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1.

Introducción

La filosofía de Spinoza tiene distintos puntos de interés: su método, su noción de


sustancia o su idea de la relación entre la mente y el cuerpo. Sin embargo, aquí nos
interesa principalmente todo lo que se puede decir acerca de su ética y su teoría política.
Como esto, claro, necesitará de cierto contexto será necesario plantear los fundamentos
de su filosofía, que encontramos en los elementos a los que nos referimos antes, y
especialmente a cómo entiende él la sustancia, junto con los modos y los atributos.
Después de esto, la relación mente-cuerpo, problema de máxima importancia y de gran
dificultad para los cartesianos, nos permitirá enlazar con las reflexiones éticas y
políticas. Acerca de estas cabe destacar una teoría muy interesante de las emociones, así
como una idea hobbesiana del origen y justificación de la sociedad.

Para la elaboración de este tema me he valido de diversas fuentes, principalmente


la Historia de la filosofía, tomo cuarto, de Copleston, la Historia del pensamiento
filosófico y científico, tomo segundo, de Reale y Antiseri, y la Historia de la filosofía,
tomo segundo, de Abbagnano. Otras obras interesantes sobre la filosofía de Spinoza
podrían ser Spinoza: filosofía práctica y Spinoza y el problema de la expresión de
Deleuze, La anomalía salvaje de Negri o El materialismo de Spinoza de Peña. Del
propio filósofo, sus principales obras son el Tratado teológico-político, el Tratado de la
reforma del entendimiento, la Ética demostrada según el orden geométrico y el Tratado
político.

2. El concepto de sustancia en Spinoza

Al comienzo de la Ética, Spinoza expone una nueva concepción de la sustancia


que será el fundamento de su filosofía.

En primer lugar, tenemos a Dios (o la naturaleza), caracterizado como una


sustancia infinita. Dado que Spinoza entiende por «sustancia» aquello que es en sí
mismo y concebido por sí mismo, esta no puede tener ninguna causa externa, por lo que
ha de ser causa de sí misma. Además, ha de ser infinita porque si no lo fuera, habría de
estar limitada por una sustancia de su misma naturaleza; pero, por otro lado, una
sustancia tal sería indistinguible de la primera y no habría razón para distinguirlas; por
tanto, la sustancia ha de ser infinita y no puede estar limitada. Es necesario señalar
además algo muy importante, y es que Spinoza utiliza aquí el argumento ontológico
para dar cuenta de la existencia de Dios. En su opinión, y siguiendo a Descartes, si
tenemos una idea clara y distinta de algo, esto ha de ser así. Y precisamente, tenemos la
idea clara y distinta de que a la esencia de Dios le pertenece su existencia, ya que hemos
dicho que Dios es causa de sí mismo. Por tanto, Dios existe.

En segundo lugar, la naturaleza de una sustancia se manifiesta para el


entendimiento en sus atributos. Dado que solo existe una sustancia y que esta es infinita,
Spinoza concluye que Dios ha de tener infinitos atributos, que son además infinitos en sí
mismos. Sin embargo, de estos atributos nosotros solo conocemos dos, a saber, el
pensamiento y la extensión. De los demás, nada sabemos y nada podemos decir. Los
atributos forman junto con Dios lo que Spinoza llama la Natura naturans, frente a los
modos que veremos ahora, que son la Natura naturata. Esta distinción no se da entre
dos seres, pues ambos polos son la naturaleza, Dios, sino entre dos aspectos de una
misma sustancia, Dios y la creación, la causa y el efecto, aun cuando la causa sea en
realidad inmanente al propio efecto.

En tercer lugar, tenemos los modos, la pluralidad infinita de los seres del mundo,
modificaciones o determinaciones de los atributos de la sustancia. Hay modos infinitos
como el movimiento y reposo, modo infinito de la extensión, o el entendimiento, modo
infinito del pensamiento, y modos finitos. Estos modos finitos se constituyen en dos
series: la de los cuerpos y la de las ideas. Los modos son causados necesariamente por
Dios y por tanto están determinados, no dejan nada a la contingencia. Así, por ejemplo,
un cuerpo concreto tiene como causa otro cuerpo, y este otro, y así sucesivamente hasta
el infinito. Dios no actúa como causa trascendente de esta serie, sino que esta serie
causal es la causalidad divina, es decir, Dios mismo en tanto que Natura naturata.

