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Tema 3º. La familia y su proceso de cambio.

Modelos de convivencia
familiar desde la comparación intercultural. La actualidad de los estudios
de parentesco.

■ Teorías clásicas sobre el parentesco,

EL PARENTESCO es, a la vez, (1) un sistema de conceptos, (2) un sistema de normas y


(3) una estructura simbólica de relaciones sociales,y es de importancia decisiva en la
vida cotidiana y la integración política, económica y moral tanto de las sociedades
tradicionales, como de los grupos domésticos en nuestras propias sociedades
industriales y postindustriales.
Es el “lenguaje” y “patrón” principal de las relaciones sociales en las sociedades a
pequeña escala. Por eso, el estudio de los sistemas de parentesco y afinidad se
convirtió desde el principio en parte esencial de la investigación y teoría
antropológicas.
Un sistema de parentesco es un sistema de posiciones relativas ideológicamente
concebido; el marco simbólico y práctico donde se ordena la reproducción y la
producción en la mayoría de las sociedades.
Las relaciones de parentesco no son fenómenos biológicos, sino propiamente sociales.
Pero generalmente tienen sus referentes y su imaginario en los hechos biológicos, en
la medida en que cada pueblo concibe las relaciones biológicas y los procesos
reproductivos según patrones dictados por su propia cultura.
O sea: no existe una relación directa o necesaria entre una idea… y un hecho biológico
como la concepción y el embarazo, que se exponga fielmente en esa idea. Esa relación
siempre está mediatizada por la cultura, por las creencias, representaciones y
prácticas: no sabemos en qué consiste el embarazo – o la concepción, o la paternidad-
sino sólo en la medida en que hacemos una interpretación culturalmente relativa de
los datos del embarazo, de la concepción o de la paternidad…

Un indicio fundamental de cómo el parentesco es una construcción cultural, -tanto


como las clasificaciones raciales o las identidades étnicas o nacionales-, es que varían
ampliamente entre culturas tanto quiénes son considerados parientes, como el cálculo
del grado y tipo de parentesco.
Un ejemplo es la diferenciación, en muchas sociedades, entre “primos cruzados”
(considerados no-parientes, aunque próximos, y deseables como candidatos a
matrimonio), y “primos paralelos” (equiparados totalmente a “hermanos”
clasificatorios, y entre los cuales no cabría pensar en matrimonio).
En las sociedades matrilineales, asimismo, los hijos pertenecen al grupo de filiación de
la madre de la madre (filiación “uterina”), y será el tío materno (el hermano de la
madre) la figura de autoridad, quien les eduque y quien les ceda la herencia; pero los
miembros del matrilinaje del padre, sencillamente no son considerados integrantes de
mi grupo de parentesco.
En las sociedades patrilineales, inversamente, parientes míos serán los agnados: los
miembros del patrilinaje del propio padre (filiación “agnaticia”); y a ellos se les
deberán y exigirán lealtades y solidaridad estrecha. No así respecto a los miembros del
patrilinaje de la madre –quienes no serán mis parientes-.
n En cuanto a la función lógica del parentesco, tres son los grandes marcos que
han tratado de exponer una explicación teórica:

1.Las tesis descendentistas, defendidas desde el enfoque antropológico-social


británico. Según ellas, los sistemas de parentesco constituirían estrategias y
estructuras para distribuir los derechos a la descendencia humana entre los grupos,
determinando fórmulas normativas consuetudinarias de (a) filiación, (b) descendencia,
(c) herencia y (d) sucesión.

2.La tesis aliancista, propuesta desde el enfoque etnológico francés -Lévi-Strauss-.


Presenta los sistemas de parentesco como sistemas orientados a organizar
sistemáticamente el intercambio matrimonial entre los grupos sociales, de modo que
las transacciones matrimoniales establezcan alianzas socio-políticas que permitan una
integración y convivencia propiamente sociales (supra-parentales), mediante la
imposición combinada de (1) la prohibición del incesto, de (2) la consiguiente
prescripción de la exogamia fuera del grupo de parientes, y de (3) la división sexual del
trabajo, que obliga a hombres y mujeres a unirse para complementarse de cara a la
subsistencia.

3.La tesis de Schneider, para quien el parentesco no existe como una realidad
autónoma, sino que se trata de diversos “sistemas de símbolos”, que asocian entre sí
(1) un código de comportamiento social y (2) un lenguaje específico, sobre las
sustancias naturales (sangre, leche, genes) en tanto que éstas son categorías de la
cultura. Las relaciones de parentesco serán, así, específicas e inseparables del sistema
de representaciones de cada sociedad concreta; y deben ser aprehendidas sólo en el
lenguaje de la sociedad que se está considerando (es decir, una teoría general del
parentesco sería superflua y etnocéntrica).

Aunque la definición de quiénes son o no parientes, en qué grado, etc., representan


aspectos socioculturalmente establecidos –convencionales-, y por tanto con validez
relativa a la sociedad que los asume, sin embargo en cada cultura se tiende a
presuponer que su propio sistema y cálculo de parentesco es el “natural” (aunque
ninguno realmente lo es) y el único que se ajusta al sentido común.

P. e., el caso de nuestra “familia nuclear” o “reducida” (por contraposición a “familia


extensa”): en Europa continúa siendo el grupo de parentesco predominante -aunque
las familias extensas hayan estado ampliamente difundidas en ámbitos rurales
occidentales (familias troncales; patriarcales tipo la griega o la ‘zadruga’ eslava) y
tengan importancia adaptativa también en las modernas urbes-. Es decir, la familia
nuclear, grupo de corresidentes vinculados por relación conyugal, filial y fraternal,
predomina –a pesar también del crecimiento relativo de las familias ‘monoparentales’
y de las ‘matrifocales’- porque responde a la exigencia de movilidad geográfica propia
de la sociedad industrial-postindustrial, en la que el trabajo se vende por un salario y el
ejercerlo requiere movilidad funcional y residencial.

En este contexto, la familia reducida parece una formación adaptada a una necesidad
de autonomía relacional y territorial, en contraste con otros grupos de parentesco.
No es sorprendente que estas mismas características también hacen que la familia
reducida predomine en las sociedades cazadoras-recolectoras.

