
afirmaciones distorsionadas que son el resultado de la presentación de
información financiera fraudulenta; describe las responsabilidades
respectivas de quienes están a cargo de la dirección y la
administración de la entidad con respecto a la prevención y la
detección de un fraude, describe las limitaciones inherentes a una
auditoría en el contexto de un fraude, y expone las responsabilidades

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del auditor en la detección de distorsiones significativas debidas a
fraude.

Las distorsiones en los estados financieros pueden ser consecuencia


de fraude o error. El factor distintivo entre fraude y error lo constituye
la intencionalidad o no de la acción subyacente (delictuosa) que
produce la distorsión en los estados financieros.

Aunque el fraude es un concepto jurídico amplio, a los fines de la


presente NIA, al auditor le compete el fraude que da origen a
distorsiones significativas en los estados financieros. Aunque el auditor
pudiese sospechar o incluso, en raras ocasiones, llegase a descubrir la
comisión de un fraude, el auditor no está facultado para realizar
dictámenes jurídicos acerca de la comisión de un fraude.

Definición de fraude: “Un acto intencional realizado por una o más


personas de la gerencia, o por quienes tienen a su cargo la dirección,
empleados o terceros, que implica el uso del engaño para obtener una
ventaja ilegal o injusta”.

Durante toda la auditoría, el auditor debe mantener una actitud de


escepticismo profesional que reconozca la posibilidad de que exista
una distorsión significativa debida e fraude, independientemente de la
experiencia pasada del auditor con la entidad con respecto a la
honestidad e integridad de la gerencia y de quienes está a cargo de la
dirección.

Si el auditor ha identificado o sospecha la existencia de fraude,


entonces el auditor determinará si tiene la responsabilidad de informar
la comisión o sospecha del fraude a terceros fuera de la entidad.

Aunque el deber profesional del auditor de mantener la


confidencialidad de la información del cliente pudiera entrar en
conflicto con tal informe, en algunas circunstancias las
responsabilidades legales del auditor pueden prevalecer por encima
del deber de confidencialidad.

Nuestros comentarios

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Se trata de una extensísima y detallada norma que ahonda hasta en
los más mínimos detalles. Sin embargo, como le hemos señalado
oportunamente, se nota, en casi todos los textos de las NIAs
reiteración de un mismo concepto, a punto tal que la lectura se vuelve
fatigosa.

La RTNº37, hace lo propio –si bien más sintéticamente- cuando, en el


Capítulo III., A., i. Normas para el desarrollo de la Auditoría Externa,
manda ejecutar, en su punto 3.5.1., una serie de procedimientos
tendientes a evaluar el control interno vigente en la organización
orientado a la valoración del riesgo (errores, incorrecciones o
fraudes).

Por otra parte, la precitada RTNº37 en su glosario de términos,


caracteriza el concepto de fraude (en línea casi exacta con la
definición que hemos citado de la NIA 240), del siguiente modo:
“Un acto intencionado realizado por una o más personas de la
dirección, los responsables del gobierno de la entidad, los empleados o
terceros, que conlleve la utilización del engaño con el fin de conseguir
una ventaja injusta o ilegal”.

Toda la anterior temática ha sido y es tratada ampliamente por


doctrina argentina de auditoría, abordando las dos principales
vertientes del fraude: el corporativo, que es el que impacta
principalmente los estados contables y que constituye el objeto de
esta NIA; y el laboral (que no descarta la presencia de niveles
gerenciales involucrados), de distinta naturaleza, que daña la
economía y la ética de la organización (es decir, su reputación que a
veces en estos tiempos de cinismo a toda prueba parece no importar);
campo en el cual debe actuar, con el fin de prevenirlo, detectarlo y
neutralizarlo, la auditoría interna.

Vale advertir para finalizar este capítulo, que el fraude corporativo


puede traer aparejado el incumplimiento de la legislación vigente en
un país de parte de las autoridades empresarias e involucrar
concretamente al contador público actuante como auditor y/o en su
caso como síndico. Se trata de la legislación tributaria y previsional y
muy en particular la relacionada con el encubrimiento y lavado de
activos de origen delictivo. (Repasar el capítulo preliminar de este
ensayo).

