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GRADO EN DERECHO

DERECHO PENAL II

Tema 10: La culpabilidad

Autor: Profª Marina Sanz Diez de Ulzurrun Lluch

Curso: 2018-19
Derecho Penal II Tema 10: La culpabilidad

ÍNDICE

I. LA CULPABILIDAD ...................................................................................................................... 2

II. CULPABILIDAD Y PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD SUBJETIVA ............................ 2

III. TEORÍAS SOBRE LA CULPABILIDAD .................................................................................. 4

1. Concepción psicológica de la culpabilidad ................................................................. 4

2. Concepción normativa de la culpabilidad ................................................................... 5

3. La crítica a la teoría normativa de la culpabilidad. La teoría de la motivación7

IV. ELEMENTOS DE LA CULPABILIDAD ............................................................................... 11

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Derecho Penal II Tema 10: La culpabilidad

I. LA CULPABILIDAD

El nacimiento de esta categoría se vincula con la separación entre dos grandes


elementos del delito: injusto y culpabilidad. La antijuridicidad es un elemento del
delito que se predica del hecho, se refiere a la conformidad o contrariedad del hecho
con el ordenamiento jurídico, es, por ello, un elemento objetivo o general, en el
sentido de que es igual para todos los sujetos. Hecho antijurídico es aquél que
infringe la norma primaria, es decir, la norma que prohíbe, con carácter general y
para todos, la realización de un determinado hecho.

Por el contrario, la culpabilidad es una cualidad del autor y, por ello, un


elemento subjetivo del delito, en el sentido de que es individual, no se predica del
hecho, sino que se refiere a las cualidades personales de su autor. Al analizar la
culpabilidad ponemos en relación el hecho con el sujeto que lo realiza: examinamos
si un determinado hecho típico y antijurídico se puede atribuir a su autor, en atención
a las cualidades personales de éste. Por ello, en una primera aproximación podemos
entender la culpabilidad como la atribuibilidad del hecho a su autor.

II. CULPABILIDAD Y PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD SUBJETIVA

El principio de culpabilidad: no hay pena sin culpabilidad, es uno de los


principios fundamentales del Derecho penal moderno. Se formula en el siglo XIX y
supone una subjetivización de la responsabilidad penal, en el sentido de exigir como
presupuesto de imposición de la pena, una determinada conexión subjetiva entre el
autor y el hecho.

Inicialmente, la idea de culpabilidad se contrapone a la idea de


responsabilidad objetiva por la mera causación de un resultado, pero poco a poco se
va desarrollando su contenido que se desglosa en una serie de garantías
fundamentales que sirven como límite a la imposición de la pena estatal. Estas
garantías son las siguientes:

a) El principio de personalidad de la pena, que impide castigar a alguien por


un hecho ajeno, frente a la responsabilidad colectiva que, en tiempos pretéritos,
llevaba a castigar a todos los miembros de una familia o pueblo por el hecho de uno
de ellos.

b) El principio del hecho, que supone que sólo se puede imponer una pena
por los hechos que ha realizado el sujeto, y no por su carácter, su personalidad o su
forma de vida. Es decir, exige un Derecho penal del hecho, frente a un Derecho penal
de autor.

c) El principio de responsabilidad subjetiva o principio de dolo e imprudencia,


que se opone a la responsabilidad objetiva o responsabilidad por el resultado. En
efecto, en épocas primitivas regía el principio de responsabilidad objetiva, conforme