Pues bien: en las sociedades que adoptan la fórmula nuclear de familia, resulta
razonable diferenciar terminológica y socialmente entre los parientes ‘directos’ de la
propia familia nuclear, y los parientes ‘colaterales’, puesto que convivimos con
nuestros padres y hermanos mucho más que con tíos y primos, y heredamos de
nuestros padres. Estas características sociales, morales y simbólicas, reflejan nuestro
cálculo y denominaciones del parentesco, que responden a un sistema terminológico
denominado “esquimal”.
■ Los sistemas terminológicos del parentesco principales son los siguientes:

A) El de tipo esquimal u occidental, con el que cuentan al menos 71 sociedades,


constituyéndose 51 de ellas sólo como grupos familiares nucleares.

B) El sistema de tipo Iroqués, clasificatorio y con el que cuentan 166 sociedades (119
de ellas con filiación unilineal: linajes o clanes) incorpora la diferenciación primos
cruzados / primos paralelos.

C) El sistema de tipo Hawaiano, clasificatorio, se extiende por el área de Polinesia: el


21% de las sociedades que lo adoptan forman grandes familias extensas corporativas.

D) El sistema de parentesco sudanés es más complejo. Es descriptivo: designa de


forma separada a cada uno de los parientes de Ego, basándose en la distancia
genealógica respecto a este, su relación y su sexo. El padre de Ego se distingue
terminológicamente de su hermano y del hermano de la madre de Ego. Similarmente,
la madre de Ego se distingue de su hermana y de la hermana del padre de Ego. Para
designar a los primos, hay ocho posibles términos. Este sistema, descriptivo, es
utilizado por los pueblos de Sudán del Sur. Variantes del sistema sudanés fueron
utilizadas por antiguos pueblos de habla latina, por las sociedades anglosajonas. Hoy
día, es posible encontrarlo en sociedades árabe, búlgara, turca y china (estos últimos
diferencian terminológicamente también en función de la edad relativa, por ejemplo,
en mandarín, ‘hermano mayor del padre’: bóbo; ‘hermano menor del padre’: shúshu)

Las formas de concebir la terminología del parentesco pueden, en fin, sintetizarse en


dos estrategias generales, que propusieron el francés Lafitau en el s. XVIII y el
norteamericano Morgan en el XIX:

a) Los sistemas tecnonímicos descriptivos, en los que a una serie más o menos amplia
de parientes, pero siempre a los que constituyen parentesco directo en primer grado
(la familia), se les asignan términos completamente distintivos (padre, madre,
hermano…) y que no comparten con ningún otro pariente, perfilando núcleos de una
mayor lealtad y capas de “colaterales” Sistemas ‘esquimal’ y
‘sudanés’
b) Los sistemas tecnonímicos clasificatorios, en los que bajo un mismo término de
parentesco (padre, hermano, madre, padre del padre) se identifican diversas personas
que para nosotros serían bien parientes directos, bien colaterales, homologando como
parientes estrechos bajo una misma categoría (p.e., “hermanos”) tanto a los hermanos
de los mismos padres como a colaterales de la misma generación y linaje, pero
distantes en cuanto al ‘grado’ de relación genealógica (p.e., se clasifican como
“hermanos” tanto a los que son de nuestros mismos padres, como a “primos” que para
nosotros serían de 4º, 5º o… 9º grado). Sistema ‘iroqués’; sistema ‘crow’; sistema
‘hawaiano’

Método genealógico. El parentesco se investiga aplicando el llamado “método


genealógico”, un procedimiento inductivo por el que el etnógrafo…

1) Traza la “tecnonimia” del grupo, preguntando los pares de términos que se asignan
para identificar los diferentes parientes y afines en su lengua particular;

2) Traza el esquema normativo y moral asociado al sistema, preguntando sobre los


contenidos morales, normativos y jerárquicos que cada término implica respecto a sus
genealógicamente opuestos;

3) Diseña esquemas genealógicos con las respuestas, que incluyen genealogías reales,
así como claves acerca de las relaciones de igualdad, cooperación, autoridad-
subordinación, camaradería y evitación, etc.; y

4) Compara los esquemas de varios informantes, y contrasta lo que estos dicen con el
desarrollo de las relaciones parentales observadas en la práctica.

n sistemas y grupos de parentesco

Se distinguen dos grandes modos de plantearse el parentesco y, desde ese imaginario


de parentesco, formar grupos, reclutando sistemáticamente sus miembros y
dotándolos de cohesión moral y vinculativa: Los sistemas de filiación y los sistemas
familiares o ego-centrados.
A) Los sistemas de filiación
Definen grupos de parientes (más o menos amplios) integrados por personas
que reivindican una ascendencia compartida, reconociendo un antepasado común. A
estos grupos se les conoce como clanes o como linajes, aunque también se dan fratrías
y moieties o mitades, sobre todo en sociedades australianas. Clanes y linajes pueden
subdividirse en subclanes, sublinajes o secciones de linaje –lo que confiere a estos
grupos un carácter situacional o relativo.

· El clan: en esta agrupación, los que se reconocen parientes creen descender de un


antepasado común, pero sin calcular con exactitud todos los ascendientes que
vinculan a Ego con ese antepasado, ni a menudo los grados precisos de vinculación
genealógica entre dos parientes del mismo clan. Ese antepasado y su acción a menudo
son míticos, y puede identificarse con un tótem (clanes totémicos). En el clan, el
parentesco difiere de las relaciones biológicas, porque también envuelve la adopción,
el matrimonio y lazos genealógicos convencionales.

· El linaje: Cada miembro sí conoce con precisión cada uno de los antecesores que le
ligan con el fundador del linaje; y los grados exactos de distancia o proximidad
genealógica que le vinculan con cualquier otro miembro del linaje. Por eso pueden
estimar con precisión con qué parientes hay que cooperar o rivalizar según el contexto,
y hasta qué punto de implicación moral.

