Visión ética en distintos movimientos filosóficos (ismos):
El reduccionismo: tiene dos connotaciones: 1) el movimiento de la ontología que propone que ciertas propiedades, entidades o procesos pueden ser reducidos a algún subconjunto de sus partes (por ejemplo, los objetos materiales a sus átomos); y 2), desde el campo de la filosofía de la ciencia, la visión que dice que una teoría puede ser deducida de otra más fundamental (la genética clásica de la genética molecular). En sí mismo, el reduccionismo no tiene connotaciones éticas, pero puede servir para justificar otras teorías, como el determinismo, cuando este se aplica al hombre y su conducta, sin importar cuál sea el aspecto al que se reduzcan. El determinismo: según esta doctrina, la libertad humana es una ilusión reducible a procesos biológicos o a procesos psicológicos o a procesos sociales y, por lo tanto, los conceptos como culpa y mérito, vicio y virtud no tienen importancia; son vistos como simples descripciones extrínsecas que explican lo que la sociedad aprueba o reprueba. Una consecuencia radical de esta forma de pensamiento es concluir que lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá está absolutamente prefijado. Dos ejemplos de reduccionismos deterministas son el conductismo, que reduce la conducta humana a estímulos y reforzadores; y el psicoanálisis, que propone que eventos psicodinámicos inconscientes e incontrolables por los sujetos determinan la conducta humana. El materialismo: es un tipo de reduccionismo que busca explicar la conducta humana descartando la existencia de un principio espiritual (o alma) y defendiendo como única realidad existente la corpórea. En esta visión, lo psicológico se reduce a procesos biológicos y cerebrales, lo que no siempre implica determinismo, pero sí negación de la trascendencia. Aunque muchos autores materialistas defienden la indeterminación de la conducta humana, esta doctrina aporta las bases para que surjan doctrinas sobre el comportamiento humano que tienen implicaciones para la ética, la moral y las valoraciones sociales; desde la misma, se puede deducir una “cosificación” del hombre (en oposición a la visión que lo considera una “persona”), y también un menoscabo de su dignidad como un fin en sí mismo y portador de valores. Un ejemplo de materialismo es el geneticismo, que afirma que el hombre, al igual que los demás seres vivos, se reduce a su peculiar genoma, del cual el fenotipo es una consecuencia directa, sobreestimando el poder de los genes en la determinación del comportamiento y del propio destino. Con este marco, se sientan las bases para valorar a las personas en función de su acervo genético y no falta mucho para saltar al eugenismo, al racismo u otros movimientos de esa índole. El empirismo: en gran medida gracias a Kant a esta visión se le suele considerar en oposición al racionalismo y a la ética formal. La misma postula una ética basada en la experiencia. Una de sus manifestaciones es el subjetivismo, afirmando que, así como las experiencias varían de individuo a individuo, así varía también de uno a otro (o de sociedad a sociedad) lo que es bueno o malo. Hay quienes afirman que sólo el conocimiento científico es genuino y como lo moral no puede satisfacer sus duros criterios experimentales, entonces hay que considerarlo siempre como opinión subjetiva. Hay otro grupo de filósofos que formuló sus doctrinas éticas defendiendo que el conocimiento a posteriori (empírico) es el único al que puede llegar el ser humano: empirismo inglés. Algunos de sus representantes fueron: John Locke (y su famosa idea de la tabula rasa) y David Hume (y su sentimentalismo moral). El racionalismo: en la ética, es una visión según la cual los principios morales son cognoscibles “a priori”, solo por la razón, sin necesidad de la experiencia. Dos grandes defensores de esta postura son Platón e Immanuel Kant. Se diferencia del intuicionismo ético en que es neutro en cuanto a si las creencias morales básicas se conocen por inferencia o no. El intuicionismo: desde el campo de la ética, se define como una corriente que defiende la existencia de verdades morales independientes de nuestra mente (realismo), que podemos conocer de manera directa. Henry Sidgwick, dice que la conciencia moral puede descubrir la rectitud de una acción fácilmente puesto que esta es intrínseca a la acción misma e independiente de los motivos y de los efectos. Esta corriente, en su expresión más reciente, se desarrolló más entre los británicos. Algunos intuicionistas son: C.S. Lewis, Henry Sidgwick, Samuel Clarke, Francis Hutcheson, Michael Huemer, etc. El escepticismo: en el campo de la ética, implica afirmar que nadie tiene ningún tipo de conocimiento moral, o de que el conocimiento moral es imposible. Se opone al realismo moral (que dice que hay verdades morales objetivas cognoscibles). Se divide en tres subclases: 1) nihilismo moral o teoría