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al cuál para imponer una pena, bastaba con la mera causación material de un
resultado lesivo. Frente a ello, el principio de responsabilidad subjetiva supone dos
garantías fundamentales:
• En primer lugar, la exigencia de dolo e imprudencia como límite de la pena, es
decir, la exigencia de una vinculación subjetiva entre el autor y el hecho, que
puede adoptar dos posibles formas: el dolo y la imprudencia. La referida
exigencia comporta una importante consecuencia de cara a la interpretación y
aplicación de la ley penal: la necesidad de que todos los elementos del delito
tengan su correspondiente reflejo en la vertiente subjetiva del acontecimiento
y hayan sido abarcados por el dolo del autor o, al menos, sean consecuencia
de su actuar imprudente. Lo que supone la proscripción de la responsabilidad
penal en el caso fortuito y la proscripción de la agravación de la pena por la
mera producción de un resultado.
• En segundo lugar, el principio de responsabilidad subjetiva exige que la
gravedad de la pena resulte proporcionada a la gravedad de la conexión
subjetiva del autor con el hecho, mayor en el dolo que en la imprudencia. Lo
que supone exigir un tratamiento penológico diferenciado para las dos formas
de imputación subjetiva presentes en el Derecho positivo: el dolo y la
imprudencia; e impide la imputación a título de dolo de resultados que han
sido causados por imprudencia.

d) Por último, el principio de imputación personal o principio de culpabilidad


en sentido estricto, que impide castigar con una pena a un sujeto que no se
encuentra en condiciones personales que le permitan un normal acceso a la
prohibición infringida. Conforme a este principio, no se puede sancionar a los sujetos
que por sus condiciones psicológicas no son capaces de comprender la ilicitud del
hecho o actuar conforme a esta comprensión: Tampoco se puede sancionar al sujeto
que actúa con desconocimiento de la norma, es decir, al sujeto que actúa con error
de prohibición. En relación con su fundamento, el principio de culpabilidad tiene su
fundamento en la idea de la dignidad humana, que constituye la base de un Estado
democrático de Derecho.

Actualmente, es preferible distinguir entre el principio de responsabilidad


subjetiva y el principio de culpabilidad en sentido estricto, como principios diferentes
con un contenido distinto. El principio de responsabilidad subjetiva supondría la
doble exigencia de dolo o culpa como límite de la pena y proporcionalidad entre la
gravedad de la pena y la gravedad del desvalor subjetivo del hecho. Mientras que el
principio de culpabilidad coincidiría en su contenido con el principio de imputación
personal. El CP español no recoge expresamente el principio de culpabilidad o

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imputación personal en un precepto1. Pero si consagra todas las garantías que


derivan del mismo:
• El artículo 20.1, 20.2 y 20.3 establece la exención de responsabilidad penal de
sujetos que son inimputables. Y el artículo 21.1, en relación con los preceptos
anteriores, permite atenuar la pena a los sujetos semi inimputables.
• El artículo 14.3 establece los efectos del error de prohibición, estableciendo la
impunidad en el caso de error invencible, y la atenuación de la pena para el
error vencible.
• Se establece una regulación específica para los menores de 18 años, y, el
menor de 14 años queda exento de toda responsabilidad penal y sujeto a
medidas civiles de tutela.

III. TEORÍAS SOBRE LA CULPABILIDAD

La culpabilidad como categoría dogmática es polémica. Se discute cual es el


contenido de la culpabilidad (los elementos que integran esta categoría del delito), y
su significación (por qué los elementos que integran esta categoría son necesarios
para imponer una pena), incluso la necesidad de mantener la categoría de
culpabilidad como categoría autónoma. En esta evolución, se produce una escisión
entre las funciones y garantías que derivan del principio de culpabilidad y la propia
categoría de la culpabilidad, hasta el punto de que desde determinadas posiciones se
mantienen las garantías derivadas de este principio, al tiempo que se pretende
prescindir de la categoría de la culpabilidad. En el fondo de la polémica está como
trasfondo el problema filosófico de la libertad humana.

1. Concepción psicológica de la culpabilidad

El concepto clásico de delito que proponen von Liszt y Beling, influido por la
concepción positivista y naturalista propia del siglo XIX, propone una concepción
psicológica de la culpabilidad.