Cuando clanes y linajes coexisten en una misma sociedad, cada clan engloba diferentes
linajes, nunca viceversa.
Los sistemas de filiación tienen la ventaja de constituir grupos corporativos de
parientes, que adscriben a todas las personas a uno u otro de tales grupos, y sólo a
uno.

· Características de los grupos de filiación:


a) Son grupos permanentes. La pertenencia a un grupo viene asignada por
nacimiento y dura hasta la muerte. Al contrario que lo que sucede en los grupos
familiares, la pervivencia de los grupos de filiación no depende de la de las personas
concretas que en cada generación los encabezan: cuando éstas mueren, el grupo
pervive en los descendientes –todos siguen vinculándose en referencia a un
antepasado: no importa que éste haya muerto hace tiempo-.
b) Constituyen grupos corporativos. Son grupos locales, territoriales. En ellos,
derechos y obligaciones dependen al menos tanto de dominar y habitar un mismo
territorio que de entender sus vínculos como “vínculos de sangre”. Resulta superior la
posibilidad que ofrecen los grupos de filiación en cuanto a recabar la ayuda de un gran
número de parientes corresidentes en un mismo territorio propiedad del linaje, el clan
o la tribu (varios grupos de filiación territorialmente ubicados), con vistas a cooperar
en tareas agrícolas, pastoralistas; con vistas a realizar incursiones o defenderse, o con
vistas a realizar los feuds o “venganzas de sangre”.
c) Suelen ser grupos exógamos. Los linajes siempre se consideran ámbitos
donde el matrimonio es imposible entre sus miembros. Los clanes también; salvo en
casos, como el de los Beduinos rwala, donde los clanes son endógamos, para conservar
derechos a pastos, abrevaderos…

· Según el modo de trazar la descendencia, herencia y sucesión, Los grupos de filiación


pueden ser

a) Unilineales; cuando la filiación, derechos, deberes y lealtades parentales se


traza bien por vía
patrilineal, bien por vía
matrilineal, o bien por vía de
doble filiación (aquí, la filiación se traza patrilinealmente para ciertos aspectos,
derechos y obligaciones, y matrilinealmente para otros, pero siempre bien
diferenciados entre sí).
b) Bilineales; cuando la filiación se traza sin una asociación sistemática a un género ni a
otro – ni patrilinealmente ni matrilinealmente - (p.e. antiguos clanes irlandeses), con
respecto a antepasados tanto de los abuelos paternos como de los maternos. Pero las
fidelidades, derechos y convivencia sólo se dirigen a cualquiera de los clanes a los que
pueden demostrar pertenencia la persona, con la condición de que el individuo o su
matrimonio haya decidido residir en el territorio de ese clan elegido. Pueden darse tres
posibilidades respecto a esta decisión de pertenencia: 1. que sea sin restricciones; 2.
que sea restringida; o que sea 3. de restricción pragmática.

B) Los sistemas familiares o ego-centrados


Los sistemas familiares también ofrecen gran diversidad de estructuras y
potencial demográfico. Se trata de grupos en los cuales el parentesco se traza a partir
del cálculo de los grados que unen a ego con las otras personas. Aquí es uno mismo
(ego) quien aglutina la unidad del grupo familiar en torno suyo, bien de uno modo
continuo (familias conyugales o familias extensas), o bien ocasionalmente (parentelas,
sibs o estirpes). Estos grupos familiares no son permanentes, pues cuando muere el
fundador de la familia –o la pareja de cónyuges fundadores- desaparece ese grupo
familiar. De igual modo, cuando desaparece la persona o el grupo de hermanos que
aglutinan en torno a si la parentela, el sept o siol (especie de estirpe irlandesa y
escocesa), la brotherhood inglesa o la estirpe (grupo de hermanos más el conjunto de
sus descendientes), estos grupos ego-centrados desaparecen.
Los grupos familiares suelen ser bilaterales: la pertenencia a ellos suele trazarse por
ambos lados por igual, y serán considerados miembros de la parentela de ego quienes,
por ambas líneas y con independencia del sexo, se encuentren vinculados a éste hasta
cierto grado de relación genealógica (generalmente, 3er. o 4º grado). Pero también
existen grupos familiares de carácter exclusivamente patrilateral (así, los kalmukos).

Los grupos de tipo parentela pueden vivir dispersos en grupos familiares, extensos o
conyugales, a lo largo de territorios discontinuos. Una persona puede reclamar o
prestar ayuda a los miembros de su parentela cuando sucede alguna emergencia que
requiera reclutar un grupo mayor que la familia (venganzas, pago de deudas,
empresas, matrimonios o funerales). Así, aunque no representen verdaderos grupos
corporativos (pues la coalición se disgrega otra vez cuando se han cumplido los
objetivos), los grupos de tipo parentela también permiten el reclutamiento de un
apoyo de importancia en momentos decisivos, sin renunciar a la autonomía de los
grupos familiares menores: los dayakos de Borneo, recurriendo al encadenamiento
solidario de vínculos indirectos entre “primos”, podían levantar partidas de caza o de
guerra considerables.

■ Descendencia, herencia y sucesión.


Las tipologías que hemos visto (patrilineal, matrilineal, doble filiación, bilineal,
bilateral y otras no consideradas, como la paralela y la cruzada) definen la
descendencia: los modos como en las distintas sociedades se recluta a los nuevos
miembros por nacimiento, y se les asigna a determinados grupos a efectos de
definición de lealtades, derechos y deberes, culto y respeto a los mayores y, en
general, a efectos de dotarles de nombre e identidad social.
De todas formas, esto no debe llevar a creer que las personas, p.e. en las sociedades
patrilineales,”no están vinculadas” a los miembros de su ‘lado materno’. Lo cierto es
que casi todos los sistemas de parentesco contemplan la filiación: organizan las
relaciones parentales contando con ambos lados. Es decir, la filiación siempre
reconoce el concurso de padre y madre, sólo que los derechos, el nombre, la
pertenencia al grupo frecuentemente dan prioridad a un solo lado: el paterno frente al
materno en las sociedades patrilineales, al contrario en las matrilineales, y a efectos
distintos una u otra línea en las de doble filiación.