Como decíamos, Spinoza utiliza esta concepción de la sustancia en la Ética. Esta


obra tiene el propósito de realizar un sistema que sea demostrado según el orden
geométrico, es decir, según el método cartesiano. La influencia de Descartes es notable,
como ya se apuntó, pero de ahí no se sigue necesariamente que Spinoza fuera un
cartesiano. La principal diferencia entre ambos filósofos es que, si bien para Descartes
su método era una herramienta para el conocimiento, para Spinoza era además un
explicación del orden causal del mundo. Es decir, para este último, el orden lógico y el
orden causal de la realidad eran el mismo, y seguir la cadena causal de los seres era al
mismo tiempo seguir la deducción del mundo a partir de Dios como causa primera.

3. La relación mente-cuerpo

El sistema infinito de los modos es un solo sistema, no hay dos sistemas, uno de
las ideas o mentes y otro de los cuerpos. Pero este sistema se puede considerar desde
dos puntos de vista, a saber, según el atributo del pensamiento o según el atributo de la
extensión. De este forma, a cada uno de los modos considerados según un atributo le
corresponde otro modo según el otro, de modo que a cada cuerpo o cosa extensa le
corresponde una idea. Los cuerpos se derivan ordenadamente tanto lógica como
causalmente según la serie de los cuerpos y las ideas según la serie de las ideas. Pero
esto no significa que haya dos órdenes distintos, sino que más bien hay que
considerarlos como el mismo orden, aunque desde dos puntos de vista.

Si hay solamente un orden de la naturaleza, para Spinoza entonces se puede


resolver fácilmente el problema de la relación entre la mente humana y el cuerpo. La
mente y el cuerpo son los dos modos correspondientes para una única cosa, que es el ser
humano. De esta forma, como la mente es el ser humano considerado bajo el atributo
del pensamiento y el cuerpo considerado bajo el atributo de la extensión, no se ha de
tratar de encontrar la forma en que estos interactúan entre sí, como en Descartes.

Para Spinoza, la mente es la idea del cuerpo. Y dado que el cuerpo está compuesto
de muchas partes distintas, también la mente o la idea del cuerpo está formada por
muchas ideas distintas. Esta teoría le permite a Spinoza explicar la percepción, ya que
cuando el cuerpo es afectado por un cuerpo externo, la idea de la modificación del
cuerpo es la misma idea del cuerpo externo, de tal forma que la mente puede percibir
tanto la naturaleza de su cuerpo como la de los demás cuerpos. De igual forma, la
memoria es la percepción de dos cuerpos simultáneamente, de forma que cuando
posteriormente solo aparezca uno, para la mente aparecerán las ideas de ambos. Por otro
lado, la autoconciencia es la idea de la mente, es decir, una idea de una idea.

4. Los niveles del conocimiento


En la Ética Spinoza presenta tres niveles de conocimiento.

El primero es el conocimiento de primera especie, también llamado opinión o


imaginación. Este se compone de las ideas derivadas de la percepción. Reflejan por
tanto una experiencia, pero esta es vaga, y además solo reflejan un estado de cosas
individual, momentáneo, que puede cambiar, y solo comprende cuanto afecta a mi
propio cuerpo. Sin embargo, en este mismo nivel la mente puede también asociar
distintas ideas entre sí, aun cuando siempre sigan siendo confusas y vagas. De hecho,
para Spinoza las ideas generales o universales pertenecen a este nivel de experiencia:
por ejemplo, dado que mi cuerpo es afectado normalmente por distintos cuerpos
humanos, las distintas ideas de estos acaban uniéndose para formar una idea confusa de
ser humano en general. Pero aunque el conocimiento de este primer nivel sea confuso e
inadecuado, Spinoza no niega por ello su utilidad y de hecho casi todas las cosas útiles
para la vida son conocidas de este modo.

El conocimiento de segunda especie es el conocimiento científico, el que trata de


ideas adecuadas, la razón. Se compone de lo que Spinoza llama «nociones comunes», es
decir, ideas que son lógicamente exigidas para comprender las cosas. Así, por ejemplo,
para entender un cuerpo es necesario entender ideas como la de movimiento,
conocimiento que todos los seres humanos tienen. Sobre conocimientos de este tipo se
edifican además las matemáticas y la física, y sus conclusiones, al igual que sus
principios, son claras y distintas, y por tanto necesariamente verdaderas, para todo el
mundo, aun cuando solo algunas personas lleguen a ellas. Un ejemplo claro de este tipo
de conocimiento abstracto de segunda especie es la propia Ética de Spinoza.

