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Modelos de convivencia
familiar desde la comparación intercultural. La actualidad de los estudios
de parentesco.
3.La tesis de Schneider, para quien el parentesco no existe como una realidad
autónoma, sino que se trata de diversos “sistemas de símbolos”, que asocian entre sí
(1) un código de comportamiento social y (2) un lenguaje específico, sobre las
sustancias naturales (sangre, leche, genes) en tanto que éstas son categorías de la
cultura. Las relaciones de parentesco serán, así, específicas e inseparables del sistema
de representaciones de cada sociedad concreta; y deben ser aprehendidas sólo en el
lenguaje de la sociedad que se está considerando (es decir, una teoría general del
parentesco sería superflua y etnocéntrica).
En este contexto, la familia reducida parece una formación adaptada a una necesidad
de autonomía relacional y territorial, en contraste con otros grupos de parentesco.
No es sorprendente que estas mismas características también hacen que la familia
reducida predomine en las sociedades cazadoras-recolectoras.
Pues bien: en las sociedades que adoptan la fórmula nuclear de familia, resulta
razonable diferenciar terminológica y socialmente entre los parientes ‘directos’ de la
propia familia nuclear, y los parientes ‘colaterales’, puesto que convivimos con
nuestros padres y hermanos mucho más que con tíos y primos, y heredamos de
nuestros padres. Estas características sociales, morales y simbólicas, reflejan nuestro
cálculo y denominaciones del parentesco, que responden a un sistema terminológico
denominado “esquimal”.
■ Los sistemas terminológicos del parentesco principales son los siguientes:
B) El sistema de tipo Iroqués, clasificatorio y con el que cuentan 166 sociedades (119
de ellas con filiación unilineal: linajes o clanes) incorpora la diferenciación primos
cruzados / primos paralelos.
a) Los sistemas tecnonímicos descriptivos, en los que a una serie más o menos amplia
de parientes, pero siempre a los que constituyen parentesco directo en primer grado
(la familia), se les asignan términos completamente distintivos (padre, madre,
hermano…) y que no comparten con ningún otro pariente, perfilando núcleos de una
mayor lealtad y capas de “colaterales” Sistemas ‘esquimal’ y
‘sudanés’
b) Los sistemas tecnonímicos clasificatorios, en los que bajo un mismo término de
parentesco (padre, hermano, madre, padre del padre) se identifican diversas personas
que para nosotros serían bien parientes directos, bien colaterales, homologando como
parientes estrechos bajo una misma categoría (p.e., “hermanos”) tanto a los hermanos
de los mismos padres como a colaterales de la misma generación y linaje, pero
distantes en cuanto al ‘grado’ de relación genealógica (p.e., se clasifican como
“hermanos” tanto a los que son de nuestros mismos padres, como a “primos” que para
nosotros serían de 4º, 5º o… 9º grado). Sistema ‘iroqués’; sistema ‘crow’; sistema
‘hawaiano’
1) Traza la “tecnonimia” del grupo, preguntando los pares de términos que se asignan
para identificar los diferentes parientes y afines en su lengua particular;
3) Diseña esquemas genealógicos con las respuestas, que incluyen genealogías reales,
así como claves acerca de las relaciones de igualdad, cooperación, autoridad-
subordinación, camaradería y evitación, etc.; y
4) Compara los esquemas de varios informantes, y contrasta lo que estos dicen con el
desarrollo de las relaciones parentales observadas en la práctica.
· El linaje: Cada miembro sí conoce con precisión cada uno de los antecesores que le
ligan con el fundador del linaje; y los grados exactos de distancia o proximidad
genealógica que le vinculan con cualquier otro miembro del linaje. Por eso pueden
estimar con precisión con qué parientes hay que cooperar o rivalizar según el contexto,
y hasta qué punto de implicación moral.
Cuando clanes y linajes coexisten en una misma sociedad, cada clan engloba diferentes
linajes, nunca viceversa.
