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Universidad Nacional Experimental de Llanos Occidentales “Ezequiel Zamora” (UNELLEZ)

Guasdualito – Edo. Apure.

Análisis Argumentativo sobre Derechos Procesales Constitucionales.

Por: Carmen A, Rodríguez M CI: V-28.593.624

José E, Mariño C C.I: V-11.304.966

Facilitador: Abg. Carlos Orozco.

A modo de introducción, existen diversas concepciones doctrinarios en torno


de los denominados principios procesales. una de tales concepciones estima
que los referidos principios procesales emanan y se extraen de la propia ley,
por inducción, para luego deducir de ellos las soluciones correspondientes a los
casos concretos que no están regulados de manera expresa en la ley procesal.
Se afirma, por consiguiente, que están expresamente sancionados en las
constituciones o que se hallan insertos de alguna manera en el sistema jurídico
positivo.
Siguiendo los lineamientos de la tendencia positivista, Hoyos (1998),
presenta una interesante apreciación sobre el origen y desarrollo de los
principios procesales a través de una sencilla relación valor, principio, norma.
De tal forma que, el citado autor parte de la idea de:
La existencia de valores que dominan la idiosincrasia de los pueblos y
que tales valores, al ser constitucionalizados, conforman el contexto de
valor fundamental o básico para la interpretación de todo el ordenamiento
jurídico, atribuyéndole el rol de “postulado guía” para orientar la
hermenéutica teológica y evolutiva de la constitución y para medir la
legitimidad de las diversas manifestaciones de la legalidad procesal. (p. 4)
En efecto, tales valores tienden a concretarse en principios constitucionales
que explicitan su contenido, pudiendo establecer una distinción, entre los unos
y los otros, basada en el diferente grado de concreción existente entre valores
y principios.
Por su parte Cuenca (1981), señala que:
Los principios, a su vez, se incorporan en disposiciones constitucionales
específicas en las que los supuestos de aplicación y las consecuencias
jurídicas se hallan tipificadas en términos de mayor precisión, tal proceso
se realiza, en primer lugar, en las propias disposiciones constitucionales y
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a partir de ellas, en las restantes normas de inferior jerarquía que integran


el sistema jurídico. (p.78)
Es decir, el texto constitucional constituye una de las fuentes formales del
derecho procesal, evidentemente por el carácter normativo que entraña la
constitución, de tal forma que, así se establecen en las cartas fundamentales
los cimientos que atañen a la organización del sistema político: Es por ese
medio, en todo caso, que las constituciones resuelven los complejos problemas
políticos que significan la administración de justicia y las garantías de los
justiciables.
De la misma manera que, la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, trae una definición constitucional del proceso. Sin embargo, el
constituyente no se limita a presentar al proceso como el medio para la
realización de la justicia, sino que también lo doto de contenido propio,
estableciendo garantías y principios que deben ser cumplido para garantizar
que el proceso cumpla la misión que el propio texto constitucional le ha
asignado, de este modo, para que el acceso a la jurisdicción conduzca a
resultados efectivos y justos, debe realizarse a través del doctrinalmente
denominado proceso que, según cuenca (1981, p. 97), es aquel que exige “que
el proceso se desenvuelve agotado pormenorizadamente todas las etapas que
lo componen, en la forma como lo prescribe el precepto concerniente”.
O lo que es lo mismo, en el derecho procesal contemporáneo, existe la
marcada tendencia a consagrar en los distintos ordenamientos jurídicos, de
manera expresa, principios que deben regir en los procesos judiciales, y el
ordenamiento jurídico venezolano no escapa de esta tendencia. En efecto, en
el sistema jurídico positivo venezolano se puede hallar un número importante
de normas que desarrollan principios procesales.
Ahora bien, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela ha
recogido varios principios procesales que ya venían siendo desarrollados por la
legislación, la doctrina y la jurisprudencia, y los cuales se convierten en
garantías constitucionales de los justiciables. En este sentido aremos
referencia a los siguientes procesos constitucionales:
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Igualdad de las partes; significa una garantía fundamental para las partes, la
cual importa el tratamiento igualitario a los litigantes y deriva del principio
constitucional de igualdad ante la ley, contenido en los numerales 1 y 2 del
artículo 21 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que
establece:
Todas las personas son iguales ante la ley, y en consecuencia:
1.- No se permite discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo,
la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por
resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce en condiciones de
igualdad, de los derechos y libertades de toda persona.
2.- La ley garantiza las condiciones jurídicas y administrativas para que la
igualdad ante la ley sea real y efectiva (…)
Además, se ha considerado que el principio de igualdad procesal repugna los
procedimientos privilegiado en relación con la raza, fortuna o nacimiento de las
partes, siendo admisibles únicamente para juzgar en materia penal a
determinados funcionarios del Estado y en consideración, no a la persona en
sí, sino a la investidura del cargo.
Ahora bien, el derecho a la defensa es el derecho fundamental de una
persona, física o jurídica, o de algún colectivo a defenderse ante un tribunal de
justicia de los cargos que se imputan con plenas garantías de igualdad e
independencia. Se trata de un derecho que se da en todos los órdenes
jurisdiccionales, y se aplica en cualquiera de las fases del procedimiento
penal (sumario, intermedia y juicio oral) y civil (alegaciones, prueba y
conclusiones). Asimismo, se impone a los tribunales de justicia el deber de
evitar desequilibrios en la posición procesal de ambas partes e impedir que las
limitaciones de alguna de las partes puedan desembocar en una situación
de indefensión. Es parte inseparable del concepto conocido como debido
proceso.
En lo tocante a, el derecho a la defensa y debido proceso, de acuerdo con la
Sala Constitucional N° 1896 / 1/12/2008, En criterio de esta Sala, el derecho al
debido proceso, que reconoce el artículo 49 constitucional venezolano,
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garantiza a las partes el juzgamiento con apego al procedimiento conforme a