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6. Programas para combatir el fraude

Para prevenir el fraude en cualquier tipo de organización, resulta


incuestionable, a la luz de lo que opinan los auditores experimentados,
lo siguiente:

• Debe implantarse un muy buen sistema de control interno por el


efecto disuasivo que conlleva;

• Debe conocerse lo mejor posible la calidad moral del personal que


trabaja en la empresa y, en especial, en ciertas posiciones de
trabajo (tesorería, finanzas, compras, almacenes de repuestos y/o
insumos,);

• Debe elaborarse e institucionalizase, cumpliéndolo y haciéndolo


cumplir, un código básico y simple de “sanas prácticas”;

• Deben adoptar los máximos directivos (la gerencia como también


se denomina a este estamento superior), actitudes
ejemplarizadoras: contracción a sus tareas, prudencia en sus
manifestaciones, austeridad en su forma de vida.

Por otra parte, previo a diseñar procedimientos anti-fraude,


resultará necesario:

• Evaluar el ambiente de control mediante un enfoque macro /


sistémico de todos sus componentes, tanto objetivos como
subjetivos;

• Evaluar el riesgo inherente (residente o instalado) del ente en


cuestión, en función de la naturaleza del negocio o actividad;

• Debe recordarse que la organización puede desarrollar un


importante riesgo sistémico producto de la potenciación de los
riesgos inherentes y de control interno cuando no existe el efectivo
accionar de una auditoría interna con jerarquía e independencia
real que lo neutralice;

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• Evaluar la existencia y efectiva vigencia de los denominados
controles clave (críticos o importantes), considerando
prioritariamente si poseen aptitud para prevenir y/o desalentar
comportamientos dolosos.

Las acciones predichas requieren, pues, que el profesional auditor al


actuar:

• Mantenga en todo momento una actitud inquisitiva, alerta y crítica


(aunque no necesariamente prejuiciosa), máxime cuanto el
“ambiente de control” no le ha inspirado suficiente confianza;

• Perfeccione todo lo necesario y posible los procedimientos o


herramientas de examen de auditoría que, como profesional en
funciones debe no sólo conocer sino dominar, incluso aquellas que
brindan las poderosas herramientas informáticas (las TAAC:
Técnicas de Auditoría Asistidas por Computadora) sin duda más
eficaces y eficientes, que seguramente habrán de emplearse más y
más de cara al futuro);

• Estar atento a todas aquellas transacciones, hechos u operaciones


que, a la luz de la actividad del ente que está analizando, resulten
inusuales y/o ilógicas y/o atípicas, sometiéndolas a un profundo y
objetivo examen de validación o confirmación en cuanto a
existencia real, legalidad y pertinencia.

7. Posición del contador público como auditor


y/o como síndico societario en su caso

Más allá de que pueda estar incurso bajo precisas (aunque analógicas)
figuras delictuales contempladas en la legislación penal de fondo
(Código Penal Nacional), el Contador Público lo está clara e
inexcusablemente bajo todas las formas posibles de desempeño, en la
moderna legislación penal tributaria y previsional, así como en la
concerniente al encubrimiento de activos originados en el lavado de
dinero de origen delictivo. (Invitamos al lector a repasar el capítulo
“Preliminar” de este trabajo).

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Entonces será muy conveniente –tanto para propios como extraños-
tener en claro los siguientes puntos:

• Que cuando se contrata a un auditor externo para emitir una


opinión sobre estados contables de una sociedad, tal tarea no
incluye la destinada a detectar fraudes. Es más, en algunos
informes de auditoría -en el párrafo de alcance- suele manifestarse
claramente dicha limitación.

• Que naturalmente, durante el desarrollo de la auditoría, pueden


aparecer cualquiera de las especies estudiadas de comportamientos
delictuosos o cuasi-delictuosos y tanto laborales como
corporativos; tema que abordaremos específicamente en las
próximas líneas.

• Que los auditores independientes, no son agentes públicos que


actúen en calidad de inspectores de organismos de control: DGI,
ANA, Rentas de los Municipios, Inspecciones de Justicia o Personas
Jurídicas; ni tampoco son Auditores Forenses o Peritos del Poder
Judicial, por nombrar algunas de las principales funciones públicas
desempeñadas por miembros de nuestra profesión.

• Que teniendo presente lo precitado, y ante evidencias de


comportamientos o acciones presuntamente delictivas detectadas
durante la tarea, no podrá desconocerlas y sí deberá informar a la
dirección como corresponde; salvo -atención a este punto- que
sospechare fundadamente que los dueños y/o de principales
directivos estén también involucrados. En estos casos deberá
consultar a un abogado de su confianza, además de ser
experimentado y competente. Si así no procediese podría dar un
paso en falso y ser inculpado de negligencia y aún de
encubrimiento; y si denunciare directamente a las autoridades en
cualquier caso, podría ser sancionado –prima facie- por violar el
secreto profesional.