Los sistemas de filiación tienen la ventaja de constituir grupos corporativos de
parientes, que adscriben a todas las personas a uno u otro de tales grupos, y sólo a
uno.
Los grupos de tipo parentela pueden vivir dispersos en grupos familiares, extensos o
conyugales, a lo largo de territorios discontinuos. Una persona puede reclamar o
prestar ayuda a los miembros de su parentela cuando sucede alguna emergencia que
requiera reclutar un grupo mayor que la familia (venganzas, pago de deudas,
empresas, matrimonios o funerales). Así, aunque no representen verdaderos grupos
corporativos (pues la coalición se disgrega otra vez cuando se han cumplido los
objetivos), los grupos de tipo parentela también permiten el reclutamiento de un
apoyo de importancia en momentos decisivos, sin renunciar a la autonomía de los
grupos familiares menores: los dayakos de Borneo, recurriendo al encadenamiento
solidario de vínculos indirectos entre “primos”, podían levantar partidas de caza o de
guerra considerables.
La sucesión alude a la transmisión del oficio, del rango de autoridad y del status
(capital simbólico); sus reglas, al contrario de la herencia, sí suelen estar vinculadas con
el principio de descendencia propio de cada sociedad. Pero hay que recordar que
muchas formas de sucesión no siguen principio genealógico alguno . Es así donde los
líderes, jefes, chamanes, directores, representantes, son nombrados o elegidos sobre
la base de su mérito personal o de su veteranía dentro de una corporación:
presidentes, alcaldes, decanos, jueces, etc., no son cargos cuya transmisión siga
formalmente principios de sucesión basados en el parentesco (aunque irregularmente
puede darse esta transmisión: nepotismos).
n El matrimonio.
Desde el punto de vista masculino, el concurso de las mujeres es un recurso preciso
para asegurar la supervivencia y la reproducción sociales. Dependiendo de la sociedad,
unas u otras categorías de mujeres son las que resultan estratégicas para ese doble
cometido: en las matrilineales serán las hermanas del hombre, en las patrilineales sus
esposas, y en las bilaterales o cognaticias tanto hermanas como esposas.
Los hijos también son un valor supremo, y en muchas sociedades se valora el tener
muchos (para el trabajo de los campos, para soporte político del padre-abuelo, para
asegurarse una adecuada vejez)
Para el intercambio de mujeres y el reclutamiento de hijos es necesaria alguna fórmula
de fijar la alianza-sucesión; algún tipo de matrimonio.
El matrimonio puede adoptar dos modalidades generales –a menudo coexistentes en
una misma sociedad-: la monogamia (matrimonio de dos cónyuges), y la poligamia
(matrimonio de un hombre o una mujer con dos o mas cónyuges). Esta última puede
responder a muy diversos condicionantes: no existen las “razones generales” del
matrimonio polígamo. Pero ahí donde existe suele ser un tipo de unión menos
extendida socialmente que la monógama, constituyendo un privilegio de los poderosos
y –en feed back- una de las bases estratégicas para fomentar su riqueza y poder. Es la
base de las familias de tipo “compuesto”. Tres modalidades de matrimonio poligámico,
que a su vez presentan diferentes modalidades según la sociedad:
A) La poliginia (un hombre desposa, o va desposando, varias esposas). Está muy
extendida. Sus variedades son la jerarquizada, la sororal y la hija-madre -entre los
mongoles-.
B) La poliandria (una mujer desposa a varios hombres) es mucho más rara (4
sociedades de entre 863 estudiadas etnográficamente). Generalmente (Sherpas, Todas
de la India) es de tipo adélfico (dos hermanos comparten una misma esposa).
c) La poligamia mixta donde convergen uniones tanto poligínicas como
poliándricas, como resultado de estrategias de maximización de la influencia política a
través de las uniones matrimoniales selectivas (Trobriand y otras sociedades
melanesias).
