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MÓDULO X:
SISTEMA DE PROTECCIÓN NO JURISDICCIONAL
DE LOS DERECHOS HUMANOS
DR. MTRO. ARTURO G. LARIOS DÍAZ
ENSAYO:
1. INTRODUCCIÓN.
Hablar de Derechos Humanos significa necesariamente hablar del ejercicio del poder y de
sus límites. El poder comprende diversos ámbitos: político, económico, social, etc., y requiere
identificar quién ejerce el poder y de qué manera lo ejerce, porque “poder” no es sinónimo de
fuerza. La imposición de las ideas y decisiones se verifica por medio de la fuerza, pero también
a través de habilidades diferentes, como la inteligencia, la forma de expresarse y convencer, etc.
No obstante, la propia naturaleza del ser humano exige que ese ejercicio del poder se
encuentre investido de racionalidad y objetividad, porque la vida en comunidad implica la
satisfacción de necesidades y aspiraciones personales que son diferentes en cada individuo y su
organización, priorización y ejecución, no se logra solo con la imposición de la fuerza o el intento
del mero convencimiento por medio de la palabra.
El ser humano se fue organizando políticamente bajo diversas formas conocidas a lo largo
de la historia, iniciando desde la dirección basada en el pensamiento místico (chamanes,
sacerdotes, etc.), pasando por los imperios y las monarquías, hasta consolidar Estados en formas
democráticas; sin olvidar su relación con los sistemas económicos en las que se enmarcan y que
inciden fuertemente en las decisiones de las personas o los grupos de poder. Las subjetividades
se diluyen en la organización o grupo, cuando la dirección de éste amalgama las mismas en
objetivos y principios comunes.
La estandarización de las diversidades imperantes en un pueblo que se organiza para la
vida común se ha logrado a través de la creación de un documento fundacional, que integra la
organización del poder público y sus instituciones, junto con la positivización de los derechos
reconocidos a todas las personas que habitan en su territorio: la constitución. Este documento
básico de organización y reconocimiento de derechos constituye un pacto supremo entre todos
los seres humanos integrantes del Estado, que refleja principios, aspiraciones y objetivos, entre
ellos, el de la plenitud y la felicidad de sus habitantes y no puede surgir sino a partir del consenso
general. Luego, no podemos referirnos a un Estado organizado, que refleje las aspiraciones de
su pueblo y que controle sus propios excesos, sino a partir de un sistema democrático, esto es,
un sistema que se rija por la decisión de las mayorías y con reglas mínimas de respeto a los
derechos humanos, que no permitan someterlos a ese mismo consenso de mayorías. Lo anterior
permite entender por qué el sistema democrático no se queda en la forma parlamentaria,
evolucionando del Estado legislativo al Estado constitucional de derecho, sobre todo después de
observar las consecuencias de estados como el alemán y el italiano de la primera mitad del siglo
XX, que demostraron que el consenso popular no garantiza la calidad de la democracia contra la
generación del poder político, poniendo en riesgo a las minorías que no convergen en el modelo
ideal de los grupos en el poder.
Por otro lado, es importante resaltar que al referirnos exclusivamente a los derechos
humanos, trascendemos la organización interna del Estado, pues su reconocimiento no solo
existe en el ámbito del derecho interno e integran diferentes sistemas de protección tanto de
carácter universal, como regional, lo que significa una protección ampliada a la que se accede de
forma gradual; así, existe un sistema universal de protección de los derechos humanos y diversos
sistemas regionales a los que se accede de forma gradual aunque diferente. En el caso de
México, la pertenencia al Sistema Interamericano de Derechos Humanos supone la posibilidad
de acudir ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, solo después de pasar el filtro de
la Comisión Americana de Derechos Humanos a la que se accede cuando han sido agotadas
todas las posibilidades jurisdiccionales dentro del Estado mexicano. La Comisión comparece ante
la Corte representando y defendiendo a la víctima o víctimas de violaciones a sus derechos
humanos, operando al estilo de un “ministerio público” al investigar los hechos violatorios y
presentarlos a la instancia de la Corte en contra del Estado que generó la violación (Quintana y
Sabido, 2001, p. 215)
En ese contexto, es evidente que no basta la existencia de órganos judiciales que protejan
a la persona contra las violaciones de la autoridad a sus derechos humanos y apliquen las
sanciones correspondientes. Se requiere, además, de un sistema de prevención que conlleve la
promoción del conocimiento de los derechos humanos y la denuncia pública que exponga las
violaciones por parte del Estado, para la auto-regulación a partir del señalamiento y reprobación
de la opinión pública.
