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Moreira, D., (2017). La adolescencia fases. Aspectos descriptivos.

Ficha cátedra
UBA.

Diego Moreira

Freud
Aberastury
Lacan
Dolto

En el —Proyecto de una Psicología para neurólogos— Segunda parte, Freud


[1950a] postula a la adolescencia como una organización en la que cobra eficacia una
condición histérica generalizada. Esta condición deriva de una característica de lo
anímico: me refiero al retardo de la libido genital con relación a la autoconservación, lo
que posibilita la ocurrencia de procesos primarios póstumos. Dicho de otra manera, habría
un cierto retraso en el proceso de descondensación y despliegue de la libido pero no de la
autoconservación, lo que no se produce sin consecuencias. El trabajo de la
autoconservación marca el itinerario del sujeto hacia su propia muerte, en ese camino se
instala la adolescencia "normal", como un efecto de las modificaciones cuantitativas en
la fuente de la pulsión (que deriva del cuerpo). En este contexto es posible diferenciar la
niñez, la pubertad y la adolescencia de acuerdo al acotamiento del gozo, limitación que
está íntimamente vinculado a las operaciones defensivas, o en otros términos a los
llamados destinos de pulsión, a sus estados y funciones. 1

Peter Blos (1962) afirma que la adolescencia debe ser considerada como un
fenómeno psicosociocultural, y mientras la pubertad corresponde a los actos de la
naturaleza, la adolescencia a los actos del hombre.

También, Blos (1993) sostiene que el incremento de las mociones libidinales y


agresivas desde la prepubertad, puede implicar dos destinos: a) restablecer formas
prelatentes de satisfacción pulsional, o b) posibilitar y alentar niveles superiores de
diferenciación. En este contexto, este autor, 1985, discrimina distintas fases: adolescencia
temprana (11-13 a 15 años), adolescencia media (15 a 17 años) y adolescencia tardía (de
los 17 a los 20 años).

El adolescente progresa de acuerdo a los rodeos que impone la regresión. Y así,


considera que tanto la preadolescencia como la adolescencia temprana se caracterizan por
una apelación al mecanismo de la regresión a niveles preedípicos y pregenitales, mientras
que en la adolescencia propiamente dicha, la regresión recupera el complejo de edipo
positivo.

1
Freud se ocupo de los niños y adolescentes durante unos 10 años. En realidad podemos
decir que se dedicó a lo que hoy llamaríamos: neuropediatría, desde su regreso de Francia en 1886
y hasta los Estudios sobre la histeria en 1895. Trabajó los martes, jueves y sábados en un instituto
para niños carenciados en Viena llamado "Kassowitz".
1
Aberastury y Knobel (1970), en "La adolescencia normal", y a diferencia de una
postura biológica, conceptualizan a la adolescencia como un periodo de transición entre
la pubertad y la adultez. Las exteriorizaciones o manifestaciones pueden variar en función
de las diferentes culturas. El adolescente trata de constituir su identidad adulta,
recurriendo a las primeras experiencias objétales-parentales internalizadas, comprobando
las características de la realidad externa, mediante el uso de elementos biofísicos. Se
tiende a una estabilidad del sujeto en el territorio genital, siempre y cuando se efectúe el
duelo por la identidad infantil de manera adecuada.

Los autores describen ciertas manifestaciones propias de la adolescencia, que son


enunciadas a continuación, y que implican el llamado —síndrome normal de la
adolescencia—.

1. Búsqueda de sí mismo y de la identidad.


2. Tendencia grupal.
3. Necesidad de intelectualizar y fantasear.
4. Crisis religiosas que van desde el ateísmo más intransigente hasta el misticismo más
fervoroso.
5. Desubicación temporal, en la cual el pensamiento adquiere las características del
proceso primario.
6. Evolución sexual manifiesta que va desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad
genital adulta.
7. Actitud social reivindicatoria con tendencias antisociales de diversa intensidad.
8. Contradicciones sucesivas en las manifestaciones de la conducta, dominada por la
acción.
9. Separación progresiva de los padres
10. La intelectualización del conflicto parece ser un medio conveniente para manejar el
conflicto, ya que de este modo la actividad mental mantiene una ‘ tensa vigilancia’ de
los procesos pulsionales, cuya percepción se expresa por desplazamientos en el plano del
pensamiento abstracto. En síntesis, los procesos pulsionales se expresan en términos
intelectuales, lo cual constituye una tentativa de dominio de los mismos en un nivel
psíquico diferente.