derecho:
El derecho a la defensa y al debido proceso constituye garantías
inherentes a la persona humana y en consecuencia, aplicables a
cualquier clase de procedimientos. El derecho al debido proceso ha sido
entendido como el trámite que permite oír a las partes, de la manera
prevista en la Ley, y que ajustado a derecho otorga a las partes el tiempo
y los medios adecuados para imponer sus defensas. En cuanto al
derecho a la defensa, la Jurisprudencia ha establecido que el mismo debe
entenderse como la oportunidad para el encausado o presunto agraviado
de que se oigan y analicen oportunamente sus alegatos y pruebas. En
consecuencia, existe violación del derecho a la defensa cuando el
interesado no conoce el procedimiento que pueda afectarlo, se le impide
su participación o el ejercicio de sus derechos, o se le prohíbe realizar
actividades probatorias. (s. SC nº 05 del 24.01.01).
Cabe decir que, en la misma norma Constitucional en el artículo 26, se
destaca la importancia y necesidad de que la justicia sea “(…) expedita, sin
dilaciones indebidas y sin formalismo o reposiciones inútiles (…)”, que es parte
o un aspecto del mismo asunto, lo cual es, debe y tiene que ser igualmente
parte de la garantía de justicia ofrecida al ciudadano.
Del mismo modo, la acción en justicia, es el derecho de toda persona de
reclamar en justicia lo que le pertenece o lo que le es debido, También es el
conjunto de formalidades mediante las cuales una dificultad de orden jurídico
se somete a los tribunales, cuando nos sentimos lesionados recurrimos a
nuestro derechos en justicia. En otras palabras, Consiste en dirigirse a los
tribunales en solicitud de protección para un situación jurídica violada,
desconocida o de cualquier forma contra dicha, sea las reparaciones
adecuadas.
Por lo tanto, la acción demandada de justicia, es definida como el
documento que contiene la protección, es decir, el acto procesal mediante el
cual se inicia un procedimiento a partir de una pretensión. El artículo 339
del Código de procedimiento Civil afirma: “El procedimiento ordinario
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comenzará por demanda, que se propondrá por escrito en cualquier día y hora,
ante el Secretario del Tribunal o ante el Juez”.
Así mismo, para coartar el derecho de demandar es la acción, ya que dicho
documento no podría ser introducido por el sujeto de derecho sin la facultad o
potestad de que le permita movilizar al órgano jurisdiccional para que
administren justicia. Si la demanda no es fundada y se declara
inadmisible, solo quedaría satisfecho el derecho de acción más no la
pretensión por incumplir los requisitos legales que exige la ley para hacerla
valer.
No obstante, el principio de legalidad, nos refiere a la obediencia de la norma
jurídica sin que medie el recurso al monopolio de la ley, tomando en cuenta que
ha de cumplir con la validez, la justicia, y la eficacia. De ahí que, el numeral 6
del artículo 49 de la (CRBV), establece el principio de legalidad recogido en el
adagio “nullum crimen nulla pena sine lege”, según el cual, ninguna persona
podrá ser sancionada por actos u omisiones que no fueren previstos como
delitos, faltas o infracciones en leyes preexistentes. Este principio consta en el
ordinal 2º del artículo 10 de la Declaración Americana de los Derechos
Humanos. Por lo tanto, se considera un bien para todo el conjunto de la
sociedad de acuerdo a los parámetros específicos de la misma.
Por lo que se refiere a, el derecho a juicio ante juez natural, el numeral 4º del
artículo 49 de la (CRBV) establece:
Toda persona tiene derecho a ser juzgada por sus jueces naturales en las
jurisdicciones ordinarias o especiales, con las garantías establecidas en
esta Constitución y en la ley. Ninguna persona podrá ser sometida a juicio
sin conocer la identidad de quien la juzga, ni podrá ser procesada por
tribunales de excepción o por comisiones creadas para tal efecto.
Para que el debido proceso cumpla su objetivo se requiere que el juez sea
aquel a quien corresponda el conocimiento del caso según las normas vigentes
con anterioridad. El derecho constitucional al juez natural exige, en primer
lugar, que el órgano judicial haya sido creado previamente por la norma
jurídica, que esta lo haya investido de jurisdicción y competencia con
anterioridad al hecho motivador de la actuación y proceso judicial, y que su
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régimen orgánico y procesal no permita calificarle de órgano especial o


