Está en la página 1de 18

■ Tema 2º. Antropología económica y economía cultural.

Culturas del
trabajo.

Antropología económica : dominio de la antropología social y cultural con perspectiva


muy distinta de la de la ciencia económica.
- Desde Malinowski, iniciador del trabajo de campo en la década de los ’20 del pasado
siglo con “Los argonautas del Pacífico occidental”, los antropólogos han entendido la
economía como una parte integrante de la totalidad de la sociedad y la cultura: las
acciones y sistemas económicos sólo se entienden si revelamos sus interrelaciones con
otros aspectos de la cultura y de la sociedad (p.e., las relaciones de parentesco, las
instituciones políticas, el culto a los antepasados en sociedades africanas, la figura del
jefe, la legalidad, la moralidad, etc.)
Es decir: los fenómenos económicos están insertos (“embedded”) en el todo
sociocultural, y es preciso enfocarlos holísticamente.

Las prácticas e ideas económicas son productos socioculturales tanto en las sociedades
‘modernas’ como en las ‘tradicionales’. Nuestras creencias en occidente suponen que
las sociedades modernas disponen de un sistema económico “racional” y basado en
los principios del ‘mercado’ y el dinero. En realidad, el “mercado” es una mistificación,
una conversión en símbolo dominante, y en concepto abstracto, de una esfera de
actividad económica que en otras sociedades es mucho más restringida y concreta (el
mercado sería ese lugar en la villa o aldea donde se acude periódicamente a
intercambiar productos con desconocidos, mediando o no dinero).
Otro concepto mistificado en occidente es el de dinero: Para Sahlins, “Money is for
West, what Kinship is for the Rest”.
En nuestras sociedades euro-occidentales –y a escala global- el mercado es la lógica de
interacción socio-económica que se ha tornado central y dominante, condicionando
todas las demás: a la lógica reciprocitaria ( restringida a las relaciones familiares y
entre amigos) y la redistribuitiva (propia de la labor de instituciones como el estado,
las cooperativas).

El ejemplo del consumo nos muestra cómo nuestras propias elecciones y prácticas
económicas, lejos de estar orientadas por un simple principio de racionalidad,
obedecen a símbolos, valores y presuposiciones que tenemos de las relaciones
humanas, anclados en los fundamentos de nuestras representaciones culturales.
El consumo (Douglas e Isherwood, 1978. El mundo de los bienes) está lejos de ser
racional, pues nuestras elecciones están motivadas por principios de incitación y
selección cultural hacia el consumo continuo (no presentes, p.e., en culturas
campesinas), y hacia el consumo selectivo de determinados productos y no de otros.
El análisis del consumo debe examinar categorías culturales y valores destacados de la
sociedad concreta (valores a menudo en conflicto, dadas las diferentes posturas
ideológicas), y no solo las presuntas “elecciones racionales” del ahorro, o el “maximizar
el valor”, que es en el que los economistas clásicos identifican la esencia de la acción
“económica”.
Además de proporcionar exámenes claves de la vida económica de otros pueblos, los
estudios antropológicos del consumo y el intercambio muestran que el modo
capitalista de organizar la economía no representa la única posibilidad lógica y eficaz.
La economía de mercado, aún siendo dominante, es una recién llegada, y
generalmente se articula con otros modelos económicos (el comunal y campesino, el
redistributivo, el doméstico), y si respeta o alienta su vigencia, a menudo es para
servirse de ellos.
El consumo atañe mucho más que a la satisfacción de necesidades primarias, pues la
economía en su conjunto no constituye una simple colección de métodos para la
supervivencia material (p.e., la inmensa cantidad de recursos invertidos en tecnologías
de la comunicación, en instrumental para la investigación científica, en burocracia, en
vestuario, turismo, moda o productos dietéticos…).
Las sociedades tradicionales tienen sus propias “culturas del consumo”; y estas son
distintivas, aunque se hayan integrado en mayor o menor medida en el sistema
mundial de intercambio de mercado.
Pero satisfaciendo sus necesidades de alimento, vestimenta, vivienda, trabajando, etc.,
en modos culturalmente específicos, las personas en todas partes se comunican
quiénes son, a menudo a través del consumo conspicuo.

Una teoría que se limite a afirmar que el consumo se dirige a la satisfacción racional de
necesidades, sin preocuparse de cómo son definidas localmente tales necesidades, no
podrá explicar ni la preferencias ni las prácticas de consumo realmente desarrolladas
en esa población. Luego es necesario estudiar el consumo como un “sistema cultural”,
como un conjunto de acciones simbólico-rituales por las que se fijan los status de la
persona; se expresan valores y rechazos ideológicos, y ‘se toma partido’ por
determinada concepción del mundo y la sociedad (cf. Mary Douglas Estilos de pensar.
Gedisa)
Lo mismo cabe decir de la producción y de la circulación o distribución de los
productos, los otros grandes aspectos de la actividad económica: ambos se encuentran
condicionados y definidos en cientos de formas específicas por las distintas tradiciones
culturales de la humanidad.

En primer lugar, conviene presentar los grandes enfoques metodológicos que se han
dado en la Antropología acerca de en qué consiste la economía desde un punto de
vista cultural y comparativo.

