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PERIODO ETICO.
EPICURO.
CICERON.
Marco Tulio Cicerón nació el 3 de enero de 106 a.C. en Arpino, una localidad del Lacio
situada al sur de Roma. Al igual que su paisano el general y político Cayo Mario,
Cicerón era un homo novus, esto es, no pertenecía a la aristocracia romana, por lo
que desde un primer momento sabía que, si quería hacer carrera política, debía
destacar por sus propios méritos personales y ofrecer a la oligarquía gobernante
ciertas cualidades que hicieran de él alguien imprescindible. El padre de Cicerón
encomendó la formación jurídica de su hijo al pontífice Quinto Mucio Escévola, uno de
los mejores juristas de la época y, de esta manera, introdujo al joven en los ambientes
políticos de Roma. Junto al estudio del derecho romano, Cicerón recibió clases de
retórica de Molón de Rodas y de filosofía del estoico Diódoto y del académico Filón de
Larisa. El impacto de este último en la formación del Arpinate fue inmediato y perduró
toda su vida, pues sus clases ofrecieron al joven aprendiz la posibilidad de combinar la
enseñanza de la oratoria con la de la filosofía.
Si hay una figura controvertida en la Antigüedad, esa es sin duda la del filósofo
cordobés Lucio Anneo Séneca. A lo largo de los siglos, los distintos historiadores,
filósofos y demás analistas de su vida han destacado sus incoherencias y
contradicciones, pero también su evidente grandeza intelectual. El historiador romano
Cornelio Tácito sugiere que el filósofo sabía promocionarse a la perfección. En este
aspecto, los testimonios que nos han llegado sobre su personalidad se parecen a los
de otro gran filósofo romano dedicado también a la actividad política: Cicerón, al que
no cita casi nunca en sus obras, pero del que recibió una influencia difícil de exagerar.
Quizá sea cierto el diagnóstico que realiza sobre su figura intelectual una de sus
últimas biógrafas, Emily Wilson, quien afirma que Séneca es un Sócrates sin un Platón
que quiera contar su historia.
«Hablas de una manera -dice- y vives de otra diferente.» De esto, ¡oh mentes llenas
de maldad y las más enemigas de los mejores hombres!, de esta infamia, vuelvo a
repetir, fueron acusados Platón, Epicuro y también Zenón. Todos estos filósofos
hablaban, no precisamente como vivían ellos mismos, sino de la forma en que se
debía vivir. Hablo de la virtud, no de mí; y cuando reprocho los vicios, pongo los míos
en el primer lugar; cuando me sea posible, viviré como conviene. Pero esa maldad,
que vosotros mezcláis con abundante veneno, tampoco me apartará de los mejores, ni
esa ponzoña con que rociáis a los demás y corroe vuestras propias entrañas será
capaz de impedirme que por lo menos siga alabando una vida, no la que yo llevo, sino
la que yo sé que se debe llevar; nadie podrá impedir que yo adore la virtud, y la
seguiré, aunque haya de arrastrarme la mayor parte del camino (Sobre la felicidad,
18.1-2).
Este período abarca desde el último tercio del siglo IV a.C. hasta la caída de Egipto en
el año 30 a.C. y la consolidación de la Roma imperial.
Esto fue consecuencia de los nuevos cauces de la historia política, que habían dado
paso de la polis griega a la monarquía universalizante de Alejandro Magno, luego a las
monarquías de sus sucesores y, finalmente, a la consolidación del Imperio romano.
Este periodo duro 300 años y esta compuesto por una sociedad universal donde
la lengua y cultura griega jugaron un papel dominante. Los reinos helenísticos eran
tres: Macedonia, Siria y Egipto. Las ciudades griegas pierden su independencia y
Atenas su hegemonía comercial, política y en menor medida la cultural. A las
ciudades-Estado suceden las monarquías helenísticas. En este periodo se borraron
las fronteras entre los distintos países y culturas, las cuales se mezclan en un crisol de
ideas filosóficas, religiosas y científicas.
Toda la región mediterránea también rendía culto a dioses orientales. Mucha gente se
sentía insegura ante las visiones y conceptos de vida. Este periodo se caracterizo por
la duda religiosa, la desintegración religiosa y el pesimismo. Una característica de las
nuevas religiones era que solían tener teorías sobre como las personas podían
salvarse de la muerte. La filosofía se movía cada vez mas hacia la salvación y el
consuelo. La filosofía era poco original. Alejandría era el lugar de encuentro entre
oriente y occidente. Mientras que Atenas continuo siendo la capital de la filosofía
Alejandría se convirtió en el centro de la filosofía.
Dentro del Helenismo se encuentra:
EL EPICUREÍSMO
EL ESTOICISMO
EL ESCEPTICISMO
EL NEOPLATONISMO
CINISMO