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UNIDAD DIDÁCTICA 1
La atención
1. OBJETIVOS
2. INTRODUCCIÓN
3. CONCEPTO DE ATENCIÓN
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persona y gobierna sus actividades subsiguientes. La atención, pues, permite una foca-
lización selectiva hacia un estímulo determinado, filtrando, desechando e inhibiendo
las informaciones no deseadas. Prepara al sujeto para la acción, mantiene el pensamiento
hacia un estímulo, la actividad mental o el objetivo a seguir (Devinsky y D’Esposito, 2004).
En la medida en que es una función compleja, no sólo están implicadas varias áreas del
sistema nervioso, sino que la atención se encuentra en la encrucijada de múltiples compo-
nentes tales como el nivel de conciencia, la orientación, la concentración, la velocidad de
procesamiento, la dirección, la selectividad o la alternancia (Devinsky y D’Esposito, 2004;
Portellano, 2005). De acuerdo con ello, la atención está controlada por diferentes estratos
jerárquicos de mayor o menor complejidad que se articulan en forma de redes neuronales
situadas en diversas estructuras nerviosas. Los procesos más pasivos relacionados con la
atención involuntaria se localizan en las áreas más profundas del encéfalo, mientras que
los que requieren un mayor grado de selección voluntaria se sitúan en las áreas neocorticales
(Portellano, 2005).
De forma sencilla y simple, se puede decir que hay tres circuitos neuronales que controlan
el normal funcionamiento de la atención (tabla 1): un circuito difuso de predominio
subcortical que media el arousal o el estado de alerta; un circuito mixto córtico-subcortical
que regula la orientación o la atención focalizada hacia un estímulo presente; y, finalmen-
te, un circuito de predominio neocortical que media la atención selectiva (Devinsky y
D’Esposito, 2004) (figura 1). Biológicamente, los tres circuitos neuronales implicados
en la atención se comunican entre sí y funcionan como una unidad funcional integral.
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Figura 1 – Representación neuroanatómica esquemática de los circuitos neuronales implicados en la atención. SRAA:
Sistema Reticular Activador Ascendente. El circuito neural que controla el estado de alerta implica estructuras
subcorticales. El circuito neuronal que media la orientación, un sistema mixto córtico-subcortical, implica los
colículos superiores, el núcleo pulvinar del tálamo y la corteza parietal en su porción posterior. El circuito neural
que controla la atención selectiva, un sistema predominantemente neocortical, incluye a la corteza frontal. Los
tres circuitos neuronales interactúan entre sí, y con la circunvolución cingulada, para constituirse como una
función unitaria. Adaptado de Devinsky y D’Esposito (2004).
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Las fibras más importantes relacionadas con la activación o el estado de alerta son los
axones ascendentes que se originan en la zona gigantocelular de la formación reticular de
la protuberancia o puente y del mesencéfalo. Las fibras surgen de las neuronas del puente
proyectadas a núcleos no específicos del tálamo (núcleo interlaminar, núcleo reticular y
núcleo medio). Estos núcleos inespecíficos tienen proyecciones difusas hacia amplias áreas
de la neocorteza. A partir de estos núcleos talámicos, también se encuentran amplias
interconexiones con otros núcleos talámicos, sus proyecciones regresan hacia las células
reticulares del puente, y un flujo de salida principal hacia el núcleo talámico anterior
ventral. Este núcleo anterior envía proyecciones difusas hacia el córtex. Estas vías eferentes
del tálamo se conocen como el sistema de proyecciones talámicas difusas (Netter, 1987;
Strub y Black, 1988).
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Figura 2 – Representación esquemática de las principales vías neuroquímicas de proyección difusa cerebral. A: El
sistema de la acetilcolina media los sistemas sensoriales en el estado de alerta y de activación (arousal). B:
El sistema dopaminérgico mantiene el tono psicomotor y motivacional, así como el nivel de activación. C: El
sistema serotoninérgico modula el afecto/emoción. D: El sistema noradrenérgico ayuda a iniciar y mantener
el estado de alerta, así como a depurar el procesamiento sensorial regulando la ratio señal-ruido. Abrevia-
ciones. SM: septum medial; BD: banda diagonal (área de Broca); NB: núcleo basal; ATV: área tegmental
ventral; SN: sustancia negra (porción caudal); NdR: núcleo dorsal de Rafe; NmeR: múcleo mediano de Rafe;
NpR: núcleo periolivar de Rafe; NmR: núcleo magno de Rafe; NR: núcleo pálido de Rafe, núcleo oscuro de
Rafe. LC: locus ceruleus. Adaptado y modificado de Devinsky y D’Esposito (2004).
