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Introducción

La mayoría de las personas sabemos lo que es sentir ansiedad.

Aunque la prevalencia de los trastornos por ansiedad en la población constituye uno de los
problemas más frecuentes en nuestra sociedad actual, partimos de un concepto de la
ansiedad basado en la normalidad.

A lo largo de este curso intentaremos desarrollar una serie de características generales


sobre ella, ofreciendo una visión global e interconectada con las diferentes esferas del
individuo.

Todas las personas hemos sentido ansiedad en alguna ocasión

En las siguientes páginas abordaremos sus principales particularidades, síntomas y causas,


con el objetivo de poder aumentar nuestro conocimiento sobre ella.

Describiremos el concepto de ansiedad y desarrollaremos su relación con el cuerpo


humano, la conducta y la mente.

Con este curso intentaremos comprender el funcionamiento que origina y mantiene un


proceso de ansiedad y cómo se relaciona con los pensamientos, las emociones y las
respuestas físicas.

Asimismo, aprenderemos a diferenciar la ansiedad normal de la ansiedad tóxica o


patológica, mostrando sus diferencias y realizando una revisión de los diferentes tipos de
trastornos de ansiedad y sus características principales.
El concepto de ansiedad
El concepto de ansiedad tiene su origen en el término latino anxietas, que expresa la
sensación de angustia y aflicción que puede experimentar una persona.

La podríamos definir, como una "respuesta de anticipación involuntaria del organismo frente
a estímulos que pueden ser externos o internos y que son percibidos por el individuo como
amenazantes".

Se trata de una señal de alerta adaptativa que advierte sobre un peligro inminente y que
permite a la persona movilizar las medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza.

La ansiedad comprende las reacciones de las personas ante situaciones que perciben como
negativas o inciertas.
Por ejemplo, ante los exámenes finales o dar una charla en público, es normal sentir
síntomas de ansiedad, ya que el sujeto ha de enfrentarse a una situación nueva y
reaccionar de forma adaptativa.

La ansiedad, nos ayuda a poner en marcha nuestros propios recursos para hacer frente a
una circunstancia difícil.

Su significado es amplio, y encontraríamos múltiples definiciones de la ansiedad,


dependiendo de la dimensión desde la que se utilice.

Según el contexto, puede ser usada para explicar el miedo, la preocupación excesiva, la
tensión, una reacción de hiperactivación física, la angustia, etc.

La ansiedad está vinculada a nuestra percepción del peligro

El concepto de ansiedad que nosotros utilizaremos en este curso, está fuertemente


vinculado a la percepción que tiene el sujeto sobre una situación de amenaza y a la
respuesta que desencadena para compensarla.

Como concepto, la ansiedad no ha de referir un estado negativo del sujeto, sino una
normalidad que como veremos más adelante depende de diversos factores.

No debemos confundir la ansiedad natural normalizada, con el concepto de trastorno de


ansiedad, ya que en este caso estaríamos hablando de un problema de salud mental.

Más adelante, expondremos los aspectos concretos de cada uno para conocer sus
características diferenciales.
¿Qué es la ansiedad?
Las personas interaccionamos con nuestro entorno constantemente.

El medio nos proporciona oportunidades para satisfacer nuestras necesidades, pero


también nos ofrece situaciones de riesgo y amenaza que intentamos compensar.

Con el paso del tiempo, hemos desarrollado mecanismos de adaptación para preservar
nuestra especie en diferentes circunstancias.
Uno de los mecanismos de alerta y defensa que cumple esta función es la ansiedad.

Ante una situación que nos provoca tensión incrementamos nuestra actividad cognitiva,
emocional, física y conductual.
Son reacciones adaptativas a las demandas del medio en que vivimos.

Pongamos el ejemplo de una persona que padece una enfermedad y ha de someterse a


una operación. La reacción de sentir signos de ansiedad está totalmente dentro de la
normalidad. Preocuparse por que todo salga correctamente no deja de ser parte del proceso
para hacer frente a la situación amenazante.

La ansiedad es un mecanismo adaptativo que nos ayuda a activar una alerta ante sucesos
que vivimos como peligrosos.

Este grado de alerta nos aporta un equilibrio para afrontar los diversos desafíos que vamos
encontrando.

Cuando una circunstancia nos afecta en exceso, las reacciones pueden acompañarse de
emociones desagradables como el miedo, la ira, la tristeza, etc.

En ocasiones, se acompaña de síntomas físicos como notar el corazón acelerado o la


musculatura tensa por ejemplo.

El estado emocional está muy ligado a nuestras respuestas, y delante de una misma
situación cada persona puede reaccionar de forma diferente.

No existen patrones exactos de niveles de ansiedad ante una misma situación.

La personalidad, los pensamientos y las emociones ejercen un papel de filtro y predisponen


a cada sujeto a reaccionar de forma distinta.

En el momento en que el sistema de respuesta de ansiedad es desmesurado o se presenta


sin ningún tipo de amenaza, entonces podríamos considerar la opción de que ha
evolucionado hacia un proceso insano.
Las funciones que cumple la ansiedad
La ansiedad, como ya hemos comentado, cumple la función de activar los sistemas de
alerta y de defensa en los individuos.

Este sistema de alerta se acciona en situaciones percibidas como amenazantes, es decir,


en circunstancias en qué tenemos algo que ganar o que perder.

La ansiedad activa al organismo frente a situaciones que la persona vive como peligrosas,
ya sean reales o no.

Estas respuestas, funcionan como un mecanismo interno que nos permite defender
nuestros intereses delante de estímulos adversos.

Una respuesta de alerta nos ayuda a reaccionar


Una respuesta de ansiedad nos dispone para:

Huir de la amenaza (por ejemplo, alejarse en caso de fuego).


Evitar situaciones temidas (por ejemplo, no pasear por un lugar peligroso que nos produce
temor).
Luchar contra el problema (por ejemplo, aprender técnicas de relajación para hablar en
público).
Buscar protección (por ejemplo, demandar ayuda en caso de un atropello).
Desarrollar instrumentos para hacerle frente (por ejemplo, practicar meditación para
equilibrar la ansiedad en un conflicto personal).

El tipo de respuesta que un sujeto manifiesta depende de sus características particulares y


de sus circunstancias personales.

La manera en que un sujeto percibe la amenaza influye en el tipo de reacción.

Los pensamientos negativos que experimenta la persona marcan la línea entre la reacción
sana o la evolución hacia una patología.

Frente a un accidente de tráfico por ejemplo, es lógico sentir signos de ansiedad en los días
posteriores y que vayan desapareciendo gradualmente. Pero también, nos podríamos
encontrar con individuos, que a raíz del accidente desarrollen un miedo extremo a volver a
conducir por el temor a que se repita la misma situación. El mismo factor externo, un
accidente, puede ser vivido de forma distinta en cada persona y evolucionar hacia un
trastorno de ansiedad o no.

Ante una demanda es necesario movilizar un cierto estado de alerta que nos permita una
activación psicológica y física, para poder reaccionar con capacidad de anticipación.

La anticipación es necesaria para poder prepararnos con tiempo, y nos ayuda a equilibrar
los signos de alerta de forma natural.

Si los pensamientos de anticipación se convierten en negativos dejan de ser una ayuda y se


transforman en un desencadenante que provoca un aumento de la sintomatología ansiosa.
enfrentarla.

Por ejemplo, en el examen para obtener el carnet de conducir, es lógico sentir síntomas
ansiosos, ya que nuestras capacidades de conducción están siendo evaluadas para decidir
si eres una persona apta o no apta.
En este caso, la ansiedad actúa como una reacción sana y nos ayuda de forma eficiente a
contrarrestar el desequilibrio de una amenaza donde o se pierde o se gana.

La ansiedad nos permite equilibrar las respuestas ante eventos difíciles

Un ápice de ansiedad mantiene a la persona con un componente apropiado de precaución y


alerta en situaciones complicadas.

Pero existe una escalera en el grado de intensidad de las manifestaciones ansiosas.

La ansiedad moderada nos moviliza para permanecer concentrados y para hacer frente a
los retos. En niveles normales es necesaria e imprescindible para responder de forma
eficiente frente a un peligro.

Observamos múltiples situaciones en que las que la ansiedad aparece de forma


normalizada, como en los preparativos de una boda, la preparación de un jugador ante la
final de liga o en una primera entrevista de trabajo.

La ansiedad sana, mantiene a la persona atenta y preparada para los acontecimientos.


Actúa como señal de alarma para que el sujeto desencadene reacciones y afronte el
peligro.

Nos ayuda en el desarrollo correcto de nuestra personalidad desde la infancia y nos aporta
un aprendizaje positivo para conseguir nuevos retos.

Si estas estrategias se realizan con éxito, la ansiedad desaparece.

Cuando se manifiesta en exceso y es perjudicial para nuestro bienestar, podríamos


considerarla como nociva.
La ansiedad tóxica
La ansiedad, como hemos visto, está vinculada a la supervivencia y nos moviliza para
responder en situaciones amenazantes.

Se da en todas las personas y por sí misma no es insana ni patológica.

El problema aparece cuando la ansiedad se convierte en un funcionamiento de respuesta


crónica nociva que el sujeto no sabe cómo controlar.

Sentir ansiedad puntualmente es normal. Pero en ocasiones, se presenta de forma


continuada junto a la sensación de no tener control sobre ella.
La persona ansiosa se llega a preocupar por todo lo que sucede a su alrededor,
interpretando cualquier situación como un peligro.

La percepción de amenaza puede surgir aunque no sea real.

La ansiedad patológica no está provocada forzosamente por un peligro auténtico. Puede


manifestarse a partir de los pensamientos negativos o las anticipaciones malsanas sobre un
hecho.

En estas situaciones, es cuando la ansiedad se convierte en una conducta tóxica.

La ansiedad se manifiesta como tóxica cuando influye negativamente en nuestro patrón de


respuesta

Para poder evaluar si la ansiedad es sana o tóxica, nos debemos fijar en si ayuda realmente
a resolver el problema que nos preocupa.

La dificultad de responder adecuadamente a situaciones normales es uno de los primeros


aspectos que nos hacen ser conscientes de que nuestras reacciones no son apropiadas.

La ansiedad tóxica, genera un círculo vicioso entre los pensamientos, las respuestas y las
emociones.

Los pensamientos negativos influyen directamente en la sintomatología ansiosa,


aumentando su nivel de intensidad.

