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Laura Duschatzky
Enseñar. ¿Qué significa enseñar? Más aún, ¿vale la pena formularnos esta pregunta?
Enseñamos para pasar un legado, para que las nuevas generaciones puedan introducirse en el
mundo a su manera y puedan hacer algo diferente. (…) Pensarlo de modo complejo, asumir el
desafío que nos impone, es hoy lo que tenemos por delante, si queremos enseñar. Armar
nuestro equipaje de lo que nos compete y ayudar a que los alumnos y los estudiantes armen
el suyo. Podemos caminar juntos pero no caminar por el otro. Aunque nos duela, casi como
una regla de oro, saber que no depende de nosotros que un alumno aprenda. Sí nos toca
generar condiciones para hacer más habitable la escuela, ofrecer el “banquete”. Pero no
podemos hacer por el otro, ni pretender que hagan lo que queremos. Suspender esa
insistencia para que el otro aprenda, contribuir a que desplieguen su potencia, y a que
puedan hacerse cargo de su propio crecimiento, nos coloca en un lugar más digno. Pretender
que sepan lo que nosotros sabemos implica que la enseñanza y el aprendizaje pierdan su
brillo, su singularidad y, sobre todo, el desafío para quienes vivimos el acto educativo. No
saber dónde llegar en el trayecto que invitamos a recorrer, es quizás otra de las reglas de oro.
Planear un camino (las planificaciones) que sólo servirá para arrancar. Para poner a
disposición, pero no para intentar traducirlos en actos (…) La seguridad de que todos,
nosotros y los alumnos, pondremos algo. Y que cuánto más dispuestos estemos, pondremos
más (…) Disponibilidad para aprender, para enseñar, para crear, para explorar, para pensar.
Disponibilidad para estar junto al otro sin sentenciar ni enjuiciar: Para dejarnos “tocar” por el
encuentro.
Daniel Brailovsky
Puede decirse que la enseñanza es dos cosas a la vez. Por un lado, por supuesto, es una
relación. Hablamos de relaciones de enseñanza cuando nos referimos a aquello que sucede
entre quienes se involucran en un encuentro alrededor de algo tan íntimo y profundo como el
saber, las creencias, las convicciones, las vivencias. Pero, al mismo tiempo, la enseñanza es un
sistema político – y uno de dimensiones industriales- que trasciende en muchos sentidos a las
Jorge Larrosa
(...) y como aquí estamos elaborando mis maneras de profesor, tal vez tenga sentido señalar,
en la palabra “educación”, la manera como mis propios cursos no pueden anticipar lo que
podría ser su resultado (...)
De hecho, siempre se trata de que algo pase (en la lectura, en el ejercicio, en la conversación),
pero teniendo muy claro que el profesor nunca es el dueño de ese “algo”. Es más, que lo que
al profesor realmente le gustaría es que los efectos de sus cursos sean inesperados y
sorprendentes para él mismo. Y lo que me consuela es pensar que esos efectos inesperados,
sean los que sean, no son visibles para mí y que si se dan, si es que se dan, es siempre en una
dimensión que me es ajena. Es decir, que en
educación uno hace las cosas “por si acaso” y sabiendo que ni siquiera va a ver si lo que uno
hace tiene o no algún efecto. En fin, que el futuro se proyecta pero el por- venir es
incalculable.
Reflexión y análisis
Perrenoud (2010, p. 62) afirma que “la práctica reflexiva constituye una relación
con el mundo, activa, crítica y autónoma. Por lo tanto, se trata de una cuestión de actitud
más que de estricta competencia metodológica”. La reconstrucción de la experiencia
propicia un trabajo analítico: “supone quitar el velo a ciertos componentes de la práctica
cotidiana que no se aparecen visibles con facilidad (representaciones, supuestos
subyacentes, conocimientos prácticos, habitus, etc.)” (Steiman, 2018, p. 105). Ahora
bien, Jorge Steiman recupera voces para responder a la pregunta acerca del sentido de la
reflexión: Para Zeichner (1982) el objeto de una práctica reflexiva es centrarse tanto en
el interior del ejercicio profesional del docente como en las condiciones sociales en las
quiero quedar con esta idea: el hábito reflexivo se construye a partir de disponer de una
actitud reflexiva que se propicia desde la reconstrucción de la experiencia y que se
activa a partir de un trabajo cognitivo de tipo analítico, sostenido desde categorías
teóricas y herramientas cualitativa que permite analizar la propia práctica en la
búsqueda de una práctica y un mundo más justo, más ético, más democrático (Steiman,
2018, p. 107).
Para analizar la propia práctica es necesario hacer uso del saber especializado
para comprender núcleos sustantivos y/ o particularidades aun no abordadas desde una
teoría. Pero, además, se necesita traer la práctica a la conciencia, “reconstruir
críticamente la experiencia, hacer presente algo que ya ha acontecido y que para poder
analizarlo se necesita volver a tenerlo a mano sabiendo que aquella práctica de la que se
habla ya no es esa sino, a lo sumo, la reconstrucción posible que se hace de ella”
- Observación: puede ser participante (si quien observa participa de las actividades) o no
participante; acompaña el intento de explicar o comprender lo cotidiano.