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Fecha: 28\08\2021
Carta Sexta.
De Paulo Freire.
De las relaciones entre la educadora y los educandos
En cuanto a la relación del educador y educando. La maestra busca que el alumno llegue al
aprendizaje superando las dificultades de lo que se pueda presentar. Lo que me llamo mucho
la atención sobre esta carta fue lo que menciono Paulo Freire a continuación “La práctica
educativa en la que no existe una relación coherente entre lo que la maestra dice y lo que la
maestra hace, es un desastre en la práctica educativa.” Esto quiere decir que la importancia de
lo que se ensaña y como se enseña es lo que repercute a el alumno y este no toma
importancia a lo que se debe aprender.
El hacer de la educadora debe de orientarse de una forma a otra a que el aprendizaje del
alumno crezca de tal manera, tanto la escuela como el educador debe de preocuparse por el
aprendizaje de este.
La importancia que tiene el maestro en esta carta, es que lo que ella enseña debe de ser algo
que el alumno pueda ver en la práctica cotidiana de este. Es importante que el educador se
centre en lo que se va a enseñar debido a que el alumno se da cuenta fácilmente de las
contradicciones de su maestro.
“¿Y qué decir de la maestra que constantemente testifica debilidad, vacilación, inseguridad, en
sus relaciones con los educandos? ¿Qué jamás se asume como autoridad en la clase?”
Partamos del intento de inteligencia del enunciado de arriba, en cuyo primer cuerpo
dice: “de hablarle al educando a hablarle a él y con él”. Podríamos organizar este primer
cuerpo de la siguiente manera sin perjudicar su sentido: “Del momento en que le
hablamos al educando al momento en que hablamos con él”; o: “de la necesidad de
hablarle al educando a la necesidad de hablar con él”; o aun: “es importante que
vivamos la experiencia equilibrada y armoniosa entre hablarle al educando y hablar con
él”. Esto quiere decir que hay momentos en los que la maestra, como autoridad, le habla
al educando, dice lo que debe ser hecho, establece límites sin los cuales la propia
libertad del educando se pierde en la permisividad, pero estos momentos se alternan,
según la opción política de la educadora, con otros en los que la educadora habla con el
educando.
No está por demás repetir aquí la afirmación, todavía rechazada por mucha gente
no obstante su obviedad, la educación es un acto político. Su no neutralidad exige de la
educadora que asuma su identidad política y viva coherentemente su opción progresista,
democrática o autoritaria, reaccionaria, aferrada a un pasado; o bien espontaneaste, que
se defina por ser democrática o autoritaria. Es que el espontaneásemos, que a veces da
la impresión de que se inclina por la libertad, acaba trabajando contra ella. El ambiente
de permisividad, de vale todo, refuerza las posiciones autoritarias. Por otro lado, el
espontaneásemos niega la formación del demócrata, del hombre y de la mujer
liberándose en y por la lucha a favor del ideal democrático así como niega la
“formación” del obediente, del adaptado con la que sueña el autoritario. El
espontaneaste es anfibio – vive en el agua y en la tierra -, no tiene entereza, no se define
congruentemente por la libertad ni por la autoridad.
Su ambiente es la licencia en que disfruta su miedo a la libertad. Es por eso por
lo que he hablado sobre la necesidad de que el espontaneaste superando su indecisión
política, se defina finalmente a favor de la libertad, viviéndola auténticamente, o contra
ella.