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TEMA 17

EL PENSAMIENTO FILOSOFICO JURIDICO HELENISTICO ROMANO

PERIODO ETICO.

EPICURO.

Epicuro (en griego, Ἐπίκουρος Epikouros, «aliado» o «camarada»), también conocido


como Epicuro de Samos, (341 a. C., nació en Samos, y falleció en Atenas
en 271/270 a. C.) fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre
(epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son
el hedonismo racional y el atomismo. Influido por Demócrito, Aristipo, Pirrón, y
posiblemente Aristóteles y los cínicos, se volvió contra el platonismo y estableció su
propia escuela en Atenas, conocida como "El jardín", donde permitió la entrada
de mujeres, prostitutas y esclavos a la escuela.56 Se dice que escribió más de 300
obras sobre diversos temas, pero la gran mayoría de estos escritos se han perdido.
Sólo tres cartas escritas por él, la Carta a Heródoto, Pítocles y Meneceo; y dos
colecciones de citas, las Máximas capitales y las Sentencias Vaticanas, han
sobrevivido intactas.
Para Epicuro, el propósito de la filosofía era la búsqueda de la felicidad (eudaimonia),
caracterizada por la ausencia de turbación en el alma (ataraxia) y de dolor en
el cuerpo (aponía). Su ética hedonista considera procurar el placer y evitar
el dolor el propósito de la vida humana; siempre de una manera racional para evitar los
excesos, pues estos provocan un sufrimiento posterior. Los placeres del espíritu son
superiores a los del cuerpo, y ambos deben satisfacerse con inteligencia, procurando
llegar a un estado de bienestar corporal y espiritual. Criticaba tanto el desenfreno
como la renuncia a los placeres de la carne, y argüía que debería buscarse un término
medio y que los goces carnales deberían satisfacerse, siempre y cuando no
conllevaran un dolor en el futuro. Manifestó que los mitos religiosos amargan la vida de
las personas, y no se debe temer a ellos porque no se preocupaban por nuestras
vicisitudes. Abogó por que las personas pudieran seguir la filosofía mejor si vivían
una vida sencilla y autosuficiente rodeada de amigos.8
Otro aporte importante de Epicuro fue su filosofía respecto a la muerte, y
complementando su pensamiento sobre la felicidad, Epicuro buscó reducir
el miedo respecto a esta, y ayudar al encuentro de nuestra felicidad. Su pensamiento
consistía en que no hay que temerle a la muerte, ya que esta consiste en la falta
de sensación, por lo que no tiene sentido espantarnos por algo que nunca vamos a
sentir. A su vez, explicó que mientras existimos, la muerte no estará presente, y
cuando esté presente, nosotros no existiremos, lo que significa que jamás estaremos
en una relación directa con nuestra muerte, concluyendo así con la idea de que no hay
que temerle a algo que no estará presente mientras existamos en este mundo.7
Como Aristóteles, Epicuro era un empirista, lo que significa que creía que
los sentidos son la única fuente confiable de conocimiento sobre el mundo. Derivó
gran parte de su física y cosmología del filósofo atomista Demócrito. Enseñó que
el universo es infinito y eterno, donde toda la materia está formada por diminutas
partículas invisibles llamadas átomos. Se manifestó en contra del destino,
la necesidad y el recurrente sentido griego de fatalidad. La naturaleza, según Epicuro,
está regida por la necesidad y el azar, entendiendo este como ausencia
de causalidad debido a la desviación producida por la caída de los átomos
(parénklisis), permitiendo así que los humanos posean libre albedrío como fundamento
de la ética en un universo determinista.7
Aunque la mayor parte de su obra se ha perdido, conocemos bien sus enseñanzas a
través de la obra De rerum natura, del poeta latino Lucrecio (un homenaje a Epicuro y
una exposición amplia de sus ideas), así como a través de sus cartas recogidas
por Diógenes Laercio y fragmentos rescatados por filósofos como Filodemo de
Gadara, Sexto Empírico y Cicerón. El epicureísmo alcanzó la cima de su popularidad
durante los últimos años de la república romana. Se extinguió a finales de la
