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3.

Crítica a la matriz de cultura única moderna como fundamento de una visión crítica

PREGUNTAS:

¿Por qué es fundamental la matriz de cultural?

- FEG

¿En qué consiste la enajenación?

- Vc

¿ cómo actúa la enajenación en el ser humano?

- Aquí esta el quid de la cuestión: en esta sociedad de la enajenación, que cada vez se
expande más, estamos enajenados de nosotros mismos por la manera de organizar la
vida, pero también estamos enajenados de la llamada naturaleza y, por lo tanto (como
estamos enajenados de nosotros mismos y de la naturaleza), hacemos de la especie
humana, sea cual fuera la cultura a la que pertenezca, “algo ajeno al hombre”.
-

RESUMEN:

La crítica fundamental de los cimientos de lo que en este trabajo llamamos la matriz cultural
única del sistema capitalista, como proceso de subsunción y destrucción de otras formas
civilizatorias y que avanza gracias a los eufemismos y la posición benévola de los “plurimultis”
y los usos dominantes de la “interculturalidad”, con lo que Adorno llamaría,

línea de menor oposición a las mercancías del espíritu... la línea de la menor oposición al
poder político... el de tener comprensión con los más necios. Ello ha conducido a una fatal
confusión. (Adorno, 1999: 55)

Esta línea de menor oposición a la sociedad y cultura del capitalismo, y de menor oposición a
su poder político, es resultado de la terrible falencia de no hacer una exploración crítica de la
matriz cultural del capitalismo.

La matriz cultural del capitalismo se hace “inmanente al dominio” (Adorno, 1973: 33), porque
la sociedad moderna actual está anclada en dos grandes procesos perversos: la enajenación y
el fetichismo que tiñe el conjunto de las actividades de esta forma civilizatoria. Lo
fundamental, hoy más que nunca, “es penetrar con la mirada el elemento de barbarie que hay
en la cultura misma” (: 37) de la sociedad capitalista. En esta fase del capitalismo, la cultura se
ha convertido simplemente en un “sistema de control” (: 28) y precisamente uno de los
mecanismos fundamentales de este sistema de control cultural son los usos dominantes de la
interculturalidad y sus “teóricos”.

Se necesita conceptos de cultura que nos permitan hacer una “antropología”, una “etnografía
crítica” de esta matriz cultural, ya que la hipótesis que sostenemos es que precisamente esta
matriz cultural que se postula implícitamente como la contenedora y base para la
“interculturalidad” está tendencialmente imposibilitada de ver y dialogar con otras matrices
civilizatorias, por el grado en el que la enajenación de la vida social se ha materializado.

Pasemos a exponer los elementos centrales de la enajenación en sus varios momentos.

Básicamente, la enajenación es la manera en la que el producto del trabajo y la vida de las


grandes mayorías de las personas y de nuestro esfuerzo productivo, afectivo, social, político y
simbólico se autonomiza radicalmente de nosotros, se vuelca contra nosotros y nos oprime y
explota. Es la manera de organizar el mundo de la vida, las formas que adopta la división del
trabajo, los procesos del trabajo y las formas de propiedad que determinan que exista una
relación perversa en tres niveles: con uno mismo, con los demás (entonces, con la especie) y,
finalmente, con la naturaleza.

En la sociedad organizada alrededor de la valorización del valor, que es el eje fundamental de


esta matriz de cultura única en expansión “global”, el conjunto de las actividades y relaciones
de esta sociedad aparecen cosificadas, es decir, se da sistemáticamente la priorización
absoluta del lucro y el beneficio de las minorías que aparecen como los beneficiarios del
trabajo social.

El ser humano (todos los seres humanos y no solo los que sufren carencias materiales) sólo
cuentan como un apéndice, como accesorio y producto utilizable y desechable de la
acumulación de las “cosas” (mercancías, el dinero es la mercancía por excelencia). La propia
humanidad y sus actividades, sueños y esperanzas, se convierten en una mercancía o en
elementos de una mercancía. El ser humano como valor de uso del capital.

La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de
las cosas, esto solo expresa que el producto del trabajo del que trabaja se enfrenta al propio
trabajador como un ser extraño como un poder independiente del productor....Esta realización
del trabajo aparece... como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del
objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación... Todas
estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el
producto de su trabajo como con un objeto extraño... El trabajador pone su vida en el objeto,
pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto... la enajenación del trabajador
en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto... sino que se
convierte en un poder independiente frente a él, que la vida que ha prestado al objeto se le
enfrenta como cosa extraña y hostil. (Marx, 1997: 105-106; negrillas nuestras)

La enajenación alcanza a todos los poros de esta matriz cultural, mientras más “desarrollado”
sea el proceso de subsunción real de la sociedad bajo el capital. Por eso, deberíamos llamar a
los países que han resuelto las necesidades materiales bajo este sistema de explotación
“global”, países altamente “enajenados”, en lugar de la calificación que ellos se han puesto de
países más altamente “desarrollados”.