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El sistema de alerta puede verse alterado por una variedad de procesos patológicos. En
los trastornos con un desequilibrio metabólico, como en las alteraciones hepáticas o
acidosis diabética, el sistema en conjunto queda depresivo y el paciente se encuentra
en un estado estuporoso o letárgico. Una lesión específica que implique la destrucción
de parénquima (tal es el caso de un infarto isquémico o hemorrágico o una contusión
traumática), que implique a la zona de la protuberancia o mesencéfalo del sistema
reticular, hará que el paciente quede en estado comatoso, estado en el que el paciente
no responde a ningún estímulo, por muy fuerte que éste sea. Si la lesión aparece a nivel
del sistema de proyección talámica y subtalámica, hay una reducción muy marcada de
la activación ascendente, de forma que el paciente aparece en un estado de alerta, pero
sólo puede responder a una estimulación mínima. En este último caso el paciente podrá
iniciar la apertura de los ojos, susurrar unas pocas palabras y, ocasionalmente, podrá
realizar algún movimientos, si bien permanece acinético y con un mutismo (Strub y
Black, 1988).
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No hay que olvidar que la atención fluctúa durante el día y según el estado de alerta del
individuo. Las fluctuaciones de la activación durante el estado de vigilia van a depender
de varias causas. En parte, de los ritmos cíclicos hormonales y vegetativos generados
endógenamente. En parte de los estímulos ambientales, tipo e intensidad. Y finalmente,
va a depender según la relevancia de las entradas sensoriales individuales para la persona.
Es conocido que los estados asociados a altos niveles de activación generalizada, tales
como los producidos por la ansiedad, tienen efectos perjudiciales sobre la atención, ha-
ciendo que disminuya la posibilidad de la selectividad de la respuesta. Por otro lado, los
estímulos valorados como potencialmente aversivos, exigen una atención continua, en
contraste con los estímulos placenteros que hacen disminuir, al menos temporalmente, la
atención si ocurren con demasiada frecuencia y debido a un proceso de habituación.
Finalmente, la atención fásica es la capacidad para dar una respuesta rápida ante algún
estímulo relevante que se presenta de manera sorpresiva e inesperada. Por consiguiente,
cambia más bruscamente y es más sensible al control voluntario. Se trata de una respues-
ta biológica inespecífica que activa los circuitos tálamo-frontales y las áreas amigdalino-
hipocámpicas. Desde un punto de vista neurológico, la alerta fásica se vincula con la
respuesta de orientación que es la primera reacción del organismo ante un estímulo poco
usual, inesperado y novedoso, posibilitando que se preste atención a la fuente de proce-
dencia de dicho estímulo. Tiene importancia desde el punto de vista ecológico en la medi-
da en que permite detectar u orientarse hacia estímulos de cierta intensidad, con algún
tipo de relevancia. Desde el punto de vista cognitivo se define como la reducción del
tiempo de respuesta a un estímulo diana que aparece poco tiempo después de una
señal (Portellano, 2005).
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Tabla 1 – Circuitos neuronales que regulan la atención y sus sistemas atencionales dependientes. Adaptado de
Devinsky y D’Esposito (2004).
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Una vez que el sujeto dispone de un nivel suficiente de activación o de estado de alerta
para posibilitar el acceso al conjunto de informaciones que llegan al Sistema Nervioso
Central, entra en juego el proceso de atención sostenida. Se puede definir como la
capacidad mediante la cual el foco atencional se puede mantener resistiendo al incre-
mento de la fatiga y a las condiciones de distractibilidad. Es decir, la capacidad que
tiene un sujeto para mantener una respuesta conductual mediante la realización de
una actividad repetida y continuada durante un periodo de tiempo continuado. La aten-
ción sostenida no sólo guarda relación con el nivel de alerta, sino con los factores
motivacionales, posibilitando que se active la atención selectiva (Portellano, 2005). Di-
cho sistema atencional está mediado por el sistema reticular activador ascendente y el
sistema límbico.
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confusión. Hay que recordar que las lesiones en el lóbulo parietal inferior derecho cau-
san una negligencia o inatención hacia el lado izquierdo del cuerpo. Geschwind atribu-
ye al hemisferio derecho las tareas de búsqueda en ambos lados del espacio mientras
que el hemisferio izquierdo se concentra selectivamente en el lado izquierdo del espa-
cio y en la tarea en curso (Heilman, Pandya y Geschwind, 1970; Kerkhoff, 2001; Cherney,
2002; Parton, Malhotra y Husain, 2004).