Este tipo de pensamientos perjudican asimismo que las reacciones futuras sean efectivas.

Entonces, la ansiedad se puede presentar como causa de una valoración excesiva de la


amenaza y una depreciación de las aptitudes personales para hacerle frente.

Si reaccionamos de forma no efectiva en una situación, desbordados por el temor y la


preocupación por ejemplo, nuestra anticipación frente a la misma amenaza se ve alterada
por nuestra experiencia anterior. El sujeto, mediante el aprendizaje real o imaginario, la
percibe asociada a síntomas ansiosos y modifica su respuesta futura.

Un sistema de pensamientos negativos distorsionado, preceden a conductas desadaptadas


y a conflictos emocionales que pueden evolucionar en un trastorno de ansiedad.

Factores que influyen en la ansiedad tóxica


Todos estamos familiarizados con la ansiedad, ya que se considera un aspecto normal que
nos ayuda a nuestro propio desarrollo y al aprendizaje.
Pero si se manifiesta en exceso o de forma alterada, es negativa para una correcta
evolución personal y se convierte en desadaptativa.

La ansiedad, cuando aparece de forma tóxica, se suele presentar como una vivencia
dolorosa y condiciona nuestra vida cotidiana.

Si nos sentimos preocupados constantemente y sin capacidad para responder de manera


eficaz a los problemas, la ansiedad deja de cumplir su función de ayuda y se convierte en
nociva.

La ansiedad si se manifiesta en exceso y de forma distorsionada se convierte en tóxica o


patológica

Son múltiples los factores que pueden influir en su evolución, aunque por su importancia,
destacaría los siguientes:

La intensidad: la ansiedad presenta niveles graduales en la manifestación de los síntomas.


Por ejemplo, sentir un ápice de ansiedad ante un examen no es lo mismo que sufrir vómitos,
migraña, taquicardia, hipertensión y ataques de angustia, etc.
La frecuencia: sentir síntomas ansiosos ante una situación puntual difiere de manifestarla
constantemente sin razón lógica alguna. En el caso de un deportista de élite, por ejemplo,
sería lógico sentirse ansioso por la proximidad de una competición. La dificultad se presenta
cuando el sujeto debido a sus altos niveles de síntomas constantes, ve afectado su
rendimiento en general.
La presencia de pensamientos negativos asociados origina en el individuo un sistema de
indefensión ante los síntomas, ya que se siente superado por sus propios razonamientos.
La situación: sentir ansiedad ante una situación de amenaza real difiere de experimentarla
en un abanico de situaciones distintas donde no existe peligro verídico.
El tiempo: es importante valorar si la ansiedad aparece y desaparece cuando la situación de
amenaza disminuye, o por el contrario la sintomatología persiste durante meses. Es vital
conocer el inicio de los síntomas y la evolución que el sujeto experimenta a lo largo del
tiempo.
La afectación sobre la vida del sujeto: es significativo observar cómo el proceso ansioso
influye en la vida diaria del sujeto.
La sensación de control: un aspecto primordial es valorar si el individuo tiene la capacidad
de controlar o no su sintomatología. En los trastornos de ansiedad se manifiesta una
pérdida del control casi absoluto sobre el dominio de los pensamientos y las respuestas.
Múltiples factores influyen en la ansiedad insana

Estos aspectos nos pueden orientar sobre si la ansiedad que sentimos se puede convertir
en un problema más grave a largo plazo.

La ansiedad en cada persona se manifiesta de forma diferente, aunque estos factores son
vitales para descubrir el grado de ansiedad que muestra un individuo.
Cada persona posee un historial propio de vivencias y sería complicado generalizar.

La ansiedad se revela como un proceso complejo donde intervienen numerosos elementos


dispares entre cada individuo.

La ansiedad tóxica puede evolucionar en un trastorno de ansiedad de mayor o menor


gravedad.

Componentes de la ansiedad y su conexión


Los componentes de la ansiedad presentan una notable conexión entre ellos.

Aunque los organizamos en tres grandes grupos para explicarlos más específicamente,
cada uno está relacionado con los otros dos.

La ansiedad implica tres tipos de aspectos o componentes:

1. Cognitivos (pensamientos).

2. Fisiológicos (físicos).

3. Motores o conductuales.

1. El componente cognitivo:

Englobaría el conjunto de pensamientos o imágenes que el sujeto interpreta como


amenazantes a partir de su percepción subjetiva.

Por ejemplo: anticipaciones, miedo, inseguridad, pensamientos automáticos negativos, etc.

Los aspectos cognitivos tienen un papel muy importante en la evolución de la ansiedad.

Este factor marca la influencia de los pensamientos y emociones sobre la respuesta que
cada sujeto muestra.

2. El componente fisiológico:

Se referiría al conjunto de sensaciones físicas e internas del organismo que pueden


aparecer en situaciones donde se vive un momento de ansiedad.

Por ejemplo: palpitaciones, sudoración, temblores, tensión muscular, sequedad de boca,


presión en el pecho, etc.
En general, se produce una activación de los centros del sistema nervioso.

En cada individuo las manifestaciones pueden ser diferentes.

Cuando la ansiedad es muy excesiva suele manifestarse una elevada activación fisiológica
del cuerpo, hecho que ayuda a aumentar todavía más la sensación subjetiva de ansiedad.

3. El componente motor o conductual:

Dentro de este aspecto, incluiríamos el grupo de conductas que realiza un sujeto dirigidas a
evitar, huir, luchar, etc., para liberarse de la percepción de amenaza.

Destacaríamos conductas como el comportamiento defensivo, la sumisión, la


sobreactivación motora, la agresividad, las conductas de evitación, etc.

Existe una relación muy vinculante en la ansiedad entre estos tres grandes aspectos, ya
que la aparición de uno de ellos influye en el incremento del otro directamente.

El miedo a hablar en público puede provocar reacciones de ansiedad a nivel global en el


organismo

Pongamos un ejemplo práctico de cómo se conectan los diferentes componentes:

Juan ha empezado un nuevo trabajo. Su función es explicar a un grupo de empresarios las


ventajas de asociarse a su nueva empresa. Los días anteriores se prepara una
presentación oral. Cuando llega el momento, se sitúa en la tarima y empieza su exposición.
Nota como el corazón le palpita intensamente y sus pensamientos empiezan a alterarse con
frases como "los demás están notando que me tiembla la voz", "mi tono no es el adecuado",
"no les interesa mi enfoque", etc.

Estos pensamientos producen que su ansiedad aumente y le cause temblores en el habla,


rubor y palpitaciones más intensas.

Se produce un proceso de retroalimentación entre los pensamientos que Juan siente y la


activación que nota en su cuerpo. Si se intensifican sus pensamientos, se produce una
mayor activación física. Al crecer la activación física, aumentan sus pensamientos negativos
y mayor es su estado de ansiedad.
Los diferentes componentes de la ansiedad crean una estrecha conexión entre ellos cuando
se manifiestan. Pueden aparecer de forma independiente, pero habitualmente muestran un
vínculo en su funcionamiento influyendo unos sobre los otros.

En los tratamientos terapéuticos se intenta que los sujetos que padecen un cuadro
sintomático aprendan a detectar los factores que inician el proceso, para así poder frenar la
activación posterior.

Reconocer los primeros indicios de ansiedad permite al individuo evitar que el proceso
progrese.
Síntomas cognitivos
La presencia de síntomas cognitivos abarca una serie de alteraciones en la forma de
percibir y razonar la realidad.

La ansiedad puede mostrarse mediante diferentes signos, pero el factor cognitivo es


siempre un aspecto primordial para su evaluación.

Esta forma de interpretación distorsionada es lo que provocaría una ansiedad desmesurada.

Nuestros pensamientos influyen en la manera de sentir las emociones. Si nuestros


razonamientos son erróneos y no tenemos la capacidad de identificarlos como engañosos,
nos pueden ocasionar alteraciones en la forma de interpretar la información que percibimos.

En la mayoría de los casos, el sujeto no es consciente de que interpreta de forma nociva, y


estos razonamientos contribuyen a aumentar la sintomatología ansiosa.

Se produce un mecanismo de retroalimentación entre ellos.

La interpretación distorsionada en nuestros pensamientos puede provocar alteraciones a


nivel cognitivo

En los trastornos de ansiedad, en general observamos como se interiorizan estos


razonamientos como válidos y acaban generando diferentes síntomas de tipo cognitivo e
intelectual como pueden ser:

Dificultades para memorizar.


Aprensión.
Impaciencia.
Problemas de concentración.
Presencia de pensamientos negativos automáticos.
Anticipaciones amenazantes.
Dificultades de atención.
Inquietud intensa.
Sensación de temor generalizado.
Visualización de imágenes nocivas.
Dificultad para tomar decisiones.
Recelos y sospechas hacia los demás.
Temor a que se den cuenta de nuestras dificultades.
Baja autoestima.
Preocupación excesiva.
Pensamientos distorsionados.
Susceptibilidad.
Miedo intenso.
Sensación de perder el control.
Expectativas negativas.
Inseguridad subjetiva.
Rumiación excesiva.
La lista incluye algunos de los síntomas cognitivos más frecuentes aunque no significa que
un mismo individuo los manifieste todos.

De igual manera, existen otros síntomas diferentes que pueden aparecer en los trastornos
de ansiedad y que no hemos detallado.

Síntomas físicos
En la lección sobre la ansiedad sana ya comentamos que pueden aparecer para activar una
alerta y ayudar al sujeto a reaccionar.

En los trastornos de ansiedad este umbral de reacción no se podría considerar como una
ayuda ni una respuesta lógica.

Las respuestas físicas se mostrarían como una reacción involuntaria del organismo que el
sujeto no puede controlar. Por tanto, el sujeto las viviría como desagradables y
desproporcionadas. Este tipo de sintomatología responde a una activación automática del
sistema nervioso.

Como ya hemos visto, se puede movilizar ante estímulos que se perciben como
amenazantes, pero también se pueden accionar por pensamientos, imágenes, emociones,
etc.

De todos los tipos de síntomas, los físicos son los que frecuentemente el sujeto interpreta
com más molestos.

En ocasiones, el sujeto puede llegar a confundirlos con la presencia de una enfermedad


física y pedir ayuda médica.

El especialista ha de intentar descartar la existencia de un origen físico y detectar si existe


un trastorno de ansiedad subyacente.