antigüedad, sujeto a la hostilidad del cristianismo primitivo. A lo largo de la Edad
Media, Epicuro fue recordado popularmente, aunque de manera inexacta, como un
patrón de borrachos, prostitutas y glotones. Sus enseñanzas gradualmente se hicieron
más conocidas en el siglo XV, pero no se volvieron aceptables hasta el siglo XVII con
figuras como Walter Charleton y Robert Boyle. Su influencia creció considerablemente
durante y después de la Ilustración, impactando profundamente las ideas de
pensadores modernos como Pierre Gassendi, John Locke, Thomas Jefferson, Jeremy
Bentham, Karl Marx y Michel Onfray.
POLIBIO.
Polibio fue un historiador griego. Es considerado uno de los historiadores más
importantes, debido a que es el primero que escribe una historia universal.
El objetivo de Polibio era relatar la expansión romana y ensalzar su constitución
política, y así se observa en el tratamiento de la Segunda Guerra Púnica cuando
destaca que Roma sólo pudo sobreponerse a la gran amenaza que pendía sobre su
cabeza gracias a su virtud. Afirma que “el trabajo y el objeto de nuestra empresa
consiste única y exclusivamente en escribir el cómo, el cuando y por qué todas las
partes conocidas del mundo habitado vinieron a caer bajo dominación romana”.
Polibio pretende evitar los defectos de sus predecesores, a quienes reprocha su
narración inconexa, sus relatos ingenuos o la toma de posiciones previas. Para él la
finalidad del historiador debe ser la búsqueda de las causas que generan los
acontecimientos, sin que sea suficiente relatarlos pues es necesario dotarles de una
explicación. Con este propósito enuncia unas categorías para clasificar los fenómenos
históricos: el modo, el tiempo y la causa. De las tres, la causa es la categoría más
importante, pues son los planes, los razonamientos y los sentimientos los que
conducen a los individuos a tomar una decisión. Con Polibio se produce una
subordinación de la voluntad al entendimiento. Por otro lado, procede a diferenciar
entre causa, pretexto e inicio. El pretexto sería la justificación de la acción y el inicio
las primeras acciones reales ejercidas, mientras que la causa es una actividad mental
que antecede a esas dos. Como se puede observar, el concepto historiográfico de
Polibio es complejo y de un marcado intelectualismo.
Junto a la búsqueda de la causalidad en la historia, los individuos también cobran una
especial trascendencia en la obra de Polibio. El personaje histórico, a quien también
denomina “causante”, es quien controla el juego político. La historia dependerá, por
tanto, del espíritu, de la capacidad de cálculo y de previsión de estos sujetos. Polibio
antepone la razón frente a la emoción y a los elementos pasionales, de modo que
divide a los hombre en racionales (que normalmente serán quienes salgan victoriosos)
e irracionales (quienes llevan las de perder).
A pesar de la racionalidad que impera en Historias, el papel atribuido a la Fortuna
aparece como elemento que ha desconcertado a los estudiosos de Polibio pues
encaja mal con la lógica que caracteriza a toda su obra. Se ha discutido ampliamente
sobre su alcance y significado. Parte de la doctrina considera que la Fortuna
desempeña para Polibio un papel relevante y, por tanto, predetermina el destino del
hombre independientemente de la causalidad de los hechos; mientras que otros
consideran que utiliza la Fortuna sólo en relación con fenómenos aislados y menores
para explicar cómo se desbaratan, por el azar, acontecimientos bien planeados.
Por último, muchos han visto en Polibio a un sociólogo político. El libro VI
de Historias está dedicado en su totalidad a explicar la constitución romana y a
desarrollar una teoría cíclica de los regímenes políticos. Basta decir que Polibio
considera el sistema político romano como el más cercano al sistema perfecto o ideal,
en cuanto que reúne los requisitos de otros sistemas políticos a la vez que evita caer
en alguna de las degeneraciones de los que existían previamente (monarquía,
aristocracia y democracia). La adopción de este modelo de gobierno está
estrechamente unida a la hegemonía que tendrá Roma.

