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Título: El derecho a la participación del niño en la ley 26.061. Su incidencia en el proceso judicial
Autor: Solari, Néstor E.
Publicado en: LA LEY 29/11/2005, 29/11/2005, 1 - LA LEY2005-F, 1127 - DJ2005-3, 1051 - Antecedentes
Parlamentarios 2006-A, 01/01/2006, 413
Cita Online: AR/DOC/3590/2005

Sumario: SUMARIO: I. Introducción.- II. Estructura metodológica de la ley.- III. Esencia de la ley
26.061.- IV. El niño como sujeto de derechos- V. El derecho del niño a la participación y sus distintas
manifestaciones.- VI. El derecho del niño a ser oído.- VII. Algunas conclusiones
I. Introducción
Recientemente ha sido sancionada la ley 26.061, intitulada de "Protección Integral de los Derechos de Niñas,
Niños y Adolescentes" (Adla, Bol. 29/2005, p. I), que aborda todas las cuestiones sobre la niñez, tanto aspectos
de derecho público como de derecho privado. Solamente se excluye de su tratamiento lo atinente al régimen
penal de la minoridad, es decir, cuando el niño hubiere cometido un hecho por la cual se le pueda imputar la
comisión de un delito (1).
El agrupamiento de los derechos del niño en una ley especial, importa, desde el punto de vista legislativo y
metodológico, una novedad en nuestro derecho positivo, pues, hasta la sanción de la presente ley las distintas
temáticas referidas a la niñez eran tratadas en forma dispersa, en distintos códigos y leyes específicas. En tal
sentido, se adopta el modelo de las legislaciones latinoamericanas, que en sus sistemas internos cuentan con
leyes de Protección Integral de los derechos del niño y del adolescente.
Por lo demás, esta nueva metodología, de unificar el tratamiento legislativo en un cuerpo único -en el caso,
la ley 26.061-, coincide con el instrumento internacional en la materia, la Convención sobre los Derechos del
Niño, con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, C.N.) que refiere, en forma completa, a todos los derechos y
garantías de las personas menores de 18 años.
A partir de la existencia de este instrumento internacional sobre la niñez, se ha producido una internalización
de los derechos del niño, como comprensivo de los derechos humanos. En verdad, la Convención sobre los
Derechos del Niño no es otra cosa que la versión de la Declaración Universal de Derechos Humanos en
personas de hasta 18 años de edad. De manera que los niños son titulares de derechos humanos fundamentales
(2).
II. Estructura metodológica de la ley
La ley consta de 78 artículos, agrupados en seis Títulos.
El Título I, refiere a las "Disposiciones Generales" (arts. 1 a 7).
Por su parte, el Título II, consagra los "Principios, Derechos y Garantías" (arts. 8 a 31).
Luego, el Título III, se ocupa del "Sistema de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y
Adolescentes" (arts. 32 a 41).
El Título IV, a su vez, refiere a los "Organos Administrativos de Protección de Derechos" (arts. 42 a 68).
Dicho título comprende cuatro capítulos. En el Capítulo I se prevé la creación de la "Secretaría Nacional de
Niñez, Adolescencia y Familia" (arts. 43 y 44). El Capítulo II, contempla la creación del "Consejo Federal de
Niñez, Adolescencia y Familia" (arts. 45 y 46). El Capítulo III, crea el "Defensor de los Derechos de las Niñas,
Niños y Adolescentes" (arts. 47 a 64). Finalmente, el Capítulo IV, se ocupa "De Las Organizaciones No
Gubernamentales" (arts. 65 a 68).
El Título V, hace referencia al "Financiamiento" de las cuestiones establecidas en la presente ley (arts. 69 a
72).
Por último, el Título VI, bajo la denominación de "Disposiciones Complementarias" (arts. 73 a 78), produce
algunas adecuaciones en relación a la presente ley. En efecto, sustituye el art. 310 C.C. por otro texto; modifica
el art. 234 del C.P.C.C.N. por una nueva redacción; modifica el art. 236 del C.P.C.C.N.; y deroga la ley 10.903
 

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de Patronato del Estado. Establece, por lo demás, un plazo de noventa días para la reglamentación de la presente
ley.