Por ejemplo, frente a un ataque de angustia, el sujeto podría interpretar que su corazón no
funciona de forma adecuada y acudir al médico por sentir palpitaciones, sudores, mareos y
taquicardias.
En los departamentos de urgencias es habitual que se presenten personas que creen estar
sufriendo un ataque al corazón, ya que el sujeto puede confundir los síntomas con una
enfermedad de origen físico.

En un ataque de angustia los síntomas físicos son muy intensos

Los síntomas físicos más frecuentes en los trastornos de ansiedad son:


Sudoración, sofocos, escalofríos.
Tensión muscular.
Palpitaciones.
Opresión en el pecho.
Taquicardias.
"Nudo" en el estómago.
Náusea o vómito.
Hiperventilación (respirar demasiado deprisa).
Hormigueo o adormecimiento en brazos y piernas.
Temblores.
Alteraciones digestivas.
Dificultades respiratorias o falta de aire.
Vértigo.
Tensión y rigidez muscular.
Dificultades para tragar.
Dolores de cabeza.
Sensación de mareo.
Cansancio y fatiga.
Micción frecuente.
Sequedad de boca.
Alteraciones del sueño.
Alteraciones de la alimentación.
Alteraciones de la libido sexual.
Síntomas conductuales
Los síntomas conductuales comprenden aquel grupo de manifestaciones asociadas a las
modificaciones de la conducta y a la forma de relacionarse con la realidad.

Son cambios que el sujeto que padece un trastorno de ansiedad incorpora a sus hábitos
para sobrellevar las situaciones que percibe como peligrosas.

El objetivo habitualmente está vinculado a la sensación de evitar o protegernos de lo que


nos asusta.

Estos mecanismos no se refieren a las conductas de cuidado o prevención normales, ya


que se realizan para neutralizar los síntomas ansiosos.

Son modificaciones en la conducta del sujeto que conscientemente o no, considera que le
ayudan a contrarrestar la ansiedad y el miedo.
Por ejemplo, un individuo con un trastorno por agorafobia que evita subir a un ascensor por
temor a sufrir una crisis de angustia. Esta conducta no estaría basada en un peligro real. El
sujeto la percibe como amenazadora debido a su trastorno y al temor intenso que siente. La
anticipación subjetiva de un posible desenlace adverso si sube en el ascensor, lo compensa
modificando su conducta lógica.

Este tipo de síntomas conductuales de evitación, son muy frecuentes en los trastornos de
ansiedad.

No fluyen aisladamente sino que se acompañan de múltiples síntomas cognitivos y físicos


de los que el sujeto cree que debe protegerse.

Perjudican las relaciones sociales y afectan al bienestar de su vida cotidiana.

Los síntomas ansiosos modifican la conducta del sujeto

Entre los síntomas conductuales más habituales destacamos:

Impulsividad.
Agitación.
Intranquilidad motora.
Conductas de evitación.
Hiperactividad.
Bloqueo afectivo.
Alteraciones del estado de ánimo como llorar.
Irritabilidad intensa.
Verborrea (no dejar de hablar).
Conductas repetitivas (rascarse, tocarse, tics).
Paralizarse o sentirse bloqueado.
Conductas de huida.
Aislamiento social.
Agresividad verbal o física.
Mutismo.
Dificultad para seguir el hilo de una conversación.
Tartamudeo.
Temblores nerviosos.
Moverse de un lado para otro.
Reacciones desproporcionadas ante un estímulo.
Tendencia a las adicciones (fumar, beber en exceso, consumo de drogas, etc.).
Las emociones y la ansiedad
Las emociones están formadas por la información interna que posee cada persona como
son los recuerdos, los afectos, el aprendizaje, las sensaciones, las experiencias
individuales, etc.

La percepción de una misma situación no es equivalente entre los diferentes individuos.


Las emociones actúan como filtro para que el sujeto las perciba de una u otra manera.

La interpretación de una situación dependerá de las emociones que sienta una persona.

Por ejemplo, si vive con emoción positiva una circunstancia, la podría percibir como más
agradable que en el caso de sentir una emoción negativa.

Las emociones son respuestas que surgen ligadas al estado de ánimo de un individuo y van
asociadas a cambios corporales del sistema nervioso.

Por ejemplo, delante de una situación amorosa positiva, se experimentan unos cambios
físicos como la sudoración, el aumento de la tasa cardíaca, etc., que van ligadas a una
emociones agradables. Estos mismos síntomas físicos en cambio, se viven como
desagradables si van relacionados a un estado de miedo o ira hacia la persona.

La ira como emoción provoca respuestas automáticas en las personas

Las emociones individuales modulan nuestras respuestas a diferentes niveles, ya sean


reacciones psicológicas (alegría, tristeza, ira, etc.) como puramente físicas.

La emoción interviene en la conducta, en las decisiones y en el pensamiento, ya que se


activan ante diferentes estímulos según cómo se perciban subjetivamente.

En el caso que proponíamos anteriormente, la reacción física ante la persona que amas no
es la misma que ante un desconocido. Esta reacción física está filtrada por las emociones
que sentimos en cada contexto.

Las emociones están interrelacionadas con todos los aspectos del organismo.

No funcionan por separado. Influyen en aspectos como la salud y la enfermedad, el sistema


inmunológico, el sistema nervioso, etc.

Las emociones negativas por ejemplo, afectan a la vulnerabilidad de un sujeto a contraer


enfermedades, ya que debilitan su sistema inmunológico.

La emoción que sentimos depende de la evaluación subjetiva que hacemos de un hecho y


del estímulo. Posee la capacidad de filtrar que nuestra reacción sea agradable o nos
provoque ansiedad.
Los pensamientos negativos
Los pensamientos negativos, son aquel grupo de pensamientos que nos hacen sentir mal y
nos influyen en la forma de percibir el entorno y nuestro interior.
Preceden a la activación de la ansiedad. Son de una gran importancia para poder entender
el funcionamiento de cualquier trastorno psicológico.

Los pensamientos negativos actúan como un factor activador de la ansiedad y contribuyen a


su mantenimiento.

Su repercusión en la salud mental y física de una persona es vital.

Por esta razón, la mayoría de tratamientos psicológicos, se basan en detectar este tipo de
pensamientos y enseñar al paciente a modificarlos.

La importancia de conocer qué son es básica para poder contrarrestarlos y cambiarlos por
pensamientos positivos.

Algunas personas, poseen una elevada presencia de pensamientos negativos sin saberlo,
ya que han desarrollado con el tiempo un sistema de pensamiento automático.

Podemos compararlo a un autodiálogo que un sujeto elaborara mentalmente y que influye


negativamente en su percepción.

Los pensamientos automáticos fluyen sin que el sujeto sea consciente de su presencia, por
lo que es incapaz de identificarlos y juzgar su veracidad.

Los pensamientos negativos perjudican nuestra mente y nuestro cuerpo, ya que son
capaces de sugestionar las diferentes emociones que sentimos.

Ejercen un significativo papel de filtro emocional del que dependen nuestras respuestas de
ansiedad.

Por ejemplo, si constantemente mis pensamientos negativos giran alrededor de la creencia


de que toda mi familia siente rencor hacia mí, mis emociones se verán afectadas por la ira,
el dolor o la culpabilidad. Estos pensamientos, acaban activando mis mecanismos de
ansiedad, provocando un posible distanciamiento o conflicto con ellos.

Los pensamientos negativos escapan a nuestro control racional

Además de perjudicar las relaciones con las otras personas en diversos ámbitos (familiar,
laboral, social, de pareja, etc.) los pensamientos negativos afectan de forma nociva el
mundo interior del individuo.

Este funcionamiento erróneo del pensamiento perjudica la percepción que tenemos sobre
hechos objetivos o sobre nosotros mismos.
Tomemos como ejemplo el problema de la baja autoestima. Cuando la persona se efectúa
autocríticas constantes sobre él mismo, sobre sus capacidades o sobre cómo cree que le
valoran los demás, acaba convencido de que sus reproches son ciertos y es incapaz de
valorarse de forma real. En consecuencia, su autoestima disminuye y se desencadena un
malestar personal que está basado en pensamientos irracionales. Este tipo de proceso
cognitivo alterado, puede provocar síntomas ansiosos.

El pensamiento negativo precede a numerosas manifestaciones de la ansiedad, a la vez


que se convierte en una rutina nociva a la que nos habituamos sin darnos cuenta.

Provocan malestar y si se muestran de forma constante e intensa perturban el bienestar.

John Paul Flintoff, en su libro "Cómo cambiar el mundo" nos describe diez de los grupos de
pensamientos negativos más habituales:

Pensar sólo en blanco o negro.


Leer la mente de otras personas.
Adivinar el futuro.
Generalizar.
Minimizar las cosas positivas.
Dramatizar.
Tener expectativas poco realistas.
Insultar a nosotros mismos o al resto.
Autoculparse.
Ser catastrofista.
En los trastornos de ansiedad se presentan de forma incontrolada y se repiten asiduamente
de forma automática. Los sujetos los perciben como verdades absolutas y no se plantean su
autenticidad.

“Cualquier pensamiento que no sea positivo y de naturaleza constructiva, relacionado con


uno mismo o con otro, es un pensamiento negativo”.
(Emment Fox)

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La anticipación en la ansiedad
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La anticipación en la ansiedad
Algunas de las actividades a las que nos enfrentamos en la vida cotidiana nos producen
ansiedad anticipatoria.

La anticipación es la visualización de un evento futuro.

Anticipar es completamente normal, ya que algunas circunstancias nos crean una


necesidad lógica de pensar lo que pasará. Utilizamos la anticipación como una forma de
tranquilizarnos. En principio, anticipar no tiene un sentido negativo. Nos ayuda a enfrentar
situaciones que nos crean incomodidad o incertidumbre, como por ejemplo un nuevo
trabajo, un examen, una primera cita, una prueba médica, etc. Nos permite visualizar en
nuestro pensamiento los resultados posibles y las diferentes opciones que nos podemos
encontrar.

Dentro de la normalidad, constituye un mecanismo que favorece la disminución de la


ansiedad ante una situación especial.

Vivir el presente sin anticipar hechos negativos

La ansiedad anticipatoria negativa, es un síntoma común de las personas que padecen un


trastorno de ansiedad.

Esta anticipación tiene diferentes grados de intensidad, y en algunos sujetos visualizan una
experiencia futura de forma distorsionada.