La herencia consiste en la transmisión de la propiedad. Todas las sociedades tienen


reglas al respecto, a menudo contestadas o interpretadas de modos y según intereses
diversos. No existe una concomitancia necesaria entre sistema de descendencia y
reglas de herencia:
- Hay sistemas patrilineales donde hombres y mujeres son iguales a la hora de
heredar;
-Hay sistemas que dan prioridad a uno de los géneros
-Hay sistemas que favorecen la primogenitura
-Hay sistemas que favorecen la ultimogenitura
- En los sistemas ‘paralelos’ (Cerdeña) la herencia va de los padres a los hijos y
de las madres a las hijas. Se asocia a los llamados “sistemas de filiación paralela”.
-En los sistemas ‘cruzados’ va de padres a hijas, y de madres a hijos.

La sucesión alude a la transmisión del oficio, del rango de autoridad y del status
(capital simbólico); sus reglas, al contrario de la herencia, sí suelen estar vinculadas con
el principio de descendencia propio de cada sociedad. Pero hay que recordar que
muchas formas de sucesión no siguen principio genealógico alguno . Es así donde los
líderes, jefes, chamanes, directores, representantes, son nombrados o elegidos sobre
la base de su mérito personal o de su veteranía dentro de una corporación:
presidentes, alcaldes, decanos, jueces, etc., no son cargos cuya transmisión siga
formalmente principios de sucesión basados en el parentesco (aunque irregularmente
puede darse esta transmisión: nepotismos).

n El matrimonio.
Desde el punto de vista masculino, el concurso de las mujeres es un recurso preciso
para asegurar la supervivencia y la reproducción sociales. Dependiendo de la sociedad,
unas u otras categorías de mujeres son las que resultan estratégicas para ese doble
cometido: en las matrilineales serán las hermanas del hombre, en las patrilineales sus
esposas, y en las bilaterales o cognaticias tanto hermanas como esposas.
Los hijos también son un valor supremo, y en muchas sociedades se valora el tener
muchos (para el trabajo de los campos, para soporte político del padre-abuelo, para
asegurarse una adecuada vejez)
Para el intercambio de mujeres y el reclutamiento de hijos es necesaria alguna fórmula
de fijar la alianza-sucesión; algún tipo de matrimonio.
El matrimonio puede adoptar dos modalidades generales –a menudo coexistentes en
una misma sociedad-: la monogamia (matrimonio de dos cónyuges), y la poligamia
(matrimonio de un hombre o una mujer con dos o mas cónyuges). Esta última puede
responder a muy diversos condicionantes: no existen las “razones generales” del
matrimonio polígamo. Pero ahí donde existe suele ser un tipo de unión menos
extendida socialmente que la monógama, constituyendo un privilegio de los poderosos
y –en feed back- una de las bases estratégicas para fomentar su riqueza y poder. Es la
base de las familias de tipo “compuesto”. Tres modalidades de matrimonio poligámico,
que a su vez presentan diferentes modalidades según la sociedad:
A) La poliginia (un hombre desposa, o va desposando, varias esposas). Está muy
extendida. Sus variedades son la jerarquizada, la sororal y la hija-madre -entre los
mongoles-.
B) La poliandria (una mujer desposa a varios hombres) es mucho más rara (4
sociedades de entre 863 estudiadas etnográficamente). Generalmente (Sherpas, Todas
de la India) es de tipo adélfico (dos hermanos comparten una misma esposa).
c) La poligamia mixta donde convergen uniones tanto poligínicas como
poliándricas, como resultado de estrategias de maximización de la influencia política a
través de las uniones matrimoniales selectivas (Trobriand y otras sociedades
melanesias).

De todas formas, no deberíamos contemplar las modalidades del matrimonio como


normas invariables dentro de cada sociedad: una misma familia puede oscilar de un
modelo monógamo a otro polígamo -allí donde éste se admite-, y viceversa. Además,
también podríamos hablar hoy de “familias recompuestas”: aquellas, frecuentes, que
incorporan hijos de anteriores matrimonios de uno o ambos cónyuges, mas los del
matrimonio actual.

Una de las razones lógicas del matrimonio consiste en su función para producir –
socialmente- y socializar descendientes, marcando las bases jurídico-sociales que
definirán la adscripción de éstos a uno u otro grupo de parentesco; también perfila los
derechos y deberes específicos vinculados a la socialización infantil, transmisión
hereditaria, sucesión, etc.
Las razones comúnmente consideradas “necesarias” para el matrimonio pueden
resultar valores culturalmente relativos. Por ejemplo, el ‘amor romántico’ raramente
es visto como una precondición importante para un buen matrimonio. Más bien, en
otras culturas lo frecuente es que sea preparado por los grupos de descendencia – los
padres, la casta-, no por los individuos implicados: si los cónyuges se gustan, puede
verse como una ventaja añadida, o no (como es el caso de los massai). Pero incluso en
nuestro entorno, la decisión individual tiene importancia relativa, porque viene
condicionada por los límites de clase social.
Generalmente, el matrimonio es percibido como una relación de alianza entre grupos.
En algunas sociedades es visto como una ‘empresa’ donde el vínculo amoroso y sus
correlaciones (celos, conflictos emocionales) se consideran perjudiciales (p.e., entre los
massai)
Por otra parte, las altas tasas de divorcio no son un fenómeno exclusivo de las
sociedades modernas: sucede en numerosas sociedades del mundo, y algunos pueblos
‘tradicionales’ pueden presentar tasas incluso mayores (p.e, los tuareg; grupos
amerindios de las praderas de Norteamérica)

Es difícil proponer una definición universalmente válida de matrimonio, dada la


diversidad de formas de alianza, orientaciones y funciones que implica la unión. Pero
por dar una definición muy amplia de matrimonio, con valor transcultural –aunque no
todos estarían conformes-, aquí está la de Michael Rhum, de la Universidad de
Chicago:

-“[Matrimonio es] un enlace socialmente reconocido de un hombre y una mujer


conforme la acepción social de estos términos, típicamente con fines de legítima
reproducción, establecimiento de una familia nuclear o creación de una nueva unidad
doméstica”
Edmund Leach, en vista de la diversidad transcultural de planteamientos del
matrimonio, propone considerar al matrimonio como una lista abierta de funciones.
Cuando aparece una institución que presenta una de ellas, la podríamos considerar
matrimonio. Sería, así, aquella institución que sirve para:

a) Establecer el padre legal de los hijos de una mujer.


b) Establecer la madre legal de los hijos de un hombre.
c) Dar al marido el monopolio sobre la vida sexual de la esposa.
d) Dar a la esposa un monopolio sobre la vida sexual del marido.
e) Dar al marido una parte, o el monopolio, de los derechos sobre el trabajo
doméstico y otros trabajos de la mujer. (…/…)
f) Dar a a esposa una parte, o el monopolio, de los derechos sobre el trabajo del
marido.
g) Dar al marido todos o parte de los derechos sobre los bienes que pertenecen
realmente a la esposa.
h) Dar a la esposa todos o parte de los derechos sobre los bienes que pertenecen al
marido.
i) Establecer un fondo común de bienes –una asociación- en beneficio de los hijos del
matrimonio.
J) Establecer una “relación de alianza” socialmente significativa entre el marido y los
hermanos de la esposa (los cuñados), y /o entre los padres – consuegros.
…El problema de esta definición es que no es tal, porque habla sólo de “institución” sin
hacer referencia a la composición y estructura específicas de aquello que deberíamos
reconocer como “matrimonio”. Además, al ser una lista abierta, cualquier antropólogo
podría ampliarla a su conveniencia, de modo que al final esas “instituciones” al tener
funciones posiblemente distintas unas de otras, en última instancia pueden no tener
absolutamente nada en común.

Otra posibilidad de definición del matrimonio que sintetice y mejore las definiciones
clásicas, pero que implica que el matrimonio, siendo muy general, no es exactamente
universal (negación de la universalidad con la que la mayoría de los antropólogos no
está de acuerdo), es la siguiente:
“Matrimonio es un mecanismo institucional de regulación de la procreación que
implica la unión legítima, que se supone relativamente estable, entre dos o más
personas que desempeñan roles heterosexuales”.
Claro está que el matrimonio además de la procreación casi siempre regula otras
muchas cosas: la producción doméstica, las transmisiones de derechos y recursos
entre parientes, la convivencia –entre los cónyuges, y a menudo también entre sus
respectivas familias extensas de orientación-… y la alianza política entre grupos.
Dote y “pago del precio de la novia”.

La dote es una institución vinculada al matrimonio y de tradicional importancia en


Europa y Asia: la novia aporta dones de su familia al matrimonio, generalmente
objetos de ajuar o utensilios domésticos.
Se ha interpretado a veces como una “compensación” a la familia del marido por
asumir el suporte económico de la mujer.
Puede ser también contemplada como una entrega de la herencia ‘por anticipado’
(Galicia, Asturias, N. de Castilla, Cantabria, N. de Aragón y Cataluña).

A veces el pago de la dote implica sustanciosas inversiones económicas por parte de la


familia de la mujer. Se piensa que los costes asociados al casamiento de las hijas podría
ser una de las principales consideraciones que apoyaban las altas tasas de mortalidad
perinatal femenina en la India. Allí, el casamiento de una hija constituye el momento
culminante en la vida de la casa del padre y del linaje: no se reparan gastos para
proclamar ceremonialmente, mediante el matrimonio, el status de pureza de casta
preservado o mejorado por la familia. También, en los últimos tiempos, se vincula a
acceder a la llamada “calidad del novio”: en todas las castas, aumentan las dotes
exigidas para casar con los varones con educación superior. Por tanto, no se repara en
gastos para agasajar a los invitados y para dotar a la hija.

El “pago del precio de la novia” – mejor llamado “la riqueza de la novia”-es más común
que la dote, principalmente en África. Aquí es el grupo del marido el obligado a
transferir recursos al de la mujer como contraprestaciones por los derechos a su
trabajo y a sus poderes reproductivos. La ejecución del pago –en los términos y
cantidades negociados por los padres- establece los derechos del hombre y su linaje
sobre la esposa y los hijos. El pago no se entrega de una vez: su entrega se va
prolongando a lo largo del tiempo. Pero si el pago –calculado en cabezas de ganado,
aunque hoy lo sea en dinero- no es satisfecho, el matrimonio puede quedar roto. Los
desacuerdos en los pagos son causa tradicional de feuds (venganzas) en algunos
pueblos.

Ø En sociedades en las que el “pago del precio de la novia” es común y el grupo


agnaticio (patrilinaje) fuerte, puede darse el levirato : matrimonio prescrito con
el hermano del esposo difunto (así, el levirato niyoga de la India, por el que el
hermano menor ‘daba descendencia’ al hermano mayor ya difunto). Ha sido
tradición en los pueblos punyabíes, jats, israelitas, hunos (chinos xiongnu,
hsiong-nu), mongoles y tibetanos.
Ø Alternativamente puede darse el sororato. Este no es una simple inversión de
levirato, ya que generalmente significa que el grupo de parientes de la mujer se
compromete a reemplazar a la mujer muerta –o estéril- con otra viva –o
fecunda-; generalmente una hermana clasificatoria, una sobrina o una
adoptada.
El pago del precio de la novia crea distintos vínculos morales entre la gente:
v Un vínculo contractual (alianza) entre linajes o familias –si el pago se
realiza a lo largo de un período dilatado, tales vínculos se refuerzan aún más-.
v El sistema de p.p.n. refuerza la solidaridad dentro del grupo que “paga”,
pues crea grandes deudas respecto a los parientes.
v También refuerza la solidaridad dentro del grupo que “recibe”, pues la
recepción de ganado, bienes –o dinero- puede permitir a otros varones del
grupo, a su vez, contraer matrimonio fuera del grupo.

Exogamia y endogamia.

· Exogamia, tabú del incesto y estructuras de parentesco.