ROMA Y LA FILOSOFIA DEL DERECHO.

CICERON.

Marco Tulio Cicerón nació el 3 de enero de 106 a.C. en Arpino, una localidad del Lacio
situada al sur de Roma. Al igual que su paisano el general y político Cayo Mario,
Cicerón era un homo novus, esto es, no pertenecía a la aristocracia romana, por lo
que desde un primer momento sabía que, si quería hacer carrera política, debía
destacar por sus propios méritos personales y ofrecer a la oligarquía gobernante
ciertas cualidades que hicieran de él alguien imprescindible. El padre de Cicerón
encomendó la formación jurídica de su hijo al pontífice Quinto Mucio Escévola, uno de
los mejores juristas de la época y, de esta manera, introdujo al joven en los ambientes
políticos de Roma. Junto al estudio del derecho romano, Cicerón recibió clases de
retórica de Molón de Rodas y de filosofía del estoico Diódoto y del académico Filón de
Larisa. El impacto de este último en la formación del Arpinate fue inmediato y perduró
toda su vida, pues sus clases ofrecieron al joven aprendiz la posibilidad de combinar la
enseñanza de la oratoria con la de la filosofía.

Pronto inició su carrera como abogado encargándose de la defensa de Roscio


Amerino, para quien consiguió la absolución. El discurso Pro Roscio
Amerino constituyó su carta pública de presentación como promesa de la oratoria,
pero en él Cicerón había realizado alguna crítica implícita al dictador Lucio C. Sila, así
que, por razones de prudencia y con la excusa de mejorar su formación, emprendió
viaje a Grecia. La literatura de viajes nos muestra cuán provechoso y transformador
puede ser abandonarlo todo durante un tiempo y realizar una escapada para conocer
lugares distintos al del entorno habitual. Este fue el caso de nuestro orador: durante
los años 79-78 a.C., Cicerón recorrió Atenas, Asia Menor y Rodas para estudiar con
los más famosos filósofos y profesores de retórica griegos de la época. A muchos de
ellos los conocemos hoy casi exclusivamente gracias a lo que de ellos nos narra en
sus obras, escritas años después. Durante ese tiempo, realizó ejercicios de voz hasta
encontrar un tono y estilo adecuados a su personalidad y estudió la filosofía griega,
revistiéndose de un precioso marco conceptual que le permitiría defender sus ideas
con excepcional solvencia.

En cuanto a la filosofía, Cicerón maneja en esta obra un concepto muy específico:


filosofía es dialéctica, esto es, un instrumento para el análisis de todos los asuntos de
la vida, aunque su mayor utilidad en el servicio a la patria, que no se agota con su uso
en el ejercicio de las magistraturas. Cuando, por cualquier circunstancia la acción
directa ya no es posible, bien porque nos vemos expulsados del foro o marginados o
exiliados por el poder de un tirano, la filosofía nos ofrece la posibilidad de reflexionar
sobre nuestras ideas y contribuir con ello a la restauración de las libertades perdidas.
Frente a la reflexión filosófica griega, enredada en cuestiones teóricas que poco o
nada tienen que ver con los asuntos que atañen a la convivencia pacífica entre los
humanos, el concepto ciceroniano de filosofía ensalza su valor político incluso cuando
no es posible intervenir directamente en política: este es el sentido de la expresión
ciceroniana otium cum dignitate, contrapuesta al ocio improductivo de los griegos.
Además del método dialéctico, la filosofía nos ofrece un modelo de vida basado en la
razón y en el equilibrio de las pasiones, en el examen permanente de nuestras
acciones y capacidades. En definitiva: la filosofía nos ayuda a conocer nuestras
cualidades y nuestros límites y nos permite valorar a posteriori la experiencia en su
conjunto y obtener de este examen el mayor consuelo.

LOS JURISTAS ROMANOS.

El jurisconsulto no era un abogado, ni un profesional del Derecho. Tampoco era un