En el concepto clásico se distinguen dos partes en el delito. La parte externa al


sujeto, que se identifica con la antijuridicidad y en la que se integran todos los
elementos objetivos del hecho; y la parte interna, en la que se incluyen todos los
elementos subjetivos del delito. Por otro lado, así como la antijuridicidad se concibe
como la causación material del hecho; la culpabilidad se entiende como una especie
de causalidad psicológica, es decir como un nexo o relación psicológica entre el
sujeto y el hecho que permite a explicar el hecho como el producto de la mente del
autor. Como señala Mir Puig, el delito aparece como el resultado de una doble
vinculación entre el autor y el hecho: la relación de causalidad material, que da lugar
a la antijuridicidad, y la relación de causalidad psíquica que da lugar a la culpabilidad.

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Sí se recoge, sin embargo, el principio de responsabilidad subjetiva en el artículo 5 del CP, al establecer:
“No hay pena sin dolo o imprudencia”.

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Pues bien, este nexo o relación psicológica puede adoptar dos formas,
dependiendo de su distinta intensidad: el dolo y la culpa, que serían dos formas o
especies de culpabilidad. El dolo se presenta como la relación psíquica completa y
más perfecta (el sujeto conoce y quiere el hecho). La imprudencia se presenta como
una relación psíquica incompleta (hay conocimiento respecto al hecho, pero falta la
voluntad). En esta concepción dolo y culpa agotan el contenido de la culpabilidad y la
imputabilidad se presenta como un simple presupuesto o condición de la misma.

Esta primera concepción psicológica fue pronto abandonada. Por un lado, se


supera el positivismo y la dogmática evoluciona hacia la filosofía de los valores. Por
otro lado, porque desde esta concepción no se puede explicar ni la imprudencia
inconsciente, ni la existencia de causas de exculpación que no excluyen el dolo.
• En efecto, en primer lugar, la imprudencia inconsciente no puede definirse
como una relación psicológica con el hecho. En la imprudencia inconsciente el
sujeto ni siquiera advierte la existencia de peligro y, por ello, no hay ninguna
conexión de carácter psicológico entre el autor y el hecho. Por otra parte,
tampoco la imprudencia consciente encaja plenamente en este concepto de
culpabilidad. La imprudencia consciente, se intentaba explicar sobre la base de
la idea de previsibilidad, afirmando que el autor no quiere la lesión, pero prevé
su posibilidad. Sin embargo, respecto a ello hay que decir que la previsibilidad,
sobre la que se edifica la imprudencia, tampoco supone una verdadera
relación psicológica, sino simplemente la posibilidad de que tal relación
psicológica exista. Además, el núcleo de la imprudencia no está tanto en la
previsibilidad del resultado, sino en la infracción de un deber de cuidado. Para
que exista imprudencia no basta con que el resultado sea previsible –existen
resultados previsibles que están permitidos-, sino que es preciso que la lesión
se haya producido como consecuencia de la infracción de una norma de
cuidado. En definitiva, la esencia de la imprudencia no radica en un elemento
psicológico, sino en un elemento normativo.
• En segundo lugar, la concepción psicológica tropieza con el obstáculo de la
existencia de causas de exculpación en las que subsiste el dolo. Por ejemplo, el
miedo insuperable. El sujeto que amenazado de muerte por una organización
terrorista mata a otro para salvar su vida. En estos casos, falta la culpabilidad,
pese a existir un nexo psicológico entre el autor y el hecho.

Estas dificultades conducen al progresivo abandono de la teoría psicológica y


a la creación de la concepción normativa de la culpabilidad.

2. Concepción normativa de la culpabilidad

A) La concepción de la culpabilidad en el concepto neoclásico de delito. La


concepción normativa fue desarrollada inicialmente por Frank, Goldschmidt y
Freudenthal, que construyen el concepto neoclásico de delito, caracterizado por la

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superación de la concepción positivista y la adopción de una perspectiva valorativa


del delito.

Lo característico de la concepción normativa es concebir la culpabilidad como


un juicio de valor, es decir, como un juicio de reproche, que se dirige al autor, por la
realización del hecho antijurídico. La culpabilidad se concibe como reprochabilidad.

