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Preparado como gran pez


Jonás 1:17, TLA

«Entonces Dios mandó un pez enorme, que se tragó a Jonás. Y Jonás estuvo dentro del
pez tres días y tres noches».

Introducción
El «gran pez» no se identifica en el texto bíblico con la ballena. Desde luego la ballena
es un mamífero y no un pez. Aunque estos mamíferos son los mayores de los cetáceos.
Entre ellos la ballena azul es la más grande. En el mar Mediterráneo abundan los
cachalotes de la familia de las ballenas y pueden medir hasta 45 pies de longitud. Son los
animales con el mayor cerebro. La ballena blanca ha frecuentado las aguas del
Mediterráneo.

1. El gran pez recogió a Jonás


«Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás…» (Jon. 1:17). «Entre
tanto, el SEÑOR había provisto que un gran pez se tragara a Jonás…» (NTV).
Cuando desobedecemos y nos alejamos del plan y propósito original de Dios, el
Creador, si tiene que levantar alguna tormenta en el mar de nuestra vida, lo hará. Para los
desobedientes hay un gran pez con su boca abierta que está esperándonos para tragarnos.
«Pero Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan
grande que se pensó que se partiría la nave» (Jon. 1:4).
En medio de esa tormenta, Jonás se fue a la parte baja del barco, y se puso a dormir
(Jon. 1:5). El patrón del barco lo levantó de la cama, y lo mandó a que se pusiera a orar
(Jon. 1:6). Y necesitamos de vez en cuando, que se nos levante, y que se nos exhorte para
que nos pongamos a orar.
Luego los marineros echaron suertes y cayeron sobre Jonás (Jon. 1:7). Luego lo
interrogaron para saber quién era, y el profeta fugitivo les dijo que era hebreo y que huía de
Jehová Dios (Jon. 1:8–9). Ellos le regañaron por lo que hizo (Jon. 1:10). ¡Inconversos
regañando a un convertido! ¡Gente del mundo llamando la atención a gente de la iglesia!
Entonces le pidieron a Jonás por una posible solución, y Jonás les recomendó que lo
echaran al mar Mediterráneo, y eso terminaría la tormenta (Jon. 1:11–12). Ellos hicieron
todo lo posible por controlar el navío para evitar echar a Jonás al mar, pero el mar se

Kittim Silva Bermúdez, Sermones actuales sobre los animales en la biblia: 70 homilías de animales (Barcelona,
España: Editorial CLIE, 2017).
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encrespaba más (Jon. 1:13).
Algo muy raro, aquellos inconversos oraron a Jehová Dios, se distanciaron en la oración
de la desobediencia de Jonás y oraron como víctimas a causa de Jonás, dejando su vida
en manos de Jehová (Jon. 1:14).
«Entonces los marineros tomaron a Jonás y lo tiraron al mar. De inmediato el mar se
calmó. Al ver lo sucedido, los marineros reconocieron al Dios de Israel como su Dios, le
presentaron una ofrenda y prometieron seguir adorándolo» (Jon. 1:15–16, TLA).
No les quedó otro remedio, que entregar al mar a aquel por cuya culpa el mar estaba
enfurecido. Y aparentemente se convirtieron a causa de Jonás, sin este haberles
predicado. Ni allí, en esa tormenta, el profeta está libre de su llamado y de su comisión.
«Entonces Dios mandó un pez enorme, que se tragó a Jonás. Y Jonás estuvo dentro del
pez tres días y tres noches» (Jon. 1:17, TLA).
Sea cual haya sido «el gran pez», de algo estamos seguros y es que dice la Biblia,
«Jehová tenía preparado un gran pez». En la Biblia de Jerusalén se traduce «monstruo
marino».
Jesucristo siempre tendrá preparado algo o a alguien que necesitamos. Para Jonás tenía
preparado «un gran pez» o «un pez enorme». Dios nos prepara, facilita y da aquello que se
ajusta a nuestra necesidad inmediata y posterior.
Aquel fue un taxi-cetáceo, el cual fue despachado por el cielo para recoger a un pasajero
perdido, y llevarlo al destino programado, llamado voluntad de Dios. En el caso del fugitivo
Jonás, a las buenas y a las malas, Jehová Dios le hizo sentir su voluntad.

