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Canción: en la casa de Dios.

En el servicio del domingo pasado vimos un poco acerca de cómo Jonás,


queriendo huir del Señor para no salvar a los Ninivitas, termina salvando a unos
paganos en un barco. Estos hombres responden con temor delante del Señor de
Jonás. Jonás es un hombre que prefiere estar muerto que ir y postrarse ante Dios
en arrepentimiento. Su solución ante la tormenta levantada fue sencilla: arrójenme
al mar y esta se calmará. En otras palabras, “aquí prefiero morirme, pero no doy
un paso atrás”.

Los marineros terminan lanzando a Jonás al mar y efectivamente la furia del mar
se aplacó. Tal evento presenciado a la vista de todos resulta en temor, sacrificios y
votos por parte de los marineros. Decíamos que si el autor hubiera querido, podría
haber dejado la historia hasta aquí y ya tendríamos un final y unas buenas
enseñanzas: 1. Que no es posible huir del Señor. 2. Que la desobediencia nunca
será la salida. 3. Que no basta confesar nuestros credos a menos que no
practiquemos lo que creemos, etc. Pero afortunadamente la historia no termina
acá. Nuestro personaje no va a morir todavía.

Llegamos así al episodio más famoso de todo el libro de Jonás. (Leer Jonás 1:17-
2:10)

Quienes no saben nada del libro de Jonás, saben por lo menos que se lo tragó
una “ballena”. Sin embargo, aún cuando a Jonás se le conozca por el gran pez,
resulta que en el libro no pone su atención en el pez. Solo se nombra tres veces
en todo el libro y solo para decir que se lo comió y después lo vomitó. Es decir,
para el narrador no es tan relevante el tema del pez sino de la relación entre
Jonás, los paganos y Dios. Allí está el énfasis, no en un pez. El tema del pez es
incidental e instrumental, nos sirve como el instrumento que usa el narrador y Dios
para sacar a Jonás del agua.

Quien es el sujeto principal de toda esta acción no es el pez. Es Dios. Fue él quien
“dispuso” el pez. Otra versión dice “tenía preparado un pez” o “envió”. El Sentido
del texto está que, así como Dios lanzó un fuerte viento, la acción es suya… de la
misma manera ahora envía o dispone o pez para Jonás. No fue la suerte que tuvo
Jonás, fue Dios quien lo mandó y el texto quiere dejar claro eso. Y en parte
también tiene que ver con una clave literaria, pues si ustedes se dan cuenta, el
Señor que confiesa Jonás, del cielo y la tierra, toda su creación le hace caso: los
vientos le hacen caso, las aguas le hacen caso, este pez le hace caso, veremos
que un gusano le hace caso, el sol le hace caso, una planta le hace caso. ¡Toda la
creación le obedece al Señor, menos Jonás, su profeta!
El texto no dice qué clase de pez era. Dice sencillamente que era grande. La
palabra que usa el autor en el hebreo es “dag” y significa literalmente “pez”.
Cuando la Biblia es traducida del hebreo al griego (hablo de la septuaginta) esta
palabrita “dag” es traducida como “ketos” en griego. Y “ketos” al castellano se
traduce como ballena. Es esta la palabra que utiliza Jesús en Mateo 12:40 cuando
se refiere a este pez. (Es de esta palabra “ketos” de donde se deriva la palabra
cetáceo). Y dentro de los animales cetáceos puede estar la ballena, el cachalote,
la orca, el delfín, etc. Esto ha llevado a muchos a especular qué clase de pez de
tragó a Jonás. Sin embargo, ni el autor de Jonás ni Jesús estaban interesados en
clasificaciones zoológicas. Bástenos a nosotros decir que el relato se limita a
describir este animal como un “gran pez”. No dice más.

