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Cecilia Bixio
¿Qué psicología para qué educación? Según cómo definamos lo que es hoy el campo de
la educación y sus necesidades, demandas, expectativas, podremos pensar qué
psicología es la que da la respuesta más adecuada.
El problema es, a nuestro criterio, desde qué lugares políticos nos posicionamos para
pensar lo educativo y los marcos conceptuales seleccionados serán producto de dichos
posicionamientos. Los encuentros y/o desencuentros son siempre, políticos.
I. El campo de la educación
A este "espacio" lo pienso, entonces, por excelencia, como la institución escuela. Colé
define a la escuela como el contexto educativo en el que la cultura actúa a través de él
como mediadora del desarrollo socio-cognitivo (Cole, 1984). Se trata de un contexto
tanto físico como socio-cultural que importa determinadas prácticas socio -
institucionales que “marcan” los procesos de enseñanza aprendizaje y los conocimientos
que allí se construyen.
Sin embargo, cada vez más advertimos que no se trata solo de eso, o, que, en todo caso,
tendríamos que hablar de otra cosa más que de "escuela". Para evitar confusiones
(siempre los significantes enredándose entre las ideas) prefiero ubicar el campo de la
educación como espacio colectivo de enseñanza-aprendizaje. A este espacio lo
podemos pensar desde dos conceptos: el de Vigotsky, de zona de desarrollo próximo y
el de Winnicott, espacio transicional. Estamos hablando de pensar el campo de la
educación como un espacio que si bien se sostiene en una dimensión física y en otra
social, es siempre virtual, inter-subjetivo e interactivo.
El "hacer" que tiene lugar en este espacio y en este tiempo, no se reduce a un "hacer
tareas", no me refiero a un hacer mecánico ni rutinario, de actividades de efectuación.
Me refiero a un hacer creativo, lúdico, interesante y que implique actividades
estructurantes, en el sentido piagetiano, y motivadoras, en el sentido tal vez más clásico
y llano del término.
A este "hacer" lo pienso relacionado con los contenidos escolares, con el modo como es
presentado y con las actividades que se proponen para que el alumno los construya.
Presentarlos como saberes abiertos, incompletos, imperfectos, pasibles de revisión y
recreación.
Para ello, habrá que estar dispuesto a modificar las rutinas habituales de las estrategias
didácticas, dispuestos a interrogar los propios saberes e interrogarnos, dispuestos a
explorar otros caminos de acceso y, lo que es más importante, es necesario dominar con
destreza y profundidad el conocimiento que se le propone al alumno, esto es, conocer
los orígenes, los problemas que intentan o intentaron resolver, los misterios que intentan
o intentaron explicar o comprender, los contextos de producción de esos saberes.
Presentar esos saberes articulados a los contextos de producción de los mismos, que no
queden articulados solo curricularmente, o sea, enlazados con lo que aprendieron al año
pasado y lo que aprenderán el año próximo. Que lo que justifique la incorporación de
esos contenidos sea su valor científico, artístico, cultural o tecnológico, y no la clásica
justificación burocrática: hay que aprenderlo porque lo van a necesitar el año próximo.
Muchas veces, cuando los alumnos preguntan ¿Para qué sirve? está en realidad
preguntando ¿y esto a quién le importa, qué valor tiene? Están preguntando por la
significación social de los contenidos escolares. Podríamos arriesgar que su
pensamiento sería el siguiente: Si usted me demuestra que esto es importante, tal vez yo
entonces podría hacer el esfuerzo de intentar aprenderlo. No es un problema de utilidad
pragmática, nada más lejos del pensamiento del niño o del joven.
No se trata de competir con el mundo del espectáculo para atrapar la atención de los
alumnos. ¿Qué tiene de interesante, frente a los chismes de ricos y famosos, de juegos
telefónicos por el millón, de novelas, etc., una célula, un algoritmo, una revolución o un
verbo conjugado?
De esta manera, el interés por aprender, el esfuerzo que haremos por lograrlo, el que
valga la pena intentarlo, implica un trabajo y un proceso, de ninguna manera es algo
que pueda darse milagrosamente y de una vez para siempre.
El interés puede ser así pensado como una cuestión a construir, a posteriori y no
necesariamente un a priori. Esta construcción implica generar en el aula un espacio
"virtual" y dedicarle un tiempo al que llamaremos "lúdico" en el que tendría suceder
algo que podríamos llamar "una experiencia cultural".
