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ACERVO 2.

“BASES NEUROFISIOLÓGICAS DE LA ATENCIÓN”

Meneses Ortega, Sergio. (2006). Bases Neurofisiológicas de la Atención.


En González-Garrido, A.A y Ramos-Loyo, J (eds), La atención y sus
alteraciones: del cerebro a la conducta. México: El Manual Moderno pp.
13-26.

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BASES NEUROFISIOLÓGICAS DE LA ATENCIÓN

Sergio Meneses Ortega

Cuando se intentan determinar los mecanismos cerebrales relacionados con los procesos
cognoscitivos básicamente se tratan de cubrir dos objetivos: el primero es establecer las regiones
cerebrales implicadas en la función que se desea estudiar, y el segundo es determinar los eventos
neuroquímicos o electrofisiológicos que subyacen a dichas funciones.
En general, el estudio de los mecanismos cerebrales asociados con algún proceso
cognoscitivo sigue el orden lógico de determinar primero qué regiones participan y después
analizar en esas estructuras cuáles son los mecanismos implicados.
Respecto de las regiones cerebrales relacionadas con la atención, la idea predominante es
que ésta depende de la actividad coordinada de grupos neuronales que se encuentran distribuidos
en diferentes regiones del sistema nervioso central (Mirsky 1987; Posner y Petersen, 1990;
Mesulam, 1981; Mountcastle, 1978). De lo anterior es posible deducir que los mecanismos
neuroquímicos y neurofisiológicos que subyacen a la atención también muestran gran diversidad.
Este marco de referencia se complica cuando se considera que la atención no es un proceso
unitario, sino que está constituida por distintos subprocesos como el nivel de alertamiento, la
atención voluntaria, la atención automática y la atención visuoespacial (Meneses, 2001).
De esta manera, debiese esperarse que cada uno de los procesos que conforman la
atención esté sustentado por la acción coordinada de diferentes regiones cerebrales, y que en
cada una de las estructuras que constituyen estas redes neuronales se presenten mecanismos
neurofisiológicos diversos.

MODELOS DE LA REPRESENTACIÓN ANATÓMICA DE LA ATENCIÓN

A lo largo del tiempo se han presentado varios modelos que intentan relacionar los
distintos subprocesos de la atención con circuitos cerebrales y mecanismos neuronales
particulares. Estos modelos muestran numerosas similitudes y se complementan en diversos
aspectos. A continuación se presenta un resumen de los modelos más desarrollados y de los datos
experimentales que los sustentan.

Modelo de Mesulam

Basado en la idea de que la atención no es propiedad exclusiva de una región cerebral ni


tampoco la del cerebro operando como un todo, Marcel Mesulam (1981) planteó la existencia de
una red neuronal constituida por cuatro regiones cerebrales responsable de la atención
visuoespacial.

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Estas estructuras son la formación reticular, la corteza parietal posterior, la circunvolución del
cíngulo y la corteza frontal (Fig. 1).

Figura 1. Estructuras propuestas por Mesulam como responsables de la atención visuespacial. Formación
reticular, corteza parietal posterior, circunvolución del cíngulo y corteza frontal.

Cada una desempeña un papel diferente dentro del proceso de atención espacial, de
modo que la lesión de alguno de los nodos de la red produce alteraciones en la atención
visuoespacial con características particulares, dependiendo de la región afectada.
Según Mesulam, la formación reticular es la encargada de incrementar y mantener un
nivel de alertamiento adecuado para permitir el funcionamiento óptimo de los sistemas de
procesamiento.
En un trabajo clásico, Moruzzi y Magoun (1949) encontraron que la estimulación de la
formación reticular en animales anestesiados producía una desincronización cortical similar a la
que se presenta durante la vigilia; se sabe también que la presencia de estímulos novedosos en el
ambiente produce un incremento en el nivel de alertamiento y una reacción de orientación hacia
dichos estímulos.
En apoyo a lo anterior, mediante estudios de actividad neuronal unitaria se ha encontrado
que la mayoría de las neuronas de la formación reticular responde a una o más modalidades
sensoriales (Siegel, 1979).
Estudios posteriores han mostrado que al menos cuatro sistemas neuroquímicos están
presentes en las regiones del tallo cerebral que constituyen el sistema reticular activador (SRA)
(Fig. 2). Éstos son los sistemas noradrenérgico, dopaminérgico, serotonérgico y colinérgico.