Lo que sí dice es que estuvo allí, en el vientre de este pez tres días y tres noches.
Fue un largo periodo de tiempo. En 2:1 se introduce un salmo o cántico que ocupa
todo el resto del capítulo.
Esta oración de Jonás comienza diciendo “en mi angustia clamé al Señor y él me
respondió”. Es muy similar al Salmo 120:1 que dice “en mi angustia invoqué al
Señor y él me respondió”. Como es típico de la poesía hebrea, existe un
paralelismo de decir casi que lo mismo, pero, con otras palabras. Por ello, la
siguiente parte dice: “Desde las entrañas del sepulcro pedía auxilio, y tú
escuchaste mi clamor”. La RVR dice “desde el seno del seol”. Esto da a entender
que Jonás solo pide auxilio cuando se encuentra en el vientre del pez. Este texto
da a entender que a Jonás se lo ha tragado el mismo sepulcro o el mismo seol,
que en el tiempo de Jonás era el lugar donde habitaban los muertos. Es decir,
Jonás está lejos de cualquier esperanza humana.

Solo acudimos al auxlio de Dios cuando estamos en la mala

Si ustedes miran el verso 3, Jonás dice “a lo profundo me arrojaste”. Para Jonás


es claro que aun cuando fueron los marineros quienes lo tomaron y lo arrojaron al
mar, detrás de tal acción estaba el Señor obrando y lanzado a Jonás. Fue Dios
quien lo arrojó al mar. Detrás de los acontecimientos está Dios actuando en la
historia. Y Jonás tenía eso claro. Su queja no radica en que los marineros lo
echaron al agua. Pues tal acción para Jonás solo debe ser adjudicada a Dios
mismo.
Detrás de nuestra historia está el Señor obrando. Dios acontece en nuestras
realidades.

“Las corrientes me envolvían, todas tus ondas y olas pasaban sobre mí”. Jonás
nos recuerda que la situación en la que se encontraba era de una angustia
extrema, como quien está a punto de ahogarse y no ve más que agua y más agua.
Y tal situación tan desesperada lleva a Jonás a un punto culminante: “Entonces
dije: ‘he sido expulsado de tu presencia”. ¿Pueden ustedes ver la ironía de tal
afirmación? ¡Esto es tremendo y trágico! ¡El profeta que quiso huir de la presencia
de Dios ahora se lamenta de que Dios lo ha expulsado de su presencia! ¡A qué
estás jugando, Jonás! Eres tú quien huye de la presencia de Dios o Dios quien
huye de tu presencia. Jonás logra su propósito, se va de la presencia del Señor,
pero el resultado es angustia y desesperación.

En muchos casos nos pasa a nosotros, nos alejamos de la presencia de Dios y


cuando nos llegan ciertas dificultades que nos llevan a la angustia, lo primer que
hacemos es decir que Dios nos ha abandonado y que no ha pensado en nosotros.

Tal fue el desespero de Jonás que, poéticamente hablando se pregunta: “¿Cómo


volveré a contemplar tu santo templo?” V.4. Varias versiones traducen este
versículo como “mas aún veré tu santo templo”. Sin embargo, la Biblia de
Jerusalén y la NVI lo traducen de una manera más fiel al original. Jonás se
encuentra desesperanzado, sin ninguna opción del volver a contemplar el templo.
Para un judío, la presencia de Dios habitaba en el templo, más particularmente en
el lugar santísimo. Si no hay cercanía al templo, no hay cercanía a Dios. Es por
esto que Jonás tiene que huir a Tarsis, lo que intenta es huir lo más lejos posible
del templo, de Jerusalén, porque allí estaba la presencia de Dios. Ahora, Jonás se
ve lejos del templo, pero por las mismas consecuencias de sus actos. La huida de
la presencia de Dios ha tenido terribles consecuencias.

Los versículos 5 y 6 relatan el desespero de la experiencia de Jonás. En el verso 5


aparecen tres oraciones sucesivas que pintan dramáticamente la situación de
alguien que se ahoga y que ya no tiene esperanza. “Las aguas me llegaban hasta
el cuello; me envolvía el océano; las algas me enredaban”. Todo es metafórico: el
poeta se sentía desfallecer, sin esperanza alguna, se ahogaba sin remedio. El
verso 6 continúa con la angustia. Se lo tragó la tierra y no se abrió para que él
pudiera salir. Todo apunta a una desesperación terrible que el profeta expresa de
manera poética, una desesperación de sentirse ahogado y lejos del Señor.