• Que el auditor debe puntualizarle al cliente sus responsabilidades


en cuanto al contenido de los estados contables, y advertirle que la
adopción de formas de exposición engañosas u omisivas o criterios
de medición que disimulen la ilegalidad de un acto o sus efectos
-induciendo así a error a los lectores de aquellos- configura delito
de balance falso (artículo 300, inc. 3 del C.P.N.).

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• Que no debe descartarse en ningún caso el consejo al cliente para
que rectifique lo necesario a fin de actuar conforme la ley, las
normas que regulan la profesión contable y la ética.

• Que en algunas circunstancias, al descubrir el auditor un ilícito


cometido por su cliente con graves implicancias, deba renunciar al
encargo. Sin embargo, lo deseable -antes de tomar cualquier
determinación- es que consulte, tal como se dijo, con un abogado
de su confianza.

• Que aunque el auditor renuncie, la consulta con un letrado debería


hacerla de todos modos, ya que tal vez deba encarar ciertas
acciones formales para aclarar porqué lo ha hecho. Por ejemplo,
notificar a terceros interesados -fehacientemente y sin perjuicio de
la debida confidencialidad-, a fin de cubrirse de eventuales
sospechas de complicidad y/o encubrimiento.

• Que el auditor trata (o debe tratar) de obtener “satisfacción de


auditoría” esto es una “seguridad razonable” de que los estados
contables por él auditados no contengan incorrecciones
significativas; es decir afirmaciones con aptitud de hacer cambiar
de opinión -y por ende de decisión- a un lector de los estados
contables si, con tal motivo, aquellas se corrigiesen subsanando así
la distorsión.

• Que puede resultarle casi imposible detectar comprobantes o


documentos apócrifos o falsos de cualquier naturaleza. El auditor
no es un experto en falsificaciones; salvo claro está -con lo cual
sería inexcusable- que se trate de maniobras o evidencias muy
burdas a ojos de cualquiera.

• Que los fraudes -tanto los corporativos como lo laborales- y aún


más los primeros, suelen ser difíciles de detectar; ya que se
meditan con tiempo y las personas que se atreven a consumarlos
son -además de audaces, inescrupulosas y carentes de todo
principio ético y moral- inteligentes y preparadas profesionalmente.

• Que sin embargo, será responsable por los fraudes que en materia
de medición y exposición en los estados contables sometidos a su
examen ellos pudiesen contener; toda vez que, siendo aquellos

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significativos y/o manifiestos -pudiendo haberlos detectado
mediante elementales procedimientos de auditoría- no tomó la
salvedad o no se abstuvo -en su caso- de emitir una opinión.

• Que como corolario de todo lo expuesto en este capítulo, será muy


importante que el auditor conserve los denominados “papeles de
trabajo de auditoría” durante los períodos mínimos que establece la
norma profesional en vigor (*); con el fin de probar
fehacientemente que, para emitir su opinión o aseveración, aplicó
todos los procedimientos pertinentes e indispensables para
conferirle seriedad y consistencia a su tarea.

_____________

(*) Nos referimos a la Resolución Técnica de la F.A.C.P.C.E. Nº 37 –


Normas de Auditoría, Revisión, Otros Encargos de Aseguramiento,
Certificación y Servicios Relacionados (origen marzo/2013), Norma II,
2.4., que, a partir del 1º de enero de 2014, deroga y reemplaza
totalmente a la Resolución Técnica Nº 7 – Normas de Auditoría (1985).

Resultará ilustrativo transcribir su texto:

“El auditor debe conservar en un soporte adecuado a las


circunstancias y por el plazo que fijen las normas legales o por
diez años, el que fuera mayor, los papeles de trabajo, una copia de
los informes emitidos y, en su caso, una copia de los estados contables u
otra información objeto del encargo, firmada por el representante legal
del ente al que tales estados contables o información correspondan”.

8. Bibliografía doctrinaria consultada

- Wainstein, Mario y Casal, Armando M.; La corrupción y la actividad


de Contador Público; Errepar; Revista D &G Profesional y
Empresaria; págs. 915 a 930.

- Sánchez Brot, Luis E.: Lavado de dinero – Delito Transnacional;


Editorial La Ley; Revista Enfoques; julio /2001; pág. 87 y sigtes.

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