Marx ilustra lo más significativo de este fenómeno, estas reflexiones sirven para poder evaluar
la posibilidad de una sociedad como esta para poder asumir y ver al otro.

¿En que consiste, entonces la enajenación del trabajo?... en que el trabajo es externo al
trabajador, es decir no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma,
sino que se niega, no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y
espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu... a actividad del trabajador no es
su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo... De eso resulta que el hombre
(el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer el beber, engendrar,
y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones
humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo
animal. (Marx, 1997: 108-109; negrillas nuestras)

En el conjunto de actividades que se modela según esta matriz de “cultura”, se realiza una
labor sistemática de modelamiento e interiorización de este tipo de relaciones, en la que no es
posible afirmarse y sistemáticamente nos estamos negando, no se puede desarrollar
plenamente el ser humano. La pérdida de “sí mismo” es fundamental para el sostenimiento
del “orden social” (como diría Radcliffe Brown) y deriva en que se da una transmutación de la
realidad, lo más típicamente animal se convierte en lo característico de estos “humanos” y lo
más humano se convierte en “lo animal”.

el trabajo enajenado convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, lo hace ajeno a sí


mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del género [especie]
algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en medio de la vida
individual... el trabajo enajenado, arranca al hombre del objeto de su producción, le arranca su
vida genérica... hace del ser genérico del hombre, tanto de la naturaleza como de sus
facultades espirituales genéricas, un ser ajeno para él... Hace extraños al hombre su propio
cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual, su esencia humana. (Marx, 1997: 111-
112)

Aquí esta el quid de la cuestión: en esta sociedad de la enajenación, que cada vez se expande
más, estamos enajenados de nosotros mismos por la manera de organizar la vida, pero
también estamos enajenados de la llamada naturaleza y, por lo tanto (como estamos
enajenados de nosotros mismos y de la naturaleza), hacemos de la especie humana, sea cual
fuera la cultura a la que pertenezca, “algo ajeno al hombre”.

Pero además, el mundo de la enajenación requiere y necesita de forma vital convertir “la vida
genérica [vida de la especie]” y la naturaleza en medio de vida de una ínfima minoría del
planeta, que aparece como dueña de la propiedad, la economía y el poder. Esto es, la
humanidad y la naturaleza como objetos desechables para ser usados por el poder, los estados
y el conjunto de las relaciones del capital.

Una consecuencia inmediata del hecho de estar enajenado el hombre del producto de su
trabajo, de su actividad vital, de su ser genérico, es la enajenación del hombre respecto del
hombre. Si el hombre se enfrenta consigo mismo, se enfrenta también al otro...En general la
afirmación de que el hombre está enajenado de su ser genérico quiere decir que un hombre
está enajenado del otro, como cada uno de ellos está enajenado de la esencia humana. (Marx,
1997: 112-113)

Todo el proceso de la enajenación remata en la enajenación del hombre respecto del propio
hombre. Cuando el capitalismo periférico y los poderes que lo supervisan nos plantean que
están empezando a preocuparse por los “otros”, las grandes mayorías y los indígenas,
justamente debemos preocuparnos todavía mucho más, ya que bajo el esquema de la
enajenación en la que viven y la potencian, lo más probable es que, con eufemismos y
sofismas, vuelvan a intentar tipos de inclusión subordinada, rearticular formas de dominación
más complejas y sofisticadas que se construyen bajo la simulación de la construcción de
“tolerancia” y “diálogo”. Porque:

La enajenación del hombre y, en general, toda relación del hombre consigo mismo, solo
encuentra realización y expresión verdaderas en la relación en que el hombre está con el
otro... En el mundo práctico, real, el extrañamiento de sí sólo puede manifestarse mediante la
relación práctica, real, con los otros hombres. (Marx, 1997: 113 - 115)

Las personas producidas por esta “cultura” difícilmente podrán siquiera plantearse el
“diálogo”, el “respeto” y la “convivencia”. El ser humano es siempre más de lo que pensamos y
por eso siempre existe la posibilidad de la emancipación, pero tendencialmente los entes
producto de esta matriz cultural, y más aun los teóricos e intelectuales producidos por este
sistema y sus universidades e instituciones estatales (como se demostró líneas arriba), están
casi absolutamente imposibilitados de la llamada “interculturalidad” en cualquiera de sus
definiciones progresistas.

Sólo la impulsan como algo mecánico e inercial, bajo la forma permanente de concesiones al
orden de la dominación. Son máquinas activando una acción maquinal, sin pensamiento, sin
conciencia, sin reflexión crítica, tanto más mientras más modelados y “formados” están por los
prejuicios de la visión dominante de la antropología a la que no escapan especialmente los
interculturalistas conservadores.

