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Culturas del
trabajo.
Las prácticas e ideas económicas son productos socioculturales tanto en las sociedades
‘modernas’ como en las ‘tradicionales’. Nuestras creencias en occidente suponen que
las sociedades modernas disponen de un sistema económico “racional” y basado en
los principios del ‘mercado’ y el dinero. En realidad, el “mercado” es una mistificación,
una conversión en símbolo dominante, y en concepto abstracto, de una esfera de
actividad económica que en otras sociedades es mucho más restringida y concreta (el
mercado sería ese lugar en la villa o aldea donde se acude periódicamente a
intercambiar productos con desconocidos, mediando o no dinero).
Otro concepto mistificado en occidente es el de dinero: Para Sahlins, “Money is for
West, what Kinship is for the Rest”.
En nuestras sociedades euro-occidentales –y a escala global- el mercado es la lógica de
interacción socio-económica que se ha tornado central y dominante, condicionando
todas las demás: a la lógica reciprocitaria ( restringida a las relaciones familiares y
entre amigos) y la redistribuitiva (propia de la labor de instituciones como el estado,
las cooperativas).
El ejemplo del consumo nos muestra cómo nuestras propias elecciones y prácticas
económicas, lejos de estar orientadas por un simple principio de racionalidad,
obedecen a símbolos, valores y presuposiciones que tenemos de las relaciones
humanas, anclados en los fundamentos de nuestras representaciones culturales.
El consumo (Douglas e Isherwood, 1978. El mundo de los bienes) está lejos de ser
racional, pues nuestras elecciones están motivadas por principios de incitación y
selección cultural hacia el consumo continuo (no presentes, p.e., en culturas
campesinas), y hacia el consumo selectivo de determinados productos y no de otros.
El análisis del consumo debe examinar categorías culturales y valores destacados de la
sociedad concreta (valores a menudo en conflicto, dadas las diferentes posturas
ideológicas), y no solo las presuntas “elecciones racionales” del ahorro, o el “maximizar
el valor”, que es en el que los economistas clásicos identifican la esencia de la acción
“económica”.
Además de proporcionar exámenes claves de la vida económica de otros pueblos, los
estudios antropológicos del consumo y el intercambio muestran que el modo
capitalista de organizar la economía no representa la única posibilidad lógica y eficaz.
La economía de mercado, aún siendo dominante, es una recién llegada, y
generalmente se articula con otros modelos económicos (el comunal y campesino, el
redistributivo, el doméstico), y si respeta o alienta su vigencia, a menudo es para
servirse de ellos.
El consumo atañe mucho más que a la satisfacción de necesidades primarias, pues la
economía en su conjunto no constituye una simple colección de métodos para la
supervivencia material (p.e., la inmensa cantidad de recursos invertidos en tecnologías
de la comunicación, en instrumental para la investigación científica, en burocracia, en
vestuario, turismo, moda o productos dietéticos…).
Las sociedades tradicionales tienen sus propias “culturas del consumo”; y estas son
distintivas, aunque se hayan integrado en mayor o menor medida en el sistema
mundial de intercambio de mercado.
Pero satisfaciendo sus necesidades de alimento, vestimenta, vivienda, trabajando, etc.,
en modos culturalmente específicos, las personas en todas partes se comunican
quiénes son, a menudo a través del consumo conspicuo.
Una teoría que se limite a afirmar que el consumo se dirige a la satisfacción racional de
necesidades, sin preocuparse de cómo son definidas localmente tales necesidades, no
podrá explicar ni la preferencias ni las prácticas de consumo realmente desarrolladas
en esa población. Luego es necesario estudiar el consumo como un “sistema cultural”,
como un conjunto de acciones simbólico-rituales por las que se fijan los status de la
persona; se expresan valores y rechazos ideológicos, y ‘se toma partido’ por
determinada concepción del mundo y la sociedad (cf. Mary Douglas Estilos de pensar.
Gedisa)
Lo mismo cabe decir de la producción y de la circulación o distribución de los
productos, los otros grandes aspectos de la actividad económica: ambos se encuentran
condicionados y definidos en cientos de formas específicas por las distintas tradiciones
culturales de la humanidad.
En primer lugar, conviene presentar los grandes enfoques metodológicos que se han
dado en la Antropología acerca de en qué consiste la economía desde un punto de
vista cultural y comparativo.