Una de las razones lógicas del matrimonio consiste en su función para producir –
socialmente- y socializar descendientes, marcando las bases jurídico-sociales que
definirán la adscripción de éstos a uno u otro grupo de parentesco; también perfila los
derechos y deberes específicos vinculados a la socialización infantil, transmisión
hereditaria, sucesión, etc.
Las razones comúnmente consideradas “necesarias” para el matrimonio pueden
resultar valores culturalmente relativos. Por ejemplo, el ‘amor romántico’ raramente
es visto como una precondición importante para un buen matrimonio. Más bien, en
otras culturas lo frecuente es que sea preparado por los grupos de descendencia – los
padres, la casta-, no por los individuos implicados: si los cónyuges se gustan, puede
verse como una ventaja añadida, o no (como es el caso de los massai). Pero incluso en
nuestro entorno, la decisión individual tiene importancia relativa, porque viene
condicionada por los límites de clase social.
Generalmente, el matrimonio es percibido como una relación de alianza entre grupos.
En algunas sociedades es visto como una ‘empresa’ donde el vínculo amoroso y sus
correlaciones (celos, conflictos emocionales) se consideran perjudiciales (p.e., entre los
massai)
Por otra parte, las altas tasas de divorcio no son un fenómeno exclusivo de las
sociedades modernas: sucede en numerosas sociedades del mundo, y algunos pueblos
‘tradicionales’ pueden presentar tasas incluso mayores (p.e, los tuareg; grupos
amerindios de las praderas de Norteamérica)
Otra posibilidad de definición del matrimonio que sintetice y mejore las definiciones
clásicas, pero que implica que el matrimonio, siendo muy general, no es exactamente
universal (negación de la universalidad con la que la mayoría de los antropólogos no
está de acuerdo), es la siguiente:
“Matrimonio es un mecanismo institucional de regulación de la procreación que
implica la unión legítima, que se supone relativamente estable, entre dos o más
personas que desempeñan roles heterosexuales”.
Claro está que el matrimonio además de la procreación casi siempre regula otras
muchas cosas: la producción doméstica, las transmisiones de derechos y recursos
entre parientes, la convivencia –entre los cónyuges, y a menudo también entre sus
respectivas familias extensas de orientación-… y la alianza política entre grupos.
Dote y “pago del precio de la novia”.
El “pago del precio de la novia” – mejor llamado “la riqueza de la novia”-es más común
que la dote, principalmente en África. Aquí es el grupo del marido el obligado a
transferir recursos al de la mujer como contraprestaciones por los derechos a su
trabajo y a sus poderes reproductivos. La ejecución del pago –en los términos y
cantidades negociados por los padres- establece los derechos del hombre y su linaje
sobre la esposa y los hijos. El pago no se entrega de una vez: su entrega se va
prolongando a lo largo del tiempo. Pero si el pago –calculado en cabezas de ganado,
aunque hoy lo sea en dinero- no es satisfecho, el matrimonio puede quedar roto. Los
desacuerdos en los pagos son causa tradicional de feuds (venganzas) en algunos
pueblos.
Exogamia y endogamia.
Los sistemas propios de las estructuras elementales nos muestran por qué resulta
estratégico diferenciar entre primos paralelos y primos cruzados (p. ej., los shoshone):
Para Lévi-Strauss, pueden ser descritos como sistemas que anulan la distinción entre
intercambio restringido e intercambio generalizado de mujeres: es decir, entre dos
fórmulas consideradas habitualmente como incompatibles. De esta manera, la
aplicación simultánea de dos fórmulas simples permite garantizar matrimonios entre
grados alejados de parientes, mientras que de la aplicación aislada de una u otra
fórmula (restringida o generalizada) sólo habría resultado el matrimonio entre
diferentes tipos de primos cruzados.
· La endogamia.