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Figura 2. Sistema reticular ascendente formado por las vías ascendentes de la formación reticular.

Dichos sistemas surgen de diversas regiones del tallo cerebral, las áreas que inervan son
diferentes, y su participación en la ejecución de tareas difiere en diversos aspectos; por ejemplo, la
lesión del sistema dopaminérgico produce un incremento en el tiempo de reacción, mientras que
la alteración del sistema noradrenérgico produce déficits en la detección y discriminación de
estímulos (Marrocco e t a l , 1994; Robbins y Everitt, 1993).
Para intentar establecer las regiones cerebrales que se activan durante el nivel de
alertamiento, Kinomura (1996) registró el flujo sanguíneo cerebral durante la realización de tareas
de atención visual y somestésica en individuos sanos, encontrando un incremento en el nivel de
activación en las regiones correspondientes al tegmento mesencefálico y a los núcleos
intralaminares talámicos, confirmando así la participación de estas estructuras en la modulación
del nivel de alertamiento.
El incremento en el nivel de activación de los sistemas neuronales del tallo cerebral,
además de producir un incremento en el nivel de alertamiento, genera cambios plásticos en el
sistema nervioso que se presentan como consecuencia del aprendizaje.
Se ha informado que durante el estado de vigilia se presenta un aumento en la expresión
de genes tempranos que codifican para proteínas Fos y para el factor de crecimiento nervioso; sin
embargo, este efecto no se presenta en animales a los que se les realizó previamente una lesión
selectiva en el locus coeruleus (Cirelli et a l , 1996).

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El segundo componente del modelo de Mesulam es la corteza parietal posterior. El autor
propone que esta región cortical posee una representación espacial del mundo externo que
permite la orientación hacia los estímulos relevantes; esto se ha podido comprobar al estudiar
pacientes con lesiones cerebrales que presentan el síndrome de hemiinatención, el cual se
caracteriza por la ausencia de respuestas de los pacientes a estímulos provenientes del campo
sensorial contralateral a la lesión.

Figura 3. El área amarilla representa la corteza parietal posterior involucrada, según Mesulam en la
atención visuespacial.

Esta alteración no se acompaña por déficits sensoriales o motores primarios, y se presenta


de forma más grave cuando la lesión compromete a la región de la corteza parietal del hemisferio
derecho, aunque también se ha observado después de lesiones en la corteza frontal, colículo
superior, estriado e hipotálamo (Levine et a l , 1986).
En pacientes que han sufrido lesiones en la corteza parietal se ha encontrado que, cuando
éstas se localizan en el hemisferio derecho, el déficit es más severo y se produce inatención hacia
ambos campos sensoriales; en cambio, en pacientes con lesiones ubicadas en el hemisferio
izquierdo el déficit es menos grave y se manifiesta solamente ante la presencia de estímulos en la
región contralateral a la lesión (Weintrauch y Mesulam, 1987).
Estos resultados apoyan la propuesta realizada por Kinsbourne (1970), quien señaló que el
hemisferio izquierdo posee los mecanismos cerebrales necesarios para la orientación espacial
hacia el campo visual contralateral (el campo visual derecho), mientras que el hemisferio derecho
controla la orientación de la atención hacia ambos campos visuales.

