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En las dos últimas décadas del siglo XX críticos literarios como Isabelle Jan, Juan
Cervera, Peter Hunt, Pedro Cerrillo, Jaime García Padrino, Teresa Colomer,
entre muchos otros, asumían ya, como un dato adquirido e incuestionable, la
existencia de la literatura para niños, evocando argumentos económicos,
sociológicos e inclusive pedagógicos para justificar la legitimación de una
literatura con particularidades muy específicas, el inicio del siglo XXI asistió al
apaciguamiento de las inquietudes teóricas y al alargamiento de una producción
ensayística y crítica de relevante calidad científico pedagógica en torno de la
literatura de infantil y juvenil, para lo que habrá contribuido, entro otrosfactores, a
la apuesta creciente en congresos internacionales, así como la atribución de
importantes premios internacionales en las áreas de literatura y deilustración.
Aceptada su existencia, otro problema que se planteó a la literatura infantil,
durante mucho tiempo, (y por ventura aún hoy) considerada por algunos como
un subproducto de su congénere para adultos y frecuentemente apuntada como
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una forma literaria menor (Hunt, 1994), por diversos motivos:
La literatura infantil es, ante de todo y sobre todo, literatura, sin -en
principio- adjetivos de ningún tipo; si se le añade “infantil” no es sino por el deseo
de delimitar una época concreta de la vida del hombre que, en literatura, está
marcada por las capacidades de los destinatarios lectores, y, en menor medida,
por gustos e intereses lectores muy concretos.
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estimular la creatividad...
• También abordamos cuestiones lingüísticas, enseñamos nuevas palabras,
incitamos a una producción oral o escrita, y realizamos una infinidad de
actividades para que nuestro alumno perfeccione cada vez más su conocimiento
de la lengua y de la literatura. Es un aspecto que abordan, igualmente, Marie
Gilroy y Brian Parkinson (1996:215).
El profesor de literatura debe de tener en cuenta las diversas funciones que la
literatura puede asumir en la enseñanza/aprendizaje. Algunas de estas
funciones pueden ser:
• Se puede desarrollar un modelo didáctico para mejorar la comunicación, la
lectura literaria, pragmática y el conocimiento cultural en la lengua a través de la
literatura.
• La capacidad del profesor que imparte la asignatura de literatura sea buena y
eficaz.
Actualmente, la mayoría de los alumnos no están preparados para el dominio de
los diferentes textos literarios por lo que sería conveniente que los docentes se
planteen cambiar su método didáctico.
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Es sabido que “Las mil y una noches” es un libro para adultos. No era
a los niños a quienes Perrault narraba sus cuentos. Tampoco lo hacían Julio
Verne, Louis Stevenson, Jack London o Daniel Defoe. Y muchos menos
Swift, autor de ácida y amarga personalidad, que escribe su famoso Gulliver
para poner de manifiesto las lacras de una sociedad. A los niños, en cambio,
se dirigieron al doctor Henrich Hoffman con su “Struwpelter!” para
manipularlos a su conveniencia pretextando una labor educativa; Andersen,
acoplando lo popular (Lolo Rico, 1986).
3. Bajo la máscara del interés por la lectura, existe un intento solapado de
manipulación; los autores pretenden perpetuarse formando y los padres afianzarse
dirigiendo a quienes dependen de ellos. Ambas posturas suponen falta de respeto
y temor a la libertad. De esta forma, los niños no reciben conocimiento de los libros,
ya que estos además de serles impuestos, no se corresponden ni con sus deseos
ni con sus necesidades. No son el resultado de su propia experiencia. Los niños
no son críticos, es por ello que los autores descuidan el estilo, la estructura,
temáticas en función del marketing.
4. La definición de “infantil” no es un criterio adecuado para ser considerado como
género literario.
5. Falta de “Literariedad” (desviación de la norma) según el estructuralismo (Teresa
Colomer). Muchas obras literarias de Literatura Infantil no tienen literariedad, no
produce ninguna desviación. Si no tiene este principio no son literatura y, por tanto,
tampoco es Literatura Infantil. A lo que habría que oponer, por ejemplo, la atracción
que tienen los niños por la poesía, quizá por su universalidad, incluso cuando el
sentido no es razonable ni lógico, sino más bien sensorial (Moga, 2016):
Que Mambrú ya se ha muerto
¡Qué dolor, qué dolor, qué entuerto!
