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Resumen de texto: Antropología I (Tema 3)

Introducción a: Representación: representaciones culturales y prácticas


significantes (Stuart Hall)

La cultura versa sobre “significados compartidos”. El lenguaje es el medio privilegiado mediante el


cual “damos significados” a las cosas, en el cual se produce e intercambia significado. Los significados
sólo pueden compartirse por medio de nuestro común acceso al lenguaje. Es por eso que el lenguaje
resulta central al significado y la cultura.
El lenguaje opera como un sistema representacional. En él usamos signos y símbolos para que
estén en lugar de o representen ante otras personas nuestros conceptos, ideas y sentimientos.
La palabra “cultura” se usa para referirse a lo que resulta distintivo en la “forma de vida” de un
pueblo, comunidad, nación o grupo social. Esto es su definición antropológica. De modo alternativo, la
misma palabra puede usarse para describir los “valores compartidos” de un grupo o sociedad (es una
definición similar a la antropológica, pero con énfasis sociológico). Ambas definiciones son utilizadas
en este libro, pero normalmente se utilizará más bien de una forma algo más especializada: Lo que ha
venido a llamarse el “giro cultural” en las ciencias sociales ha supuesto un énfasis de la importancia del
significado en la definición de cultura. La cultura no es tanto un conjunto de “cosas” como un proceso:
un conjunto de prácticas. La cultura tiene que ver sobre todo con la producción e intercambio de
significados. Decir que dos personas pertenecen a la misma cultura es decir que interpretan el mundo
de maneras parecidas y que pueden expresarse en formas mutuamente comprensibles. Así, la cultura
depende de que quienes participan en ella interpreten significativamente lo que está ocurriendo a su
alrededor, y de que “den sentido” al mundo aproximadamente de la misma manera.
En cualquier cultura existe siempre una gran diversidad de significados sobre cualquier tópico y
más de una manera de interpretarlos y representarlos. Además, la cultura versa tanto sobre conceptos
e ideas como sobre sentimientos, vínculos y emociones.
En parte, damos significado a los objetos, personas y acontecimientos mediante los marcos de
interpretación en los que los colocamos, según como los usamos o integramos en nuestras prácticas
cotidianas. Pero, ¿dónde se produce el significado? Nuestro “circuito de cultura” sugiere que los
significados se producen y circulan en varios puntos diferentes a través de diversos procesos y
prácticas (el circuito cultural). El significado es lo que da sentido a nuestra propia identidad, por lo que
se relaciona con cómo la cultura marca y mantiene identidades y diferencias entre grupos.
También producimos significado cada vez que nos expresamos en “objetos” culturales o hacemos
uso de ellos (los consumimos o nos los apropiamos).
En otras palabras, la cuestión del significado se relaciona con todos los momentos y prácticas de
nuestros “circuito cultural”: en la construcción y marcado de diferencias, en la producción y el consumo,
en la regulación del comportamiento social. No obstante, uno de los medios privilegiados es el
lenguaje.
Los miembros de una cultura comparten los mismos “códigos culturales”. En este sentido, pensar
y sentir son “sistemas de representación”, pues nuestros conceptos, imágenes y emociones “están en
lugar de”, representan, cosas que están “fuera”, en el mundo. De cara a comunicar estos significados,
los participantes del intercambio deben ser capaces de usar los mismos códigos lingüísticos.
Decimos que todas las formas de producción y comunicación de significado funcionan como
lenguajes porque los lenguajes operan por representación. Así que todas esas prácticas funcionan
como lenguajes no porque sean habladas o escritas, sino porque hacen uso de algún elemento para
representar aquello que quieren expresar. La importancia de estos elementos (sonidos en la voz,
palabras en la escritura, gestos en el lenguaje corporal, ropa, luces de semáforos, etc.) no reside en lo
que son, sino en su función. No poseen un significado claro por sí mismos, si no que son el medio
portador de significado, son símbolos que representan los significados que queremos comunicar.