Enfoques clásicos y contemporáneos en Antropología económica


En antropología, la economía ha venido siendo definida, hasta finales de los setenta, al
menos de dos modos diferentes y contrapuestos:

1. La perspectiva formalista. La tomó inicialmente la A. económica (Firth, Arensberg)


de la Teoría económica clásica. Se centra en la capacidad de decisión racional del actor
individual. Postula que el Homo Oeconomicus es universal: en todas las latitudes los
individuos son capaces de tomar decisiones racionales en los procesos económicos,
eligiendo entre unos fines potencialmente ilimitados, pero utilizando medios
materiales limitados: así, invierten sólo en algunos fines, de forma que se maximicen
los beneficios y se minimicen los costes. Es decir, en toda la tierra, la actividad
económica se manifiesta en el impasible cálculo racional individual y maximizador de
beneficios, con independencia de “peculiaridades culturales”.
2. Como réplica, la perspectiva sustantivista se desarrolla a partir del incremento del
conocimiento etnográfico de otras economías culturales. Es sistémica; investiga la
lógica de los sistemas económicos locales (Dalton, Polanyi y su libro La gran
transformación). Considera la economía en un sentido “sustantivo”: es decir, consiste
en “la producción, distribución y consumo de bienes materiales y no materiales en
una sociedad”. La economía es una faceta “engastada” (embedded) en la totalidad
social y cultural, y se articula en función de las orientaciones morales, políticas y
simbólicas específicas que predominan en cada sociedad.
El sustantivismo ha prestado especial atención al examen del modo de distribución de
lo producido *, como ese nivel de la actividad económica que más influye en los modos
de organización social, legitimación política y universos simbólicos de las diversas
sociedades. Diferencia tres grandes modos de distribución
1) Reciprocitario: con las variantes
- reciprocidad generalizada (entre parientes, dentro de la banda)
- reciprocidad controlada (entre vecinos)
- reciprocidad negativa (con grupos extraños y rivales)
1) Redistributivo: con las variantes
- redistribución equilibrada (basada en la donación o entrega
voluntaria).
- redistribución jerarquizada (basada en el tributo o impuesto)
1) Mercantil:
- Sistemas con esferas de intercambio.
- Sistemas de intercambio mercantil generalizado.
_______________________________________________________________
* a diferencia de la perspectiva marxista, que atiende fundamentalmente a los modos
de producción y reproducción

Tanto los sustantivistas como Sahlins han criticado la perspectiva formalista: el “agente
racional” u Homo economicus no es un concepto aplicable a la comparación
transcultural, sino una creación de la cultura “mercantilista” occidental que solo refleja
el ideal del empresario de éxito. Pero en el mundo existen múltiples lógicas racionales
diversas, que orientan la actividad económica en referencia a valores y metas
culturalmente inculcadas. Así, el concepto de indivíduo maximizador no tiene sentido
en sociedades donde la unidad de producción, distribución y consumo no sea el
individuo, sino el grupo doméstico, el linaje o la comunidad local…
Por ejemplo, Chayanov mostraba cómo los campesinos rusos de antes de la revolución
no pretendían maximizar beneficios. Trabajaban lo justo para sobrevivir y generar un
excedente suficiente: serían optimizadores del esfuerzo más que maximizadores. La
cosa es indagar antropológicamente en qué consiste esa optimización en un contexto
cultural determinado.
Contrarréplica de los formalistas: los campesinos tienen prioridades económicas
diferentes, por ejemplo, a las de los brockers de Wall Street; pero también maximizan,
aunque sea valores diferentes a los capitalistas (por ejemplo, el tiempo libre puede ser
el valor maximizado, o el mayor honor, o el mayor rebaño de vacas entre los Dinka
sudaneses). Y respecto a estos valores, también calculan racionalmente su inversión de
recursos, esfuerzo, riesgos…
En todo caso, no podemos entender las decisiones económicas –incluso las
individuales- si no es estrechamente adheridas al contexto de la cultura local, y a sus
metas, estrategias y valores convencionales. Y sólo tras explorar esos “sentidos
locales” de la práctica económica podremos comparar estilos económicos de un modo
controlado.

3. El enfoque marxista en Antropología económica se desarrolla en las décadas


de los ’70 y ’80. Los principales defensores de esta aproximación son Sahlins
(con La economía de la edad de piedra), Friedman, Godelier (cf. Instituciones
económicas), Terray y Meillasoux
Comparten con los sustantivistas su rechazo de la definición formalista de economía
(una definición liberal-capitalista) Pero consideran insuficiente la aproximación
sustantivista: más que el modo de distribución, la clave de los sistemas
socioeconómicos (sostienen los marxistas) es el modo de producción, como nivel
determinante de toda formación económico-social,.
Para las perspectivas marxistas, dado cierto desarrollo de los factores de producción
(tierra, trabajo, capital, información), son las relaciones objetivas (las relaciones de
producción) que desarrollan los hombres dentro del proceso de producción social de
los bienes y mercancías, con el desigual acceso a los beneficios de lo producido, el
aspecto que determina las restantes características de cada formación económica y
social, incluidos su organización política, ideología, religión, arte, moral, costumbres…

4. La Economía cultural.
Es el enfoque de investigación actualmente dominante en Antropología económica.
También se conoce como “Etnoeconomía”.
Parte de reconocer el problema de que el uso de categorías occidentales de
conocimiento dificulta la comprensión de otras economías. Por eso, según Gudeman
(Economics as Cultures, 1986) ya que los seres humanos en todas partes configuran su
vida material, debemos comprender y explicar en el marco de sus propias teorías
nativas tanto el razonamiento y la conducta del individuo como el conjunto de la
economía (pretende explicar tanto el sistema económico local, tal como es concebido
por quienes viven en él, como el comportamiento del agente cultural que vive en su
seno).
A través del estudio etnográfico, dilucida la variedad de modelos económicos (o
“teorías” económicas) con que, localmente, las personas justifican las actividades
económicas; algunos occidentales (los fisiócratas, David Ricardo); otros de otros
continentes (los bemba, bisa y congo en Africa; el modelo dobu de Nueva Guinea; el
iban de Sarabak en Borneo); y algunos modelos campesinos centro y suramericanos
(campesinos panameños y bolivianos).
Los fisiócratas, por ejemplo sostienen que la tierra, con su fertilidad, ayuda a mantener
la riqueza, y son las actividades agropecuarias la base real de la producción; pero las
manufacturas y oficios artesanos son actividades ‘estériles’ y el trabajo en esos
sectores supone un gasto que no redunda en más beneficio que lo invertido.
Los bemba sostienen que la ‘prosperidad agrícola’ es voluntad de los ancestros; para
garantizar el sustento a partir de la tierra hay que complacer a tales ancestros…
haciendo lo que ellos hicieron, y distribuyendo parte de la producción a los jefes –
considerados viva encarnación de los ancestros-.