III. Esencia de la ley 26.061
Muchas son las cuestiones que surgen con la ley 26.061. En esta oportunidad, nos detendremos en un
aspecto que, a nuestro entender, marca un hito fundamental en nuestro derecho positivo: el derecho a la
participación del niño. Adviértase que este derecho a la participación, en sus distintas manifestaciones,
compatibiliza con la idea de sujeto de derecho, superando el viejo modelo del sistema tutelar, plenamente
vigente en las leyes internas, en la cual la voluntad del niño no es tomada en cuenta, sino a través de sus
representantes legales.
Por ello, más allá de las innumerables cuestiones que presenta la ley 26.061 -y cuyo tratamiento específico
omitiremos, pues, exceden el marco del presente trabajo-, es importante destacar este cambio fundamental
producido por la misma, en relación a otras leyes internas, aún vigentes, que legislan sobre la niñez.
En efecto, la ley 26.061 -en consonancia con los postulados de la Convención sobre los Derechos del Niño-
se estructura sobre la idea del reconocimiento, a toda persona menor de dieciocho años, de su condición de
sujeto de derecho, haciendo hincapié en los derechos y garantías del niño, no obstante su condición de incapaz;
mientras que las leyes internas, estructuradas sobre el viejo modelo de la minoridad, aún no superado, destacan
el aspecto tutelar, en donde la representación legal adquiere trascendencia y relevancia fundamental.
La característica central del modelo tutelar consiste en la negación de la participación del niño, tanto dentro
como fuera del proceso judicial. La representación legal "sustituye" absolutamente al niño.
En cambio, la estructura fundamental sobre la cual se edifica la filosofía de la presente ley radica,
ciertamente, en la participación del niño. El eje fundamental de la ley se estructura en el reconocer a todo niño
un sistema de derechos y de garantías.
IV. El niño como sujeto de derechos
El niño, no obstante su condición de incapaz, debe gozar y ser titular de derechos y garantías inherentes a su
calidad de persona humana.
En este contexto, puede decirse que la ley de "Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y
Adolescentes" provocó una sustancial alteración en las leyes internas, que se encuentran basadas en el régimen
eminentemente tutelar y, por eso mismo, sin la participación del niño.
Decimos así, pues, tanto la representación necesaria -padres y, en su caso, tutores- como la representación
promiscua -art. 59 C.C.-, tal cual se encuentran concebidas, confunden el concepto de incapacidad del niño -lo
que resulta indiscutible- con la participación del mismo, tanto dentro como fuera del proceso judicial (3).
En efecto, el Código Civil establece un sistema de representación legal para los incapaces -entre ellos, los
menores de edad-, para la realización de los actos de la persona y bienes del menor. Además, se suma la
representación legal del ministerio de menores. De ahí que la representación legal es dual y conjunta, pues se
otorga al menor de edad una representación necesaria, legal o individual y una representación promiscua del
ministerio pupilar. Ambos coadyuvan a una adecuada tutela de los derechos del menor de edad.
Dicha representación, en la práctica, ha negado al niño su derecho a intervenir en las distintas cuestiones que
a él atañen, como consecuencia de su condición de incapaz.
Por ello, debemos distinguir, a los fines de evitar confusiones conceptuales, la institución de la
representación legal -consecuencia de la incapacidad legal- con el derecho a la participación del niño
-consecuencia de su calidad de sujeto de derecho-. En tal sentido, el ejercicio de la representación legal no
debiera impedir que el niño tenga derecho a manifestarse en todas las cuestiones referidas a su persona y a sus
bienes, como reconocimiento de su condición de persona.
Sin embargo, las leyes internas han sido entendidas como una negación al niño de ejercer sus derechos y
garantías, en el entendimiento de que el incapaz se encuentra "sustituido" por su representante legal -tanto
 

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necesario como promiscuo-. Entonces, los representantes deciden independientemente de la voluntad del niño.
Es decir, el "interés superior del niño" se expresa a través de lo que los representantes legales consideran
más conveniente, omitiendo la voluntad de aquéllos. De esta manera, el niño pasa a ser objeto de dicha
representación.
Ello queda demostrado en dos normas específicas del Código Civil, inalteradas desde su sanción, que
gobiernan instituciones como la patria potestad y la tutela.