Tanto los sustantivistas como Sahlins han criticado la perspectiva formalista: el “agente
racional” u Homo economicus no es un concepto aplicable a la comparación
transcultural, sino una creación de la cultura “mercantilista” occidental que solo refleja
el ideal del empresario de éxito. Pero en el mundo existen múltiples lógicas racionales
diversas, que orientan la actividad económica en referencia a valores y metas
culturalmente inculcadas. Así, el concepto de indivíduo maximizador no tiene sentido
en sociedades donde la unidad de producción, distribución y consumo no sea el
individuo, sino el grupo doméstico, el linaje o la comunidad local…
Por ejemplo, Chayanov mostraba cómo los campesinos rusos de antes de la revolución
no pretendían maximizar beneficios. Trabajaban lo justo para sobrevivir y generar un
excedente suficiente: serían optimizadores del esfuerzo más que maximizadores. La
cosa es indagar antropológicamente en qué consiste esa optimización en un contexto
cultural determinado.
Contrarréplica de los formalistas: los campesinos tienen prioridades económicas
diferentes, por ejemplo, a las de los brockers de Wall Street; pero también maximizan,
aunque sea valores diferentes a los capitalistas (por ejemplo, el tiempo libre puede ser
el valor maximizado, o el mayor honor, o el mayor rebaño de vacas entre los Dinka
sudaneses). Y respecto a estos valores, también calculan racionalmente su inversión de
recursos, esfuerzo, riesgos…
En todo caso, no podemos entender las decisiones económicas –incluso las
individuales- si no es estrechamente adheridas al contexto de la cultura local, y a sus
metas, estrategias y valores convencionales. Y sólo tras explorar esos “sentidos
locales” de la práctica económica podremos comparar estilos económicos de un modo
controlado.
4. La Economía cultural.
Es el enfoque de investigación actualmente dominante en Antropología económica.
También se conoce como “Etnoeconomía”.
Parte de reconocer el problema de que el uso de categorías occidentales de
conocimiento dificulta la comprensión de otras economías. Por eso, según Gudeman
(Economics as Cultures, 1986) ya que los seres humanos en todas partes configuran su
vida material, debemos comprender y explicar en el marco de sus propias teorías
nativas tanto el razonamiento y la conducta del individuo como el conjunto de la
economía (pretende explicar tanto el sistema económico local, tal como es concebido
por quienes viven en él, como el comportamiento del agente cultural que vive en su
seno).
A través del estudio etnográfico, dilucida la variedad de modelos económicos (o
“teorías” económicas) con que, localmente, las personas justifican las actividades
económicas; algunos occidentales (los fisiócratas, David Ricardo); otros de otros
continentes (los bemba, bisa y congo en Africa; el modelo dobu de Nueva Guinea; el
iban de Sarabak en Borneo); y algunos modelos campesinos centro y suramericanos
(campesinos panameños y bolivianos).
Los fisiócratas, por ejemplo sostienen que la tierra, con su fertilidad, ayuda a mantener
la riqueza, y son las actividades agropecuarias la base real de la producción; pero las
manufacturas y oficios artesanos son actividades ‘estériles’ y el trabajo en esos
sectores supone un gasto que no redunda en más beneficio que lo invertido.
Los bemba sostienen que la ‘prosperidad agrícola’ es voluntad de los ancestros; para
garantizar el sustento a partir de la tierra hay que complacer a tales ancestros…
haciendo lo que ellos hicieron, y distribuyendo parte de la producción a los jefes –
considerados viva encarnación de los ancestros-.
Los Iban emplean sólo cuchillos de mano para cosechar arroz. Aunque el uso de hoces
podría acelerar la cosecha, creen que esto puede hacer que el ‘espíritu del arroz’ huya,
y su deseo de prevenir ese inconveniente es mayor que su deseo de economizar
esfuerzos en el proceso de recolección.
- Tipo industrial. En las sociedades industriales buena parte del trabajo se basa en la
producción mecanizada (en fábricas y agricultura). Las máquinas son muy costosas:
sólo los capitalistas, empresas o gobiernos, pueden afrontar los gastos de producción.
La mayoría de la población, por tanto, trabaja asalariada.
