Está en la página 1de 6

Autores: Mg. Salvatierra, María Agustina (Auxiliar Docente); Psic.

Barboza Dantur, Jorge


Mariano (RR. HH. - Nivel Graduados) y Psic. Elizalde Martínez, Santiago (RR. HH. - Nivel
Graduados).

Heurísticos y sesgos cognitivos en el Pensamiento


Introducción
Abordar el proceso psicológico del Pensamiento no es una tarea sencilla: como suelen
mencionar los textos al respecto (González, 1987; Carretero y Asensio, 2014), la palabra
pensamiento posee tal polisemia que puede remitir a muchas cuestiones. Sin embargo,
no son frecuentes los malentendidos cuando se utiliza esta palabra en lo cotidiano, sino
que la ambigüedad aparece en el ámbito científico.
Para poder estudiar un constructo, es necesario definirlo y, por lo tanto, delimitarlo. Por
ello, se considerará al Pensamiento como “aquello a lo que apunta un conjunto de
actividades u operaciones intelectuales, como razonar, hacer abstracciones, generalizar,
etc., cuyas finalidades son, entre otras, resolver problemas, tomar decisiones y
representarse la realidad externa”.
Para poder estudiar un constructo, es necesario definirlo y, por lo tanto, delimitarlo. Por
ello, se considerará al Pensamiento como “aquello a lo que apunta un conjunto de
actividades u operaciones intelectuales, como razonar, hacer abstracciones, generalizar,
etc., cuyas finalidades son, entre otras, resolver problemas, tomar decisiones y
representarse la realidad externa”.
Cabe aclarar que tal concepción caracteriza lo que podría denominarse como Encuadre A
-Pensamiento dirigido hacia metas-, para diferenciarlo de un posible Encuadre B
-Pensamiento como discurrir de la conciencia- (González, 1987). El presente trabajo se
situará en el Encuadre A porque ha sido la manera en que la Psicología Cognitiva abordó
esta temática -aunque existieron estudios antecedentes en otras corrientes, como el
Funcionalismo, el Conductismo, la Gestalt y los Enfoques Socioculturales-. Además, debe
mencionarse que el Encuadre A diferencia, a su vez, procesos -o subprocesos, si se toma
al Pensamiento como proceso general cuya delimitación puede ser difícil: razonamiento,
solución de problemas y toma de decisiones.
La intención de este trabajo es abordar aspectos que conciernen a la solución de
problemas y la toma de decisiones, con énfasis en algunos heurísticos y sesgos
cognitivos que suelen aparecer en el Pensamiento, para brindar un poco de luz al
respecto. Se profundizará en la línea de investigación a la que Fernández Berrocal y
Carretero (1995) denominan como de heurísticos o aplicación de reglas por omisión,
desarrollada por Amos Tversky y Daniel Kahneman. Por último, se reflexionará sobre una
de las preguntas que más ha motivado a los investigadores en esta temática: ¿son
realmente racionales los seres humanos?
Algoritmos, heurísticos y sesgos
Razonamiento es un término complejo. Su definición depende, en gran medida, del
sustento teórico en que se apoye. A los fines de este trabajo, y considerando aportes
desde varias disciplinas (Fernández Berrocal y Carretero, 1995), puede decirse que el
razonamiento es la extracción de conclusiones en base al establecimiento de nexos a
partir de premisas. Para ello, se cuenta con ciertos esquemas a nivel cognitivo, que se
ven reflejados en reglas y estrategias.
La conducta de solución de problemas, por su parte, se puede describir como una
interacción entre un sistema de procesamiento de información y una tarea con un
determinado ambiente. Al momento de solucionar un problema, entran en juego ciertas
reglas -algoritmos- y estrategias -heurísticos- (Cortada de Kohan, 2008). Los algoritmos
son un conjunto de instrucciones no ambiguas: seguirlos, en teoría, garantiza una
solución. Los heurísticos, por su parte, son atajos cognitivos que se utilizan
cotidianamente porque son eficientes y adaptativos en los ambientes ecológicos y