En efecto, en el título de la patria potestad, el Código Civil establece en su art. 274: "Los padres, sin
intervención de sus hijos menores, pueden estar en juicio por ellos como actores o demandados, y a nombre de
ellos celebrar cualquier contrato en los límites de su administración señalados en este código."
A su vez, el mismo código, en el título referido a la tutela, encontramos la siguiente disposición: "El tutor es
el representante legítimo del menor en todos los actos civiles; gestiona y administra solo. Todos los actos se
ejecutan por él y en su nombre, sin el concurso del menor, y prescindiendo de su voluntad" (art. 411 C.C.)
Las expresiones "sin intervención de sus hijos menores" (patria potestad) y "prescindiendo de su voluntad"
(tutela) definen el perfil ideológico sobre el cual se encuentra estructurado el derecho interno en la materia.
Ambas normas permiten visualizar la negación al niño del derecho a intervenir en los procedimientos
judiciales.
Según dichas normas, los representantes legales, en ejercicio de su representación, anulan a la persona del
menor, no teniendo éste garantías de intervenir en dichos procesos. Se confunde claramente la representación
legal, sustentada sobre la base de la incapacidad del sujeto, con la calidad de sujeto de derecho y su
correspondiente derecho a de intervenir en los juicios en garantía del derecho de defensa en juicio.
Si bien el menor de edad carece de capacidad para obrar y, por ello, se encuentra sujeto a la representación
legal -lo que resulta acertado-, pues, la representación necesaria es una forma de protección a los incapaces de
hecho -art. 58 C.C.- y, como tal, éstos no pueden actuar válidamente en la vida civil -art. 1040 C.C. y concs.-.
Otra cosa muy distinta es que a través de dicha institución, que representa al menor, se anule la intervención
del niño en las cuestiones donde están en juego su persona o sus bienes, confundiendo la institución de la
representación legal con su derecho a la participación, que deriva de su condición de persona.
El derecho a la participación implica que, sin perjuicio del sistema de la representación legal necesaria y
promiscua, se incluya al niño en la toma de decisiones, permitiéndole intervenir en las cuestiones que lo afectan.
Sobre tales ideas se debe encontrar los mecanismos y espacios necesarios para que al niño se le garantice este
derecho, de naturaleza constitucional.
V. El derecho del niño a la participación y sus distintas manifestaciones
El denominado "derecho a la participación" se manifiesta de dos formas: a) la libre asociación y la libertad
de celebrar reuniones pacíficas y b) la libertad de expresión.
Estos dos aspectos se encuentran expresamente previstos en la Convención sobre los Derechos del Niño,
instrumento con jerarquía constitucional a partir del año 1994.
El derecho a la participación, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño, adquiere especial
importancia, en virtud de que permite incorporar al niño en la toma de decisiones, en cuestiones referidas a su
persona y a sus bienes. Este derecho a la participación conduce a garantizar la idea de sujeto de derecho. Y éste
es el aspecto central de la ley.
En tal sentido, la ley 26.061 establece, entre las funciones de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia
y Familia: "Coordinar acciones consensuadas con los Poderes del Estado, organismos gubernamentales y
organizaciones no gubernamentales, fomentando la participación activa de niñas, niños y adolescentes." (art. 44,
inc. k).
Veamos los dos aspectos en que se manifiesta el derecho a la participación.
 

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a) El derecho a la libre asociación y a la libertad de celebrar reuniones pacíficas. Está previsto en el art. 15
de la Convención sobre los Derechos del Niño: "1. Los Estados Partes reconocen los derechos del niño a la
libertad de asociación y a la libertad de celebrar reuniones pacíficas. 2. No se impondrán restricciones al
ejercicio de estos derechos distintas de las establecidas de conformidad con la ley y que sean necesarias en una
sociedad democrática, en interés de la seguridad nacional o pública, el orden público, la protección de la salud y
la moral públicas o la protección de los derechos y libertades de los demás."