excepcional.
Pero del mismo modo, el derecho constitucional del juez natural exige que la
composición del tribunal venga determinada por la ley y que en cada caso
concreto se siga el procedimiento legalmente establecido para la designación
de los miembros que han de construir el órgano correspondiente. De modo que
de ahora en adelante, toda persona sub iudice tiene derecho a exigir el nombre
de cualquier relator, asistente o colaborador de los magistrados del (TSJ) que
tengan inherencia en su causa.
En lo referente a la Cosa Juzgada, debemos citar a la Sala Constitucional
que dice:
Esta Sala, al momento de ejecutar tal potestad de revisión de sentencias
definitivamente firmes, está obligada, de acuerdo a una interpretación de
la Constitución, y en consideración de la garantía de la cosa juzgada, a
ser excesivamente prudente en cuanto a la admisión y procedencia de
recursos que pretendan la revisión de sentencias que han adquirido dicho
carácter de cosa juzgada judicial (s nº 93 de 06/02/01).
Rengel (2003), nos define la cosa juzgada de la siguiente forma:
“(…) es la inmutabilidad de la sentencia por la preclusión de los recursos;
y la cosa juzgada material, la inmutabilidad de los efectos de la sentencia
no sujeta ya a recursos, en todo proceso futuro sobre el mismo objeto” (p.
472).
Hay que hacer notar, que toma su nombre del efecto conclusivo y de firmeza
que produce el acto judicial que la origina. Cosa juzgada es estabilidad y
eficacia que adquiere una sentencia por haber precluido, sea por consumación
o falta de actividad oportuna, los recursos que contra ella concede la Ley. Esta
autoridad dimana del ius imperium del órgano jurisdiccional legítimo que dicta
el fallo en nombre de la Republica y por autoridad de la Ley.
Por lo que se refiere a, Cosa Juzgada aparente, es el efecto de una
sentencia dictada en un proceso donde no hubo relación procesal debido a la
falta de algún requisito de existencia del mismo. Dicha situación es irregular, ya
que lo común es que las sentencias sean dictadas en un proceso completo y
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sano, es decir, exento de vicios, para así producir plenos efectos en la vida del
Derecho (acción y excepción de cosa juzgada).
Dicho tema, es relevante debido a que respecto de éste existe poca doctrina
al respecto, lo cual lo hace innovadora e incita a esclarecer su tratamiento en
nuestro ordenamiento, y entregar una herramienta que puede servir como
medio de entender mejor la cosa juzgada aparente, de la cual poco se ha
hablado. El objetivo es determinar si la cosa juzgada aparente es o no
saneable, debido a la falta de relación procesal existente en ella, lo que
claramente conlleva una incertidumbre jurídica para las partes, vencedor y
vencido; y ver qué solución se ha dado en la jurisprudencia para paliar la cosa
juzgada aparente y así tener una herramienta para aquellos que se enfrenten a
dicha situación.
Teniendo en cuenta, el principio de doble instancia, Couture (2002) afirma
que:
Instancia es la denominación que se da a cada una de las etapas o
grados del proceso, y que va desde la promoción del juicio hasta la
primera sentencia definitiva, o desde la interposición del recurso de
apelación hasta la sentencia que sobre él se dice.
Vale la pena decir, que en nuestro país, la norma de la doble instancia tiene
una estrecha e íntima relación con el debido proceso y el derecho a la defensa,
ya que busca la protección de los derechos fundamentales de quienes acuden
ante el órgano judicial en busca de justicia. En materia penal este derecho a
recurrir del fallo es absoluto, por cuanto constituye una garantía constitucional
propia del proceso penal, pues así lo dispone el artículo 49. Numeral 1º de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, cuando establece que:
“toda persona declarada culpable tiene derecho a recurrir del fallo, con las
excepciones establecidas en esta Constitución y en la ley”; así como también,
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita y ratificada por
Venezuela, según la cual, todo juicio llevado ante un tribunal de instancia, su
sentencia debe contar con una instancia revisora superior.
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A este respecto, en Venezuela tiene su fundamento en el artículo 23 de la


Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en cuyo texto se
establece:
Los tratados, pactos y convenciones relativos a Derechos Humanos,
suscritos y ratificados por Venezuela, tienen jerarquía Constitucional y
prevalecen en el orden interno, en la medida en que contengan normas
sobre su goce y ejercicio más favorables a las establecidas por esta
Constitución y la Ley de la República, y son de aplicación inmediata y
directa por los Tribunales y demás órganos del Poder Público.
Como se observa, la doble instancia no reviste un carácter absoluto, solo lo
es en materia penal que se estatuye como una garantía constitucional del
proceso penal. El nacimiento del recurso de apelación puede ser establecido
por el legislador de acuerdo con la naturaleza del proceso o el monto de la
cuantía por el cual se estima la demanda, ejemplo de inapelabilidad en razón a
la naturaleza del proceso lo encontramos en los juicios de invalidación, éstos
deben sustanciarse de conformidad a los trámites del procedimiento ordinario,
de acuerdo a las previsiones del artículo 331 del Código de Procedimiento Civil,
que dictamina:
Al admitir el recurso, el Tribunal ordenará la citación de la otra parte en la
forma prevista en el Capítulo IV, Título III, del Libro Primero de este
Código, y en lo adelante el recurso se sustanciará y sentenciará por los
trámites del procedimiento ordinario, pero no tendrá sino una instancia. La
sentencia se comunicará para su cumplimiento al Juez que haya conocido
en la primera instancia del juicio, si prosperare a invalidación.
Como se contempla, la norma consagra una excepción al principio de la
doble instancia previsto en nuestro ordenamiento jurídico, por cuanto establece
que el recurso de invalidación sólo tendrá una instancia, y sólo cabe la
impugnación de la decisión mediante el recurso de casación, si a ello hubiere
lugar y siempre observando el artículo 86 de la Ley Orgánica del Tribunal
Supremo de Justicia, donde se establece que para acceder a Casación se
exige una cuantía que exceda de las Tres Mil Unidades Tributarias. Se infiere,
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entonces, que la doble instancia, no constituye una garantía constitucional,


como sí lo son la tutela judicial efectiva y el debido proceso.
Es así que la doble instancia en materia penal, es obligatorio y asimismo
es un derecho humano reconocido por la Convención Interamericana de
Derechos Humanos, y como lo ha señalado la Sala Constitucional, en la
sentencia (Nº 95/15.03. 2000), que consideró que la apelación es el medio a
través del cual se patentiza ese derecho fundamental, toda interpretación que
se haga en tal sentido debe hacerse de manera progresiva, esto es,
procurando la solución que aparezca más garantista de ese derecho, tal como
lo ordena el artículo 23 de la propia Constitución.
En torno a, la tutela jurídica efectiva, surge como derecho constitucional
luego de la segunda guerra mundial, como respuesta a la arbitrariedad que
imperaba en los tiempos que la precedieron en los países de la Europa
fascista, siendo que bajo el lema del acto de gobierno y de la discrecionalidad
se creó toda una gama de actos del ejecutivo exentos de control judicial y de
procesos que eran tan solo en apariencia tales.
De manera que, la tutela judicial efectiva tiene la cualidad de reunir en sí
mismo grandes concepciones, vistas de este modo, conforme uno de los
pilares sobre los cuales reposa la idea del Estado Social y de Derecho, por ello,
es necesario primeramente dilucidar, que en esta denominación jurídica existen
dos criterios a conocer. Primero, uno de los criterios afirma que la tutela judicial
efectiva se confina a lo establecido en el artículo 26 de la (CRBV) que
establece:
Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración
de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, e incluso de los
colectivos o difusos, a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con
prontitud la decisión correspondiente (…)
O sea que, el derecho a la tutela judicial efectiva promueve y respalda la
justa garantía de un componente eficaz que asiente a los particulares
restablecer una circunstancias jurídicas vulnerables el cual está integrado por
el derecho de acceso; el derecho a una sentencia sin dilaciones indebidas y
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oportuna, cimentada en derecho y congruente; a la tutela cautelar y a la