simple copista de fórmulas y documentos, aunque sí se ocupaba de aconsejar los que
eran más adecuados para el negocio o el pleito que sometían a su estudio. Al jurista
romano no le preocupan las construcciones jurídicas brillantes, ni las definiciones
perfectas, sino sólo aquellas reglas claras, precisas y sencillas que sirven para
resolver los problemas de la vida cotidiana.
La enseñanza la impartía a unos pocos discípulos que acudían a las consultas del
maestro; así aprendían las escuetas reglas del ius civile. El Derecho, como la
prudencia que le servía de fundamento, era un arte que se adquiría directamente con
el ejemplo de quien lo practicaba y poseía.
La jurisprudencia era prudentia iuris, el arte de saber elegir. La jurisprudencia está
basada en la iustitia, dar a cada uno lo suyo, y también en la utilitas. El prudente
analiza lo justo y lo injusto, pero también lo útil y lo que no lo es para satisfacer las
necesidades de la vida.
El jurista daba consejos. Los jurisconsultos romanos mantuvieron un fiel apego a lo
ya conseguido por sus predecesores; de ahí proceden, como notas distintivas de la
labor de la jurisprudencia romana, la continuidad y el tradicionalismo. Cuando el jurista
llevaba a cabo alguna innovación que suponía otro paso en la evolución del Derecho,
lo hacía sobre la base del Derecho innovado, apoyándose fuertemente y con la mayor
seguridad en la tradición.
Todos los juristas mantienen un pensamiento y una idea constante: la de que el
Derecho no puede ser originalidad y elegancia, sino más bien justicia y oportunidad.
La simplicidad es también una característica constante en la técnica de los juristas;
constituye uno de los principios básicos del ordenamiento jurídico romano.
El jurisconsulto emplea un estilo lapidario y utiliza con sumo cuidado cada palabra.
Durante los primeros siglos de la historia de Roma, la jurisprudencia se consideraba
labor propia de los Pontífices. Éstos formaban el más importante de los cuatro colegios
sacerdotales, tenían competencias en cuestiones de Derecho sagrado y también de
Derecho civil, ya que el derecho estaba vinculado a la religión. Los Pontífices eran los
intérpretes supremos del fas o Derecho sagrado.
En sus comienzos, la jurisprudencia republicana conserva los caracteres y funciones
de los antiguos pontífices. A las actividades tradicionales
del respondere, agere y cavere se unen dos nuevas funciones de carácter
didáctico: Instituere: enseñanza elemental a sus auditores, principiantes en el
Derecho, de las máximas, reglas y principios fundamentales. Instruere: enseñanza
avanzada de carácter práctico dirigida a comunicar el arte del responsum.
Se denomina clásica a la etapa de máximo apogeo y esplendor de la jurisprudencia
romana, que se consideraba modelo.
La última etapa clásica, se caracterizaba por la progresiva centralización del
Derecho en la cancillería imperial formada por los jurisconsultos y el inicio de la
transformación de éstos burócratas.
En la época de los emperadores destacan tres grandes juristas: Emilio Papianiano,
Domicio Ulpiano, Julio Paolo.
PERIODO RELIGIOSO.
SENECA.

Si hay una figura controvertida en la Antigüedad, esa es sin duda la del filósofo
cordobés Lucio Anneo Séneca. A lo largo de los siglos, los distintos historiadores,
filósofos y demás analistas de su vida han destacado sus incoherencias y
contradicciones, pero también su evidente grandeza intelectual. El historiador romano
Cornelio Tácito sugiere que el filósofo sabía promocionarse a la perfección. En este
aspecto, los testimonios que nos han llegado sobre su personalidad se parecen a los
de otro gran filósofo romano dedicado también a la actividad política: Cicerón, al que
no cita casi nunca en sus obras, pero del que recibió una influencia difícil de exagerar.
Quizá sea cierto el diagnóstico que realiza sobre su figura intelectual una de sus
últimas biógrafas, Emily Wilson, quien afirma que Séneca es un Sócrates sin un Platón
que quiera contar su historia.

Se ha discutido mucho sobre si la vida de Séneca fue un espectacular ejercicio de


hipocresía. Por un lado, proclamaba la grandeza moral del ideal de sabio estoico, un
auténtico superhombre capaz de afrontar con entereza cualquier adversidad. Por otro,
era un apasionado acumulador de riqueza y un afamado consejero imperial partícipe
en todo tipo de maquinaciones políticas. Para este ideal de sabio que Séneca siempre
trató de alcanzar, la riqueza y el poder eran elementos accesorios y, si bien eran
preferibles a la pobreza y la ausencia de influencia social, resultaban sin embargo
indiferentes para la felicidad. Pero, si realmente eran indiferentes ¿por qué ese
continuado empeño en perseguirlos? Quizá en un intento de superar estas
contradicciones tan obvias, Séneca se presentó a sí mismo como un aspirante
imperfecto a la sabiduría, lo que los estoicos denominaban un proficiens (prokopton,
en griego), esto es, alguien que desea comportarse como un sabio pero que es
consciente de las debilidades humanas en las que incurre a diario:

«Hablas de una manera -dice- y vives de otra diferente.» De esto, ¡oh mentes llenas
de maldad y las más enemigas de los mejores hombres!, de esta infamia, vuelvo a
repetir, fueron acusados Platón, Epicuro y también Zenón. Todos estos filósofos
hablaban, no precisamente como vivían ellos mismos, sino de la forma en que se
debía vivir. Hablo de la virtud, no de mí; y cuando reprocho los vicios, pongo los míos
en el primer lugar; cuando me sea posible, viviré como conviene. Pero esa maldad,
que vosotros mezcláis con abundante veneno, tampoco me apartará de los mejores, ni
esa ponzoña con que rociáis a los demás y corroe vuestras propias entrañas será
capaz de impedirme que por lo menos siga alabando una vida, no la que yo llevo, sino
la que yo sé que se debe llevar; nadie podrá impedir que yo adore la virtud, y la
seguiré, aunque haya de arrastrarme la mayor parte del camino (Sobre la felicidad,
18.1-2).