2. El gran pez protegió a Jonás


«Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el
vientre del pez tres días y tres noches» (Jon. 1:17).
Sergio Parra ha dicho: «La primera parte de una ballena no segrega ningún fluido
digestivo. El ácido clorhídrico y las enzimas digestivas solo se segregan en el segundo
estómago, o principal. Y el paso entre el primero y el segundo es demasiado pequeño para
que quepa un humano».
Durante tres días y tres noches, Jonás estuvo hospedado en el vientre del gran pez o
como se le dice tradicionalmente «en el vientre de la ballena». Muchos son los que están
en «el vientre del gran pez», enfermos o presos. Sin poder salir libres de su confinamiento
humano.
Muchos son los que están encerrados en «el vientre del gran pez», a causa de pruebas
en sus vidas, abandono familiar, divorcios dolorosos, desempleo, pérdidas de personas
significativas, apropiación ilegal de muebles o inmuebles que les pertenecían.
Muchos son los que están encerrados en «el vientre del gran pez», a causa de las
presiones sociales y familiares, las depresiones emocionales, los prejuicios sociales, los

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rechazos humanos, los maltratos por seres queridos, las traiciones de amigos o amigas.
En «el vientre del gran pez», Jonás tuvo un retiro espiritual de tres días ayunando,
orando y vigilando (Jon. 2:1–9). Tres días con tres noches, donde reflexionó seriamente
sobre su vida espiritual y su relación con Dios.
Invito al lector, para se acerque al «gran pez», y escuchemos al profeta fugitivo mientras
oraba adentro del mismo:
«Desde allí, Jonás oró a Dios: ‘Cuando estaba sufriendo, tú, mi Dios, me ayudaste.
Cuando estaba casi muerto, pedí ayuda y me la diste. Me arrojaste a lo más hondo del
mar. Solo agua veía yo por todos lados; grandes olas cruzaban sobre mí. Llegué a
pensar que ya no me querías, que no volvería a entrar en tu templo. Me había hundido
por completo. El mar me cubría todo, y las algas se enredaban en mi cabeza. Creí que
ya nunca saldría del fondo del mar. Pero tú, Dios mío, me salvaste la vida. Cuando ya
estaba sin fuerzas, me acordé de ti, y oré. Mi oración llegó hasta tu santuario. Los que
adoran a otros dioses, a los ídolos sin vida, no pueden decir que tú eres su Dios. Pero yo
voy a adorarte y a cantarte con alegría. Cumpliré las promesas que te hice. ¡Porque solo
tú puedes salvar!’» (Jon. 2:1–9, TLA).
Todos necesitamos un espacio de tiempo para pensar en Dios, para pensar en nosotros
mismos y para pensar en otras personas. Dios nos quiere encerrar, para que lo busquemos
a Él primero y luego busquemos a otros.
Otras veces nos sentiremos encerrados en «la barriga de la bestia». Son aquellos y
aquellas que están encerrados cumpliendo tiempo presidiario en alguna prisión. Son
aquellos y aquellas que están confinados en un hospital o clínica y hogar de recuperación.
Son aquellos y aquellas que viven en muchos hogares de ancianos exilados de la familia y
sin visitas de estos.

3. El gran pez depositó a Jonás


«Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra» (Jon. 2:10). «Entonces el SEÑOR
ordenó al pez escupir a Jonás sobre la playa» (NTV). «Entonces el Señor dispuso que el
pez vomitara a Jonás en tierra firme» (DHH).
Así como el «taxi-gran pez» lo había recogido en el lugar que Jonás lo necesitaba, ahora
el «taxi-gran pez» lo dejaría en el lugar donde Dios lo necesitaba. Era un pasajero del
destino divino.
El viaje de Jonás a Tarsis, lo alejó del puerto de la voluntad de Dios para su vida. Pero el
gran pez lo llevó al mismo puerto, para allí comenzar de nuevo lo que dejó sin empezar. Lo
que pudo haber sido un tiempo adelantado para el profeta, fue un tiempo retrasado para el
mismo.