Así, Goldschmidt sostiene que, junto a cada norma jurídica, que exige al
particular una determinada conducta externa, existe otra norma implícita que ordena
al sujeto a conducir su conducta interna de forma que pueda cumplir con lo
dispuesto por la norma externa, es decir, una norma que ordena al particular que se
motive por las normas jurídicas. En el juicio de culpabilidad se reprocha al sujeto que
esta norma de deber no haya surtido sus efectos y el sujeto no se haya dejado
motivar por la norma, a pesar de que ello le era exigible. Se sientan así las bases de la
teoría de la exigibilidad y la culpabilidad se integra por un elemento normativo: la
exigibilidad de una conducta conforme a la norma.

Por su parte, Freudenthal, en una línea similar, concibe la culpabilidad como la


desvaloración o juicio de reproche que se hace a un sujeto, cuando actúa de forma
contraria al ordenamiento jurídico, cuando le era exigible obrar conforme a Derecho,
es decir, cuando debía y podía haber actuado de otro modo. La idea de libertad
aparece así como el fundamento de la culpabilidad.

Por último, Frank consagra el carácter normativo de la culpabilidad, al


constatar que existen factores distintos al dolo y a la culpa que inciden en el juicio de
reproche. Este autor sostiene que además de la conexión psíquica entre el autor y el
hecho, existen una serie de circunstancias que pueden disminuir o excluir la
culpabilidad en el caso concreto. Así, reprocha a la concepción psicológica no tener
en cuenta la imputabilidad del sujeto y la existencia de ciertas circunstancias
concomitantes a la acción que pueden determinar que la falta de motivación por la
norma no sea reprochable al sujeto.

En definitiva, la concepción de la culpabilidad de la teoría normativa inicial,


concebida como reprochabilidad por una voluntad defectuosa, pasa a integrarse por
los siguientes elementos:
• La imputabilidad, que se concibe como capacidad de culpabilidad.
• El dolo y la culpa, como formas de voluntad defectuosa.
• La ausencia de causas de exculpación, cuya presencia impediría el juicio
de reproche, por no resultar exigible adoptar una decisión conforme a
Derecho.

B) La teoría normativa pura del finalismo. Con el finalismo se produce una


evolución en la teoría normativa, que despoja a la culpabilidad de todo componente
psicológico. Welzel traslada el dolo y la infracción del deber objetivo de cuidado, al

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juicio de antijuridicidad, sustrayéndolo de su tradicional sede en la culpabilidad, y


elimina de ésta todo elemento psicológico.

Dolo e imprudencia forman parte del tipo de injusto y la culpabilidad se


concibe como un puro juicio de reproche que se hace al autor de un hecho típico y
antijurídico por haberse comportado de forma contraria a Derecho, cuando podía
actuar de otro modo. La idea de libertad –poder actuar de otro modo-, como base
del juicio de reproche, se convierte en el fundamento de la culpabilidad.

En el finalismo, el contenido de la culpabilidad queda constituido por los


elementos siguientes:
• Imputabilidad: es la condición central para el juicio de reproche, ya que
el inimputable carece de libertad para comportarse de otro modo a
como lo hace.
• Posibilidad de conocimiento de la antijuridicidad, en tanto que ésta es
condición para poder actuar de acuerdo con lo dispuesto en la norma.
En el finalismo el dolo se concibe como dolo natural, es decir,
conocimiento y voluntad respecto a los elementos del tipo, sin incluir la
conciencia de la antijuridicidad. Ésta se convierte en un elemento
independiente que se integra en la culpabilidad, pero no como un
conocimiento psicológico efectivo, sino como una posibilidad. Es decir
se comprueba si el sujeto podía conocer la prohibición, como una
condición para poder adecuar su conducta a la norma. Si falta esta
posibilidad de conocimiento se excluye la culpabilidad, porque
entonces el sujeto no podía actuar conforme a la norma.
• Ausencia de causas de exculpación (miedo insuperable y estado de
necesidad exculpante). Se trata de los supuestos de inexigibilidad de
otra conducta, se trata de circunstancias en las que no queda excluida
totalmente la culpabilidad, es decir, no queda excluida la capacidad de
obrar de otro modo, pero el sujeto se encuentra en unas circunstancias
extraordinarias a nivel motivacional, que determinan que el
ordenamiento disculpe al autor y renuncie a imponer pena.