El tercer nivel de conocimiento es el conocimiento intuitivo. Este en cierta manera


es una profundización del segundo nivel, que se da cuando las cosas que son objeto del
conocimiento son comprendidas a partir de la esencia divina, como derivándose de los
atributos de Dios. De este modo, el conocimiento abstracto del segundo nivel regresa a
las cosas individuales al percibirlas en su relación esencial a Dios. Este tercer nivel es el
objetivo último de la mente, y su mayor virtud, en el cual encuentra la más elevada
satisfacción. Sin embargo, a la vez, no es un tipo de conocimiento que pueda ser
plenamente logrado, puesto que la visión del entero sistema de la naturaleza, eterno e
infinito, como derivado de Dios, es imposible para la mente humana.
5. La teoría de las emociones de Spinoza

Spinoza también se propone explicar las acciones, deseos y pasiones humanas del
mismo modo deductivo y geométrico con el que ha investigado todos los demás temas.
Estas no son contempladas desde una perspectiva moralista como debidas a la debilidad
humanas, sino que más bien expresan, como los demás seres del mundo, la potencia de
la naturaleza. Además, como vimos antes, su solución al problema cartesiano de la
interacción entre la mente y el cuerpo era negar el problema mismo: la mente no actúa
sobre el cuerpo como si fuera una causa externa, sino que es el mismo cuerpo desde una
luz distinta. De ahí que sea imposible imaginar que haya decisiones libres que no
puedan explicarse mediante causas eficientes, como si la mente pudiera tomar
decisiones libres aparte del cuerpo. Aun así, como veremos, Spinoza quiere mostrar
cómo se sigue pudiendo lograr una especie de libertad respecto de la servidumbre de las
pasiones.

Para Spinoza, toda cosa individual, sea la que sea, se esfuerza en persistir en su
propio ser. Esto es lo que llama el conatus. La esencia de algo determina su actividad y
la determina a conservarse también a sí misma y a incrementar su poder y actividad. A
partir del conatus como principio básico de la conducta, edifica Spinoza el resto de su
teoría. De este modo, cuando esta tendencia es solo de la mente, se llama «voluntad»;
cuando se refiere a la mente y al cuerpo, «apetito». El deseo es este mismo apetito
cuando se hace consciente. Por otro lado, cuando se pasa a un estado mayor de
perfección, la conciencia refleja esto como placer; y cuando se pasa a un estado de
menor perfección, como tristeza. Y así todo: cuando el placer va acompañado por la
idea de una causa externa, es amor, y cuando es la tristeza la que va acompañada por
una idea así, es odio.

Las diversas emociones se pueden derivar de estas emociones o pasiones


fundamentales. Pero aquí es necesario resaltar dos cosas. Por un lado, según las
definiciones de Spinoza, todo el mundo ha de perseguir necesariamente el placer.
Aunque este no se entiende como algo meramente sensible, sino que involucra un
perfeccionamiento de la mente y del cuerpo simultáneamente, que es, en esencia, el
incremento de poder de acción de la persona como un todo. Por otro lado, tras esta
explicación de las emociones y pasiones humanas, está la concepción spinoziana de que
el bien y el mal no son absolutos según los cuales orientamos nuestra acción, sino
precisamente a la inversa: llamamos «buenas» a aquellas cosas que nos proporcionan
placer, y «malas» a aquellas que nos lo impiden o nos causan dolor. Por tanto, cada uno
juzga de manera distinta lo que es bueno y lo que es malo según sus propias emociones
y sus condiciones.

Ahora bien, en tanto que estas emociones dependen de nuestras condiciones


corporales y nos determinan, se puede hablar de ellas como «pasivas», en el sentido de
que uno es dominado por ellas. Pero eso no significa que todas las emociones tengan
esta forma. Para Spinoza existen también emociones activas que proceden de la mente
en tanto que esta es activa, es decir, en tanto que esta entiende. A diferencia de las
anteriores, estas ya no se presentan como ideas confusas o inadecuadas, sino como ideas
adecuadas y claras. Además, dado que el dolor implica una pérdida de poder de acción,
incluida en esto la mente, las emociones activas solo se refieren a emociones derivadas
del placer y del deseo. Entre estas la fundamental es la fortaleza, de la que se derivan
posteriormente el valor, la nobleza, etc. El progreso moral en Spinoza es justamente una
liberación con respecto a las emociones pasivas y una reorientación de estas hacia la
actividad, de tal modo que las ideas inadecuadas se conviertan en adecuadas.