En este sistema, las personas son meros valores de uso para el consumo de los propietarios de
los medios de producción y, por lo tanto, objetos a ser consumidos para que se valorice el
valor: “El capital emplea al trabajo. Ya esta relación es, en su sencillez, personificación de las
cosas y reificación de las personas” (Marx, 1971: 96).

En esta relación fundante de esta matiz cultural es que encontramos la inversión del sujeto en
objeto y del objeto en sujeto. Los seres humanos somos objetos de consumo para que el
sujeto por excelencia, el mundo de las cosas, de las mercancías, se acreciente (valorización del
valor). Por eso es que no sólo las personas de esta matriz cultural, sino de todas las matrices
culturales y civilizatorias existen para el capital y la valorización del valor, son objetos en el
sentido estricto de la palabra. Estamos cosificados.

Es aquí donde surge el fetichismo de esta matriz cultural. Esto ocurre cuando las relaciones
entre los hombres aparecen como relaciones entre cosas por el espejo del mercado, entonces
les atribuimos cualidades místicas a las cosas. Los hombres tomamos por realidad la relación
social entre cosas y les atribuimos cualidades sociales y relacionales a las cosas.

Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante
los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los
productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas y, por ende, en
que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global,
como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. Es por
medio de este quid pro quo [tomar una cosa por otra] como los productos del trabajo se
convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales. (Marx, 1986: 88)

El carácter social del trabajo y la vida se presenta como propiedad de las cosas, y esta
apariencia (relación social entre cosas), es tomada como real. La enajenación se presenta
como fetiche: le atribuimos cualidades mágicas al capital, le atribuimos cualidades mágicas a
nuestras creaciones. Por ejemplo, tenemos una “fe supersticiosa” (Marx) en el Estado, cuando
en realidad es una creación nuestra, que se ha independizado de nosotros y nos oprime.
Vemos todas las cosas a la luz de una especie de hechizo, como la representación en yeso de
un santo al que le atribuimos cualidades sanatorias, etc. Perseguimos y adoramos esta relación
de sujeción y cosificación ya que tomamos unas cosas por otras. En eso consiste la
fetichizacion. Toda la sociedad de matriz de cultura única capitalista está construida y
sustentada por los fetiches que produce.

Por ejemplo, la subvención que realiza el mundo agrario a las ciudades, en la percepción de
una persona que vive de los fetiches del mundo capitalista se le presenta como lo inverso, “son
la rémora del pasado que vive gracias a la modernidad y debería modernizarse”. Otro ejemplo,
las necesidades y prioridades de la gente para poder reproducirse físicamente y
espiritualmente en condiciones mínimamente aceptables, en la lectura fetichista de la gente
enajenada, constituye un problema, es perjudicial a la lógica de reducción de costos e
incremento de beneficios. Todo queda subordinado a la valorización del valor (la vida, la salud,
la educación, etc.)

Este dominio y control de las cosas sobre los hombres, y la inversión de su percepción (tomar
unas cosas por otras), nos parece normal y deseable y esto profundiza la cosificación de los
hombres: el hombre se vuelve cosa. Somos sólo medios para fines externos. Los hombres
aparecen entonces como custodios de sus cosas, que son los sujetos de esta sociedad.

La dominación del capitalista sobre el obrero es por consiguiente la de la cosa sobre el


hombre, la del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la del producto sobe el productor... la
conversión del sujeto en objeto y viceversa. (Marx, 1971: 19)

Peor aún, los hombres son pretextos desechables de la acumulación. Esta es la consagración
de la inversión del sujeto en objeto y viceversa. Esta cultura presenta por ello una
imposibilidad gnoseológica, cognitiva y ética de establecer la “coexistencia” en la especie
humana toda vez que el capital es la matriz cultural de partida y llegada de la interculturalidad,
como sostienen implícitamente todas las corrientes conservadoras.

Esta matriz cultural es la esencia enajenada del hombre como negación de la comunidad. Y por
eso, en Latinoamérica, uno de los ejes de la actuación de los movimientos indígenas y sociales
urbanos es el cuestionamiento abierto de estas sociedades mercantiles y enajenantes.

Tenemos que trazarnos un horizonte de avances más claros y significativos de construcción de


un concepto de cultura y de interculturalidad que justamente recoja lo más importante del
pensamiento crítico y plantee claramente que:

el sentido de la cultura, es precisamente la superación de la cosificación... la cultura no puede


divinizarse mas que en cuanto neutralizada y codificada. El fetichismo lleva a la mitología.
(Adorno: 1973: 210)

Al concluir esta tercera parte, requerimos precisar mejor los elementos sobre los cuales
debemos seguir avanzando para una redefinición de la interculturalidad, planteando de forma
sistemática y ordenada al menos los elementos básicos que se requiere materializar para
posicionarse desde el punto de vista de sustento y profundización de las transformaciones que
vive el continente. Pasemos ahora a describir algunos de estos elementos esenciales.

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