Si la exogamia provoca expansión social y territorial de la organización social, la
endogamia y sus reglas prohíben el matrimonio fuera de un grupo humano
culturalmente perfilado. Estas reglas existen menos frecuentemente como normas
expresas, pero son generalizadas. En realidad todas las sociedades –y los estratos
sociales, en las sociedades complejas- suelen ser unidades que tienden a la endogamia,
aunque no siempre expresen reglas formales que dispongan que alguien deba
necesariamente casarse con alguien miembro de su propia sociedad.
Las reglas exogámicas coexisten en cada sociedad con las endogámicas, pero unas y
otras no pueden aplicarse a la misma unidad o segmento social. Así, en las sociedades
jerarquizadas se anima o prescribe a una persona a casarse dentro de su misma clase o
casta; pero a la vez se ordena la exogamia de linaje o de grupo familiar.
La familia siempre ha estado en crisis, entendiendo ésta como una tensión entre
cambio y continuidad, porque es una configuración vivida y mudable, inmersa en el
proceso social. El estar sujeta a cambio no conlleva necesariamente peligro de
desaparición o de sometimiento a una marginalidad sociocultural, sino la variación en
el predominio de unos modelos familiares sobre otros.
La familia no puede entenderse como una forma “natural” de organización social, sino
como un sistema simbólico cultural e históricamente específico, diverso en sus formas
concretas y multifuncional en la práctica.
El axioma de la familia conyugal como “bloque constructivo” de toda organización del
parentesco también se ha impugnado. Pero ciertos autores sí la consideraban central:
Malinowski insistió en que la familia conyugal es la institución imprescindible para el
aprendizaje y transmisión de los fundamentos del orden social y cultural. Murdock la
destacaba como un rasgo universal de las sociedades porque sólo ella regula y
coordina funciones básicas como el consumo, la sexualidad, la educación o el trabajo –
tesis refutada a través de la comparación etnográfica, que muestra que otras
estructuras organizativas pueden jugar un papel activo en la regulación de tales
funciones-. Parsons, desde una perspectiva también funcionalista, mantenía que la
familia nuclear proporciona la base para la socialización infantil y para el desarrollo y la
estabilidad personal de la pareja adulta.
Pero los grandes problemas de estos enfoques funcionalistas de la familia y su
universalidad llevaron a Fortes a desplazar la discusión desde sus funciones a su
estructura. Para Fortes, la unidad mínima de la familia era la universal díada
“biológica” madre-hijo, siendo la paternidad y otras relaciones de parentesco más
sociales que biológicas, y por eso susceptibles de organizarse diversamente según las
diferentes culturas. Pero esta tesis ha sido cuestionada, por seguir “naturalizando” el
nexo materno-filial, encubriendo así su carácter también social y culturalmente
variable.
Este modelo de Fortes, aunque más flexible, todavía presupone que la pareja conyugal
forma invariablemente el núcleo de la familia. Además, acepta sin más la dualidad
público / privado, una separación de ámbitos fundamental en el planteamiento
occidental de la organización social, pero que no puede considerarse universal.
Hoy en día abundan las evidencias de que la familia conyugal, aunque esté
generalizada, no resulta tan ubicua como se presuponía, ni tampoco existe una
correlación universal entre estructura familiar y grupo doméstico (p.e., Gough muestra
cómo entre los Nayar del sur de la India la familia nuclear es inexistente, aunque
dispongan de grupos domésticos de parientes matrilineales).
Pero entre todas estas posibilidades descuellan (d) las fórmulas de familia extensa,
cuya relevancia había ocultado la ideología de la modernidad y la antropología
funcionalista al estudiar las sociedades industriales europeas, al destacar como
preferencial el modelo conyugal y una idea evolucionista de la familia y la sociedad
humanas.
- Estos modelos etnocéntricos de la evolución social son esquemas desmentidos
por la investigación antropológica, que lleva a relativizar la correspondencia
que se afirma desde el s. XIX entre familia conyugal y “modernidad”.