A la experiencia cultural y por tanto, educativa, se la puede describir como una zona
intermedia, nos diría Winnicott. Estamos hablando de un espacio intersubjetivo que se
localiza en el aula y en la institución escolar, pero que sólo puede ser conceptualizado
en términos de lo virtual o potencial.
¿Qué eligió la escuela para esta tercera zona? ¿Eligió llenarla con la ciencia y el arte o
con los rituales obsesivos y ejercitaciones mecánicas? ¿Dónde se ubican los docentes,
dónde ubica las actividades, las tareas, los objetos de conocimiento? ¿Las ubica en esta
tercera zona, espacio compartido, en el que participan docentes, alumnos y tarea? ¿O lo
pone por fuera?
Y es aquí, en este lugar, en este espacio virtual que va del juego a las experiencias
culturales, donde el niño y el adulto están en libertad de ser creadores. Es un modo de
concebir la educación como creación, y ya no como mera reproducción, repetición.
Jugar es ser capaz de vivir una experiencia cultural. El jugar tiene un lugar y un tiempo.
Para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas, no solo pensar o desear
(acciones internas) y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer. Y el hacer, en educación,
es aprender. El aprender lleva tiempo, pero un tiempo de repetición, afianzamiento y
aplicación, en el sentido clásico del término. Se trata de un tiempo lúdico, de creación.
En nuestro caso, rescatar lo lúdico del enseñar y el aprender significa idear modos
creativos y novedosos de abordar y resolver los problemas, llenar de significaciones los
datos y los conceptos, abrir espacios para construir procedimientos y sentidos, como
propone un verdadero hacer constructivista.
Hemos entendido la actividad del alumno como una necesidad de actividad cognitiva
pero hemos obviado su calidad de sujeto político en relación a la institución escolar y a
los procesos que allí acontecen. Interpelamos a sujetos pedagógicos, no a sujetos
políticos con deberes y derechos. En este sentido cierta psicología ha contribuido a
construir un alumno entendido como sujeto epistémico y pedagógico, lo que lo ha des-
subjetizado al sujeto de la educación.
Intento acercar una propuesta que nos interrogue en futuro ¿Habrá una vez una escuela
que sea capaz de conmover con sus relatos a los niños y jóvenes que allí se reúnen a
diario? ¿Seremos capaces -como profesionales trabajando en el campo de la educación
junto a otros profesionales- de inventar, recrear, idear formas de gestión institucional,
curricular y áulica que rompan con los rituales obsesivos y las rígidas estructuras
escolares que conocemos? ¿Podremos encontrar un sentido apasionante para nuestro
trabajo, aquello que nos gustaría ser, que nos gustaría hacer, que deseamos que suceda,
para estar en condiciones de construir nuevas utopías? Como respuesta, vale un ojalá...
Ojalá seamos capaces.
Se advirtió que dicha teoría tiene un amplio valor heurístico respecto a la problemática
del aprendizaje. Pero no en todos los casos se tuvo en cuenta que por mucho material
que nos aporten las investigaciones psicológicas y por excelente que sea la calidad de
éstas, no nos evitan el trabajo de tener que construir, a partir de las investigaciones
pertinentes, las estrategias didáctico-pedagógicas que la psicología no puede propor-
cionar. Por el contrario, nos obliga a hacerlo.
Hay dos grandes preguntas que las psicologías se han hecho y que creo que es el aporte
más interesante que pueden realizar al campo de la educación. Estas preguntas han
tenido dos respuestas que, en principio, podríamos considerar antagónicas. De acuerdo
al modo como la educación se posicione en relación a este problema, habrán de ser las
propuestas pedagógicas que de aquí surjan:
La primera, es la pregunta que se hiciera Piaget y que posibilitó el enorme desarrollo de
la psicología. Una pregunta que, si bien tiene una importante impronta epistemológica,
no por ello deja de caer dentro del ámbito de la educación.
Para responder a esta pregunta, Piaget realizó durante más de cincuenta años, decenas
de investigaciones a partir de las cuales fue diseñando una construcción conceptual que
aún hoy sigue vigente e inspira nuevas investigaciones. Como señala Castorina, la teoría
piagetiana no está agotada y su programa de investigación requiere ser profundizado.
Las nuevas teorías cognitivas se nutren de esta perspectiva para intentar reformular y
superar los postulados originales herederos del conductismo.
Conceptos claves de esta teoría son el de ayuda por medio de la cual el adulto le
“presta” al niño sus funciones psicológicas, las que, al encontrarse con la zona de
desarrollo próximo del otro, potencian el desarrollo real. En este modelo, la mediación
instrumental y la mediación social son ejes del proceso de desarrollo, ocupando el
lenguaje un lugar destacado en la formulación vigotskyana.