También ha sido objeto de discusión la perspectiva filosófica de Séneca. Como todos


los pensadores de este periodo, Séneca adopta una posición ecléctica. Pero hay que
entender muy bien qué significa este ‘eclecticismo romano’. A la altura del s. I a.C., la
autonomía de las escuelas filosóficas que se habían desarrollado durante el periodo
helenístico había perdido mucho de su antiguo vigor: el carácter romano, más proclive
a pensar a partir del caso concreto que a construir grandes doctrinas generales para
solucionar los problemas que van surgiendo, permite una cómoda modulación de las
preguntas filosóficas a la práxis del día a día. Pensadores romanos como Cicerón o
Séneca tienden a encontrar puntos de unión entre las doctrinas de las diferentes
escuelas y, cuando esto no es posible, se quedan con lo que creen mejor, esto es, con
aquellos aspectos que resultan más favorables a la defensa de las tradiciones y
valores romanos. Séneca siempre se consideró un estoico y, como tal, combatió los
aspectos más discordantes con el epicureísmo y el escepticismo; sin embargo, en sus
escritos se observa un profundo respeto por ideas, reflexiones y formas de actuación
de los epicúreos, así como otros elementos que podrían asignarse más bien al
surgimiento del platonismo entendido como sistema, hecho este que se produce
cuando Séneca escribe. Lo que ahora llamaríamos ‘creatividad’ se manifiesta en
nuestro autor en la intersección de todos estos elementos con los avatares propios de
su vivencia personal.
TEORIAS DE LA MONARQUIA HELENISTICA.
El término helenismo designa la época de la antigüedad clásica o Edad Antigua en la
que, tras las expediciones y conquistas de Alejandro Magno y su pronta muerte, tuvo
lugar la disolución de la polis griega, al tiempo que se inició un proceso de difusión y
apropiación de la cultura helénica.

Este período abarca desde el último tercio del siglo IV a.C. hasta la caída de Egipto en
el año 30 a.C. y la consolidación de la Roma imperial.

El helenismo estuvo marcado por un proceso de “aculturación” en el que pueblos no


helenos comenzaron a adoptar elementos y valores propios de la cultura griega. Tal
como se indica, en este período hubo una extraordinaria difusión de la filosofía griega,
las artes, el pensamiento mítico y el pensamiento científico, aspectos que fascinaron a
los invasores del mundo heleno.

Esto fue consecuencia de los nuevos cauces de la historia política, que habían dado
paso de la polis griega a la monarquía universalizante de Alejandro Magno, luego a las
monarquías de sus sucesores y, finalmente, a la consolidación del Imperio romano.

Según algunas fuentes consultadas, la palabra “helenismo” proviene del


verbo hellenizen, que quiere decir ‘hablar griego’. Por lo tanto, por extensión serán
“helenísticos” todos aquellos que adopten rasgos lingüísticos y culturales propios de
esta cultura. Este uso del término quedó registrado en el libro de los Hechos de los
apóstoles del Nuevo Testamento.

De este modo, al tiempo que helenismo señala un período de la historia, señala


también una tendencia de recepción y reelaboración de la cultura griega, que implica
un particular modo de relacionarse con esta.

Este periodo duro 300 años y esta compuesto por una sociedad universal donde
la lengua y cultura griega jugaron un papel dominante. Los reinos helenísticos eran
tres: Macedonia, Siria y Egipto. Las ciudades griegas pierden su independencia y
Atenas su hegemonía comercial, política y en menor medida la cultural. A las
ciudades-Estado suceden las monarquías helenísticas. En este periodo se borraron
las fronteras entre los distintos países y culturas, las cuales se mezclan en un crisol de
ideas filosóficas, religiosas y científicas.
Toda la región mediterránea también rendía culto a dioses orientales. Mucha gente se
sentía insegura ante las visiones y conceptos de vida. Este periodo se caracterizo por
la duda religiosa, la desintegración religiosa y el pesimismo. Una característica de las
nuevas religiones era que solían tener teorías sobre como las personas podían
salvarse de la muerte. La filosofía se movía cada vez mas hacia la salvación y el
consuelo. La filosofía era poco original. Alejandría era el lugar de encuentro entre
oriente y occidente. Mientras que Atenas continuo siendo la capital de la filosofía
Alejandría se convirtió en el centro de la filosofía.
Dentro del Helenismo se encuentra:
 EL EPICUREÍSMO
 EL ESTOICISMO
 EL ESCEPTICISMO
 EL NEOPLATONISMO
 CINISMO

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