garantía de ejecución de la sentencia.
Segundo, otra corriente supone que la tutela judicial efectiva es más bien la
suma de todos los derechos constitucionales procesales plasmados en el
artículo 49 de la (CRBV); por tal razón se concibe como el derecho de acceso a
los órganos de administración de justicia, el derecho a una justicia gratuita,
accesible, imparcial, idónea, trasparente, autónoma, independiente,
responsable, equitativa, expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismo, sin
reposiciones inútiles, derecho al debido proceso, derecho a la defensa, a ser
notificado de los cargos que se imputan, derecho a la presunción de inocencia,
derecho de acceso a las pruebas, derecho a ser oído en toda clase de proceso,
derecho a un tribunal competente, derecho a interprete, derecho a ser juzgado
por jueces naturales y derecho a no confesarse culpable.
Sin duda, el presente criterio se respalda en la sentencia de la sala
constitucional del tribunal supremo de justicia, de fecha 27 de abril de 2001, Nº
576, expediente Nº 00-2794, que ha citado: la (CRBV) en su artículo 26
consagra la garantía jurisdiccional, también llamada el derecho a la tutela
judicial efectiva, que ha sido definido como aquel, atribuido a toda persona, de
acceso a los órganos de administración de justicia para que sus pretensiones
sean tramitadas mediante un proceso, que ofrezca una mínima garantía (…) Es
pues, la garantía jurisdiccional, el derecho de acceso a la justicia mediante un
proceso dirigido por un órgano (…) para conseguir una decisión dictada
conforme el derecho.
Así pues, se hace referencia a un proceso judicial y a un proceso
administrativo donde se respete el debido proceso, el cual tiene su fundamento
en el principio de igualdad ante la ley y por ende debe garantizar los límites al
poder jurisdiccional del Estado para que no se convierta en una forma de
atropellar a los ciudadanos y ciudadanas.
Sobre esta base, nace el principio de la legalidad procesal que conlleva a
una tutela judicial efectiva a través de un verdadero y eficaz contradictorio
donde se brinde a la persona la oportunidad de ejercer plenamente su defensa
y garantice la correcta aplicación de las leyes a cada caso en concreto. Dentro
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de este orden de ideas, se considera entonces que: todo juicio debe ser
imparcial, trasparente, idóneo, confiable y garantizar la defensa de la vida, la
libertad, los bienes y demás derechos del ciudadano o ciudadanas lo que
significa que se aglutina la suma de los derechos y garantías procesales
constitucionales que permiten una justicia pronta y efectiva. Este conjunto de
garantías son las que hemos venido señalando en los artículos 26 y 49 de la
(CRBV).
Otro punto es, control de la supremacía de la constitución, en Venezuela
desde el siglo XIX coexisten los sistemas de control concentrado y difuso de la
constitucionalidad, por supuesto con ciertas variaciones en su consagración
sobre todo en lo referido al control concentrado, ya que hasta la Constitución
de 1961 se encomendaba a la Corte Suprema de Justicia en Sala Plena y es a
partir de 1999 cuando se le confiere dicha competencia a la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia.
La doctrina tradicional que defiende la instancia de un Derecho Natural, ha
sostenido la idea de una norma suprema, superior al derecho positivo y la cual
no puede ser derogada por éste. El carácter normativo de la Constitución,
unánimemente aceptado en la actualidad, significa que no estamos en
presencia de un mero catálogo de principios, sino de una norma cuyo
contenido material a todos vincula, tanto a ciudadanos como a Poderes
Públicos, considerándose la violación de sus preceptos una conducta
antijurídica susceptible de sanción.
Creemos conveniente significar que la expresión Justicia Constitucional, es
un concepto material que equivale a control judicial de la constitucionalidad de
las leyes y demás actos estatales y siempre ha sido ejercido en nuestro país
por todos los tribunales y todas las jurisdicciones, es decir, todos los órganos
que ejercen el poder judicial.
En cambio la expresión Jurisdicción Constitucional alude a una noción
orgánica, que tiende a identificar a un órgano específico del poder judicial que
tiene en forma exclusiva, la potestad de anular ciertos actos estatales por
razones de inconstitucionalidad, en particular las leyes y demás actos con
rango de ley o de ejecución directa e inmediata de la Constitución, persigue
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concretar, por un lado, los objetivos éticos y políticos de la norma,


