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Gran parte de la concepción de Spinoza sobre Dios se encuentran en su Ethica, Ordine

Geometrico Demonstrata, de 1677, ya que todos los aspectos de la Ética se enlazan directamente
con Dios y en él encuentran su último fundamento. Para Spinoza, el fundamento absoluto es
Dios, por lo que muchas cuestiones encuentran su respuesta en la misma Substancia. Por eso, su
pensamiento se propone, ante todo, buscar en la filosofía el bien supremo que mantenga fuerte el
ánimo y conceda una serena y eterna bienaventuranza. Este bien supremo es fruto del
conocimiento de Dios como unidad del conjunto del universo. Se trata de un conocimiento
racional (no místico), que debe comenzar por eliminar todo motivo de error, toda representación
confusa y vaga. Para emprender esa búsqueda Spinoza asume el método cartesiano en el
pensamiento y la primacía del pensar matemático.

En las definiciones de la parte I, Spinoza ofrece cuatro enfoques de Dios: a) como causa sui,
cuya esencia envuelve su existencia. En este sentido Dios es la única Realidad: la causa de sí
misma, es decir, aquello que no puede concebirse si no es existiendo; b) como substancia,
aquello que es en sí y se concibe por sí; c) como substancia absolutamente infinita, por la unidad
de sus atributos; y d) como ser libre, por su necesidad absoluta y su autodeterminación.

Dios es todo para Spinoza; fuera de él nada hay, porque, de haber algo, sería una substancia
distinta de esta misma, y aparte de Dios no puede concebirse substancia alguna: todo es en Dios
y es Dios expresado como naturaleza, binomio Dios-Naturaleza. Se trata de un ser absolutamente
infinito, que tiene infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.
La Realidad de que habla Spinoza es, así, una realidad eminentemente positiva: es esencia
necesariamente existente, es infinita, es eterna, etc.

Dios es la totalidad del ser expresado en la multiplicidad de sus atributos y sus modos, pues no
existe sino una única substancia, cuya existencia es necesaria. Por esas razones, Dios es único, y
también todo. En ese sentido, es causa tanto de sí como del resto de las realidades: «el
entendimiento de Dios es la única causa de las cosas, tanto de su esencia como de su existencia»
(Escol., Prop. VII, parte I); y, aunque formalmente Dios difiera de todas ellas, en tanto que es lo
primero, es causa inmanente de las mismas

Hasta aquí lo que corresponde al número, pues Dios y sus atributos son eternos. Y por lo que
atañe a la cualidad, los seres humanos solo podemos conocer dos de los infinitos que posee, por
la definición misma de su esencia: entendimiento y extensión. Es decir, nosotros, como modos
finitos diferenciados sólo captamos el Pensamiento y la Extensión ya que en ellos se condensa
nuestra manera de acercarnos al mundo y de conocerlo, y de esta forma de conocer la Substancia.
Ahora, lo distintivo de estos dos atributos es que, aparte de no ser concebidos como dos
substancias separadas –como lo hace Descartes–, antes están estrechamente unidos.

Pensamiento y Extensión son dos maneras distintas de ver una misma cosa, y su característica de
paralelos y correlativos sólo se entiende desde los modos finitos, las cosas singulares, es decir,
nosotros. En este sentido, no hay una idea pensada que no tenga un cuerpo extenso que la cause,
ni un cuerpo que no tenga correlato en el Pensamiento (es decir, una idea). Por lo tanto, Spinoza
no tiene una visión dualista de la realidad como Descartes. Decimos que es monista, que
significa que reconduce toda la naturaleza y todas las circunstancias de la vida a una sola
substancia.

En la proposición I de la parte II, Spinoza sostiene que: «el pensamiento es un atributo de Dios, o
sea, Dios es una cosa pensante y como es evidente que por el hecho de que podemos concebir un
ente pensante infinito […], atendiendo al solo pensamiento, concebimos un ente infinito» (Escol.
Prop. I, parte II); por esta razón él concibe a Dios de manera necesaria, y, por consiguiente, lo
entiende tal cual como pensamiento infinito. En referencia al segundo y último de los atributos
asequibles al entendimiento humano —la extensión—, Dios puede y debe entenderse como
cuerpo; en consecuencia, desde esta perspectiva Dios se presenta como infinito y, además, como
no trascendente y no inmaterial: se afirma su inmanencia y su materialidad eternas.

Spinoza, B.: Ética Demostrada según el Orden Geométrico. México: Fondo de Cultura Económica,
1996. Traducción de la edición latina titulada: Ethica, Ordine Geo- metrico Demonstrata de 1677
por Oscar Cohan.

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