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Dentro del plan de gallo, las obligaciones venían normalmente abordadas o venían
siendo consideradas como uno de los diferentes modos de adquirir la propiedad. Si
comparamos ese plan tradicional con el plan alemán, nos encontramos con que en este
último las obligaciones son consideradas como una de las partes especiales del derecho
civil, el derecho de obligaciones ocupa un lugar dentro de esas partes especiales junto a
la familia o derechos reales. Lo que se viene tradicionalmente cuestionando es dentro de
ese plan moderno de Savigny el problema o la colocación dentro de esas partes
especiales de las obligaciones, lo que se suele debatir es si hay que colocarla antes de
los derechos reales o con posterioridad a estos, por extender o considerar que las
obligaciones son en realidad unas relaciones quizás más complejas que las relaciones
del ámbito de los derechos reales.
Hay que tener en cuenta que a esta materia de las obligaciones nuestro ordenamiento, y
de manera muy especial, la dedica uno de esos libros, el libro IV del CC, donde hay un
mayor número de artículos, desde el 1088 al 1976.
Se da la circunstancia, al igual que ocurre con otras partes del Derecho Civil, de que
dentro de ese libro IV se regulan una serie de cuestiones relativas al ámbito de las
obligaciones, pero no todas las cuestiones relativas a las obligaciones están recogidas en
ese libro IV. Además si vamos a este libro IV se da la paradoja de que hay algunas
materias recogidas en el mismo y que no son materia especifica de obligaciones. Por
ejemplo se regulan aspectos del régimen económico del matrimonio, propio del derecho
de familia, también se hace referencia a aspectos relativos a la prescripción extintiva y
adquisitiva que son materias que no son exclusivas de los derechos de obligaciones.
Incluso también a mayores se regula en este libro IV lo relativo a las modalidades de
derechos reales, como la prenda, hipoteca, etc.
Hay otros libros del CC que se ocupan de aspectos obligacionales, como por ejemplo las
donaciones inter vivos que no aparecen recogidas en el libro IV, sino que se encuentran
en el libro III.
Debe además tenerse en cuenta también que la obligación esta enlazada con otras
instituciones, sobretodo instituciones que pertenecen a otras partes especiales del
Derecho Civil. Por ejemplo, si vamos al derecho de familia precisamente se trata de la
obligación de alimentos entre parientes que es una institución típica del derecho de
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familia pero que también está íntimamente relacionada con el ámbito de las
obligaciones. Si vamos a otra parte especial como ocurre en el ámbito de las sucesiones
también se trata la obligación de saneamiento y evicción.
Este libro al que estamos haciendo referencia, contiene una serie de normas de carácter
general que van a versar sobre la doctrina general de las obligaciones y la doctrina
general de los contratos que tienen una indudable importancia de cara no solo para el
ulterior estudio de los contratos en particular, sino también nos van a servir para
fundamental el análisis o estudio de los negocios jurídicos en general o incluso además
van a servir esas normas de carácter general para otras ramas jurídicas.
A diferencia de lo que sucede en otras ramas del Derecho Civil, esta es menos dinámica
y está sometida a menos reformas que otras ramas como el derecho de familias que se
ve más influido por los ideales políticos. Sin embargo, a partir sobretodo de finales del
siglo XIX, las nuevas concepciones sociales han ido mitigando un poco el
individualismo que imperaba en toda normativa propia del derecho de obligaciones y
empieza a imperar en la legislación del ámbito de obligaciones una tendencia supra
individualista. Sobre todo teniendo en cuenta lo que sucede en el ámbito arrendaticio
donde se empieza a llevar a cabo una tendencia supraindividual o más socializadora en
el sentido de tener en cuenta no solo los criterios individualista sino teniendo en cuenta
esos criterios más sociales.
Partiendo de esta evolución, partiendo de las tesis individualistas a las más sociales, lo
que se ha hecho es propugnar la necesidad de reformar en sentido social el derecho de
obligaciones, limitando un principio básico en materia de obligaciones como es el
principio de autonomía de la voluntad (art 1255 CC) en donde se establece que dos
personas pueden establecer un contrato con todas las cláusulas que se quiera, dentro de
unos límites de orden público. Lo que se pretende es limitar este principio y llevar a
cabo una acentuada intervención del Estado en muchos contratos como ocurre en esos
de ámbito arrendaticio.