El mecanismo responsable de la transformación de las ideas está dado por el proceso de
interiorización. Sin embargo no queda claro cuál es el mecanismo responsable de esta
interiorización. Lo que sí sabemos es que aquello que comenzó siendo social, externo,
compartido, pasa luego a ser interno. El sujeto puede valerse de ello como propio,
manteniendo a nivel mental las mismas ventajas que tenía el proceso social externo y
supone la adopción estable de esos mismos procesos en el pensamiento interno. ¿Esto
significó una transformación de las ideas, se ha dado aquí un cambio conceptual
genuino? ¿Qué lugar ocupan las ideas previas, los preconceptos, con relación a las
intervenciones externas, en tanto ayudas pedagógicas para modificar el desarrollo en
una determinada dirección? ¿Se produce un cambio, transformación o estamos hablando
de desechar una idea por otra, en función de la adopción de criterios adultos, por mera
autoridad intelectual?
Funda también, junto a este nuevo sujeto, una nueva concepción del saber: un saber que
no se sabe, diferente al socrático, en tanto el “sólo sé que no sé nada” se funda en un no
saber de conocimientos; diferente al cartesiano, que sólo en la duda se encuentra, puesto
que no se trata de dudar acerca de los conocimientos sino acerca de la posibilidad de
saber sobre aquello que está vedado, pero que en la misma duda, constituye lo
subjetivo.
Para intentar una respuesta, veremos tres posibles lugares para pensar la educación
desde un mirada "psi", tomando como referencia el esquema con el que iniciamos este
apartado:
1- Investigaciones, desarrollo teóricos, ensayos, etc. psicológicos que, sin tener como
objetivo lo educativo, pueden realizar aportes al campo de la educación. A este
primer grupo lo podemos denominar "Teorías psicológicas que aportan al campo de
la educación". (1)
2- Investigaciones, desarrollos teóricos, ensayos, etc., psicológicos que, con el objetivo
de explicar, comprender o resolver aspectos relativos al campo educativo, se
construyen con miras a este objetivo pero fuera del campo de la educación.
Realizan significativos aportes que orientan líneas de investigación, pero que al
intentar utilizar los resultados en el ámbito educativo específico, se interponen
obstáculos propios de las transposiciones. A este segundo grupo lo podemos
denominar: "Psicología para la educación". (2)
3- Investigaciones, desarrollos teóricos, ensayos, etc. que, con el objetivo de explicar,
comprender o resolver aspectos relativos al campo educativo, se inscriben en el
campo de la educación y desde allí contextualizan los problemas, explicaciones y
propuestas. A este tercer grupo lo podemos denominar: "Psicología de y en la
educación". (3)
1
- Ubicamos aquí los trabajos de Freud, Piaget, Vigotsky, Klein, Winnicott, Dolto, Mannonni, Bowlby,
Lacan, etc.
2
- Ubicamos aquí los trabajos de E. Ferreiro, Inhelder, Ana Freud, S. Pain, Bruner, Pavlov, Koffka,
Kohler, Lewin, Thorndike, Perret-Clermont y también algunos trabajos de Vigotsky, Dolto, Claparède,
Mannoni, entre otros.
3
- Ubicamos aquí los trabajos de Coll, Aebli y también algunos trabajos de Pozo, Auzubel, Brunner,
Ferreiro, etc.
2. Al limitar la explicación del problema a la perspectiva psicológica desde una
particular teoría, cerramos en lugar de abrir el problema, lo explicamos desde esos
conceptos prestados, lo empobrecemos y la respuesta que damos es, necesariamente
insatisfactoria.
1. Investigaciones que intentan dar cuenta de los procesos subjetivos puestos en juego
en los procesos de enseñanza-aprendizaje, centrados en una visión microgenética, y
escasamente han logrado dar cuenta de los procesos político-institucionales y
organizacionales más amplios. Son en su gran mayoría investigaciones de corte
didáctico que indagan los procesos psicológicos del aprender en función de la
intervención del docente y de la mediatización de recursos (no siempre
necesariamente los típicos "recursos didácticos escolares"), métodos, técnicas, etc.
3. Las dificultades teóricas y metodológicas que implica este tipo de estudios, explica
en parte, los pocos trabajos que se realizan en esta orientación, como así también las
dificultades propias de articular procesos micro y macro; psico-sociales y socio-
institucionales; sin reducir los análisis a especulaciones ideológicas o a explicaciones
psicologizantes.