- El esquema clásico describía las sociedades no-industriales como estructuradas
en clanes y linajes, y las campesinas en familias extensas, mientras que las
“desarrolladas” dispondrían de familias conyugales: detrás de este modelo
evolutivo subyacía el supuesto de que el incremento de la complejidad en la
división social del trabajo y la consolidación de instituciones políticas formales
disminuía la importancia de los grupos de parentesco en la organización del
sistema social, aumentando la de la familia conyugal.
Todo ello ha tenido la consecuencia perniciosa de impedir durante mucho tiempo
valorar:
1. la importancia de las familias extensas (o de las lealtades de linaje, en África)
en los procesos convivenciales, políticos y laborales de las urbes. Y paralelamente
impidió evaluar …
2. …la importancia que los grupos familiares conyugales y las formas de
integración no basadas en el parentesco (asociaciones, sindicatos, grupos de vecindad)
tienen en las sociedades tradicionales.
Por ello, desde las décadas de los ’60 y ’70 se ha refutado ese modelo de evolución
desde los grupos de parentesco a la familia nuclear:
Mac Farlanne muestra el fuerte arraigo de la familia conyugal en Inglaterra
preindustrial, asociada al predominio de la propiedad privada sobre la comunal, y a la
ideología del individualismo.
Laslett muestra que en amplias regiones de la Europa occidental los hogares rurales
basados en la familia conyugal eran la norma.
Hammel concluye que en los Balcanes, la industrialización, urbanización e integración
en una economía de mercado han fortalecido ha familia extensa.
Brandes, mediante ejemplos españoles, atestigua cómo la emigración urbana puede
incrementar la solidaridad de las familias emparentadas, y extender los lazos familiares
en la comunidad rural
Anderson, encuentra que la estructura familiar y la magnitud del hogar son bastante
más flexibles de lo que los censos indican: en tiempos de dificultades, las familias
conyugales se extienden en formas más complejas porque los hogares juntan recursos
en un fondo común, y por la translocación de parientes entre tales hogares.
Ana Rivas también analiza en un barrio popular de Madrid el soporte físico, económico
y moral que prestan los padres ancianos a los hijos y nietos con sus pensiones, apoyo
en la crianza y acogida en el pueblo en vacaciones.
Sin embargo, Firth, Hubert y Forge ofrecen una tesis que concilia la idea de que la
moderna sociedad industrial favorece el desarrollo de la familia conyugal, pero que
también la familia extensa sigue siendo importante. Esa contradicción se resuelve si
precisamos qué entendemos por “familia extensa”: si la entendemos con su tradicional
estructura patriarcal o troncal, entonces sí ha caído en declive. Pero, como sugiere
Yanagisako, podemos concebirla también como un grupo donde la autoridad se
dispersa entre las generaciones, y entre diferentes núcleos matrimoniales,
comprendidos los de los padres y/o los de los hermanos . Entonces, estos grupos
pueden tomar decisiones y desarrollar una acción cooperativa unitaria de forma
permanente o estacional, sin necesidad de una autoridad central.
Todos estos estudios tienen una importante implicación: las familias y los hogares no
son la misma cosa. Aunque a menudo se ajustan, también son muy frecuentes:
1) Los hogares compuestos por miembros que no son familia (parejas de hecho;
amos / criados; huéspedes…)
2) Los casos en que la pertenencia a la familia conjunta a diversos hogares que
si bien “residen bajo diferentes techos”, sin embargo comparten propiedades,
haberes, mesa y palabra de un modo normal: éste es uno de los modos más frecuentes
de organizarse la familia extensa en nuestros días y en nuestro entorno… como un
ámbito de referencia moral, identidad y convivencia, multinuclear, escondedizo para
los censos por su carácter trans-hogareño, y sin estar conjuntado en torno a una
autoridad central marcada.