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La reconciliación

Alumnos:

Piero Chilón Medina

Jhoan Adelmo Jave Torres

Curso: Religión

Tema: sacramento de la reconciliación


LA RECONCILIACION

La reconciliación es el «restablecimiento de la concordia y la amistad entre dos o más partes


enemistadas». «En este sentido, la reconciliación es un mecanismo de resolución de conflictos. Si
esta función no está implicada o no puede demostrarse, debe utilizarse un término más
descriptivo». El término «reconciliación» viene del latino reconciliare que significa
«recuperar, reconciliar”. Originalmente, el término se refería en primer lugar a la relación entre Dios
y los hombres, con lo cual se producía un cambio en la forma como los hombres se relacionaban
entre sí. Desde aproximaciones académicas son muchos los autores que han pensado y escrito sobre
lo que reconciliación puede significar, más allá de la esfera de la teología. Se enmarca en un proceso
más amplio de «credibilidad-aceptación-perdón-restauración». Es conditio sine qua non pero no
tiene por qué desencadenar ni el perdón de los demás ni la reconciliación. Perdón. El perdón, la
conciliación o la reconciliación parecen depender de múltiples y complejas variables que, en
cualquier caso, escapan a la linealidad de los modelos.
Los procesos de perdón y de reconciliación entre los individuos, además de depender de una
multitud de variables internas, psicológicas, de comportamiento, y externas, históricas, políticas, son
largos y extremadamente complejos.

La gradación de la reconciliación está íntimamente ligada con la disculpa, la justificación y el


perdón:

1. Disculpa (y admisión de responsabilidad). Se enmarca en un proceso más amplio


de «credibilidad-aceptación-perdón-restauración»
2. Justificación –rendir cuentas— que no implica la aceptación de
responsabilidades.
3. Perdón. El perdón, la conciliación o la reconciliación parecen depender de
múltiples y complejas variables que, en cualquier caso, escapan a la linealidad
de los modelos. los procesos de perdón y de reconciliación entre los individuos,
además de depender de una multitud de variables internas, psicológicas, de
comportamiento
4. Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la
llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18)
del que el hombre se había alejado por el pecado.
5. Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal
y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del
cristiano pecador.
6. 1424 Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o
manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento
esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también
una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su
misericordia para con el hombre pecador.
7. Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental
del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón [...] y la paz" (Ritual de la
Penitencia, 46, 55).
8. Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor
de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive
del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor:
"Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24).
9. Pero el apóstol san Juan dice también: "Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos y la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos
enseñó a orar: "Perdona nuestras ofensas" (Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de
nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados.
10. La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu
Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho
"santos e inmaculados ante Él" (Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de
Cristo, es "santa e inmaculada ante Él" (Ef 5,27). Sin embargo, la vida nueva
recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la
naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición
llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de
prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios
(cf DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida
eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40).
11. III. La conversión de los bautizados
12. Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del
Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y
creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación de la Iglesia, esta
llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su
Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y
fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Hch 2,38) se
renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los
pecados y el don de la vida nueva.
13. 1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida
de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda
la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al
mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la
penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una
obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y
movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de
Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).
14. 1429 De ello da testimonio la conversión de san Pedro tras la triple negación de
su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del
arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación
de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también una
dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia:
"¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).
15. San Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, «en la Iglesia,
existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la
Penitencia».
- Un ejemplo

Supongamos dos amigos se distancian porque uno criticó a la esposa del otro. Luego de algunos
meses sin hablarse, la persona que realizó el comentario negativo sobre la mujer del amigo lo
llama a éste y le pide disculpas.

De este modo, cuando el otro acepta el pedido de perdón, la reconciliación entre ambos queda
sellada. Estos dos amigos retoman entonces el vínculo y vuelven a hablar y a encontrarse tal
como hacían antes de la pelea.

- Un sacramento católico

En el contexto de la religión, la reconciliación es uno de los sacramentos que administra


la Iglesia Católica. También conocido como confesión o penitencia, a través de este
sacramento el creyente obtiene el perdón divino por los pecados que cometió.
Para conseguir la reconciliación, la persona debe confesar sus pecados ante un sacerdote. Antes
debe haberse arrepentido de su comportamiento y tener la intención de no repetir la acción. Una
vez que se confiesa ante el sacerdote, éste le indica al individuo una  penitencia que permite
reparar los pecados y finalmente lo absuelve.

- La reconciliación es un camino largo.

Si se es escuchado, se “ha ganado a un hermano”. Eso es lo que debe buscarse. Si esto no da


resultado el asunto debe ampliarse hasta hacer todo lo necesario. Se trata de un proceso para
toda la comunidad, que debe ejercerse con delicadeza, persuasión y diálogo fraterno.

- ¿Qué es la reconciliación y porque es importante?


El sacramento de la penitencia o reconciliación es aquella acción de Dios que a través de los
ministros de la Iglesia cancela los pecados de quien los confiesa con el corazón contrito. Las
únicas exigencias de Dios es que el pecador reconozca su pecado y esté verdaderamente
arrepentido.
- Vinculación entre los diversos aspectos de la reconciliación.

Este asunto ha sido abordado con extraordinaria lucidez y valentía por el papa Francisco
en la encíclica mencionada, Laudato si, y ha sido un tema central en el reciente Sínodo
de la Amazonía. Hay un punto que es clave -creo además que muy acertado- que es la
relación indisoluble entre el paradigma técnico-científico depredador de la naturaleza y
unas relaciones humanas radicalmente injustas. Si se arrasan los recursos de la
naturaleza sin escrúpulos, es porque se buscan las riquezas mineras, las ventajas
agropecuarias, en definitiva, los beneficios económicos y, con ello, se produce la
injusticia social. Por eso el Papa repite continuamente que “todo está relacionado”.
Responde, desde luego, a la esencia del mensaje bíblico y, concretamente, al evangelio
de Jesús. Jesús no mostró nunca admiración por las colosales obras que en su tiempo
estaban construyendo los Herodes, y que aún ahora causan admiración de historiadores
y turistas. Jesús veía debajo de aquellas gigantescas construcciones el sufrimiento de los
esclavos y el expolio de los pobres galileos. La reconciliación entre los seres humanos
está indisolublemente unida a una relación respetuosa y reconciliada de la humanidad
con la naturaleza, considerada y tratada como patrimonio de todos los humanos.
También de las generaciones futuras, un patrimonio que no puede seguir siendo
explotado egoístamente por una élite privilegiada en provecho propio, una élite en la
que, muy probablemente, nosotros nos encontramos.
Reconciliar implica recuperar un estado previo, positivo, traumáticamente quebrantado.
La reconciliación puede ser entre personas o entre grupos sociales; es un proceso de
superación de rupturas, distanciamientos, agravios, heridas.
celebrar el sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos en un abrazo
caluroso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos la hermosa,
hermosa parábola del hijo que se marchó de su casa con el dinero de la herencia; gastó
todo el dinero, y luego, cuando ya no tenía nada, decidió volver a casa, no como hijo,
sino como siervo. Tenía tanta culpa y tanta vergüenza en su corazón. La sorpresa fue
que cuando comenzó a hablar, a pedir perdón, el padre no le dejó hablar, le abrazó, le
besó e hizo fiesta. Pero yo os digo: cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios
hace fiesta. Sigamos adelante por este camino. Que Dios os bendiga.

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