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Esto podría explicar por qué al cabo de un tiempo, aun después de una hemisferectomía
total derecha, se presenta mejoría en los síntomas de inatención. Esta mejoría se ve lentificada
por la lesión previa del hemisferio izquierdo (Levine et ai, 1985).
Otra de las aproximaciones experimentales que han confirmado la participación de la
corteza parietal en los procesos de atención dirigida se basa en registros de actividad neuronal
unitaria realizados en monos entrenados para resolver tareas de atención visuoespacial.
En estos trabajos se ha encontrado de manera consistente que en la región parietal
posterior existen neuronas cuya frecuencia de disparo aumenta cuando los monos atienden a la
región correspondiente al campo receptivo de la célula (Mountcastle, 1978; Motter y Mountcastle,
1981; Mountcastle etal., 1981; Heilman et ai, 1987).

La circunvolución del cíngulo (Fig. 4) es el tercer componente propuesto en el modelo de


Mesulam (1981). También se le denomina el componente límbico, ya que, basándose en las
necesidades e intereses del propio organismo, participa en la regulación de los aspectos
motivacionales que intervienen en la selección de los eventos del ambiente que son relevantes
para el individuo.

Figura 4. El área amarilla representa la circunvolución del cíngulo.

En diversos trabajos se ha encontrado que pacientes con lesiones en esta región del
cerebro presentan el síndrome de hemiinatención con las mismas características que el que se
manifiesta después de lesiones de la corteza parietal posterior (Levine et al., 1986).
Se ha informado que la circunvolución del cíngulo proyecta hacia las regiones dorsolaterals
de la corteza parietal posterior, la cual también recibe aferencias de otras regiones que
pertenecen al sistema límbico como son la sustancia innominada y el hipotálamo lateral
(Mesulam, 1981; Pandya 1981).

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Por otra parte, se ha reportado que la inyección de marcadores fluorescentes en la corteza
frontal y en la corteza parietal posterior, los cuales se transportan de manera retrógrada,
producen un marcaje abundante en la corteza del cíngulo, lo cual revela que esta estructura envía
proyecciones hacia ambas regiones corticales (Morecraft et a l , 1993).
Un dato relevante del estudio anterior es que menos de 1% de las neuronas de la
circunvolución del cíngulo presenta un doble mareaje, lo cual demuestra que las proyecciones
hacia la corteza frontal y parietal surgen de dos poblaciones de neuronas diferentes.

Finalmente, de acuerdo con el modelo de Mesulam (1981), la corteza prefrontal (CPF), en


particular el área de los campos oculares frontales, es la encargada de coordinar los programas
motores requeridos para la orientación hacia los estímulos relevantes (movimientos de la cabeza y
los ojos), así como también las acciones motoras que conducen a alcanzar objetos previamente
seleccionados dentro del campo visual.
La evidencia clínica muestra que, al igual que las lesiones de la corteza parietal y de la
circunvolución del cíngulo, las lesiones de la corteza frontal producen el síndrome de
hemiinatención, el cual en estos casos se ha atribuido a una alteración en la distribución de la
atención dentro del espacio {espacio extrapersonal) (Mesulam, 1981).
La localización de estímulos en el campo visual genera respuestas motoras que permiten
orientarse hacia los objetos de interés, de manera que el estudio de los mecanismos cerebrales
implicados en la localización de estímulos en el ambiente se ha convertido en uno de los proble-
mas más relevantes en el área de la neurocirugía de la atención.
Los sistemas neuronales implicados en los movimientos oculares voluntarios que permiten
orientarse hacia los objetos seleccionados se encuentran localizados en estructuras subcorticales y
corticales como el colículo superior, el pulvinar, la corteza parietal y los campos oculares frontales.
En todas estas regiones se han localizado células que presentan un incremento en su patrón de
disparo durante la realización de tareas que implican movimientos oculares dirigidos hacia
regiones del campo visual que son de interés para los sujetos (Goldberg y Segraves, 1987).
Mesulam (1981) propone que la región de los campos oculares frontales contiene los
programas motores implicados en la distribución de las secuencias exploratorias dentro del
espacio extrapersonal.