-Tecnología material muy diversa, pero muy sencilla (el boomerang y la azagaya
australianos; las cerbatanas de semangs; las redes y trampas pigmeas) la tecnología
más compleja era la de los innuit y nootka del N. de América (kayays y canoas,
arpones, arcos compuestos, anzuelos de marfil). El resto de su cultura material es
sencilla y esencialmente portátil (recipientes, tiendas, cordajes).
- Sociedades poco belicosas (excepto las amerindias de las praderas). Los conflictos se
dirimen por procedimientos ritualizados.
- Tecnología sencilla (palos cavadores, cuchillos, azadas, hachas de piedra) pero más
sofisticada (canoas, hamacas, shabonos y cabañas, telares, silletas) que la de los
cazadores recolectores.
- Ética reciprocitaria dentro de los grupos de linaje: pero el líder se legitima como jefe
redistribuidor desprendido y espléndido.
- Sociedades muy diversas, extendidas por las zonas templadas del mundo, cuya
subsistencia se basa en el cultivo de cereales (trigo y cebada en Eurasia y Oriente
Medio; arroz en Asia oriental y meridional; sorgo en África; maíz en América) u otros
cultivos duraderos y almacenables (patatas). Se suele complementar con una
ganadería diversificada.
- Sistemas políticos bien de tipo tribal –agricultores libres-, bien jefaturas o estados.
Los líderes (aristocracias, monarcas, gobiernos) controlan los medios de producción
y/o los productos almacenados. Aparición de liderazgos instituidos y dinásticos.
Desarrollo de las instituciones administrativas (tributarias, tribunales, educativas) y los
ejércitos permanentes.
-La propiedad privada de los medios de producción coexiste con formas comunales de
apropiación de recursos tales como la tierra, las aguas, edificios o (gremios) oficios.
Los campesinos:
-Se ven obligados a satisfacer distintos “fondos económicos” (cf. Erik Wolf, Los
campesinos): el fondo de subsistencia, fondo de reposición, fondo ceremonial, fondo
de solidaridad, f. mercantil y fondo de renta. El fondo de renta (obligación de pagar
tributos y rentas de arrendamiento) muestra la posición socio-políticamente
subordinada de los campesinos dentro de la sociedad global a la que pertenecen…
pero, a diferencia de los asalariados industriales y de los jornaleros, son propietarios
de los medios de producción que trabajan. Controlan el proceso productivo y el
destino del producto.
-Disponen de una diferente concepción del tiempo: no participan del tiempo industrial
de trabajo, estrictamente contabilizado y racionalizado. Trabajan de sol a sol, y el
esfuerzo laboral no se valora en horas de cara a fijar retribuciones.
- Son sociedades que habitan en regiones áridas o esteparias y de tundra del Viejo
Mundo, en una franja desde la costa atlántica del N. de África (Sahara y Sahel), al W.,
hasta el desierto del Gobi, en Asia Oriental; y los pueblos pastoralistas nórdicos, desde
el N. de Escandinavia (Sami) por Siberia occidental y central (Evenki, Nentsi) hasta
Siberia oriental (Yakutos).
- Sociedades cuyo concepto dinámico del territorio choca con las demarcaciones
estatales, dada su necesidad de movilidad a través de cañadas, pasos, y pastos sobre
los que disponen de derechos tradicionales. Su modo de vida no se ajusta al concepto
de ciudadano o súbdito propio de las sociedades estatales, que pretenden casi siempre
su asentamiento: los conflictos, por tanto, son crónicos (tuareg, kurdos, pashtunes,
basheri, pathanes).
- Las explotaciones son concebidas como empresas en las que se invierte según cálculo
de beneficios y costes de mercado, existencia de subvenciones, oportunidades de
negocio, etc. La propiedad de los medios de producción recae en manos de
empresarios agrarios, salvo en los modelos colectivistas socialistas de tipo koljoz o
sovjoz, en los que la propiedad era estatal.
- Los empleados industriales no son propietarios sino de su fuerza de trabajo, viéndose
obligados a venderla a cambio de un salario. Las relaciones con la empresa son
contractuales, y el esfuerzo y retribuciones se estiman en términos de horas y jornadas
de trabajo (diferente concepción del tiempo que los campesinos). No controlan el
proceso de producción (se encargan de secuencias dentro de la cadena de producción)
ni el destino del producto final.