La ley 26.061, bajo el título "Derecho de libre asociación", establece: "Las niñas, niños y adolescentes tienen
derecho a asociarse libremente con otras personas, con fines sociales, culturales, deportivos, recreativos,
religiosos, políticos, laborales o de cualquier otra índole, siempre que sean de carácter lícito y de conformidad
con la legislación vigente. Este derecho comprende, especialmente, el derecho a: a) formar parte de
asociaciones, inclusive de sus órganos directivos; b) promover y constituir asociaciones conformadas
exclusivamente por niñas, niños, adolescentes o ambos, de conformidad con la ley"
b) La libertad de expresión. El art. 13 de la Convención sobre los Derechos del Niño señala: "El niño tendrá
derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e
ideas de todo tipo, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o impresas, en forma artística o
por cualquier otro medio elegido por el niño. 2. El ejercicio de tal derecho podrá estar sujeto a ciertas
restricciones, que serán únicamente las que la ley prevea y sean necesarias: a) para el respeto de los derechos o
la reputación de los demás; o b) para la protección de la seguridad nacional o el orden público o para proteger la
salud o la moral públicas."
El aspecto fundamental del derecho de expresión lo constituye el derecho a ser oído. En relación a este
derecho haremos algunas referencias específicas, por ser el que mayor influencia producirá en el ámbito judicial.
VI. El derecho del niño a ser oído
a) Consagración de este derecho en la Convención sobre los Derechos del Niño y en las distintas
legislaciones. El derecho a ser oído -o también denominado derecho a ser escuchado- constituye la
manifestación más importante del derecho a la participación y, en particular, del denominado derecho a la
libertad de expresión. Es, por otra parte, el que mayor impacto producirá en el ámbito judicial.
La Convención sobre los Derechos del Niño consagra expresamente el derecho a ser oído en su art. 12: "1.
Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio del derecho de
expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las
opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño. 2. Con tal fin, se dará en particular al niño
oportunidad de ser escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea
directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las normas del
procedimiento de la ley nacional".
El derecho del niño a ser escuchado, consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño, ha sido
recepcionado tanto en las legislaciones latinoamericanas (4), como en el ámbito provincial (5).
Por lo demás, este derecho a ser oído también es incluido entre los derechos a la libertad, en ciertas
legislaciones (6), lo que resulta acertado.
Hay dos legislaciones que se ocupan extensamente sobre el derecho a ser oído: una, Venezuela, entre las
legislaciones extranjeras; y la otra, Tierra del Fuego, entre las leyes provinciales.
En efecto, la Ley Orgánica de Venezuela, señala: "Todos los niños y adolescentes tienen derecho a expresar
libremente su opinión y a difundir ideas, imágenes e informaciones de todo tipo, sin censura previa, ya sea
oralmente, por escrito, en forma artística o por cualquier otro medio de su elección sin más límites que los
establecidos en la Ley para la Protección de sus derechos, los derechos de las demás personas y el orden
público" (art. 67). Más adelante, establece: "Todos los niños y adolescentes tienen derecho a: a) expresar
libremente su opinión en los asuntos en que tenga interés; b) Que sus opiniones sean tomadas en cuenta en
función de su desarrollo. Este derecho se extiende a todos los ámbitos en que se desenvuelven los niños y
 

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adolescentes, entre ellos: el ámbito estatal, familiar, comunitario, social, escolar, científico, cultural, deportivo y
recreacional." (art. 80).
El mismo art. 80 contempla varios parágrafos. En efecto: "Se garantiza a todos los niños y adolescentes el
ejercicio personal y directo de este derecho, especialmente en todo procedimiento administrativo o judicial que
conduzca a una decisión que afecte sus derechos, garantías e intereses, sin más límite que los derivados de su
interés superior" (parágrafo primero).
El parágrafo segundo prescribe: "En todos los procedimientos administrativos o judiciales, la comparecencia
del niño o adolescente se realizará de la forma más adecuada a su situación personal y desarrollo. En los casos
de niños y adolescentes con necesidades especiales se debe garantizar la asistencia de personas que, por su
profesión o relación especial de confianza, puedan transmitir objetivamente su opinión".
Mientras que el parágrafo tercero señala: "Cuando el ejercicio personal de este derecho no resulte
conveniente al interés superior del niño, éste se ejercerá por medio de sus padres, representantes o responsables,
siempre que no sean parte interesada ni tengan intereses contrapuestos a los del niño o adolescente, o a través de
otras personas que, por su profesión o relación especial de confianza puedan transmitir objetivamente su
opinión."
