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Número 2

HISTORIA Y LITERATURA ANTES DEL DESTIERRO.


Cap. 3 La Biblia, su historia y su lectura: Una introducción.
Johan Konings.

De una manera clara y concreta, Konings presenta una serie de argumentos


sobre los textos bíblicos y su relación directa con la historia de Israel. En
primera instancia, el autor define que “La Biblia no es un libro de ciencias
físicas ni de historiografía científica, sino la sedimentación literaria de una
experiencia de fe. Y esta solo se entiende conociendo su contexto histórico”
Este argumento le permite crear un marco de referencia frente a las
“inconsistencias” históricas que puede presentar los textos y que se convierten
en los argumentos críticos para su deslegitimización por parte de eruditos,
historiadores o científicos.

El recuento del autor, que llevará dentro del capitulo a un acercamiento hacia
las condiciones o características previas de la conformación de los reinos y su
futura desintegración, comienza con la presentación de los profetas y su papel
protagónico de éstos en el proceso de conformación y realización de Israel.
“Debemos ver a los profetas como a aquellos que dieron al pueblo de Israel la
conciencia del significado de su historia (como pasado) y provocaron de este
modo en Israel otra manera de hacer su historia (como proyecto para el
futuro).”

Konings describe que “en el segundo milenio a.C. existían “videntes” llamados
Nebiîm, los cuales por medio de rituales y trance veían o adivinaban el futuro.
Sin embargo con el tiempo se perdió la credibilidad a éstos ya que casi siempre
no eran fidedignos. El acento se desplazó de la adivinación a la visión y lectura
de la voluntad de acerca de la realidad. Sabían ver los hechos y las personas.
Exigían fidelidad a la justicia que enseñaba la Ley y a la alianza con el único
Dios, Yahvé. En las traducciones griegas se definió el término Profeta, que
significa “Portavoz” por nabí.” Esta descripción permite entender el gran
impacto e importancia de los profetas para el pueblo, pero también revela un
aspecto importante y es el que no necesariamente eran personas
sobrenaturales o con condiciones fuera de lo natural, sino que por el contrario,
mucho de su quehacer se basó en su conocimiento, convicción y sobre todo,
crítica con sentido y propósito de acercar al pueblo a la verdad, la justicia y la
comunión con Dios.

Durante el desarrollo del capítulo, el autor presenta los diferentes sucesos de la


conformación de la monarquía (Saúl, David y Salomón) y los respectivos
acontecimientos narrados por la Biblia para el reino unificado y los posteriores
reinos del Norte y Sur, con sus representativos reyes. “A pesar de esta
restricción en cuanto a la monarquía – que tiene sus raíces bien concretas, la
Biblia reconoce que la realeza puede ser un beneficio y un don de Yahvé, ya
que proporciona al pueblo cohesión e integración nacional, proyección
internacional (el esplendor de Salomón) y protección militar (las hazañas de
David). Además de eso, como ungido de Dios, el rey es considerado como
mediador de la bendición de Dios; pero debe ser visto como subalterno y
lugarteniente de Dios. No puede tener poder absoluto, sino que es “siervo” de
Yahvé.”

Sin embargo, como se planteó inicialmente, el interés del autor es mostrar el


papel protagónico de los profetas en los sucesos, y para tal fin, presenta
brevemente el sentido o misión de los mismos en el acontecer de los reinos
presentados. “El siglo VIII se caracteriza por los crecientes abusos sociales en
Israel, lo cual guarda ciertamente relación con el mercantilización del país. El
antiguo orden de las tribus campesinas se ve perturbado pro la extensión de la
vida comercial que se escapa al orden social tradicional. Amós censura con
agresiva ironía los abusos sociales, contrarios a la libertad y fraternidad que
Yahvé había proporcionado al pueblo liberándolo de Egipto (Amós 2:10-12)
Sus oráculos sobre las clases dominantes de Samarias pertenecen a la más
violenta crítica social del mundo antiguo (Amós 4:1-3; 6:1-7)” es un ejemplo de
esta presentación, hecha de igual modo con Oseas, Jeremías, Ezequiel e
Isaías.

Finaliza su descripción con la presentación de los sucesos de la deportación y


exilio de los reinos del sur y del norte por parte de los imperios asirios, para el
primero, y babilónico para el segundo. Es interesante resaltar que el autor
reseña que el impacto de la obra profética en el caso del reino de Judá,
liderada por Jeremías, se centró en parte en la crítica del profeta por las
alianzas de los reyes de Judá con Egipto en contra de Babilonia.

Con el exilio por parte de Babilonia a personalidades del Reino del Sur, queda
un remanente en las tierras aledañas de Jerusalén, quienes – a juicio del autor
– al ver su ciudad amada desolada, su templo destruido y sus gobernantes
cautivos, comienzan a releer su historia, los aportes de sus profetas y que ante
este panorama desolador y desesperanzador comienzan a reescribir e
reinterpretar los sucesos conocidos previamente. Es en este contexto que nace
la Escuela Deutoronomista y su aporte a la construcción de la historia de Israel.

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