En la última oración del verso 6 el poema cambia de tono. De la desesperación, el


poeta pasa a la alabanza: “Pero tú, Señor, Dios mío, me rescataste de la fosa”.
Cuando el profeta estaba desesperado, pues al parecer no había esperanza ni
salvación alguna, Dios lo arrebató de las garras de la muerte.

Es en la más profunda desesperación que el profeta se acuerda de Dios, según el


verso 7. Pero lo más bonito del texto es cuando dice: “Y mi oración llegó hasta ti”.
Dios le escuchó. Y Jonás con esto reconoce una de las más grandiosas verdades
de todo el libro: Dios puede escuchar aun cuando Jonás esté lejos del templo.
Dios puede actuar fuera del Templo y escuchar a alguien fuera de Jerusalén.

Probablemente nosotros hemos estado lejos de la presencia de Dios en ciertos


momentos, y esto nos ha llevado a momento de desespero y angustia. Pero aún
ahí, Jonás nos muestra que Dios es misericordioso y nos puede escuchar. No solo
nos escucha en la iglesia, no solo nos escucha en el templo, no solo nos escucha
con la pinta del domingo. Él también nos puede escuchar en nuestras miserias,
arapientos, con nuestras angustias encima. Es allí donde se hace posible la
gracia.

El último verso del Salmo es un canto final de alabanza y promesa. Jonás promete
alabanza, sacrificio y cumplimiento de votos: exactamente lo que no hizo antes y
lo que hicieron los marineros. El cántico termina con una línea que resume la
enseñanza central: “La salvación viene del Señor! La palabra que se traduce como
salvación, quiere decir literalmente abrir camino, dar libertad, salvar tanto física
como espiritualmente. En este caso, el profeta que trató de liberarse huyendo del
mandato de Dios, encuentra que por tales caminos no hay libertad ni salvación.
Hay muchos caminos que al hombre le parecen correctos, pero al final son
caminos de muerte. Jonás quiso libertad, pero en su camino hacia ella se encontró
con unos desafíos que lo encarcelaron hacia la muerte. Fue allí donde descubrió
que solo Dios puede dar una verdadera libertad y salvación.

Por fin, tras tres días y tres noches, y por orden de Dios, el pez vomita a Jonás en
tierra. No es simplemente que el pez lo devolviera a la tierra, es que lo vomita a la
tierra. El profeta orgulloso, que partió como pasajero en un barco hacia Tarsis,
vuelve ahora como “vomito de pez”. Uno podría decir junto con el chavo: “vuelve
el Jonás arrepentido, con su mirada tan tierna, con el hocico partido, con el rabo
entre las piernas…”

Es posible volver, pero Dios no nos quita nuestras experiencias de vomito. Claro
que hay oportunidades de gracia, pero también estaremos con las secuelas. Jonás
volvió, pero como vomito de pez.

¿Qué nos puede enseñar esta experiencia de Jonás dentro de este pez? ¿Hay
algo que el Señor nos quiera mostrar?

¿Conocen ustedes el acertijo que dice “entre más lejos más cerca”? Este es un
acertijo al que uno nunca le encontraba respuesta ¿Cómo puede ser que entre
más lejos de algo, esté más cerca de ello? Bueno la respuesta al acertijo está en
la palabra “cerca”. Mientras más lejos se camina por los campos, más cercas hay.
Por ello decimos “entre más lejos, más cerca”.