modulándolos con criterios de oportunidad o utilidad en sintonía con la realidad
y las nuevas situaciones, y por otro, interpretar en abstracto la Constitución
para aclarar preceptos cuya intelección o aplicación susciten duda o presenten
complejidad, a dicha jurisdicción le cumple encaminar las manifestaciones de
voluntad o de juicio de los máximos operadores jurídicos dentro de los
parámetros que la norma establece, de su influencia no escapa ninguno de los
poderes públicos incluido el poder judicial.
Consideramos que una de las disposiciones más importantes contenidas en
la Constitución de 1999, relativas a la justicia constitucional es la que señala el
Artículo 7, referida a que: “la Constitución es la norma suprema y el
fundamento del ordenamiento jurídico”. Todas las personas y los órganos del
Poder Público están sujetos a la Constitución, incorporando así una regulación
que nos coloca a la par de las Constituciones más avanzadas del mundo. Esta
disposición, nueva en la Constitución actual, está contenida dentro de los
principios fundamentales de la Constitución. Por el contrario en la Constitución
de 1961 no se establecía en forma expresa el principio de la supremacía
constitucional.
La justicia constitucional, como competencia judicial para velar por la
integridad y supremacía de la Constitución, se ejerce por todos los jueces y no
sólo por el Tribunal Supremo de Justicia, en cualquier causa o proceso que
conozcan, al conferirles la obligación de desaplicar una ley o cualquier otro acto
dictado por los órganos del Estado que antagonicen con algún dispositivo
constitucional y además en particular, cuando conozcan de acciones de
amparo constitucional o de las acciones contencioso administrativas, al tener la
potestad para anular actos administrativos por contrariedad a la Constitución.
Paralelamente el control concentrado atribuido de manera exclusiva a la
novísima Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, órgano creado
por la nueva Constitución venezolana, materializado en la facultad para
declarar la nulidad de las leyes y demás actos de los órganos que ejercen el
Poder Público, dictados en ejecución directa e inmediata de la Constitución. Por
otra parte, a la Sala Constitucional se le asigna el monopolio de las
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interpretaciones sobre el contenido o alcance de las normas y principios


constitucionales que tendrán un carácter vinculante para el resto de las Salas y
Tribunales de la República.
En relación con, el exequátur, es un procedimiento jurídico internacional por
el cual un Estado solicita a otro Estado el reconocimiento, la ejecución u
homologación de una sentencia que se dictó en el Estado requirente a efectos
de asegurar la eficacia extraterritorial de la misma. Es decir, se procura la
ejecución de la sentencia en virtud a los principios de seguridad jurídica, mutua
cooperación y reciprocidad internacional, y en caso de existir, a los Tratados y
Convenios Internacionales como fuente directa del Derecho Internacional
Privado, cuya aplicación es obligatoria cuando un Estado es parte de dicho
tratado o lo ha suscrito y facultativa cuando no es parte del tratado. Según el
T.S.J:
Siendo la oportunidad para pronunciarse sobre la solicitud formulada, se
observa que toda solicitud de exequátur debe fundamentarse para su
decisión, en la jerarquía de las fuentes en materia de Derecho
Internacional Privado. Dicho orden de prelación aparece claramente
expuesto en el artículo 1° de la Ley de Derecho Internacional Privado, en
los términos siguientes: Los supuestos de hecho relacionados con los
ordenamientos jurídicos extranjeros se regularán, por las normas de
Derecho Internacional Público sobre la materia, en particular, las
establecidas en los Tratados Internacionales vigentes en Venezuela; en
su defecto, se aplicarán las Normas de Derecho Internacional Privado
venezolano; a falta de ellas, se utilizará la analogía y, finalmente, se
regirán por los principios de Derecho Internacional Privado generalmente
aceptado.
La disposición transcrita ordena, en primer lugar, la aplicación de las Normas
de Derecho Internacional Público sobre la materia, en particular las
establecidas en los Tratados Internacionales vigentes en Venezuela. Al
respecto, el Tribunal Supremo de Justicia en sentencia N° 01561 del 4 de julio
del 2000, estableció que debe aplicarse lo establecido en el artículo 53 de la
Ley de Derecho Internacional Privado, quedando derogados los artículos 850 y
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851 del Código de Procedimiento Civil, donde recepta los requisitos que deben
concurrir para que las sentencias extranjeras tengan efecto en Venezuela.
A cerca de, la jurisdicción, Es un atributo que implica potestad, imperio y
poder. Es por ello, que quien posee jurisdicción tiene una facultad de imponer
su voluntad sobre otros. Ahora bien, Chiovenda (1923), señala que la
jurisdicción es:
La función del Estado que tiene por fin la actuación de la voluntad
concreta de la ley mediante la sustitución, por la actividad de los órganos
públicos, de la actividad de los particulares o de otros órganos públicos,
sea al afirmar la existencia de la voluntad de la ley sea al hacerlo
prácticamente efectiva.
En ese sentido, es el propio Estado quien lo confiere, y quien a su vez, tiene
múltiples atribuciones tendientes a la satisfacción de las necesidades de la
colectividad. Así las cosas, quien actúa a través del estado son los jueces o
árbitros, en representación del estado, quienes decidirán una cuestión en la
que los interesados que acuden ante el juzgador pretenden se haga justicia.
En lo que respecta a, los elementos de la jurisdicción se hace referencia a
los siguientes: a) Notion: potestad de aplicar la ley al caso concreto. b) Vocatio:
aptitud de conocer la pretension de un determinado sujeto procesal. c) Coertio:
potestad de precautelar los intereses sometidos a su decisión que tiene, por
ejemplo el arraigo, las anotaciones preventivas, entre otras. d) Iuditio: potestad
de dictar una sentencia (aplicación de la ley al caso concreto). Es el elemento
fundamental de la jurisdicción. e) Executio: potestad que tienen un órgano
jurisdiccional para ejecutar lo juzgado.
De la misma manera, la forma de la jurisdicción, Está constituido por las
partes o interesados y el juez. Así como la existencia de un procedimiento, con
ciertas formalidades mínimas que garantizan el contradictorio y termina con
una resolución con fuerza de cosa Juzgada.
El principio contradictorio (o de contradicción) es la posibilidad que tienen las
partes de cuestionar preventivamente todo aquello que pueda luego influir en la
decisión final y como tal presupone la paridad de aquéllas (acusación y
defensa) en el proceso: puede ser eficaz sólo si los contendientes tienen la
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misma fuerza o, al menos, los mismos poderes. Es la posibilidad de refutación