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Este modelo diferencia dos modalidades de análisis perceptivo, uno en el que intervie-
ne un procesamiento automático y otro en el que interviene un procesamiento contro-
lado o consciente (Norman y Shallice, 1980; Wilkins, Shallice y McCarthy, 1987). Así,
cuando un estímulo llega a la base de datos atencionales, operan dos sistemas. Uno
regula los automatismos atencionales, programa denominado de arbitraje o conten-
ción, que inhibe un esquema de acción para que pueda actuar otro sin interferencia. El
procesamiento automático se realiza en paralelo posibilitando el que se procesen varios
tipos de información de forma simultánea. El segundo programa se ha relacionado con
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Este autor propone un modelo atencional constituido por cuatro componentes y dos
sistemas jerarquizados. El primer componente es el sistema reticular que lo relaciona con
el mantenimiento del nivel de alerta y de vigilancia. El segundo es el sistema límbico y la
circunvolución cingulada, situándolo como el responsable de los aspectos motivacionales
de los procesos atencionales. El tercero es el sistema frontal como responsable de la
coordinación de los programas motores. El cuarto componente es el sistema parietal,
responsable de realizar la representación o mapa sensorial interno. Respecto a los dos
sistemas, que funcionan de forma interdependiente, reciben el nombre de matriz
atencional o función de estado y el vector atencional o canal atencional. El primero
regula la capacidad general para el procesamiento de la información, la eficiencia en la
detección, el poder de focalizar, el nivel de vigilancia o alerta y la resistencia a la interfe-
rencia. Estos procesos están relacionados con lo que suele considerarse como atención
tónica. Está estrechamente relacionado con el estado de alerta y sus centros
neuroanatómicos se localizan en los núcleos de la formación reticular mesencefálica,
las áreas heteromodales de la neocorteza cerebral y el tálamo. El vector atencional se
relaciona con los procesos de atención selectiva y es la modalidad de atención que
regula la dirección de la atención en cualquier situación estimular. Dicho sistema estaría
regulado por el lóbulo parietal y el lóbulo frontal (Mesulam, 1990; Mesulam 2000).
Este modelo está constituido por dos sistemas neuroanatómicos, el posterior y el anterior,
interconectados entre sí y formando parte de un circuito neuronal córtico-estriado-talámico.
El sistema de atención posterior estaría formado por los tubérculos cuadrigéminos del
tronco cerebral, las áreas talámicas y el lóbulo parietal. Estaría implicado en la orientación
de las localizaciones espaciales visuales y se relaciona con la atención involuntaria y con la
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6.1.1. Concepto
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Tabla 2 – Diagnóstico diferencial entre el síndrome confusional agudo y la enfermedad de Alzheimer. Modificado de
Lipowski (1983).
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El término delirium, que también puede formar parte de un estado confusional agudo,
se define como una alteración cognitiva y conductual transitoria caracterizado por gra-
ves trastornos de la percepción, alucinaciones aterrorizantes y sueños vívidos, ordena-
miento caleidoscópico de fantasías extrañas y absurdas, insomnio, tendencia a convul-
sionar y trastornos emocionales intensos. Se distingue además por un intenso estado de
alerta, una gran hiperactividad psicomotora y del sistema nervioso autónomo (Mesulam,
2000; Devinsky y D’Esposito, 2004). El estado confusional es un elemento esencial del
delirium y, éste último, depende principalmente de un trastorno de percepción.
Pueden considerarse dos rasgos esenciales para el diagnóstico del estado confusional
agudo. El primero se refiere al enturbamiento de la conciencia, que puede definirse como
la incapacidad de los pacientes para pensar con la claridad y la velocidad acostumbrada.
En muchos pacientes el nivel de alerta y de activación (arousal) se encuentra alterado, así
como el contenido y la coherencia del proceso de pensamiento. Estas alteraciones de la
conciencia y su tendencia a la fluctuación durante el día pueden ser sutiles y tan sólo estar
presentes durante una parte del día, son críticas a la hora de considerar este cuadro como
orgánico versus psicógeno. El paciente esquizofrénico puede manifestarse con un pensa-
miento incoherente y con la apariencia externa de confusión, pero su nivel de conciencia
es normal y no varía durante el día.
El segundo rasgo clínico distintivo hace referencia a una alteración de la atención. Para
algunos clínicos es el rasgo conductual cardinal de este cuadro. Muchos pacientes tie-
nen grandes dificultades para mantener o sostener la capacidad de concentración y se
distraen con facilidad. La capacidad de alerta puede estar reducida o ser inestable
(Lipowski, 1983; Brown y Boyle, 2002).