Teniendo en cuenta las distintas partes del Derecho Civil y más en concreto si nos
movemos en el derecho patrimonial, hay dos ramas fundamentales:
Derechos reales.
Derechos de obligaciones (o de crédito).
Es verdad que la distinción entre unos y otros tiene una gran importancia no solo desde
el punto de vista teórico sino desde el punto de vista práctico. Por eso, la doctrina lo que
ha hecho es establecer una serie de criterios a la hora de distinguir lo que tiene la
consideración de derecho real o lo que tiene la consideración de derecho de
obligaciones. Aunque uno y otro son derechos patrimoniales, existen entre ellos unas
notables diferencias. Criterios:
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Atendiendo al poder que se atribuye al titular de derecho.
El derecho real supone siempre un poder directo e inmediato sobre una
persona o una cosa. El propietario de una finca tiene reconocido un poder
directo e inmediato.
El derecho de crédito o de obligaciones no recae directamente sobre una
cosa sino que recae sobre una conducta o acto del deudor.
Atendiendo a la eficacia de ambos.
El derecho real es el prototipo de los derechos absolutos porque puede
hacerse efectivo y ejercitarse erga omnes, frente a todos.
El derecho de crédito es un derecho más relativo porque solo puede
hacerse efectivo con la persona del deudor.
Atendiendo a los modos de adquirir u originarse un derecho.
Los derechos de crédito nacen de un contrato o un título.
En el ámbito de los derechos reales se exige junto a ese contrato de
compraventa o ese título, el correspondiente modo, la correspondiente
entrega o traditio.
Atendiendo a la duración y causas de extinción.
Los derechos reales normalmente nacen con ciertas dosis de estabilidad y
permanencia.
Los derechos de obligaciones en cambio surgen para extinguirse.
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III. Las fuentes de las obligaciones: la ley, los contratos, cuasicontratos y actos y
omisiones ilícitos en los que intervenga culpa o negligencia.
Cuando se habla de las fuentes siempre hay que estar pensando que nos estamos
refiriendo a una serie de hechos o circunstancias que sirven de fundamento para el
nacimiento de una obligación. A ese interrogante de donde surgen o nacen las
obligaciones nos responde el art.1089 CC.
El delito.
El contrato.
Textos posteriores a esta época clásica del periodo Romano, han tratado de dar
respuesta a otra serie de circunstancias u obligaciones heterogéneas que no tienen encaje
ni en los delitos ni tampoco en el contrato, y por lo tanto se decía que había que hacer
referencia a otro tipo de obligaciones que pudieran surgir de otras varias causas del
derecho. Dentro de esas otras varias causas se incluían a los cuasidelitos y a los
cuasicontratos. A estas cuatro categorías, delito, contrato, cuasidelito, cuasicontrato, el
código de Napoleón francés lo que hace es añadir un quinto elemento, la ley. Este
quinteto de fuentes era en cierto modo considerado como algo superficial, una
nomenclatura algo viciosa que respondía mal a la realidad. Entre otras cosas se decía
que por ejemplo no se incluían algunos elementos o algunas fuentes que en realidad sí
podrían dar origen al nacimiento de una obligación, como ocurre en el caso del
testamento y de los actos mortis causa. Se decía, que el término del cuasicontrato,
aunque en teoría se aproximara al contrato, en realidad ese componente de acuerdo de
voluntades (fundamental en el caso de los contratos) no existe para nada, y por eso
también se le critica. Otra crítica es que el hecho de separar los delitos y los cuasidelitos
no tiene manera de ser ya que ambas proceden de actos de carácter ilícito, haya mayor o
menor sanción.