El proceso de anticipación entonces, se convierte en un fluir de pensamientos automáticos


que la persona no puede controlar racionalmente.

Pueden provocar temor, ataques de pánico, conductas de evitación, ataques de ansiedad,


etc., si se viven como anticipaciones catastrofistas.

En consecuencia, la anticipación, se convierte en una causa de ansiedad intensa por los


pensamientos irracionales continuos hacia un evento futuro.

Frecuentemente se centran en lo que podría suceder pronosticando resultados desastrosos.

Deja de ser un comportamiento favorable y afecta a la posible respuesta de un individuo.

Un ejemplo claro sería no acudir a una entrevista de trabajo por temor a no cumplir el perfil
que han demandado o creer que los demás estarán más capacitados para el puesto. La
anticipación a nivel negativo en este caso nos estaría provocando pensamientos que
creemos como verídicos y que nada tienen que ver con el resultado real de la entrevista. No
asistir a la cita es un caso de conducta de evitación, ocasionada por una alteración en los
pensamientos anticipatorios del sujeto sobre el posible desenlace.
En su grado máximo, la ansiedad anticipatoria aparece muy ligada a los trastornos de
ansiedad patológicos (fobias, ataques de pánico, etc.) y a las conductas de evitación.

Los pensamientos anticipatorios distorsionados son la base de muchos trastornos de


ansiedad. Se presentan asociados a modificaciones de la conducta que el sujeto realiza
para compensarlos.

Ejemplos de conductas de evitación serían, no viajar en avión por temor a sufrir un


accidente aéreo o no acudir a eventos sociales por miedo a perder el control y tener un
ataque de ansiedad etc.

Si el sujeto anticipa un desenlace negativo que le provoca ansiedad, desarrolla conductas


para evitar la situación que le atemoriza.

Actualmente, existen numerosas terapias cognitivas que centran su objetivo en enseñar a


las personas con trastornos de ansiedad a no vivir dependiendo del futuro, intentando
modificar los pensamientos negativos anteriores que sienten antes del evento.

En las próximas lecciones conoceremos un poco más de cada uno de estos trastornos de
ansiedad.

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El entorno que nos rodea (el trabajo, la familia, la sociedad, etc.) puede provocar un cierto
estado de inquietud en la vida diaria.

Dentro de la normalidad, forma parte de la evolución personal para encontrar un equilibrio


adecuado.

Si estas demandas ambientales son elevadas, el sujeto moviliza unos recursos adaptativos
para compensarlas.

El problema con el estrés, se desarrolla cuando el peso para sobrellevar la situación es


excesiva y los recursos para afrontarlo no obtienen resultados positivos.
El agente estresor o desencadenante, aparece en el estrés pero no es necesario que se
encuentre en el origen de un trastorno por ansiedad.

Ejemplos habituales de agentes estresores pueden ser: el divorcio, los problemas de salud
propios o familiares, las relaciones sociales conflictivas, los problemas con los hijos, las
relaciones de pareja negativas, las dificultades económicas, el exceso de trabajo, etc. Todas
estas situaciones pueden actuar como desencadenantes y crear etapas donde las personas
se sientan especialmente más vulnerables y estresadas.

Si las demandas a las que debe responder una persona no se perciben en equilibrio con las
respuestas que ofrece, puede surgir un trastorno ansioso.

La ansiedad es una de las posibles manifestaciones del estrés al que un individuo se ve


expuesto de forma continuada.

El exceso de estrés con el tiempo puede provocar un trastorno de ansiedad, pero siempre
aparece asociado a otros aspectos personales.

El estrés puede provocar un trastorno de ansiedad

Es importante destacar que para padecer un trastorno de ansiedad no es necesario que


exista un agente estresante real.

En la aparición de la ansiedad, las causas pueden ser diversas, pero la persona que está
sometida a una situación estresante es más vulnerable a desarrollarla.

El estrés puede provocar ansiedad, pero no todos los sujetos que muestran ansiedad tienen
en su origen una situación estresante.

En ocasiones, cuando un trastorno de ansiedad aparece vinculado a una situación de


estrés, aunque éste desaparezca, la persona puede seguir mostrando sintomatología
ansiosa.

Veamos un caso práctico:

Pablo desde hace meses está soportando un trabajo excesivo en su oficina. Sufre un
ataque de angustia y acude al hospital. El especialista le diagnostica un trastorno de
ansiedad con crisis de pánico. Le recomienda unas vacaciones o una baja médica para
poder recuperarse, ya que refiere el estrés laboral como desencadenante de las crisis.
Decide pasar un tiempo apartado del trabajo y seguir un tratamiento. Sin embargo Pablo,
alejado del agente estresor sigue padeciendo ataques de ansiedad. En este caso concreto,
el estrés laboral ha actuado como desencadenante, pero una vez ha desaparecido el
agente estresor la sintomatología ansiosa sigue manteniéndose.

Los trastornos de ansiedad no son siempre producto del estrés, ya que en su origen y
mantenimiento se implican múltiples factores.

Los desencadenantes estresores pueden estar en su inicio o empeorar el estado ansioso de


un individuo, pero no necesariamente son la causa única para desarrollar un trastorno de
ansiedad.
La ansiedad como rasgo de personalidad
Como comentábamos en la lección 8, no se debe confundir la personalidad ansiosa o las
reacciones de ansiedad en una situación concreta, con los trastornos de ansiedad.

Consideramos que la ansiedad, es un mecanismo adaptativo sano que en moderación nos


ayuda a prepararnos ante una amenaza.

Reaccionar con ansiedad ante un estímulo, es una respuesta normal.

Por ejemplo, una discusión con el jefe en el trabajo o con la pareja nos puede poner en
alerta y activarnos para responder eficazmente en ese contexto.

La ansiedad como estado puntual no es un signo de patología.

Pero también la ansiedad, puede presentarse como un rasgo de personalidad, donde el


individuo tiende a preocuparse en exceso y sufrir síntomas ansiosos sin que por ello se
deba considerar como una patología.

Un rasgo es un atributo o característica de la personalidad que suele mantenerse en el


tiempo, a veces desde la infancia.

Las personas que presentan el rasgo de personalidad ansiosa muestran más propensión al
miedo, a la inestabilidad emocional, a preocuparse excesivamente por todo y a sentirse
tensos.

Tener una personalidad ansiosa hace que atendamos de forma diferente lo que sucede en
nuestro entorno, pero inicialmente siempre ha de contemplarse desde el punto de la
normalidad.

Por ejemplo, reaccionar con cierta ansiedad ante unas pruebas médicas estaría dentro de la
normalidad. Sentirse ansioso y desarrollar pensamientos negativos, crisis de angustia,
insomnio y malestar creyendo que serán unos resultados desastrosos, no.
La mayoría de autores, consideran que las personas con una personalidad ansiosa tienen
una mayor predisposición para desarrollar problemas psicológicos relacionados con los
trastornos de ansiedad.

La personalidad ansiosa no es considerada como un trastorno, pero actuaría como un


antecedente. En los sujetos con un trastorno de ansiedad diagnosticado, frecuentemente se
puede observar la existencia de unos patrones de personalidad con rasgos ansiosos
previos.

Esto no implica que la persona que tiene unos rasgos ansiosos como forma de funcionar
deba de desarrollar un posible trastorno patológico.

Responder con ansiedad excesiva en la vida diaria puede comportar un trastorno de


ansiedad

En los trastornos de ansiedad, se observa un exceso en la frecuencia, duración e intensidad


de las respuestas.

En estos casos, el mecanismo de respuesta de la ansiedad es excesivo. El individuo se


siente superado por sus síntomas y desarrolla un sentimiento intenso de indefensión. Las
respuestas fisiológicas y psicológicas son desmesuradas, pudiéndose presentar en
ausencia de cualquier amenaza real.

En consecuencia, el funcionamiento cotidiano de la persona se ve alterado en diversos


ámbitos.

No poder comer en presencia de otras personas por miedo a tener un ataque de ansiedad y
desarrollar conductas de evitación de situaciones sociales, sería un ejemplo de patología
ansiosa.

Los trastornos de ansiedad son diversos y su diagnóstico siempre depende de la evaluación


de un equipo especializado
Introducción a los trastornos de ansiedad
El grupo de trastornos de ansiedad es muy variado.

Los especialistas se basan en general para su clasificación en dos manuales:

El DSM-4 y el CIE-10 muestran los códigos y clasificaciones de los diferentes trastornos


psiquiátricos que existen.

Son de gran utilidad ya que especifican los criterios exactos que deben presentar cada uno
de ellos.
Más adelante veremos su clasificación y comentaremos las particularidades de los
trastornos más conocidos y algunos ejemplos prácticos.

Cada trastorno específico muestra unos síntomas característicos que nos ayudan a realizar
un diagnóstico diferencial.

La sintomatología nos permite elaborar un diagnóstico del tipo de trastorno de ansiedad que
padece un sujeto.

Este diagnóstico debe realizarse por profesionales especializados. Es un paso previo


ineludible para lograr una intervención terapéutica exitosa con el paciente.

Por ejemplo, el cuadro sintomático de una persona con fobia puede tener aspectos
comunes con el de crisis de angustia, pero existen signos característicos en cada uno que
nos permiten elaborar un diagnóstico diferente aunque los dos formen parte del grupo de los
trastornos por ansiedad. Entre los dos diagnósticos podemos encontrar signos comunes,
pero analizar todos los factores nos permite diferenciarlos y establecer una valoración
exacta del problema.

Entre los mismos diagnósticos, encontramos cuadros sintomáticos comunes y específicos


para cada uno.

Existen unos síntomas característicos que permiten clarificar si se trata por ejemplo de una
fobia o de un trastorno por estrés postraumático, ya que es necesario cumplir unos criterios
particulares para poder definir cada tipo de trastorno.

Cuando la ansiedad se convierte en un problema de salud mental, aparecen signos como el


temor intenso, la preocupación excesiva, la activación física, los pensamientos negativos y
la ansiedad anticipatoria.

Estos aspectos se presentan como comunes en casi todos los tipos de trastornos de
ansiedad.

Aunque aparezca una sintomatología similar, en los trastornos de ansiedad también los
síntomas varían de un diagnóstico a otro.

Entre personas con el mismo diagnóstico, también es habitual observar diferencias en la


sintomatología.