El desafío está en ser capaces de encontrar métodos y técnicas adecuadas para investigar
procesos psicológicos, cognitivos, subjetivos y subjetivantes “en situación”, y que, con
seguridad, no serán ni los ya conocidos de la psicología clínica o experimental, ni los
del psicoanálisis, tampoco serán necesariamente los de la psicología institucional clásica
o los de la etnografía; dado que aquéllos no nos permiten dar cuenta de las situaciones
institucionales escolares particulares; y los últimos no nos brindan datos sobre los
procesos psicológicos cognitivos y de subjetivación puestos en juego.
Es por ello que insistimos en una psicología que, orientada epistemológica, teórica y
metodológicamente -según criterios propios y particulares- realice investigaciones y
prácticas en el campo educativo. Sólo esto podría legítimamente considerarse como una
psicología de la educación que coadyuve a comprender el campo educativo desde la
especificidad de los problemas que estaría llamada a atender, comprender, explicar y/o
resolver.
Ahora bien, cuando de lo que se trata ya no es de la psicología sino del psicólogo, como
profesional, entran en juego otras cuestiones: el oficio del psicólogo educacional, la
formación que tiene y que puede poner en práctica en cada caso, en cada institución.
Esto es, problema de índole más pragmáticas y subjetivas, porque aluden a las prácticas
y a los modos de ejercer el rol.
Podríamos decir que el oficio del psicólogo no se define por el campo en el que se
inserte a trabajar, sino más bien por el modo como aborda ese campo. Pero es
indiscutible que el campo también aporta lo suyo, esto es, marca posibilidades, señala
caminos principales y secundarios por donde transitarlo, nos interpela desde
determinados actores y desde problemáticas específicas.
Como señala Ovide Menin " En cuanto al psicólogo como tal, más allá o más acá del
campo donde se inserte, prefiero concebirlo como un profesional, en el sentido de quien
se distingue por su accionar, con teoría e instrumentos distintivos que le dan identidad
por el trabajo que realiza y los problemas que aborda, dentro de la amplia gama de
divisiones a las que lo somete el orden social establecido." (MENIN, 2000)
Justamente creo que, cuando dejemos de plantear al sujeto escolarizado como sujeto
pedagógico, y podamos definirlo como sujeto político, es que podremos, desde la
escuela, introducir la racionalidad ético-política (Cfr. CULLEN. 1997).
La escuela considera a los sujetos escolarizados como sujetos pedagógicos. A estos les
llama alumnos, los caracteriza de una determinada manera y les atribuye determinados
deberes. Quiénes no reúnan dichas características, o quienes no cumplan con esos
deberes, no podrán llegar a tener la condición de alumnos, y en caso de tenerla, pueden
llegar a perderla. Están condenados al fracaso y a la expulsión.
4
- Entiendo lo pedagógico como un discurso y una práctica que se producen en el marco de una determinada
institución, la escuela. Tomo aquí el concepto de institución en tanto legalidad que funda una práctica y un discurso,
aunque se trate de procesos educativos que se dan en el marco de campañas de alfabetización, por ejemplo, que no
tienen un establecimiento, pero que, sin embargo, son procesos escolares, puesto que sus prácticas y discursos están
regidos, reglamentados por legalidades propias de la escolaridad. No considero adecuado hacer extensivo el concepto
de lo pedagógico a cualquier ámbito en el que se transmitan saberes o formas de socialización, puesto que la amplitud
del término termina dejándolo vacío de sentido. Defino entonces lo pedagógico, sin pretender con ello agotar el tema,
según dos condiciones: 1- Se da en el marco de la institución escolar; y 2- Implica una peculiar intencionalidad de
enseñanza que sólo puede encontrarse en las instituciones escolares.
El debate sobre los aportes de la psicología al campo de la educación, la especificidad
de este campo y de la consecuente labor del psicólogo en el mismo, resulta
imprescindible para poder enmarcar la acción psico-educativa, convocar a una
permanente reflexión acerca de los modos de operar, fundamentalmente desde el punto
de vista preventivo, y a tomar conciencia de cuántos espacios vacíos quedan en los
intersticios de la acción institucional.
Lo que sí asusta es cuando se silencia el debate con posiciones autoritarias que son des-
autorizantes de algunas teorías, porque esto implica, en el fondo, silenciar el debate
ético-político que nos debemos.
Bibliografía