Finalmente: "La opinión del niño o adolescente sólo será vinculante cuando la Ley así lo establezca. Nadie
puede constreñir a los niños y adolescentes a expresar su opinión, especialmente en los procedimientos
administrativos y judiciales" (parágrafo cuarto).
En similares términos, la ley provincial 521, de Tierra del Fuego, de "Protección Integral de los Derechos de
Niños, Niñas, Adolescentes y sus Familias", legisla sobre el derecho del niño a ser oído.
En tal sentido, dice el art. 26: "Todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a: a) Expresar
libremente su opinión en los asuntos en que tengan interés; y b) que sus opiniones sean tomadas en cuenta. Este
derecho se extiende a todos los ámbitos en que se desenvuelven, entre ellos, el ámbito estatal, familiar,
comunitario, social, escolar, científico, cultural, recreativo y deportivo. El Estado provincial garantiza a todos
los niños, niñas y adolescentes el ejercicio personal y directo de este derecho, especialmente en todo
procedimiento administrativo o judicial que conduzca a una decisión que afecte sus derechos, garantías e
intereses. En los procedimientos administrativos o judiciales, la comparencia del niño, niña y adolescente se
realiza de la forma más adecuada posible a su situación personal y desarrollo. En los casos de niños, niñas y
adolescentes con capacidades diferentes se garantiza la asistencia de personas que, por su profesión o relación
especial de confianza, pueden transmitir objetivamente su opinión. Cuando el ejercicio personal de este derecho
no resulte posible, éste se ejerce por medio de sus padres, representantes o responsables, siempre que no sean
parte interesada ni tengan intereses contrapuestos a los del niño, niña o adolescente, o a través de otras personas
que por su profesión o relación especial de confianza puedan transmitir objetivamente su opinión."
La referencia a ambas legislaciones es para señalar dos aspectos centrales de la cuestión.
En primer lugar, porque dichas leyes destacan el "ejercicio personal" de este derecho, lo cual importa una
separación clara con la representación legal, en el sentido de que no ha de interpretarse, como a veces se
pretende, que el derecho a ser oído queda satisfecho con la intervención de los representantes legales del niño,
tanto necesarios como promiscuo.
En tal sentido, cuando el art. 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño hace referencia a que el niño
pueda ser escuchado "ya sea directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado", no se está
refiriendo necesariamente a sus representantes legales, sino a una persona u organismo que pueda expresar su
voluntad en su nombre. Por ello incluye, con dicha posibilidad, a un "órgano apropiado".
Ciertamente, los representantes legales del niño están incluidos entre las personas que pueden transmitir la
opinión del niño. Pero lo fundamental es destacar que la voluntad es del niño no del tercero que lo representa.
De ahí la importancia de señalar el carácter "personal" de la manifestación de dicha voluntad.
 

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Excepcionalmente, en casos de imposibilidad, entonces debe hacerse a través de otra persona u órgano
apropiado.
En segundo lugar, decimos que la voluntad del niño es la que se toma en cuenta en este derecho -y no la del
representante-, pues, en dichas disposiciones queda plasmada cuando aún en los casos de niños con capacidades
diferentes se busca determinar su verdadera voluntad, por medio de alguien que pueda transmitirla
objetivamente. Lo cual confirma que la voluntad buscada es la del niño y no la del representante.
b) En la ley 26.061. El reconocimiento al niño de este derecho a ser oído también es seguida por la ley
26.061 -como no podía ser de otra manera-, en consonancia con los nuevos paradigmas en relación a la niñez.
En efecto, el art. 24 refiere específicamente al "derecho a opinar y a ser oído", en los siguientes términos:
"Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a: a) participar y expresar libremente su opinión en los asuntos
que les conciernan y en aquellos que tengan interés; b) que sus opiniones sean tendidas en cuenta conforme a su
madurez y desarrollo. Este derecho se extiende a todos los ámbitos en que se desenvuelven las niñas, niños y
adolescentes; entre ellos, el ámbito estatal, familiar, comunitario, escolar, científico, cultural, deportivo y
recreativo."
Además, la ley 26.061 prevé varias disposiciones que garantizan el derecho a ser oído.
En tal sentido, entre los aspectos que deben respetarse a los fines de lo que ha de entenderse por "interés
superior del niño", se establece "el derecho de las niñas, niños y adolescentes a ser oídos y que su opinión sea
tenida en cuenta (inc. b, del art. 3°).