Dos personas que padecen una fobia social, por ejemplo, presentan signos comunes de
esta enfermedad pero en cada caso aparecen también aspectos propios diferenciales.
Existen diversos grupos de clasificaciones de los síntomas, según los especialistas en los
trastornos de ansiedad.

Nosotros utilizaremos la más explicativa para organizar los tipos de síntomas que pueden
presentarse:

Cognitivos: abarcaría todos aquellos cambios en nuestra forma de pensar o percibir la


realidad tanto interior como exterior.
Por ejemplo, el miedo irracional a volar o la presencia de pensamientos obsesivos.

También dentro de los síntomas cognitivos se encuadrarían los síntomas intelectuales,


como puede ser la disminución de la concentración o la dificultad para recordar.

Conductuales: incluiría el grupo de síntomas más evidentes des del exterior ya que serían
modificaciones de nuestra conducta habitual.
Las conductas de evitación de actos sociales que realizan las personas con fobia social o
las compulsiones son un buen ejemplo.

Fisiológicos: englobaría los síntomas físicos que producen alteraciones en nuestro cuerpo.
La mecánica de nuestro organismo se vería modificada sin que se presentara una causa de
origen físico como una enfermedad.

Como ejemplo, tendríamos los dolores de cabeza tensionales, el insomnio, las contracturas
musculares, etc.

Es muy importante insistir en que los tres grandes grupos de síntomas no actúan
independientemente.

La presencia de uno, afecta a los otros, y así correlativamente.

A este proceso se le denomina retroalimentación.

La retroalimentación sintomática es muy habitual en los trastornos de ansiedad y explica


como los síntomas cognitivos, originan síntomas físicos y estos a su vez influyen en los
aspectos conductuales.

La asociación entre ellos no sigue un orden, pero ninguno actúa aisladamente.

La aparición de un tipo se síntomas se asocia en el sujeto con los demás y se crea un


circuito continuado de influencia entre ellos.

La fobia social provoca conductas de evitación social para que la persona se sienta
protegida
Veamos como ejemplo un caso práctico:

Marta, ha sido diagnosticada de fobia social. Tiene un miedo irracional a interaccionar con
otras personas o realizar actividades sociales. Aunque trabaja sola en casa con el
ordenador (sería una conducta de evitación que la hace sentir protegida) se ha organizado
una reunión con todo el grupo laboral donde se ve obligada a asistir. Lleva días con
pensamientos recurrentes sobre el acto, y presenta insomnio y taquicardia por las noches.
Ella percibe este malestar y su temor aumenta cada día más, al mismo tiempo que sus
razonamientos son cada vez más irreales. Tiene miedo a no ser aceptada y a ser juzgada
negativamente por sus compañeros. El día anterior manifiesta fiebre, dolores estomacales,
vómitos y vértigo, por lo que decide no asistir a la reunión anual. Posteriormente se siente
mal, con baja autoestima, inseguridad y culpabilidad por no haber sido capaz de asistir a
causa de su miedo.

Si nos fijamos, en el caso de Marta, aparecen los tres tipos de síntomas de los que
hablamos: los pensamientos (psicológicos), los físicos y los conductuales.

Cada uno de ellos al incrementarse provoca que los demás grupos de signos aumenten.

Aunque es consciente de lo que le pasa, ha necesitado desarrollar una estrategia de


evitación para no asistir y sentirse protegida.

En las siguientes lecciones, especificaremos una lista de los síntomas más frecuentes que
suelen asociarse con cada tipo de trastorno de ansiedad.
Factores implicados en el origen y en el mantenimiento de los trastornos de ansiedad
Tal como hemos comentado anteriormente los cuadros de ansiedad son diferentes en cada
individuo y se viven de forma distinta.

Comparten algunas características comunes, pero tanto en su tipo de diagnóstico como en


su causa intervienen numerosos factores individuales.

Un trastorno de ansiedad, por ejemplo, puede tener influencia de la herencia genética del
propio individuo y encontrar en la familia más sujetos con trastornos similares.

Además de su predisposición, podría ocurrir que algunos factores estresantes o traumáticos


en su entorno, le ayudarán a mantener o intensificar el trastorno de ansiedad.

Actualmente, se admite que en su origen intervienen diferentes factores sociales,


personales, cognitivos y biológicos. En su etiología, podemos encontrar una combinación de
todos ellos. No son originados por una causa aislada.

Las causas de la ansiedad son diversas y con frecuencia las encontramos relacionadas
directamente entre ellas.
Cuando se produce un estado de activación insano de la ansiedad, es difícil hablar de una
sola causa. En el desarrollo de un trastorno de ansiedad intervienen múltiples factores que
pueden desempeñar un papel notable y de los que dependerá su evolución.

Son múltiples los factores que se implican en un trastorno de ansiedad

Podemos clasificar a nivel global, tres grandes grupos de factores:

Factores que predisponen:


La mayoría de estudios están de acuerdo en afirmar que existen una serie de factores
físicos o genéticos, que hacen que una persona sea más vulnerable que otra a desarrollar
un trastorno de ansiedad.

Suelen ser aspectos difíciles de diagnosticar.

Normalmente se utiliza el historial clínico personal y familiar para encontrar una relación
directa entre el trastorno y la personalidad previa o la prevalencia del problema en familiares
cercanos.

El hecho de que un individuo posea una predisposición para padecer un trastorno de


ansiedad no implica que inevitablemente haya de desarrollarlo.

Existen factores no biológicos que pueden activar la ansiedad por causas diversas y no solo
la predisposición física.

Factores desencadenantes:
Los factores desencadenantes tienen un papel importante en la evolución de la ansiedad
normal hacia la patología. Algunas personas con una predisposición constitucional previa
pueden no desarrollar un trastorno de ansiedad, y en cambio otras que parecerían menos
vulnerables sí.

Existen circunstancias externas que pueden actuar de disparador y desencadenar un


proceso crónico de ansiedad.

Por ejemplo, una separación conyugal traumática, un proceso de duelo por la pérdida de un
ser querido, un atraco agresivo, la enfermedad de un hijo, una situación de estrés durante
un largo período, etc., son tipos de desencadenantes que pueden crear temor,
preocupación, inquietud durante un largo tiempo y evolucionar hacia algún tipo de trastorno
más grave.

Todas ellas provocarían una reacción de alerta inicial en cualquier persona: la diferencia
estaría en la dificultad para poder superar estos síntomas y que con el tiempo se
cronificarán, dando lugar a una patología.
Dentro de estos factores desencadenantes, también incluiríamos el consumo de
estimulantes y drogas que afectarían a nuestro sistema nervioso y que provocarían
síntomas o trastornos similares.

Factores que mantienen:


Entre los aspectos que mantienen un trastorno de ansiedad en el tiempo, podríamos
encontrar también los dos factores anteriores, solos o relacionados entre ellos.

La historia personal del sujeto, sus pensamientos y sus alteraciones conductuales crean un
círculo vicioso distorsionado que mantiene el problema.

Si las situaciones desencadenantes se mantienen o empeoran, el sujeto muestra una


incapacidad para enfrentar la sintomatología ansiosa.

En algunos casos, aunque los desencadenantes iniciales desaparezcan la persona sigue


padeciendo la misma ansiedad o desarrolla un trastorno más nocivo.
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Causas de la ansiedad
Dentro de los tres tipos de factores anteriores (predisponentes, desencadenadores y
mantenedores) se englobarían las diferentes causas que con más frecuencia se manifiestan
en los trastornos de ansiedad.

Las causas en los trastornos ansiosos no funcionan de forma independiente y se


manifiestan interelacionadas entre ellas.

Se desencadena y se mantiene por un complejo sistema de características internas y


externas que acentúan o disminuyen la sintomatología.

El mecanismo de respuesta, sufre unas modificaciones que convierten las reacciones sanas
en un trastorno patológico.

En el origen de los trastornos de ansiedad influyen múltiples factores que se relacionan


entre sí

Entre las causas más frecuentes que podemos observar destacamos las siguientes:

Genéticas: la ansiedad puede heredarse mediante los genes y originar una predisposición
innata en un individuo. Los estudios genéticos con personas afectadas, demuestran que la
probabilidad de padecer un trastorno de ansiedad es más alta entre familiares de primer
grado. Esto no implica que una persona por tener una predisposición en los genes hubiera
de padecer un trastorno de ansiedad. En la información que se traspasa de padres a hijos
tiene un gran peso la educación y el aprendizaje y no solo los genes.
Bioquímicas: algunas sustancias del cerebro como los neurotransmisores (mensajeros
químicos del cerebro) pueden modificar las respuestas de ansiedad e influir en su evolución.
Los tratamientos farmacológicos que se aplican en los trastornos de ansiedad, acostumbran
a dar resultados positivos cuando se combinan con terapias psicológicas.
Personalidad ansiosa: algunas características de la personalidad ansiosa como rasgo,
predisponen a un sujeto a incrementar la posibilidad de sufrir un trastorno de ansiedad. Un
patrón de respuesta ansioso puede resultar un factor de riesgo que aporte mayor
vulnerabilidad para que evolucione hacia una patología. Por sí sola, no implica un desarrollo
patológico de la ansiedad, aunque puede influir en su mantenimiento y en su origen.
Eventos traumáticos: ante una situación extrema, como vivir por ejemplo un atentado o una
agresión intensa, un sujeto puede desarrollar un trastorno de ansiedad. Esta sensación,
puede disminuir cuando pasa el tiempo o bien perpetuarse de forma crónica y evolucionar
hacia un trastorno. Un ejemplo claro sería el trastorno por estrés postraumático, del que
hablaremos más adelante.
Situaciones vitales significativas: la aparición de un trastorno de ansiedad no requiere de la
existencia de un evento realmente traumático. Diversos estudios muestran que situaciones
vitales como ser padres, un embarazo, una situación económica preocupante o un
accidente doméstico, por ejemplo, pueden ejercer un papel desencadenante en un proceso
ansioso.
Circunstancias estresantes: padecer una situación de estrés durante una larga etapa puede
ocasionar una reacción no adaptativa de la ansiedad. La que sería una respuesta
momentánea a una situación estresante, no se desactiva con el paso del tiempo y
evoluciona hacia en un trastorno de ansiedad.
Consumo de tóxicos o fármacos: el alcohol, algunos fármacos, las drogas y el exceso de
consumo de cafeína también pueden originar diferentes trastornos relacionados con la
ansiedad.
Enfermedades físicas: algunas enfermedades físicas, como el hipotiroidismo por ejemplo,
pueden provocar un trastorno de ansiedad generalizado. Su origen es físico y secundario a
la enfermedad que padece el individuo como parte del cuadro clínico.