Los Iban emplean sólo cuchillos de mano para cosechar arroz. Aunque el uso de hoces
podría acelerar la cosecha, creen que esto puede hacer que el ‘espíritu del arroz’ huya,
y su deseo de prevenir ese inconveniente es mayor que su deseo de economizar
esfuerzos en el proceso de recolección.

El modelo Dayak de cazadores recolectores, centrado en el compartir relaciones y


compromisos morales con elementos animados del entorno natural, vuelve razonable
un conjunto de costumbres “sorprendentes”, entre ellas la ausencia de codicia y
preocupación por el futuro, así como la satisfacción con lo que haya siempre y cuando
sea compartido.

Estos ejemplos prueban que existen distintas concepciones de la lógica de la


economía; al compararlas entre sí se puede dibujar un perfil más preciso de cada
modelo. Podemos alcanzar una gran profundidad de entendimiento prestando
atención a los modelos populares.

■ Producción y modos de subsistencia.

La producción es la transformación de los recursos mediante trabajo en comida,


herramientas, vestimenta, vivienda: en todas las sociedades existen estrategias
productivas distintivas, dándose un enorme grado de diversidad cultural en ellas; pero
pueden definirse algunos tipos generales.
· ‘Tipos de producción’ generales:

- Tipo doméstico. En la mayoría de las sociedades estudiadas, las personas trabajan


para si mismas y sus familiares; tienen derecho a explotar los recursos productivos y a
controlar los resultados de su trabajo. Incluso especialistas como los herreros pueden
mantenerse sin necesidad de emplear esta artesanía.

- Tipo tributario. Se da en sociedades no industriales. La mayoría de las personas


produce su propia subsistencia, pero una oligarquía o aristocracia controla una parte
de la producción, incluidos los productos artesanos especializados. (El imperio Inca,
con los Curacas, por ejemplo)

- Tipo industrial. En las sociedades industriales buena parte del trabajo se basa en la
producción mecanizada (en fábricas y agricultura). Las máquinas son muy costosas:
sólo los capitalistas, empresas o gobiernos, pueden afrontar los gastos de producción.
La mayoría de la población, por tanto, trabaja asalariada.

-Tipo posindustrial. En la actualidad los sistemas digitales controlan máquinas y


cadenas de producción, transformando radicalmente el lugar de trabajo. Gran parte
del trabajo manual industrial está desapareciendo (o procede del infracotizado del
tercer mundo). Las empresas se orientan hacia el conocimiento y los servicios. La
información es más accesible gracias a la red y las telecomunicaciones, permitiendo el
auge del teletrabajo.

No cabe confundir estos “tipos de producción” mencionados, o los llamados “modos


de producción” de la perspectiva marxista (m.p. doméstico; m.p. asiático; m.p. feudal;
m.p. capitalista; m.p. socialista), con los “modos de subsistencia”.
Así, una sociedad de cazadores-recolectores (por su modo de subsistencia) puede estar
integrada en un entorno social dotado de una agricultura de plantación; una sociedad
pastoralista puede estar integrada en un sistema de producción tributario, y así
sucesivamente.
Los modos de subsistencia correlacionan determinadas técnicas y estrategias de
organización para la provisión de recursos, con determinados ‘rasgos socioculturales’
que serían características distintivas generales entre las diversas sociedades que
desarrollan un modo de subsistencia análogo.

1) Modo de subsistencia de la caza-recolección.

-Modo de subsistencia de toda la humanidad durante el 98% de su tiempo de


existencia sobre la tierra. Actualmente estos grupos se encuentran marginados y
sometidos.

-Los cazadores recolectores se despliegan en las zonas tropicales y árticas-antárticas


del mundo. Zonas marginales hostiles a la agricultura o ganadería.

- Dependen para su subsistencia de variables combinaciones entre caza y recolección


(grupos amerindios de las praderas, shan, dorobo), caza y pesca (grupos amazónicos,
kwakiutl, ona, yukagires siberianos), pesca y recolección (kamchadales), o simple
recolección (semang). Suelen cazar los hombres, y recolectar mujeres y ancianos.

-Tecnología material muy diversa, pero muy sencilla (el boomerang y la azagaya
australianos; las cerbatanas de semangs; las redes y trampas pigmeas) la tecnología
más compleja era la de los innuit y nootka del N. de América (kayays y canoas,
arpones, arcos compuestos, anzuelos de marfil). El resto de su cultura material es
sencilla y esencialmente portátil (recipientes, tiendas, cordajes).

- Modo errático de vida: están en constante movimiento, a expensas de la distribución


estacional de los recursos cinegéticos y vegetales.

- Ausencia de especializaciones (salvo los chamanes, brujos-médicos, etc.): todo el


mundo accede a las técnicas necesarias para fabricar lo que necesitan, y tienen
derecho igualitario a acceder a los recursos de subsistencia.

- Se organizan en unidades familiares conyugales integradas en pequeñas bandas que


recorren un territorio donde tienen derechos ancestrales a los recursos de caza y
recolección.
-Ausencia de propiedad privada de la tierra o los recursos: las armas son de quienes las
fabrican.

- Demografías mínimas (menos de 0.01 h./Km2) derivadas de su necesidad de


mantener el equilibrio entre población y unos recursos naturales cuya producción no
se controla.

- Ética estrictamente reciprocitaria: todo se comparte dentro de la banda


(especialmente la comida). El liderazgo es meramente técnico: no se hereda. Se
rechaza al líder ostentoso.

- Sociedades poco belicosas (excepto las amerindias de las praderas). Los conflictos se
dirimen por procedimientos ritualizados.

- Arte corporal portátil adecuado a su modo errático de vida (collares, pulseras,


estatuillas, escarificaciones y tatuajes).

2) Modo de subsistencia horticultor.

- Modo de subsistencia primario, basado en la producción de recursos, mediante una


agricultura rudimentaria. Generalmente se combina con la pesca, caza y recolección.