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El lenguaje es una práctica significante, y cualquier sistema que funcione de este modo puede ser
concebido, a grandes rasgos, como un lenguaje.
El punto de vista convencional mantenía que las “cosas” existen en el mundo material o natural, y
que tienen un significado claro más allá de como se las represente. Desde este punto de vista, la
representación es un proceso de importancia secundaria. Pero desde el “giro cultural”, se considera
que el significado es producido, construido, más que encontrado. En consecuencia, desde este
“enfoque social construccionista”, la representación se entiende como parte de la constitución misma
de las cosas. Y así, la cultura se concibe como un proceso primario o constitutivo, no como un mero
reflejo del mundo.
En definitiva, el lenguaje ofrece un modelo general de cómo trabajan la cultura y la
representación (es lo que se conoce como enfoque semiótico). En años recientes, esta preocupación
por el significado se ha centrado menos en cómo funciona el lenguaje y más en el papel amplio del
discurso en la cultura.
Existen similitudes y diferencias entre los enfoques semiótico y discursivo. El primero se ocupa
del cómo de la representación, de cómo el lenguaje produce el significado (su “poética”). El enfoque
discursivo, por su parte, se ocupa más de los efectos y consecuencias de la representación (su
“política”). Examina cómo el conocimiento que un determinado discurso produce, se conecta con el
poder, regula la conducta, maquilla o construye identidades, define cómo se representan y tratan
ciertas cuestiones. En el enfoque discursivo se pone el énfasis no en “el lenguaje”, sino en los
“lenguajes” específicos y en cómo se despliegan en tiempos y lugares particulares.

El lenguaje no es propiedad ni del emisor ni del receptor de los significados: es el espacio cultural
compartido en el cual tiene lugar la producción de significado lingüísticamente mediada (esto es, la
representación).

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Resumen de texto: Antropología I (Tema 3)

El espectáculo del “Otro” (Stuart Hall)

Este texto se interesa por las cuestiones: ¿cómo representamos gente y lugares que son
significativamente diferentes de nosotros? ¿Por qué la diferencia es un tema tan apremiante de la
representación?

01. Posturas sobre la “diferencia”.

Consideraremos cuatro explicaciones teóricas:

a) La primera explicación viene de la lingüística, desde el enfoque de Saussare y el uso del


lenguaje como modelo de cómo funciona la cultura. Su argumento es: la diferencia importa
porque es esencial para el significado; sin ella, el significado no podría existir. El significado es
relacional, la diferencia entre blanco y negro es lo que significa, lo que carga significado.
Aunque las oposiciones binarias tienen el gran valor de capturar la diversidad del mundo
dentro de sus extremos, también son una manera de establecer significado reduccionista y
simple. Como afirmó Derrida, hay pocas oposiciones binarias neutrales: un polo usualmente es
el dominante, siempre existe una relación de poder entre los polos.

b) La segunda explicación también proviene de las teorías del lenguaje, pero desde el enfoque de
Mijail Btjin. Su argumento es que necesitamos la diferencia porque sólo podemos construir
significado a través del diálogo con el “otro”. El significado no pertenece a ningún interlocutor,
sino que se establece a través del diálogo. El significado es fundamentalmente dialógico. Todo
lo que decimos y queremos decir se modifica por la interacción con otra persona. El lado
positivo de su teoría es que el “otro” es esencial para el significado. El negativo, que el
significado no puede fijarse, siempre se encuentra en negociación.

c) La tercera explicación es antropológica. El argumento aquí es que la cultura depende de dar


significado a las cosas asignándolas a diferentes posiciones dentro de un sistema de
clasificación. La marcación de la diferencia es así la base de ese orden simbólico que
llamamos cultura. Mary Douglas argumenta que los grupos sociales imponen significado a su
mundo ordenando y clasificando las cosas en sistemas clasificatorios (y los sistemas binarios
son cruciales para toda clasificación). Lo que turba el orden cultural son las cosas que se
manifiestan en categorías equivocadas o las cosas que no encajan en ninguna categoría; y lo
que se hace con los “asuntos fuera de lugar” es barrerlos y tirarlos, restaurar el orden.

