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Sobre el método
Casi todos los estudios analizan el conocimiento proposicional, es decir, el que se refiere a
un hecho o situación expresados por una proposición. En castellano, esa forma de
conocimiento se traduciría por "saber”. En pocos temas filosóficos podemos encontrar un
consenso tan general como en la definición de "saber”, para la gran mayoría de los autores
contemporáneos que escriben sobre teoría del conocimiento ese análisis puede acudir a
una larga tradición que se remonta hasta el Teetetes de Platón. Podríamos designarlo como
el “análisis tradicional” de saber. El cual se aborda a continuación.
Saber y creer
En el lenguaje ordinario podemos usar “creencia” en, por lo menos, dos sentidos. En un
primer sentido, “creer" es opuesto a “saber". Si digo, por ejemplo, “creo que hay otra vida"
doy a entender que no lo sé. A la inversa, si sé algo, suelo a veces oponer mi saber a una
simple creencia; este sentido tiene “creer" cuando afirmamos: “no creo tal cosa, la sé",
queremos decir que no tenemos una mera suposición insegura, sino mucho más que eso.
“Creer" tiene entonces un sentido restringido: quiere decir tener algo por verdadero pero sin
estar seguro de ello, ni contar con pruebas suficientes. Equivale a “suponer", “presumir",
“conjeturar", pero no a “estar cierto". En este sentido restringido puede hablarse de una
creencia “vacilante" o “insegura", adjetivos que no podrían aplicarse a un saber.
Si tomamos “creer" en su sentido más general significa simplemente “tener un enunciado
por verdadero" o “tener un hecho por existente", aceptar la verdad y realidad de algo, sin
dar a entender que mis pruebas sean o no suficientes. En este sentido general, saber
implica necesariamente creer, pues no se puede saber sin tener, al mismo tiempo, algo por
verdadero. Si alguien sabe que p (un hecho cualquiera expresado por una proposición)
también cree que p. La prueba es que afirmar que alguien sabe algo sin creerlo sería
contradictorio. Decir que S sabe que la tierra es redonda o que 2 más 2 suman 4 pero que
no cree nada de eso, es contradictorio. Si sé algo no puedo menos de creer en ello, en el
sentido más general de tenerlo por verdadero. No es contradictorio, en cambio, decir que
alguien cree que p pero no sabe que p. Si bien nadie puede saber sin creer en lo que sabe,
todos creemos muchas cosas sin que podamos asegurar que las sabemos. Todo saber
implica creencia pero no toda creencia implica saber.
No puedo distinguir, en mi saber que p, entre dos componentes: uno que fuera mi creencia
que p y otro mi saber. Si sé que p, no puedo separar de ese saber mi creencia; saber que p
es creer que p de una manera especial, es creer que p. Podemos decir pues que una
primera condición para que S sepa que p es que S crea que p.
Una creencia es verdadera sólo si la proposición en que se expresa lo es. Saber es,
entonces, creencia verdadera. Pero, ¿basta con eso? Si creo en algo y esto es cierto ¿no
puedo decir en todos los casos que sé? No en todos. Podría resultar que mi creencia fuera
cierta por casualidad, porque acertara sin proponérmelo siquiera o sin tener conciencia del
porqué de mi acierto. De una persona que crea en algo sin ningún fundamento, sin razones
que justifiquen su creencia, o bien que crea por livianas o equivocadas razones, no se dirá
que sepa, aunque resulte por azar verdadero aquello en que cree. Las dos condiciones
anteriores no bastan para saber; una última condición falta: tener razones suficientes que
justifiquen la creencia. En palabras de Platón en el Teetetes: “La creencia verdadera por
razones es saber, la desprovista de razones está fuera del saber.”
Entonces S sabe que p supone tres condiciones, a saber:
1) S cree que p,
2) “p” es verdadera,
3) S tiene razones suficientes para creer que p.