- Las sociedades horticultoras se extienden por los bosques lluviosos de la franja


tropical y ecuatorial del mundo: Papúa (Maring), Melanesia (trobriandeses), Polinesia
(Samoanos), Amazonía (Kuikurú, Shuar), África (fang)

- Suelen practicar el cultivo de tubérculos (ñame, taro, mandioca) y frutales (bananas,


árbol del pan) según el sistema de tala y quema de parcelas de bosque; un sistema
rotativo: la fertilidad de cada parcela dura unos 2-3 años. Los hombres talan, las
mujeres llevan el peso del cultivo. Pequeña ganadería de complemento (cerdos en
Papúa; aves y cabras en África). Suelen depender de la caza para obtener proteínas.

- Tecnología sencilla (palos cavadores, cuchillos, azadas, hachas de piedra) pero más
sofisticada (canoas, hamacas, shabonos y cabañas, telares, silletas) que la de los
cazadores recolectores.

- Modo de vida semisedentario (por las exigencias de la horticultura de rozas): unas


sociedades (kuikurú, jíbaros) son más asentadas que otras (yanomami)

- Escasas especializaciones (chamanes), pero sí liderazgos endebles (big men


melanesios, caciques de poblado) que tienen que renovar continuamente su
legitimación. Los liderazgos no se heredan dinásticamente.

- Se organizan en poblados de un centenar o dos de habitantes, vinculados por lazos de


linaje o clan, o matrimoniales, que poseen en común el territorio ancestral del linaje;
las parcelas son temporalmente poseídas por la familia que las aprovecha.
- Demografías débiles y precarias comparadas con las de los pueblos agricultores, pero
mayores que las de los cazadores-recolectores.

- Ética reciprocitaria dentro de los grupos de linaje: pero el líder se legitima como jefe
redistribuidor desprendido y espléndido.

- Sociedades llamativamente belicosas –especialmente las amazónicas y papúes-: al


líder se le exige ser tanto un buen guerrero como un buen mediador en conflictos
internos y externos.

3) Modo de subsistencia de la agricultura.

- Sociedades muy diversas, extendidas por las zonas templadas del mundo, cuya
subsistencia se basa en el cultivo de cereales (trigo y cebada en Eurasia y Oriente
Medio; arroz en Asia oriental y meridional; sorgo en África; maíz en América) u otros
cultivos duraderos y almacenables (patatas). Se suele complementar con una
ganadería diversificada.

- Tecnología productiva más sofisticada (azadas, arados, almacenes, guadañas, pozos,


sistemas de regadío), con uso de bestias de tiro –salvo en África- y cultura material
mucho más compleja. Producción de variados objetos de artesanía y formas artísticas.
Arquitectura.

- Modo de vida marcadamente sedentario, con desarrollo de poblaciones y núcleos


urbanos de altas densidades demográficas (los hijos permiten incrementar la
capacidad productiva del núcleo doméstico). Las mortandades epidémicas y
hambrunas limitan los crecimientos poblacionales –en el modelo demográfico
antiguo-.
- Estructura social estratificada –salvo en los agricultores tribales-; los excedentes
agrícolas permiten el desarrollo de la especialización en oficios y profesiones de
personas y colectivos no directamente implicados en la producción agraria. Aparición
de las clases sociales, los sistemas de castas y/o la esclavitud según las sociedades.
Imposición de tributos. Desarrollo del mercado, y de una ética mercantil en las
relaciones sociales, dejando en un segundo plano los vínculos de parentesco.

- Sistemas políticos bien de tipo tribal –agricultores libres-, bien jefaturas o estados.
Los líderes (aristocracias, monarcas, gobiernos) controlan los medios de producción
y/o los productos almacenados. Aparición de liderazgos instituidos y dinásticos.
Desarrollo de las instituciones administrativas (tributarias, tribunales, educativas) y los
ejércitos permanentes.

-La propiedad privada de los medios de producción coexiste con formas comunales de
apropiación de recursos tales como la tierra, las aguas, edificios o (gremios) oficios.

- Sociedades cuya defensa la asumen guerreros tribales (bambara, dogón) o ejércitos


permanentes (China, Benin, Shilluk, Castilla medieval) y cuyas formas de conflicto se
manifiestan a mayor escala, en forma de guerras entre reinos, grupos tribales o
naciones.

- Estrategias particulares de agricultura son la agricultura arrocera de inundación en


terrazas S. y E. de Asia; La agricultura cerealista extensiva (llanuras euroasiáticas y
africanas); la agricultura de policultivo intensivo ( Europa atlántica, Centro y
Norteamérica); la agricultura comunal de azada en África subsahariana. Mención a
parte, como tipo sociocultural agrícola distintivo y mundialmente generalizado, son los
campesinos.

Los campesinos:

- Son (según Kroeber) “sociedades-parte y culturas-parte”: se encuentran situados en


la base de sociedades estratificadas y estatales de mayor magnitud que la escala local.
Las llamadas “culturas campesinas” nunca están aisladas; sólo pueden ser
comprendidas como uno de los polos de la dualidad rural-urbano o villego-campesino,
vinculadas a las ciudades de referencia comarcal.

- Su tipo de subsistencia es doméstico (la familia extensa actúa como equipo


productivo), complementado con los sistemas de ayudas mutuas dentro de las
comunidades vecinales.

-Se ven obligados a satisfacer distintos “fondos económicos” (cf. Erik Wolf, Los
campesinos): el fondo de subsistencia, fondo de reposición, fondo ceremonial, fondo
de solidaridad, f. mercantil y fondo de renta. El fondo de renta (obligación de pagar
tributos y rentas de arrendamiento) muestra la posición socio-políticamente
subordinada de los campesinos dentro de la sociedad global a la que pertenecen…
pero, a diferencia de los asalariados industriales y de los jornaleros, son propietarios
de los medios de producción que trabajan. Controlan el proceso productivo y el
destino del producto.

-Disponen de una diferente concepción del tiempo: no participan del tiempo industrial
de trabajo, estrictamente contabilizado y racionalizado. Trabajan de sol a sol, y el
esfuerzo laboral no se valora en horas de cara a fijar retribuciones.

4) Modo de subsistencia pastoralista.