Que Mambrú ya se ha muerto
Lo llevan a enterrar
Do re mi, do re fa
Lo llevan a enterrar.
En caja de terciopelo
¡Qué dolor, qué dolor, qué duelo!
En caja de terciopelo
Y tapa de cristal
Do re mi, do re fa
Y tapa de cristal.
Y detrás de la tumba
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¡Qué dolor qué dolor, qué turba!
Y detrás de la tumba
Tres pajaritos van
Do re mi, do re fa
Tres pajaritos van.
6. En su origen, la LIJ tenía un público distinto al actual. Ahora los niños tienen
menos formación en cuentos porque no reciben tanta tradición oral. También
mucha de la Literatura Infantil tradicional no lo era, prácticamente la mayoría
(véase el caso de la “Caperucita Roja” de Perrault). Si bien, encontramos ejemplos,
ya en el siglo XIX, que nos confirma que esa recepción había cambiado:
El último verano, por mi suerte o mi desgracia, y a consecuencia de
la enfermedad que padecía una persona de mi familia, para mí muy querida,
a quien el facultativo había recomendado las aguas medicinales, tuve que
acompañarla, y allá dimos con nuestros huesos en la pequeña villa de
Alange, establecimiento balneario de la provincia de Badajoz, cuyos
habitantes han ido construyendo sus casa en lo alto de un cerro, ni más ni
menos que la zancuda cigüeña hace su nido en las alturas de una torre. La
persona a quien íbamos recomendados, que no pudo hospedarnos en su
casa, nos dirigió a una cuñada suya llamada Librada Corbacho; y esto, que
consideré un contratiempo, fue la causa a que debo la recolección de una
no pequeña parte de mis cuentos. ¡Qué ajeno estaba de que en aquella casa
había de encontrar uno de esos filones de que se ven ya muy raros
ejemplares!
La señâ Librâ (como ya la llamaban en el pueblo) era una de esas
señoras que los extremeños decimos que son a la buena de Dios; muy
apegada a sus costumbres y que vive hoy, ni más ni menos, que como
vivieron sus padres y como vivieron sus abuelos, sin que para ella
signifiquen nada los años transcurridos.
Tenía esta señora, entre otras, una hija que se llamaba Pilar, madre
de dos pequeñas niñas, que, como criaturas que eran, siempre estaban
dispuestas a jugar y hacer ruido, tanto más cuanto que por aquellos días les
llegó de refuerzo un chico de una familia de Mérida que también se
hospedaba en la casa. Si se hubiera tratado solamente de las dos nietecitas,
con unos cuantos pescozones hubiera estado arreglado todo, como sucedía
algunas veces, pero como había que guardar consideraciones hacía el
pequeño huésped, de ahí se seguía el que en ciertos momentos, sobre todo
de noche, echaran mano al recurso de contarles cuentos, como medio el
más a propósito para entretenerlos y que estuviesen callados.
Y aquí fue ella. Lo mismo fue percatarme de que se trataba de
cuentos, que allí me tienen ustedes convertido en uno de tantos niños,
escuchando los cuentos que transcribía a mi cartera, no sin sufrir las burlas
de mis compañeros de hospedaje, entre los cuales se hallaban tres
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preciosas emeritenses, que no eran las que menos se burlaban, aunque por
su parte contribuyeron también después a aumentar mi colección de Juegos
infantiles de Extremadura, ya publicados en los tomos II y III de esta
Biblioteca (Madrid, 1884). En la relación de estos cuentos alternaba la
señora Librada, de quien recogí los de El herrero Aranda, El pastor, El
portugués y todos los que llevan la procedencia de Alange, con la inicial A.,
y su hija Francisca Ortiz, que me contó los de El rey Potrito, El sapito, El
pajarito, La serpiente, La flor del Cantueso, La Agata y todos cuantos llevan
al pie la letra F (Sergio Hernández de Soto, 1886: “Al lector”).