4) Podemos llamar “justificada” a una creencia basada en razones suficientes. Saber es,
entonces, creencia verdadera y justificada.
Nos encontramos frente a un problema: el saber tiene que presentarnos una garantía
segura de alcanzar la verdad, pero ¿cómo llegar a la verdad si no es por esa garantía?, si el
saber es creencia verdadera justificada, pero, tomando en cuenta que la justificación de
nuestra creencia verdadera puede ser equivocada, entonces, ¿no basta con la tercera
condición?, ¿cómo debemos definir la justificación para que sea una garantía segura de
"atarnos" a la realidad?, el problema no ha recibido una solución definitiva debido a la falta
de precisión en el concepto de "razones suficientes”.
Creencia
Conocer y saber
Conocer
Conocer x es pues algo más que poder predicar algo acerca de x, para conocer algo es
preciso tener o haber tenido una experiencia personal y directa, haber estado en contacto,
estar "familiarizado” con ello. Puedo decir que conozco a alguien porque me lo hayan
presentado alguna vez, aunque casi nada sepa de él. Pero no podría decir con propiedad
que conozco a un personaje del pasado, aunque sepa mucho de su vida. La experiencia a
que se refiere "conocer” puede también versar sobre las propiedades de algo; entonces las
sustantivizamos, considerándolas como un objeto nuevo, así, por ejemplo, "conozco las
debilidades de x” o "las excelencias de la comida de x”, lo que no significa lo mismo que "sé
cuáles son las debilidades de x” y "sé que la comida de x es excelente”, pues saber sobre
un objeto no es garantía de que haya experimentado sus propiedades. La experiencia a que
alude “conocer” puede ser de muchos grados (en tanto que saber no admite gradaciones),
puedo conocer más o menos sobre x. En un sentido débil se refiere a un contacto
superficial; significa entonces algo así como “encontrarse alguna vez”. En un sentido más
fuerte se refiere a experiencias múltiples, variadas, profundas sobre un objeto, o bien, a una
experiencia vivida, duradera e intensa. En todo caso, cabe calificar el conocimiento con
adverbios que lo cuantifiquen “lo conozco muy bien” o “lo conozco un poco”. Conocer no
consiste en un solo acto, sino en muchas experiencias variadas, capaces de ser integradas
en una unidad; por ello el conocimiento puede ser más o menos complejo, más o menos
rico. Es cierto que en ocasiones puedo usar también "conocer” para referirme a algo de lo
que no tengo experiencia directa, como cuando digo “sólo lo conozco de oídas” o “por
referencia”, pero es evidente que “conocer” tiene aquí un sentido analógico, como lo índica
el uso de! adverbio “sólo”. En su sentido normal, conocer supone haber tenido algún
contacto directo. Así, diríamos: “no lo conozco personalmente, sólo por referencia.”
Aún si usamos “conocer” en su sentido más débil, esto es, referido a un objeto o persona
que sólo hemos encontrado una vez, conocer algo no equivale a tener una serie de datos
sensoriales o imaginativos, supone además integrarlos en la unidad de un objeto. Para
aceptar que conocemos debemos rebasar la simple suma de aprehensiones inmediatas: es
necesario referirlas a una x que se presenta en todas ellas. Condición para conocer algo o a
alguien es captar el mismo objeto en diferentes escorzos y matices. Ello implica que las
aprehensiones inmediatas de las cualidades dadas pueden ser sometidas a ordenación y
síntesis, mediante reglas generales aplicables a toda experiencia. Una vez ordenada la
experiencia por esas reglas generales, el mantenimiento de la unidad de cada objeto
requiere la posibilidad de aplicar a todas sus presentaciones posteriores un esquema de la
imaginación o un concepto. La unidad del esquema o del concepto con el que nos referimos
a una multiplicidad aprehendida permite conocer en él a un objeto. Mientras la aprehensión
inmediata capta datos, la experiencia versa sobre objetos y situaciones objetivas; incluye
varias operaciones de síntesis de la multiplicidad de lo dado en una unidad. Conocer puede
tener grados, es integrar en una unidad varias experiencias parciales de un objeto. Para
poder hacer todo lo anterior, es preciso que se añadan a las presentaciones inmediatas
ciertas creencias. Éstas son de dos tipos: Primero: creencias básicas sobre lo que existe,
que corresponden a las reglas que permiten ordenar la experiencia. Segundo: creencias
adquiridas en experiencias anteriores, acerca de la clase de objetos o situaciones a que
pertenece lo conocido . ciertas creencias generales están supuestas en mi conocimiento del
objeto y éste, a su vez, permite inferir otras creencias acerca de él. Conocer x incluye, en
suma, aprehensiones inmediatas y creencias, referidas todas ellas al mismo objeto.