Lévi-Strauss propuso (cf. “La familia”) que la familia representa una estructura
universal de agrupamiento y convivencia, que constituye a la vez una condición
necesaria para la existencia de la sociedad y un obstáculo para la misma (es decir, la
sociedad existe a la vez desde, y contra la familia, poniendo límites a ésta). Para ello,
nos presenta un modelo que da explicación conjunta de tres universales culturales y
con ello argumenta dicha tesis:
(1) El tabú del incesto (presente bajo formas muy variadas en todas las sociedades
humanas) o “norma negativa del matrimonio entre parientes”, es impuesto
como resorte normativo primario que posibilita el paso del estado de
naturaleza al de cultura: obliga a los grupos de parientes a intercambiar a sus
hijas y hermanas con otras familias para poder reproducir humanamente
nuevas estructuras familiares, y con ello instaura la alianza entre grupos de
parientes: las relaciones que posibilitan la existencia de una sociedad más
amplia que englobe a los grupos de parentesco. El tabú del incesto implica
necesariamente, pues, otro universal como…
(2) la exogamia, la obligación de establecer alianza matrimonial fuera del conjunto
de categorías definidas como parientes “prohibidos” a efectos matrimoniales.
Además, opera otro tercer universal cultural…
(3) la división sexual del trabajo - que también puede entenderse como
“prohibición de realizar tareas convencionalmente asignadas al otro sexo”-,
empuja, a título individual, a hombres y mujeres al matrimonio, en las
sociedades tradicionales, para poder complementarse en las tareas de
subsistencia e integración social.

Desde este modelo, por tanto, la exogamia, inducida obligatoriamente por la


prohibición del incesto, propende a la alianza entre grupos ajenos, forasteros, y por
tanto a la expansión social y territorial de la organización social. Todas las sociedades
son exógamas en uno u otro nivel de su estructura social.

Ampliando los grupos, la exogamia forja redes sociales y políticas.


A menudo, las reglas de la exogamia son rígidas en las sociedades tradicionales, pues
no solo se determina con qué categorías de parientes es imposible la unión
matrimonial, sino también se especifica dónde debe buscar cónyuge cada persona – de
forma obligatoria o de forma preferencial, según la cultura-. Por ello, Lévi-Strauss
distinguió entre:
A) “Estructuras elementales de parentesco” , aquellas donde los sistemas de
parentesco y afinidad no sólo establecen prohibiciones matrimoniales sino también
prescripciones matrimoniales, y son propias de sociedades a pequeña escala, y

B) “Estructuras complejas de parentesco”, donde sólo hay normas expresas que


determinen qué categorías de parientes están prohibidas para el matrimonio; pero las
limitaciones acerca de con qué (categorías de) personas casarse no vienen dadas según
criterios de parentesco, sino de clase o casta, nacionalidad, grupo étnico, religión y/o
lengua.

A su vez, tanto las estructuras elementales de parentesco como las complejas se


dividen en distintas modalidades, como se expresa en el siguiente cuadro.

Los sistemas propios de las estructuras elementales nos muestran por qué resulta
estratégico diferenciar entre primos paralelos y primos cruzados (p. ej., los shoshone):

En cuanto a los sistemas semicomplejos, son propios de algunos pueblos americanos


(crow, omaha, mapuches, mayas tzoltziles) y africano (ibo). No se trata de estructuras
elementales de parentesco, donde las normas sociales prescriben positivamente
quienes son los candidatos a casar con ego, sino de sistemas restrictivos en los cuales
las clasificaciones operan en sentido negativo, es decir, la norma social define con
quién no puede desposarse una persona. Se establecen prohibiciones de casarse con
determinadas personas, y orientaciones sobre los enlaces ideales (preferencias).

Para Lévi-Strauss, pueden ser descritos como sistemas que anulan la distinción entre
intercambio restringido e intercambio generalizado de mujeres: es decir, entre dos
fórmulas consideradas habitualmente como incompatibles. De esta manera, la
aplicación simultánea de dos fórmulas simples permite garantizar matrimonios entre
grados alejados de parientes, mientras que de la aplicación aislada de una u otra
fórmula (restringida o generalizada) sólo habría resultado el matrimonio entre
diferentes tipos de primos cruzados.
· La endogamia.
Si la exogamia provoca expansión social y territorial de la organización social, la
endogamia y sus reglas prohíben el matrimonio fuera de un grupo humano
culturalmente perfilado. Estas reglas existen menos frecuentemente como normas
expresas, pero son generalizadas. En realidad todas las sociedades –y los estratos
sociales, en las sociedades complejas- suelen ser unidades que tienden a la endogamia,
aunque no siempre expresen reglas formales que dispongan que alguien deba
necesariamente casarse con alguien miembro de su propia sociedad.
Las reglas exogámicas coexisten en cada sociedad con las endogámicas, pero unas y
otras no pueden aplicarse a la misma unidad o segmento social. Así, en las sociedades
jerarquizadas se anima o prescribe a una persona a casarse dentro de su misma clase o
casta; pero a la vez se ordena la exogamia de linaje o de grupo familiar.

La endogamia, al contrario que la exogamia, mantiene la separación de grupos o


estratos sociales, a la vez que evita la dispersión de sus recursos –tierras, ganados,
capitales, oficios, hegemonía política-.
Así:
* En las sociedades no estratificadas la endogamia garantiza la
contraposición externa del grupo entero frente a otros pueblos.
* En las sociedades estratificadas las reglas endogámicas refuerzan la
separación interna entre estratos, círculos o clases, reproduciendo sus
diferencias en potencial económico, poder político y hábitos. Es decir, la
endogamia de estrato –u homogamia- permite mantener
intergeneracionalmente un acceso diferencial a los recursos socialmente
valorados; la hipergamia es una estrategia de personas de clases subordinadas
para que sus hijos asciendan de status, y la hipogamia tiende a rebajar la
categoría social de la descendencia.

Un modelo de sociedad donde la endogamia es un pilar fundamental en la


reproducción de todo el desigualitario entramado sociocultural, moral, económico y
religioso, es el de la sociedad de castas en la India (cf. Littlejohn, John La estratificación
social, cap. 4º: “La sociedad de castas”)
n Familia, grupo doméstico, cambio y modelos de convivencia familiar.