En los poco más de dos siglos de vida independiente de la nación mexicana, podemos
identificar claramente el proceso de creación del Estado constitucional, que pasa por periodos
que identifican a las tres generaciones de derechos humanos, iniciados con la ideología del
pensamiento liberal en 1810 y hasta 1857, seguido de un periodo de condiciones económicas y
sociales que dieron pauta al modelo social de la segunda generación hasta 1910, y los
subsecuentes avances que un Estado democrático y de derecho (al menos formalmente
hablando), ha permitido, no sin dificultades, para dar cabida de forma gradual, al reconocimiento
de los derechos de tercera generación.
La Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824 prevé una forma de
gobierno republicana, las bases de la división de poderes y un sistema de federal y representativo
(Bucio, A. 2012, p. 116), pero una notable omisión con relación a las libertades del individuo, ya
reconocidas en cuerpos normativos anteriores. Este ordenamiento ya disponía en el artículo 137,
aunque sin reglamentación, la facultad de la Corte Suprema de Justicia de conocer de las
infracciones a la Constitución y a las leyes generales, así como la supremacía del pacto federal
sobre las Constituciones de los estados (Castro, J. 2006, p. 341).
Esta evolución histórica de los derechos humanos en México revela pese al orden formal,
la necesidad de materializar con mayor eficacia los postulados que los rigen y protegen. El
surgimiento de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (y sus paralelos estatales), obedeció
políticamente, a la necesidad de legitimar un gobierno (el salinista), pero también responde a una
dinámica internacional que goza de antecedentes históricos en diferentes naciones, con una
construcción teórica que justifica ampliamente su existencia y que pese al rechazo dentro del
marco normativo mexicano y la complejidad en su operación y resultados, si es desde mi
perspectiva, necesaria para reforzar el sistema de protección de los derechos humanos.
Para Alberto del Castillo del Valle (2014, p. 247) la figura de la Comisión de los Derechos
Humanos y el Ombudsman implica una dualidad de atribuciones con el juicio de amparo y en su
consideración, se tomó de sistemas jurídicos que no corresponden al mexicano “despreciando
en cierta medida la importancia del juicio constitucional mexicano por excelencia”.
Si bien es cierto desde su creación la Comisión Nacional de Derechos Humanos y su
titular, sostuvieron ciertas atribuciones que aparentaban una invasión de facultades con las de la
autoridad de amparo, lo cierto es que el paso del tiempo ha ido perfeccionando y acotando de
forma más clara, las facultades de dicho organismo, justificando plenamente su funcionamiento.
Para Galindo (2017, p. 97) la existencia de dos sistemas constitucionales de protección de los
derechos humanos, lejos de ser antagonistas, cumplen una función de complementariedad y si
bien existen opiniones que consideran de poca trascendencia los efectos del sistema no
jurisdiccional, una nueva organización nacional del mismo podría perfeccionar su funcionamiento.
Al respecto, el mérito de los organismos no jurisdiccionales de protección de derechos humanos,
radica en que poseen mayores facultades de investigación de las violaciones llevadas a su
conocimiento, con una dimensión menos formalista, porque no requieren de los tecnicismos del
sistema jurisdiccional (sujeto a los principios de legalidad y constitucionalidad), de manera que
se convierten en instancias más accesibles para las víctimas y en mi opinión, generan una mayor
confianza sobre los tribunales para las personas.
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824. Orden jurídico nacional.
México. Recuperado el 15 de julio del 2019, de: http://www.ordenjuridico.gob.mx/
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México. Recuperado el 15 de julio de 2019 de http://www.ordenjuridico.gob.mx/
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Fairén, V. (1981) Normas y notas del Ombudsman de Suecia. Revista estudios políticos. 21.
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Suárez, M. (2016). Evolución de los derechos humanos en México. México. Revista Electrónica
Ideas Jurídicas. Recuperado de http://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/43144-
evolucion-derechos-humanos-mexico.