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MAESTRIA EN INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA UNIVERSITARIA

PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA: FORMAS DE PENSAR Y ACTUAR

Por. Henry Zegarra Virhuez


https://orcid.org/0000-0003-2988-4826
Docente del Curso: David Auris Villegas

Introducción:

El desarrollo de nuestros modelos pedagógicos está asociado a una reflexión acerca del tipo
de personas que queremos llegar a formar. Tengo entendido que la educación universitaria
se propone no solamente instruir profesionales eficaces que se inserten en el mercado
laboral, sino, asimismo, forjar académicos que cultiven la investigación científica y
humanista, así como ciudadanos capaces de pensar con autonomía, sentido de justicia y
compromiso con las instituciones democráticas (Gamio, 2018). Nos trazamos el proyecto
de formar personas que guíen sus acciones y modos de vivir a partir del trabajo con
argumentos y evidencias; del mismo modo, se abriga la ilusión de que el bien, la verdad y
la belleza constituyan ideas que sean materia de discusión racional para nosotros y puedan
tener un lugar en nuestras vidas. Esto no siempre queda claro para los que nos dedicamos a
la enseñanza superior. De hecho, nuestra especial atención – con frecuencia exclusiva – en
el diseño de herramientas metodológicas y estrategias tiende a invisibilizar este tipo de
propósitos.

Fundamentación

El estudiante constituye un agente independiente en la adquisición de saber y el profesor


universitario es un compañero de ruta, en la medida en que la dinámica de aprendizaje
pretenda producir en el alumno un proceso de metánoia. Como lo diría Platón; Esta
expresión se traduce como un “cambio (metá) en el modo de pensar y de sentir (nóus)”, es
decir, una transformación tanto en la forma de cultivar el pensamiento como en nuestra
actitud frente a las cosas. La formulación de preguntas – el planteamiento de problemas –
apunta a propiciar una visión distinta de las cosas que conmueve el “sentido común”
imperante en la sociedad, para el cual la validez de ciertas creencias o valoraciones
habituales es dada por supuesta. Este movimiento autorreflexivo propicia la búsqueda de
argumentos que cuestionen una actitud dogmática frente a las presuposiciones que
constituyen nuestras coordenadas de orientación en la vida, de modo que puedan desvelar
otras formas potenciales de pensamiento y acción.
A través del proceso de metánoia el sentido de nuestro mundo significativo se pone en
cuestión. Nuestras antiguas certezas se tornan problemáticas, el lugar que algunas cosas
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tienen en nuestro entorno vital pierde su validez, de manera temporal o incluso definitiva.
Esta experiencia de descolocación del pensamiento o de perplejidad constituye un
momento crucial para el ejercicio del espíritu crítico, la creatividad y el rigor científico. Lo
obvio pasa a ser percibido como extraordinario, como un tema digno de meditación.  
El desarrollo del examen crítico no solo pone a nuestra consideración los asuntos que
sometemos a investigación, también coloca bajo la luz – si bien de una manera parcial –
nuestros horizontes, los marcos hermenéuticos que subyacen a las formas en las que
juzgamos y nos aproximamos a nuestros objetos de intelección y experiencia. Nos
acercamos a las cosas desde un espacio de preguntas, inquietudes, debates y convicciones
cuya presencia no siempre llegamos a percibir con claridad. Los horizontes únicamente
dejan una estela en el camino que recorremos cada vez que pensamos y actuamos.
Solamente es posible hacer explícitos algunos aspectos de estos horizontes a través de un
estricto trabajo de autorreflexión.
El proceso de metánoia tiene la estructura de una conversación. El examen de los
argumentos tiene lugar en un espacio de interlocución. Como ha sugerido (Oakeshott,
2009), una conversación no requiere de un director, no sigue un cauce necesario y tampoco
encuentra un desenlace calculado y previsible en conformidad con un programa
establecido. La metánoia puede tomar direcciones diversas, dependiendo del curso del
intercambio de razones y de la disposición a enseñar y a aprender implícita en cualquier
forma de diálogo con otra persona. Incluso cuando interpelamos los pensamientos de
nuestra propia mente estamos abiertos a modificar nuestros puntos de vista si reconocemos
la presencia de una perspectiva más clarividente y sólida. El falibilismo – el hábito de
sopesar críticamente nuestras creencias y abandonarlas si ellas se manifiestan insuficientes
o contradictorias – constituye una actitud crucial en el ejercicio de la vida del intelecto.  En
las aulas corresponde al maestro ser un interlocutor juicioso, y no un guía, en el diálogo que
configura el proceso educativo; él debe mostrar en el acto mismo de conversar la
flexibilidad y la apertura hacia la palabra del otro como rasgos distintivos de una
comunicación genuina. 
No existe aprendizaje real que no implique el desarrollo de este esfuerzo por mirar el
mundo con ojos nuevos. Si no logramos propiciar este cambio de actitud – marcado por el
asombro y el escrutinio intelectual – fracasaremos en nuestra tarea como educadores. Esta
vivencia de extrañamiento hace posible el esclarecimiento de la visión y la construcción de
saber (Gamio, 2020). La metánoia hace manifiesto el hecho de que las cosas pueden ser de
otra manera, que podemos echar luces sobre una comprensión más acertada y reveladora
del mundo que habitamos, su estructura, así como nuestros modos de lidiar con él y con
nuestros semejantes. En este sentido, la promoción de la discusión en el aula y la lectura de
libros que inspiren el pensamiento constituye una prioridad para la enseñanza basada en la
invitación a la metánoia.
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BIBLIOGRAFÍA

Gamio, G. (2018) “Liberalismo y universidad” en: Racionalidad y conflicto ético Lima.

Gamio, G. (2020). “Actividad filosófica. Notas fenomenológicas” en: Pólemos 

Oakeshott, M. (2009) “El concepto de universidad” en: La voz del aprendizaje libera. Buenos Aires.

Platón, Eutidemo 279 ac.

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