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Hugo Zemelman.
Edgar Morin
A. CAPITALISMO FINANCIERO, TRANSFORMACIONES
SOCIOCULTURALES Y TRABAJO DOCENTE
Lo cierto es que el trabajo, desde sus orígenes es portador de esa doble carga: el lugar
del despliegue de la fuerza humana transformadora que se constituye también a sí
misma y el lugar del sufrimiento1, como lo plantea Lima (2010):
Para Marx (1986), a quien muchos consideran uno de los fundadores del estudio
científico del trabajo, éste es esencialmente acción:
1
L’Huilier (2009) recuerda que el origen etimológico del término trabajo viene del latín tripalium, un
elemento de tortura de la antigüedad.
“…es la acción humana con vistas a la producción de valores de uso y la
apropiación de sustancias naturales para los requerimientos humanos…” (Marx,
1986, pp. 183-184).
El trabajo es una necesidad para el hombre, pero no solo como una forma de superar las
limitaciones que le impone la naturaleza, sino que como un vehículo de expresión de las
capacidades combinadas del ser humano (Ollman, 1971, p. 128). Al actuar sobre el
mundo externo y modificarlo, el hombre modifica su propia naturaleza, “desarrolla sus
poderes dormidos y los obliga a acatar su dominio” (Marx, 1986, p. 177).
El trabajo, en tanto transformación del mundo, demanda a los hombres un papel activo,
que no ponen en juego en ninguna otra esfera de su vida. Solo a través del trabajo
concreto el hombre desarrolla todas sus potencialidades, pero además solo a través del
trabajo concreto, el hombre se constituye como tal:
“…debemos tener de antemano una idea de lo que queremos hacer, saber como
hacerlo y poder concentrarnos en su producción. No hay ninguna otra actividad
que exija tanto” (Marx, 1960, p. 75).
2
Se trata de una temporalidad lógica, no hay que considerar esta afirmación desde una perspectiva de
temporalidad lineal, Marx es claro al respecto.
las personas (Mastrajt, 2002). Esta y otras dimensiones esenciales del psiquismo
humano son función de las múltiples relaciones que establece una persona en torno a su
trabajo. El trabajo supone otros, es un acto social de producción.
La paradoja centrla del trabajo radica en que, por un lado el ser humano está él mismo
en su objeto de producción, pues ninguna actividad humana se realiza sin que se
“desarrollen vínculos subjetivos entre el productor y su producto” (Lima, 2010, p.1).
Sin embargo, el producto de su trabajo le es ajeno, se vuelve exterior a él y se aleja. El
objeto, producido y libidinizado, es apropiado por otro, el dueño de la fuerza de trabajo
de quien lo produjo, dando lugar al proceso de alienación.
Marx lleva bastante lejos su análisis cuando afirma que, de esta forma, “...todo es en sí
mismo distinto de sí mismo…” (Marx, 1960, p. 126). Lo humano - el producto del
trabajo - se vuelve inhumano, y lo inhumano – la mercancía - toma las características de
lo humano.
Lo que es trabajo aparece como algo ajeno, externo y apropiado por otro. Ese otro es
quien define la forma que tomará el trabajo, su intensidad y duración, el tipo y número
de productos a realizar, las condiciones laborales y el tipo de relaciones sociales a
establecer en torno a la actividad del trabajo.
Marx define cuatro grandes formas de alienación del hombre: respecto de su producto,
respecto de su actividad productiva, respecto de otros hombres, respecto de la especie
humana. Nos referiremos brevemente a las dos primeras, por ser las más relevantes para
efectos de este análisis.
El hombre se relaciona con el producto de su trabajo, que es trabajo objetivado, como si
éste le fuera ajeno, no pudiendo disponer de él. Pese a que él mismo está en el objeto de
su producción, éste le resulta exterior, se le va.
Por otra parte, el producto ejerce poder sobre el trabajador, los productos controlan a
quienes los producen. Marx (1986) dirá, los medios de producción emplean al obrero.
La vida del trabajador es una forzada respuesta a las exigencias de los propios productos
creados por el hombre.
El trabajador es retribuido con lo mínimo necesario para que pueda seguir produciendo,
en función del valor cambio de su fuerza creadora en el mercado del trabajo, no en
función del valor de uso de aquello que produce con otros.
La alienación del hombre con respecto a su producto, es más difícil de ver, de apreciar,
en los trabajos abocados a la producción de servicios, a los trabajos inmateriales, como
la docencia3.
Por otra parte, el trabajador no tiene injerencia respecto de la forma en que se organizan
las relaciones sociales para realizar la producción. De esta forma, el trabajo se hace
externo al trabajador: no pertenece a su ser esencial. En palabras de Marx, el trabajador
solo se siente a sí mismo fuera del trabajo, y en su trabajo se siente fuera de sí mismo.
“…el trabajador solo se siente como ser libre y activo en sus funciones animales,
comer, beber y procrear…en sus funciones humanas solo se siente como animal.
Lo animal se torna humano y lo humano, animal” (Marx, 1960, p. 76).
Pensar la docencia como trabajo permite referirla a la totalidad social, “totalidad que
cumple una función gnoseológica importante, no solamente como crítica a la división de
los campos disciplinarios, sino como fundamento para influir sobre la realidad”
(Zemelman, 1992a, p. 32).
Pese a su importancia, los estudios del trabajo docente son relativamente tardíos, en
comparación con otras actividades laborales (Martínez, 2007). Como veremos en los
próximos capítulos, cuesta ver a la docencia como un trabajo, cuesta ver los procesos y
los productos del trabajo docente, ya sea como potencial objeto de estudio o como
experiencia laboral, referida por los propios docentes.
En lo que debe ser el único estado del arte de los estudios del trabajo docente en
América Latina, Martínez (2001) plantea que ha habido tres grandes formas de entrar al
estudio del trabajo docente. La más antigua de ellas, el sufrimiento docente en el
trabajo, estudios motivados por las altas tasas de licencias de origen psiquiátrico que
presentaban los docentes, asunto que veremos en detalle en el capítulo 4 de este trabajo.
La tercera entrada a los estudios del trabajo docente ha sido la escuela. Los procesos
organizacionales, afectivos e ideológicos (Loureau, 1973) que se dan en las escuelas,
como instituciones y que hacen que las regulaciones generales se vivan de manera
diferente en cada cotidianidad escolar.
Los estudios del trabajo docente, en sus diferentes entradas, han permitido acceder a una
doble escisión, que permanecía oculta a los ojos de investigadores y trabajadores. Por
un lado, la distancia entre el trabajo prescrito y el trabajo real, presente en todos los
trabajos humanos, pero que en el caso de la docencia alcanza niveles mayores y
particulares. El problema de lo real en el trabajo lo abordaremos en el capítulo 8, el cual
dedicamos a los procesos del inconsciente en el trabajo. La distancia entre lo prescrito y
lo real aparecerá en varios capítulos, particularmente el capítulo 11, dedicado a revisar
investigaciones sobre subjetividad y trabajo docente en nuestro país.
Por otro lado, la escisión entre las condiciones y regulaciones del trabajo y la pedagogía
misma. Dos campos que prácticamente no se tocan, ni en los estudios, ni en las
legislaciones, ni en la palabra de los docentes. Como si la forma de trabajar no afectara
los aprendizajes de los estudiantes, como si las condiciones materiales y de
infraestructura no tuvieran que ver con la posibilidad de desencadenar procesos de
construcción de conocimiento.