7. Las adaptaciones y la pérdida de contenidos y significados son otros aspectos
que quisiéramos indicar. Ya que casi ningún lector va a la editio princeps, por lo
que conocemos el texto a través de distintas adaptaciones, recreaciones o
versiones que en poco se asemejan a la edición original.
8. Por último, quisiéramos indicar que el aumento de la actividad lectora y editorial
no garantiza la calidad literaria. Aunque hay muchas editoriales que producen libros
de LIJ no todos son de calidad.
3.3. Perspectiva psicológica. La lectura por edades. Perspectiva
sociológica. Perspectiva estilística y literaria.
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modo tal de considerarla como una construcción lingüística en sí misma y a la
vez como un objeto estético que amalgama el arte verbal con el arte visual. La
presencia de la ilustración y del diseño gráfico parece caracterizar a una buena
parte de la producción de libros para niños y en este sentido los contenidos de
la enseñanza deberán atender a estas nuevas producciones en las que los
saberes que se ponen en juego para su estudio y su enseñanza no son solo
lingüísticos sino también del campo de la imagen.
Más allá del riesgo de que la intrusión de disciplinas ajenas a la literatura
pudiera estar desplazando del foco de los intereses de la enseñanza a esos
saberes que podríamos reconocer como específicamente literarios y que sin
duda son saberes cuyo último sentido ha de ser cooperar en la lectura, la
comprensión y la interpretación de los textos, sabemos que la literatura en
general se constituye como un discurso social, cultural y estético muy
significativo para una sociedad y que inevitablemente entra en relación, tanto en
su producción como en su lectura, con otros discursos sociales y con otras
manifestaciones del campo social, cultural, ideológico.
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3.4. La literatura infantil en el sistema cultural actual. Nuevos temas y
temas de siempre.
Los estudios tematológicos han dejado de ser cajón de sastre donde se
acumulaban enciclopédicamente motivos, temas y mitos. Actualmente cuenta
con una auténtica edad dorada, muy especialmente en lo concerniente a las LIJ.
No es casualidad que el origen de la tematología se feche en los estudios que
los hermanos Grimm realizaron sobre la literatura popular y oral. Existen al
menos tres ejes sobre los que el desarrollo de la tematología y la literatura infantil
confluyen:
- En primer lugar, los recelos que suscitó en un primer momento la
tematología están relacionados con la vinculación que los temas y los
mitos establecen entre lo literario y lo extraliterario a través de su
referencialidad y de la importancia del contenido, algo que parece
contradecir la especificidad del hecho literario, cuestionamiento que
también se le hace a la literatura infantil desde sus orígenes.
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Diríamos que con el nacimiento de las reflexiones sobre lo que debe y lo que
nodebe ser la literatura infantil se limitó y limó el repertorio temático dando lugar
encoasiones a una literatura moralista y simplificada que no ha resistido el paso
deltiempo.
Aarne-Thompson divide los cuentos tradicionales en: cuentos de
animales, cuentos comunes (maravillosos, religiosos, novelescos, del ogro
tonto); chistes y anécdotas; cuentos formulísticos y cuentos inclasificados.
Teresa Colomer (1998, p. 209) habla de la literatura tradicional, la fantasía
moderna, animales humanizados, fuerzas sobrenaturales, ciencia ficción,
interpersonal, maduración, vivir en sociedad, aventuras, narración histórica y
narración detectivesca. A esta clasificación le superpone la categoría de
“novedad temática” con libros que hablan de “conflictos psicológicos, temas
inadecuados, temas sociales, conflictos familiares y juegos de transgresión”
(ibid. 232)
Estas clasificaciones no parecen satisfacer del todo la riqueza temática
en la actualidad. Han aparecido temas nuevos, es cierto, pero nos resulta
especialmente importante cómo es la mirada crítica de especialistas y lectores,
lo que da una perspectiva temática a las nuevas narraciones pero también a
lasnarraciones de siempre.
