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significación
de la cultura
Semiótica
El proceso de significación
en la cultura.
Antes de pasar al estudio de estos conceptos planteados por Barthes, se revisará el recorrido que
propone Osvaldo Dallera, para entender cómo funcionan estos mecanismos de significación en
nuestra cultura. Antes de iniciar el análisis de la producción social de signos y discursos, Dallera
(1996: 38) explica el marco o el contexto bajo el cual tiene lugar la producción social de sentido.
Tratará de establecer primero qué se entiende por comunicación desde una perspectiva cultural y
luego qué se entiende por cultura desde una perspectiva comunicacional.
a. Las culturas son construcciones humanas que adquieren dimensión significante. Esto
quiere decir que, para modelar y establecer un mundo que tenga sentido, cada cultura se ordena
en torno a sistemas de significación que facilitan a sus miembros relacionarse entre sí. La cultura
es un orden generado arbitrariamente por los miembros que pertenecen a ella y ejercido en
sistemas de significación que hacen posible la convivencia en la comunicación. Cada cultura
posee rasgos distintivos que la hacen diferente de las otras por la forma en que organizan sus
comportamientos, sus saberes y sus hábitos de vida y sus significados.
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b. La cultura tiene por función ordenar el mundo cognoscitivo y actitudinal de sus miembros
y dotar de sentido los hechos, saberes y las conductas de las personas que forman parte de la
sociedad. Para que sea posible ‗entender‘, es necesario que en el caso de múltiples estímulos
perceptibles se produzcan recortes que ordenen la producción y la recepción de mensajes. Con
esos recortes comienza el orden comunicativo. Pues bien, el lenguaje es ‗la tijera cultural‘ en
cuyos códigos, gramáticas y reglas se determina el campo de producciones significativas.
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expresivos, es decir, que la expresión siempre es sensible, por lo tanto, captada por los sentidos.
De este modo, un mismo contenido puede ser expresado de distintas maneras y puede ser
captado por distintos sentidos. En general, algo agradable o desagradable, verdadero o falso,
puede ser expresado por un signo visual, fónico, táctil. Cualquier cosa que se use como signo, sin
excepción, significa algo. Sin embargo, no siempre eso que es significado por el signo, tiene o
tuvo existencia concreta. Puede ocurrir que el contenido de ese signo sea una construcción
específica para una situación específica. Por ejemplo, ‗centauro‘ o ‗unicornio‘ son signos que no
tuvieron ni tienen algo concreto que significar, y no por eso decimos que no significan nada. Cada
uno, en su caso designa una entidad, una producción de la cultura sin existencia real concreta, sin
denotado o referente (en nuestro ejemplo, son construcciones de un universo mítico) pero también
es posible generar contenidos pertenecientes a mundos de ficción, o simplemente producir
mentiras, significar algo que no tiene su correlativo en la realidad.
Si se utiliza un signo para expresar algo de la realidad, se puede decir que, además de tener
designado, ese signo tiene denotado o referente. Tener denotado implica que se podría estar en
contacto con el fenómeno sustituido por el signo, es decir, el objeto, el hecho, o la circunstancia a
la que el signo hace referencia. De esto puede deducirse que el contenido de un signo no es lo
mismo que el objeto denotado. No hay una correspondencia necesaria entre uno y otro. El
contenido designado puede elaborarse artificialmente, sin un objeto real concreto con que
relacionarlo. En definitiva, el contenido no es más que un conjunto de propiedades rescatadas o
relacionadas arbitrariamente y ligadas a una expresión significante (Dallera, 1996: 14).
Para Dallera, la sociedad confecciona los sistemas de significación (1996: 7). Esto equivale a decir
que es la sociedad misma la que genera estos sistemas que le sirven para establecer relaciones
de comunicación, relaciones de dominación, de subordinación o de poder entre sus miembros.
Para Barthes, en los procesos de comunicación esos elementos formando parte de un sistema de
significación, son utilizados como recursos para ‗decir‘ y ‗entender‘.
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Bibliografía de referencia
Eco, U. (1999). Lector In Fabula. Barcelona: Lumen.
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