A diferencia de las concepciones empiristas, otros autores consideran que no hay


realidad prediscursiva. Este planteo ha sido propuesto, fundamentalmente, por Lacan
(1972-73) en el Seminario XX [Aún]. Ahí, se lee que lo llamado como hombres, mujeres,
niños y adolescentes, nada quiere decir como realidad prediscursiva. Cada realidad se
constituye a partir de un discurso, de manera que los hombres, las mujeres y los niños no
son más que significantes. Y, podemos agregar, los adolescentes. Un significante es lo
que representa a un sujeto ¿pero para quién? Para otro significante. De esta manera, cobra
primacía el significante sobre el significado, produciendo efectos de significación.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de sujeto? Para responder podemos apelar
a la definición que da Lacan [1968] en el Seminario XV [El acto psicoanalítico]: Un sujeto
es lo que un significante representa para otro significante. Se trata de un sujeto del
inconsciente [del deseo], escindido por el orden del significante. Al sujeto, nos dice no se
le habla. Ya que Ello habla de él y es allí donde puede ser captado. [Lacan, 1966- Escritos
II. Posición del inconsciente].

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El significado sólo tiene que ver con la lectura de lo escuchado de significante, no
con los oídos, ya que el significado no es lo que se escucha, por el contrario, lo que se
escucha es el significante. Luego es necesario considerar que la letra es un efecto del
discurso y lo interesante de cualquier discurso, nos dice Lacan (1967/68) en el Seminario
XV, es que esta hecho de letra.

En el discurso se encuentra el objeto. Entonces podemos decir que los hombres,


mujeres, niños y adolescentes operan como objetos en el itinerario del deseo y del goc.

Así, como un niño es un significante en el discurso de los padres, un adolescente


también lo es. El niño y el adolescente ocupan un lugar en dicho discurso, incluso dicho
lugar preexiste a su llegada.

Entre los elementos significantes (primordiales), madre y padre, hay un intervalo


vacío donde se hace oír un sujeto.

Al iniciar el texto “ El despertar de la primavera” , Lacan (1974, p. 109) nos dice:


“ De este modo aborda un dramaturgo, en 1891, el asunto de que es para los muchachos
hacer el amor con las muchachas, marcando que no pensarían en ello sin el despertar de
sus sueños” . Se trata de una alusión a la declaración de amor que un joven hace a una
muchacha en un sueño que lo conduce hacia ella. En la frase está implicado el despertar
de sus sueños, el despertar del sujeto del inconsciente.

El adolescente está confrontado con lo real, “ confesar que si eso se malogra, es


para cada uno” .

El descubrimiento de la sexualidad, se opone que sea igual para todos. “Que lo


que Freud delimitó de lo que él llama sexualidad haga agujero en lo real, es lo que se
palpa en el hecho de que al nadie zafarse bien del asunto, nadie se preocupe más por él”.
(Lacan, 1974, p. 111)

En este contexto creo que es pertinente ocuparnos de las formas de distribución


del gozo, del gozo masculino y del femenino.

Lacan (1972/73) en el Seminario XX (Aún) se ocupa de las llamadas fórmulas


cuánticas de la sexuación, que son presentadas como un soporte lógico, como un modo
de escribir la distribución del gozo, diciéndose hombre o mujer y cuyo nudo implica el
complejo de castración. Se diferencia el gozo femenino del gozo masculino, no regulado
necesariamente por la anatomía, ya que todo —hablanser— se relaciona, aunque de
manera diferente, con el falo y la castración.