Clásicamente las familias se han tipificado en cuatro modalidades, a su vez


diferenciadas internamente:

· La familia conyugal o “reducida”: bigeneracional y constituida por la triple vinculación


conyugal, paterno-filial y fraternal; característica sobre todo de sociedades urbanas
industrializadas, aunque también de los grupos cazadores-recolectores (puesto que
ambos modos de vida exigen movilidad y autonomía convivencial de pequeños grupos
de parientes para el aprovechamiento de los recursos adaptativos respectivamente los
salarios y los recursos cinegéticos), aunque no ha sido ni mucho menos infrecuente en
sociedades campesinas europeas.

· La familia “extendida”: tetra, trigeneracional o bigeneracional, adopta diversas


modalidades. 1) La patriarcal (grupo tetra, o trigeneracional, tipo zadruga eslava,
regido por el patriarca, más sus descendientes casados y solteros, y la descendencia de
los mismos); 2) La troncal (sociedad trigineracional gobernada por el mayorazgo o
heredero único, más su hijo/a sucesor/a casado/a en casa, los hermanos solteros o
solteras de éste, y los hijos de dicho sucesor; conviven tres generaciones, pero sólo
puede haber bajo el mismo techo un matrimonio por generación. Los hermanos no
herederos que se casan deben salir de la casa; 3) La fraterna (varios hermanos con sus
cónyuges e hijos respectivos residen en conjunto).

· La familia “poligínica”: su característica es que se desarrolla a partir de la poligamia.


Tales familias pueden ser del tipo africano, donde las mujeres y sus hijos residen
autónomamente en viviendas propias y son equitativamente visitadas por el padre en
común; la islámica, donde las mujeres y sus hijos residen en conjunto, aunque
jerarquizadas según un rango de veteranía; la poliándrica sherpa, de tipo adélfico,
donde los hermanos casados con una misma mujer y padres conjuntos de la prole, se
turnan en guardar la casa y desplazarse par el comercio…

* La familia reconstituida: Deriva de varias familias principales previas disueltas. De


este modo, tras un divorcio y nuevos matrimonios de padre y madre, los hijos conviven
con padrastros o madrastras, más los (nuevos) hermanastros y los medio-hermanos
habidos de la nueva unión matrimonial

La familia siempre ha estado en crisis, entendiendo ésta como una tensión entre
cambio y continuidad, porque es una configuración vivida y mudable, inmersa en el
proceso social. El estar sujeta a cambio no conlleva necesariamente peligro de
desaparición o de sometimiento a una marginalidad sociocultural, sino la variación en
el predominio de unos modelos familiares sobre otros.
La familia no puede entenderse como una forma “natural” de organización social, sino
como un sistema simbólico cultural e históricamente específico, diverso en sus formas
concretas y multifuncional en la práctica.
El axioma de la familia conyugal como “bloque constructivo” de toda organización del
parentesco también se ha impugnado. Pero ciertos autores sí la consideraban central:
Malinowski insistió en que la familia conyugal es la institución imprescindible para el
aprendizaje y transmisión de los fundamentos del orden social y cultural. Murdock la
destacaba como un rasgo universal de las sociedades porque sólo ella regula y
coordina funciones básicas como el consumo, la sexualidad, la educación o el trabajo –
tesis refutada a través de la comparación etnográfica, que muestra que otras
estructuras organizativas pueden jugar un papel activo en la regulación de tales
funciones-. Parsons, desde una perspectiva también funcionalista, mantenía que la
familia nuclear proporciona la base para la socialización infantil y para el desarrollo y la
estabilidad personal de la pareja adulta.
Pero los grandes problemas de estos enfoques funcionalistas de la familia y su
universalidad llevaron a Fortes a desplazar la discusión desde sus funciones a su
estructura. Para Fortes, la unidad mínima de la familia era la universal díada
“biológica” madre-hijo, siendo la paternidad y otras relaciones de parentesco más
sociales que biológicas, y por eso susceptibles de organizarse diversamente según las
diferentes culturas. Pero esta tesis ha sido cuestionada, por seguir “naturalizando” el
nexo materno-filial, encubriendo así su carácter también social y culturalmente
variable.

Fortes propuso distinguir entre grupo doméstico y familia. La familia nuclear


representaría el núcleo reproductivo del grupo doméstico, pero no limitaría los
parámetros de dicho grupo. Este consistiría en “una unidad propietaria y gobernante
del hogar, organizada para proporcionar los recursos materiales y culturales necesarios
para mantener y educar a sus miembros”.

El grupo doméstico está sujeto a un proceso cíclico y cambiante; y como unidad


residencial basada en la producción, la reproducción y el consumo mediaría, a través
del padre-esposo entre dos dominios: el jurídico-político (o “público”) organizado
alrededor de las relaciones masculinas de intercambio, poder y autoridad; y el familiar,
enclavado en las relaciones materno-filiales de afectividad y crianza.

Este modelo de Fortes, aunque más flexible, todavía presupone que la pareja conyugal
forma invariablemente el núcleo de la familia. Además, acepta sin más la dualidad
público / privado, una separación de ámbitos fundamental en el planteamiento
occidental de la organización social, pero que no puede considerarse universal.
Hoy en día abundan las evidencias de que la familia conyugal, aunque esté
generalizada, no resulta tan ubicua como se presuponía, ni tampoco existe una
correlación universal entre estructura familiar y grupo doméstico (p.e., Gough muestra
cómo entre los Nayar del sur de la India la familia nuclear es inexistente, aunque
dispongan de grupos domésticos de parientes matrilineales).