3. La crítica a la teoría normativa de la culpabilidad. La teoría de la motivación

La concepción normativa de la culpabilidad, concebida como la posibilidad de


actuar de otro modo, tiene como presupuesto la idea del libre albedrío, es decir, la
libertad de la voluntad. La crisis del concepto normativo de culpabilidad se produce,
precisamente, por la indemostrabilidad de este presupuesto. En este sentido, es de
especial importancia la aportación de Engisch.

El citado autor no entra en la polémica sobre el determinismo o


indeterminismo, es decir, la polémica sobre si la conducta humana está

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predeterminada por causas que excluyen la idea de libertad; o, si, por el contrario, la
conducta humana es libre y depende de la decisión de la voluntad. Lo que Engisch
pone de manifiesto es que la existencia de libre albedrío, es decir, la posibilidad de
actuar de otro modo, es indemostrable en el caso concreto. En primer lugar, porque
no es posible retroceder en el tiempo y colocar al sujeto en la misma situación en la
que actuó, para comprobar si pudo obrar de otro modo. En segundo lugar, porque,
aunque esto fuera posible, ese sujeto ya no sería el mismo, porque el hombre
dispone de memoria y, por ello estaría condicionado por el recuerdo de las
consecuencias de sus actos anteriores.

Pues bien, el carácter indemostrable de la capacidad de obrar de otro modo,


es decir, de la libertad generó una crisis en la concepción normativa de la
culpabilidad, ante la imposibilidad de verificación del fundamento que sirve de base a
esta doctrina. A partir de este momento, la ciencia penal enfoca el problema de la
culpabilidad desde tres posiciones distintas.

Este camino ha seguido básicamente tres opciones:

a) Un primer modelo prescinde de la categoría de la culpabilidad y sustituye la


misma por otros criterios para fundamentar la imposición de la pena.

b) Un segundo modelo intenta redefinir el concepto de culpabilidad,


añadiendo a la idea de la capacidad de obrar de otro modo, criterios preventivos.

c) Por último, el tercer camino mantiene la idea de culpabilidad basada en la


capacidad de autodeterminación humana y en la idea del poder actuar de otro modo.

a) La superación de la categoría de la culpabilidad y la teoría de la


motivación. Esta posición ha sido mantenida en Alemania por Danner y en España
por Gimbernat, Mir Puig o Muñoz Conde. Aunque estos autores sostienen posiciones
distintas, todos ellos parten de la crítica a la teoría normativa: la culpabilidad no se
puede fundamentar en el libre albedrío, porque no está demostrado que éste exista.
No se defiende una posición determinista (la conducta humana está sometida a la ley
de la causalidad, igual que los fenómenos naturales, de modo que toda acción
humana obedece a una causa), pero entienden que la libertad, como hecho, es
científicamente indemostrable. Además, aunque se pudiera demostrar en abstracto
que existe libertad, no se podría demostrar si, en concreto, el sujeto en el momento
de actuar fue libre.

Desde este punto de partida, Gimbernat prescinde del tradicional principio de


culpabilidad como fundamento y límite de la pena y parte de la necesidad de la pena
y de su finalidad preventiva e intimidatoria.