En resumen, este modelo sugiere que los sistemas de atención están constituidos por una
región subcortical (la formación reticular) y tres regiones corticales, las cuales presentan una
extensa conectividad y participan en distintos procesos de la atención.
La debilidad del modelo de Mesulam radica en que propone que en cada nodo de la red se
llevan a cabo procesos específicos, sugiriendo que el nivel de alertamiento, los aspectos
motivacionales, la representación sensorial o los actos motores dependen exclusivamente de una
región del cerebro.

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Tal vez sería más adecuado pensar que cada una de las funciones propuestas dependen a
su vez de redes neuronales que requieren la participación integrada de distintas regiones
cerebrales.
Por otra parte, el autor deja fuera de su esquema estructuras que han probado ser muy
importantes en los procesos de atención visuoespacial como son el colículo superior y el tálamo.

Modelo de Mirsky

Al igual que el modelo anterior, la propuesta básica del modelo de Mirsky es que la
atención es un proceso complejo, constituido por varios elementos o componentes, cada uno de
los cuales depende de diferentes regiones del sistema nervioso central.
La aproximación experimental que ha seguido este autor ha sido evaluar los trastornos de
atención que presentan diversos grupos de pacientes, entre los que se encuentran niños con
trastornos de atención, pacientes con epilepsia, esquizofrenia y lesiones cerebrales localizadas en
distintas regiones del sistema nervioso central (Mirsky y Van Burén, 1965; Mirsky, 1987). Para ello,
ha utilizado una batería de pruebas que permiten explorar el nivel de ejecución en una gran
variedad de procesos relacionados tanto con la atención (nivel de alertamiento, discriminación
auditiva, atención visuoespacial), como con el aprendizaje, la memoria o las funciones ejecutivas
(Mirsky y Duncan, 1987).
Después de realizar un análisis factorial con los resultados derivados de esa batería de
pruebas, Mirsky ha encontrado cuatro factores que explican 71 % de la varianza; estos factores
corresponden a los siguientes procesos: enfocamiento de la atención, asociado con la velocidad
perceptual y motora; atención sostenida, que refleja el nivel de alertamiento que se presenta a lo
largo del tiempo; codificación, que muestra aspectos de la atención relacionados con el
procesamiento de información; flexibilidad, que exhibe la capacidad de cambio de estrategias; y
orientación hacia estímulos novedosos que se presentan en el ambiente.
El componente que refleja el enfocamiento de la atención se asocia con la ejecución en las
siguientes tareas: cancelación de letras, el Trail Making Test, la subprueba símbolos en dígitos del
WAIS y la prueba Stroop, y se relaciona con un sistema neuronal que incluye a la corteza temporal
superior, lóbulo parietal inferior, núcleo caudado, putamen y globo pálido.
El componente relacionado con la atención sostenida coincide con el desempeño en las
pruebas de ejecución continua, en particular con las variables número de omisiones, número de
comisiones y tiempo de reacción. Según Mirsky, las estructuras asociadas con este componente
son la formación reticular del tallo cerebral y los núcleos reticulares del tálamo.
El tercer componente, asociado con el procesamiento de información, incluye las
subpruebas de aritmética y retención de dígitos del WAIS, y el autor lo asocia con el hipocampo
(Fig. 5).

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Figura 5. Representación esquemática de la posición del hipocampo

Finalmente, la capacidad para cambiar el foco de atención de un aspecto relevante del