del error modal, que sostiene que todas las afirmaciones morales son falsas; 2) escepticismo moral epistemológico, que sostienen que no hay justificación para creer cualquier afirmación moral y son agnósticos sobre si todas las afirmaciones morales son falsas; y 3) escepticismo no cognitivista, que sostiene que nunca podrá saberse si las afirmaciones morales son ciertas o falsas porque son incapaces de serlo (por ser imperativas, no son aptas para la verdad). Algunos de sus exponentes son: Pirrón, Enesidemo, David Hume, J.L. Mackie, Max Stirner, Friedrich Nietzche, Richard Joyce, Michael Rusa, Joshua Greene, Richard Garner y James Flynn. El pragmatismo: desarrollada en EE. UU. a finales del siglo XIX por Charles Sanders Peirce, John Dewey y William James, es una corriente que en el campo de la ética defiende que sólo es verdadero aquello que funciona, enfocándose así en el mundo real objetivo. En esta se valoran las consecuencias de las acciones para descubrir la verdad de los imperativos morales o el significado de las cosas. Rechaza la existencia de verdades absolutas. Considera las ideas como provisionales y sujetas al cambio. Se opone al formalismo y al racionalismo diciendo que el intelecto humano no puede representarse el significado real de las cosas. El naturalismo: es la visión que afirma que la única realidad existente es la natural. Suele concordar con el materialismo monista y el mecanicista. Sus premisas conducen al reduccionismo gnoseológico, pretendiendo explicarlo todo a partir de las ciencias naturales, y también a la negación de las realidades espirituales. En el campo de la ética, sostienen que los juicios morales poseen un carácter descriptivo, afirmando que los juicios de valor se reducen a juicios de hecho: la conciencia no dicta si algo está bien o mal, solo describe lo que pasa y si tal evento es preferido o no por el individuo. Dicen también que las creencias éticas pueden ser apoyadas por la evidencia empírica, pues, para un naturalista, cuando se dice “tal cosa no es justa” equivale a decir “no aprobamos moralmente tal cosa” y cuando se dice “algo es justo” equivale a decir “la mayoría de la gente lo aprueba como moral”. El cientificismo: es el movimiento reduccionista que involucra establecer la ética como una rama de las ciencias fácticas. El dogmatismo: es la postura de quienes piensan que sus estudios y conclusiones en el campo de la ética excluyen, por la brillantez y rotundidad de sus hallazgos, cualquier otra distorsión accesoria. Afirma que una vez descubiertos y depurados a la perfección los principios morales consustanciales a la naturaleza humana, se está en disposición de codificarlos en forma de normas perfectas, irreductibles e incontestables, capaces de superar todo orden jurídico actual. El liberalismo: sustentado en la filosofía de Kant, es la doctrina ética donde la dignidad y autonomía del individuo priman por sobre toda otra consideración argumentativa de la naturaleza humana. Rechaza la intromisión de cualquier componente ajeno a la conciencia humana en la determinación del bien y del mal, limitando solamente con el respeto a la razón propia y a la razón del prójimo. El eclecticismo: es una escuela filosófica que procura conciliar las doctrinas éticas que parecen mejores o que son más verosímiles. Buscar armonizar opiniones, teorías, tesis, estilos e ideas derivadas de distintos sistemas de pensamiento. El positivismo: es una visión que se muestra escéptica ante cualquier tesis que defienda la naturaleza trascendental de la moralidad. Busca las causas de la moralidad de un individuo o de un pueblo en el terreno empírico de la antropología funcionalista (“depende de la cultura”), de la sociología o de la psicología. El existencialismo: a nivel ético, defiende que el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos, conduciendo a la creación de una ética de la responsabilidad individual, separada de cualquier sistema de creencias externo al individuo. El idealismo: se opone al materialismo, considerando como primario la consciencia, el espíritu, y negando que estos sean productos de la materia. El idealismo considera el mundo como la materialización de un mundo más perfecto e ideal distinto al material. Afirma que sólo la consciencia tiene existencia real y que el mundo material sólo existe en la conciencia, en las ideas. Puede ser objetivo (si considera que existen objetos fuera del sujeto) o subjetivo (si solo afirma la existencia del sujeto y cataloga todo lo demás como ilusión de la mente). El idealismo es un espectro tan amplio que no conduce a una sola visión ética, aunque suele conducir a la afirmación de la existencia de Dios. Platón, que tenía una visión idealista, formuló una ética de las virtudes aplicable universalmente a todos los hombres (ideales morales). En su rama objetiva, los idealistas buscan la realización de ciertos valores colocados en un orden superior.