Conocer algo es captar las cosas tal como son realmente. Si aplicamos “conocer" a la
captación de los propios procesos mentales es porque tomamos éstos como objetos,
hechos o estados reales, que constituyen una experiencia interna. Sólo de la experiencia
hay conocimiento y ésta supone la existencia real de lo conocido. Puede afirmarse pues que
una condición necesaria, aunque no suficiente, de conocer x, es que x exista. Con todo,
podemos considerar esta condición incluida analíticamente en “tener experiencia directa de
x", si consideramos la existencia del objeto como condición necesaria de la experiencia.
El que sabe muchas cosas sobre algo, tiene con ese algo una relación cognoscitiva
diferente a quien realmente conozca ese algo. Por ejemplo: “Saber una lección” es distinto a
“conocerla”. Lo primero es poder repetirla o exponerla parte por parte, lo segundo es
haberla comprendido en su estructura, y poder, en consecuencia, distinguir en ella lo
importante, para exponerla como un conjunto coherente. Conocer no es una suma de
saberes sino una fuente de él. Conocer supone tener alguna “clave” para saber muchas
cosas sobre algo, tener un modo de relacionar cualquier saber de algo con los demás. El
saber es necesariamente parcial, el conocer aspira a captar una totalidad. Podemos tomar
“conocimiento” como un término para designar cualquier forma de captar la existencia y la
verdad de algo. En este sentido tan general, habría varias formas de “conocimiento”: “saber
que”, “aprehensión inmediata”, “conocer” en sentido estricto. Cada una de esas formas
presenta condiciones diferentes. Para conocer x, en sentido estricto, son condiciones
necesarias:
1) Tener o haber tenido experiencias directas de x, y, por ende, que x exista.
2) Integrar en la unidad de un objeto x diferentes experiencias de x.
3) Poder tener ciertas respuestas intelectuales adecuadas frente a x .
En cambio justificar ante los demás nuestra creencia de que tenemos un conocimiento, no
implica transmitir éste. Si alguien, digamos A, trata de justificar ante otro, sea B, su
conocimiento de x, B puede saber que A conoce x, esto es, B puede tener razones
objetivamente suficientes para aseverar que A conoce x, pero no por ello comparte el
conocimiento de A; B no conoce a su vez lo que A conoce. Para ello B debería colocarse en
circunstancias semejantes a A y tener experiencias similares. El conocimiento, a diferencia
del saber, no es directamente transmisible. Cualquier saber es compatible; nadie, en
cambio, puede conocer por otro, cada quien debe conocer por cuenta propia. El conocer es
intransferible. Por ello la relación de conocimiento no es transitiva. Si A conoce x y B sabe
que A conoce x, no se sigue que B también conozca x. Sólo hay una forma indirecta de
transmitir el conocimiento: colocar al otro en una situación propicia para que él mismo lo
adquiera. Conocer es asunto estrictamente personal. Por ello los saberes pueden
consignarse en discursos razonados y anónimos, el conocer requiere, en cambio, del
testimonio de quien conoce.
Saber testimonial
Tipos de conocimiento