de la contraprueba.
Representa a su vez el derecho a la igualdad ante la ley procesal, de contar
con las mismas armas para formar, con las mismas posibilidades, el
convencimiento del juzgador. Mencionaremos dos formas: a) contenido de la
jurisdicción, se entiende la existencia de un conflicto con relevancia jurídica
que es necesario decidir mediante resoluciones susceptibles de adquirir
autoridad de cosa Juzgada. b) unción de la jurisdicción, la actividad de
determinar conflictos y dictar controversias es uno de los fines primeros del
Estado. Sin esa función, el Estado no se concibe como tal; privados los
particulares de la facultad de hacer justicia por su mano, el orden jurídico les
han investido de acción y al estado el deber de la jurisdicción, es decir
administración de justicia.
Mientras tanto, la acción, es el poder jurídico que tiene todo sujeto de
derecho, consistente en la facultad de acudir ante los órganos de jurisdicción,
exponiendo sus pretensiones y formulando la petición que afirma como
corresponde a su derecho vulnerado. En tal sentido, podemos afirmar con
Pekelis, que la instintiva y espontanea falta de certeza, como la unidad del uso
del término acción, parece contener en sí misma la diversidad e incertidumbre
de las diversas concepciones que se disputan aun en nuestros días el campo
de los estudios jurídicos.
Como complemento, mediante un cuadro comparativo identificaremos la
diferencia entre acción, demanda y pretensión:
Acción Demanda Pretensión
Es el poder de reclamar Es el acto material que Es una declaración
la tutela jurisdiccional, da inicio a un proceso. hecha ante el juez y
consiste en reclamar Es un acto de frente al adversario. Es
determinado derecho procedimiento. La un acto por el cual se
ante la jurisdicción. Su demanda tiene virtud de busca que el órgano
finalidad es tener acceso encerrar como hecho jurisdiccional reconozca
a la jurisdicción, el material a la acción y la algo concreto con
llamado derecho al pretensión. En nuestra respecto a la relación
tribunal a ser economía procesal la jurídica en particular
escuchado, para que se demanda siempre es de donde se haya
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tramite un proceso para carácter escrito. Es la desconocido un derecho


dilucidar la cuestión plasmación de tres actos de esa naturaleza. Es
planteada. acción, pretensión y decir un derecho
petición ante órgano particular. La pretensión
jurisdiccional. es igual a declaración de
voluntad.