- Es decir: la definición de los fines del trabajo y las necesidades en una cultura
suelen ir mucho más allá de lo “imprescindible”. O dicho de otro modo: “lo
necesario” puede definirse muy variablemente, dependiendo de la perspectiva
cultural específica (así, los conceptos de “riqueza/pobreza” son propios de
nuestra sociedad y sociedades estratificadas campesinas: no es una dualidad
válida en las clasificaciones de las relaciones humanas de cazadores,
horticultores, y sociedades agrícolas tribales).
El intercambio mercantil.
Si la donación supone el intercambio de objetos inalienables y personalizados entre
personas o grupos conocidos, el mercantil alude al intercambio de objetos alienables
entre personas o grupos desconocidos.
Por tanto, una mujer que sale de su familia para casarse en otra, incluso
entrando en un ciclo de intercambios, no es en absoluto una mercancía.
En los intercambios comerciales las relaciones entre personas se eclipsan tras las
transacciones monetarias: estas se pueden despersonalizar al extremo.
El mercado es el espacio en el que se encuentran una oferta de bienes y servicios y
una demanda solvente por regulación monetaria.
Según Adam Smith, fundador de la economía política, el juego de la oferta y la
demanda en un mercado libre fija el precio de las mercancías y determina el volumen
de la producción: es el mercado libre el que, como una “mano invisible” dirige el
conjunto de la economía. Para él, la distribución disfruta de prioridad causal sobre la
producción: si la demanda de un producto cae, disminuye su producción y su oferta,
hasta la estabilización de los precios . Sin embargo, es la organización de la producción
a mayor escala el fundamento de una economía de mercado.
David Ricardo teoriza la división regional del trabajo, la especialización económica y los
mercados internacionales. Si un país se especializa en producir cierto producto, y otro
en la elaboración de otro diferente, e intercambian sus productos, no es por
condicionamientos ecológicos, sino en virtud de la relación entre los costes de
producción en las diversas ramas de actividad en los distintos países.
Smith y Ricardo proporcionaron la base de partida de la ciencia económica liberal que
es la que, en Antropología, inspiró la perspectiva formalista del Homo Económicus,.
* Se trata de intercambiar necesidades por habilidades, sin que haya ánimo de lucro ni
pagos monetarios. El usuario recibe un servicio de un miembro del grupo asociado al
banco durante un periodo, y se compromete a prestar un servicio igualmente
prolongado a otro(-s) usuario(-s). Cada cual aporta según sus conocimientos
especializados
En las sociedades que usan la moneda, ésta tiene una circulación limitada en función
de:
· Las redes de intercambio. Estas vinculan a socios cuyas producciones
(metalurgia, cerámica, textiles, agricultura) se complementan entre sí al término de la
división social o regional del trabajo. Las redes de intercambios regionales son
frecuentemente compartimentadas y coextensivas al uso de una u otra moneda.
· Las esferas de intercambio. Estas fueron estudiadas inicialmente por los
Bohannan entre los Tiv de Nigeria: Los Tiv reconocen dos esferas principales: la del
mercado (ishe) y la del don-contra don, en la que no se deben hacer cálculos de valor.
A su vez, la de mercado se divide en tres esferas: 1) bienes de subsistencia
(productos agrícolas, ganado menor, herramientas); 2) bienes de prestigio y gran valor
(ganado mayor, esclavos, barras de metal y tejidos tugudu); y 3) derechos sobre las
personas (mujeres y niños).
Estas tres esferas están jerarquizadas, y la tercera tiene el rango más elevado. Circulan
sin ser objetos de cálculo de valor comercializable la tierra, los servicios y el tiempo de
trabajo.
Los intercambios dentro de una misma esfera son normales y se consideran
“transferencias”; los intercambios entre esferas distintas son mucho más difíciles, y se
denominan “conversiones”. Los tiv recomiendan intercambiar objetos de una esfera
inferior por los de una esfera superior, y no en sentido inverso. Las conversiones (el
cálculo de valor) se realizan mediante las barras de metal, que hacen el papel de
moneda.
Las esferas de intercambio existen en todas las sociedades, incluidas las industriales: si
podemos aceptar el intercambio de favores y servicios en materia política o
universitaria, o para encontrar empleo, no vemos bien monetizar estos favores:
provoca indignación pública. Se trata de una esfera de intercambio distinta de la
comercial.