ambiente hacia otro depende del funcionamiento de la corteza prefrontal y puede evaluarse
mediante la prueba de clasificación de cartas de Wisconsin.
El hecho de que los sistemas neuronales relacionados con la atención estén distribuidos en
diferentes regiones del sistema nervioso hacen que este proceso sea muy vulnerable, ya que es
posible que se vea afectado por alteraciones presentes en diversas regiones del cerebro, lo cual
explica la alta incidencia de los trastornos de atención.
Como se verá en otros capítulos, uno de los trastornos que se manifiesta de manera más
frecuente en la clínica es la alteración de la atención en niños.
Los niños con trastornos de la atención presentan una ejecución deficiente en tareas en las
cuales deben sostener su atención por largos periodos, así como también en tareas que dependen
del funcionamiento de los lóbulos frontales como lo son las pruebas de atención dividida y
aquellas que evalúan las funciones ejecutivas (Morales y Meneses, 2003).
Estudios de resonancia magnética nuclear (RMN) han mostrado que los niños con
trastornos de la atención presentan un menor volumen en la región del núcleo caudado del
hemisferio derecho y en las regiones rostrales del cuerpo calloso (Castellanos et al, 1994; Giedd et
al, 1994).
Mediante estudios con tomografía por emisión de positrones (TEP) se ha encontrado que
estos mismos niños muestran una disminución en el consumo de glucosa en los lóbulos frontales y
temporales, así como también en los ganglios básales (Riccio, 1993).
Otro grupo de pacientes en quienes Mirsky ha evaluado su modelo han sido aquellos que
exhiben "ausencias" de origen epiléptico, los cuales, durante la presencia de actividad paroxística,

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manifiestan pérdida de contacto con el ambiente. Esta conducta puede perdurar durante varios
segundos y la literatura médica las describe como "crisis de ausencias", "crisis de inmovilidad" o
"reacción de arresto".
Estos síntomas pueden presentarse como manifestación clínica de crisis parciales
complejas del lóbulo frontal (Quesney et al., 1992).
El registro simultáneo del electroencefalograma (EEG) y de la conducta del paciente
muestran que durante la fase de "ausencias" el EEG presenta una gran amplitud y con descargas
en forma de onda-espiga con una frecuencia aproximada de 3 Hz, las cuales se correlacionan con
un patrón clínico caracterizado por la interrupción del habla, la apertura de los ojos, alteraciones
de la conciencia, giro de la cabeza y los ojos, y, ocasionalmente, automatismos gestuales. Todos
estos síntomas cesan al finalizar la actividad paroxística.
Se ha implicado al núcleo reticular talámico como posible marcapasos de estas descargas,
proponiéndose una hiperexcitabilidad en los circuitos tálamo-corticales (Steriade et a l , 1987).
Mirsky y Van Burén (1965) informaron que los pacientes que muestran este tipo de crisis
tienen mala ejecución en tareas de atención o vigilancia aun cuando la actividad paroxística no
esté presente en el EEG.

Una de las ventajas del modelo de Mirsky se encuentra en la propuesta de que incluso los
procesos atencionales tan básicos como el mantener el nivel de alertamiento se llevan a cabo por
una red de elementos neuronales ubicados en distintas regiones del sistema nervioso.
Por otra parte, como el mismo Mirsky señala (1987), la asignación de componentes de la
atención a diferentes regiones cerebrales es preliminar, y los datos experimentales tendrán que
validarla; también es necesario considerar la posibilidad de que algunas regiones cerebrales
puedan compartir más de una función atencional; es decir, que algunos nodos participen en varios
subprocesos de la atención.

Modelo de Posner y Petersen

Este modelo (1990) propone la existencia de redes neuronales implicadas en los procesos
de la atención las cuales se agrupan en tres sistemas funcionales: sistema de vigilancia, sistema de
atención anterior y sistema de atención posterior. Estas tres redes tienen gran interacción (Fig. 6).
Posner y Petersen atribuyen funciones específicas a cada una de estas redes; asocian el
sistema de vigilancia con el incremento y mantenimiento del nivel de alertamiento; el sistema de
atención anterior con la detección de señales para el procesamiento conciente y el sistema de
atención posterior con la orientación hacia los estímulos sensoriales que se presentan en el
ambiente.