Jonás experimentó de alguna manera esto. Mientras más lejos, más cerca. Es en
el fondo del mar, cuando parece que la tierra ha echado sus cerrojos sobre él para
siempre, donde Jonás está más cerca de Dios. En todo el libro, la figura de Jonás
se nos presenta patética y hasta ridícula. Es un profeta que no quiere serlo sino
bajo sus propias condiciones. Es un fugitivo fracasado.
Jonás es el profeta que en 2 Reyes se nos presenta como voz del nacionalismo
israelita. Encierra a Dios en Israel, y en el templo como si Dios no pudiera salir de
allí, porque Jonás se pone bravo. Irónicamente su propio nacionalismo es el que lo
lleva a abandonar el país que ama, partiendo para Tarsis. Sin embargo, no llega a
su destino, Jonás nunca pensó como destino la panza de un pez. Y es allí en la
panza que ahora sí siente nostalgia por el templo. No sintió nostalgia cuando lo
abandonó por no cumplir la orden de ir a Ninive, pero ahora sí, dentro de la panza
del pez, se acuerda del templo y lo extraña. Porque sencillamente, nos es más
fácil extrañar las cosas y darles su valor cuando ya lo hemos perdido y no vemos
esperanza de volverlo a tener. Extrañamos nuestros hijos y vemos su valor
cuando ya no están con nosotros. Extrañamos nuestro hogar y lo valoramos
cuando ya se nos fue de las manos. Extrañamos aquel trabajo que teníamos y lo
comenzamos a valorar, cuando ya estoy sin empleo o con un trabajo que no me
gusta. Extrañamos la presencia de Dios, cuando estamos en la mala.

Desde la lejanía del templo, Dios escucha a Jonás. En Israel, cerca del Templo, el
profeta no quiso escuchar a Dios. En el fondo del mar, lejos del Templo, Dios sale
del Templo para escucharlo. Porque entre más lejos, más cerca. El Dios que está
en Israel, y también en Nínive y en un barco lejos de Israel, ahora resulta que
también está en las profundidades del mar y desde allí escucha a Jonás. Cuando
Jonás estaba cerca de la presencia de Dios, su corazón estaba lejos. Pero ahora
se aleja de su presencia y al parecer se encuentra más cerca que nunca.

Esto fue una lección durísima para todo Israel. En el exilio a Israel le destruyeron
el templo, es decir, si la presencia de Dios estaba en el templo y ahora no está el
templo ¿Entonces dónde está Dios? El libro de Jonás les dirá que Dios no habita
solo en los templos. En otras palabras, en los momentos más difíciles que tuvo
que experimentar el pueblo de Israel, comprendieron algunas de sus más valiosas
lecciones de Dios. Los mismo le pasó a Jonás, en los momentos más angustiosos
de su vida, él comprende algunas de las más valiosas verdades de Dios. Y eso
mismo nos pasa a nosotros. En los momentos más angustiosos de nuestras vidas,
podemos aprender nuevas cosas de Dios.
Por ello yo siempre digo que Dios acontece en nuestras historias particulares para
que nosotros podamos descubrir nuevos rostros de quién es él. El dolor, el
sufrimiento, la tristeza, la angustia, la desesperanza, no deben ser realidades que
llegan sin más ni mas. Son escenarios y oportunidades para percibir al Dios de la
historia de ciertas maneras que nunca lo hemos comprendido.

La semana pasada estuve con visitando una familia que perdió a su papá y
esposo por covid. Recién les había llegado la noticia y frente a ese dolor, angustia
y desesperanza ¿Qué puede uno decir de Dios? ¿Que era su voluntad y que la
acepten? ¿O más bien que en medio de la compañía, en medio de un abrazo, en
medio de una palabra de ánimo, de una tristeza compartida, de una lágrima
compartida… ellos puedan ver que Dios está llorando con ellos, acompañándolos,
consolándolos? La primera oración que yo hago frente a estos casos es: “Dios, yo
no sé cómo vas a hacer, pero por favor, que en medio de tales dificultades, esta
familia pueda percibirte como nunca antes te habían percibido” “que en medio de
estos dolores, ellos descubran nuevas verdades valiosas acerca de ti y las valoren
tanto que cada día se aferren más a ti, quien eres el Dios de toda consolación”.

Una enseñanza más:

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