Es cierto que a partir de los años 60 la sociedad europea ha vivido un
cambio vertiginoso en cuanto a derechos sociales y modelos familiares, pero
lo que ha cambiado sin duda es el relato de la historia, y el horizonte de
expectativas que tiene el lector literario. Podríamos decir que actualmente no
existe una frontera temática que no pueda ser traspasada en la literatura
infantil,especialmente en el álbum ilustrado. La homosexualidad, el maltrato,
el acoso, el cáncer, el sexismo, los trastornos del espectro autista, el alzhéimer
o la pobreza tienen representación entre la literatura escrita y pensada para
los máspequeños.
El docente de educación Primaria e Infantil encontrará en El maravilloso
mundo del mago de Oz, en la obra de Ungerer, Gloria Fuertes o Pedro el
melenas, instrumentos con los que tratar las emociones, la diversidad o la
soledad con hondura, riqueza y complejidad.
Teresa Colomer (2010) condensó la trayectoria más reciente que había tenido
la discusión sobre la LIJ. Esta se ha situado sobre dos pilares básicos: la calidad
literaria y los gustos del lector infantil, lo cual ha propiciado la delimitación de
aquellos aspectos específicos de la Literatura Infantil.
Los estudios sobre los libros infantiles han tenido como referencia los
mecanismos de valoración que han utilizado las diferentes corrientes críticas
sobre la literatura de los adultos. Esta actitud llevó en multitud de ocasiones a
considerar que la Literatura Infantil no era literatura o bien que estaba
constituida por textos poco valiosos.
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Las diversas poéticas estructuralistas (Mendoza, 2003/2006: 323) coincidieron
en otorgar a la literatura una determinada función al lenguaje, la función poética
que explicaría cómo la literatura se desvía de la norma, a diferencia de otros de
expresión lingüista. Afirmaron pues, que los textos literarios se caracterizan por
su literariedad y que este rasgo constituye el objeto de análisis de la teoría
literaria, lo que conllevó, entre otras cuestiones, a la incorporación del
comentario de texto en el aula. No obstante, los estudios sobre la Literatura
Infantil y Juvenil fueron muy escasos. En este intento, a la Literatura Infantil le
correspondió la consideración de un texto inferior, ya que se calificaba,
generalmente, de un texto menor desviado de la norma. Los estudios actuales
de la teoría de los polisistemas, por ejemplo, entienden que esa posición
marginal de la LIJ se debió a su inclusión, en el momento de aparición de dos
sistemas distintos: el sistema literario y el sistema educativo (Martens, 2016:
94-96), lo cual, en gran medida, aumentó su marginalidad debido a la
desviación respecto a la norma literaria convencional.
Junto a la inquietud por hallar los instrumentos para medir la calidad literaria
de la Literatura Infantil, encontramos otra posición: valorar los libros en función
del éxito que tengan entre los lectores. Es decir, si los niños aceptan una obra,
es que esta es perfectamente válida desde el punto de vista literario.
Además, es conveniente desterrar la idea de género para referirse a la
Literatura Infantil puesto que se confunde con la denominación ya tradicional de
género literario. Por otro lado, es preciso delimitar las condiciones que
convierten a la literatura dirigida a los niños en un objeto específico. Entre estas
destacamos: la adecuación al lector, que conlleva la selección de textos acorde
a la edad; el protagonismo de los niños en las historias; los elementos que se
repiten y los recursos lingüísticos debido a la inmadurez lingüística de los
receptores o el equilibrio entre dialectalismo y calidad literaria.
Debemos tener en cuenta que se escribe para niños pero compran y
seleccionan los adultos (el doble destinatario), por tanto, siempre habrá un
intermediario entre el niño y el libro. Esta mediación deberá ir remitiendo
conforme el lector se capacite para elegir por sí mismo, no solo en razón de la
edad, sino también de la experiencia lectora y su intertexto lector (Antonio
Mendoza, 2001).
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3. Producción literaria de niños y jóvenes.