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El sistema de vigilancia es el responsable de generar un nivel de alertamiento óptimo para
permitir el procesamiento de señales relevantes. Se ha informado que el incremento en el nivel de
alertamiento durante la ejecución de una tarea de detección de estímulos produce un aumento en
la velocidad de las respuestas, aunque este aumento puede acompañarse por un mayor número
de errores, ya que la selección de la respuesta se basa en el procesamiento de cualidades básicas
del estímulo (Posner, 1978).
Esta red de vigilancia influye sobre los sistemas de atención anterior y posterior, por una
parte suprimiendo la actividad de base del sistema anterior y, por otra, incrementando la
eficiencia en la orientación hacia estímulos relevantes.
Al igual que en los modelos anteriores, Posner y Petersen han postulado que el sistema
noradrenérgico del locus coeruleus participa en la elevación y mantenimiento del nivel de
alertamiento; sin embargo, a partir del estudio de pacientes con lesiones cerebrales proponen que
el hemisferio cerebral derecho juega un papel importante en el mantenimiento del mismo, ya que
el nivel de alertamiento se afecta más cuando la lesión se presenta en el hemisferio derecho
(Heilman y et al., 1985).
Estudios posteriores han revelado que las neuronas noradrenérgicas provenientes del
locus coeruleus proyectan sus axones sobre distintas regiones corticales, presentando una extensa
arborización terminal, inervando en mayor medida el hemisferio derecho, mientras que las
proyecciones dopaminérgicas y colinérgicas provenientes del tallo cerebral muestran un patrón
inverso, es decir, mayor inervación del hemisferio izquierdo (Marrocco etal, 1994).
Las ratas a las que se les han lesionado selectivamente las neuronas noradrenérgicas del
lado izquierdo del tallo cerebral continúan presentando el patrón electroencefalográfico
característico de la vigilia en ambos hemisferios cerebrales (Cirelli et a l , 1996).

Posner y Petersen proponen que el sistema de atención anterior, implicado en la


detección de estímulos del ambiente, está constituido por regiones de la corteza prefrontal medial
como la circunvolución del cíngulo y el área motora suplementaria.
La evaluación del flujo sanguíneo cerebral durante la ejecución de tareas de detección de
estímulos ha mostrado que la circunvolución del cíngulo presenta un incremento en su nivel de
activación, el cual se asocia con la dificultad de la tarea (Posner et a l , 1988).
Otra evidencia en favor de la participación de estas estructuras en la detección de
estímulos se deriva de los estudios acerca del síndrome de hemiinatención en pacientes con
lesiones que afectan la circunvolución del cíngulo (Mesulam, 1981).

Se ha propuesto que el sistema de atención anterior participa de manera más activa


durante tareas que presentan alto grado de interferencia, como es el caso de la prueba Stroop
(Pardo et al., 1990), lo cual concuerda con estudios en los que se ha visto un deterioro en la ejecu-
ción de esta tarea en pacientes con lesiones frontales.

