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Una de las virtudes más importantes para mejorar la calidad de vida emocional es la
paciencia. La capacidad de aprender a esperar es muy necesaria ya que, más allá de los
anhelos de la voluntad, el ritmo de la realidad no siempre está acompasado con los
propósitos de mente y corazón.
Esta espera a la que tenemos que hacer frente en muchos momentos de nuestra vida es
saludable para aprender a tolerar la frustración que produce comprobar que las cosas no
ocurren cuando queremos que ocurran ni son cómo queremos que sean sino que
simplemente son como son. Una vez superado esto, puede ser de utilidad realizar el
ejercicio de recordar alguna meta personal del pasado para comprobar que tarde o temprano
fue lograda después de esfuerzo y dificultades.
Cuando tomamos conciencia de todo el proceso una vez finalizado nos damos cuenta de
que es importante no tirar la toalla antes de tiempo puesto que es saludable perseverar en la
conquista de los propósitos personales.
Sin embargo, no merece la pena esperar por algo que se convierte en un lastre de salud
emocional. Las personas somos muy contradictorias y no siempre esperamos cuando de
verdad debemos hacerlo. Así ocurre, por ejemplo, cuando una persona espera aprecio y
comprensión de alguien que no se lo ha dado y no se lo va a dar y continúa esperando que
esta situación cambie.
No merece la pena esperar cuando esa espera se convierte en un daño para la propia
autoestima personal. En este contexto, hay esperas que no son malas en sí mismas sino que
se convierten en perjudiciales por prolongarse en el tiempo más de lo necesario sin que
haya posibilidades de que se realicen.
Sigue leyendo este artículo para conocer cuándo vale la pena ser paciente y cuándo no,
además de cómo tener más paciencia.
Cuando haces "oídos sordos" a una persona sólo demostrarás que no te importa
absolutamente nada, además de ser una grave falta de educación. Tener paciencia significa
escuchar a esa persona y mostrar empatía entendiendo sus sentimientos.
Manejar el enfado es esencial para poder tener paciencia. Por ejemplo, imagina que un
amigo llegó tarde al cine y tuvisteis que entrar a la sala con la película empezada. Si cuando
tu amigo llega estás enfadado y empiezas reprochándole y con actitud de enfado no darás
pie a una conversación y no podrá explicarte qué le ha ocurrido, puede que haya tenido un
contratiempo.
Antes de contestar mal a alguien, respira hondo y cuenta hasta diez, da un paseo para que te
dé el aire o escribe en un papel lo que te gustaría decirle a la otra persona.
La paciencia y la comprensión guiarán tus actos y verás cómo resulta mucho más fácil
que la otra persona te entienda a ti también y sin darte cuenta pasarás de crear un ambiente
tóxico a crear amistades.
En primer lugar, para entrenar tu paciencia, tienes que centrar tu atención en más de una
meta con el objetivo de tener distintos focos de motivación en tu rutina. Es importante no
depositar todas las expectativas en un solo lugar para así tener distintos niveles de
motivación gracias a una buena compensación en la balanza emocional.
Además, no solo es recomendable tener metas a largo plazo sino también expectativas más
a corto plazo que ofrecen la posibilidad más real de practicar el carpe diem.
Saber esperar por aquello que amas
La espera también pone a prueba el grado de compromiso que sientes por un objetivo en
concreto. La espera fortalece tu fuerza de voluntad, tu capacidad de superación y te da la
posibilidad de optimizar tus recursos buscando incluso un plan B. Para no tirar la toalla ante
los obstáculos conviene ser realista con uno mismo para analizar si han sido agotados todos
los recursos o es posible hacer algo más para luchar por esa meta deseada.
Para tener paciencia es recomendable apostar por un diálogo interior constructivo con el
objetivo de elevar el nivel de motivación.
Vivimos en una sociedad que parece haber olvidado la paciencia, en la que todo nos es
dado en cuanto lo queremos, lo que nos hace olvidar que, para lograr otras muchas cosas,
seguramente las más importantes, es necesario tener paciencia.
A menudo se confunde con pasividad, pero no tienen nada que ver. La pasividad es no
hacer nada, mientras que la paciencia consiste en saber esperar mientras llega aquello
que deseamos, aceptando que las cosas no siempre dependen de nosotros mismos y además
nos permite disfrutar del momento presente, apreciando plenamente lo que tenemos aquí
y ahora.