- Son pueblos que viven de la cría y pastoreo de rebaños de animales domesticados,


donde alguna especie predomina (camellos, dromedarios, vacuno, yaks, caballos,
renos) y es complementada por otras que sirven de recursos de subsistencia.
Generalmente no practican cultivos agrícolas, pero pueden complementar con el
comercio a distancia (Tuareg, Teda) su modo de vida.

- Son sociedades que habitan en regiones áridas o esteparias y de tundra del Viejo
Mundo, en una franja desde la costa atlántica del N. de África (Sahara y Sahel), al W.,
hasta el desierto del Gobi, en Asia Oriental; y los pueblos pastoralistas nórdicos, desde
el N. de Escandinavia (Sami) por Siberia occidental y central (Evenki, Nentsi) hasta
Siberia oriental (Yakutos).

- Su riqueza y prestigio la valoran en términos de cabezas de ganado, estimadas sobre


la especie principal; históricamente han competido entre sí (linajes, grupos tribales)
por hacerse con ganado del rival. También han saqueado históricamente a los pueblos
campesinos vecinos, o han comerciado con ellos en mercados abiertos (Tombuctú)
para hacerse con productos agrarios y artesanales de los que carecen. Ellos aportan
productos ganaderos, sal y artesanía del cuero. Dependencia del entorno campesino.

-Su tecnología es simple y su cultura material fácilmente transportable a lomos de los


animales ( jaimas, yurtas, prendas de tela o cuero, ajorcas y ornamentos de metal,
armas de mano, talabartería, cuencos, etc.). La ornamentación corporal incluye
pinturas, tatuajes, etc.

-Modo de vida trashumante (trashumancia simple, compleja, o semierrática dentro de


un territorio), acorde con el aprovechamiento de los pastos estacionales para el
ganado

- Estructura social basada en agrupaciones (hordas, cáfilas, campamentos) compuestas


por segmentos de linaje emparentados, liderados por un consejo de ancianos o por
jefes (janes, jerifes). Pueden organizarse en linajes segmentarios igualitarios (dinka,
nuer) o en grupos desigualitarios (jefaturas mongolas), que incluso llegaron a
desarrollar imperios (mongoles, árabes, manchúes).

- Sociedades cuyo concepto dinámico del territorio choca con las demarcaciones
estatales, dada su necesidad de movilidad a través de cañadas, pasos, y pastos sobre
los que disponen de derechos tradicionales. Su modo de vida no se ajusta al concepto
de ciudadano o súbdito propio de las sociedades estatales, que pretenden casi siempre
su asentamiento: los conflictos, por tanto, son crónicos (tuareg, kurdos, pashtunes,
basheri, pathanes).

5) Modo de subsistencia industrial.

- La agricultura industrial se caracteriza por el empleo intensivo de recursos


productivos -fertilizantes, fitosanitarios y maquinaria- para la producción a gran escala
de una agricultura orientada hacia el mercado. Asimismo se basa en el empleo de
instrumental neotécnico que consume combustibles fósiles a gran escala –y no bestias
de tiro, como la tradicional paleotécnica-. La fuerza de trabajo no es doméstico-
familiar ni comunitaria: es asalariada -empleados, maquinistas y jornaleros-.

- Las explotaciones son concebidas como empresas en las que se invierte según cálculo
de beneficios y costes de mercado, existencia de subvenciones, oportunidades de
negocio, etc. La propiedad de los medios de producción recae en manos de
empresarios agrarios, salvo en los modelos colectivistas socialistas de tipo koljoz o
sovjoz, en los que la propiedad era estatal.
- Los empleados industriales no son propietarios sino de su fuerza de trabajo, viéndose
obligados a venderla a cambio de un salario. Las relaciones con la empresa son
contractuales, y el esfuerzo y retribuciones se estiman en términos de horas y jornadas
de trabajo (diferente concepción del tiempo que los campesinos). No controlan el
proceso de producción (se encargan de secuencias dentro de la cadena de producción)
ni el destino del producto final.

- Se suelen organizar en sindicatos que defienden convenios salariales y garantías


laborales (el asociacionismo sindical entre los campesinos es casi anecdótico)

- La informatización y tecnificación de los procesos productivos y del comercio está


haciendo desaparecer buena parte del trabajo manual industrial: el empleo pasa a
depender progresivamente del acceso a la información, del reciclaje periódico en
distintas habilidades y de la flexibilidad funcional (trabajo por metas).

§ Los incentivos para el trabajo.

- La gente trabaja, obviamente, porque hacerlo es necesario para la subsistencia. Los


incentivos son los motivos que estilmulan a la gente a trabajar. Estos incentivos no son
iguales en todas las sociedades, y no son siquiera iguales entre personas, clases o
grupos profesionales dentro de una misma sociedad. Es tarea antropológica analizar
localmente cuáles son los significados y valores asociados a un término tan polisémico
y ambiguo como “trabajo”.

- ¿Por qué en algunas sociedades la gente trabaja corrientemente más de lo que


tendría que trabajar para alcanzar un nivel mantenido de subsistencia? El motivo del
beneficio monetario no es universal -p.e., está ausente en las de cazadores-
recolectores o en los pueblos horticultores, y parte de los campesinos y pastoralistas-,
y donde existe no siempre supone el motivo dominante.

- En las economías de subsistencia la gente frecuentemente trabaja menos que en las


economías comerciales: los cazadores-recolectores, como los dorobo o los udegés
siberianos, disfrutan de gran cantidad de tiempo de ocio, siendo su esperanza de vida
a menudo superior a la de los campesinos. Tampoco los kuikurú y otros pueblos
horticultores producen más de lo que necesitan a corto plazo: no almacenan
excedentes mucho tiempo, porque se pudrirían, y carecen de una autoridad política
que pueda imponer una recaudación de los mismos.

-Maximizar la producción de alimentos puede resultar una estrategia desastrosa,


especialmente entre los cazadores-recolectores (superarían la capacidad de extracción
del medio, con la rarefacción de las especies de las que se subsiste).