Cuando se produce un estado de activación insano de la ansiedad, es difícil hablar de una


sola causa aisladamente.

En su desarrollo intervienen múltiples factores que pueden desempeñar un papel


significativo. La suma de todos los elementos confluyen en el origen multifactorial de un
trastorno de ansiedad. Esta circunstancia contribuye a que este tipo de trastornos
evidencien una gran complejidad en su etiología. Su tratamiento se debe realizar desde un
punto de vista multidisciplinar.

Clasificación de los trastornos por ansiedad


La ansiedad normal y equilibrada es un mecanismo adaptativo.
Manifestar respuestas ocasionales de ansiedad no es patológico. Cuando la ansiedad no
cumple este rol tiene otro significado. De alguna manera sería como si el sujeto se
mantuviera en alerta constantemente sin la presencia de un argumento o amenaza real.

El trastorno de ansiedad es una alteración de la salud que se caracteriza por la presencia


de unos síntomas intensos de ansiedad patológica. El concepto de trastorno refiere un
desequilibrio personal que altera el razonamiento o la conducta de un sujeto. Es una de las
enfermedades psíquicas más frecuentes en la población occidental.

Un trastorno de ansiedad no es solamente sentirse nervioso.


Es una alteración psíquica que requiere de un tratamiento especializado.

Mantiene una estructura interior muy compleja, relacionada con el individuo y con los
acontecimientos que ha vivido.

Sus mecanismos no dependen de una sola causa original y su sintomatología es amplia.

El trastorno de ansiedad engloba diferentes tipos de trastornos y se clasifican según las


características sintomáticas que los definen:

Trastorno por ansiedad generalizada (TAG).


Crisis de angustia o ataques de pánico.
Fobia simple.
Fobia social.
Agorafobia.
Trastorno mixto ansioso-depresivo.
Trastorno obsesivo compulsivo.
Trastorno por estrés postraumático.
Trastorno por estrés agudo.
Trastorno de ansiedad debido a una enfermedad médica.
Trastorno de ansiedad inducido por sustancias.
Trastorno por ansiedad generalizada
Todos nos podemos preocupar por cuestiones rutinarias como el dinero, la salud o el trabajo
en alguna etapa de nuestra vida.

Pero los individuos con trastorno por ansiedad generalizada, se preocupan excesivamente
en general por todo sin que exista una razón lógica.

Es uno de los trastornos más frecuentes en el mundo occidental y se presenta con mayor
prevalencia en las mujeres que en los hombres.

Su desarrollo inicial es gradual y empeora si la persona se siente sometida a situaciones


estresantes.
Los sujetos con trastorno por ansiedad generalizada presentan ansiedad y una excesiva
preocupación sobre diferentes ámbitos durante 6 o más meses sin que exista una causa
real.

Las preocupaciones pueden estar ligadas al contexto del trabajo, la familia, la salud, las
relaciones interpersonales, etc.

Al individuo le resulta difícil controlar este estado de malestar constante aunque pueda ser
consciente de su falta de veracidad.

Estos sujetos, poseen niveles muy altos de ansiedad y preocupación constantemente.

Esta inquietud puede influir en el deterioro de la vida personal, social y laboral aunque
normalmente no es un trastorno grave.

Los síntomas del trastorno por ansiedad generalizada incluyen:

Dificultad para concentrarse.


Preocupación crónica y desmesurada por las actividades diarias.
No tener control sobre los pensamientos negativos.
Fatiga excesiva.
Dolores de cabeza frecuentes.
Problemas musculares como contracturas de la espalda.
Sensación constante de nerviosismo.
Irritabilidad.
Molestias digestivas.
Dificultad para relajarse.
Problemas para conciliar el sueño y permanecer dormido, o sueño que no es reparador ni
satisfactorio.
Inquietud o impaciencia.
Palpitaciones.
Sensación de tensión mental o corporal.
Pérdida de peso.
Mareos.
Anticipaciones ansiosas del pensamiento.

Los pacientes con este trastorno a menudo se sienten desbordados y desmoralizados por
este problema.

La psicoterapia cumple una función muy importante para ayudar a manejar estos síntomas y
ayudar al sujeto a enfrentar la preocupación excesiva que le producen determinadas
situaciones.
Es importante destacar la diferencia entre padecer este trastorno y mostrar ansiedad en
momentos concretos ante una situación conflictiva. El diagnóstico sólo se confirmará si
existe una cronicidad de como mínimo seis meses
Los síntomas físicos que acompañan a una crisis de angustia son muy intensos y se
manifiestan de forma súbita:

Hiperventilación (respiración agitada).


Mareo, inestabilidad o pérdida de conciencia.
Palpitaciones y taquicardia.
Dolor en el pecho.
Falta de aire al respirar.
Náuseas y dificultad para tragar.
Sofocos.
Temblores y hormigueo en las extremidades.

La persona que sufre un ataque de pánico tiene la sensación de que no es capaz de


controlar la crisis. En ocasiones puede incluso tener la certeza de que puede morir en ese
momento o que está sufriendo un ataque al corazón.

Junto a estos síntomas físicos, aparecen también una serie de pensamientos de pérdida de
control, miedo a morir, miedo a volverse loco, sensación de irrealidad, ganas de escapar,
etc.

Estos pensamientos catastrofistas, aumentan todavía más las respuestas fisiológicas del
sujeto provocando una reacción más desconcertante.

La persona que sufre una crisis de angustia, interpreta todos estos signos de forma
incorrecta y con un gran temor e incertidumbre.

Los ataques de angustia crean un pánico brusco en el sujeto

Los episodios surgen de forma brusca y acostumbran a durar entre 10 y 30 minutos.

Son inesperados y aparecen sin que exista un peligro real.

La sensación de miedo es desproporcionada y no aparece habitualmente relacionada con la


situación.

Por ejemplo, puede aparecer de forma imprevisible mientras se pasea por la calle,
conduciendo, en el supermercado, en una fiesta, en una conferencia, en el cine, etc.

No son ser contextos donde el sujeto se sienta amenazado por factores externos y no
espera que sucedan.
Este factor sorpresa crea un sentimiento de indefensión y acaba asociando diversos lugares
con el miedo a la aparición de las crisis.

Las personas con ataques de angustia desarrollan un temor secundario a que estas crisis
puedan de nuevo repetirse.

La presencia de conductas de evitación es muy frecuente en las personas que sufren crisis
de pánico.

Esta preocupación recurrente le provoca que evite determinadas situaciones o lugares por
miedo a que se desencadenen de nuevo.

La ansiedad anticipatoria, juega un papel importante en los ataques de angustia.

Al sufrir una crisis, el pensamiento del sujeto anticipa su repetición con un gran temor y lo
generaliza a diferentes contextos.

Los ataques de angustia pueden cursar con agorafobia.


La agorafobia y los ataques de angustia
Los ataques de angustia pueden acompañarse de agorafobia en algunos casos.

Los síntomas tan intensos que poseen las crisis de pánico, crean en la persona un gran
miedo a volver a sufrir un ataque.

Esto provoca que se desarrolle una fobia o miedo intenso a enfrentarse a diferentes
situaciones.

La agorafobia es un trastorno de ansiedad caracterizado por el miedo intenso o aversión a


los lugares públicos o sitios de dónde es difícil poder escapar.

El diagnóstico psiquiátrico, sería en este caso un trastorno de angustia con agorafobia, ya


que aparecerían las dos categorías asociadas.

Las personas con agorafobia, sienten un temor intenso a encontrarse en lugares o


situaciones de dónde creen que sería difícil escapar o no recibir ayuda si sufrieran una
crisis.

El hecho de exponerse (o anticipar) a las situaciones temidas provoca:

Ansiedad y nerviosismo.
Ataques de pánico.
Temblores.
Sudoración.
Ritmo cardíaco acelerado.
Pensamientos negativos.
Mareos y vértigo.
Desmayo.
Dificultad para respirar.
Agitación motora.
La agorafobia y las crisis de pánico se pueden presentar asociadas

Si los episodios de crisis aumentan en frecuencia, el individuo va restringiendo cada vez


más sus actividades y su bienestar se va limitando.

Este mecanismo que desarrolla para evitar situaciones amenazantes, es un sistema de


aprendizaje erróneo que mantiene o empeora el problema.

Los pensamientos de miedo en la persona con agorafobia y ataques de pánico van dirigidos
habitualmente a:

Miedo a desmayarse.
Miedo a tener un ataque al corazón.
Miedo a asfixiarse.
Miedo a perder el control.
Miedo a sentir miedo.
Miedo a estar solo.
Miedo a estar en lugares de los que no pueda escapar.
Miedo a que ocurra algo negativo.

El miedo, no solo aparece en el momento en el qué el sujeto debe enfrentarse a la situación


temida. Los pensamientos negativos, se inician ya anteriormente cuándo la persona
visualiza el futuro o la cercanía de una circunstancia similar.

El sujeto agorafóbico por ejemplo, puede empezar a sentir ansiedad anticipatoria cuándo se
prepara para salir a comprar.

Sus sensaciones de miedo son elevadas, ya que anticipa unos resultados desastrosos si se
expone a la situación.

El miedo y los síntomas ansiosos pueden ser más intensos durante la anticipación previa
que durante la exposición al lugar temido.

Las conductas que realiza el sujeto para protegerse provocan que evite cada vez más
situaciones.

Es un trastorno que limita en cuantiosos aspectos a la persona ya que se trata de un


problema bastante incapacitante para quien lo sufre.
El trastorno obsesivo compulsivo
El trastorno obsesivo compulsivo es uno de los trastornos de ansiedad más complejos e
incapacitantes.
Se caracteriza por la presencia de dos elementos básicos:

Las obsesiones.
Las compulsiones.

Las obsesiones: son pensamientos, imágenes o sensaciones recurrentes y persistentes.


​Causan un malestar intenso y aunque la persona entiende que son ficticios no puede
controlarlos.

No se trataría de pensamientos de preocupación sobre la vida real, sino de ideas intrusivas


en la mente que causan una elevada ansiedad.

Las compulsiones: son comportamientos repetitivos que impulsan a realizar una conducta
reiteradamente para aliviar la ansiedad.
Pueden ser conductas repetitivas, como lavarse las manos u ordenar objetos, o actos
mentales como contar palabras en silencio o repetir frases.