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Aquel «gran pez» se movía bajo instrucciones del cielo. Dios lo mandó que se tragase a
Jonás. Luego Dios lo mandó que vomitará a Jonás. Tarde o temprano podemos ser
vomitados en alguna costa con algún propósito. Cundo nos convertimos a la verdadera fe
cristiana, el vientre del mundo no puede soportar ese sabor tan fuerte que tenemos a sal
espiritual, y nos tiene que vomitar.
Aquel «gran pez» por tres días y tres noches trató de digerir a Jonás, pero no lo logró.
¡Este era un alimento no digerible! El mundo no puede digerir a la Iglesia, esta le sabe a
«sal». Al tercer día, me imagino, le dio al «gran pez» un fuerte dolor de estómago, un
malestar en el vientre, y tuvo que vomitar al profeta de Dios, todo bañado en substancias
mal olientes y nauseabundas.
Flavio Josefo en las Antigüedades de los Judíos narra este episodio de la expulsión de
Jonás, por no decir que fue vomitado: «En cuanto a Jonás, se dice que lo engulló un
monstruo marino y que después de tres días y otras tantas noches fue arrojado en el
Puente Euxino, vivo y sin la menor lesión en el cuerpo».
Las pruebas no te podrán digerir. Las tentaciones no te podrán digerir. El pecado no te
podrá digerir. El enemigo no te podrá digerir. El mundo no te podrá digerir. Tú y yo estamos
en el programa del Espíritu Santo, y Jesucristo no nos dejará hasta que haya cumplido en
nosotros todo lo que ha diseñado para nosotros.
Delfines y ballenas libraban entre sí una batalla. Como la lucha se prolongaba con
encarnizamiento, una caballa (que es un pez pequeño) salió a la superficie y quiso
reconciliarlos. Pero un delfín tomó la palabra y dijo: Nos humilla menos combatirnos y morir
los unos por los otros, que tenerte a ti por mediador.
Moraleja: Hay personas sin valor alguno, que en épocas de confusión, se llegan a creer
grandiosas (Fábulas de Esopo).

4. El gran pez ilustró a Jesucristo


«Así como Jonás estuvo dentro del gran pez tres días y tres noches, así yo también, el
Hijo del hombre, estaré dentro de la tumba tres días y tres noches» (Mt. 12:40, TLA).
A Jonás y al «gran gran pez», el Señor Jesucristo, los utilizó como ilustración de su
sepultura y su resurrección.
La tumba fue el «gran pez» que se tragó el cuerpo fallecido del Gran Maestro. Durante
tres días, la muerte no lo pudo digerir, al tercer abrió la tumba su boca y de su interior salió
triunfante el moderno Jonás, rotas las cadenas de la muerte.
«¡Pero Dios hizo que Jesús resucitara! ¡Y es que la muerte no tenía ningún poder sobre
él!» (Hch. 2:24, TLA).
Pedro Apóstol citó las palabras de David en su sermón el Día de Pentecostés, para

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referirse a la resurrección de Jesús de Nazaret: «¡Tú no me dejarás morir, ni me
abandonarás en el sepulcro, pues soy tu fiel servidor! Tú me enseñaste a vivir como a ti te
gusta. Contigo a mi lado soy verdaderamente feliz» (Hch. 2:27–28, TLA).
Desde luego deben tomarse los tres días en el sentido de una sinécdoque, donde se
toma el todo por la parte y la parte por el todo. Es decir, Jesús no estuvo los tres días
completos como Jonás, pero sí en el sentido figurado.

Conclusión

Todos nosotros hemos sido algún Jonás fugitivo del propósito divino, que hemos huido
lejos, pero allí el Espíritu Santo nos enviará para ser arrestados y traídos de nuevo a su
voluntad.

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