- Cuando los recursos se destinan principalmente al consumo doméstico, la


gente trabaja más si hay mayor proporción de consumidores en la familia (i.e.,
niños pequeños y ancianos). Cuando la proporción de trabajadores es mayor,
generalmente trabajan menos (regla de Chayanov).
- Cuando las personas trabajan por encima de lo necesario para la mera
subsistencia familiar, incluidas sociedades con economías “de subsistencia”, lo
que les motiva a ese plus laboral pueden ser el reparto y transferencias de
comida y recursos mucho más allá de la familia, y a veces incluye a toda la
comunidad o grupo de comunidades.

- A veces, el propósito de esa ‘extensión’ del aprovisionamiento es una


estrategia para acrecentar el prestigio personal y verterlo en influencia política
(grandes hombres melanesios). En esas sociedades, los generosos reciben
ventajas sociales: se trabaja para adquirir respeto, autoridad o influencia (los
valores optimizados). Nótese: no dejan de constituir estrategias económico-
sociales perfectamente racionales. En muchos grupos, pueden ser necesarios
comida o bienes adicionales (ganado en África) para concertar y celebrar
alianzas matrimoniales entre linajes, o para llevar a cabo rituales o ceremonias
(incluidos los acontecimientos deportivos, o festivos).

- Es decir: la definición de los fines del trabajo y las necesidades en una cultura
suelen ir mucho más allá de lo “imprescindible”. O dicho de otro modo: “lo
necesario” puede definirse muy variablemente, dependiendo de la perspectiva
cultural específica (así, los conceptos de “riqueza/pobreza” son propios de
nuestra sociedad y sociedades estratificadas campesinas: no es una dualidad
válida en las clasificaciones de las relaciones humanas de cazadores,
horticultores, y sociedades agrícolas tribales).

En un pueblo de la costa mexicana, un paisano se encuentra medio adormilado junto al


mar. Un turista norteamericano se le acerca, entablan conversación y en un momento
determinado el forastero pregunta: ‘Y usted, ¿en qué trabaja? ¿A qué se dedica?’. ‘Soy
pescador’, responde el mexicano. ‘Caramba, un trabajo duro’, replica el turista, quien
agrega: ‘Supongo que trabajará usted muchas horas cada día, ¿verdad?’. ‘Bastantes,
sí’, responde su interlocutor. ‘¿Cuántas horas trabaja como media cada jornada?’.
‘Bueno, yo le dedico a la pesca un par de horitas o tres cada día’, replica el interpelado.
‘¿Dos horas? ¿Y qué hace usted con el resto de su tiempo?’. ‘Bien. Me levanto tarde,
pesco un par de horas, juego un rato con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer y, al
atardecer, salgo con los amigos a beber unas cervezas y a tocar la guitarra’. ‘Pero
¿cómo es usted así?’, reacciona sorprendido el turista norteamericano. ‘¿Qué quiere
decir? No entiendo su pregunta’. ‘Que por qué no trabaja más. Si lo hiciese, en un par
de años tendría un barco más grande’. ‘¿Y para qué?’. ‘Más adelante, podría instalar
una factoría aquí en el pueblo’. ‘¿Y para qué?’. ‘Con el paso del tiempo montaría una
oficina en el distrito federal’. ‘¿Y para qué?’. ‘Años después abriría delegaciones en
Estados Unidos y en Europa’. ‘¿Y para qué?’. ‘Las acciones de su empresa, en fin,
cotizarían en bolsa y sería usted un hombre inmensamente rico’. ‘¿Y todo eso, para
qué?’, inquiere el mexicano. ‘Bueno’, responde el turista, ‘cuando tenga usted, qué sé
yo, 65 o 70 años podrá retirarse tranquilamente y venir a vivir aquí a este pueblo, para
levantarse tarde, pescar un par de horas, jugar un rato con sus nietos, dormir la siesta
con su mujer y salir al atardecer con los amigos a beber unas cervezas y a tocar la
guitarra’.
En economías comerciales como la nuestra, la motivación parece identificarse con los
ingresos adicionales, que permitan una mayor capacidad adquisitiva de bienes
suntuarios -consumo ostentoso que demostraría una condición social ‘más elevada’- o
incrementar la inversión en el negocio.
Pero incluso entre nosotros el deseo de elevar el nivel de vida no es probablemente el
único motivo, ni el principal* : otros motivos pueden ser aumentar el tiempo libre
intensificando estratégicamente la dedicación laboral por temporadas; convivir con los
compañeros de siempre; hacer lo que se sabe hacer con la mejor competencia técnica;
valorar el trabajar con esas herramientas de producción, o el producir ese concreto
producto; buscar el beneficio de los hijos; trabajar como modo de acceder a la
trascendencia (ética calvinista del trabajo); trabajar como muestra de veneración y
respeto a los antepasados (más propio de los pueblos africanos); trabajar por cuestión
de prestigio social o dignidad –a pesar, a veces, de la escasa retribución-; hacerlo por
solidaridad; trabajar para seguir dotando de orden a la propia jornada diaria (por
ejemplo jubilados, o personas que apenas reciben retribución)…

§ La organización del trabajo.


