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No es nada personal
Piensa por un momento, ¿Por qué alguien nos puede rechazar?,
¿realmente es por culpa nuestra? Los motivos pueden ser
muchos, y todos fuera de nuestro control. Podría ser que el otro
saque conclusiones equivocadas porque tiene un mapa mental en el
que había alguien similar a nosotros con quien no tuvo una buena
experiencia.
Educa tu mente
Sería bueno educar la mente para que, en vez de pensar que todo
es culpa nuestra, cambiemos la manera de razonar hacia una
perspectiva menos egocéntrica. Por ejemplo, escribimos a alguien y
no nos contesta, ¿por qué tenemos que pensar que es por nuestra
culpa?
No sabemos las razones por las cuales alguien decide no
contestar y lo último que deberíamos pensar es que le caemos mal;
ya que detrás de un pensamiento de que caemos mal se esconde el
verdadero “nos caemos mal a nosotros mismos”.
Los motivos por los que alguien puede no contestarnos son tan
extensos que seguro no acertamos. Podría ser por falta de
tiempo, problemas personales, falta de motivación o simplemente,
que tengan tantas opciones que decidan escoger otras, ni mejores
ni peores, sino que se adaptan mejor a sus necesidades.
No podemos encajar nunca en todas partes, por ello es
necesario aprender a pensar de una manera donde no importan las
razones, todo debe fluir de forma natural y lo que salga bien genial
y lo que no, es porque no era para nosotros y mejor cambiar de
rumbo aceptando las cosas.
Práctica la empatía
Muchas veces nos tomamos las cosas de forma personal porque las
interpretamos como una provocación de los demás hacia nosotros.
Tal vez, intentando comprender las motivaciones de las otras
personas para sus acciones nos resultará más fácil dejar estas
ideas autorreferenciales y aceptar que el mundo no gira a nuestro
alrededor.
Reflexiones finales
Cuenta la historia que un día los discípulos de Buda le preguntaron
muy angustiados: “Maestro, la gente se ríe de nosotros y nos
insulta, ¿cómo es posible que no te afecte?“. Buda les respondió:
“el insulto sale de ellos pero nunca llega a mí“.
Y es que nosotros, por mucho que a veces nos cueste aceptarlo,
tenemos la decisión de elegir cómo nos relacionamos con
aquello que sucede en nuestro entorno. ¿Nos pueden insultar?
Sí, pero podemos elegir no tomarlo como algo personal y no
quedarnos con el insulto. De esta forma, seremos más libres y
felices.
Los seres humanos somos seres sociales y en nuestra
naturaleza reside la necesidad de relacionarnos con el exterior y
con otras personas. Por mucho que en ocasiones creamos que somos
personas totalmente independientes, esto no es así.
Estamos influenciados por la gente que está a nuestro alrededor. Lo
que somos, nuestra forma de pensar y de actuar dependen en gran
medida de la sociedad y de las personas más cercanas a nosotros.
Formar parte de un colectivo nos hace sentir bien, al igual que tener
confianza y apego hacia nuestros amigos y familiares. Sus palabras de
agradecimiento, aprecio y apoyo permiten que nos sintamos más
satisfechos, pero sus críticas y reproches también nos afectan,
aunque de forma contraria.
En ocasiones estos reproches son fundamentados, pero otras veces
no. Es peligroso tomarnos demasiado personalmente estas
recriminaciones, ya que podríamos terminar por dejar a un lado
nuestras ideas y forma de ser por la otra persona. Cuando perdemos
el control sobre nosotros y damos más importancia al resto de la
gente, entraremos en una dinámica muy negativa.
Al permitir que las decisiones que nos afectan ya no sean nuestras,
provocará que acabemos por atarnos a alguien, no disfrutemos de la
libertad que necesitamos e incluso que nos sintamos como víctimas.
Por otro lado, es muy posible que acabemos por ser personas reacias
al cambio.
Otra reacción muy habitual es que guardemos nuestros problemas
hasta que uno nos saque de nuestras casillas. En ese
momento acabaremos saltando y creyendo que nos están atacando
directamente a nosotros.
Seguramente todos nos hayamos sentido así en alguna ocasión. Por
estos motivos, la psiquiatra Abigail Brenner explica en Psychology
Today cinco pautas a seguir cuando alguien se encuentre en
semejante tesitura.
1. Concéntrate en qué significa la relación
No todas las relaciones valen lo mismo. Es muy útil preguntarse si se
está invirtiendo lo suficiente, o demasiado, en otra persona. Otra
cuestión a la que debe prestarse atención es si uno debe ser siempre
agradable y servicial con la otra persona para estar bien, así como si
hay riesgo de tener problemas cuando no se esté de acuerdo.
Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, entonces existe un
problema. Lo más probable es que nos encontremos ante una
relación que no sea saludable.
2. Ponernos en la situación de la otra persona
Cuando la gente se comunica es porque quiere decir algo. Si no
comprendemos por qué lo hace, quizá debamos intentarlo de
nuevo. No todo el mundo tiene habilidades sociales ni facilidad
para relacionarse. En ocasiones las personas son agresivas y
groseras porque creen que va a ser la única forma en que se les
escuche y salirse con la suya.
3. No sacar conclusiones demasiado rápido
Las suposiciones pueden ser nuestro peor enemigo. Las percepciones
que tenemos respecto a un problema no siempre son verdaderas. Es
habitual que la responsabilidad no sea nuestra, sino que
pertenezca a la otra persona y no debamos sentirnos culpables.
Son especialmente vulnerables aquellos puntos en los que nos
sentimos débiles. Ser consciente de ellos ayudará a controlarlos de
mejor manera y estar preparado cuando sea necesario.
4. Crear un espacio propio
Reaccionar inmediatamente y sin pararnos a pensar un momento es
un error muy común. Cuando surge un problema debemos controlar
nuestras emociones antes de reflexionar sobre él. Crear este espacio
es necesario para amortiguar el golpe y establecer unos límites
respecto a la otra persona.
Brenner proponer imaginar que estamos en ungran prado con vallas
blancas en el que nadie más puede entrar.
5. Hablar cuando se esté preparado
Ni es posible ni positivo evitar siempre las discusiones. Cuando estas
lleguen, hemos de esperar pacientemente que sea nuestro turno y
aprovechar cuando no lo sea para escuchar a la otra persona.
Cuando nos toque hablar debemos ser sinceros y explicar qué nos
hace sentir. Es muy habitualque la otra persona no sea consciente
de ello. Lo más posible es que siguiendo esta dinámica se llegue a
buen puerto, pero en los casos en los que se tenga claro que el otro
no nos respeta, es el momento de hacerle ver que la relación no va
por el buen camino.