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«Entonces Dios mandó un pez enorme, que se tragó a Jonás. Y Jonás estuvo dentro del
pez tres días y tres noches».
Introducción
El «gran pez» no se identifica en el texto bíblico con la ballena. Desde luego la ballena
es un mamífero y no un pez. Aunque estos mamíferos son los mayores de los cetáceos.
Entre ellos la ballena azul es la más grande. En el mar Mediterráneo abundan los
cachalotes de la familia de las ballenas y pueden medir hasta 45 pies de longitud. Son los
animales con el mayor cerebro. La ballena blanca ha frecuentado las aguas del
Mediterráneo.
Kittim Silva Bermúdez, Sermones actuales sobre los animales en la biblia: 70 homilías de animales (Barcelona,
España: Editorial CLIE, 2017).
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encrespaba más (Jon. 1:13).
Algo muy raro, aquellos inconversos oraron a Jehová Dios, se distanciaron en la oración
de la desobediencia de Jonás y oraron como víctimas a causa de Jonás, dejando su vida
en manos de Jehová (Jon. 1:14).
«Entonces los marineros tomaron a Jonás y lo tiraron al mar. De inmediato el mar se
calmó. Al ver lo sucedido, los marineros reconocieron al Dios de Israel como su Dios, le
presentaron una ofrenda y prometieron seguir adorándolo» (Jon. 1:15–16, TLA).
No les quedó otro remedio, que entregar al mar a aquel por cuya culpa el mar estaba
enfurecido. Y aparentemente se convirtieron a causa de Jonás, sin este haberles
predicado. Ni allí, en esa tormenta, el profeta está libre de su llamado y de su comisión.
«Entonces Dios mandó un pez enorme, que se tragó a Jonás. Y Jonás estuvo dentro del
pez tres días y tres noches» (Jon. 1:17, TLA).
Sea cual haya sido «el gran pez», de algo estamos seguros y es que dice la Biblia,
«Jehová tenía preparado un gran pez». En la Biblia de Jerusalén se traduce «monstruo
marino».
Jesucristo siempre tendrá preparado algo o a alguien que necesitamos. Para Jonás tenía
preparado «un gran pez» o «un pez enorme». Dios nos prepara, facilita y da aquello que se
ajusta a nuestra necesidad inmediata y posterior.
Aquel fue un taxi-cetáceo, el cual fue despachado por el cielo para recoger a un pasajero
perdido, y llevarlo al destino programado, llamado voluntad de Dios. En el caso del fugitivo
Jonás, a las buenas y a las malas, Jehová Dios le hizo sentir su voluntad.
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rechazos humanos, los maltratos por seres queridos, las traiciones de amigos o amigas.
En «el vientre del gran pez», Jonás tuvo un retiro espiritual de tres días ayunando,
orando y vigilando (Jon. 2:1–9). Tres días con tres noches, donde reflexionó seriamente
sobre su vida espiritual y su relación con Dios.
Invito al lector, para se acerque al «gran pez», y escuchemos al profeta fugitivo mientras
oraba adentro del mismo:
«Desde allí, Jonás oró a Dios: ‘Cuando estaba sufriendo, tú, mi Dios, me ayudaste.
Cuando estaba casi muerto, pedí ayuda y me la diste. Me arrojaste a lo más hondo del
mar. Solo agua veía yo por todos lados; grandes olas cruzaban sobre mí. Llegué a
pensar que ya no me querías, que no volvería a entrar en tu templo. Me había hundido
por completo. El mar me cubría todo, y las algas se enredaban en mi cabeza. Creí que
ya nunca saldría del fondo del mar. Pero tú, Dios mío, me salvaste la vida. Cuando ya
estaba sin fuerzas, me acordé de ti, y oré. Mi oración llegó hasta tu santuario. Los que
adoran a otros dioses, a los ídolos sin vida, no pueden decir que tú eres su Dios. Pero yo
voy a adorarte y a cantarte con alegría. Cumpliré las promesas que te hice. ¡Porque solo
tú puedes salvar!’» (Jon. 2:1–9, TLA).
Todos necesitamos un espacio de tiempo para pensar en Dios, para pensar en nosotros
mismos y para pensar en otras personas. Dios nos quiere encerrar, para que lo busquemos
a Él primero y luego busquemos a otros.
Otras veces nos sentiremos encerrados en «la barriga de la bestia». Son aquellos y
aquellas que están encerrados cumpliendo tiempo presidiario en alguna prisión. Son
aquellos y aquellas que están confinados en un hospital o clínica y hogar de recuperación.
Son aquellos y aquellas que viven en muchos hogares de ancianos exilados de la familia y
sin visitas de estos.
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Aquel «gran pez» se movía bajo instrucciones del cielo. Dios lo mandó que se tragase a
Jonás. Luego Dios lo mandó que vomitará a Jonás. Tarde o temprano podemos ser
vomitados en alguna costa con algún propósito. Cundo nos convertimos a la verdadera fe
cristiana, el vientre del mundo no puede soportar ese sabor tan fuerte que tenemos a sal
espiritual, y nos tiene que vomitar.
Aquel «gran pez» por tres días y tres noches trató de digerir a Jonás, pero no lo logró.
¡Este era un alimento no digerible! El mundo no puede digerir a la Iglesia, esta le sabe a
«sal». Al tercer día, me imagino, le dio al «gran pez» un fuerte dolor de estómago, un
malestar en el vientre, y tuvo que vomitar al profeta de Dios, todo bañado en substancias
mal olientes y nauseabundas.
Flavio Josefo en las Antigüedades de los Judíos narra este episodio de la expulsión de
Jonás, por no decir que fue vomitado: «En cuanto a Jonás, se dice que lo engulló un
monstruo marino y que después de tres días y otras tantas noches fue arrojado en el
Puente Euxino, vivo y sin la menor lesión en el cuerpo».
Las pruebas no te podrán digerir. Las tentaciones no te podrán digerir. El pecado no te
podrá digerir. El enemigo no te podrá digerir. El mundo no te podrá digerir. Tú y yo estamos
en el programa del Espíritu Santo, y Jesucristo no nos dejará hasta que haya cumplido en
nosotros todo lo que ha diseñado para nosotros.
Delfines y ballenas libraban entre sí una batalla. Como la lucha se prolongaba con
encarnizamiento, una caballa (que es un pez pequeño) salió a la superficie y quiso
reconciliarlos. Pero un delfín tomó la palabra y dijo: Nos humilla menos combatirnos y morir
los unos por los otros, que tenerte a ti por mediador.
Moraleja: Hay personas sin valor alguno, que en épocas de confusión, se llegan a creer
grandiosas (Fábulas de Esopo).
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referirse a la resurrección de Jesús de Nazaret: «¡Tú no me dejarás morir, ni me
abandonarás en el sepulcro, pues soy tu fiel servidor! Tú me enseñaste a vivir como a ti te
gusta. Contigo a mi lado soy verdaderamente feliz» (Hch. 2:27–28, TLA).
Desde luego deben tomarse los tres días en el sentido de una sinécdoque, donde se
toma el todo por la parte y la parte por el todo. Es decir, Jesús no estuvo los tres días
completos como Jonás, pero sí en el sentido figurado.
Conclusión
Todos nosotros hemos sido algún Jonás fugitivo del propósito divino, que hemos huido
lejos, pero allí el Espíritu Santo nos enviará para ser arrestados y traídos de nuevo a su
voluntad.
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