El grado de organización del trabajo encuentra su mayor complejidad en las
sociedades industriales (p. e. una cadena de montaje automovilístico), donde se da una
organización política también compleja (p.e., para recaudar impuestos entre los
productores).
En las sociedades cazadoras-recolectoras y horticultoras apenas existe la organización
formal del trabajo (sólo se organizan cuando la cacería lo exige); son frecuentes los
cambios en la composición y en la dirección, y la participación voluntaria:
prácticamente todo el mundo tiene que realizar el mismo trabajo –pero algunas tareas
exigen más coordinación que otras, como la gran caza-.
Los lazos familiares o dentro de grupos de filiación son una base importante para la
organización del trabajo en las sociedades no industriales.
A medida que aumenta la complejidad tecnológica, la base de la organización del
trabajo se va desplazando a grupos organizados sobre bases diferentes a las del
parentesco. Se refuerza la obligación de participar (estados y organizaciones políticas
complejas, como las jefaturas). El estado puede emplear el poder para reclutar mano
de obra para la construcción de infraestructuras y edificios públicos; y la ley permitía a
los propietarios de esclavos o vasallos a obligarles a trabajar.
En nuestras sociedades el trabajo a veces está organizado políticamente, pero la base
de la organización es el contrato, un acuerdo entre empresarios y trabajadores por el
que éstos realizan una cantidad concreta de trabajo a cambio de un salario o
retribución especificada. Todo esto está cambiando en las sociedades posindustriales,
donde la retribución se define por objetivos y conjuntos de tareas pactadas.
§ El intercambio: dones y mercancías
El don.
La reciprocidad es el proceso a cuyo término las prestaciones son intercambiadas al
modo del don y contradon. Los bienes que son objeto de estas transacciones
reordenan las relaciones sociales de alianza y subordinación; en las sociedades cara a
cara, están personalizados.
Marcel Mauss, autor del Ensayo sobre el don (1924) destacó la universalidad de la
obligación de entregar regalos, de recibirlos y de devolver don por don. El don es
paradójico: siendo voluntario y gratuito, sin embargo todas las sociedades obligan a los
individuos a practicar el intercambio: el don es, a la vez, voluntario y obligatorio (un
hecho social: se impone al individuo y es apremiante). Los actores sociales pueden
faltar a esa triple obligación, pero a riesgo de excluirse del intercambio social y
buscarse hostilidades.
Esta tendencia es constatada universalmente por las etnografías: por ejemplo, el
Potlatch de los Kwakiutl estudiados por Boas (una fiesta prolongada donde los jefes de
diferentes aldeas competían a hacerse regalos, y que podían culminar destruyendo las
restantes riquezas acumuladas): “prestaciones totales de tipo agonístico”. Otro
ejemplo es el moka de los Dani, el Kaiko de losTsembaga Maring de Papúa, o el Pilu de
Nueva Caledonia.
Son prestaciones totales, basadas en el don, porque alcanzan a todos los aspectos de
la actividad humana (producción, parentesco, liderazgo, moral, arte, derecho). En las
diversas sociedades, numerosísimas prácticas donaticias tocan todos los aspectos de la
vida en sociedad y los recapitulan, (por ejemplo los matrimonios, el mercado, la
guerra).
Otro caso tan célebre como el Potlatch es el Kula descrito por Malinowski en Los
Argonautas del Pacífico occidental (1922): intercambio ceremonial de brazaletes de
conchas por collares, entre jefes-socios de diferentes islas del archipiélago Trobriand,
que circulan en sentido opuestos.

Existe una considerable variabilidad en las formas del don y el contra-don:


1) La contraprestación puede ser inmediata o diferida en el tiempo.
2) El círculo de intercambios puede comenzar entregando un regalo (Europa) o,
inversamente, demandando un regalo (África).
3) La contraprestación puede ser de la misma clase que la prestación (invitación
a comer) o de naturaleza diferente (apoyo político a cambio de tutela ante la ley).
4) La contraprestación puede ser de valor inferior, superior o igual a la
prestación: en los dos primeros casos, la asimetría jerarquiza a los socios de
intercambio (dependiendo del caso, el que da menos queda por debajo o por encima
del que recibe).
5) La relación recíproca puede darse entre individuos o entre grupos
6) Puede poner a dos socios en una relación cara a cara (r. diádica) o incluir a
muchas personas en redes complejas (r. poliádica).
7) La reciprocidad puede tomar la forma de redistribución.
§ Se intercambia todo o casi todo:
1) Palabras (saludos, conversaciones fácticas, fórmulas de cortesía como los
salamalecum musulmanes o las salutaciones con voz impostada de los jíbaros). Es el
intercambio que traza un vínculo inicial, pero más precario.
2) Objetos materiales. En las sociedades tradicionales se considera que el
objeto donado está personalizado –porta un principio activo que obliga a reenviar el
objeto a su origen-, impulsando el ciclo de reciprocidad.
3) Personas o derechos sobre las personas. En las sociedades tradicionales los
niños son objetos de transacciones diversas. Lévi Strauss considera el principio de
todos los sistemas de parentesco el intercambio recíproco de mujeres entre grupos de
parentesco.
4) Golpes. Los conflictos armados y la guerra surgen entre vecinos que
generalmente son socios en las diversas fórmulas de reciprocidad. Se trata de una
“reciprocidad negativa” (a veces ceremonial: el takanakuy de Chumbivilcas, en Perú)

El intercambio mercantil.
Si la donación supone el intercambio de objetos inalienables y personalizados entre
personas o grupos conocidos, el mercantil alude al intercambio de objetos alienables
entre personas o grupos desconocidos.
Por tanto, una mujer que sale de su familia para casarse en otra, incluso
entrando en un ciclo de intercambios, no es en absoluto una mercancía.
En los intercambios comerciales las relaciones entre personas se eclipsan tras las
transacciones monetarias: estas se pueden despersonalizar al extremo.
El mercado es el espacio en el que se encuentran una oferta de bienes y servicios y
una demanda solvente por regulación monetaria.
Según Adam Smith, fundador de la economía política, el juego de la oferta y la
demanda en un mercado libre fija el precio de las mercancías y determina el volumen
de la producción: es el mercado libre el que, como una “mano invisible” dirige el
conjunto de la economía. Para él, la distribución disfruta de prioridad causal sobre la
producción: si la demanda de un producto cae, disminuye su producción y su oferta,
hasta la estabilización de los precios . Sin embargo, es la organización de la producción
a mayor escala el fundamento de una economía de mercado.
David Ricardo teoriza la división regional del trabajo, la especialización económica y los
mercados internacionales. Si un país se especializa en producir cierto producto, y otro
en la elaboración de otro diferente, e intercambian sus productos, no es por
condicionamientos ecológicos, sino en virtud de la relación entre los costes de
producción en las diversas ramas de actividad en los distintos países.
Smith y Ricardo proporcionaron la base de partida de la ciencia económica liberal que
es la que, en Antropología, inspiró la perspectiva formalista del Homo Económicus,.