d) La cuarta explicación es psicoanalítica. El argumento es que el “otro” es fundamental a la


constitución del sí mismo, a nosotros como sujetos. Para Freud, la consolidación de nuestra
definición de yo y de nuestra identidad sexual depende de la relación con otro y el
descubrimiento de la diferencia sexual (el complejo de Edipo).

Encontramos dos aspectos respecto al tema: a) la cuestión de la diferencia y la otredad ha llegado


a jugar en distintas disciplinas un papel significativo. b) La diferencia es ambivalente, puede ser
positiva o negativa, necesaria o amenazante.

02. Racialización del “otro”.

Las ideas occidentales acerca de la “raza” y las imágenes de diferencia racial han sido formadas
por tres encuentros históricos:

- El contacto en el siglo XVI entre los comerciantes europeos y los reinos de África occidental
(que fue una fuente de esclavos negros durante tres siglos).

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- La colonización europea de África y las disputas entre potencias por el control del territorio
colonial.

- La migración, tras la segunda guerra mundial, de africanos hacia Europa y EE.UU.

03. Racismo mercantil: imperio y el mundo doméstico.

La imagen europea de África era ambigua en la Edad Media: un lugar misterioso a menudo
visto positivamente (el prestigio de la iglesia cóptica, hay santos negros en la iconografía cristiana).
Pero esa imagen fue cambiando gradualmente hasta identificar a los africanos con la naturaleza, con
“lo primitivo” en contraste con el “mundo civilizado”.

El discurso racializado está estructurado por medio de un conjunto de oposiciones binarias


(civilización-salvajismo, blanco-negro). Se aglutina en torno a las “razas” blancas ideas relacionadas
con el desarrollo intelectual, el refinamiento, y en general la Cultura, y en torno a las “razas” negras
cualquier cosa que sea instinto y esté ligado a la Naturaleza. Finalmente, existe la polarización de la
diferenciación entre la “pureza racial” por un lado y la “contaminación” y mezcla de razas.
Pero la teoría racial aplicaba de manera diferente la distinción cultura/naturaleza a los dos grupos
racializados: entre blancos, “cultura” era opuesto a “naturaleza”; sin embargo entre los negros, se
asumía que la “cultura” coincidía con la “naturaleza”.

04. Diferencia racial significante.

Las representaciones populares de la “diferencia” durante la esclavitud se agrupaban en torno a


dos temas: a) El estatus subordinado y la “pereza innata” de los negros (“naturalmente” nacidos para la
servidumbre); b) El “primitivismo” innato, la simplicidad y falta de cultura genéticamente determinada.
Y es que si las diferencias entre blancos y negros son culturales, entonces están abiertas al
cambio, pero si son “naturales”, entonces están fuera de la historia, son fijas. La “naturalización” es una
estrategia representacional diseñada para fijar la “diferencia” y así asegurarla para siempre. Busca
garantizar el cerramiento discursivo, para evitar el “resbalamiento” del significado.
Cultura (primitivismo) y Naturaleza (negritud) eran intercambiables, por lo que los negros no podían
escapar a ello. Como ha sucedido también en la representación de las mujeres, su biología era su
“destino”. Este proceso fabrica un estereotipo, entendiendo estereotipar como el proceso de reducir a
unos pocos rasgos esenciales y fijos en la Naturaleza.