sociales a los que pertenecen: son juicios intuitivos, se basan en el conocimiento parcial,
en la experiencia o en suposiciones -que pueden ser correctas o erradas-.
Piatelli Palmarini (2005) comienza el desarrollo de su libro Los túneles de la mente
diciendo que se ha descubierto recientemente un inconsciente cognitivo, que pertenece al
mundo de los razonamientos, de los juicios; este inconsciente afecta a los humanos sin
que se den cuenta y es un rasgo que “cada uno de nosotros debe ya prepararse a
dominar”.
Tal caracterización coincide con lo que, en años recientes, se ha denominado Sistema 1
de Pensamiento, que opera en forma “rápida, intuitiva y mayormente inconsciente”
(Aguirre y Moreira, 2015, p. 163), en tanto que el Sistema 2 sería el encargado de trabajar
en forma “analítica, lenta, esforzada y mayormente consciente” (Aguirre y Moreira, 2015,
p. 163) -es decir, el Sistema 2 es lo que se consideraba como la totalidad del
Pensamiento hasta hace algunas décadas. En otras palabras: “Nuestros procesos de
Pensamiento están, en parte, controlados -deliberados y conscientes- y, en parte, más de
lo que la mayoría de nosotros hemos supuesto, son automáticos -sin esfuerzo y sin que
los hagamos conscientes-” (Myers, 2003, p. 102). Además, mientras que los heurísticos
son estrategias mentales específicas para resolver problemas determinados, por medio
de abreviaciones en el razonamiento, también pueden aparecer sesgos cognitivos -o
túneles de la mente, según la terminología de Piatelli Palmarini-, que son tendencias
sistemáticas a considerar factores irrelevantes en algunos casos y a desconocer aspectos
relevantes en otros (Aguirre y Moreira, 2015).
Por su parte, la toma de decisiones consiste, básicamente, en escoger entre dos o más
opciones. “Estudiar cómo los seres humanos toman decisiones es de importancia dado
que, a lo largo de nuestra vida, permanentemente estamos tomando decisiones” (Gradin,
Fernández, Paz y Nicolaisen, 2017, p. 273). En relación a ello, Tversky y Kahneman
(1983) definen a los ya mencionados sesgos cognitivos como formas no razonadas en
que se toman las decisiones, lo que permite hacer deducciones -ya sean correctas o
equivocadas- sin caer en un alto nivel de esfuerzo. No obstante, son los heurísticos los
que direccionan a las personas a emplear un determinado sesgo/túnel, así como a
equivocarse múltiples veces de la misma manera. Los humanos tienden a pensar que sus
decisiones son siempre realizadas desde su Sistema 2, pero la realidad es que la mayor
parte de lo que hacen es procesado por su Sistema 1 -o inconsciente cognitivo-, cuya
velocidad es una característica adaptativa de la mente que permite actuar con rapidez.
Algunos heurísticos conocidos.
Los heurísticos no son errores en sí en el proceso de razonamiento, pero pueden conducir
a la aparición de sesgos. Fernández Berrocal y Carretero (1995) y Myers (2003) realizan
un repaso por los heurísticos más estudiados por Tversky y Kahneman:
● Representatividad: Implica sostener una asociación entre dos cuestiones no
relacionadas, lo que lleva a suponer que tenderán a suceder con mayor frecuencia en
forma conjunta que dándose por separado. Un ejemplo puede observarse en la
conformación de supersticiones.
● Disponibilidad: Implica asumir que la información más accesible y repetida es verdadera
solo por la exposición constante a la misma. El ejemplo más citado es el temor a la caída
de un avión -evento que genera gran alarma a través de los medios de comunicación,
pero que es mucho más infrecuente que un accidente en una autopista-.
● Anclaje y ajuste: Consiste en la comparación entre un primer valor asignado y
posteriores respuestas al respecto, las que, probablemente, se encontrarán cercanas a
ese primer valor. Por ejemplo: una situación de regateo.
Sesgos e ilusiones.
A continuación, se mencionan algunos de los sesgos más conocidos, estudiados en el
ámbito de la Psicología Social:

● Ilusión de control: “Percepción de eventos incontrolables como si estuvieran sujetos al


control personal o como si fueran más controlables de lo que son” (Myers, 2003, p. 113).
Por ejemplo, y en relación al heurístico de representatividad, hay ocasiones en que se
asume que el empleo de una cábala tiene injerencia sobre alguna situación.
● Sesgo de confirmación: “Tendencia a buscar información que confirme nuestras
concepciones previas” (Myers, 2003, p. 107). Implica, a su vez, la negación de
información que no se corresponda con el conjunto de creencias o convicciones previas.
Es notable su relación con el heurístico de disponibilidad.
● Sesgo de autoridad: Suposición de que una persona a la que se admira siempre va a
tener la razón en lo que sostenga, incluso en tópicos que no sean de su incumbencia. Por
ejemplo, cuando un famoso emite opinión sobre un tema del que no posee conocimiento
en profundidad y algunos de sus seguidores lo apoyan incondicionalmente.
● Sesgo de la seguridad del grupo: Tendencia, estando en un grupo de personas, a
relajarse por “pensar que este nos protege” (Matute, 2019, p. 49). Puede observarse en
casos que van desde una situación de supervivencia hasta la elaboración de un trabajo
escrito por varias personas.
● Sesgo del punto ciego: Tendencia a notar sesgos en los demás a la vez que se dificulta
observarlos en uno mismo. Por ello, es llamado “el rey de los sesgos” (Matute, 2019, p.
51).
Estos sesgos son comunes a casi todas las personas. En un primer momento, ocurren a
pesar de la propia voluntad de evitarlos. Se manifiestan hasta en problemas meditados
meticulosamente, incluso en gente considerada experta sobre algún tema -lo que no
niega su experticia, sino que demuestra que nadie está exento del funcionamiento de los
sesgos-.
Pueden, además, darse ilusiones -como consecuencia de la aparición de sesgos- en
áreas específicas y con sus propias particularidades. Piatelli Palmarini (2005) ejemplifica
algunas de ellas en el ámbito económico:
Pueden, además, darse ilusiones -como consecuencia de la aparición de sesgos- en
áreas específicas y con sus propias particularidades. Piatelli Palmarini (2005) ejemplifica
algunas de ellas en el ámbito económico:
● Asignación de presupuesto mental: Actitud reacia a realizar determinado gasto por
primera vez; no obstante, una vez efectuado, tendencia a aumentar el monto, con el
objetivo de conseguir lo deseado a cualquier precio. Por ejemplo, al participar en una
subasta.
● Minimización de la pérdida: Actitud de intentar reducir el impacto de una pérdida a
través de justificaciones.
Piatelli Palmarini (2005) propone que los sesgos se dan ante problemas probabilísticos y
responden a la idea de una economía mental -el sujeto tiende a ser perezoso a la hora de
resolver problemas, tratando de invertir el mínimo esfuerzo posible-. Además, menciona
los que él considera los siete pecados capitales -del razonamiento-, que son un intento de
concatenar el inconsciente cognitivo con lo emocional:
. Exceso de confianza: En problemas que exigen saberes especializados o un juicio muy
fino, suele aparecer un exceso de confianza en los sujetos respecto a la veracidad o
correctitud de su respuesta.
2. Pensamiento mágico: Cuando hay convencimiento sobre una correlación entre planteos
- incluso en el caso de que resulte evidente la inexistencia de tal correlación-, se busca
encontrar nuevas confirmaciones constantemente y justificar sus causas. Es decir, se
trata de un paso más allá del sesgo de confirmación.
3. Opinión a posteriori: Un sujeto puede intentar justificarse a través de falacias
-argumentos que parecen válidos, pero no lo son en realidad- para evitar admitir que sus
conclusiones pueden estar equivocadas. Por ejemplo, cuando una persona que acumula
objetos compulsivamente encuentra un uso práctico para alguno e intenta excusar todo su
accionar previo a causa de esto.
4. Anclaje: Un sujeto puede quedar anclado, en una primera impresión, a una pieza de
información determinada y desarrollar todos sus juicios posteriores a partir de esa primera
impresión. Como puede notarse, tiene vinculación con el heurístico de anclaje y ajuste.
5. Fácil representabilidad: Implica la asignación de mayores posibilidades de que ocurra
un acontecimiento según qué tan fácil resulta imaginarlo y cómo impresiona
emotivamente.
6. Daltonismo para las probabilidades: Los sujetos no entrenados en estadística tienen
más de un 50% de probabilidades de estar equivocados en una intuición probabilística.
7. Manipulabilidad de las creencias: Los sujetos se dejan influir demasiado por lo que les
cuentan, por más falso o inventado que sea.

¿Son realmente racionales los seres humanos?