■ El mercado, la moneda y las esferas de intercambio


Los intercambios mercantiles pueden ser vehiculados por trueque o, más
habitualmente, mediante la moneda.
La moneda cumple tres funciones: es medida de valor, reserva de valor y medio de
pago.
Buena parte de las sociedades tradicionales conocen y usan la moneda y el mercado,
pero a sus maneras culturales distintivas.
1. El trueque es el intercambio de bienes materiales o servicios por otros bienes o
servicios y se diferencia de la compraventa habitual en que en la transacción de
trueque no intermedia el dinero. Al acuerdo por el que dos personas o instituciones
acceden a un trueque se le denomina permuta.
Las ventajas del trueque o intercambio son las siguientes:
§ Garantizar un suministro seguro de recursos, a pesar de los vaivenes del
mercado.
§ Para la empresa, adquirir o prestar (comprar o vender) productos o servicios sin
realizar movimientos monetarios;
§ Mejorar la productividad;
§ Compensar las variaciones en la cantidad de producción por temporadas, si es
que existe un acuerdo consuetudinario y estable de trueque entre distintos
productores.
§ Reducir la acumulación de stocks de productos, encontrándoles una salida
rentable alternativa.

Ni el trueque ni el intercambio reciprocitario son “precursores menos evolucionados”


o “más toscos” que la institución monetaria: son tipos de intercambio que responden
a estrategias socio-económicas y culturales distintas al intercambio monetario, y son
claves incluso en las sociedades industriales.
Don, trueque y moneda coexisten en cada sociedad: por ejemplo, parte de las
transacciones que tocan al gas o al petróleo se realizan mediante acuerdos de
trueque, para neutralizar fluctuaciones en las tasas de cambio. También en el trueque
se fundamentan los actuales “bancos de tiempo” occidentales *.

2. La moneda es un bien que se impone convencionalmente como equivalente de


todos los que son susceptibles de ser intercambiados entre sí.
§ La moneda tiene características singulares: (1) es divisible en partes alícuotas,
(2) es un bien duradero, y (3) es relativamente transportable: metal, textiles,
ámbar, perlas; en África cuchillos rituales, conchas de cauríes, sal y ganado, en
Papúa hachas, en Micronesia ruedas de piedra, en Norteamérica pieles… y el
papel; todos estos materiales han adquirido el rango de moneda en diferentes
lugares y momentos.
§ _________________________________________________________________

* Se trata de intercambiar necesidades por habilidades, sin que haya ánimo de lucro ni
pagos monetarios. El usuario recibe un servicio de un miembro del grupo asociado al
banco durante un periodo, y se compromete a prestar un servicio igualmente
prolongado a otro(-s) usuario(-s). Cada cual aporta según sus conocimientos
especializados
En las sociedades que usan la moneda, ésta tiene una circulación limitada en función
de:
· Las redes de intercambio. Estas vinculan a socios cuyas producciones
(metalurgia, cerámica, textiles, agricultura) se complementan entre sí al término de la
división social o regional del trabajo. Las redes de intercambios regionales son
frecuentemente compartimentadas y coextensivas al uso de una u otra moneda.
· Las esferas de intercambio. Estas fueron estudiadas inicialmente por los
Bohannan entre los Tiv de Nigeria: Los Tiv reconocen dos esferas principales: la del
mercado (ishe) y la del don-contra don, en la que no se deben hacer cálculos de valor.
A su vez, la de mercado se divide en tres esferas: 1) bienes de subsistencia
(productos agrícolas, ganado menor, herramientas); 2) bienes de prestigio y gran valor
(ganado mayor, esclavos, barras de metal y tejidos tugudu); y 3) derechos sobre las
personas (mujeres y niños).
Estas tres esferas están jerarquizadas, y la tercera tiene el rango más elevado. Circulan
sin ser objetos de cálculo de valor comercializable la tierra, los servicios y el tiempo de
trabajo.
Los intercambios dentro de una misma esfera son normales y se consideran
“transferencias”; los intercambios entre esferas distintas son mucho más difíciles, y se
denominan “conversiones”. Los tiv recomiendan intercambiar objetos de una esfera
inferior por los de una esfera superior, y no en sentido inverso. Las conversiones (el
cálculo de valor) se realizan mediante las barras de metal, que hacen el papel de
moneda.
Las esferas de intercambio existen en todas las sociedades, incluidas las industriales: si
podemos aceptar el intercambio de favores y servicios en materia política o
universitaria, o para encontrar empleo, no vemos bien monetizar estos favores:
provoca indignación pública. Se trata de una esfera de intercambio distinta de la
comercial.

Intercambios regionales y lejanos.


Ciertas esferas de intercambio tienden a coincidir con redes espaciales
1. Entre los Tiv, la esfera inferior de bienes de subsistencia corriente, con poco valor de
cambio en relación a su peso, corresponde a circuitos regionales). Estos intercambio
proceden de una división regional del trabajo cuyas causas son múltiples
(especialización, variables ecológicas).
2. La segunda esfera de los Tiv, incluidas las barras de metal importadas de Europa, los
tejidos tugudu y los esclavos, se articula con los intercambios lejanos de mercancías
costosas. Son intercambios entre notables y personas ricas que pertenecen a
comunidades distantes. Son intercambio nobles, que combinan el comercio a
distancia, los dones de objetos preciosos y las alianzas matrimoniales entre notables:
suponen estratificación social y desigualdad. Cuanto más desigualitaria es la sociedad,
más en la cumbre de la jerarquía social está la riqueza y el poder, y más tienden a
desarrollarse los intercambios nobles a distancia, por encima de barreras culturales y
lingüísticas. Estos intercambios los permiten los pastores nómadas y sus caravanas,
expediciones de guerra o de caza, expediciones de intercambio como el kula
trobriandés. Vectores de estos flujos de mercancías de valor son explotaciones de
salinas, trashumancias, agricultura, artesanados itinerantes: en conjunto están
deliberadamente organizados.
Todo ello nos muestra que muy rara vez los grupos étnicos se han encontrado
cerrados, autosuficientes, encerrados en los límites de su lengua y territorio: en
conjunto, la apertura hacia el exterior, mediatizada por los intercambios, ha sido más
la regla que la excepción. Gracias al intercambio y su tecnología se articulan con la
historia.

También podría gustarte