Por una parte, sostiene que el principio de necesidad de la pena para prevenir
el delito es lo que fundamenta la imposición de una pena. El efecto intimidatorio de

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la pena es necesario para reforzar las prohibiciones penales y conseguir que se


respeten las normas más elementales de convivencia. La pena, afirma Gimbernat, es
una amarga necesidad. Pues bien, desde esta concepción la culpabilidad se concibe
como motivabilidad, es culpable aquel sujeto que está en condiciones psíquicas de
normalidad que le permiten ajustar su conducta a lo dispuesto en la norma penal y
sin embargo, no atienden la llamada de la norma. La pena no es retribución por el
hecho que ha realizado un sujeto que podría haber actuado de otro modo, sino un
medio para motivar al ciudadano en contra de la realización del delito (prevención
general), por ello, sólo puede dirigirse a sujetos que, por sus condiciones personales,
son motivables por la norma; y sólo debe aplicarse con el fin de evitar que el sujeto
que ya ha cometido un delito vuelva a delinquir en el futuro (prevención especial).

Por otro lado, sostiene que no es necesario recurrir a la idea de culpabilidad


para conservar los límites y garantías que tradicionalmente se derivan de este
principio. Tales límites y garantías se pueden fundamentar desde otras
consideraciones.

Así, la no imposición de pena a los inimputables o a los sujetos que actúan con
error de prohibición, se funda en la falta de eficacia preventiva de la pena en estos
casos. Los inimputables son sujetos no motivables y, por ello, imponerles la pena
resultaría no sólo ineficaz, sino incluso abusivo. Respecto al supuesto de error de
prohibición, el razonamiento es parecido, en este caso el sujeto, por su ignorancia de
la norma no puede comportarse conforme a sus exigencias. En ambos casos, hay un
defecto de motivación que impide imponer la pena. Por otro lado, razona Gimbernat,
la no imposición de la pena en estos casos en nada afecta al efecto preventivo de las
normas, puesto que el resto de los ciudadanos que son normales o que se
encuentran en una situación normal de motivación saben que a ellos sí se les va a
imponer la pena en el caso de que delincan.

Por último, la diferencia de gravedad del hecho doloso respecto al imprudente


puede fundamentarse en consideraciones derivadas de la proporcionalidad. El hecho
imprudente causa una menor conmoción social que el hecho doloso, por ello no
necesita ser sancionado tan severamente. Por otra parte, frente al autor imprudente
que no quiere producir el resultado y que en muchas ocasiones ni siquiera se
representa su posible producción la pena tiene un menor efecto intimidatorio.

En definitiva, Gimbernat prescinde de la idea de culpabilidad como capacidad


de actuar de otro modo, pero conserva las garantías que derivan del tradicional
principio de culpabilidad.

Una posición similar, aunque no idéntica es la posición de Mir Puig. Este autor
concibe la culpabilidad como la atribuibilidad de un hecho a un concreto autor en
condiciones de normal motivación. Este sujeto considera que la culpabilidad no
añade desvalor alguno a la conducta distinto al de la antijuridicidad, y por ello, no
puede servir para fundamentar la pena, sino únicamente para atenuarla o excluirla.
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En la posición de Mir no se sostiene que los inimputables no sean motivables


por la norma, considera que sí lo son y prueba de ello es que muchos inimputables
no delinquen. La exclusión de pena en estos casos se funda en consideraciones de
justicia. Imponer la pena a un inimputable se considera injusto, porque el inimputable
no está en condiciones de normal motivación y por ello se violaría viola el principio
de igualdad real, que exige tratar de forma desigual a los desiguales.

b) La redefinición del concepto de culpabilidad. La tesis de Roxin. Roxin


crea una nueva categoría normativa denominada “responsabilidad” con la que
pretende sustituir la categoría tradicional de culpabilidad, e integrar la idea de
culpabilidad con la prevención.

Según este autor, las concepciones preventivas no son capaces de llegar a los
mismos resultados a los que se llega desde la idea de culpabilidad. Concretamente,
no son capaces de fundamentar la exclusión de la responsabilidad objetiva, puesto
que ésta puede resultar preventivamente más eficaz que la responsabilidad subjetiva,
ni tampoco son capaces de explicar la diferente penalidad del dolo respecto a la
culpa. Por ello considera que es preciso mantener la culpabilidad, pero no concebida
como poder actuar de otro modo, dado que ello presupone el libre albedrío, sino
otorgándole otro contenido.