05. El estereotipo como práctica significante.

El estereotipo reduce a la gente a unas cuantas características simples, esenciales, que son
representadas como fijas por parte de la Naturaleza. Además, se dan cuatro aspectos adicionales en el
estereotipo:
- La construcción de “otredad” y exclusión.
Sin el uso de tipos, sería difícil dotar de sentido al mundo. Entendemos lo “particular” en relación a
su “tipo”, por lo que tipificar es esencial para la producción de significado. Un tipo es cualquier
caracterización sencilla, vivida, memorable, fácilmente interpretada y ampliamente reconocida en la
que pocos rasgos son traídos al plano frontal y el cambio y desarrollo se mantienen en el mínimo
(Dyer).
El estereotipo hace eso mismo (reduce, esencializa, naturaliza y fija la diferencia, y en ese sentido
es parte del mantenimiento del orden social y simbólico), pero además, despliega una estrategia de
“hendimiento”: divide lo normal y aceptable de lo anormal y no aceptable. Por otra parte los
estereotipos son más rígidos que los tipos sociales, siendo característico de ellos su “cerradura” y
exclusión: simbólicamente fija límites y excluye todo lo que no pertenece. Otra característica es que la

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estereotipación tiende a ocurrir donde existen grandes desigualdades de poder (se relaciona con el
etnocentrismo).
En suma, el estereotipo clasifica a la gente según una norma y construye al excluido como “otro”.
Para ello utiliza una teoría de lo normal (lo que se acepta), entendiendo esto último como las
características que definen al grupo dominante y de las que otros están excluidos.
- El estereotipo y poder (representación, diferencia y poder).
Entendemos aquí el poder no sólo en términos de explotación económica o coerción física, sino
también en términos culturales y simbólicos más amplios, incluyendo el poder de representar a alguien
o algo de cierta forma dentro de cierto “régimen de representación”. La estereotipación es un elemento
clave en este ejercicio de violencia simbólica.
En su estudio sobre cómo Europa construyó una imagen estereotipada del Oriente, Esward Said
argumenta que el “orientalismo” fue un discurso por el que la cultura europea manejó el Oriente de
forma política, sociológica, militar, etc. Dentro del marco de la hegemonía occidental, emergió un
nuevo objeto de conocimiento que era el Oriente. Esta postura se relaciona con el argumento sobre
saber/poder de Foulcaut: un discurso produce, a través de diferentes prácticas de representación
(exhibición, literatura, cuadros, etc.) una forma de conocimiento racializado del Otro (orientalismo)
profundamente implicado en las operaciones de poder (imperialismo). Y es que el poder no sólo
constriñe o evita, sino que también es productivo; produce nuevos discursos y nuevos objetos de
conocimiento (como el orientalismo), configura nuevas prácticas (colonización) e instituciones
(gobierno colonial).
- El papel de la fantasía.
Pero el poder circula, se encuentra en todas partes. La circularidad del poder supone que todo el
mundo (el poderoso y el que no lo es) es capturado, aunque no en términos iguales, en la circulación
del poder. Así, “las víctimas” pueden quedar atrapadas en su estereotipo, confirmándolo
inconscientemente por medio de los mismos términos por los que trata de oponerse o resistir. Este
efecto paradójico tiene su lógica en que la representación trabaja a dos niveles: uno consciente y
abierto, otro inconsciente y suprimido (el primero puede ser la cobertura o desplazamiento del
segundo; de este modo, comportándose contrariamente al estereotipo consciente, la persona puede
estar afirmando el inconsciente).
Los estereotipos se refieren tanto a que se percibe como a lo que se imagina en la fantasía. Las
prácticas de representación son la mitad de la historia; la otra mitad reside en lo que no se dice pero
está siendo fantaseado, lo que se infiere.
Un ejemplo es el de la masculinidad negra. La historia de esclavitud y colonialismo producía un
estereotipo del negro como no adulto. Esta infantilización de la diferencia puede entenderse como una
castración simbólica del hombre negro (privarlo de su masculinidad, precisamente cuando en el blanco
fantaseaba con la hiper-sexualidad de negro, al que temía y envidiaba). Ante la infantilización, los
hombres negros respondían adoptando un estilo hiper-masculino, agresivo, lo que daba lugar a una
confirmación del lado oculto del estereotipo.
- El fetichismo. Fetichismo y desmentida.
Hasta el momento hemos argumentado que estereotipar tiene su propia poética y su política.
También que éste es un tipo particular de poder, un poder hegemónico y discursivo. Es además
ciruclar, pues implica a los sujetos de poder y a aquello sujetos a éste. Pero la introducción de la
dimensión sexual nos lleva a otro aspecto de la estereotipación: su base en la fantasía y la
proyección, así como sus efectos de división y ambivalencia.
El fetichismo es una práctica de representación que implica la conversión de un sujeto en un
objeto, su cosificación. El fetichismo nos lleva al reino en el que la fantasía interviene en la
representación, al nivel donde lo que se ve puede entenderse sólo en relación con lo que no se ve. El