Lo que quiere decir, la acción, es el derecho subjetivo (poder) de reclamar


ante el órgano jurisdiccional un derecho determinado. La pretensión, es lo que
se exige de otro y La demanda, es el acto procesal de iniciación del proceso.
En cuanto a, el proceso, implicaría una serie de actos o fenómenos que se
suceden en el tiempo. En el marco de la actuación jurisdiccional, el proceso es
lo mismo que el litigio o el pleito, esto es, un determinado conflicto o
controversia entre dos o más sujetos (las partes) que, una vez ejercitada la
acción, resuelto por el poder judicial aplicando el Derecho. Desde esta
perspectiva, podría decirse que el proceso no es otra cosa que el ejercicio y
contenido de la actividad jurisdiccional en un supuesto concreto.
Además, la forma del proceso, hace referencia a la configuración externa del
proceso, de manera que al contrario con lo que sucede con los principios
jurídicos naturales, que si no se observa, no se puede hablar de proceso, en
cuanto a las formas, el legislador es soberano para elegir entre unas y otras.
Básicamente las formas procesales que se han seguido en la historia son dos:
la forma contradictoria y la inquisitiva, si bien en la actualidad ningún proceso
se sujeta completamente a una de dicha forma, sino que toman algunas
características de ambas.
En relación con, la forma contradictoria, se caracteriza porque el juez se
sitúa en una posición horizontal expectante, de manera que las que actúan son
las partes. Las consecuencias de ello son que el proceso sea oral y público,
que no haya más que una instancia y que la prueba se valore libremente.
En lo que se refiere a, la forma inquisitiva, al contrario que la anterior en los
procesos siguen la forma inquisitiva el juez desarrolla su actividad en un plano
vertical frente a las partes que actúan pasivamente. Las consecuencias de ello
es que el proceso es escrito, es secreto, hay una segunda instancia, la
valoración de la prueba es legal, y los jueces son profesionales técnicos.
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El siguiente punto es, estructura del proceso, el estudio de la estructura del


proceso consiste en determinar cómo es el proceso, cómo está hecho el
proceso. La moderna dogmática procesal, cuyo representante máximo es
Carnelutti, divide la estructura del proceso en dos partes: la estática y la
dinámica, según se observe al proceso detenido en el tiempo, para estudiar su
composición, o bien se lo observe en movimiento, para tratar de su
desenvolvimiento. La primera parte estudia el proceso como situación, y trata
del complejo de situaciones en que el proceso se descompone. La segunda,
estudia el proceso como hecho, y trata del conjunto de hechos que lo forman.
Sin embargo, nos vamos a referir a un solo aspecto de la estructura del
proceso: aquella que está determinada en gran parte por las formas procesales
que predominan en un sistema dado y por los principios fundamentales que
imprimen determinados caracteres al sistema, permitiendo diferenciarlo de los
demás.
Una de las adquisiciones más valiosas que la teoría del proceso civil debe a
la ciencia alemana, son ciertas diferenciaciones dogmáticas, muchas veces
muy sutiles, que han logrado, mediante un proceso de generalización creciente,
aislar ciertos rasgos de las estructuras procesales que se presentan con
constancia y uniformidad en determinados sistemas, para convertirlos en
“principios rectores” del procedimiento y diferenciar así por su estructura un
sistema de otro, como ocurre hoy con los principios de la “oralidad” y "escritura”
la “mediación” o “inmediación“ concentración” o “fraccionamiento”, y otros
semejantes, que sirven para distinguir por su estructura un proceso de otro.
Por tanto, el estudio de la estructura del proceso, referida al proceso civil
venezolano, se limitará aquí al estudio de las formas y principios fundamentales
que le dan carácter a nuestro sistema procesal y que sirven perfectamente a la
finalidad de su diferenciación de otros sistemas.
En definitiva, La necesaria recurrencia a dar por sentado ciertos conceptos
en la ciencia jurídica, siempre nos lleva directamente a la falta de innovación o
quizás mejor dicho a no redescubrir o comprender verdaderamente algunas
realidades que a veces no son tan simples como se pretenden muchas veces
mostrar. En el caso de la “Ciencia Constitucional”, en especial la Venezolana
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ha tenido ese fantasma, la recurrencia a los argumentos de autoridad sobre


todo los de la “jurisprudencia”, lo que ha llevado aparejado el mal que
directamente se nos impida ver los árboles, y solo veamos el bosque, o a veces
al contrario.
Para salvar la evolución histórica de nuestras instituciones es bueno de vez
en cuando despojarse de los pre-conceptos, pues ello nos permitirá ver las
fallas y los grandes logros de nuestra doctrina y jurisprudencia, y en el caso
Venezolano, podemos decir que hemos dicho nuestro “derecho a la
Venezolana”, no en términos despectivos sino en claro reconocimiento a las
personas que de una u otra manera han contribuido a independizarnos
científicamente, muchos avances por cierto de los cuales seguimos sin
comprender y peor aún, ignoramos.
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