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El sistema de atención posterior está conformado por tres estructuras: la corteza parietal
posterior, el núcleo pulvinar del tálamo y el colículo superior; en conjunto, permiten la orientación
hacia estímulos visuales que resultan de interés para las personas.
La orientación hacia estímulos relevantes puede presentarse de manera manifiesta
mediante el movimiento de la cabeza y los ojos hacia la fuente atendida (fenómeno denominado
foveación), o se puede atender a una región del campo visual sin presentar conducta manifiesta
como en el caso de la atención encubierta (Posner, 1988).
Una de las funciones asociadas con el proceso de orientación visual es la mejora de la
detección de estímulos en la parte del campo visual que se está atendiendo, observándose un
incremento en el número de aciertos y una reducción en el tiempo de reacción, aspectos que
indican mayor eficiencia en el procesamiento.
De acuerdo con Posner y Petersen, la orientación hacia una región del campo visual puede
descomponerse en tres operaciones básicas: retirar la atención del sitio previamente
seleccionado, transferir la atención hacia el lugar en donde se presenta el estímulo relevante y
mantener la atención en el mismo.
Para estudiar estos procesos, Posner y colaboradores (1980) diseñaron una tarea que
consiste en la detección de estímulos que se presentan a los lados de un punto de fijación. En cada
ensayo se presenta una pista que le indica al sujeto el lugar en el que aparecerá el estímulo
prueba; sin embargo, a lo largo de la tarea se intercalan ensayos en los cuales la pista no se
muestra o señala hacia el lado contrario de donde aparecerá el estímulo prueba. Al utilizar esta
tarea en pacientes con lesiones cerebrales en diversas regiones del sistema nervioso se ha
encontrado que el tipo de alteraciones que aparecen depende de la localización de la lesión
(Posner, 1988).
De esta manera, se ha propuesto que las distintas estructuras que constituyen la red de
atención posterior se asocian con distintas funciones; a la corteza parietal posterior se le relaciona
con la función de retirar la atención del sitio previamente seleccionado, el colículo superior par-
ticipa en la reubicación de la atención en la nueva región de interés, y, finalmente, el núcleo
pulvinar del tálamo posterior se vincula con la fijación de la atención en la región atendida.
Estos resultados se han visto apoyados por estudios descritos anteriormente, en los cuales
se ha registrado la actividad neuronal unitaria en diversas regiones cerebrales durante la ejecución
de tareas de orientación visual (Desimone y Duncan, 1995), así como también en diversos estudios
en los que se han utilizado métodos de neuroimagen (Corbetta etai, 1995; Posner y Raichle, 1994).

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Figura 6. Procesos de atención postulados por Posner

En resumen, el modelo de Posner y Petersen sostiene que los procesos de atención se


sustentan en tres sistemas neuronales con una amplia relación entre sí, pero separados
anatómicamente de los sistemas sensoriales relacionados con el procesamiento de los estímulos.
Al igual que en los modelos anteriores, la propuesta de Posner y Petersen sugiere la
participación de distintas estructuras en los procesos de atención y, siguiendo el modelo de
Mesulam, intenta asignar funciones específicas a los distintos elementos que la componen.

Figura 7. Estructuras involucradas en cada uno de los procesos de atención postulados por Posner y
Petersen.

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CONSIDERACIONES FINALES

El conocimiento de los mecanismos cerebrales relacionados con la atención se ha incrementado


notoriamente en los últimos años. Este avance se ha logrado gracias a la realización de estudios en
los que se conjugan gran variedad de aproximaciones experimentales que incluyen la realización
de tareas que permiten discernir más claramente los distintos procesos relacionados con la
atención y el empleo de diversas técnicas, algunas de las cuales poseen gran resolución temporal,
como es el caso de los estudios de actividad neuronal unitaria y de los potenciales relacionados
con eventos, así como de otras técnicas que permiten definir de manera precisa las regiones
cerebrales que muestran cambios en el nivel de activación durante la realización de diversas
tareas. Estas técnicas se han empleado en individuos sanos y en pacientes que presentan
alteraciones de la atención. Además, se han desarrollado modelos animales que han permitido
acercarse a los mecanismos neurofisiológicos y neuroquímicos implicados en los procesos de
atención.
Con base en los modelos presentados en las páginas anteriores es posible señalar algunos
aspectos comunes entre ellos:

En todos se propone que la atención se compone de una gran variedad de procesos.


Se sostiene que los subprocesos de la atención dependen de grupos neuronales ubicados en
distintas regiones del sistema nervioso.
Se indica que alteraciones funcionales localizadas en diferentes regiones del cerebro producen
trastornos de atención con características específicas.
Aún falta por determinar los mecanismos neuronales que subyacen a los distintos subprocesos de
la atención; es decir, establecer el efecto de la activación o inactivación de los sistemas neuronales
propuestos sobre el nivel de alertamiento, la detección, selección y orientación, así como también
especificar si estos mecanismos son comunes a todas las modalidades sensoriales o si tienen
aspectos específicos.
Se espera que en los próximos años los datos experimentales continúen aportando información
valiosa que permita establecer teorías más precisas acerca de los mecanismos cerebrales de la
atención.

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