5.1 Esclavitud y libertad

En este sentido podemos enmarcar la discusión acerca de un tema muy importante


de la filosofía de Spinoza: la cuestión de la libertad. Pues en un sistema determinista
como el suyo, el tratamiento de la libertad humana y de la ética en general puede ser
desatendido o relegado. Pero no sucede así en este filósofo, y de hecho podemos
observar que su obra más importante recibe el nombre de la Ética. ¿Cómo se justifica?

Pues bien, para Spinoza aquella persona que no es capaz de moderar y hacer
frente a sus emociones vive en servidumbre, ya que está en manos de la fortuna y del
destino, y no tiene poder para guiar su vida como desearía. Ahora bien, quizá aquí se
podría objetar que si se ha definido lo bueno en función de lo que a cada uno en
concreto le permite aumentar su poder de acción, su perfección y su placer, todos
deberíamos perseguir continuamente aquello que es bueno para nosotros, de modo que
no importaría en absoluto que fueran las emociones pasivas las que nos empujaran a
ello. Sin embargo, según Spinoza también nos podemos formar, y de hecho lo hacemos
así, una idea general de ser humano, que va acompañada por un ideal de ser humano. Y
así, acabamos llamando «bueno» a aquello que sabemos ciertamente que es un medio
para alcanzar tal ideal y «malo» a aquello que sabemos ciertamente que no. Por eso, los
seres humanos podemos saber lo que es bueno para nosotros, y sin embargo actuar de
forma contraria guiados por emociones pasivas, las cuales son por lo general más
fuertes que los deseos originados en nuestro conocimiento.

Opuesta a la servidumbre de las emociones pasivas o pasiones está la vida de la


razón y de la virtud, la vida del sabio. En esta, el conocimiento nos ayuda a liberarnos
de las pasiones al permitirnos formar una idea clara y distinta, y por tanto adecuada, de
nuestras emociones. Así, por ejemplo, si sé que alguien actúa como lo hace porque está
determinado por una necesidad natural a hacerlo, es más difícil sentir odio hacia él. Esta
vida tiene su más alta perfección en el conocimiento de Dios. Como vimos antes, este
tipo de saber era el tercer nivel de conocimiento, el conocimiento intuitivo. Este nos
permite concebir todas las cosas como contenidas en Dios y como resultantes de la
naturaleza divina, como partes entonces del sistema infinito y lógicamente conectado de
la naturaleza. Las conocemos bajo especie (o apariencia) de eternidad. En la medida en
que conocemos a todas las cosas, incluidos a nosotros mismos, de este modo,
conocemos a Dios. Este conocimiento viene además acompañado de placer, pues
contempla a Dios como causa eterna de toda la perfección del mundo. Spinoza lo llama
el «amor intelectual de Dios».

Por tanto, la verdadera potencia que libera y eleva al hombre es el conocimiento.


Este es nuestra libertad y nuestra beatitud.

6. El derecho natural y el fundamento de la sociedad política

La teoría política de Spinoza está muy influenciada por el pensamiento de


Hobbes. Al igual que el filósofo inglés, para Spinoza todo individuo estaba
condicionado por la naturaleza a buscar su propio provecho; al mismo tiempo, estos se
organizan en sociedad para tratar de evitar la anarquía que se derivaría de un estado de
naturaleza en el que todos ejercitáramos sin límites nuestra libertad.

Así, por ejemplo, Spinoza habla del derecho natural de los individuos (al igual
que de los animales y, de hecho, de todas las cosas) como aquello que determina que
alguien actúe de una determinada manera. El ser humano está determinado por estas
leyes naturales a actuar según su naturaleza, y de hecho a actuar y a hacer todo aquello
que está en su poder. Spinoza llega a decir que los derechos de cualquier individuo
solamente están limitados por los límites de su poder. Tanto una persona sabia como
una ignorante se guían por esta ley natural, aun cuando sea distinta en cada caso pues el
primero se guiará por la razón mientras que el segundo lo hará por las pasiones; pero en
ambos casos tienen un derecho soberano a tomar para sí lo útil y placentero sin importar
cómo. La naturaleza solo impide aquello que no deseamos o no tenemos poder para
hacer.

