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Deprivación cultural
La atmósfera familiar en que predomina el poco interés por el aprendizaje y la cultura, se
traduce en una falta de estimulación al niño. Si a éste se le habla poco no se le proporcionan
materiales tales como libros cuentos o ningún otro tipo de juego didáctico se convierte en un niño
subestimado culturalmente que no desarrolla al máximo sus capacidades y que cuando llega a la
etapa escolar tiene una desventaja muy grande respecto a otros niños.
Estos niños generalmente rinden por debajo de sus posibilidades reales y dan impresión de un
retraso mental cuando el caso es extremo, siendo realmente falsos débiles mentales.
El padre del adolescente “normal” (y también la madre, desde luego) asumía una posición que
fue designada de intransigencia frente a las cuestiones y valores sociales y morales
fundamentalmente: los estudios, la moda, las compañías que frecuentaba el adolescente, el sexo.
Hacían todo lo que fuese necesario y durante el tiempo que hiciera falta, para modificar cualquier
desviación inicial en el hijo. En las entrevistas tenidas con cada padre se recogieron frases
ilustrativas como estas: “los padres tiene la obligación de que sus hijos estudien y tiene que
inculcárselo desde chiquitos”. Frases similares se recogieron respecto a la moda, las compañías,
etc. En cambio los padres del grupo de adolescentes con tendencias psicopáticas eran mucho más
débiles e inconstantes en sus actitudes y se sentían poco responsables de las desviaciones que
presentaban sus hijos: “que vamos a hacer si él no quiere estudiar”, “no todo el mundo tiene la
suerte de que salga el hijo estudioso”.
Este tipo de déficit en las actitudes paternas a través de todo el desarrollo del niño resulta muy
importante, especialmente cuando el niño ya va entrando a la adolescencia.
El juego, que inicia en los primeros años de vida y que se modifica a través del desarrollo tiene
una función de suma importancia en el desarrollo social del niño. A través del juego se incorporan
reglas de orden social útiles en la convivencia futura del niño.
El niño privado de interactuar con otros niños se observa con dificultades para el manejo de las
situaciones grupales siendo muy agresivo, egoísta, o incapaz de colaborar, indefenso, o cohibido
según sea su tipo de personalidad. El superar estas dificultades le cuesta más trabajo mientras más
tardía es su incorporación a las actividades del juego libre y grupal. La falta de habilidad y destreza
El déficit del juego es tanto más patógeno cuando más riesgos patológicos presente el niño. En
el tímido la timidez se acentúa lejos de reducirse. El inmaduro o infantilizado cada vez parece a los
demás ingenuo y débil. Es por tanto en estos niños donde más necesario resulta proveerlos de
oportunidades tempranas para la socialización a través del juego y la interacción con otros niños,
tanto de su edad como mayores y más pequeños.
En estos casos, el aparato psíquico del sujeto, es inundado por una cantidad abrumadora y
brusca de estímulos tensionantes sin dar tiempo a la movilización de sus recursos adaptativos. La
resultante es el estado de trauma aguda en niños que han presenciado escenas terribles en su
propia casa.
Nacimiento de un hermano.
De este factor sea hablado mucho y parece haber sido incorporado al común conocimiento de
los padres. En el hogar la rivalidad y el celo que produce el niño recién llegado, son inevitables y
esto es porque responde a una realidad: el hermanito nuevo le ha quitado algo, su posición del más
pequeño y parte del tiempo, la atención y el afecto materno y paterno. Por lo tanto lo que puede
hacerse es atender esta situación de celo normal y convertirla en una experiencia de crecimiento
emocional para el niño. Si la situación se maneja adecuadamente puede resultar, después del
inevitable periodo inicial, un acicate para el desarrollo.
Divorcio
El divorcio en sí, no es necesariamente psicopatógeno y puede ser hasta preferible para la salud
de todo el grupo familiar, a una situación de discordancia o inadaptación crónica de los cónyuges.
Debemos destacar también que este temor no se limita a las personas sino que se extiende con
menos importancia a las cosas, al medio ambiente, la casa; el ambiente con el cual es familiarizado
el niño adquiere, bien por sí solo, o bien porque se asocia con la persona protectora un carácter
tranquilizador, adquiriendo en consecuencia el medio extraño un carácter amenazador sobre todo si
el niño tiene que enfrentarlo solo. Este temor empieza a reducirse a partir de los 3 años.
En las primeras etapas de la vida empiezan a sentarse las bases de la delincuencia, al criarse al
niño en un ambiente con padres que no le enseñan ni supervisan adecuadamente en cuanto a
reglas morales, o que peor aún lo maltratan o le dan ejemplos de conductas psicopáticas.
B) Estímulos físicos:
El medio físico en que se desenvuelve el niño deberá ofrecerle amplias y variadas oportunidades
de desarrollar sus actividades de juego, manipuladoras y exploratorias, este espacio debe incluir
tanto objetos de juego de acuerdo a la edad, como el espacio en donde poder realizar la actividad.
La deficiencia de estos factores, al igual que todos los factores patógenos, no tiene el mismo
efecto sobre todos los niños. De acuerdo con sus características físicas y psíquicas
constitucionales el niño influye activamente sobre el medio físico y social que le rodea,
contribuyendo a mejorar o a agravar los factores adversos.