Para Roxin, la culpabilidad es la capacidad de reaccionar a las exigencias


normativas. Esta idea descansa en un doble fundamento: empírico y normativo. Por
una parte, empíricamente se puede constatar la capacidad de autoconducción del
hombre y, por ello, la capacidad de reaccionar a las exigencias normativas; por otra
parte, desde un punto de vista normativo, y partiendo de esta capacidad, se atribuye
a los hombres la capacidad de comportarse de una forma fiel al Derecho. Esta
capacidad de reaccionar al estímulo normativo es lo que integra la responsabilidad,
que actúa como un límite de las necesidades preventivas. Así, aunque estas
exigencias aconsejen en un momento imponer pena, esta no se impondrá si el autor
carecía de la capacidad de reaccionar a las exigencias normativas.

c) El mantenimiento de la categoría de culpabilidad. Frente a las posiciones


que hemos expuesto un sector de doctrina aboga por mantener la categoría de la
culpabilidad con su contenido y fundamento tradicional basado en la idea de la
capacidad de autodeterminación humana individual, desligada de conceptos
preventivos.

Así, en Alemania Hirsch sostiene que lo relevante no es si realmente el hombre


es totalmente libre o no –este autor acepta tácitamente la indemostrabilidad del libre
albedrío-, lo realmente relevante es que la concepción del ser humano como libre se
encuentra aceptada socialmente y resulta la concepción dominante. Por ello, la
libertad se postula como un presupuesto de la convivencia en sociedad.

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IV. ELEMENTOS DE LA CULPABILIDAD

Las distintas teorías sobre la culpabilidad, definen de forma diversa su


contenido. Desde la teoría de la motivación, la culpabilidad se define como
motivabilidad, es culpable aquel sujeto que está en condiciones de normalidad, que
le permiten ajustar su conducta a lo dispuesto en la norma penal y, sin embargo, no
atienden la llamada de la norma. Desde este punto de vista, la culpabilidad se integra
por dos elementos:

- Imputabilidad: es imputable el sujeto que está en condiciones psicológicas


de normalidad, de forma que puede comprender el sentido de la norma y actuar
conforme a esta comprensión.

- Conciencia de la antijuridicidad: conocimiento de que la conducta es


contraria a Derecho y está prohibida por la ley penal, como presupuesto para ajustar
el propio comportamiento a lo dispuesto en la norma.

Para atribuir un hecho un sujeto es necesario que éste sea imputable y que,
además, actúe con conocimiento de que el hecho que realiza está prohibido por el
Ordenamiento jurídico. La culpabilidad del sujeto queda excluida si falta cualquiera
de estos dos elementos y, en este caso, aunque el hecho realizado sea típico y
antijurídico, el sujeto quedará exento de responsabilidad penal por el mismo.

En la práctica, para demostrar que el autor es culpable hay que demostrar


concurren en él los presupuestos de la culpabilidad. Esto se constata de forma
negativa: comprobando que no concurren ni las causas que excluyen la imputabilidad
del sujeto (causas de inimputabilidad), ni las que excluyen la conciencia de la
antijuridicidad (error de prohibición vencible o invencible).

Gran parte de la doctrina, incluye un tercer elemento en la culpabilidad la


inexigibilidad de una conducta distinta. La culpabilidad exige que el sujeto se
encuentre en condiciones normales de motivación. Si la situación motivacional es
anormal, de forma que cualquier sujeto en sus circunstancias se vería igualmente
afectado, el ordenamiento no puede exigir que la conducta se ajuste a Derecho. La
inexigibilidad queda excluida por las causas de exculpación (miedo insuperable) y se
distingue de la inimputabilidad. La inimputabilidad supone que el sujeto es
psicológicamente “anormal”; mientras que la inexigibilidad supone que el sujeto es
psicológicamente normal y lo que es “anormal” es el proceso de motivación que
rodea su decisión.

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