En este estado de naturaleza las personas tratan como enemigos a todos aquellos
que obstaculicen su acción, imperando por tanto el odio, la ira y la envidia. Y la justicia
solamente se refiere a que cada uno tome para sí lo que crea útil. Sin embargo, como
todo el mundo desea vivir en la medida de lo posible seguro y sin miedo, los individuos
han necesariamente de llegar a un acuerdo para vivir juntos, y esto solo es posible si la
razón gobierna a las pasiones. De hecho, como en el estado de naturaleza el propio
poder y el derecho natural están en constante peligro por los demás, ellos mismos
apuntan a la formación de una sociedad organizada. En esta, la ayuda mutua permite a
los seres humanos soportar la vida y cultivar la mente. Por tanto, para Spinoza el pacto
social descansa en el interés ilustrado de los propios individuos para obtener un bien
más grande del que tenían antes, de tal modo que, si el pacto se muestra inútil o poco
provechoso, pierde su validez. Las necesarias restricciones a la libertad individual solo
tienen sentido si benefician más que perjudican.

En el pacto social, los individuos entregan sus derechos naturales al poder


soberano, el cual puede ser uno, varios o muchos. Si bien es cierto que es imposible
transferir la totalidad del poder al soberano, pues nadie nos puede obligar a amar algo
que no consideramos placentero, por ejemplo, en general el soberano tiene el derecho de
imponer todos los mandatos que quiera y el súbdito está obligado a obedecer. Ahora, a
diferencia del anterior estado de naturaleza, lo justo y lo injusto dependen de las leyes
de este soberano.
Esto no significa sin embargo que Spinoza justifique la tiranía. Aparte de que en
su opinión esta perdería rápidamente el favor de sus súbditos y por tanto el poder, para
Spinoza la mejor forma de gobierno era la democracia, aquel sistema en el que la
sociedad ejerce su poder como un todo. La democracia estaría basada en la razón y su
propósito no sería otro que la paz y la seguridad. Por tanto, trataría de lograr aquel
estado en el que los seres humanos vivan en unidad y las leyes se respeten. En una
democracia, además, es casi imposible que una mayoría convenga en decisiones
irracionales, sino que más bien pone a los seres humanos en gran medida bajo el control
de la razón. El Estado más racional es al mismo tiempo el más libre. Pues nadie
transferiría su derecho al poder soberano de tal forma que dejara de tener voz para
participar en los asuntos; únicamente los cede a una mayoría de la que él mismo forma
parte. Por eso, también es la forma de sociedad más igualitaria.

Para acabar, merece la pena subrayar que una de las características principales de
una sociedad racionalmente organizada era la tolerancia religiosa. Para él, el lenguaje
religioso no se había de medir igual que el lenguaje filosófico o científico, pues no tenía
como fin describir la realidad sino alentar determinadas formas de conducta en las
personas. Por eso, mientras que el mensaje de una religión concreta no amenazara al
bien social, no habría razón alguna para perseguirla o denostarla. De hecho, más
ampliamente, un Estado democrático habría de cuidar de forma especial que no se
privara o atentara contra el derecho natural del individuo sobre sus propios juicios,
sentimientos y creencias. El Estado más racional y libre sería el más tolerante, en el que
cada uno pudiera elegir cómo quiere vivir, y también, aquel en el que las ciencias y las
artes progresarían.

7. Conclusión

La filosofía de Spinoza ocupa un lugar peculiar en la historia de la filosofía.


Habitualmente clasificado como un cartesiano, lo cierto es que su filosofía marca
muchas distancias con respecto a Descartes. De este, Spinoza toma el método
geométrico y trata de aplicarlo a todas las cuestiones de importancia. Pero mientras que
para Descartes este método era un instrumento para construir el conocimiento científico
y filosófico sobre una base más segura, para Spinoza es mucho más, pues refleja el
orden interno de la realidad. A esto se añade además una radicalización de la noción
cartesiana de sustancia como lo que no necesita de ninguna otra cosa para existir; en
Spinoza esta sustancia es Dios.

Sin embargo, hoy en día a este autor no se le lee principalmente por su método ni
por su concepto de sustancia, sino por algo que se podría llamar una filosofía de la
inmanencia, por ejemplo en Deleuze. A esto lo acompaña una idea del cuerpo, de su
relación con la mente, y en general, de su potencia que es muy interesante para la
revalorización que el cuerpo tiene en la filosofía contemporánea, ejemplificado en la
famosa frase de la Ética de «nadie sabe lo que puede un cuerpo». Aquí nos hemos
interesado por su ética y su filosofía política, y cómo estas permiten esbozar una noción
de sujeto muy original en la filosofía moderna.

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