El modelo clásico de elección racional (Cortada de Kohan, 2008) sostuvo que la persona
escoge qué alternativa seguir: primero, evalúa la probabilidad de cada resultado posible;
luego, determina la utilidad que se deriva en cada caso y, finalmente, combina estas dos
evaluaciones. La opción elegida debería ser aquella que ofrezca una relación óptima entre
probabilidad y utilidad. Sin embargo, como puede suponerse, tal concepción sobre el
proceso de razonamiento en humanos se ha puesto en cuestión desde hace varias
décadas. Herbert Simon señaló que el modelo de elección racional fue un estándar poco
realista para el juicio humano. Para este autor, “los humanos somos racionales, pero
dentro de ciertos límites, acuñando el término de racionalidad limitada” (Gradin et al.,
2017, p. 275).
Los heurísticos, en sí mismos, son procedimientos de estimación. Son respuestas
intuitivas, no solo para los problemas de alta complejidad, sino para las más simples
cuestiones de verosimilitud, frecuencia y predicción. Las variaciones en el contenido de
las composiciones y el contexto en el que se presentan influyen en las inferencias
aceptadas o producidas por los sujetos. “Cuando un individuo hace una deducción en la
vida diaria, debe guiarse por algo más que la lógica” (Ayuso, 1997, p. 57).
“Los esquemas, o patrones mentales, guían de manera automática e intuitiva las
percepciones e interpretaciones de nuestra experiencia” (Myers, 2003, p. 102). Sumado a
esto, “los sujetos recuerdan los objetos consistentes con el esquema activado mejor que
los objetos que no se ajustan a él” (Fernández Berrocal y Carretero, 1995, p. 19).
Además, algunos autores han hecho hincapié en la importancia de analizar el campo
antes de comenzar a solucionar un problema: “Evans ha propuesto la denominada teoría
heurístico-analítica, según la cual la representación mental de un problema es
fundamental para entender la conducta de los individuos” (Ayuso, 1997, p. 78).
Estudios más recientes, como los de Cosmides, aluden a procedimientos adquiridos a
través de la evolución filogenética, lo que la autora denomina algoritmos darwinianos
(Ayuso, 1997): se enfatiza en la importancia de que una tarea tenga sentido para el
sujeto, al considerar que la humanidad desarrolló durante cientos de miles de años en
tribus y que tal contacto social contribuyó con la solución de los problemas que se fueron
sucediendo. “Nos gusta pensar y pregonar que somos animales racionales, pero no lo
somos -aceptemos, al menos, que no somos tan racionales como siempre hemos creído
ser-. Aunque sí estamos excelentemente adaptados, que es de lo que se trata” (Matute,
2019, p. 23).
Según lo desarrollado hasta aquí, puede sostenerse que la racionalidad no es una
característica por defecto en los humanos, sino potencial: es decir, las personas son
capaces de actuar racionalmente, aunque no siempre lo logren. También hay que aclarar
que las reglas de la lógica y la investigación científica, para ser entendidas de manera
competente, necesitan de un esfuerzo deliberado y consciente por parte de los sujetos, lo
que es contraintuitivo con respecto a los heurísticos que suelen aparecer en la vida
cotidiana. No obstante, el ser humano sí ha logrado frecuentar un cierto modo de
racionalidad, más bien intuitivo y concreto -y en concatenación con el lenguaje oral-, para
crear estrategias y herramientas en la solución de problemas, lo que contribuyó a su
adaptación al medio y su supervivencia hasta la actualidad.
La racionalidad, pues, no es una facultad, ni es una asignación garantizada y propia de
nuestra especie. Lo que sí es una asignación de nuestra especie es la capacidad de
captar ciertas vergonzantes contradicciones internas y rechazarlas. Y también es una
asignación de nuestra especie poseer los elementos fundamentales para construir y afinar
el pensamiento racional. Por consiguiente, en todo lo que hemos visto, no hay ningún
motivo para ser ni pesimistas ni optimistas. El ejercicio de la racionalidad nos impone ser,
simplemente, realistas. Se trata de reconocer nuestros límites, de conocer cada vez mejor
su geografía, de elaborar las teorías normativas de la racionalidad y de mejorar nuestros
juicios, a la luz de estas teorías y del conocimiento de nuestros límites naturales. (Piatelli
Palmarini, 2005, p. 156).

También podría gustarte