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fetichismo involucra la sustitución de un objeto por una fuerza prohibida, poderosa y peligrosa. Implica
por tanto desplazamiento.
Implica también desmentida, que es la estrategia por la que una fascinación o deseo poderoso se
satisface y al mismo tiempo se niega. A través de ella lo que ha sido tabú encuentra una forma
desplazada de representación.
Se trata de una forma de conocimiento que permite la posibilidad de abrazar simultáneamente dos
creencias contradictorias, una oficial y otra secreta.

09. Confrontando un régimen racializado de representación.

¿Puede ser desafiado, cuestionado o cambiado un régimen de representación dominante?


Recordemos que el significado no puede ser finalmente fijado. Por supuesto, hacemos grandes
esfuerzos para fijar el significado, pero éste finalmente empieza a hendirse o a resbalar, a ser
tergiversado o inflexionado hacia nuevas direcciones. Se injertan nuevos significados en significados
viejos, las palabras se cargan de connotaciones incontrolables, etc.
Batjin y Voloshinov han dado un gran ímpetu a la práctica denominada trans-codificación. Consiste
en tomar un significado existente y re-apropiarlo para nuevos significados (“lo negro es bello”).
Distintas estrategias de transcodificación se han adoptado desde los sesenta. Nos centraremos en tres
de ellas.
a) Reversión de los estereotipos. Se trata de imágenes o películas presentadas como contra-
estrategia con el propósito de revertir la evaluación de estereotipos populares. Pero revertir el
estereotipo no es necesariamente subvertirlo. Escapando a un extremo del estereotipo pueden
quedar estereotipados de otro modo, manteniendo su estereotipado “otro”.
b) Imágenes positivas y negativas. Cuestiona el régimen racializado sustituyéndolo con
imágenes positivas de la gente negra, la vida negra, la cultura negra. Apunta a una aceptación
(en realidad una celebración) de la diferencia. Invierte la oposición binaria privilegiando el
término subordinado (“lo negro es bello”). A la vez, expande el rango de las representaciones
raciales y la complejidad de lo que quiere decir “ser negro”, desafiando así el reduccionismo de
los estereotipos. El problema es que añadiendo imágenes positivas no necesariamente se
desplaza lo negativo.
c) A través de los ojos de la representación. Esta estrategia busca confrontar la situación
desde adentro. Está más interesada por las formas de representación racial que por introducir
un nuevo contenido. Atiende a aquello que se presentaba en el estereotipo (el cuerpo
fundamentalmente) y lo utiliza tratando de hacer que los estereotipos funcionen contra sí
mismos. En lugar de evitar el terreno peligroso, confronta deliberadamente las definiciones
dominantes. Muchas veces recurre al humor. Y en lugar de rechazar lo desplazado y el
fetichismo, trata de usar los deseos y ambivalencias que éstos sugieren. En definitiva, acepta
el carácter cambiante e inestable del significado y entra, por así decirlo, en la lucha sobre la
representación (sabiendo que no existen victorias finales pues no hay fijación final de sentido).

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