La impaciencia, por otra parte, nos hace sentirnos continuamente frustrados por no tener de
inmediato lo que queremos, frustración que nos lleva a estar irritables, de mal humor y nos
genera un gran nivel de estrés que puede transformarse en otras dolencias.
Para aumentar nuestra paciencia, podemos comenzar por hacer una lista de todo aquello
que nos impacienta, sea lo que sea. Después ordénalas empezando por las que sean más
importantes para ti y analiza cuáles dependen realmente de ti y cuáles de los demás. Hecho
esto, ponte manos a la obra con las que dependan exclusivamente de ti, sin preocuparte por
lo que hagan otros.
También puedes hacer ejercicios sencillos, como llegar con unos minutos de antelación a
una cita y esperar tranquilamente, esperar antes de descubrir o averiguar algo, no dejar una
tarea hasta que hayas terminado, etc. Estos pequeños cambios producirán grandes
resultados y comprobarás que, a la larga, la vida se saborea mucho más siendo paciente.
Reconoce que no puedes tener el control sobre todo lo que te rodea, a veces las cosas
suceden sin nosotros poder hacer nada. Acepta las cosas tal como vienen y no entres en
constantes queja, enojos o lamentos eternos por cuestiones que tienen su naturaleza singular
y no cambiarán por más que tú lo desees. Anímate a mantener una mirada crítica sobre cada
situación y aprovecha para disfrutar del momento. El día tiene que empezar como una
oportunidad de experimentar cada instante placentero. Elige ocasiones que desees vivir
plenamente: disfruta de tu comida preferida, de escuchar la música que te gusta, ver una
película, mantener una charla con los amigos o un paseo por la playa.
Obtén beneficios de tu impaciencia, puesto que no tiene por qué ser solamente negativa. La
inquietud puede el comienzo para emprender la acción de modificar las cosas. La
creatividad está muy ligada a la impaciencia, por lo tanto deja volar tu imaginación cada
vez que te impaciente algo que podrías cambiar.
Podría parecer lo más sencillo del mundo pero nada más lejos de la realidad. Dar tiempo al
tiempo cuando estás en medio de una decisión importante o con un gran sentimiento de
impaciencia y ansiedad es lo más difícil. Por ello, a veces, conviene cultivar la paciencia, la
serenidad y el arte de la espera. Eso es lo que implica dar tiempo al tiempo: aprender a
esperar. Y aprender a dejar que las cosas fluyan y sigan su curso, no el curso que dicta tu
voluntad.
Las cosas pasan sencillamente, cuando tienen que pasar. Pero a veces, ante esa impaciencia
se pierde frescura y naturalidad porque se fuerzan las cosas. Esto se ve claramente en el
amor y es que, por ejemplo, existen personas que tienen tal grado de necesidad o incluso,
de desesperación por encontrar una pareja que esa misma ansiedad es la que aleja el propio
amor.
Merece la pena aprender a pensar antes de hablar, meditar las cosas y contar hasta cien,
olvidarte de un tema y seguir con tu vida porque ya llegará el momento en que se resuelva.
Ocúpate de aquellos asuntos que de verdad dependen de tu voluntad, cuando no sea así,
entonces, vive con sabiduría y no pierdas energía en un imposible.
El tiempo forma parte de la vida. De hecho, es fácil sentir el calendario y el paso de los
meses y los días. No te preocupes por problemas del ayer o del mañana y vive el hoy. Ese
es tu reto para aprender a vivir un poco mejor cada día, con más calma, sensatez y sentido
común. En la sociedad de la prisa nada como aprender a caminar despacio para pensar bien
hacia dónde te quieres dirigir e incluso, dónde quieres descansar para observar la belleza de
un paisaje infinito. Olvídate del reloj para sentir tu verdad interior.
En la vida, es importante tener siempre un plan alternativo para cuando falla ese primer
camino trazado. Las personas que tienen paciencia de verdad son aquellas que no se dan
por vencidas ante el primer obstáculo y siguen perseverando a pesar de todo. Esa es una
gran sabiduría de vida propia de quienes saben que en la vida, lo bueno, en más de una
ocasión, se hace esperar porque cada cosa tiene su momento.
La paciencia está unida al amor, cuanto más deseas algo, más opciones tienes de poder
conseguirlo. Pero existe una gran diferencia entre desear algo de una forma caprichosa y
quererlo de verdad al cien por cien. El deseo se apaga fácilmente, en cambio, cuando un
deseo está respaldado por el amor, entonces, la paciencia es mayor porque está
acompañada de la esperanza de poder lograr ese objeto.