4. Textos de la literatura para adultos que los niños han hecho suyos.
5. Todo aquello que es efectivamente leído por los niños.
Por tanto, en el concepto de Literatura Infantil y Juvenil se insiste en la idea de
elaboración lingüística y el cuidado de las formas para remplazar la
comunicación cotidiana por la estética, sin esta intencionalidad no podríamos
hablar de literatura. Se insiste también en el valor de los contenidos, ya que a
través de ellos se produce la conexión con el lector, incorporando tanto obras
que nacieron bajo el calificativo de Literatura Infantil, como aquellas que se han
ido incorporando a esta denominación debido a la aceptación que han tenido
entre niños y jóvenes. De este modo, se conjuga la teoría literaria y el papel del
lector, importantes para delimitar el ámbito de lo literario y de lo infantil.
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Documentales o libros de conocimientos.
Libros no basados en la ficción, en los que se pretende que el niño alcance un
conocimiento objetivo de la realidad. Su temática es de los más diversa y abarca
la cocina, el arte, las ciencias y las técnicas. A menudo aparecen ilustrados con
dibujos hiperrealistas o por medio de fotografías.
Cuadernos de actividades.
Entretenimiento para momentos de ocio, como muñecas para recortar,
construcciones plegables o cuadernos para colorear, asequibles en quioscos o
similares. Algunos forman parte del material escolar.
Gadgets promocionales.
Derivados de los anteriores, forman parte de las promociones de marketing de
determinados productos de consumo o de instituciones públicas o privadas. Se
regalan a los pequeños y forman parte de la publicidad indirecta, de la que los
niños se muestran muy golosos.
Publicaciones periódicas.
Revistas cuyo contenido ofrece modalidades de todos los tipos presentados
hasta ahora, con especial predominio del cómic, aunque también hay en ellas
cuentos, recortables, documentales, etc. Para el público infantil de cero a seis
años son relativamente escasas en España.
Como puede observarse no todas las tipologías del material impreso
para los pequeños responden al concepto de literatura, aunque el conjunto de
la producción editorial infantil se le reconozca con el nombre génerico, pero
incorrecto, de cuentos. Una mirada más atenta sobre la producción literaria
infantil nos permitiría agrupar sus contenidos a tenor de su contenido literario,
proponiendo la tipología siguiente:
A) Libros que narran procesos cotidianos, es decir, que su argumento
focaliza algo que al lector le ocurre o puede ocurrir todos los días. Los
protagonistas acostumbran a ser niños o animalitos que se comportan
como un niño, el marco de la acción refleja el habitual para el lector,
y el núcleo del relato consiste en describir la desviación y posterior
encauzamiento del devenir habitual, por lo que mantienen cierto
paralelismo con las fábulas y apólogos tradicionales.
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B) Libros que narran procesos insólitos, es decir, que su argumento
expone cosas, casos y situaciones alejadas de la cotidianidad propia
del tiempo o lugar del pequeño lector.
La ficción audiovisual.
Hoy en día el abanico de narraciones que llega hasta los más pequeños
se ha ampliado notablemente con la aparición de los soportes magnéticos. Los
cuentos e historias ya no se encuentran solo en los libros, sino también en las
cintas magnétofónicas, en la radio, en los vídeos, en algunos juegos multimedia,
en el cine y en la televisión. Aunque todavía no sea muy usual trabajar con estos
materiales en la escuela, no se puede ignorar que los niños están
acostumbrados a su uso y manejo en casa, y que algunos de los materiales son
muy adecuados para su edad.
Los dibujos animados constituyen uno de los apartados más interesantes
de la comunicación infantil. Los niños se muestran fascinados por ellos y no
cabe duda de que las aventuras de sus protagonistas impregnan su mente
como pocas, hasta el punto de que el imaginario colectivo generacional se
construye a menudo a partir de estas emisiones.
La suma de formas, colores, movimiento, sonido y fuerte caracterización
de los protagonistas reúne las condiciones idóneas para impresionar a fondo la
mente de los pequeños espectadores. Obviamente, los cortometrajes parecen
más idóneos para los pequeños que largometrajes, pero ello no impide que
alguna que otra película pueda ser apta para complementar el aprendizaje
narrativo que hallan en los libros. Largometrajes que no tienen que ser
forzosamente dibujos animados.
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Una escuela habitada por la literatura.