Sin embargo, aunque se cuestione la universalidad, el hecho es que en la mayoría de


sociedades la familia conyugal sí forma habitualmente, en la práctica, el núcleo
efectivo de integración doméstica y adscripción moral, y opera como símbolo
dominante en la condensación de valores fundamentales. Pero incluso en estos casos
la familia no es un círculo estanco: lo público / lo privado o doméstico es una división
aislacionista que fuerza la realidad y oculta la real interpenetración entre lo uno y lo
otro.
Paralelamente a este cuestionamiento de la universalidad de la familia conyugal,
también se experimenta en las sociedades complejas contemporáneas el conflicto
entre el modelo monogámico de matrimonio y una práctica social efectiva en la que
tienen presencia variable las parejas de hecho, las familias (re-)compuestas, o las
llamadas “familias matrifocales” centradas en torno a madres solteras. Esta creciente
“interinidad conyugal” conlleva alternativas de convivencia que han relativizado la
centralidad social y moral del vínculo matrimonial perdurable.
Pero aunque sea paradójico, la tendencia a la “pareja transitoria” y el cuestionamiento
como posibilidad única del vínculo conyugal duradero no son fenómenos que se
correspondan en la práctica con un debilitamiento de la familia como marco de
integración básico.
Lo que sucede es que cobran cierta fuerza cultural y presencia estadística fórmulas
convivenciales de familia –la familia uniparental, la matrifocal, la fraterna, la
recompuesta- que no se ajustan al prototipo conyugal:
(a) bien porque su eje no es la relación marital,
(b) bien porque si esta existe es transitoria, o …
(c) bien porque la pareja conyugal convive con otras personas o parejas
conyugales emparentadas –padres-suegros, hermanos-cuñados-, y ve limitado su
aislamiento y autonomía, pero aumentadas sus posibilidades de adaptación
económico-laboral, expectativas de inserción social, esparcimiento, crianza de los
hijos, etc.

En estas otras organizaciones familiares predominan otros vínculos, diferentes al


matrimonial, que pueden cobrar un mayor vigor moral:
(a) vínculos madres-hijas-nietas en las “familias matrifocales”,
(b) padre-hijo en las familias troncales patrilineales, o
(c) hermanos-primos, pues los lazos entre parientes de una misma generación –
horizontales, y no ‘genealógicos’-, que han sido los que ha privilegido la
antropología clásica- pueden ser decisivos.

Pero entre todas estas posibilidades descuellan (d) las fórmulas de familia extensa,
cuya relevancia había ocultado la ideología de la modernidad y la antropología
funcionalista al estudiar las sociedades industriales europeas, al destacar como
preferencial el modelo conyugal y una idea evolucionista de la familia y la sociedad
humanas.
- Estos modelos etnocéntricos de la evolución social son esquemas desmentidos
por la investigación antropológica, que lleva a relativizar la correspondencia
que se afirma desde el s. XIX entre familia conyugal y “modernidad”.
- El esquema clásico describía las sociedades no-industriales como estructuradas
en clanes y linajes, y las campesinas en familias extensas, mientras que las
“desarrolladas” dispondrían de familias conyugales: detrás de este modelo
evolutivo subyacía el supuesto de que el incremento de la complejidad en la
división social del trabajo y la consolidación de instituciones políticas formales
disminuía la importancia de los grupos de parentesco en la organización del
sistema social, aumentando la de la familia conyugal.
Todo ello ha tenido la consecuencia perniciosa de impedir durante mucho tiempo
valorar:
1. la importancia de las familias extensas (o de las lealtades de linaje, en África)
en los procesos convivenciales, políticos y laborales de las urbes. Y paralelamente
impidió evaluar …
2. …la importancia que los grupos familiares conyugales y las formas de
integración no basadas en el parentesco (asociaciones, sindicatos, grupos de vecindad)
tienen en las sociedades tradicionales.

Por ello, desde las décadas de los ’60 y ’70 se ha refutado ese modelo de evolución
desde los grupos de parentesco a la familia nuclear:
Mac Farlanne muestra el fuerte arraigo de la familia conyugal en Inglaterra
preindustrial, asociada al predominio de la propiedad privada sobre la comunal, y a la
ideología del individualismo.
Laslett muestra que en amplias regiones de la Europa occidental los hogares rurales
basados en la familia conyugal eran la norma.
Hammel concluye que en los Balcanes, la industrialización, urbanización e integración
en una economía de mercado han fortalecido ha familia extensa.
Brandes, mediante ejemplos españoles, atestigua cómo la emigración urbana puede
incrementar la solidaridad de las familias emparentadas, y extender los lazos familiares
en la comunidad rural
Anderson, encuentra que la estructura familiar y la magnitud del hogar son bastante
más flexibles de lo que los censos indican: en tiempos de dificultades, las familias
conyugales se extienden en formas más complejas porque los hogares juntan recursos
en un fondo común, y por la translocación de parientes entre tales hogares.
Ana Rivas también analiza en un barrio popular de Madrid el soporte físico, económico
y moral que prestan los padres ancianos a los hijos y nietos con sus pensiones, apoyo
en la crianza y acogida en el pueblo en vacaciones.

Sin embargo, Firth, Hubert y Forge ofrecen una tesis que concilia la idea de que la
moderna sociedad industrial favorece el desarrollo de la familia conyugal, pero que
también la familia extensa sigue siendo importante. Esa contradicción se resuelve si
precisamos qué entendemos por “familia extensa”: si la entendemos con su tradicional
estructura patriarcal o troncal, entonces sí ha caído en declive. Pero, como sugiere
Yanagisako, podemos concebirla también como un grupo donde la autoridad se
dispersa entre las generaciones, y entre diferentes núcleos matrimoniales,
comprendidos los de los padres y/o los de los hermanos . Entonces, estos grupos
pueden tomar decisiones y desarrollar una acción cooperativa unitaria de forma
permanente o estacional, sin necesidad de una autoridad central.

Todos estos estudios tienen una importante implicación: las familias y los hogares no
son la misma cosa. Aunque a menudo se ajustan, también son muy frecuentes:
1) Los hogares compuestos por miembros que no son familia (parejas de hecho;
amos / criados; huéspedes…)
2) Los casos en que la pertenencia a la familia conjunta a diversos hogares que
si bien “residen bajo diferentes techos”, sin embargo comparten propiedades,
haberes, mesa y palabra de un modo normal: éste es uno de los modos más frecuentes
de organizarse la familia extensa en nuestros días y en nuestro entorno… como un
ámbito de referencia moral, identidad y convivencia, multinuclear, escondedizo para
los censos por su carácter trans-hogareño, y sin estar conjuntado en torno a una
autoridad central marcada.

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