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En los estados iniciales del trastorno, con frecuencia los pacientes están inquietos, y en
particular durante la noche. El sueño está alterado y pueden aparecer cambios conductuales
tales como la ansiedad o alteración del estado afectivo. Estos pacientes experimentan una
dificultad para concentrarse y su conversación tiende a desviarse del tema. La exploración
del lenguaje objetiva dificultades en encontrar el nombre de lo que desean decir y la
presencia de parafasias semánticas. Debido a que el cuadro progresa, se vuelven incapa-
ces de pensar con claridad y eficacia y sus pensamientos pierden coherencia. A menudo
pierden el curso de la secuencia temporal de los hechos recientes. Todos estos síntomas
fluctúan, si bien, normalmente, se acentúan por la noche (Geschwind y Chedru, 1972).
La totalidad del cuadro clínico de muchos de los pacientes en estado confusional agudo
cae dentro de dos categorías principales: letárgico y agitado. En algunos pacientes el
cuadro se mantiene consistente a lo largo del curso del episodio agudo, mientras que en
otros, varía de un estado letárgico a un estado de agitación a lo largo del día. Cuando un
paciente se vuelve agitado e hiperactivo, debe considerarse el cuadro confusional como
delirio, añadiendo además la característica de un incremento de la actividad autonómi-
ca con dilatación pupilar, cara ruborizada, taquicardia y taquipnea. El delirium puede
ser una fase de cualquier estado confusional o bien puede ser el patrón conductual
predominante, como en el caso del delirum tremens en la retirada de alcohol (Treolar y
MacDonald, 1997).
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Un aspecto del estado confusional que no puede explicarse sobre la base de funda-
mentos anatómicos es el hecho de que algunos pacientes desarrollan un delirium
desde la misma perturbación metabólica básica que produce el estado letárgico en
otros. Es posible que las diferencias en la anatomía y en la función de la membrana
den como resultado estas reacciones distintas. Sin embargo, igualmente también es
posible que cada tipo de presentación clínica esté determinada por una única combi-
nación de factores.
Si bien la anatomía y fisiopatología del estado confusional agudo todavía no está del
todo bien establecida, el cuadro clínico sí que se encuentra bien definido y puede reco-
nocerse con cierta facilidad. Una adecuada valoración neuropsicológica o cognitiva puede
ayudar a ello, siguiendo los siguientes pasos:
Agudeza de inicio. La agudeza del inicio puede ser rápidamente evaluada por
la observación clínica del paciente. La evolución de un comportamiento anor-
mal en un curso de horas a días es fuertemente sugestivo de un estado
confusional, mientras que una historia de meses a años de un progresivo estado
conductual confuso aumenta la duda de una demencia. En algunos casos la
confusión aparece gradualmente y puede volverse crónica, durante meses.
Enturbamiento de la conciencia. La evaluación en este punto implica la explo-
ración tanto del nivel de alerta como del contenido del proceso del pensamien-
to. El nivel de alerta viene determinado por la cualidad de la respuesta del pa-
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En suma, la evaluación del estado confusional agudo recae plenamente sobre la habili-
dad del clínico para observar y elicitar las diversas anormalidades conductuales que
componen el síndrome. El diagnóstico debe hacerse en base únicamente a razones
conductuales y cognitivas (tabla 3).
El mutismo acinético es un severo trastorno atencional que fue inicialmente descrito por
Cairns y colaboradores en 1941, para definir una grave alteración del estado de vigilia
que se acompaña, clínicamente, de una profunda apatía, falta de iniciativa motora o
verbal e indiferencia frente a todo tipo de estímulos (Cairns y colaboradores, 1941). Los
pacientes carecen de movimientos espontáneos y no responden a órdenes, preguntas o
estímulos, permaneciendo en silencio de forma permanente (Mega y Cohenour, 1997;
Moore, 2001).
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Figura 3 – Ejemplo de síndrome de negligencia. Se solicita al paciente, que había sufrido un accidente vascular
cerebral (AVC) en la corteza parietal posterior, que copiara el dibujo de modelo (imagen de la izquierda).