Por su parte, D. Maldavsky (1986) describe estos tiempos de la adolescencia


(temprana, media y tardía) como momentos lógicos que se caracterizan por la producción
de ciertas formaciones sustitutivas, es decir, de transacciones entre deseos derivados de
las diferentes posiciones del edipo y del complejo de castración. También en estas
transacciones se plasman determinados entramados defensivos que posibilitan que las
formaciones sustitutivas se expresen de diversas maneras. Por último, en las mencionadas
formaciones la adolescencia, es necesario tener en cuenta las fijaciones (y regresiones) de
la pulsión y las propias del yo.

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Junto a esta posición anímica —normal— se pueden desplegar fragmentos
patológicos como el psicosomático, adictivo, psicótico, entre otros, que aceleran los
procesos de degradación de la vida anímica, constituyendo ceros absolutos "anormales"
que tratan de imponerse al cero final "normal". Dicho de otra manera, las corrientes
patológicas que pueden configurarse, al igual que el fragmento "normal" de la
adolescencia, son construcciones teóricas que postula la psicología. Cada una de estas
porciones trata de acceder a un cero absoluto en la descarga pulsional. En este sentido, la
adolescencia normal sería un recurso anímico por el cual el sujeto puede acceder a morir
a su manera. El apartarse de este camino suele ser corregido por la pulsión de sanar.
Además, el cero que se logra con el término de la vida es un cero objetivo, resultante de
un compromiso de los ceros de los diferentes segmentos psíquicos. En este itinerario,
podemos hablar de diferentes mitos estructurantes a saber: narciso en adolescencia
temprana y Edipo, en adolescencia media.

Por otra parte, Françoise Dolto (1988), En "La causa de los Adolescentes",
conceptualiza a la adolescencia como una fase de transición y de transformación en el
camino hacia la adultez. También, afirma que la adolescencia es la fase de mayor
vulnerabilidad del ciclo vital. En este contexto apela a una metáfora y compara al
adolescente con una langosta, y nos dice: «...en un determinado momento pierde su
caparazón y se oculta bajo la roca mientras segrega una nueva. Pero, si mientras son
vulnerables reciben golpes quedan heridos para siempre; su caparazón recubrirá las
heridas y las cicatrices, pero no las borrará» (Doltó, 1988 p. 13). Considera que es
necesario que a la familia el adolescente tiene que serle infiel, puesto que esa es la ley.
Hay un acercamiento a Winnicott cuando afirma que no hay que precipitar las
responsabilidades de los adolescentes y piensa que la adolescencia alcanza su término
cuando la angustia de los progenitores no genera un efecto inhibitorio en los hijos.

Le otorgó a su pensamiento un carácter dialéctico, así afirma en 1988 que el


nacimiento es muerte, pero también la muerte es nacimiento. Cuando se aproxima al
estudio de la adolescencia nos dice que el proceso de muda que opera en el adolescente y
sobre el cual nada puede decir, es tan importante para él como el momento del nacimiento
y los primeros quince días de vida [Dolto (1993)].2

Varela (2003, p. 11) Afirma que Ernest Jones, propicio en la teoría una perspectiva
evolucionista, al desconocer el valor de ruptura de ese Otro tiempo. Así, «consideró a la
adolescencia como un período duplicado sobre el modelo de la primera infancia, que
finaliza siempre con el establecimiento de una armonía definitiva proveniente de la fusión
de los diferentes fines (pulsionales) cuando aparece un amor feliz. En esta creencia
permanente en la relación sexual que se ha desmentido raramente en la historia del
psicoanálisis, ya que éste se ha hecho reflejo evolucionista.” Se pregunta Varela (2003)

2
Dolto (1993), en su trabajo procura un maternaje que le permita al niño ubicarse adecuadamente
en su esquema corporal y desde luego, en la imagen del cuerpo. Sostiene que esta posición,
depende de «las castraciones simbolígenas», que establecen al estilo de una marca, la conclusión
de un estadio, las sublimaciones y el pasaje a otro estadio. Introduce el término “ amancia” [de
aímance, cualidad de ser capaz de amor], la madre por las atenciones y cuidados que otorga, toda
entera, en su persona puede constituirse en un «objeto de amancia».