Cuando se legisla sobre el "derecho a la libertad", en el art. 19, expresamente se dice que este derecho
comprende: tener sus propias ideas, creencias o culto religioso según el desarrollo de sus facultades y con las
limitaciones y garantías consagradas por el ordenamiento jurídico y ejercerlo bajo la orientación de sus padres,
tutores, representantes legales o encargados de los mismos (inc. a); expresar su opinión en los ámbitos de su
vida cotidiana, especialmente en la familia, la comunidad y la escuela (inc. b); expresar su opinión como
usuarios de todos los servicios públicos y, con las limitaciones de la ley, en todos los procesos judiciales y
administrativos que puedan afectar sus derechos (inc. c).
El art. 27, bajo el título de "Garantías Mínimas del Procedimiento. Garantías en los procedimientos
judiciales o administrativos", dice: "Los Organismos del Estado deberán garantizar a las niñas, niños y
adolescentes en cualquier procedimiento judicial o administrativo que los afecte, además de todos aquellos
derechos contemplados en la Constitución Nacional, la Convención sobre los Derechos del Niño, en los tratados
internacionales ratificados por la Nación Argentina y en las leyes que en su consecuencia se dicten, los
siguientes derechos y garantías: a) a ser oído ante la autoridad competente cada vez que así lo solicite la niña,
niño o adolescente; b) a que su opinión sea tomada primordialmente en cuenta al momento de arribar a una
decisión que lo afecte; c) a ser asistido por un letrado preferentemente especializado en niñez y adolescencia
desde el inicio del procedimiento judicial o administrativo que lo incluya. En caso de carecer de recursos
económicos el Estado deberá asignarle de oficio un letrado que lo patrocine; d) a participar activamente en todo
el procedimiento; e) a recurrir ante el superior frente a cualquier decisión que lo afecte."
En relación a las medidas de protección, de carácter excepcionales -cuando el niño estuviere temporal o
permanentemente privado de su medio familiar o cuyo superior interés exija que no permanezca en ese medio-,
se determina que dichas medidas se harán conforme a ciertos criterios, entre ellos, "en todos los casos teniendo
en cuenta la opinión de las niñas, niños y adolescentes" (art. 41, inc. a).
Finalmente, la ley destaca el derecho a ser oído del niño cuando legisla sobre las Organizaciones No
Gubernamentales, imponiendo, entre sus obligaciones, a "garantizar el derecho de las niñas, niños y
adolescentes a ser oídos y a que su opinión sea tenida en cuenta en todos los asuntos que les conciernan como
sujetos de derechos" (art. 66, inc. e).
VII. Algunas conclusiones

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El juego armónico de todas estas disposiciones exige incorporar al niño al proceso judicial, no ya como una
facultad de sus representantes legales o de los órganos estatales, sino como un derecho inherente a su calidad de
persona. Todo ello, sin perjuicio de la representación legal al cual se encuentra sujeto en su condición de incapaz
de hecho.
Es indudable que el procedimiento judicial sufrirá alteraciones importantes con la presente ley, pues, deberá
incorporar al niño en todo proceso judicial cuando tenga algún interés. Y el cambio es más cultural que jurídico.
En tal sentido, la lógica de los arts. 274 y 411 del código civil, no pueden sostenerse a la luz de los arts. 12
de la Convención sobre los Derechos del Niño y del art. 24 de la ley 26.061. Mayor contradicción entre ambos
criterios no podría encontrarse. Por lo tanto, o bien rige el sistema plenamente tutelar, sin que se reconozca al
niño su condición de sujeto de derechos o, por el contrario, se garantiza su calidad de persona y se respeta su
derecho a intervenir en todo proceso judicial.
Las distintas disposiciones de la ley en cuestión destacan la importancia de reconocer al niño su intervención
en todo procedimiento. En ello consistirá la eficacia de esta ley: de encontrar quiénes serán los que
efectivamente garanticen la intervención del niño.