Como consecuencia de toda esta serie de críticas, lo que hace la doctrina es sustituir esa
clasificación tradicional por una clasificación más sencilla en donde existirían para esos
autores única y exclusivamente dos tipos de fuentes:
Para Diez Picazo y los que siguen esa línea de pensamiento las dos fuentes de las que
pueden surgir las obligaciones son:
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En resumen, y para concluir lo dicho hasta ahora:
Si trasladamos toda esta materia a nuestro CC, lo que hace el mismo es seguir
sustancialmente la clasificación romana, es decir el art 1089 lo que hace es seguir esta
última. Esa enumeración que recoge ese precepto y que parte del Derecho Romano es
objeto de desarrollo en los art siguientes, 1090, 1091, 1092 y 1093.
Aún hay otro componente que es el relativo a la figura de los cuasicontratos. A pesar de
que menciona al cuasicontrato en el art.1089, lo cierto es que el código no le dedica
ningún precepto en este ámbito de las disposiciones generales. Sin embargo se ocupa de
los cuasicontratos en los art.1887 y siguientes del CC con dos supuestos de
cuasicontratos:
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IV. La declaración unilateral como fuente de las obligaciones.
Hay autores que entienden que también habría que incorporar como posible fuente a la
declaración unilateral. ¿Pueden las obligaciones nacer o surgir de una declaración
unilateral de voluntad?
Esta posición de carácter negativo enlaza en cierto modo con el Derecho Romano, en
donde solo de modo excepcional cabría la posibilidad de una declaración o promesa
unilateral:
Sin embargo, y ahí es donde se plantea el problema, a finales del siglo XIX la doctrina
fundamentalmente la alemana lo que hace es reivindicar para su ordenamiento la
posibilidad de crear obligaciones por la voluntad unilateral y en definitiva tenerla como
fuente incluso que sea tenida como fuente de todas las obligaciones.
Esa tesis también tuvo su predicamento en la doctrina española, pero en cierto modo
esta postura de considerar que era la fuente de todas las fuentes ha sido generalmente
rechazada, y lo que se entiende o considera es que de forma excepcional, y por razones
del tráfico jurídico, pudieran existir algunos supuestos en donde podría considerarse a la
declaración unilateral como fuente de las obligaciones. Normalmente en el ámbito del
derecho moderno los casos más destacados serían:
Las ofertas de los contratos, la oferta de una venta efectuada por una persona
que en ciertos casos podría tener la consideración de fuente de obligaciones.
Las denominadas promesas, por ejemplo de una recompensa, a veces podrían
obligar a la persona que ofrece la misma.
Los títulos a la orden o al portador también pueden ser tenidos como una fuente
de obligaciones.
Las estipulaciones efectuadas para otros.
Los autores que rechazan la teoría de la declaración unilateral como fuente de las
obligaciones, parten de una serie de argumentos, como que si el legislador ha hecho una
enumeración de lo que son las fuentes de las obligaciones en el art.1089 y no la recoge,
por lo tanto no cabría considerar a esa declaración como fuente de las obligaciones, y
además que nadie puede adquirir un derecho sin el concurso de voluntades, es decir si
no hay otra persona que pueda obligarse o aceptar lo que se está ofreciendo.
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Frente a esos argumentos negadores de lo anterior, se alzan otro grupo de autores
quienes son más favorables de la admisión de la declaración unilateral como fuente de
las obligaciones, alegando que el hecho de que el 1089 no haga referencia a la mismo es
porque se está realizando una enumeración o una clasificación, sin incluir ninguna
norma jurídica. Por lo tanto, para llegar al reconocimiento de esa declaración unilateral
como fuente de las obligaciones no solo habría que pararse en el art 1089 si no que se
admite en cierto modo porque en algunos preceptos si puede ser tratada como tal o se
puede hablar de una obligación natural y que en definitiva a pesar de no encontrarse
admitida en una determinada norma es posible encontrar su reconocimiento dentro de la
costumbre.
Una cuestión que hay que abordar es el hecho al que se refiere el texto de la ley de
ordenación del comercio minorista del año 1996. El art.9 en su apartado primero hace
referencia a este caso y la condición de mantener con fuerza obligatoria esa promesa
pública de venta, esa declaración unilateral.
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