Dolto considera a la castración umbilical como la primera castración y el prototipo de las otras.
Cada estadio del desarrollo sólo puede ser superado a través de un don que implica una modalidad
de castración, un corte con la madre, que adquiere un carácter simbolígeno.
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si en la adolescencia “ ¿no hay un empuje al gozo que crea variaciones desconocidas en
el registro del gozo y particularmente del lado de la locura?»

Varela (2003, p. 6) recurre a Giorgio Agamben, quién alude a un tenaz y


persistente infantilismo en el sujeto, desarrollando la siguiente ficción: —el hombre no se
desarrolló a partir de especies adultas sino de crías de primates que, como el ajolote,
habrían adquirido prematuramente la capacidad de reproducirse. El pabellón de la
oreja, la piel lampiña, la estructura de las manos y de los pies parecerían no
corresponder a los antropoides adultos sino a sus fetos. Lo que en los primates es
transitorio se ha convertido en el hombre en algo definitivo: es un eterno muchacho.
Abandonado a su propia infancia, contraría el destino animal que sólo responde
a la ley escrita de su código genético, que excluye todo lo que no esté inscripto en el
germen.
El infante neoténico, es decir aquel adulto en quien persisten los caracteres
juveniles, pedomórfico, está en condiciones de prestar atención justamente a todo lo que
no está escrito, amedrentado y expulsado fuera de sí, no como los demás vivientes,
dirigidos a una aventura y a un ambiente específico sino, por primera vez, a un mundo:
a la escucha del ser.—

Adolescencia temprana (lo descriptivo):

Desde lo descriptivo se suele considerar a la adolescencia temprana, como un


tiempo cronológico, que se extiende y abarca desde los 8 o 9 años (prepubertad) hasta los
14 o 15 años.

Algunos autores establecen tres subfases (recordemos que las edades son
relativas):

a) Prepubertad (8 o 9 años hasta 11 o 12)


b) Pubertad (11 o 12 hasta 13 o 14 años)
c) Adolescencia temprana propiamente dicha (13 o 14 hasta los 15 años).

Adolescencia media (lo descriptivo):

Desde lo descriptivo consideramos a la adolescencia media como un tiempo


cronológico que iría desde los 14 o 15 años hasta los 18 o 19.

Adolescencia tardía o fase resolutiva (lo descriptivo)

Esta fase desde lo descriptivo puede ser considerada como el tiempo cronológico
que se extiende desde 18 o 19 años hasta los 20 o 21. Al respecto, S. Quiroga (1997) ubica
la adolescencia tardía entre los 18 y los 28 años.

Por otra parte, la —Organización Mundial de la Salud—, considera la


adolescencia como una etapa que abarca unos 11 años, desde los 10 a los 21 años.

También, este momento lógico suele ser nominado juventud.

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Bibliografía

Blos, P. (1985). Adolescencia. Una interpretación psicoanalítica. Buenos Aires:


Amorrortu, 1985.
Blos, P. (1993). Los comienzos de la adolescencia. Buenos Aires: Amorrortu,
1993.
Dolto, F. (1988). La causa de los adolescentes. El verdadero lenguaje para dialogar
con los jóvenes. Buenos Aires: Seix Barral.
Dolto, F. (1993). La causa de los niños. Buenos Aires: Paidós.
Erikson, E. (1968). Identidad, juventud y crisis. Buenos Aires: Editorial Paidós.
Freud, S. (1905d). Tres ensayos de teoría sexual. Obras Completas. Vol. VII.
Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Lacan, J. (1966). La ciencia y la verdad. Escritos II. México: Siglo XXI, 1993.
Lacan, J. (1967/68). El Seminario, Libro XV. El Acto Psicoanalítico. Inédito.
Lacan, J. (1972/73). El Seminario, Libro XX. Aún. Buenos Aires: Paidós.
Varela, A. (2003). Sexualidad y muerte en la pubertad. Cuadernos de Trabajo N°
2. Propuesta Psicoanalítica Sur.

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