Además, la ley 26.061, en su art. 2°, prescribe: "La Convención sobre los Derechos del Niño es de
aplicación obligatoria en las condiciones de su vigencia, en todo acto, decisión o medida administrativa, judicial
o de cualquier naturaleza que se adopte respecto de las personas hasta los dieciocho años de edad. Las niñas,
niños y adolescentes tienen derecho a ser oídos y atendidos cualquiera sea la forma en que se manifiesten, en
todos los ámbitos. Los derechos y las garantías de los sujetos de esta ley son de orden público, irrenunciables,
interdependientes, indivisibles e intransigibles."
Mientras que la última parte del art. 1° ordena: "La omisión en la observancia de los deberes que por la
presente corresponden a los órganos gubernamentales del Estado habilita a todo ciudadano a interponer las
acciones administrativas y judiciales a fin de restaurar el ejercicio y goce de tales derechos, a través de medidas
expeditas y eficaces."
Como consecuencia de ello, en todo proceso judicial en que el niño no haya intervenido, provocará la
nulidad de dicho procedimiento. Sólo en este entendimiento, se podrán efectivizar los derechos y garantías de
los niños y adolescentes.

Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)


 (1) Cuestiones de política legislativa llevaron a separar de la presente ley los aspectos referentes al régimen
penal juvenil, el cual se encuentra en tratamiento legislativo.
 (2) SOLARI, Néstor E.: "La niñez y sus Nuevos Paradigmas", p. 13, La Ley, 2002.
 (3) En importante, previamente, advertir y destacar que, en el contexto de la Convención sobre los Derechos
del Niño, la participación del niño está garantizado en el ámbito judicial y extrajudicial, es decir, no se limita a
casos en que se encuentra judicialmente controvertido un derecho personal o patrimonial del niño.
 (4) En Perú, la ley de Derechos del Niño, Niña y Adolescente (art. 9); en Uruguay, el Código de la Niñez y
la Adolescencia (art. 8); en Costa Rica, el Código de la Niñez y la Adolescencia (art. 14); en Bolivia, el Código
del Niño, Niña y Adolescente (art. 103); en Honduras, el Código de la Niñez y la Adolescencia (art. 28); en
Nicaragua, el Código de la Niñez y la Adolescencia (art. 16); en Colombia, el Código del Menor (art. 10); en
Ecuador, el Código del Menor (art. 38).
 (5) En la Ciudad Autónoma de Buenos, la ley de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes (art. 17); en Chubut, la ley de Protección Integral de la Niñez, la Adolescencia y la Familia (art.
14); en Neuquén, la ley de Protección Integral del Niño y del Adolescente (art. 15); en Río Negro, la ley de
Protección y Promoción de los Derechos del Niño y del Adolescente (art. 8); en San Juan, la ley de Protección
Integral de los Derechos de los Niños y Adolescentes (art. 28); en Misiones, la ley de Protección Integral de los
 

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Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (art. 18); en Jujuy, la ley de Protección Integral de la Niñez,
Adolescencia y Familia (art. 22); en La Rioja, la ley de Protección Integral del Niño/a y del Adolescente (art.
15); en Mendoza, la ley de Protección Integral del Niño y del Adolescente (art. 9); en Chaco, el Estatuto Jurídico
del menor de edad y la Familia (art. 24).
El art. 4 de la ley de Promoción y Protección de los Derechos de los Niños, en la Provincia de Buenos Aires,
garantiza la opinión de los niños de acuerdo a su desarrollo psicofísico.
 (6) En la legislación latinoamericana, contemplan este derecho: en Brasil, el Estatuto del Niño y del
Adolescente (art. 16); en la República Dominicana, el Código para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes
(art. 10); en Ecuador, el Código del Menor (art. 21); en Bolivia, el Código del Niño, Niña y Adolescente (art.
101). En Guatemala, el Código de la Niñez y La juventud, en Guatemala (art. 13).
Entre las leyes provinciales: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la ley de Protección Integral de los
Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (art. 33); en Chubut, la ley de Protección Integral de la Niñez, la
Adolescencia y la Familia (art. 16); en San Juan, la ley de Protección Integral de los Derechos de los Niños y
Adolescentes (art. 23); en Jujuy, la ley de Protección Integral de la Niñez, Adolescencia y Familia (art. 28); en
Neuquén, la ley de Protección Integral del Niño y del Adolescente (art. 18); en La Rioja, la ley de Protección
Integral del Niño/a y del Adolescente (art. 18).

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