El paciente fue incapaz de reproducir gráficamente las características en el lado izquierdo del modelo
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La negligencia unilateral se presenta con mayor frecuencia y con mayor gravedad tras lesio-
nes en el hemisferio derecho, específicamente en el parietal derecho en su porción inferior
en unión con la corteza de asociación témporo-parieto-occipital, siendo característica la
ignorancia de la información sensorial situada contralateralmente (Bjoertomt, Cowey y Walsh,
2002). Sin embargo, la negligencia unilateral también puede ser causado por lesiones del
lóbulo parietal izquierdo o en regiones no parietales del hemisferio derecho tales como la
corteza prefrontal dorsolateral, los campos visuales frontales, la circunvolución temporal
superior y la corteza cingulada anterior (Husain, Mattingley, Rorden, Kennard y Driver, 2000).
Los síntomas de la negligencia causada por lesión del hemisferio derecho son más frecuen-
tes, de mayor gravedad y de peor pronóstico que los homólogos causados por lesiones
izquierdas. Las lesiones subcorticales causan negligencia unilateral cuando la lesión se sitúa
en el estriado, cápsula interna posterior y núcleo pulvinar del tálamo. Estas lesiones inte-
rrumpen las fibras ascendentes monoaminérgicas o colinérgicas del tronco encefálico o las
vías talámicas que se proyectan hacia la corteza cerebral (Devinsky y D’Esposito, 2004).
Figura 4 – Ejemplo de síndrome de negligencia. Autorretrato durante la recuperación de un accidente vascular cere-
bral (AVC). Imagen superior izquierda: autorretrato a los dos meses tras el infarto cerebral que afectó a la
corteza parietal derecha. En la imagen superior derecha se presenta el autorretrato efectuado tras tres
meses y medio después del infarto cerebral. A los seis meses de la lesión se observa una mejora del
síndrome de heminegligencia (imagen inferior izquierda). A los nueve meses de la lesión vascular cerebral
se identifica un tratamiento cada vez mayor del lado izquierdo de la pintura (imagen inferior derecha).
Adaptado de Posner y Raichle (1994).
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No está claro el motivo por el que el síndrome se observa más frecuentemente con una
lesión del hemisferio derecho que del izquierdo. El hemisferio derecho parece dominante
para la comprensión de las relaciones espaciales. Esto al parecer coincide con la mayor
pérdida del sentido espacial después de las lesiones hemisféricas derechas. Una hipótesis
es que el hemisferio izquierdo se relaciona con la concentración de la atención en los
objetos del campo visual derecho, mientras que el hemisferio derecho se relaciona con
la concentración de la atención en los objetos de los campos visuales izquierdo y dere-
cho (Heilman, 1979; Mesulam, 1981). Esto podría explicar los efectos asimétricos de las
lesiones hemisféricas izquierdas y derechas.
En la década de los años sesenta del siglo XX, Denhoff estableció una de las primeras
clasificaciones de las denominadas disfunciones cerebrales, incluyendo la sintomatología
relacionada con la conducta, en la que se considerarían incluidos los trastornos de déficit
de atención e hiperactividad. A esta forma de disfunción se la denominó disfunción cere-
bral mínima (DCM), más por la poca especificidad y definición de los trastornos neurológicos
reconocibles, aunque presentes con los denominados signos neurológicos leves (soft signs),
que por la sintomatología conductual predominante. Dicho concepto servía de puente
entre las lesiones cerebrales adquiridas con manifestaciones neurológicas claras y las
disfunciones cerebrales que originan un espectro de alteraciones cognitivas y conductuales
definidas. Si bien se supone una posible afectación del Sistema Nervioso Central, éste no
siempre es claramente demostrable (Denhoff, 1966,1973; Denhoff y Stern, 1979).
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Los síntomas y signos cardinales del TDA-TDAH, como una forma de DCM, son la dificul-
tad para mantener la atención, la impulsividad, la hiperactividad y la baja tolerancia a la
frustración con labilidad emocional. Hay otros síntomas no nucleares que no son
infrecuentes tales como las dificultades de aprendizaje (cálculo, lectura, escritura y orto-
grafía), alteraciones emocionales y los trastornos de la conducta (Weyandt y Willis, 1994;
Weyandt, 2005). Según predominen los síntomas de hiperactividad-impulsividad, de des-
atención o ambos, el TDA-TDAH puede diagnosticarse en uno de los tres subtipos siguien-
tes (Fejerman, 1997):
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Más del 50 % de los niños diagnosticados con TDA-TDAH siguen presentando el proble-
ma durante la edad adulta, lo que se denomina trastorno atencional residual. Mientras
que en la infancia son más frecuentes los síntomas de inatención, impulsividad e
hiperactividad; en la adolescencia y en la edad adulta hay un predominio de las altera-
ciones emocionales y de la conducta, siendo muy frecuentes las dificultades de ajuste
afectivo, social y laboral (Portellano, 2005).
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