Las compulsiones que realiza un sujeto tienen el objetivo de prevenir o reducir su malestar
ante las obsesiones.

Mediante estas conductas insistentes que se siente obligado a ejecutar, desea librarse de
los pensamientos que le atormentan.

No poder efectuar estos rituales obsesivos, provoca en el sujeto un elevado nivel de


angustia.

Como ejemplo, comentaremos el caso de un individuo que presenta pensamientos


persistentes sobre el temor a los microbios y a las infecciones. Sus obsesiones sobre este
tema, le empujan a lavarse las manos una y otra vez de forma desmesurada. Esta
conducta, es la compulsión que realiza para conseguir que su temor a infectarse se
minimice. Puede lavarse las manos cien veces al día o usar guantes de goma para
protegerse de su temor. Aunque ejecute sus compulsiones, sus pensamientos no
desaparecen. La persona con un trastorno obsesivo compulsivo, siente la necesidad
constante de continuar efectuando sus conductas repetitivas.

Las obsesiones provocan conductas repetitivas llamadas compulsiones

Esta acción repetitiva puede reconocerla como excesiva, aunque no es capaz de controlarla
ya que le ocasionaría una angustia desmesurada.

Las obsesiones o compulsiones originan un malestar clínico significativo, e interfieren en la


rutina del sujeto ( por ejemplo por la pérdida de tiempo ) así como en sus relaciones y vida
social o laboral.
Existen múltiples ejemplos prácticos sobre este trastorno, aunque describiremos los más
habituales:

Conductas relacionadas con la limpieza, como lavarse las manos, fregar el suelo, no pasear
por lugares como hospitales o cerca de contenedores.
Rituales de orden: ordenar escrupulosamente todo de mayor a menor, por colores, colocar
todo en posiciones exactas, intentar que esté siempre en un orden establecido, etc. Un
pequeño cambio en la colocación de sus objetos le produce una gran intranquilidad.
Conductas repetitivas, como santiguarse cinco veces seguidas, tocar un objeto un número
de veces exacto, contar números, repetir palabras o frases en silencio, contar al andar las
baldosas del suelo, tocar diez veces el pomo de la puerta antes de abrir, apagar y encender
la luz siempre un mismo número de veces, etc.
Conductas de verificación, como comprobar muchas veces haber cerrado la puerta bien,
revisar si el gas está encendido o la plancha enchufada por ejemplo.

Todas estas conductas se realizan en forma de rituales según las obsesiones de cada
individuo.

Pueden ser más o menos incapacitantes, dependiendo del número y tipo de compulsiones
que manifieste.

Es frecuente que una persona con un trastorno obsesivo compulsivo muestre diferentes
obsesiones y conductas repetitivas relacionadas.

Cuando el trastorno va evolucionando, pueden añadirse diferentes obsesiones o rituales a


los que inicialmente ya mostraba.

En estos casos, la vida del paciente se ve muy limitada ya que constantemente se


encuentra ejecutando acciones compulsivas para frenar su ansiedad.

Una película que nos expone un caso muy explicativo y práctico de este trastorno es "Mejor
imposible" (1997), de Jack Nicholson.
Fobia específica
Consideramos una fobia como el miedo intenso a un objeto, animal, actividad o situación
concreta.

Por ejemplo, el miedo a volar, a las alturas, a los insectos, a las arañas, a los espacios
cerrados, a las inyecciones, a la sangre, al agua, a la oscuridad, a los gérmenes, etc.

El sujeto con una fobia diagnosticada como trastorno, no siente un miedo lógico, sino un
miedo irracional que provoca estados de ansiedad muy intensos.

La persona que padece una fobia específica, siente verdadero pánico si anticipa un
supuesto contacto con el objeto o situación que le genera el temor.
Esta situación puede ocasionar que el sujeto sufra verdaderos ataques de angustia y que su
vida cotidiana se vea afectada.

La aerofobia, es el temor fóbico a volar

Es habitual que este miedo irracional a estar expuesto a la situación amenazadora,


provoque en el sujeto una serie de cambios físicos, cognitivos y conductuales.

Entre los signos físicos frecuentes destacaríamos la sudoración excesiva, la frecuencia


cardíaca y la tensión muscular.

Una consecuencia muy típica en las personas con fobias, es que acostumbran a desarrollar
conductas de evitación.

Las conductas de evitación, son aquellos comportamientos que el sujeto realiza con el
objetivo de protegerse del miedo que siente.

Están muy relacionadas con el pensamiento de anticipación ansiosa del que hablamos en
lecciones pasadas.

El temor acusado que siente, le empuja a manifestar comportamientos de evitación de


situaciones, objetos o actividades.

Estas conductas evitativas pueden alterar el funcionamiento el bienestar en el trabajo, en la


vida social y familiar.

No todas las fobias resultan igual de limitantes para todos los afectados.

Por ejemplo, en el caso de una persona con fobia a volar. Si se trata de un sujeto que no
necesita subir a un avión en ninguna ocasión, la afectación no sería la misma que en un
deportista de élite que necesita continuamente volar hacia diferentes países para competir.

Los pensamientos, juegan un papel notable en las fobias.

La persona puede desarrollar momentos de ansiedad significativos solo con pensar en estar
expuesto a la amenaza.

Pongamos como ejemplo el caso anterior de una persona con fobia a volar (aerofobia). El
miedo a volar en avión es común. Los pasajeros habitualmente sienten una cierta inquietud
al despegar y aterrizar. Las personas que sufren aerofobia sienten un miedo tan intenso que
les impide planear un viaje en avión o muestran un elevado malestar y ansiedad con sólo
anticipar un viaje futuro. Esta sería la gran diferencia entre sentir un miedo lógico y una
fobia.
Las fobias específicas, son un trastorno psiquiátrico común y existen numerosas terapias.

Especialmente efectivas resultan las terapias cognitivo-conductuales que se centran en


modificar los pensamientos previos y las conductas de evitación.

Entre las fobias más frecuentes destacamos a modo de ejemplo (citados en el DSM.IV):

Animales: temor a animales o insectos como arañas, serpientes, ratas, perros, pájaros, etc.
Situacionales: temor a espacios cerrados, a túneles, a transporte público, aviones, coche,
etc.
Ambientales: por ejemplo temor a las tormentas, relámpagos, contaminación, fuego, alturas,
etc.
Salud: temor a la sangre, inyecciones, al atragantamiento, a la muerte, etc.
La fobia social
En la lección anterior, explicamos lo que eran las fobias.

La fobia social es un miedo relacionado exclusivamente con los contextos sociales.

Es una de las fobias más limitantes para las personas, ya que interfiere de forma intensa en
su vida cotidiana.

Es normal que algunas actividades personales nos puedan crear una cierta inquietud.

Pero vivimos en sociedad y estamos acostumbrados a adaptarnos de forma positiva a las


relaciones interpersonales.

El sujeto con fobia social, padece un temor acusado y persistente hacia las situaciones
sociales o actuaciones en público.

Cuando se ve expuesto a este tipo de circunstancias, puede sufrir una crisis de angustia o
una respuesta inmediata de ansiedad.

Este factor provoca que aumente su temor todavía más y anticipe que puedan repetirse los
síntomas ansiosos.

El individuo teme ser evaluado por los demás y que se percaten de la gran ansiedad que
siente.

Algunos de los síntomas visibles que pueden manifestar son sudoración excesiva, temblor
en la voz, palpitaciones, rubor etc.

La persona con fobia social, es consciente de estos síntomas y desarrolla un miedo intenso
a estas situaciones sociales.
Por ejemplo, puede manifestar pensamientos negativos del tipo "van a pensar que soy una
persona rara", "todo el mundo me está mirando", "me rechazarán porque verán que estoy
nervioso", "pareceré asustado", "estoy haciendo el ridículo", etc.

La fobia social interfiere en la vida social de las personas

Aunque el sujeto reconoce que este temor es irracional, experimenta una intensa ansiedad
hacia los contextos que no pertenecen al ámbito familiar.

Como consecuencia a este elevado malestar, evita cualquier tipo de situación social con el
objetivo de controlar que no se repita.

Estas conductas de evitación de los contextos temidos están asociados a la ansiedad


anticipatoria.

El sujeto anticipa su miedo e imagina pensamientos y situaciones antes de que sucedan, lo


que le provoca una gran inquietud previa.

Con el tiempo, desarrolla unos mecanismos de evitación que interfieren gravemente en su


bienestar.

Este dato, es básico para su diagnóstico y no debemos confundirlo con la persona tímida o
vergonzosa.

Estas evitaciones que realiza son las que agravan y mantienen el problema.

Veamos algunas de las conductas que pueden mostrar las personas con fobia social:

Miedo a ser observados o ser el centro de atención.


Evitar comer o beber en grupos sociales.
Pánico a hablar en público.
Dificultad para mantener un trabajo en equipo (o estudios).
Evitar lugares públicos con demasiada gente, sobretodo si son espacios cerrados, como por
ejemplo un centro comercial.
Temor a asistir a fiestas o eventos (o evitar ir).
Percepción de inseguridad y desvalorización de uno mismo.
Baja autoestima.
Evitar relacionarse con desconocidos.
Presencia de pensamientos autocríticos irreales.
El trastorno por estrés postraumático
El trastorno por estrés postraumático es uno de los trastornos de ansiedad que puede surgir
después de haber sufrido o presenciado un acontecimiento peligroso.
No es necesario que la persona haya sido directamente afectada por un hecho traumático,
en ocasiones puede aparecer por proximidad con la persona que lo ha sufrido.

Por ejemplo, una persona puede desarrollar un trauma a causa del accidente grave de
tráfico de un hermano y presentar toda la sintomatología para su diagnóstico sin que sea
necesario que ella misma haya padecido un accidente.

Consideramos normal sentirse alterado durante un cierto tiempo después de estar expuesto
a una situación de estrés máximo.

En el trastorno por estrés postraumático los síntomas de activación del estrés no se


recuperan con el paso de las semanas y aparece un cuadro de ansiedad característico.

Las imágenes del hecho traumático se recuerdan una y otra vez de forma involuntaria,
provocando reacciones de una elevada ansiedad.

Estos recuerdos se vuelven intrusivos en la mente del sujeto y le causan un gran malestar
ya que no puede controlarlos.