En los primeros años de vida se forma la base de la educación literaria de
las personas y la oferta actual de literatura para esa edad se ha desarrollado y
diversificado extraordinariamente en las últimas décadas. Sin embargo, desde
la perspectiva de la escuela, es en la acción del docente donde se juega la
partida del acceso a ese potente instrumento de comprensión de la realidad.
1. Narrar, cantar, recitar, leer.
Puesto que no saben leer, los niños necesitan de la acción del docente para
poder entrar en el mundo de la literatura. Sin potenciar constantemente el juego
interactivo del folklore y la narración de cuentos, la puerta permanecerá cerrada.
La interpretación oral forma parte de la profesión de un docente. Ana Pelegrín
(1982) sintetiza la necesidad de preparar narraciones en algunos consejos:
- Leer habitualmente cuentos para uno mismo para poder seleccionar el mejor
en cada ocasión.
- Aprender unos cuantos que nos gusten: memorizarlos, secuenciarlos, etc.
- Apropiarse también de los personajes. Pensar en la voz que tendrán, en la
expresión de su rostro, la vestimenta, etc.
- Escribir un guion argumental en un cuaderno del narrador con anotaciones
sobre la interpretación de los cuentos que los niños nos piden con mayor
frecuencia.
- Memorizar algunas fórmulas, como las de inicio y final, las palabras mágicas,
frases y palabras más pintorescas o hermosas, etc.
- Sonorizar el cuento: ensayar las onomatopeyas, las voces de los animales,
pensar en el ritmo, en cuándo vamos a susurrar o a levantar la voz, etc.
- Colocar al auditorio en el suelo, en semicírculo.
- Solicitar la participación e interacción en partes repetitivas, crear nuevos
personajes, en adivinanzas, canciones, etc.
2. Tiempo para mirar, leer y compartir.
Los niños deben vivir la literatura como una actividad social. Debemos
pensar en espacios y en el tiempo para compartir los libros. Por ejemplo, los
niños pueden apuntarse en una lista si desean recomendar sus favoritos en el
momento asignado para hacerlo. Y aquí sin duda se integran las actividades de
lectura compartida entre el docente y un grupo de niños, el tiempo del “rincón
de biblioteca” o las actividades propiamente encaminadas al descubrimiento y
dominio de la lectura.
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3. Extender la lectura a otras actividades.
Los cuentos o los poemas que más les han gustado se prestan a ampliar su
resonancia a través de la conversación, el dibujo, la dramatización, entre otros.
Por ejemplo, los niños pueden representar un cuento mímicamente mientras lo
contamos, o pueden preparar una exposición con las distintas versiones de un
cuento popular, o pueden dictar sus opiniones para confeccionar un mural con
ellas. Las actividades son infinitas y todo depende del objetivo concreto que
persigamos en cada caso: fijarse en las ilustraciones, agrupar los libros de un
mismo tipo, atender a la resonancia individual del cuento… En cualquier caso,
hay que huir de la rutina y ofrecer alternativas muy variadas al trabajo posterior
sobre los libros.
4. Programar el tiempo de las actividades.
Indudablemente se puede contar un cuento o recitar un poema cuando uno se
siente inspirado, cantar a corro cuando ve nerviosos a los pequeños o acudir al
rincón de la biblioteca un día de lluvia. Pero para que las actividades literarias
no se hallen a merced del azar u ocupen un lugar marginal, es necesario
programar su espacio y el tipo de rutinas que organizarán normalmente estas
actividades.
b) Más visitados. Los libros con muchos detalles y donde ocurren muchas
cosas dan tiempo para explorarlos, demorarse en las páginas, compartir
descubrimientos con el adulto, ect. Cuando los niños conocen ya la
historia pueden ver solos el cuento, se lo van contando a sí mismos, a
los muñecos…
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dicen o creen y lo que hacen o lo que ocurre.
e) Más osados. Los niños están aprendiendo las formas de su cultura. Para
ellos todo es nuevo, así que, ¿por qué no vana entender una ilustración
más rupturista que otra más clásica? Hay que abrir el abanico de
experiencias y no encasillarlos en lo más trillado.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
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1987.
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Hürlimann, B. Tres siglos de literatura infantil europea. 2ª edición, Trad. de
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