Como posibles factores causantes destacaríamos:

Guerra o combates.
Agresiones sexuales.
Accidentes de tráfico o aéreos.
Desastres naturales o ambientales.
Muerte o enfermedad grave.
Delitos violentos (robo, atraco, tiroteo...).
Violencia doméstica.
Terrorismo.
Secuestro.
Incendio.
En el estrés postraumático el sujeto no puede dejar de rememorar el incidente traumático

La sintomatología del trastorno por estrés postraumático puede presentar:

Pesadillas.
Escenas y pensamientos retrospectivos sobre el hecho.
La sensación de que un acontecimiento aterrador sucede nuevamente.
Culpabilidad hacia uno mismo o hacia otros.
Evitar lugares asociados con el hecho traumático.
Recordar constantemente el incidente con angustia (flashbacks).
Pensamientos reiterativos que no puede controlar.
Sensación de soledad.
Dificultad para recordar los hechos.
Pensamientos de preocupación, culpa, o tristeza.
Alteración del sueño.
Irritabilidad y ataques de ira.
Pérdida de expresión emocional.
Sensación de estar al límite.
Insensibilidad emocional o indiferencia.
Sensación de sentirse distante.
Dificultades para concentrarse.
Pérdida de interés hacia actividades o aficiones.
Sensación de tener un futuro incierto.
Estar hipervigilante y sobresaltarse fácilmente.
Pensamientos de hacerse daño o hacer daño a otros.

El trastorno por estrés postraumático presenta un inicio y una evolución diferente en cada
individuo. En ocasiones empieza de forma inmediata y se va desarrollando lentamente. En
otras, puede surgir después de unos meses o incluso años.

La gravedad de los síntomas también depende de cada caso concreto.


Frente al mismo suceso, cada persona reacciona de forma distinta.
No siempre que una persona vive una situación extrema desarrolla este tipo de trastorno.
Trastorno mixto ansioso-depresivo
Aunque esta categoría diagnóstica no se incluye estrictamente dentro de los trastornos de
ansiedad, me parece interesante comentarla debido a su alta prevalencia entre la población.

Este tipo de trastorno mixto se define por la presencia de síntomas ansiosos y depresivos,
sin que ninguno de los dos sea suficientemente superior al otro para poder diagnosticarlo
aisladamente.

Es habitual que en épocas cortas de nuestra vida, manifestemos síntomas ansiosos y


depresivos. Las consideramos reacciones normales ante situaciones complicadas.

Sin embargo, cuando esta sintomatología se prolonga más de un mes sin razones
aparentes, puede complicarse hacia un trastorno.

El trastorno mixto muestra una tendencia a la cronicidad y en ocasiones evoluciona hacia un


trastorno depresivo puro con síntomas ansiosos asociados.

En este trastorno, coexisten síntomas de ansiedad y depresión de forma menos intensa que
en su diagnóstico aislado.

La presencia de estos síntomas no se debe a un desencadenante estresante y afecta al


funcionamiento diario de la persona.
En el trastorno mixto ansioso-depresivo se solapa síntomas leves de la ansiedad y la
depresión

El sujeto, puede manifestar síntomas como:

Tristeza persistente.
Trastornos del sueño (insomnio o hipersomnia).
Nerviosismo constante.
Síntomas físicos de ansiedad: taquicardias, temblores, molestias estomacales, dolores
musculares.
Apatía.
Desmotivación.
Dificultad para concentrarse y memorizar.
Fatiga.
Visión negativa del futuro.
Preocupación excesiva.
Pensamientos negativos recurrentes.
Ganas de llorar.
Autoestima baja y sentimientos de inutilidad.
Temores inconcretos.
Irritabilidad.
Desesperanza.

El trastorno mixto ansioso-depresivo provoca actualmente numerosas consultas en atención


primaria, bajas laborales y absentismo escolar. Es una categoría muy frecuente. En él se
solapan diversos síntomas típicos de la ansiedad y de la depresión y resulta complicado su
diagnóstico ya que en ocasiones la depresión también se acompaña de signos ansiosos.

Por esta razón es importante realizar un diagnóstico diferencial exhaustivo para distinguirlo
de un trastorno depresivo puro, ya que su tratamiento no es equivalente.
Trastorno mixto ansioso-depresivo
Aunque esta categoría diagnóstica no se incluye estrictamente dentro de los trastornos de
ansiedad, me parece interesante comentarla debido a su alta prevalencia entre la población.

Este tipo de trastorno mixto se define por la presencia de síntomas ansiosos y depresivos,
sin que ninguno de los dos sea suficientemente superior al otro para poder diagnosticarlo
aisladamente.

Es habitual que en épocas cortas de nuestra vida, manifestemos síntomas ansiosos y


depresivos. Las consideramos reacciones normales ante situaciones complicadas.

Sin embargo, cuando esta sintomatología se prolonga más de un mes sin razones
aparentes, puede complicarse hacia un trastorno.
El trastorno mixto muestra una tendencia a la cronicidad y en ocasiones evoluciona hacia un
trastorno depresivo puro con síntomas ansiosos asociados.

En este trastorno, coexisten síntomas de ansiedad y depresión de forma menos intensa que
en su diagnóstico aislado.

La presencia de estos síntomas no se debe a un desencadenante estresante y afecta al


funcionamiento diario de la persona.

En el trastorno mixto ansioso-depresivo se solapa síntomas leves de la ansiedad y la


depresión

El sujeto, puede manifestar síntomas como:

Tristeza persistente.
Trastornos del sueño (insomnio o hipersomnia).
Nerviosismo constante.
Síntomas físicos de ansiedad: taquicardias, temblores, molestias estomacales, dolores
musculares.
Apatía.
Desmotivación.
Dificultad para concentrarse y memorizar.
Fatiga.
Visión negativa del futuro.
Preocupación excesiva.
Pensamientos negativos recurrentes.
Ganas de llorar.
Autoestima baja y sentimientos de inutilidad.
Temores inconcretos.
Irritabilidad.
Desesperanza.

El trastorno mixto ansioso-depresivo provoca actualmente numerosas consultas en atención


primaria, bajas laborales y absentismo escolar. Es una categoría muy frecuente. En él se
solapan diversos síntomas típicos de la ansiedad y de la depresión y resulta complicado su
diagnóstico ya que en ocasiones la depresión también se acompaña de signos ansiosos.

Por esta razón es importante realizar un diagnóstico diferencial exhaustivo para distinguirlo
de un trastorno depresivo puro, ya que su tratamiento no es equivalente.
El trastorno de ansiedad debido a una enfermedad física
Cada enfermedad médica posee un cuadro clínico de síntomas característicos.

Algunas enfermedades aparecen también asociadas a síntomas ansiosos.


Estos signos de ansiedad se deben totalmente a la enfermedad física que puede padecer
un sujeto.

En el trastorno de ansiedad debido a una enfermedad, se presenta una sintomatología


ansiosa como consecuencia fisiológica directa de una enfermedad médica.

El sujeto puede manifestar:

Ansiedad generalizada.
Ataques de angustia.
Obsesiones.
Compulsiones.

La presencia de estos síntomas generan un malestar intenso en el individuo y afectan a su


vida cotidiana de forma significativa.

La ansiedad se presenta como síntoma secundario a la enfermedad física que padece.

No podemos realizar el diagnóstico si consideramos que los síntomas son una reacción
psicológica por el hecho de sufrir una enfermedad médica.

Un sujeto puede presentar una serie de signos de malestar psicológico cuando se le


diagnostica, por ejemplo, una enfermedad digestiva. Sentirse preocupado o ansioso sería
una reacción psicológica debida a la situación complicada por la que pasa. En este caso, la
enfermedad física no es la que provoca síntomas de ansiedad por sí misma ya que su
cuadro clínico no implica signos ansiosos en su origen como particularidad.

Para su diagnóstico es necesario que a través del historial o las pruebas médicas se
verifique que existe una enfermedad que genera directamente estos síntomas.

Un trastorno de ansiedad puede ser consecuencia directa de una enfermedad física

Aunque existen muchos trastornos médicos que pueden provocar síntomas ansiosos como
efecto secundario, enumeraremos las más conocidos:

Enfermedad cardiovascular.
Anemia.
Disfunción de las tiroides.
Epilepsia.
Dolor crónico.
Arritmias cardíacas.
Artritis reumatoidea.
Enfermedad de Parkinson.
Hipoxia.
Insuficiencia respiratoria.
Lupus eritematoso.
Hipoglucemia.
Esclerosis múltiple.
Uremia.

Una persona que padece hipertiroidismo, por ejemplo, puede presentar una serie de
síntomas ansiosos como nerviosismo, palpitaciones, sudoración, etc. En este caso, como el
origen de estos síntomas es una enfermedad médica, se debería diagnosticar que el
trastorno ansioso es debido una causa fisiológica.

Generalmente, cuando mejora la enfermedad, al ser la causa primaria de la ansiedad, ésta


también mejora.

Su pronóstico va muy vinculado a la evolución de la enfermedad física que la provoca.

Trastorno de ansiedad inducido por sustancias


Este tipo de trastorno de ansiedad se caracteriza por la presencia de síntomas ansiosos
secundarios a los efectos fisiológicos de una droga, fármaco o tóxico; o a la detención de su
consumo (síndrome de abstinencia).

Para su diagnóstico es significativo observar la historia de consumo de tóxicos o fármacos


del sujeto, para así poder establecer una relación causa-efecto.

Las trastornos de ansiedad secundarios más frecuentes que presentan son:

Crisis de angustia.
Fobias.
Obsesiones.
Compulsiones.
Ansiedad generalizada intensa.

Los síntomas de ansiedad serán los característicos del trastorno concreto que muestre el
sujeto (palpitaciones, miedo, temblores, pensamientos negativos, irritabilidad, etc.).

La presencia de trastornos de ansiedad puede ser secundaria al consumo de tóxicos

Las sustancias más habituales que provocan ansiedad secundaria son :

Alcohol.
Alucinógenos.
Anfetaminas o derivados.
Cafeína.
Cocaína.
Cannabis.
Inhalantes.
Sedantes.
Hipnóticos.
Ansiolíticos.
Fenciclidina.

En el trastorno de ansiedad inducido por sustancias, la sintomatología ansiosa está siempre


vinculada al consumo, uso o dependencia de un tóxico, ya sea una droga o un
medicamento.

Su diagnóstico concreto solamente se realizará si se puede comprobar la existencia de esta


asociación con una sustancia.

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